RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 31 de julio de 2019

Entrevista Nancy Cardoso, teóloga feminista brasileña: “La América Latina feminista que queremos no va a ser posible sin las mujeres pobres que hoy encuentran refugio en la religión”



Stephanie Demirdjian
La Diaria

En Montevideo la teóloga brasileña abogó por un feminismo que incluya a las mujeres pobres “capturadas” por los fundamentalismos.

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Los desafíos que plantea el avance de la derecha conservadora y del fundamentalismo religioso para los feminismos de América Latina centraron la última conferencia de las Jornadas de Debate Feminista, organizadas la semana pasada por los colectivos Cotidiano Mujer y Encuentro de Feministas Diversas. La encargada de dar el debate fue la teóloga feminista brasileña Nancy Cardoso, quien ahondó en los espacios de militancia feminista que están en disputa frente a la arremetida que lideran las iglesias neopentecostales y abogó por un feminismo no elitista, que deje de “buscar espejos” y, en cambio, “abra ventanas” para ir al encuentro de las mujeres más marginadas.

“¿Por qué la religión funciona con la mayoría de mujeres pobres? ¿Qué quieren? ¿Qué están buscando?”, son algunas de las preguntas que según Cardoso tienen que responder las teólogas feministas. Sin esas mujeres pobres que hoy encuentran refugio en la religión, asegura la pastora metodista, no puede haber América Latina feminista. La clave está en convivir con ellas, entender qué es lo que encuentran en esas iglesias y apostar por la educación popular y el trabajo de base para crear otros espacios en los que puedan ser libres. “Sólo estando ahí con ellas”, afirmó, “se puede ir construyendo alternativas”.

Cambiar la trayectoria

Cardoso dijo que hoy en día el fundamentalismo religioso juega un papel “muy pesado y muy fuerte” en toda la región, pero advirtió que en Brasil lo hace “de manera muy fea y escandalosa”. La teóloga aseguró que el grupo con más fuerza es el de los evangélicos pentecostales, que son los que “todavía siguen apoyando al fascista que es presidente del país” –Jair Bolsonaro– y los que “se sienten representados en las políticas y en la ruptura con los derechos”.

En este contexto, planteó que las iglesias neopentecostales también siguen siendo las elegidas por muchas mujeres trabajadoras y pobres para pasar su tiempo libre, pese a que allí “las aplastan, controlan y disciplinan”. “A esta hora está por empezar el culto. Las señoras trabajaron todo el día como empleadas, explotadas, alienadas, invisibles y en situaciones indignas, tomaron un bus desde lejísimos pero antes de irse a casa van a la iglesia. Van a entrar y van a decir la paz del señor, encontrarse con las hermanas y escuchar las palabras de un varón que está en el frente. Las señoras van a cantar y cerrar los ojos. Ese es el fenómeno religioso”, relató la teóloga. “Estaba pensando en qué es lo que sostiene a estas mujeres, por qué la fe es importante para ellas, por qué en este momento están en una iglesia cantando ‘sólo el poder de Dios puede cambiarme así’ y se sienten de alguna manera felices”, reflexionó. Y se preguntó: ¿por qué?

“Hay un fenómeno que yo como estudiosa de la religión y teóloga tengo que plantearme: ¿por qué la religión funciona con la mayoría de mujeres pobres? ¿Cuál es la eficiencia?”, preguntó. La brasileña aclaró que con su trabajo no busca “destruir a estas mujeres ni aislarlas o dejarlas lejos del feminismo, de la lucha, del proceso de derechos”. Por el contrario, considera que dar respuesta a estos interrogantes es una tarea que tienen las teólogas feministas que se proponen ocupar y disputar estos espacios. A su entender, la mejor manera de empezar a hacerlo es involucrándose con ellas desde la sororidad, escuchar sus voces, y a partir de ahí entablar un proceso de educación popular y trabajo de base.

Para ella, este es “el primer movimiento importante en la teología feminista”: asumir el proceso de estas mujeres que encuentran las respuestas a sus problemas en las iglesias fundamentalistas y “cambiar su trayectoria”. Y esto es urgente, aseguró, “porque la América Latina feminista que queremos no va a ser posible sin las mujeres pobres que hoy encuentran refugio en la religión, no puede ser una vanguardia de feministas”.

Más adelante, a raíz de una de las preguntas del público, Cardoso retomó la cuestión de clase y dijo que hay que “sacar el elitismo” del feminismo, que parece ser exclusivamente “de mujeres universitarias y profesionales”. En ese sentido, dijo que conocemos la “percepción de la violencia” de las mujeres pobres pero, por ejemplo, no tenemos idea de cómo viven la sexualidad. “¿Cómo goza la vendedora de limones, gritando el precio de su producto sin ropa interior? ¿Cómo se liberan las mujeres de pueblo en medio de tantas violencias, de tantas limitaciones?”, disparó la teóloga. “Creo que no hay que buscar espejos”, agregó, “sino abrir ventanas para encontrarnos con estas mujeres”.

Lo que ellas quieren

Entonces, ¿por qué funcionan los fundamentalismos religiosos? ¿Cuál es la carnada? Una vez planteadas las preguntas, la teóloga se dedicó a proponer algunas respuestas. En primer lugar, planteó el argumento del “pánico moral”.

Según Cardoso, el pánico moral sólo funciona si va de la mano del pánico económico y el pánico político. “La gente siente miedo, está insegura, no le alcanza para comer, no sabe cómo va a pagar el alquiler, y en la calle hay violencia, marginalidad y droga. Hay un pánico generalizado”, explicó la teóloga. “Estos pastores actúan en esos grupos, que son frágiles y enfrentan precarias condiciones de vida. No van a hablar de desempleo, ni de la desigualdad salarial entre varones y mujeres, ni del escándalo de lo que cobran las empleadas domésticas y las mujeres que trabajan en servicios y que son explotadas a diario. Pero lo que van a tomar es el pánico moral”, agregó Cardoso, y aseguró que esto es lo que funcionó en las últimas elecciones en Brasil. “Decían que las feministas, los gays y el gobierno de centroizquierda estábamos para destruir la familia, y usaron los ejemplos más groseros con ninguna proximidad científica, pero no interesó”, dijo la experta.

