Una mujer limpia una ventana. CADE MARTIN
Han pasado casi dos meses desde que la pandemia del coronavirus sacudió los cimientos de Europa y estremeció al mundo. La pandemia afecta a todos los elementos de nuestra vida. Estamos quedándonos, trabajando (de ser posible) y educando a nuestros hijos desde casa, y también manteniéndonos en contacto con nuestros seres queridos por teléfono o videoconferencia. Aunque, como es lógico, estamos asustados. Son tiempos devastadores.
Las mujeres líderes como Jacinda Ardern han actuado con celeridad y decisión, pero no hay un número suficiente de ellas
Hemos leído miles de artículos y noticias de actualidad, se han adoptado planes de emergencia, se ha asignado ayuda financiera y se ha consultado a los investigadores. Esto es vital e importante: la prioridad debe seguir siendo salvar vidas, y de eso no cabe ninguna duda, pero ¿solo hay expertos y virólogos hombres? ¿Por qué los líderes populistas de derechas como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Viktor Orbán no solo están negando la ciencia, sino también aferrándose a unas tóxicas formas de masculinidad, sin que nadie les cuestione por ello?
La pandemia nos está demostrando de nuevo quiénes son los propietarios del poder en el mundo. Los hombres creen que tienen las soluciones, mientras que las mujeres constituyen el grupo mayoritario de las que trabajan en los empleos esenciales. ¿Realmente le importa a alguien cómo la crisis les está afectando a las mujeres?
No lo suficiente
Las mujeres líderes como Jacinda Ardern han actuado con celeridad y decisión, pero no hay un número suficiente de ellas. En enero de 2020, según la Unión Interparlamentaria, solo 10 de los 152 jefes de Estado eran mujeres, y un 73% de los que trabajan en medios de comunicación eran hombres. Como explicó la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka: “Hemos creado un mundo en el que las mujeres están apretujadas en un 25% (un cuarto) del espacio, tanto en las salas donde se toman las decisiones físicas, como en las historias que contamos sobre nuestras vidas”. El ejemplo de éxito que están dando las mujeres líderes a la hora de controlar la pandemia nos demuestra que la igualdad de género es fundamental para la salud pública mundial y para la seguridad internacional.
Al mismo tiempo, un 70% del personal de salud y asistencia en el mundo (doctoras, enfermeras y asistentas sociales) son mujeres. Las cajeras y limpiadoras son también mujeres en su mayoría. No solo trabajan a menudo en condiciones muy precarias, con salarios mínimos, sino que además no cuentan con la necesaria tribuna que les permita alzar su voz y articular sus preocupaciones, aun cuando en su caso el riesgo de haber estado expuestas al virus es mayor.
Me duele el alma cada día, cuando escucho hablar a mujeres que trabajan en la primera línea de fuego. He retomado (temporalmente) mi antiguo trabajo como proveedora de atención psicológica para ayudar a los que necesitan hablar de sus experiencias: trabajadoras sociales que han tenido que lidiar con pacientes de coronavirus. Ellas son mis héroes, y son mujeres en un 99% de los casos. Y además de todo lo que tienen que afrontar en el trabajo, cuidan de sus familias, hacen las compras y educan a sus hijos. Su carga de trabajo es triple.
Preocupantemente numerosos
Los casos de violencia de género eran preocupantemente numerosos antes del brote, y han aumentado de forma significativa desde que las mujeres se han visto atrapadas en casa con sus maltratadores
Como hemos observado con anterioridad, en muchas ocasiones en tiempos de crisis, aunque las mujeres están entre las personas más vulnerables, siguen permaneciendo invisibles. Los casos de violencia de género eran preocupantemente numerosos antes del brote, y han aumentado de forma significativa desde que las mujeres se han visto atrapadas en casa con sus maltratadores, como consecuencia de las rigurosas cuarentenas. El acceso a la salud y a los derechos sexuales y reproductivos es limitado o está siendo atacado en muchos lugares del mundo, que lo restringen cada vez más. Además, los gobiernos de extrema derecha están haciendo un uso indebido de los poderes que les confiere el estado de emergencia para prohibir aún más el acceso a los métodos anticonceptivos y al aborto.
En tiempos normales, las mujeres realizan tres veces más trabajo asistencial y doméstico impagado que los hombres. Como consecuencia de la actual crisis y de las actuales medidas, el trabajo no remunerado de las mujeres ha crecido, así como lo ha hecho la presión que reciben y la inseguridad que experimentan. Esto está provocando un desgaste mental y físico adicional, en particular para quienes crían solos a sus hijos, que en un 85% de los casos son mujeres. Las mujeres ya eran económicamente más frágiles antes de la crisis, pero ahora se enfrentan al riesgo de la pobreza, del desempleo, de la exclusión social y del sinhogarismo, además de que, como demuestra la historia, serán las más afectadas a largo plazo.
