RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 30 de mayo de 2020

Videojuegos: la nueva mina de oro (y de machismo) del ocio global

El confinamiento dispara las horas de juego en todo el mundo. Desde hace años, el crecimiento económico de esta industria ha ido paralelo a los problemas de acoso y discriminación


Asistentes a una convención de videojuegos en Colonia en 2017 juegan a ‘The Witcher Card Game’.
“El consumo de videojuegos en línea aumenta un 75% en España en el último mes”. “Se disparan las ventas de juegos digitales y consolas durante el confinamiento”. Estos son algunos de los titulares que han salpicado la prensa durante las últimas semanas y que confirman el empuje, esperable, que la crisis sanitaria global ha dado a un hecho vigente desde hace tiempo: el videojuego es la industria de ocio con mayor crecimiento en el mundo y, además, la que disfruta de un público más joven y dinámico.
Pero detrás de pantallas, teclados y mandos asoma también otra realidad brutal y descarnada, esculpida durante años en unos y ceros: los videojuegos son un pozo de machismo y desigualdad de enormes dimensiones. Y lo son en todas sus etapas y momentos. Desde los pasillos de las compañías que desarrollan, entre patinetes y latas de bebidas energéticas, los juegos y aplicaciones de ocio, hasta las partidas en red que conectan a miles de jóvenes usuarios las 24 horas del día, pasando por los medios de comunicación y las redes sociales especializadas en el sector.
Así lo cuentan, sin filtros, las más de de 20 mujeres jóvenes –si no jovencísimas– que han participado en Nerfeadas, una serie documental que se puede ir siguiendo de forma abierta en Youtube y cuyas autoras, Marina Amores y Marta Trivi, presentaron a lo largo de febrero en varias ciudades de España junto con algunas de sus protagonistas.
Periodistas, desarrolladoras, ‘gamers’, ‘youtubers’ y profesionales explican en varias horas de metraje la realidad que se encuentran las mujeres cuando entran en el que ya es el nuevo gran sector del entretenimiento: hiper-masculinización del producto; referentes atomizados y/o sexualizados; ambientes de trabajo misóginos, desprecio e infravaloración del trabajo femenino… Y, en su extremo más alarmante, acoso laboral y/o sexual.
“En el sector de los videojuegos hay cosas más propias de los años ochenta que de la época en la que vivimos. Si una profesional denuncia un caso de acoso, se queda sola”, resume la desarrolladora Laura González en una de las entrevistas del documental. Marta Trivi, guionista de de Nerfeadas y periodista especializada en videojuegos, asegura a CTXT que basta con repasar el lanzamiento del propio documental para entender la realidad a la que se enfrentan: “Hemos tenido que pedir a una persona para que nos lleve la cuenta de redes sociales debido a la ola de ataques y acusaciones online que estamos recibiendo”.
Según la Asociación Independiente de Desarrolladores de Videojuegos, solo el 20% de las personas que trabajan en este sector a nivel global son mujeres
No se trata de ninguna novedad. El machismo es un mal estructural que recorre todos los rincones de la vida pública y privada. Pero la violencia y la discriminación son especialmente pasmosas en un ámbito donde la modernidad y la juventud –la mitad de los trabajadores tiene menos de 30 años– son las banderas a defender. Se trata de una ilusión. Según la Asociación Independiente de Desarrolladores de Videojuegos, solo el 20% de las personas que trabajan en este sector a nivel global son mujeres. En España, los datos son aún más paupérrimos: El Libro Blanco del Desarrollo Español de Videojuegos 2019 sitúa la presencia de mujeres en la industria nacional en el 16%.
Cifras, todas ellas, que chocan con la realidad que hay al otro lado de las pantallas y que corroboran la galopante infrarrepresentación de género que existe en estos ámbitos: en España, cuatro de cada diez usuarios de videojuegos ya son mujeres. En algunas parte del mundo, llegan a la mitad. No parece que para las empresas y compañías sea suficiente: durante el E3 del año pasado –la feria internacional de videojuegos más importante del mundo–, apenas dos de cada diez presentaciones del evento corrieron a cargo de mujeres.
Hoy, y a pesar de que la pandemia ha traído un aumento en el consumo de juegos, horas de conexión y partidas en línea, el sector mira con recelo su futuro más inmediato. La falta de inversiones y la paralización de proyectos hace preveer grandes pérdidas en un la industria que en España todavía es pequeña y está muy concentrada –el 44% de la facturación corresponde a empresas que cuentan con una plantilla de más de 50 empleados–.
Para las mujeres que vienen denunciando la desigualdad y el acoso arraigados en el sector, este siempre ha sido un primer escollo: el tamaño reducido de las empresas hace muy complicado denunciar cualquier comportamiento, entre otras cosas porque es casi imposible mantener el anonimato. Pero esta es solo la última casilla en el largo camino que dibuja el machismo dentro y alrededor de la industria.
La escala de la discriminación: de la universidad a las partidas en línea
Según recuerdan varias de las jóvenes que aparecen en Nerfeadas, la desigualdad y la discriminación en el sector de los videojuegos son problemas que trascienden ampliamente el momento en el que se sientan delante de un ordenador para trabajar o jugar. Ya desde el nivel formativo, menos de un tercio (31,4%) de las personas matriculadas en carreras STEM –acrónimo en el que se concentran las ocupaciones relacionadas con la ciencia, la tecnología o la ingeniería– son mujeres.
Pero no solo se trata de los roles de género y las expectativas que se imponen a la hora de elegir una carrera. “Varias estudiantes universitarias nos han relatado episodios de coacción sexual o casos en los que el profesor ridiculiza a la alumna públicamente”, comenta Marta Trivi sobre la lacra del machismo universitario, que ya fue documentado en 2018 por una investigación de la revista Pikara donde se reveló que más de la mitad de las universidades públicas españolas había registrado casos de acoso en sus centros.
Para las chicas que sufren estas situaciones, asegura Trivi, de nuevo denunciar es lo más complicado. La pronunciada verticalidad que conecta formación y mundo laboral convierte lo que debería ser una protección en una trampa. La razón es sencilla: muchos profesores universitarios trabajan en empresas del sector o incluso son dueños de las mismas, convirtiendo la oferta laboral en un cuello de botella. Por eso, apunta la periodista, encontrar estudiantes que quieran –y puedan– dar la cara es prácticamente imposible; ellas son el eslabón más vulnerable.
En un ambiente ultracompetitivo y donde la presión laboral es salvaje, la discriminación y el machismo hacen que las mujeres sufran doblemente
Para las que, de una u otra forma, consiguen llegar a entrar en la industria, las complicaciones se mantienen o se amplían. Más si cabe cuando el contexto de partida no es el más amigable. Durante muchos años, el mundo del videojuego ha sido protagonista de sonados episodios de abuso laboral en forma de interminables jornadas de trabajo y acumulación de horas extra (una práctica conocida de forma genérica como crunch y que fue recogida con precisión en el libro Blood, Sweat and Pixels, del periodista Jason Schreirer). En un ambiente ultracompetitivo y donde la presión laboral es salvaje, la discriminación y el machismo hacen que las mujeres sufran doblemente.
Las protagonistas del documental se refirieron a este tipo de experiencias y mencionaron episodios que iban desde “ser objeto continuo de chistes, acudir a ayuda psicológica, tener temor de ir a trabajar o dejar su puesto de trabajo por lo insostenible de la situación”. Al acoso laboral se suman otras dinámicas habituales, como el escaso –en ocasiones incluso nulo– apoyo de los compañeros o la aparición del conocido como ‘síndrome de la impostora’: inseguridades, dudas sobre las capacidades propias –incluso cuando están sobrecualificadas–, sentir que el éxito ha llegado solo por suerte…
En último término, este ambiente se reproduce –y multiplica– en la propia práctica del ocio o en el juego profesional, los conocidos como E-Sports. Según un estudio publicado el año pasado en Estados Unidos, un 38% de las mujeres que juegan a videojuegos en el país ha sufrido abusos y discriminación machista En España, algunas encuestas sitúan el porcentaje en cifras similares. “El acoso empieza cuando jugamos y nos identificamos como mujeres”, dice Marta Trivi. “No es sólo que nos llamen putas o que nos manden a fregar, es que directamente asumen que eres peor que ellos o que vas a hacer un rol de cuidadora”.