La teóloga consideró que la estrategia de pánico moral “es muy eficiente” y dijo que, en Uruguay, es por ejemplo la que utilizan quienes promueven la campaña Vivir sin Miedo. Al respecto, advirtió: “Ojo, así empieza, toman la vida de la gente que ya es fragilizada y les genera pánico para luego ofrecerse como los que pueden garantizar seguridad a la gente”.

Otra de las razones por las que Cardoso cree que los fundamentalismos han calado hondo en algunos sectores sociales es lo que llamó el “familismo”, esa idea de que hay que proteger el modelo tradicional y heteronormativo de familia frente a los ataques de las feministas que con su “ideología de género” lo quieren destruir. “Esto en las iglesias cae como lluvia en el desierto, porque la tradición cristiana ya es muy familista, muy centrada en estos valores de familia que –en realidad– quiere decir de protección de los varones dentro de los espacios de poder”, explicó.

El otro argumento que propuso es el del extractivismo erótico, que la teóloga feminista explicó así: “Estas iglesias son iglesias de éxtasis, son iglesias carismáticas que promueven un ritual que alimenta a las personas para que se liberen, entonces cantan, bailan, y las personas van entrando en otra esfera, van saliendo de sí mismas, que es lo que tenemos en otras religiones, como las africanas. Esto pasa en el fundamentalismo y en las iglesias neopentecostales”. Esto constituye un “despertar erótico”, un “goce que está ahí tan aplastado por la vida tan dura pero en estos cultos tiene técnicas de despertar”, se explayó Cardoso. Pero no es todo trance y goce, resaltó: “Es un proceso colectivo de éxtasis que libera en las personas su fuerza más vital, sacude sus cuerpos y los libera para después disciplinar con familia, con moralismo y con obediencia”. Esto es llamativo y seduce porque, muchas veces, la mayoría de las mujeres que van a esas iglesias “viven en la miseria sexual, no son dueñas de sus cuerpos, no se orgasmizan para nada, y en estos cultos van a ser sacudidas por un placer”.

En medio de este éxtasis funciona con el pánico moral y el familismo lo que Cardoso va a calificar de “guerra espiritual”, que no es más que la advertencia o el llamado de la iglesia a los fieles a vencer los “demonios” y las “fuerzas del mal”. Estas fuerzas pueden tener forma de feministas, comunistas o integrantes de la comunidad LGBT, por poner algunos ejemplos.

Hacerle frente

“La cara más fascista del patriarcado es la que sale de las iglesias”, apuntó contundente Cardoso, y llamó al movimiento feminista a oponer resistencia por medio de tres mecanismos: la crítica, la autocrítica y la creatividad. La crítica se basa en “usar todos los instrumentos teóricos” para entender, en primer lugar, lo que está pasando.

Segundo: mantener la autocrítica. ¿De qué manera? Evitando caer “en el cuento de la modernidad secular, que nos dijo que Dios está muerto y que la religión ya no tiene espacio en el público. Esto es mentira. La modernidad nunca fue para todos, nunca cumplió sus promesas, y la igualdad y la democracia nunca fueron plenas en las poblaciones, en especial en América Latina”. En definitiva, mirar los fenómenos que tienen lugar en la región sin el velo neocolonial.

Por último, la creatividad, que tiene que ver con las formas en las que el acervo feminista es transmitido a las mayorías de mujeres y, en especial, a las mayorías pobres. Cardoso propone opciones como la educación popular t el teatro del oprimido. “Si podemos”, dijo, “vamos caminando juntas”.

Más allá de la religión

La experta hizo un pequeño paréntesis en su presentación para advertir que no se puede comprender la totalidad del fenómeno tomando la religión como único modelo explicativo. Hay que entender que no sólo los grupos religiosos son fundamentalistas, dijo Cardoso: también estamos marcados “por una economía fundamentalista, un capitalismo fundamentalista que se expresa en las claves más cotidianas de nuestra vida”.

Puso como ejemplo el sistema de producción de alimento, que definió como “un proceso totalitario a partir del hambre”, que controla “desde la tenencia de la tierra y los modos de producción hasta la circulación de los productos en los mercados o la concentración en algunas marcas”. En este esquema, “lo único que podemos hacer nosotras es ir al supermercado y consumir; esa es nuestra libertad”, criticó Cardoso. “Entro en el supermercado con mi carrito y voy a elegir lo que el mercado ya organizó para mí. Vamos eligiendo, pero es un proceso de elección totalmente controlado y disciplinado, y no nos damos cuenta”, agregó.

Para la teóloga, “estamos viviendo un proceso de un capitalismo avanzado que controla la producción, la reproducción, la distribución y el consumo”, y la religión tiene su papel en este proceso. ¿Cómo? Siendo apropiada por el capitalismo como mecanismo de resolución de conflicto de las promesas que el mercado no puede cumplir. Explicó Cardoso: “Hay un llamado al consumo general que no puede ser cumplido por la población. Entonces el capitalismo se apropia del lenguaje religioso para hacer las compensaciones, justificar y legitimar esa promesa incumplida. Hay una clase que circula por el mercado y que cumple las promesas, pero las mayorías pobres en el continente latinoamericano no participan. Entonces hay que buscar algunos mecanismos de justificar que el sistema funcione pero de legitimar la ausencia de las promesas del capitalismo y del mercado”. Para la pastora, esta es la expresión de un capitalismo patriarcal y “extremadamente fundamentalista”, porque retira de la sociedad la posibilidad de evaluación, de elegir, y de crear otras relaciones y otros valores. De esta explicación surge su primera respuesta a qué es el fundamentalismo: “la suspensión del derecho de decidir en todas las áreas”.

