RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 26 de diciembre de 2020

Chile. El femicidio contra María Isabel Pavez estaría ligado a banda fascista Capitalismo Revolucionario

El femicida fue su ex pareja, Igor González, actualmente fugado e íntimo del jefe del grupo fascista Capitalismo Revolucionario




María Isabel Pavez, de 22 años y estudiante de obstetricia desapareció el 17 de diciembre. El miércoles 23 de diciembre su cuerpo fue encontrado en el departamento de quien fuera su pareja durante 7 años, Igor González. Ahora, el femicida se encuentra prófugo de la justicia. Y el lugar donde vivía, San Pablo a la altura del 1800 en Santiago, es propiedad del padre de Sebastián Izquierdo, un reconocido fascista y líder del grupo de ultra derecha Capitalismo Revolucionario.

Igor González y Sebastián Izquierdo fueron lo suficientemente amigos como para convivir en un domicilio común. Y el padre de Izquierdo, Felipe Izquierdo, otro conocido pinochetista, es propietario del departamento donde residía el femicida y donde fue hallada asesinada la joven María Isabel.

La banda fascista Capitalismo Revolucionario cobró notoriedad pública por su presencia activa en las redes sociales, y por participar en actos por el «Rechazo» a realizar una nueva Constitución en Chile, donde desplegaron la habitual conducta violenta de estos grupos con los transeúntes, contando con el total resguardo de Carabineros. En realidad, fascistas y agentes policiales marchaban juntos por las principales avenidas del barrio rico de la capital.

La madre de María Isabel informó sobre su desaparición el 22 de diciembre, tras lo cual el Ministerio Público solicitó que el 14º Juzgado de Garantía decretara una orden de detención contra Igor González, ex pareja de la víctima, hoy dado a la fuga.

Oscuros intereses y fuerzas ligadas al poder rodean el caso. ¿Quién protege la desaparición del femicida? ¿Tienen algo que ver con el asesinato, además de directamente Igor González; Sebastián y Felipe Izquierdo, ambos pinochetistas acérrimos?

En Chile todo el mundo sabe que el pinochetismo, sus fueros y redes, permanece activo, y que se extiende desde el régimen de Piñera, hasta el alto mando de las FFAA y Carabineros, las fracciones más conservadoras de las iglesias y los grupos fascistas que han emergido en los últimos tiempos.

Cientos de personas indignadas por el femicidio y exigiendo justicia, se hicieron presentes en el velatorio de la joven ultimada este 25 de diciembre en la comuna de La Florida de la Región Metropolitana.

Lo cierto es que María Isabel Pavez fue víctima de femicidio. Y se había transformado en una activista del feminismo.

En desarrollo.



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Violencia simbólica


Fuentes: lluisrabell.com

Quizá no estemos tan lejos como parece de la estremecedora distopía de Ray Bradbury. Aún no ha sido organizada ninguna quema de libros. La imagen evoca recuerdos históricos que la hacen repulsiva.

Sin embargo, parece que sí ha llegado el momento de condenar a determinadas autoras a una pira simbólica… y de someterlas a un asedio sistemático, desde los insultos en las redes sociales hasta la presión para que las librerías dejen de vender sus obras, pasando por las amenazas hacia su persona. Es el caso de la conocida escritora Lucía Etxebarría, culpable de haber manifestado sus discrepancias con el anteproyecto de la  llamada “Ley Trans”, cuya versión final debería ser registrada a principios de año en el Congreso de los Diputados para su tramitación. No es Lucía Etxebarría la única que se ha mostrado crítica con ese proyecto. Numerosas voces, desde el ámbito académico y las propias filas del feminismo, han alertado acerca de la pretensión de introducir en nuestro ordenamiento jurídico conceptos carentes de fundamento material y científico – como la “autodeterminación de género”. En primer lugar, porque al dejar de considerar la realidad de la mujer como un hecho biológico, sustituyendo dicha realidad por un “sentimiento”, se dinamitan los cimientos de todas las leyes a favor de la igualdad. Pero también porque se pone en peligro la salud e integridad de niños, niñas y adolescentes al establecer que inclinaciones divergentes con los estereotipos patriarcales, trastornos diversos, disforias o incluso confusas manifestaciones de homosexualidad, responden a una “identidad” – calcada de los clichés más rancios acerca del semblante de un hombre o una mujer. Una identidad aprisionada en un cuerpo equivocado… que convendría modificar a golpe de hormonas y bisturí.