Jen Herranz es una de esas jugadoras habituales de los canales más populares. Lo hace de forma profesional desde 2013 y recuerda que, ya en el instituto, sus compañeros ponían en duda sus habilidades por el simple hecho de ser mujer. Un comentario habitual que ayuda a entender por qué a pesar de que ellas ya son casi la mitad de las jugadoras de videojuegos, apenas llegan a un puñado si de ligas profesionales se trata.
Hoy, en mitad del confinamiento, Jen juega, a diario y en directo, desde de la plataforma de emisión en streaming Twitch, una de las más importantes del sector. “Normalmente, hay moderadores en los canales que expulsan a la gente que hace comentarios discriminatorios”, comenta Jen sobre el funcionamiento de la red. Esto no evita, sin embargo, que se sigan colando cientos de comentarios machistas y violentos contra las jugadoras, como han denunciado varias usuarias recientemente. Tampoco que se ponga punto y final a un problema estructural y profundo: el acoso en las partidas online es norma general, también afecta en un alto porcentaje a otros colectivos como el LGTBI o las personas racializadas y, como ocurre con las redes sociales, siempre aparecen nuevas fórmulas de discriminación.
No todo son comentarios violentos o insultos. En muchas ocasiones, comenta Jen, el machismo se reproduce de forma más sutil y prejuiciosa: “Me dicen cosas como que soy la única chica que han visto que está jugando y no está enseñando”. “Yo cuando veo esto intento ser racional y explicar que eso son comentarios machistas:si yo ahora estuviera jugando igual pero con una camiseta de tirantes enseñando más piel ni mi personalidad cambia, ni mis habilidades cambian… Y si hay chicas que lo quieren hacer así tú no eres quién para decirle nada”, concluye.
Jen también pone el foco en los propios medios del sector, donde la desidia es habitual. “En los artículos que escribo o donde salgo mencionada he leido comentarios que dicen cosas como: quién es esta tía, ha llegado aquí chupando pollasesta no tiene ni puta ideaestá ahí por su cara bonita…”. “Cuando empecé a especializarme en videojuegos fue muy habitual ver comentarios en redes y las webs donde se decía que había llegado allí ‘por las cuotas’”, añade Marta Trivi sobre su experiencia profesional.
El #Metoo, las reivindicaciones y los peligros de la mercantilización
De la misma forma que ha ocurrido con otros sectores de la cultura y el entretenimiento, el sector del videojuego no ha sido ajeno al movimiento reivindicativo que implosionó tras la cascada de acusaciones que recibió a partir de 2017 el productor Harvey Weinstein, condenado recientemente a más de 20 años de prisión. Nerfeadas es un ejemplo en nuestro país, pero las denuncias se han ido acumulando en todo el mundo.
En 2018, la revista digital Kotaku fue una de las primeras en romper la baraja tras la explosión del #Metoo. En un extenso reportaje, la periodista Cecilia D’Anastasio desgranó, de forma detallada y con numerosas fuentes, la galopante cultura sexista que imperaba en Riot Games, una de las compañías de desarrollo de videojuegos más importantes del mundo. Tras la publicación de la investigación, las trabajadoras de la compañía interpusieron una demanda colectiva por discriminación salarial que sigue pendiente de resolución: mientras la compañía ofrece 10 millones de dólares en términos de indemnización, el Estado de California ha cifrado el agravio en cerca de 400 millones.
En 2019, varios testimonios publicados a través de las redes se unieron a la nueva ola de denuncia: la desarrolladora norteamericana Nathalie Lawhead publicó en Twitter cómo había sido violada por un compañero de trabajo en un caso que terminaron recogiendo varios medios internacionales. Después de ella, llegaron varias profesionales más.
Sin embargo, lo ocurrido en los dos últimos años no ha sido la primera vez que las mujeres han tratado de denunciar algo así en el sector. Según recogió el diario The Guardian, durante 2012 y 2014 ya hubo varios intentos, desde dentro de la industria, de destapar el sistema enraizado de abusos, pero se vieron frenados por diferentes motivos. Entre otros, los que señalaba Marta Trivi con anterioridad: cualquier mujer que denunciara casos de discriminación corría el riesgo de abrir la puerta a más hostigamientos y presiones, incluidas las que tienen que ver con mantener su puesto de trabajo.
Junto con esto, el periódico británico advertía sobre el papel preponderante que ha jugado la prensa para diluir la gravedad de los hechos: hasta 2017, las reivindicaciones de las mujeres se habían cubierto de forma superficial o colorida; solo con la fuerza ocasionada por el caso Weinstein –y por el beneficio en términos de audiencia- se había comenzado a demostrar cierto interés mediático.
Durante la presentación del documental, Marina Amores, directora de Nerfeadas, hizo referencia a este cinismo con el que se afronta, en muchas ocasiones, las reclamaciones y denuncias de la mujer en la industria del videojuego, tanto a nivel mediático como comercial. La periodista se refirió a prácticas tan extendidas como la publicación y promoción de artículos con encabezados tan sugerentes como “Las diez mujeres más importantes de…”, o la explotación comercial de fechas y efemérides concretas, como la del 8 de marzo. Mientras, aseguró, la realidad del machismo –en sus distintas escalas– permanece apartada de la agenda empresarial.
Un espejismo digital que recuerda, por cercanía, a la mascarada generalizada que se practica en esa gran esfera que es el nuevo capitalismo tecnológico: éxito comercial, conectividad, consumo con buena cara… Y una voracidad sin límites que deniega derechos a un ritmo trepidante, al mismo tiempo que trata de convertir en vía de negocio la promoción y defensa de la igualdad (no hace falta ir muy atrás para ver a Mark Zuckerberg lanzando numerosas iniciativas dirigidas a la comunidad LGTBI al mismo tiempo que se relaciona con las figuras más prominentes de la extrema derecha).
“Pareciese que, por ser una industria tan joven, muchos comportamientos tienen un pase. Pero se termina tendiendo la mano de la misma forma a las personas que ofenden que a las ofendidas. Primero, porque los medios necesitan esa audiencia para sobrevivir, pero también porque no se reconocen las actitudes patriarcales”, señala Inés Alcolea, experta en marketing y promoción de videojuegos.
Según Alcolea, existe el riesgo de que, tras el nuevo impulso de denuncia y reivindicación, las peticiones de las mujeres acaben sometidas a un filtro selectivo y se conviertan en poco más que un un lavado de cara. ¿Cómo? A través, por ejemplo, de secciones especializadas en contenidos femeninos que no dejen de ser compartimientos aislados y temáticos. O con el ya mencionado cinismo comercial con el que se abordan las cuestiones de igualdad. Entre tanto, apunta, los problemas de base permanecen inmóviles.
“A mí solo me invitan a ciertos eventos cuando quieren rellenar cuotas para demostrar igualdad o quieren hablar de cosas de mujeres. Es fácil ver quién se arroga a la espada del feminismo solo por una cuestión de marketing mientras no te paga la ponencia porque vienes a hablar ‘de lo tuyo’”, añade Alcolea.
Mientras, muchas de las profesionales pelean por abrirse camino: unas, montando sus propias compañías y estudios. Otras, con proyectos de inclusión como FemDevs, una organización orientada a la promoción de la mujer en el desarrollo de videojuegos. “Tenemos suerte de que en España, dentro de la industria, el movimiento feminista está muy presente y nos apoyamos mucho unas a otras”, comenta Jen.
El recorrido, en cualquier caso, no parece sencillo. Menos aún cuando, a pesar del aumento de las ventas y de las partidas online que se han registrado en las semanas de confinamiento, los augurios en el corto plazo para la industria no son especialmente buenos: según la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos de España, la crisis sanitaria del coronavirus ya han dejado por el camino 500 empleos y unas pérdidas de 90 millones de euros solo en el mes de marzo.
Ante esto, el Gobierno ha lanzado, a través de los ministerios de Consumo y Cultura, una primera red de rescate para un sector que consideran “de creciente importancia cuantitativa y cualitativa en nuestro país». En total, 70 millones de euros destinados a fomentar la industria digital española. La misma que, lejos de fomentar la igualdad, entre 2016 y 2018 ha reducido la ya bajísima presencia de mujeres en medio punto.