Antes de terminar, Cardoso insistió en que la “generación fundamentalista” es internacional y cuenta con el financiamiento de distintos grupos fascistas del estilo de Con mis Hijos no te Metas. Alertó que los tentáculos de estos grupos incluso llegaron a tocar los organismos internacionales. “Forman gente, producen materiales, tienen una red de información bastante moderna, y ahora empezaron a presentarse en los espacios de la Organización de las Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos, de las comisiones de derechos humanos, a incidir en la política. Aprendieron con nosotras y ahora están disputando esos espacios”, denunció la teóloga. Y volvió a decir esa expresión que aprendió durante su visita a Uruguay y que tan bien le vino para hablar de este tema: “Ojo”.
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lunes, 29 de julio de 2019

Argentina. «Si el feminismo no es descolonial, va a seguir siendo patriarcal»


Por Agustina Paz Frontera y Laura Vitnivoff


La nueva generación de jóvenes indígenas militantes nos cuentan sobre sus identidades, sus opiniones sobre el aborto, las disidencias y las limitaciones que ven en el movimiento feminista actual. Cobertura colaborativa de Revista Cítrica y LatFem.
Hay una nueva generación de mujeres indígenas que está trayendo aire fresco a las luchas de las naciones ancestrales ¿Cuáles son las disputas que ellas empujan dentro de las comunidades y organizaciones indígenas? ¿Qué puntos de contacto y qué diferencias tienen con el movimiento feminista? Para contestar estos y otros interrogantes, conversamos con tres mujeres jóvenes pertenecientes al Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir.
Antes de presentarlas con nuestras palabras, nos gustaría que se presentaran ustedes mismas, ¿podrían contarnos quiénes son?
Raintuy: Mi nombre es Raintuy Maestri Millán, tengo 18 años, soy de una comunidad que se llama Pillan Mahuiza, que está a 100 km. de Esquel, Chubut; mi procedencia es mapuche de parte de mi mamá, mi papá es italiano. Hay ahí una mezcla. Yo siempre participé en los Parlamentos, Foros, diferentes actividades como la Marcha (NdeR: de las Mujeres Originarias, iniciada en 2012) y demás, pero mi participación más activa en el Movimiento fue este año, cuando llegué a Buenos Aires.
Foto: Mariana Varela
Foto: Mariana Varela
Celeste: Yo me llamo Celeste Vientos, tengo 25 años y nací en Jujuy. Mi mamá biológica me tuvo a los 16 años y me dio en adopción a mi tía abuela. Ella fue quien me transmitió todos sus saberes ancestrales, me enseñó toda la lucha de los pueblos indígenas que existen. Y fue por ella que me acerqué al Movimiento, pero siempre desde un lado de colaboradora, a través de la fotografía, de lo que iba aprendiendo de diseño. Con el tiempo me fui involucrando un poco más. Cada año y cada paso que va sucediendo en el Movimiento de Mujeres Indígena me voy involucrando desde un lugar mucho más profundo y comprometido que antes.
Noelia: Mi nombre es Noelia Naporicci, tengo 25 años, pertenezco a la nación Qom, y estoy viviendo en la ciudad de Rosario hace 6 años. He crecido y he vivido toda mi vida en el campo con mis abuelos, pero en un momento empecé a ir a la ciudad y a conocer a mi familia biológica y a mis hermanos, y me quedé con ellos. Fue difícil pero después de todo eso empecé a sanar y a revivir una nueva vida. Y ahí fue que  me encontré a Moira Millán —activista mapuche— y ese fue mi inicio dentro de lo que fue la Marcha de Mujeres Originarias, que luego pasó a ser el Movimiento. En ese momento yo tenía 14 años.
¿Las mujeres jóvenes tienen un rol ancestral particular dentro de sus pueblos? 
R: En el pueblo mapuche todas las edades tienen su rol y su importancia porque se rigen por el newen (la fuerza) que cada une tenga. Entonces vos podés tener 13 años y ser machi y vas a hacer una autoridad, no necesitás llegar a ser anciana. Yo nací en un lof (comunidad), pero mi mamá (Moira Millán) perdió la tenencia de sus hijas por no llevarnos a la escuela, y eso nos llevó a vivir a la ciudad. Pero si nosotras hubiéramos seguido viviendo en el campo, nuestro newen se habría desarrollado y hubiéramos cumplido ese rol con el que cada una nació. Entonces no hay una diferencia etaria sino que la diferencia está en el newen que cada une tenga.
N: En mi nación pasa lo mismo, dependiendo de la zona donde vivís. Podés ser piogonak, que significa sanador o curador en nuestro idioma, o podés ser una mala persona que hace daño siendo joven o adulto. Es lo mismo. Pero no tenés permitido ser un piogonak si tu abuela o tu abuelo no lo anuncia delante de toda la comunidad.
Ustedes son una nueva generación de luchadoras indígenas, ¿sienten que tienen una visión distinta a la de sus mayores sobre temas que involucran a las mujeres?
R: Yo creo que lógicamente hay diferencias, porque une es cómo se cría también. Por ejemplo con mi mamá tenemos una forma de accionar muy distinta, por más de que sintamos lo mismo hacia las causas, cada una lo va a caminar de forma distinta. El Movimiento es diverso, y aunque sí hay temas en común, el camino hasta llegar a eso es distinto para cada une. Eso es inamovible y la diversidad está ahí. El tema de dejar de ser solo “Mujeres” y empezar a ser “Mujeres y Disidencias”, por ejemplo, es una diferencia que tenemos con las más grandes.
Foto: Mariana Varela
Foto: Mariana Varela
¿Y se encuentran de repente teniendo charlas con sus mayores en las que tienen que explicarles algo sobre estos temas?
C: Sí (risas).
R: Todo el tiempo.
N: Yo como laburo con jóvenes lo que trato siempre es de ir con una energía más pacífica y no al choque o a decir “che, mirá, ya no es más un chico, es una chica”.  Es el espíritu el que se va transformando, y eso sí se entiende, obviamente. Quizás vos seas el nieto de alguien respetado y mayor, un sanador, una machi, y lo que pasa es que se sabe pero no se dice, se trata… pero silenciosamente. Con la nueva generación dentro de las comunidades Qom, lo que aparece es otra energía, y por ahí te encontrás que te dicen “no sé si lo voy a entender de golpe, pero yo lo quiero entender”. También por el tema del aborto, me pasó con mi madre biológica que ella estaba muy en contra, pero a la vez ya sabía que en la comunidad pasaba, que había abuelas que lo hacían con la medicina ancestral, espiritualmente, que tenían una visión de cómo realizar todas esas cosas y de no lastimar al cuerpo, ni al espíritu, ni a la conciencia de la persona. Entonces en un momento, mi madre dijo: “bueno, lo voy a aceptar quiera o no quiera porque yo sé que ha pasado y sigue pasando”. En el campo los tenemos contados, todos los días se hacen abortos. Muchas veces me pasa que le estoy enseñando a mi madre, que me parió a mí, y a la vez pienso que quizás ella no estaba preparada en ese momento para ser madre, no sé si en un momento le preguntaron si quería ser madre o no. Como mujeres nos vamos entendiendo dentro de la comunidad, vamos dialogando, y ahí es el momento en que capaz vos como joven te das cuenta de que le estás enseñando algo a una persona mayor.