Ya tendremos ocasión de ir al detalle de la ley cuando se conozca el proyecto definitivo, y podremos asimismo compararlo con otras disposiciones similares, adoptadas en países como Canadá, Inglaterra o Suecia, cuyos efectos sociales negativos resultan ya perfectamente constatables. Pero la cuestión ahora es la siguiente: ¿por qué es Lucía Etxebarría objeto de semejante campaña de acoso y derribo por parte de lobby y colectivos transgeneristas? Porque es una persona pública, feminista, con un criterio independiente… y la propia naturaleza de su profesión la hace vulnerable al acoso mediático. Reúne todos los atributos de una cabeza de turco. Pues se trata, en efecto, a través de ella, de dar un escarmiento, un aviso para navegantes, a quienquiera se atreva a cuestionar los dogmas de la fe queer. Si es posible poner en la picota a una escritora consagrada y amargarle la vida, ¿qué no podría hacerse con las demás?

La campaña de acoso ha tenido un momento culminante con la atribución del “premio ladrillo” – que consagraba a la escritora como “tránsfoba del año” – por parte de COGAM, colectivo LGTBI de Madrid, en el curso de un acto celebrado en el Ministerio de Cultura, al que asistió la ministra de Igualdad, Irene Montero… quien aplaudió, gozosa, la designación. El hecho no es anecdótico y merece reflexión a dos niveles. El primero se refiere a los calificativos recurrentes con que los grupos transgeneristas pretenden denostar a las feministas. “TERF” “transfoba” no es un simple insulto. Es algo que incluso va más allá de la descalificación de un adversario ideológico o político – en este caso, el feminismo radical. Se trata de la invalidación de la palabra de dicho adversario, de su deshumanización y, en última instancia, de la legitimación de la violencia que pudiera llegar a ejercerse sobre él. En efecto: ¿qué validez puede tener el discurso de alguien trastornado, sometido al imperio de un odio incontenible? No tiene sentido escuchar siquiera los delirios de una mente enferma. Pero es que, además, lo que brota de ella es una pulsión destructiva, una amenaza para seres inocentes, niñas y niños nacidos en cuerpos equivocados. ¿No sería lícito entonces defenderse… y contraatacar?

Tania Sánchez, diputada autonómica de Mas Madrid, respondía a las protestas de Lucía Etxebarría con un frívolo twitt en que le “explicaba” que los ladrillazos de que fue objeto en la celebración de COGAM eran meramente simbólicos. Vamos, que se quejaba por nada. Sin embargo, la historia y, singularmente, la producción teórica del feminismo, nos alertan sobre la importancia de la violencia simbólica: directamente, como factor de intimidación y destrucción, así como condición previa y necesaria para la escalada hacia la agresión material. Nadie se atrevería hoy a contar chistes sobre judíos, presentándolos como inocentes manifestaciones de un viejo humor prusiano. Sin embargo, sí que es posible escarnecer a una mujer. Por eso es tan grave que la izquierda aplauda – o calle – ante determinadas prácticas. Aquí ya no estamos hablando de la opinión que cada cual pueda, en principio, tener acerca de un proyecto de ley, sino del hecho de que quienes sustentan determinadas opiniones puedan ser objeto de anatema, hostigamiento público y amenazas directas. Hay que decirlo sin ambages: el aplauso totalmente irresponsable de la ministra es violencia institucional. Y es violencia misógina.

La izquierda en su conjunto debe recapacitar, porque está emprendiendo un peligroso rumbo de colisión con el feminismo. Pero, en lugar de encajar con aplomo el aluvión de críticas, reflexionar y propiciar una sensata rectificación por parte de la ministra, destacados portavoces de Podemos han preferido cerrar filas en torno a ella. Sostenella y no enmendalla. Parece que el nuevo patriotismo hunde sus raíces en una acrisolada tradición. Pero, entre todas esas voces – que, curiosamente, evitan cualquier referencia al incidente en cuestión, limitándose a un penoso ejercicio de culto a la personalidad -, destaca sin duda por su grosería la de Juan Carlos Monedero. “Los ataques a Irene Montero – escribía hoy en su cuenta de twitter – son coletazos del país que cortó el pelo a las mujeres de los mineros en huelga, que dejó en la cárcel en la amnistía del 77 a las mujeres, que quiso tumbar al gobierno por el matrimonio homosexual. Que fusiló a Lorca por rojo y maricón”.