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jueves, 28 de mayo de 2020

«Los policías que hicieron mi dosier lleno de mentiras siguen ahí»

Entrevista a la defensora de derechos humanos y experta en migraciones Helena Maleno

La defensora de derechos humanos y experta en migraciones publica ‘Mujer de frontera», un libro en el que repasa el proceso judicial que pudo haberle costado cadena perpetua por presunto tráfico de personas, pero que también son unas memorias de su experiencia como activista en la frontera sur. En esta entrevista critica las ‘cloacas del Estado’ que siguen operando y cómo ha evolucionado el control migratorio desde que se afincó en Marruecos.
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Helena Maleno (El Ejido, 1970) aterrizó en Marruecos en 2002 casi por casualidad. No tardó en convertirse en la referencia de miles de personas que se juegan la vida —y muchas veces la pierden— para recorrer a la inversa el camino que ella siguió. Sus alertas a Salvamento Marítimo cuando una patera está a la deriva estuvieron a punto de costarle una condena a prisión en 2017. La investigación, iniciada por la Policía española y enviada a Marruecos, la acusaba de un delito de tráfico de personas, pero acabó absuelta.
A ella le indigna, pero no le extraña. Siempre ha denunciado las «políticas de muerte» que se practican en la frontera, fue una de las que más luz arrojó sobre la tragedia del Tarajal en Ceuta, la que ha documentado exhaustivamente la brutalidad de la Guardia Civil y fuerzas de seguridad marroquíes contra los migrantes, ya sea en los bosques o en el mar. Toda esa experiencia es la que ha plasmado en su libro Mujer de Frontera. Defender el derecho a la vida no es delito (Península), unas memorias a dos velocidades que reconstruyen las etapas de su proceso judicial y las historias (muchas trágicas pero otras repletas de dignidad) de todas las personas a las que ayudó en algún momento y por las que «una parte del Ministerio del Interior» quiso meterla entre rejas, afirma.
La investigadora y experta en migraciones, Helena Maleno, en Madrid.- JAIRO VARGAS
La investigadora y experta en migraciones Helena Maleno, en Madrid.- JAIRO VARGAS

¿Cómo ha cambiado la frontera desde que se fue a vivir a Marruecos?

Ha aumentado la inversión en políticas de muerte. La industria del control del movimiento de personas se ha convertido en un negocio brutal que además continúa cuando llegan a Europa y son explotados. Pero en lo básico no ha cambiado nada. Se mantienen las premisas de deshumanización de las personas que se mueven, de criminalización y los discursos racistas como el efecto llamada, el «nos quitan el trabajo». Da igual el tipo de gobierno que haya. También, en paralelo, hay cada vez más una respuesta de resistencia de las comunidades migrantes a estas políticas, pero esa resistencia hace aumentar la criminalización y también que se desplace hacia otras personas europeas que les apoyan.

En el libro describe la ciudad de los bosques del norte de Marruecos, los grandes asentamientos de migrantes junto a las vallas fronterizas, ¿qué queda de ella con este aumento del control migratorio?

En Nador siguen existiendo asentamientos, espacios de construcción de ciudad con organización desde dentro. En la zona de Ceuta ya queda muy poquito, suelen vivir en las ciudades cercanas a las vallas. Según aumenta la represión y cambian las rutas, las comunidades buscan otros sitios. La mayoría está ahora en zonas urbanas como Tánger o Tetuán y en el sur, en El Aaiún o Dajla, ya que se ha reactivado la peligrosa ruta a Canarias por el cierre de las rutas del norte.

En el libro describe las cicatrices que dejan las fronteras en las personas migrantes, pero también las han dejado en usted, ¿cómo es la cicatriz del proceso criminal al que se ha enfrentado?