C: Yo creo que nuestros vínculos los seguimos construyendo y deconstruyendo siempre desde la reciprocidad. Así como ellas nos han enseñado un montón y nos han transmitido un montón de sus conocimientos de ellas, de sus abuelas, de sus bisabuelas, nosotras ahora nos sentamos con ellas y les transmitimos en nuestras palabras, y desde nuestras propias experiencias también, cómo es que estamos viviendo toda esta transformación, por ejemplo como esto de incorporar a las disidencias en nuestros encuentros.
Las disidencias y el aborto son identidades y preocupaciones que el Movimiento de Mujeres Indígenas tiene en común con el movimiento feminista ¿Qué tipo de vínculo tienen ustedes con el feminismo? 
C: Al principio creo que se romantizó un poco todo, pero después dentro del feminismo nos encontramos de pronto con esos choques donde a nosotras nos excluyen, donde sufrimos igual racismo. Por ejemplo, no nos dejan hablar o quieren darnos los últimos momentos de los encuentros para poder decir lo que pensamos. Y esas cosas son las que nos duelen, las que no queremos que sigan pasando. Por eso también justamente es que decidimos parlamentar entre nosotras, y eso también es algo que les cuesta entender a ellas, que necesitamos nuestros propios espacios. A veces siento también que nos ven como objeto de estudio, o nos piden asistir como oyentes, y esto no es una cátedra, no tiene nada que ver con la academia; les cuesta mucho entendernos desde ese punto de vista.
R: Claro, yo igual creo que lógicamente estamos todas en una misma lucha, eso no se discute, porque a todas nos trasciende el patriarcado. Por eso es que el Movimiento de Mujeres Indígenas es antipatriarcal. El patriarcado también nos trasciende a la hora de comunicarnos, a la hora de estar coloniales, a la hora de ver y quedarte en tu estructura de racista, porque es así, también es como han sido construidas, en un privilegio, por eso también decimos: “bueno, hay que deconstruirnos”. Es muy necesario que el feminismo sea descolonial, porque sino va a seguir siendo patriarcal siempre.
N: Es tan grande la palabra “feminismo” que al final se va achicando. Desde mi punto de vista, realmente no nos representa a las mujeres aborígenes. El feminismo viene de occidente. Como mujer indígena, he sufrido discriminación en Rosario tanto por agrupaciones feministas como por chicas que no tienen nada que ver con el feminismo. Al final estamos peleando por algo que a todas nos pasa, pero terminamos siendo las mismas personas del movimiento feminista las que hieren a las personas más vulneradas. Lo que pasa en Rosario es que para todo nos hacen esperar a las mujeres indígenas. Si querés ir a una marcha tenés que esperar un sorteo y si no vas al sorteo tenés que ir a la otra punta; y si querés agregar algo tenes que ir todos los días a la asamblea que hacen las chicas, tomarte un bondi que sale como cincuenta pesos. Después, ponele que vas todas las veces y te dicen “bueno, sí, tomamos tu pedido, pero va a estar allá abajo, chiquitito”, y yo digo: “no puede ser loco, nos están matando a todas nosotras, a las mujeres indígenas”. Entonces, las pibas están ahí luchando por los derechos pero al final no sé qué están haciendo, porque no nos están representando, obviamente son racistas, y hay que decirlo: son así.
Tomando esto que dice Noelia, ¿no sienten que el movimiento feminista es tan grande que a lo mejor también esto que cuentan sucede en un sector del feminismo y no en todos?
N: Y mirá, capaz que de cien mujeres tres nada más no sean así. Y te lo digo porque yo lo pasé y lo viví en Rosario, ahí es el gran debate con estas agrupaciones.
R: Yo creo que por ahí hablar del feminismo es como hablar del capitalismo también, porque es como hablar de algo que trasciende mucho. Y lógicamente creo que hay espacios y grupas feministas, que generalmente son disidentes, que su forma de relacionarse es diferente. Lo que pasa es que yo creo que a veces el feminismo que hay acá, como viene de Europa, tiene una estructura muy europea, y esas no son nuestras formas de relacionarnos. Por eso nosotras decimos que somos antipatriarcales. Yo no me defino feminista por este tipo de cosas, pero sí siento que coincido cien por ciento en otras cosas. La crítica que hacemos como Movimiento de Mujeres Indígenas es a ese feminismo que sigue copiando y trayendo de Europa algo a América, algo que allá sí funciona, pero acá es distinto. Y también veo que hay necesidades o luchas que nosotras no compartimos, por ejemplo el derecho al salario, o el derecho al voto, que fueron unas de las primeras luchas ganadas del feminismo, y es genial, pero nosotros no somos piramidales, no queremos un presidente ni una presidenta, ni el derecho a votar a alguien que nos represente simplemente porque tenemos otra forma, porque nuestra forma es circular. Entonces hay muchas cosas en las que somos muy distintas.
¿Por qué les parece importante que el Encuentro de Mujeres pase a ser plurinacional?
R: Porque nosotras creemos que en este territorio hay 36 naciones, no una sola, y queremos visibilizarlas…
C: Y todas esas naciones, además, están antes de la conformación del Estado argentino, y sentimos que eso no se tiene en cuenta. Por ejemplo, hay mujeres indígenas en las comunidades que están luchando contra mega empresas, contra proyectos que están destruyendo y devastando la tierra, y les cuesta un montón llegar también a esos encuentros donde quieren llevar su palabra. Entonces también volver al Encuentro de Mujeres plurinacional sería una forma de reconocer que todavía existimos, y que realmente hay mujeres que se están muriendo por todo esto.
¿Qué ideas o estrategias tienen para poder ir sumando más gente joven al movimiento? 
N: Mi propuesta del movimiento en una de las aulas era que haya una creación de un espacio de juventud del Movimiento de Mujeres Indígenas como una red, como enlazar redes, y no solamente de jóvenes indígenas, sino también de jóvenes afro- indígenas…
C: Para mí ese tema es difícil, personalmente me pasa que me encuentro con indígenas niñas que quizás no se autoperciben o no se reconocen como indígenas aún, pero igual yo trato de no imponérselos, no les digo “vos sos indígena”, sino que trato también, volviendo al tema de la reciprocidad que hablábamos antes, de conocernos, de escucharnos. Y también con mis compañeras que están en el feminismo trato de instalar estos temas que estamos hablando ahora, y de que ellas puedan entenderme, así como yo también las entiendo, y las amo.
R: Sí, además yo creo que el camino a la identidad es un proceso individual y colectivo a la vez. Es muy loco eso, porque por más que se colectivice, siempre una llega a su identidad de una forma individual, siempre puede haber un colectivo que te acompaña, pero el proceso en sí de llegar a la identidad es meramente individual.