Las nuevas generaciones, que no han conocido la lacra del estalinismo en las filas del movimiento obrero, pueden hacerse una idea de la degradación intelectual que sembró a través de este compendio de arrogancia machista, servilismo cortesano, demagogia y calumnias. Monedero explica a las feministas – e invoca contra ellas – la historia de lucha de las mujeres españolas contra la dictadura franquista. ¡Nada menos! Porque, aunque no tenga la entereza de nombrarlas, “los ataques” contra la ministra a que se refiere son, en realidad, las enojadas críticas de numerosas feministas. Pero, según la vieja tradición burocrática, “nadie puede tener nunca razón contra el Partido”, pues representa la consciencia y los intereses supremos de la clase. Cuestionar una decisión o una palabra de sus dirigentes significa, no sólo menoscabar su autoridad, sino la del Partido. Y, cuando sabemos lo que éste representa, semejante actitud sólo puede emanar de los enemigos del pueblo, de las fuerzas más negras de la reacción y de sus agentes estipendiados. “Fusilad a esos perros rabiosos”. Bajo esa consigna, miles y miles de opositores de izquierda a la élite soviética perecieron en su día ante los pelotones del NKVD. Hoy, merced a un silogismo envenenado, heredado de aquellos tiempos en que “era medianoche en el siglo”, resulta que las feministas acaban de matar a Lorca “por rojo y maricón”. Que no se sorprendan, pues, si les cae algún ladrillazo. De momento, simbólico. ¡Es que van provocando!

Hay que poner fin a este despropósito antes de que el desgarro sea irreparable. Que los cortesanos callen. Que la ministra rectifique de modo honorable. Que se escuche a las feministas en el Ministerio de Igualdad. Hay demasiado en juego.

Fuente: https://lluisrabell.com/2020/12/20/violencia-simbolica/






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viernes, 25 de diciembre de 2020

Recomiendo: 3 La solución no está en nuestros úteros


Fuentes: larazon.cl

El reloj marcaba las 6:54 de la mañana cuando el último discurso, a cargo de la diputada Nacional del Frente de Todxs Gabriela Cerruti, comenzaba: “Lo que venimos a pedirles hoy es que dejen de hacer del cuerpo de las mujeres el territorio de disputa de aquello que no puede solucionar la economía o la política. El mundo es injusto, pero la respuesta no está en nuestro útero. El mundo es injusto porque está construido hace 500 años sobre un sistema basado en la explotación de las mujeres y de la naturaleza”.

En la plaza el clima oscilaba entre tensión y alegría. Lxs cuerpxs cansadxs después de horas de vigilia, el calor de un diciembre en la ciudad, y la esperanza de miles y miles de pibis, que habitaban las calles entre bailes y sentadas, abogando por la sensatez de una cámara, que hacía 18 horas, estaba discutiendo si sus derechos valían lo suficiente como para que el aborto sea ley.

A las 7:23 de la mañana, se leen los resultados, y con 131 votos a favor conseguimos la media sanción. El congreso estalla, por dentro y por fuera. Entre barbijos y alcohol en gel, lágrimas y abrazos festejamos, una vez más, que estamos un poquito más cerca de conquistar nuestros derechos, y que el Estado y la sociedad dejen de decidir sobre nuestrxs cuerpxs.

Sin embargo, no todo fue tan fácil y calmo al interior del palacio. La sesión comenzó con el pedido de la diputada María Lucía Lehmann, Coalición Cívica por Santa Fe, de postergar la votación para después del 6 de Enero del 2021, por el momento especial que atraviesan lxs ciudadanxs católicxs en esta etapa del año. Ya desde el comienzo se vislumbraba el tinte religioso que teñiría la mayoría de los discursos anti-derechos.

De lxs 117 diputadxs que votaron en contra de la legalización del aborto y a favor de que sea clandestino, se encontraban: Enrique Allende, Jorge Enríquez y Alicia Terada, entre tantxs otrxs. Los discursos se servían de argumentaciones basadas en la “moral” y el “sentido común”, alegando que no es ético matar a una persona. Parece mentira que en el año 2020 muchas de las posiciones del sector anti-derechos, mal llamado pro-vida, se sigan sosteniendo en argumentaciones tan arcaicas y conservadoras.