De dolor y miedo por mis seres queridos. El sufrimiento al que han sido sometidos mis hijos, mi familia y la gente que me quería ha sido terrible. Yo sabía a lo que me enfrentaba, llegó un momento en el que asumí que, si tenía que ir a la cárcel por defender derechos, iría. Pero queda dolor y miedo a lo que me pueda pasar. Es una cicatriz comunitaria dejada en mi familia de sangre y en la del camino, no es visible, pero nos ha marcado.

Llega a afirmar que hubiera preferido que la violaran mil veces a lo que hicieron con su informe policial, ¿cómo se fragua este pensamiento?

«No era un dosier policial, era basura moral sobre mi sexualidad»
En 2017, antes de que supiera sobre la causa en Marruecos, mucha gente me amenaza en redes sociales con violarme, y gente de la Policía escribía tuits cuestionándome también, amparando esas amenazas. Por eso digo que hubiera preferido que me violaran y que dejaran en paz a mi gente. Cuando veo el dosier criminal que la Policía española envía a Marruecos no me lo puedo creer, fue el momento más doloroso. Siempre pensamos en la falta de democracia del Estado español, pues ahí lo vi por escrito, con un sello que ponía UCRIF. He querido dejarlo por escrito para ellos también lo lean.
Había cosas de mi vida privada que concernían a mi gente, datos suyos. Era brutal. Gente con la que según ellos había tenido relaciones sexuales. Todo el dosier es así, no es un trabajo policial, es basura moral sobre mi sexualidad, sobre cómo son mis hijos. Cajas y cajas de transcripciones de mis llamadas de teléfono que me muestra el juez marroquí. Era impresionante ver una encima de otra. ¿Cuánta gente ha estado escuchándome? Fue una de las razones por las que decidí escribir el libro, que la gente sepa que determinada policía se dedica a hacer esto. La criminalización no solo te busca a ti como objetivo, sino destrozar tu vida.

Los llama «informes de cloacas» y habla de determinada Policía. Recuerda a las prácticas de las cloacas de Interior y al ‘caso Villarejo’, ¿cree que hay relación?

«He sido exculpada y nadie me ha llamado para explicarme el porqué de todo ni para pedirme disculpas»
Nadie se ha puesto a investigar qué policías han hecho esto. ¿A nadie en el Gobierno le interesa saber si hay más dossieres de más personas? Esto demuestra que ha habido un Ministerio del Interior que ha operado al margen del resto. Se han instaurado dinámicas en las que ciertos policías y estructuras del Ministerio han estado al margen de los resortes y controles democráticos. Mi dosier y otros son efecto de un sistema que la democracia aún tiene que pulir. Yo no sé qué puesto siguen tenido las personas que hicieron mi dosier policial lleno de mentiras pero siguen trabajando. Yo he sido exculpada y nadie me ha llamado para explicarme el porqué de todo ni para pedirme disculpas. Surge la pregunta de quién controla al que controla. Si tenemos una parte negra del Estado operando como quiere no podemos decir que España es una democracia. Hay total impunidad y hay que hacer una limpieza. Nos lo dice el caso Villarejo y vuestro periódico con múltiples noticias.

¿Cree que la investigación tiene relación con las amenazas de muerte que empezaron a llegar y que parecían provenir de sectores policiales?

Creo que todo está relacionado. Un proceso de criminalización no se monta de un día para otro. Aún no sé quién autorizó mis escuchas ni cómo llegaron a Marruecos sin pasar por un juez de enlace en el marco de cooperación judicial entre ambos países ni por la Embajada. El caldo de cultivo de la persecución tarda un tiempo en fraguarse, esto lo he aprendido después, hablando con otras personas defensoras. La forma de perseguir y de operar del Estado es la misma. Muchos me decían que entendían que esto pasara en Honduras, pero no en España.

¿Ha cambiado su vida?

«La persecución nunca se termina ¿Seguirán escuchando mi teléfono?»
Antes de saber nada, se me empieza a dejar de llamar para dar formaciones a jueces en materia de trata de mujeres y explotación sexual, para mesas redondas de organizaciones, muchas ONG dejaron de llamarme porque la Policía les dijo que había algo turbio conmigo. La persecución nunca se termina, tengo que seguir protegiéndome. ¿Seguirán escuchando mi teléfono? Se crea un clima en el que tengo medidas de seguridad constantes porque siento que no estoy protegida. No me siento segura. He integrado sistemas de protección en mi vida diaria y también hemos intentado trabajar con otros colectivos que están siendo perseguidos. Yo, como europea, tengo privilegios que me permiten protegerme más, pero los compañeros de los asentamientos, los manteros o los que van en una patera también defienden derechos y no tienen cómo protegerse. De mi caso hay que aprender a tejer redes de colaboración para convertir la criminalización en reparación y búsqueda de justicia.

También cuenta cómo se intenta relacionar al propio Salvamento Marítimo en la causa, ¿en qué situación está ahora este cuerpo?

No tiene que ver con mi caso, pero los protocolos en los rescates de personas migrantes en el mar han cambiado. Ya era una política que se empezaba a fraguar: convertir a Salvamento en una parte más del sistema de control migratorio, como ha pasado en Italia. Quitar servicios públicos de rescate. Por eso van las ONG al Mediterráneo, porque el Estado no defiende el derecho la vida. Esto ha sido denunciado por CGT, sindicato mayoritario en Salvamento, y ha costado despidos y ceses de quienes han intentado defender la salvaguarda del derecho a la vida.

También vierte duras críticas a las políticas de acogida. «Salvan a unos pocos para seguir explotando a la mayoría», afirma en un capítulo.

«El sistema humanitario también reproduce el racismo institucional, y reconocerlo no es malo»
Sí. Junto a las políticas de control y de la disuasión están las de la compasión. Sirven para maquillar con ayudas, con migajas, el respeto que deberíamos tener a los derechos humanos. La compasión sostiene el racismo en la misma medida que la disuasión. Los estamos viendo ahora también. ¿Por qué se dice no a la campaña por la regularización de migrantes? Necesitamos que todos los que están en un territorio tengan los mismo derechos para luchar contra una pandemia. ¿Por qué no regularizar a los que están durmiendo en la calle en Lleida o los que trabajan en los invernaderos de Huelva para sacar las cosechas adelante? El sistema humanitario también reproduce el racismo institucional, y reconocerlo no es malo, es empezar el camino para cambiarlo. La compasión se basa en que hay privilegiados que dan migajas, no es un sistema de derechos real.