FUENTE ORIGINL: revistacitrica.com/si-el-feminismo-no-es-descolonial-va-a-seguir-siendo-patriarcal.html

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Petronila Infantes: chola, sindicalista y anarquista

Un 29 de julio de 1911 nació en La Paz, Bolivia, Petronila Infantes. Sus discípulas y sus compañeras de lucha y militancia la llamarán Doña Peta.
Fuente:Acción Socialista Libertaria
De extracción popular, su madre era una respetada culinaria que trabajaba en las cocinas de la oligarquía paceña y de la que aprendió el oficio.
Petronila se acercó de jovencita a las ideas libertarias y en 1935 fue una de las fundadoras del Sindicato de Culinarias (S.C.). Las cholas anarquistas de la época no se detendrán y harán historia fundando nuevos sindicatos, integrados exclusivamente por mujeres: la Unión Femenina de Floristas, el Sindicato de Recoveras (que trabajaban en los mercados populares), el Sindicato de Viajeras al Altiplano (que agrupaba a mujeres que trajinaban entre la frontera entre Bolivia y Perú), los Sindicatos de Trabajadoras de Vianda, de Fruteras Minoristas o de Lecheras.
Hacia 1940, todas estas organizaciones (unas 12 en total) se reúnen en Congreso y refundan la FOF (Federación Obrera Femenina). Al poco tiempo, se afiliaran a la FOL (Federación Obrera Local), la aguerrida e histórica organización anarcosindicalista boliviana.
Las cholas libertarias, con Doña Peta a la cabeza, serán las animadoras del movimiento obrero paceño en la próxima década. Y pondrán el dedo en la llaga: combatirán en un escenario conservador, racista, clasista y patriarcal por excelencia, como era la Bolivia de los años 20s y 30s. Levantarán demandas específicas y tendrán un amplio frente de batalla: a las reivindicaciones obreras y libertarias, se le sumarán en un mismo haz, la reivindicación de su “choledad”, desarrollando un feminismo clasista, concreto, original.
Petronila lo ejemplificará claramente: “(…) Por el hecho de ser mujer se nos paga menos que al hombre y se nos hace trabajar más (…)” De allí la necesidad de construir organizaciones gremiales específicas: “(…) Porque la organización de las mujeres es pues así: nosotras mismas defendernos, nosotras mismas manejarnos (…)”
Madre soltera, siempre se negó al casamiento y a las convencionalidades patriarcales, religiosas y “morales” de la época, porque “(…) El matrimonio es negocio para el cura y el notario (…)”.
Hacia 1935, Petronila fue una de las protagonistas de la “Revuelta del Tranvía”, negándose a bajar del mismo con su pollera y canastas, que “ofendían y molestaban” a los señores y señoras de clase media que no querían compartir viaje con “esas cholas”. Doña Peta, militante integral de decenas de batallas, no fue la “Rosa Parks” sudamericana. Más bien deberíamos decir que Rosa Parks fue, veinte años después, la “Petronila del norte”.
Para quien quiera seguir buceando en la vida de Petronila y de las cholas libertarias, dejamos bibliografía recomendada:
– La choledad antiestatal (Huascar Rodríguez García) – Editorial Utopía Libertaria
– Los artesanxs libertarixs y la ética del trabajo (Silvia Rivera Cusicanqui y Zulmena Lehm) – Ediciones Madreselva y Tinta Limón.
– Anarquismos en confluencia (Ivanna Margarucci y Eduardo Godoy Sepúlveda) – Editorial Eleuterio.


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domingo, 28 de julio de 2019

Falsos debates


Por Alana Portero


Los debates hacen crecer, pero los nuevos. Los que suponen colocar en tela de juicio la validez de otras no son tales: eso siempre será supremacismo.
Por Alana Portero
iento que al escribir este texto estoy alimentando una situación injusta que hace muchos años debería haber quedado zanjada. Supongo que en la era de Bannon lo reaccionario inevitablemente se reinventa y vuelve, entiendo que las posiciones transexcluyentes no son una excepción y aquí estamos, explicando obviedades una y otra vez hasta que sea necesario.
Con motivo de las ponencias englobadas dentro de la Escuela Feminista Rosario Acuña de este año, un par de artículos en medios generales y un movimiento sísmico en redes, volvemos al falso debate de si las mujeres trans tenemos cabida dentro de los feminismos, o si estos deben ocuparse de nosotras.
La tendencia de los últimos años consiste en utilizar las teorías queer como una especie de veneno vertido en los oídos de las feministas, a través del cual, lo que nos hace mujeres se convierte en una perversión frívola que aligera la importancia del sujeto femenino y feminista y lo convierte en un disfraz, una broma o un subterfugio para “colarse” en espacios feministas y transformarlos en un coto de caza. Las grandes teóricas de lo queer, cuya aportación es valiosísima incluso para refutarla, merecerían que al menos quien pretenda hacerles frente teórico las hubiera leído, aunque sea de refilón.
Cuando desde medios o a título personal llaman al “debate”, aún no me ha quedado claro qué es lo que se quiere debatir: ¿El sujeto del feminismo? ¿La relación entre teorías queer y feminismos? ¿La superación de las olas? Si es así, es tan fácil cómo proponerlo tal cual, yo misma participaría encantada en tales discusiones teóricas y las consideraría necesarias para construir feminismo, ampliarlo, llevarlo más lejos, actualizarlo, hacerlo mejor.
El problema es que, escuchando horas y horas de las ponencias de la Escuela Feminista Rosario Acuña, leyendo los artículos de Amelia Valcárcel y Alicia Díaz, aparte de algunas alusiones vaguísimas a la posmodernidad —como si pudiéramos viajar en el tiempo y escribir fuera de ella— y remitirse a lo queer sin el rigor exigible a quien está cobrando por exponer un tema, solo he encontrado el mismo lenguaje transexcluyente que lleva existiendo desde los setenta, el mismo encono con el que Germaine Greer atizaba ya a principios de los ochenta, un odio encarnado, mal defendido y burlón. Un lenguaje cuya única intención es refinarse constantemente para hacer daño seguido de una luz de gas de manual de maltratador. Siempre lo mismo. Las mujeres trans detectamos enseguida, corrijo, yo, como mujer trans, detecto enseguida esta intención maliciosa porque proviene del mismo lugar que mi propia transmisoginia interiorizada. No hay nada que estas personas vayan a decirme que no me haya dicho yo antes, en los años de la oscuridad, el dolor, el autodesprecio y el armario.
Mi voluntad personal siempre es el debate. Cuando el objeto y sujeto del mismo es nuestra existencia, nuestra legitimidad, nuestro derecho a vivir sin tutelas, nuestra libertad y nuestro posicionamiento político como mujeres, no hay posibilidad de discusión, no se puede cuestionar la existencia y los derechos de otro ser humano.
Los feminismos, en plural, ya no son feudos de poder que exijan tributo alguno a la señora de turno, por mucho que la academia y lo institucional lo pretendan. Eso quedó atrás desde que las subalternas —trans, racializadas, putas, discas— encontramos el modo de tejer redes de afectos, entendimiento, comunicación y conocimiento. Las mujeres siempre iremos por delante de ese feminismo en singular que pretende ser único y extender cartas de legitimidad a otras. Muy por delante.
Los debates hacen crecer, pero los nuevos, nunca los pasos atrás, nunca los superados, nunca los que suponen colocar en tela de juicio la existencia, la identidad y la validez de otras.
Esto siempre será supremacismo y no hay debate que valga.