La diputada Lehmann decía: “La mayor dignidad que tiene el pobre o el que tiene poco, son sus hijos, son su familia” “Se trata de la imposición de una ideología que pretende que las mujeres somos igual que los hombres y en consecuencia que desperdiciemos esa hermosa capacidad de dar vida”.

Este tipo de discursos, además de esconder un tono discriminatorio y meritocrático, reflejan el mito de la mujer = madre. Ana María Fernandez, en su libro “La mujer de la ilusión”, refiere a que por el simple hecho de poder gestar, nos convertimos en madres. Ya no somos consideradas personas, sino que se reduce la singularidad de cada unx al hecho de estar gestando. No muy alejado de lo que se plantea en “El cuento de la criada”. En esta novela, de Margaret Atwood, el valor de las mujeres depende de su capacidad reproductiva,y obviamente el valor del producto aumenta si la mujer está en el proceso mismo de gestación.

La protagonista es, al igual que muchas mujeres, secuestrada, violada y obligada a gestar y parir. Las escenas son crudas y fuertes, generando un gran impacto al espectadorx, sin embargo, esta crueldad no se encuentra muy alejada de la realidad. En esta ficción se plantea a las mujeres como máquinas reproductoras, generando una total desubjetivación que afecta directamente su autonomía.

El aborto clandestino puede pensarse como un componente social, histórico y político que atenta contra la salud mental de las mujeres y personas útero portantes. No hablamos solo de los peligros biológicos que acarrea un aborto en condiciones de clandestinidad, hablamos también de otros riesgos y efectos  que van más allá de la salud desde el punto de vista orgánico. Nos referimos a consecuencias a nivel psíquico. El hecho de abortar no tiene por qué ser traumático per se, sino que la mayoría de las veces lo traumático radica en las condiciones en el que el mismo se lleva a cabo: inseguridad, falta de acompañamiento, estigmatización, prejuicios sociales, maltrato, entre muchos otros.

Otro de los argumentos furor en el lado celeste, giró en torno a los derechos del hombre. ¿Por qué aparece la figura del hombre como protagonista, en una discusión en donde no tienen lugar, ni opinión? ¿Por qué hablamos de los derechos del padre? ¿Por qué la figura del varón blanco hetero-cis nunca puede faltar? Toda la historia que conocemos fue escrita y contada por los hombres, dejando el papel de la mujer relegado a lo privado y las tareas de cuidado, e invisibilizando totalmente a las identidades disidentes, sin siquiera nombrarlas.

Esto se ve reflejado directamente en la licencia por paternidad, que habilita solo 48 horas para los varones; o en la responsabilidad que adoptan en la crianza, en donde la lucha por la cuota alimentaria atraviesa a más de una situación.

¿Por qué no hablamos de la vasectomía? ¿Por qué los hombres nunca tienen que sacrificar sus cuerpos, pero imponen como mandato irrefrenable que nosotrxs lo hagamos? Resulta hasta irónico que las personas SIN capacidad de gestar opinen tan libre y livianamente sobre estos temas, creyendo además que pueden hablar de sus derechos en esta discusión. La realidad indica que si este derecho estuviera relacionado con el cuerpo del hombre, sería ley hace tiempo.

Se discutió, también, sobre el término “interrupción”, alegando que interrumpir implicaría en un segundo momento retomar esa acción. Lo que no se tiene en cuenta es que lo que se interrumpe en este caso son los deseos y proyectos vitales de las personas gestantes. Nuestras vidas pueden quedar interrumpidas por un embarazo no deseado, teniendo que pasar por una transformación a nivel corporal y psíquica que nos limita y restringe en nuestra vida cotidiana, obligándonos a ser madres cuando no lo deseamos o no es nuestro momento.

Ya no importa lo que queremos o proyectamos, ni nuestras condiciones y posibilidades materiales actuales y futuras. Se empatiza más con un conjunto de células que tiene el mismo tamaño que un grano de arroz, que con una persona que tiene una vida, proyectos, sentimientos, ideas, convicciones y vínculos. “La empatía se construye con el feto y no con la persona gestante.” , dice Florencia Alcaraz.