En el libro explica conceptos que son prácticamente ajenos a la mayoría social, sobre todo los relacionados con las mujeres que migran. Cuenta cómo se instrumentaliza su cuerpo, habla de los maridos del camino, de creencias ancestrales…

«Las mujeres pagan con dinero y con sus cuerpos. Acaban transformando estrategias de dominación en estrategias de resistencia»
Las mujeres tienen muchas estrategias de resistencia, saben que además de pagar dinero pagan con sus cuerpos y acaban transformando estrategias de dominación en estrategias de resistencia. Es brutal. Es la historia que no queremos contar porque entonces humanizaríamos a estas personas. Aquí se apuesta por términos en los que se les despoja de humanidad, pero en realidad son un pueblo que se mueve, que tiene en las redes sociales su medio de comunicación, sus sedes en sus asentamientos en distintos países y tienen lenguajes comunes que hay que explicar. Muchos de sus términos se han utilizado ahora durante la pandemia, como el combate, ellos son soldados del derecho a la vida.

Estamos viendo cómo afecta la pandemia en España a la población migrante, sin recursos y excluidos de las ayudas del Estado, pero ¿cómo está afectando más allá de la frontera?

«No se puede parar una pandemia si una parte de la población no tiene derechos reconocidos»
Si aquí es brutal, en un tránsito migratorio es terrible. La gente de los bosques no se ha podido confinar y las redadas han seguido. Ha habido deportaciones en plena pandemia, tanto por parte de Marruecos como por la Guardia Civil en la valla de Ceuta. Eso sería impensable que se lo hicieran a un ciudadano español. En Marruecos muchos no han podido salir de casa para ir a comprar, muchas mujeres no han podido mendigar y subsisten con eso. Las organizaciones sociales han facilitado comida, pero deberían tener las mismas ayudas que la población vulnerable del territorio. No se puede parar una pandemia si una parte de la población no tiene derechos reconocidos, si se muere de hambre. Ha sido situación desesperada, sobre todo para mujeres con bebés a cargo.

Llega otra crisis económica en la que se puede señalar al otro, al de fuera, como el culpable de la falta de bienestar o de trabajo. En un clima de ideas xenófobas ya instaurado en las instituciones, ¿cómo se saldrá de esta crisis?

«Creeré que hay una crisis real por las migraciones cuando vea filas y filas de españoles con la bandera al cuello yendo a recoger la fresa en Huelva»
Me creeré que hay una crisis real a causa de las migraciones cuando vea filas y filas de españoles con la bandera al cuello yendo a recoger la fresa en Huelva y la sandía en Almería. Lo que tiene que saber la población es que el conflicto con los migrantes siempre es interesado para proteger el sistema de explotación, esclavitud y racismo. Sé que mucha gente va a responder con odio y confrontación ahora, pero ante una crisis económica hay que hacer lo mismo que durante una sanitaria: responder con solidaridad. Es la única respuesta que nos queda. Y dentro de esa solidaridad, quienes más saben son las comunidades migrantes.


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miércoles, 27 de mayo de 2020