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Brasil. La ministra de Mujer genera indignación


Por ÚN

La indignación llegó a las redes sociales que enseguida criticaron a la ministra por su “incapacidad” para comprender las cosas.
La ministra de la Mujer de Brasil, Damares Alves, volvió a desatar una nueva polémica con sus declaraciones.
La pastora evangélica afirmó que las niñas en la isla de Marajó, en el estado amazónico de Pará, son violadas porque no llevan ropa interior, reseñó RT.
Alves realizó este comentario en un evento en el que presentó el programa ‘Abrace Marajó’, que tiene como finalidad disminuir la explotación sexual de niñas, adolescentes y mujeres en esta zona.
“Los especialista nos han dicho que las niñas allí sufren abusos porque no llevan calzones, no usan calzones porque son pobres”, afirmó la ministra, mientras relató que consiguió muchas donaciones de ropa interior para llevar a esta zona, expresó
La indignación llegó a las redes sociales que enseguida criticaron a la ministra por su “incapacidad” para comprender las cosas.
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ultimasnoticias.com.ve/noticias/general/la-ministra-de-mujer-genera-indginacion-en-brasil/
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lunes, 22 de julio de 2019

¿Es el feminicidio otra forma de genocidio?

Feminicidio & Genocidio
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Ana Cristina Ramos
https://piedepagina.mx/

Hace 25 años Ruanda vivió un genocidio que acabó con la vida de un millón de personas; cuando se fue el asedio, permaneció la violencia y las mujeres que fueron botín de guerra siguieron siendo víctimas. Con su nueva obra de teatro, Koulsy Lamko, un artista ruandés y exiliado político en México lanza la pregunta: ¿Es el feminicidio otra forma de genocidio?

Lo que se escuchan son cantos tribales africanos que se mezclan con los ritmos del rap; historias de diversos feminicidios se introducen en la canción. Al público le llegan voces melancólicas; asustadas y fuertes de cinco mujeres que recrean en el escenario, con palabras, casos emblemáticos de mujeres asesinadas en distintas partes del mundo. 

El performance se llama Oratorio de los Tepozanes. Su creador es Koulsy Lamko, refugiado político que vivió el genocidio de por lo menos 1 millón de personas de la etnia Tutsi en Ruanda. Llegó a México hace 16 años y encontró un hogar en Iztapalapa. Asegura que si no tiene nada que hacer fuera de casa, no sale por temas de seguridad en el barrio. “Cuando se encuentra lo político con lo social, son problemas de predilección y en este momento, el feminicidio es un problema que hay que tocar”, explicó Koulsy como su motivación detrás de esta obra teatral. 

Alba Rosas, pianista y cantante del esamble, cuenta que durante el proceso de montaje de la obra, Koulsy compartió con las actrices un pensamiento que le parecía políticamente incorrecto: “A mí me parece que lo que está pasando con las mujeres es un genocidio en todas partes; aquí en México son nueve al día; y dice que cuando él era chico en su tribu, cuando iban guerrilleros, su papá se iba a esconder a las cuevas y a él le ponían ropa de su hermana porque en ese entonces no tocaban a las niñas”. 

Explica que lastimar a las mujeres y lastimar a las niñas es una práctica que se utiliza como arma en las guerras, y que se ha propagado en todas partes. El título de la obra nació por dos razones: la primera porque no se podía hacer una ópera en el tiempo estipulado, pues Koulsy quería hacer un espectáculo mucho más grande del que presentó y en segunda porque los tepozanes son plantas prehispánicas que curan, “es decir cómo podemos con la palabra llevar a un tipo de resilencia y que el grito se transforma en un espacio de buscar resolución y no un espacio de desesperación”. 

Las cinco jóvenes que aprendieron a cantar canciones relacionadas con la muerte en lenguas originarias de Senegal, Mali, Burkina, Ruanda, una de ella es un canto funerario Mandinga; ellas se sienten afortunadas de poder ser las representantes de esta obra: “Significa que todavía estamos vivas, cuando estamos en la edad en la que ya algo nos debió de haber pasado”. 

La violencia que se representa en la obra no es ajena a Violeta. Para la obra investigó el caso de una vecina. Narra la cruenta historia de una mujer que descubrió a su esposo molestando sexualmente a sus hijas y cómo al confrontarlo la mando al hospital y se llevó a sus hijas a Veracruz donde las asesinó y después, se suicidó. Para Koulsy, la violencia se ha fomentado porque “hay leyes que se han generado para mantenernos en este tríptico: individualismo, cinismo, nihilismo” el cual es más perceptible en las ciudades. 