Para sintetizar, la COVID-19 pone de manifiesto y consolida las existentes desigualdades de género. Las consecuencias son devastadoras, en particular para las más desfavorecidas, que son las mujeres mayores, las mujeres pertenecientes a minorías étnicas o mujeres de color, las mujeres con discapacidad o enfermedades mentales, las mujeres inmigrantes o refugiadas y las mujeres en riesgo de caer en la pobreza. No solo se trata de un problema de patriarcado, sino también del privilegio de los blancos.
Totalmente imprescindibles
Aunque el número de fallecidos es mayor entre los hombres, las mujeres están entre las más afectadas si tenemos en cuenta el impacto socioeconómico general de la pandemia. De igual modo, las mujeres son totalmente imprescindibles para la recuperación. La reconstrucción de una sociedad sostenible, justa e igualitaria solo será posible si el papel de las mujeres en esta lucha y, en general, más allá de esta crisis, se reconoce adecuadamente y el peso desproporcionado con el que cargan se redistribuye en consecuencia.
Normalmente, las mujeres realizan tres veces más trabajo asistencial y doméstico impagado que los hombres. Como consecuencia de la actual crisis y de las actuales medidas, el trabajo no remunerado este ha crecido
No obstante, mientras se valore más el capital que las personas, no podremos sentar los cimientos de una recuperación sostenible e inclusiva. Existe una oportunidad real para llevar a cabo un cambio radical de la economía: regresar al statu quo no debería ser la respuesta que demos a esta crisis o la visión que se imponga en Europa para nuestro futuro a largo plazo. Es una oportunidad única y es nuestro deber común como miembros de una comunidad global aprovechar este momento y utilizar este acontecimiento trascendental para finalmente dar un giro hacia una sociedad más equitativa y justa que no se olvide de los rezagados. Aunque por el momento esta oportunidad está siendo desdeñada, al igual que las mujeres.
Estamos elevando el listón durante esta pandemia. Lo que los movimientos feministas europeos y mundiales llevan décadas afirmando y gritando en las calles no solo se demuestra que es verdad y esencial, sino que ahora es todavía más importante.
Necesitamos mayores inversiones en servicios públicos con perspectiva de género, así como unos mecanismos de prevención y unas leyes que eviten la violencia de género. Tenemos que garantizar los derechos sexuales y reproductivos como un derecho humano y de salud pública fundamental. También tenemos que procurar una mejor protección social para las familias, mayores sueldos en el sector de los cuidados, un mayor reconocimiento para el trabajo asistencial no remunerado, más mujeres en los puestos de toma de decisiones, una educación con perspectiva de género, una recolección de datos desglosada por sexo, así como incorporar la perspectiva de género en los presupuestos y en el conjunto de las políticas, por nombrar solo algunas cosas.
Derechos esenciales
Las mujeres ya eran económicamente más frágiles antes de la crisis, pero ahora se enfrentan al riesgo de la pobreza, del desempleo, de la exclusión social y del sinhogarismo
Ya es hora de que los líderes mundiales cuiden a las mujeres tanto como las mujeres cuidan a nuestras sociedades. Ya es hora de visibilizar a las mujeres, de hacer que sus opiniones cuenten y de hablar en nombre de las que no pueden. El secretario general de la ONU, António Guterres, está dando un buen ejemplo y está utilizando su posición para exigir que las mujeres y las niñas ocupen un lugar central en los esfuerzos que se realizan para superar la COVID-19. Por desgracia, Guterres está entre un número muy reducido de personas que se dan cuenta de que la igualdad de género y los derechos de las mujeres son esenciales para salir de esta pandemia.
La covid-19 ya está instaurando una nueva normalidad porque está poniendo a prueba los valores a la altura de los que queremos estar y el tipo de sociedades que queremos construir. Las soluciones que ofrezcamos deben enmarcarse en la justicia mundial, los derechos humanos y la equidad. Pero, ¿quién va a hacerme caso? Al fin y al cabo no soy más que una mujer, ¿a quién le importa lo que diga?
Marja Bijl es la vicepresidenta del PES Women, formó parte del PvdA holandés y fue coordinadora del grupo de trabajo sobre género de la Alianza Progresista de Demócratas y Socialistas.
Este artículo se publicó en Social Europe.
Traducción de Álvaro San José.
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