Elizabeth Cady Stanton, poniendo los cimientos del feminismo moderno

Cuando Elizabeth Cady Stanton vino al mundo en Johnstown, en el estado de Nueva York, el día 12 de noviembre de 1815, nadie podía imaginar que aquella niña pasaría a la historia como una pionera en la lucha por los derechos de la mujer, y que terminaría por convertirse en una luchadora infatigable en pos de la igualdad real entre hombres y mujeres. Todavía hoy, ciento dieciocho años después de su desaparición, su figura sigue siendo recordada y admirada por miles de personas en todo el mundo. Esta es parte de su historia.
La pequeña Elizabeth nació en el seno de una familia numerosa. Su madre, Margaret Livinston, dio a luz hasta en once ocasiones, aunque como era habitual en la época, no todos los hijos llegaron a la edad adulta. En su caso sólo ella y otras cuatro hermanas consiguieron sobrevivir a la niñez.
Su padre, Daniel Cady, fue un prestigioso abogado, juez y congresista de su época. Así que desde muy niña, Elizabeth estuvo familiarizada con los entresijos del sistema legal norteamericano. Esto le sirvió para descubrir, bien pronto, que las leyes no eran iguales para todos los seres humanos y que, según una persona naciese hombre o mujer, blanco o negro, rico o pobre, las oportunidades que tendría en la vida serían diferentes. También descubrió, a muy temprana edad, que ella, por el simple hecho de haber nacido mujer, no estaba en el lado de los privilegiados, pues las mujeres del siglo XIX no tenían prácticamente ningún derecho. Muy pronto empezó a darse cuenta de que aquella situación no era justa pues veía que muchas mujeres eran, de hecho, mucho más inteligentes y valían mucho más que cualquier hombre. Elizabeth, que no tenía un pelo de tonta, pensó que las mujeres debían de tener las mismas oportunidades que los hombres.
Sus padres vieron muy pronto que la pequeña Elizabeth era una persona bastante singular. Estaba claro que aquella niña no era como sus hermanas ni como otras niñas de su vecindario. Tenía opiniones propias que, muchas veces, diferían considerablemente del pensamiento establecido. Y tenía la valentía necesaria para hacerlas públicas. Por ejemplo, en el primer cuarto del siglo XIX no era muy común que las niñas fuesen a la escuela. No obstante, la pequeña Elizabeth se empeñó en que ella quería ir a la escuela, como hacían los niños que conocía. Su padre accedió y, de esta manera, la niña pudo ir al colegio. Allí demostró que era una excelente alumna, y que pocos niños podían igualarla y mucho menos superarla. Sobre esta etapa de su vida, escribe Sandra Ferrer en el blog Mujeres en la historia:
Hasta la edad de dieciséis años, Elizabeth estudió en la Academia de Jonhstown donde aprendió matemáticas, ciencia, literatura y varias lenguas. En la escuela fue una alumna aventajada que se batía en duelos intelectuales con otros alumnos y recibió varios premios. Pero terminada su etapa de educación básica, Elizabeth vio con desconcierto cómo sus compañeros seguían estudiando y accedían a las universidades mientras ella y otras niñas solamente podían acceder a colegios femeninos como en el que ella ingresó, el Seminario Femenino de Troy. https://www.mujeresenlahistoria.com/
Cuando tenía 25 años conoció al periodista y político Henry Stanton, que acabaría convirtiéndose en su esposo, padre de sus siete hijos, y leal compañero en su activismo militante. Stanton era un famoso abolicionista, que había alcanzado fama por su posicionamiento radical contra la esclavitud. Tanto Henry como Elizabeth estuvieron vinculados al Partido Republicano desde su creación. Hoy, visto lo visto, puede parecer increíble que el Partido Republicano, el partido en el que militan personajes ultraconservadores como Donald Trump, Mike Pence o Sarah Palin, un partido escorado totalmente a la derecha, que hace de la xenofobia, del ultraliberalismo y del patriarcado su bandera, naciera para aglutinar a las personas que estaban contra la esclavitud y que, de los dos grandes partidos estadounidenses, en el momento de su fundación, fuese el progresista. Pero así era en aquella época.
Para la joven Elizabeth, cualquier tipo de discriminación, tanto racial como de género, suponía una arbitrariedad. Y como había demostrado desde su niñez, si había algo que no soportaba, eran las arbitrariedades. La joven Elizabeth había llegado a la conclusión de que el statu quo solo se podía cambiar si se luchaba contra él. Y eso fue lo que hizo. Luchar contra un orden establecido que no le gustaba, por reaccionario, por injusto, por antinatural.
Desde el movimiento abolicionista, en el que tiene una participación activa, entra en contacto con un nutrido grupo de mujeres que, como ella misma, están convencidas de que solo la lucha es el camino que las llevará a la conseguir sus objetivos: Lucretia Mott, Martha Wright y Susan B. Anthony serán algunas de sus compañeras de viaje en el movimiento sufragista y feminista norteamericano, al que dedicará todas sus energías, hasta el último día de su vida.
En julio de 1848, los días 19 y 20 para ser exactos, tiene lugar en la Iglesia Metodista de la pequeña población de Seneca Falls, donde la familia se había instalado un año antes, la primera Convención en Defensa de los Derechos de la Mujer, en el que Elizabeth presenta, ante las mujeres y los hombres participantes, un documento que marcará el devenir del movimiento feminista. Se trata de la Declaración de Sentimientos, un texto basado en la Declaración de Independencia y que sería firmado por  68 mujeres y 32 hombres al final de la Convención. En él se establece, básicamente, que todos los hombres y todas las mujeres fueron creados iguales y deben ser, por tanto, iguales ante la ley, con los mismos derechos y los mismos deberes.
En 1869, Elizabeth y Susan B. Anthony, a quien había conocido en la Convención de Seneca Falls, crearon la Asociación Nacional para el Sufragio Femenino (National Woman Suffrage Association), nacida de una escisión de la Asociación Americana para el Sufragio Femenino (American Woman Suffage Association). El motivo fundamental de la escisión de ambos grupos fue la aprobación de la enmienda decimoquinta, que otorgaba el derecho al voto a los hombres negros. Elizabeth apostaba porque la decimoquinta enmienda incluyera también el derecho al voto femenino. Finalmente, la decimoquinta enmienda, aprobada en 1870, no reconocía el derecho al sufragio de las mujeres de los Estados Unidos. Desde ese momento hasta el final de su vida, Elizabeth va a dedicar todos sus esfuerzos y energía a pelear por los derechos de las mujeres.
Elizabeth Cady Staton escribió, a lo largo de su vida, varios libros y numerosos ensayos, discursos y artículos cuyo tema central era la situación laboral, social, económica, cultural, de las mujeres estadounidenses. Estos escritos sobre la igualdad de las mujeres contribuyeron poderosamente a establecer los cimientos del feminismo para el futuro. Lo más destacado de su producción bibliográfica lo podemos encontrar en History of Woman Suffrage (1881) escrito junto a Susan B. Anthony; The Solitude of Self (1892); The Woman Bible (1895), y el texto autobiográfico Eighty Years and More (1898).
Uno de sus grandes hitos como activista en pro de los derechos de las mujeres, fue la puesta en marcha, junto con el famoso activista anti-esclavitud y uno de los primeros hombres en declararse abiertamente feminista, Parker Pillsbury, de la revista semanal The Revolution cuyo primer número apareció el día 8 de enero de 1868 y cuyo lema era: “Men, their rights and nothing more; women, their rights and nothing less.” (“Hombres, sus derechos y nada más; mujeres, sus derechos y nada menos”). Esta publicación fue una herramienta poderosísima para atraer a miles de obreras al movimiento feminista, pues en la revista se trataban temas de gran interés práctico para ellas: los derechos laborales, las condiciones en las fábricas, etc., aunque también podían aparecer artículos relacionados con la prostitución, el alcoholismo (Elizabeth Cady Stanton estaba absolutamente en contra de lo que consideraba una verdadera lacra social), el control de natalidad, la higiene personal, la coeducación, la moda, etc.
Elizabeth Cady Stanton murió a las tres de la tarde del día 26 de octubre de 1902, a los ochenta y seis años de edad, por una insuficiencia cardíaca, en su casa, situada en el edificio Stuart Apartment House, en el número 230 de la Calle Noventa y cuatro Oeste, en la ciudad de Nueva York, sin haber conseguido votar ni una sola vez en toda su vida. Un día antes de su muerte, había escrito una carta al Presidente de los Estados Unidos, Theodore Rooselvet, exhortándolo para que, de una vez por todas, se aprobara el voto femenino. Aún tendrían que transcurrir otros dieciocho años para que una mujer pudiera votar y ser elegida como cargo electo en los Estados Unidos de América, pero a nadie se le escapa que el trabajo de Elizabeth Cady Stanton durante más de cincuenta años en pos del voto femenino fue imprescindible para que finalmente esto fuese una realidad.
Elisabeth Griffith resumió magistralmente el papel protagonista de la activista feminista.
Durante casi 50 años lideró el movimiento feminista en los Estados Unidos. Estableció el orden del día, redactó sus documentos y articuló su ideología… Sus declaraciones y hechos aparecieron en la prensa nacional; su muerte en 1902 provocó titulares internacionales; los periódicos la llamaron la “Gran anciana de América”.
Elizabeth Cady Stanton fue un ejemplo para miles de mujeres en todo el mundo y, sin duda, una de las protagonistas principales de la lucha feminista. Su fuerza y su energía, su tesón y su inteligencia, fueron determinantes para que el mundo de hoy sea un lugar menos injusto, con menos desigualdades, mucho mejor que el que a ella le tocó en suerte.