Cuenta que hace años se entrometió en la vida privada de su vecino para evitar que siguiera golpeando a su esposa, posiblemente matara, acto que ambos vecinos en algún momento agradecieron. 

Aunque le provoca sentimientos encontrados, para Violeta las reflexiones más valiosas de la obra está en los últimos versos: “Creer en el ser humano; porque a pesar de toda la violencia siempre te quedas con la espinita de creer en las personas, creer que la gente va a cambiar, creer que la violencia a final de cuentas es ignorancia”. 





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sábado, 20 de julio de 2019

La revolución silenciosa



Carmen Fernández Ortiz
CTXT

La artista Sandra Paula Fernández cuestiona los roles de género a través de sus bordados




Sandra Paula Fernández. ROSA MUÑOZ


Sandra Paula Fernández (Oviedo, 1972) es artista multidisciplinar. Vive y trabaja en Madrid desde hace 17 años. Su obra reivindica situaciones sociales de actualidad y cuestiona roles de género con la puesta en escena de textos y situaciones que casi pasan desapercibidos a nuestra reflexión. El hilo y la aguja son herramientas que utiliza desde sus inicios profesionales. Nunca pensó dedicarse al bordado aunque creció con él: su abuelo fue sastre y su madre ha bordado siempre por placer. Ella y su hermana guardan en sus casas las toallas bordadas por su línea familiar femenina porque son preciosas, con sus cenefas de flores.
Esta artista pertenece a esa generación que ha visto mujeres que cosían para otros o para ellas mismas, mujeres que construían un ajuar durante años casi desde la adolescencia; y pertenece también a esa generación que quiere romper con los roles establecidos en la sociedad, a través de iconos que llevamos grabados a fuego en nuestros cuerpos (en los físicos, en los emocionales y en los mentales). Rostros de protagonistas de los cuentos que hemos leído en nuestras infancias, niñas y niños, mujeres y hombres, son recolocados por Sandra Paula en otras situaciones. Desprogramar, desaprender hábitos heredados, muchas veces necesita de confrontaciones visuales y los usos artísticos que utiliza para este objetivo pueden ser múltiples: pintura, bordado, video, fotografía, collage.
Sus Blancanieves , por ejemplo, las representa en todos los papeles posibles porque se tiene derecho a ello, de entrada. Romper con la idealización a la que nos tienen acostumbrados estos personajes no es tarea fácil y la artista lo intenta atrayéndonos con lo que nos resulta familiar, con un lleno de formas y colorido exuberantes; lugares dónde necesitas acercarte y sumergirte sin remedio, al ir descubriendo lo que nunca imaginabas con una cierta distancia. Su particular belleza nos seduce y nos hace mirar para llegar hasta llegar a la reflexión porque hay temas que no queremos ver. 


Saving the amazon! (2017)  ©Sandra Paula Fernández


En otras ocasiones el bordado es protagonista en sus obras, con punto de cruz de un solo color, el negro, que delimita las letras de los textos y cuerpos sobre anuncios de prostitución sacados de internet (no quiere quitar nada de lo que lee en ellos y van con toda la información, los honorarios, las razones por las que se prostituyen y las faltas de ortografía… porque quiere plasmar todo sobre la persona que lo escribe y su situación). Anuncios que la propia artista considera que sobredimensionados y colgados de una pared, en una institución museística, alcanzan otra lectura y se empoderan. Su obra la presenta como crítica y como fenómeno sociológico.





Arte Público: la vida no es solo coser y bordar. ©Sandra Paula Fernández


Bordar puede sanar la Historia, las familias y las palabras que nunca se dijeron por estar prohibidas en boca de las mujeres, por tradición, por miedos ancestrales, por lealtad equivocada.
Esta artista aprendió sola a bordar, porque a bordar se aprende sola con concentración, corrigiendo errores, haciendo y deshaciendo. Y comenzó a hacer arte con ello quizás por placer porque era como se hacía en su casa, pero también para darle otro sentido con una forma más reivindicativa, de crítica y empoderamiento. Su madre comenzó a ayudarla entonces, feliz y a la vez preocupada de ver cómo su hija se movía por los caminos de la igualdad feminista o mejor, eco-feminista como se autodefine Sandra.
En esos caminos, la belleza artística tiene otras connotaciones, no se mueve entre los cánones tradicionales. Aquí la obra se llena de la fuerza de la reivindicación y por lo tanto de esperanza. Es la obra que rinde homenaje a las mujeres. A todas. Porque una mujer es una persona antes incluso que sus ideas.
Sandra Paula Fernández ha recorrido muchas manifestaciones porque le gusta la energía que se desprende y en una de ellas, la del día de la Mujer, escuchando las voces de tantas personas, entusiasmada, sobrecogida por el clamor y la energía que las movía, decidió realizar una obra con todas las frases que escuchó. Con ellas ha realizado un pendón de 4x3 metros. 






#Tod@s a una (2019). ©Sandra Paula Fernández


Un estandarte bordado y cosido con esas frases de miles de mujeres cuyas voces se oyeron en el recorrido aquel día ocho. Generosidad artística al mostrar línea tras línea tantas emociones que tenían que volver a ser mostradas, a ser leídas mezcladas con las nuevas voces de la manifestación de este año. Días de marzo que nos llenan de alegría, de empatía, de pertenencia y de protección.
Con la ayuda de un taller de bordadoras que casualmente se ubica debajo de su estudio, Sandra llegó a tiempo para mostrarlo en la fecha elegida. Pedro, amigo costurero, cosió todas esas tiras ya bordadas, encantado de participar en esta creación que tanto le sorprendió al principio. #Tod@s a una es el resultado donde la creadora ha querido mostrar la pasamanería más vistosa, los hilos más brillantes que hablan desde la voz íntima de la casa como una revolución silenciosa, contrastada con la voz que sale a la calle y lucha por sus derechos, la que se oye en una manifestación.  



#Tod@s a una (detalle). ©Sandra Paula Fernández


Y lo sacó a la calle, colgado de un andamio con ruedas que recorrió todo el Paseo del Prado de Madrid. Se siente agradecida por tanta generosidad de personas que la empujaron a hacerlo y le ayudaron a organizarlo en escasos días (Ruth, Rafa, Chus, y tantos otros nombres que ella siempre menciona porque no quiere olvidarlos).