Si gestar/maternar no son una opción más entre otras y son destino… ¿Qué lugar hay para el deseo? ¿Si deseamos otra cosa? ¿Si elegimos: estudiar, trabajar, viajar o simplemente maternar en otro momento de nuestras vidas? Parece que para algunos sectores no se nos está permitido elegir otros caminos. Si no queremos maternar, estamos fallando a un mandato machista, patriarcal y reduccionista. La maternidad será deseada o no será, porque maternar sin deseo es tortura.

Está en juego la capacidad de decidir sobre nuestras corporalidades y sobre nuestros proyectos de vida, atentando contra nuestra autonomía como sujetxs de derecho. Débora Tájer, plantea que la autonomía es la base de la salud mental. Estamos en una sociedad hetero-cis-patriarcal que lo que hace justamente es cercenar la autonomía de las mujeres y de todo el colectivo LGBTIQ+, atentando contra nuestro derecho a tener vidas dignas y libres ¿Se puede hablar de salud mental sin aborto legal, seguro y gratuito?

Otro de los argumentos utilizados por el sector celeste refería a la Educación Sexual Integral, alegando que la solución no es abortar sino educar. Resulta paradójico que estas mismas personas son las que impulsaron el movimiento “Con mi hijos no te metas” frente a los intentos de implementación de la ESI, refiriéndose a la misma como una incitación a lo “degenerado”. Esta clase de argumentos invisibiliza muchas de las consignas propuestas por la Campaña Nacional por el Derecho a Decidir.

La legalización del aborto genera tantas controversias porque en ella convergen diferentes cuestiones que no solo tienen que ver con la interrupción de un embarazo. El aborto legal, seguro y gratuito, además de ser un tema de salud pública y justicia social, implica tener la posibilidad y libertad de decisión. Esta lucha implica un cuestionamiento a la sociedad toda, replanteando la familia tradicional-heterosexual como único tipo de crianza; interpelando la conceptualización de sexo, incluyendo en el proyecto no solo a las mujeres sino a todas las personas gestantes. Amplía derechos y apunta al acceso a una educación digna e integral de la sexualidad, implementando políticas públicas que garanticen una salud para todxs. Educación sexual para descubrir, anticonceptivos para disfrutar y aborto legal para decidir.

Ahora bien, ¿y senadores? No olvidemos que nos falta una media sanción, y que está a cargo de una cámara mucho más conservadora, que en 2018, decidió que el aborto siga siendo clandestino.

En el senado perdimos la batalla, pero en las calles ganamos. Hace dos años la discusión quedó saldada. La votación del 2018 fue un momento bisagra en la historia feminista para sacar el aborto del silencio y visibilizar que el mismo ocurre en la clandestinidad, donde lo traumático no es el hecho en sí, sino las condiciones en las cuales sucede.

Las versiones son muchas y las certezas muy pocas. En twitter, algunas periodistas verdes, nos tranquilizan y nos dicen que los votos están asegurados, otras versiones aseguran que hay empate y que la presidenta de la cámara, Cristina Fernández de Kirchner, debería decidir.

“Sale si salís” fue la consigna que circuló para que habitemos las calles en la votación de diputadxs. Este 29 de diciembre, el Senado volverá a debatir si el aborto es ley, y nuestrxs cuerpxs van a estar allí sosteniendo una lucha que lleva más de 15 años y que no terminará. Será nuestro trabajo que se garantice nuestro derecho, cumpliendo la ley, y no será tarea fácil, pero nuestrxs cuerpxs tienen la fortaleza y el deseo necesario para seguir.

El 29 nos vemos en el Senado, hermanadxs y sororxs. La lucha se transforma y se fogonea conforme las coordenadas históricas-sociales, se gesta en esos lugares en donde el  Estado no está presente. En su momento fue la Ley del voto femenino, la Ley del Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género. Hoy es por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, mañana serán otros derechos por conquistar.

Ya se acerca noche buena, ya se acerca navidad, para todxs lxs pibxs que el ABORTO SEA LEGAL!