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lunes, 25 de mayo de 2020

La pandemia enseña a innovar la recolección de datos, especialmente sobre género

Entrevista a Susan Papp, directora gerente de Women Deliver


Los datos son importantes para garantizar la igualdad de género, y los expertos dicen que los medios tradicionales de recopilación de datos ya no son viables por las restricciones de la pandemia de la covid-19, lo que abre una oportunidad de innovación en la recogida de esos datos, en especial los de género. Foto: Stella Paul / IPS
Los datos son importantes para garantizar la igualdad de género, y los expertos dicen que los medios tradicionales de recopilación de datos ya no son viables por las restricciones de la pandemia de la covid-19, lo que abre una oportunidad de innovación en la recogida de esos datos, en especial los de género. Foto: Stella Paul / IPS
NACIONES UNIDAS, 5 may 2020 (IPS) – La actual pandemia de la covid-19 puede ofrecer una idea sobre cómo reorganizar los métodos tradicionales de recopilación de datos, y podría brindar la oportunidad de hacerlo de formas más innovadoras, mejorando así el progreso hacia la igualdad de género.
«La necesidad es la madre de la invención, y cuando nos fijamos en la crisis de la sociedad, ya sea una crisis de salud o un desastre natural o una guerra, esa necesidad nos obligan a pensar como comunidad en las formas de trabajar y si nos están sirviendo bien o no”, dijo a IPS en una entrevista exclusiva Susan Papp, directora gerente de Política y Abogacía de la organización Women Deliver.
La pandemia mundial ha puesto de relieve las lagunas y los peligros en los sistemas tradicionales en todo el mundo: acceso a la atención médica, economía o herramientas para abordar la violencia de género.
«Debido a que las cosas se están moviendo tan rápidamente con la covid-19, muestra cuán importante y cuán confiables somos como sociedad en los sistemas de datos. Y que nuestras viejas formas de interactuar con los datos no son suficientes para poder proteger a nuestra gente, hacer que seguro de que son saludables y tienen oportunidades», agregó.
Papp compartió sus reflexiones solo unos días después de que ONU Mujeres publicara un informe sobre cómo recopilar datos sobre la violencia contra las mujeres y las niñas (VAWG, en inglés) en las circunstancias actuales, dados los mayores casos de violencia machista que enfrentan las mujeres y las niñas en todo el mundo dentro de los hogares.
El informe destaca que en las circunstancias actuales, de confinamiento y aislamiento interpersonal, los medios tradicionales de recopilación de datos se hacen, además, inviables.
La accesibilidad es un gran problema para la recopilación de datos y la tecnología juega un papel clave para garantizar que la información se comunique. En casos de VAWG, el uso de la tecnología puede exacerbar la situación con un abusador.
Estas preocupaciones destacan la necesidad de datos precisos, así como los desafíos que se presentan al tratar de alcanzarlos, planteó la directiva de la organización internacional que aboga por la igualdad de género,  la salud y los derechos de las niñas y las mujeres en todo el mundo.
Papp habló con IPS sobre la importancia de los datos para garantizar la igualdad de género, así como los desafíos de los métodos actuales que se utilizan y cómo se puede cambiar de manera «innovadora».
Susan Papp, directora gerente de Política y Abogacía de la organización Women Deliver
Susan Papp, directora gerente de Política y Abogacía de la organización Women Deliver
IPS: ¿Por qué es importante la recopilación precisa y en el tiempo idóneo de los datos para garantizar la igualdad de género?
SUSAN PAPP: Un mundo con igualdad de género es más saludable, más rico y más productivo. Necesitamos poder comprender la realidad de las mujeres y las niñas para avanzar en la igualdad de género. Hemos visto que lo que se mide tiene la mejor oportunidad de hacerse. Y los datos específicos de género realmente confiables y oportunos son cruciales para esa responsabilidad.
Los líderes mundiales pueden hacer muchas promesas sobre la creación de un mundo con más igualdad de género, pero sin datos no hay forma de saber si esas promesas se transforman en realidad.
Además, debe poder tener esos datos para señalar dónde están las brechas en los servicios y dónde existen los problemas para las niñas y las mujeres. Porque sin eso, los políticos están disparando en la oscuridad. Y no puede tener políticas que estén mal informadas y no retraten la imagen completa.
IPS: Según Women Deliver, solo 13 por ciento de los países tiene estadísticas de género. ¿Cómo podría un presupuesto así responsabilizar a los gobiernos para garantizar la igualdad de género?
SP: Es fundamental en el tratamiento de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) que se inviertan las estadísticas de género, que las oficinas de estadística y las divisiones del sector puedan recopilar datos desagregados por sexo, con una mirada interseccional.
Entonces, idealmente, estarían comenzando a pensar en datos de género que también analizarían preguntas sobre orientación sexual e identidad sexual.
En este momento, hay una tremenda falta de información para las identidades de género no binarias. Entonces, ¿cómo se cuentan y cómo se reflejan sus necesidades y realidades?
Con demasiada frecuencia, para niñas, mujeres y personas no binarias, sus necesidades no se reflejan por completo y, para comprenderlas, es necesario tener un mejor sistema de datos.
IPS: ¿Cómo se aplica eso a la situación actual?
SP: Lo que tenemos que hacer como comunidad es quizás ser un poco menos puristas en nuestro enfoque de los métodos de recopilación de datos y utilizar un momento como covid-19 como una oportunidad para innovar realmente sobre la recopilación de datos en tiempo real. Y encontrar formas de verificar que los datos son más rigurosos y tempestivos que los mecanismos pasados ​​para verificar los datos.
IPS: ¿Qué implicaría ser más innovador?
SP: Son ejemplos documentados por el Banco Mundial, o la iniciativa de Bloomberg en Nueva York para rastrear contactos, usar GPS o datos de tarjetas de crédito, para poder rastrear dónde has estado, si has estado o no en contacto con alguien quién tiene el virus: ese es el futuro y creo que la covid-19 realmente ha sido un momento revelador para que reconozcamos que la forma en que hemos estado recolectando datos e información en el pasado ya no sirve a nuestro mundo.
IPS: En ese sentido, la recopilación de datos puede perforar la privacidad, y las mujeres y las personas no binarias son especialmente vulnerables a ello. ¿Hay algún análisis sobre ese conflicto?
SP: Es absolutamente así. Y se están comenzando a ver algunos principios realmente buenos que se están desarrollando y a salir de esto.
Muchos de los datos que se han recopilado históricamente en VAWG se han recogido cara a cara. Y ahora, muchos de esos datos deben recolectarse virtualmente y aprovecharse a través de instrumentos como plataformas de teléfonos móviles o líneas telefónicas.
Se han establecido algunos principios que han sido muy útiles en torno a la seguridad, la privacidad y la confidencialidad en torno a las respuestas de las mujeres, sin hacer daño, asegurándose de que los recolectores de datos tengan algún entrenamiento de sensibilidad y que entiendan los principios éticos y de seguridad que deben tener.
IPS: En términos de recopilación de datos, ¿cuál diría que es el factor principal que representa un obstáculo para los líderes nacionales y locales?
SP: La recopilación de datos puede ser costosa y su análisis puede ser realmente costoso. Y creo que la falta de inversión en datos es una cosa que debe resolverse. En segundo lugar, existen muchos datos realmente sorprendentes, pero el problema puede estar en comprender cómo acceder y usar esos datos de una manera éticamente responsable, de una manera que proteja la identidad de las personas, de modo que todavía sea útil pero anónimo.
Muchos procesos, incluso algunos brillantes trabajos de la ONU, deben ser reconsiderados. El mundo se está moviendo a un ritmo mucho más rápido que antes y (debemos pensar en) cómo conciliar los métodos de análisis y recolección de datos, de estándares muy puristas, y su usabilidad con algunas de las necesidades que están emergiendo sobre los datos abiertos.
T: MF