#Tod@s a una (detalle). ©Sandra Paula Fernández


Esta obra con más de trescientas frases de voces anónimas que hicieron tantos ochos de marzo ha seguido saliendo a las calles en más ocasiones. Necesita ser mostrada, con todo su esplendor, con toda su belleza del color de los hilos y de la diversidad de lazos bordados con palabras de emociones de mujer que ya no se contienen más, nunca más. Tanto potencial brillando embarga, nos llena de fuerza para continuar caminando, encabeza nuestros deseos y nuestros mejores sueños, acompañadas por hombres que ahora también quieren aprender a coser y bordar otro presente, otro futuro.
Este tapiz nos guía, aún, con la fuerza ancestral de las mujeres que no se pudieron mostrar y que ahora son protagonistas más allá del día concreto. Una obra universal que nos invita a recorrer la línea del tiempo.
En su taller de trabajo Sandra lo despliega, se envuelve con él y nos mira con su bella sonrisa que no se olvida fácilmente. Es la sonrisa de la sinceridad, de la vida y de la alegría de ser mujer.



Carmen Fernández Ortiz es historiadora del arte, comisaria de exposiciones y mediadora cultural. @CARMENFERNANDEZ_ARTESVISUALES 

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Estrategias machistas: Machismo gratis total



Miguel Lorente Acosta
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com

Los privilegios de los hombres debido al machismo salen gratis totalmente.

Con frecuencia los machistas actúan como los niños cuando hacen alguna travesura que quieren ocultar. Se oye un ruido en el salón donde un niño anda jugando, entra el padre o la madre para averiguar qué ha ocurrido, ve que hay un jarrón roto en el suelo, y lo primero que dice el niño mientras intenta ocultar el balón tras su cuerpo, es “yo no he sido…” Y lo hace porque en verdad cree que en su mundo esa explicación es suficiente para alejar las dudas y llevarse la sospecha.
Los machistas que saltan a las redes como si estas fueran la arena del coso, no hablan desde la inocencia infantil, sino desde la falta de costumbre de siglos de impunidad. No están acostumbrados a que se les exija por todos los “jarrones rotos” de su violencia ni a dar explicación alguna por nada, por eso intentan lo del “yo no he sido” negando la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones. Pero como observan que ya no tienen éxito y sólo se lo creen ellos mismos, ahora tratan de incorporar algún argumento nuevo  para intentar pasar desapercibidos, a pesar de que las consecuencias de su violencia son objetivas.
La última estrategia del machismo es hacer creer que el trabajo contra su modelo y la violencia de género no es legítimo, y que las acciones realizadas desde el feminismo y las instituciones que abordan estos casos de violencia, se llevan a cabo por los beneficios económicos de quienes defienden y trabajan por la Igualdad. Por eso, entre otras iniciativas, desde la ultraderecha han pedido conocer la identidad de trabajadoras y trabajadores bajo un primer argumento que hablaba de “ideología”, aunque después hayan cambiado sus razones, aunque no las acciones. Para ellos la derecha ni el machismo son ideología.
Lo que busca el machismo con ese argumento es un doble efecto, por un lado presentar ese trabajo como las tareas de una especie de mercenarios que sólo buscan un interés material; y por otro, hacer creer que dichas personas necesitan aumentar el número de casos de violencia de género, y con ellos el ataque a los hombres, la familia, el orden social…  para enriquecerse mucho más a costa del sufrimiento de quienes sufren la injusticia de esa estrategia, que son los hombres “denunciados falsamente”.
La estrategia no es nueva, si se revisa la hemeroteca, al argumento económico es el que más se utiliza contra las personas a quienes se busca criticar, y presentarlas como interesadas en su trabajo y compromiso sólo por el interés económico. Un ejemplo cercano lo tenemos en la visión estereotipada de la política que se suele dar desde estas posiciones, sobre todo cuando se actúa contra personas y los partidos de izquierdas, porque en su modelo de sociedad la derecha representa el status y la riqueza, y es legítimo, según sus argumentos, que tengan dinero y que realicen actividades de todo tipo para conseguir más ganancias a título personal, además de gestionar la política. Por el contrario, la izquierda es presentada como un grupo de personas que llegan a la política para enriquecerse y con la revancha de “quitarle a los ricos” lo que tienen; y todo ello porque son incapaces de ganarse un sueldo por méritos propios.
El machismo ha recuperado esta estrategia para defender su posición porque sabe que genera ese doble impacto: la crítica a través de la idea de instrumentalización de las propuestas a favor de la Igualdad, y el odio contra todas las personas que las secundan y desarrollan al mandar el mensaje de que lo hacen para enriquecerse (asociaciones, organizaciones, profesionales…) sobre el dolor de quienes sufren las consecuencias negativas de esas iniciativas, que para ellos, como hemos apuntado, son los hombres buenos y honrados “denunciados falsamente”.
Y no es casualidad. En el machismo perciben que toda la transformación que vive la sociedad a favor de la Igualdad, además del cambio cultural que conlleva, supone una pérdida de los beneficios que la desigualdad otorga a los hombres.
Los privilegios de los hombres debidos al machismo son “gratis total”, no necesitan subvenciones, ni ayudas, tampoco iniciativas parlamentarias ni planes de acción, ya cuentan con los Presupuestos Generales del Estado como financiación, con la cultura como marco, y la normalidad como protocolo de actuación. Los hombres ya disfrutan de una brecha salarial a su favor, de una mayor ocupación laboral, de mejores puestos en el trabajo y en los espacios de decisión, de mayor tiempo de ocio, concretamente un 34% más cada día, mientras que las mujeres se tienen que dedicar un 96% más a las tareas domésticas, y un 26% más al cuidado de hijos e hijas (CIS, marzo 2014). El último ejemplo lo tenemos en la decisión del Tribunal Constitucional de declarar inconstitucional el cálculo de las pensiones en los puestos de trabajo a tiempo parcial, entre otras razones por existir una discriminación de género en este tipo de actividades laborales que lleva a que el 75% del mismo sea desarrollado por mujeres.
El machismo no da puntadas sin hilo, y cuando recurre al argumento de los beneficios económicos y los “chiringuitos” del feminismo y de quienes trabajan por la Igualdad, además del ataque, lo hace porque perciben que sus beneficios y privilegios se están resintiendo, de ahí su resistencia y ataque. Porque quieren mantener los privilegios de la desigualdad y el “gratis total” que les proporciona el machismo.


 



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