Por Antonio Gómez Movellán
ras 40 años de nacional catolicismo, donde la iglesia católica tuvo un monopolio en la educación moral de los españoles, hemos tenido otros cuarenta años de democracia vigilada también con mucha influencia por la iglesia católica.
La legislación restrictiva en estos asuntos que existe en muchos países del mundo, así como la legislación sobre matrimonio y divorcio, ha estado condicionada – esto nadie lo duda- por las injerencias de las iglesias y particularmente de la iglesia católica.La Iglesia Católica, todo el mundo lo sabe, está obsesionada por el sexo. Incluso se podría afirmar, si la iglesia fuera una persona física, que su obsesión tiene características de delirio. La batalla que lleva la iglesia católica en contra de la libertad sexual hace que se enfrente con la sociedad civil y también con la comunidad científica. Los movimientos feministas y de mujeres, los movimientos de homosexuales y lesbianas, las asociaciones a favor del aborto libre, las asociaciones a favor de la reproducción asistida y de prácticas eugenésicas motivadas por necesidades de salud y de investigación así como diversas asociaciones científicas se enfrentan a la iglesia y presionan para que los gobiernos y parlamentos no cedan a las presiones clericales.
También en el ámbito de la sociedad internacional y debido al status privilegiado que tiene la Santa Sede en el sistema de Naciones Unidas, la Iglesia Católica ha enredado y creado mal ambiente en muchas conferencias internacionales. Particularmente dura ha sido la posición de la Iglesia Católica en el asunto del SIDA y su oposición al uso del preservativo en África y a las prácticas de planificación familiar y en contra del aborto en los países del tercer mundo.
La posición de la Iglesia Católica parece que tiene que ver con la no distinción entre reproducción y sexualidad humana y la negativa a contemplar la libertad y el placer sexual en el ser humano. Incluso en su interior, la imposición de la represión sexual al clero le está causando problemas internos a pesar que esta represión tiene repercusiones en el exterior debido a la amplia dimensión que ha cobrado el abuso de menores por parte del clero.
Las posiciones que mantiene la iglesia en relación a la sexualidad y a la moral privada son, en los países más desarrollados y secularizados, insostenibles y cada día tienen menos credibilidad, incluso los católicos declarados en estas sociedades no creen en los códigos de moral privada de la doctrina católica en aspectos que tienen que ver con la sexualidad, la reproducción humana o el matrimonio. Parece, que en estas sociedades, esta batalla está totalmente perdida y aunque todavía en la legislación que regula estos aspectos se observa el peso católico poco a poco el cuerpo legislativo reforma estas regulaciones presionado por la realidad y la exigencia social.
Tras 40 años de nacional catolicismo, donde la iglesia católica tuvo un monopolio en la educación moral de los españoles, hemos tenido otros cuarenta años de democracia vigilada también con mucha influencia por la iglesia católica. En efecto, durante más de treinta años de democracia limitada la legislación sobre el matrimonio, divorcio , aborto o derechos civiles de homosexuales o lesbianas ha estado condicionada por la influencia de la iglesia católica en el sistema político a través de unos partidos políticos principales ( PP y PSOE y algunos nacionalistas ) totalmente sumisos a esa influencia; solamente y tras muchos años de luchas por los movimientos sociales, el gobierno del partido socialista tuvo que proponer una legislación de reconocimiento de derechos civiles de homosexuales y lesbianas y reformar la ley del matrimonio y divorcio así como despenalizar el aborto y establecer una legislación de plazos y para acallar las protestas clericales el PSOE también compensó a la iglesia con una mayor financiación del clero. Aunque todavía persisten situaciones intolerables en un Estado moderno como la eficacia civil directa del matrimonio católico o las limitaciones en la práctica al aborto gratuito.
Pero hoy la sociedad no tolera ya más la intromisión de la moral católica en la legislación e incluso el Partido Popular que estaba, hasta hace cuatro días, protestando en contra del aborto o del matrimonio gay se ha callado y no tienes más remedio que aceptar esta legislación y ha dejado de contestarla. Ahora la iglesia se refugia en la concepción de la familia occidental-que para ella es la familia católica-frente a la que denomina la ideología de género y que no es más que el avance de los derechos de las mujeres, homosexuales, lesbianas y transexuales por su liberación sexual , no discriminación e independencia.
El portavoz de la Conferencia Episcopal, Gil Tamayo, ha despotricado en una conferencia de prensa contra la ley presentada por Unidos-Podemos Contra la Discriminación por Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género y Características Sexuales, y de Igualdad Social. Unidos- Podemos no ha hecho más que presentar el proyecto que ha redactado el conjunto de organizaciones LGTBI. La Conferencia Episcopal acusa al proyecto de ley de constituir un fundamentalismo con rasgos inquisitoriales (¡lo que hay que oír viniendo de la iglesia católica!).En verdad este es un proyecto de ley para garantizar que nadie sea discriminado por su orientación sexual en ningún ámbito de la sociedad. Pero les asusta porque en la escuela católica su ideario va contra la libertad sexual y los derechos fundamentales de las personas particularmente de las mujeres, homosexuales y lesbianas. Les asusta porque la aprobación de esta ley, tal y como esta presentada, pondrá en cuestión, vía demandas, el famoso ideario católico de muchos centros escolares y también podrá en cuestión la violación de derechos y prácticas de discriminación que se realizan al interior de la iglesia católica.
El asunto es complicado y la iglesia católica luchará para que la ley no salga como la ha presentado Unidos Podemos. De momento sus apelaciones homófobas ya están teniendo efecto y el Partido Popular y Ciudadanos ya han adelantado que propondrán enmiendas de calado al texto presentado por el movimiento LGTBI.
Antonio Gómez Movellán
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