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viernes, 22 de mayo de 2020

Cómo evitar que la pandemia afecte a los avances en igualdad de género


Cómo evitar que la pandemia afecte avances en igualdad de género
ONU mujeres ha denunciado que la crisis de la COVID-19 está afectando a mujeres y niñas en áreas, como la salud, la seguridad, la estabilidad laboral, la obtención de ingresos, los trabajos de cuidados y la violencia doméstica y de género.
La pandemia ha puesto en peligro muchos de los avances en igualdad de género que se habían alcanzado. Para recuperar el terreno perdido, las empresas deben tomar medidas con un claro enfoque de género que:
  1. Garanticen la igualdad de representación en la planificación y la toma de decisiones relativas a la COVID-19.
  2. Impulsen un cambio en pro de la igualdad en las cuestiones relativas a los cuidados remunerados y no remunerados.
  3. Incluyan a mujeres y niñas en las acciones empresariales que aborden el impacto socioeconómico de la COVID-19.
Pero, ¿están preparadas las organizaciones para llevar a la práctica estas acciones? ¿Qué ventajas supondrían para las organizaciones?
La RSG, una estrategia transversal en las organizaciones
Aunque en el ámbito empresarial la perspectiva de género solo se ha tratado parcialmente, comienza a ser considerada un principio a tomar en cuenta en el desarrollo del modelo de negocio y la cultura empresarial.
Esta evolución deberá conducir hacia el desarrollo del concepto de Responsabilidad Social de Género (RSG), con el que se busca promover la igualdad y la no discriminación por género en las empresas.
Muchos especialistas proponen una estrategia transversal de RSG que, además de las relaciones laborales y la gestión de los recursos humanos, incluya los procesos de producción, aprovisionamiento, marketing y gobernanza de la empresa.
Esta estrategia seguiría el esquema del Libro Verde para la RSE que define dos líneas de trabajo, la interna y la externa.
Ámbitos de la responsabilidad social como marco para la integración de la igualdad de género
Ámbitos de la Responsabilidad Social como marco para la integración de la igualdad de género (Responsabilidad Social de Género – RSG) Fuente: Elaboración propia a partir de Libro Verde para la RSE.
La dimensión interna contempla las áreas de gestión de recursos humanos, salud y seguridad en el trabajo, adaptación al cambio, y gestión del impacto sobre el medio ambiente y los recursos naturales.
La dimensión externa pone el foco en las comunidades en las que opera la empresa; los proveedores, los consumidores y los socios comerciales; los derechos humanos, y los problemas ecológicos a escala mundial.
Ambas dimensiones son igualmente relevantes y trabajar en ellas, durante y después de la COVID-19, puede ser una gran baza para las organizaciones.
Las recomendaciones de ONU Mujeres y el Pacto Mundial de Naciones Unidas
Ante la crisis de la Covid-19, ONU Mujeres y el Pacto Mundial de Naciones Unidas señalan cinco ámbitos en los que el sector privado debería actuar bajo el enfoque de género:
  1. En el liderazgo, implementando políticas y respuestas a la crisis que refuercen la comunicación con las y los trabajadores y apoyen el teletrabajo.
  2. En el lugar de trabajo, para facilitar la flexibilidad, promover las corresponsabilidades de cuidado. Se ha de prestar especial atención y apoyo a la salud física y mental de los y las trabajadoras, y, muy en particular, a la violencia de género durante el confinamiento.
  3. En relación al mercado, potenciando y visibilizando la actividad de mujeres empresarias locales, bien por haberse visto afectadas por la crisis o por su eficaz gestión de la misma.
  4. En la comunidad, subvencionando organizaciones de apoyo a colectivos vulnerables, haciendo donaciones a la comunidad, o estableciendo moratorias en el pago de alquileres o servicios, entre otras acciones.
  5. En transparencia e informes, informando de las repercusiones económicas de la pandemia, los casos de violencia y abusos en confinamiento, así como de las tasas de infección diferenciadas por género, como parte de su compromiso con los [Principios de Empoderamiento Femenino (PEM)](https://www.pactomundial.org/wp-content/uploads/2019/03/7-Principios-para-el-empoderamiento-de-las-mujeres.
Junto a lo anterior, ¿qué más pueden hacer las organizaciones?
En el frente interno se debe:
  • Gestionar los procesos de adaptación al cambio, sin acrecentar las brechas de género existentes, ni afectar la sostenibilidad de las políticas de igualdad.
  • Abordar la gestión del impacto medioambiental y de los recursos naturales bajo el enfoque de género desde una triple consideración: liderazgo, ciencia y tecnología, y compromiso a largo plazo.
En el frente externo hay que:
  • Aplicar los criterios de RSG a los eslabones de la cadena de valor, proveedores, consumidores y socios comerciales, sobre los que la empresa puede ejercer cierto control.
  • Apoyar el cumplimiento de los derechos humanos, especialmente en lo relativo a la igualdad de oportunidades y el empoderamiento de las mujeres.
  • Incluir el enfoque de género en su visión de los problemas ecológicos globales.
La gestión de la crisis, ¿cambia según el género?
Resulta de gran interés observar las diferentes formas en las que los gobernantes han afrontado esta crisis.
Dada la menor participación política de las mujeres, son muy pocas las que han estado al frente de la gestión de la pandemia. Pero, por diversas razones, sus decisiones están siendo objeto de una especial atención.
En el futuro, el estudio y análisis de algunas de las medidas tomadas por estas mujeres, así como de sus estilos de liderazgo, podrán servir de referencia útil para las y los líderes de las organizaciones.
Parece que la virtud de aceptar y expresar su vulnerabilidad les ha permitido ofrecer respuestas más rápidas, eficaces y sostenibles ante esta crisis, y probablemente ayudará a sus países a estar mejor preparados para crisis futuras.
También las empresas deben cuidar de los suyos
De esta pandemia, y de sus consecuencias económicas, saldrán reforzadas en términos de responsabilidad social las organizaciones que hayan sido capaces de poner el cuidado de las personas en el centro de sus decisiones.
Así lo reflejan los resultados de la última encuesta de Reputation Institute en Estados Unidos: el 59% de los encuestados cree que cómo afronten las empresas ahora la gestión de los despidos, bajas por enfermedad, etc. afectará a su reputación a largo plazo.
En definitiva: tras el tsunami de la COVID-19, las empresas serán juzgadas, sobre todo, por cómo hayan tratado a sus empleados y empleadas.
María Teresa Gallo Rivera, profesora titular de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá.
Elena Mañas Alcón, doctora en Economía. Profesora Titular de Economía Aplicada. Directora de la Cátedra de Responsabilidad Social Corporativa e Investigadora del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social, Universidad de Alcalá




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