(LA OPINIÓN DE LA AUTORAS NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN Y LOS TEXTOS ESTÁN AUTOEDITADOS POR LOS PROPIOS BLOGUEROS)

Fuente: https://www.larazon.cl/2020/12/19/por-camila-marco-del-pont-la-solucion-no-esta-en-nuestros-uteros/





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jueves, 24 de diciembre de 2020

Sáhara Occidental: mujeres que resisten en el desierto más olvidado del mundo


Las mujeres del Sáhara Occidental construyen sus vidas en una resistencia continua contra las fuerzas ocupantes de Marruecos. La asociación Basmat Khayr es un ejemplo de las diferentes formas de lucha que adoptan las denominadas hijas de las nubes.

Las mujeres saharauis son el sostén de su sociedad. Esta afirmación es reconocida no sólo dentro del pueblo saharaui, sino que a nivel internacional la lucha y resistencia de las saharauis es reconocida en cada ámbito donde se hable del Sáhara Occidental.

Cuando en 1975 España abandonó de forma irresponsable el territorio saharauis que ocupaba en el norte de África, el reino de Marruecos desplegó un fuerte operativo militar para controlar esas tierras. A partir de ese año, la guerra entre el régimen marroquí y los saharauis, bajo el liderazgo del Frente Polisario, se extendió hasta 1991. En esos largos años de conflicto bélico, se creó la República Árabe Democrática Saharaui (RADS), la problemática saharauis fue reconocida en todo el mundo y las mujeres –las llamadas hijas de las nubes- se encargaron de organizar a una sociedad diezmada por la ocupación marroquí: ya sea en los campamentos de refugiados al sur de Argelia, en los territorios saharauis liberados por el Frente Polisario o en la zona ocupada por Marruecos, las mujeres siempre fueron la vanguardia.

 

Bajo esa tradición nació el 17 de febrero de 2017 la asociación de voluntarias Basmat Khayr. Primero fue una idea entre amigas en los largos días en los campamentos de refugiados. Después, mensajes convocando a quienes se quisieran sumar. Por último, definir un objetivo concreto: ayudar a los y las saharauis de los campos con mayores necesidades.

Ahjabha Hamdi participa desde la primera ahora en Basmat Khayr. En diálogo con Sudestada, la activista recuerda el grupo “empezó como una idea entre amigas, que querían ayudar como sea con cosas propias. Cada una trae de su casa lo que puede: artículos de higiene o melfas nuevas (vestimenta tradicional de las mujeres)”.

“Al principio, muchas chicas participaron, pero de repente solo quedaron las personas solidarias, que tienen algo en común –señala Ahjabha-. Entonces empezamos a buscar y a registrar a las familias más vulnerables de la sociedad en los cinco wilayas (campos de refugiados), especialmente a las mujeres. Cada una de nosotras dona una cantidad de su propio dinero para comprar cosas para las familias, porque traer del exterior no es suficiente”.

Por estos días, el pueblo saharaui atraviesa un nuevo período de guerra. El responsable de esta situación es Marruecos. El alto el fuego concretado en 1991 a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue violado por el reino marroquí en octubre pasada, cuando el Frente Polisario volvió a denunciar que el régimen del rey Mohamed VI utilizaba de forma ilegal El Guerguerat, el paso fronterizo con Mauritania, una zona bajo control del Frente Polisario.

Convertir el desierto en vida

“Vivir en un campo de refugiados es un desafío en sí mismo –cuenta Ahjabha-. Despertar todos los días y tratar de hacer que tu día sea mejor que el anterior, es algo fácil”.

Los campamentos en el sur de Argelia, ubicados alrededor de la ciudad de Tinduf, tienen su propia organización social, política y económica, esta última que depende principalmente de la ayuda internacional.

Para la activista, la rutina en los campamentos puede ser pesada, pero sus pobladores y pobladoras “se esfuerzan por hacer oír su voz todos los días. Y en condiciones difíciles, intentando mantener sus costumbres y tradiciones presentes todo el tiempo”, afirma.

“Es la dura vida que nos toca vivir –remarca la activista-. Creo que nosotras, como refugiadas, hemos desafiado muchas dificultades no solo en la guerra, sino en vivir en el desierto más olvidado del mundo. Y así y todo, convertirlo a un lugar donde un grupo de personas pueda sobrevivir”.

En el caso puntual de Basmat Khayr, Ahjabha explica que en los campamentos “trabajamos con mujeres de los estratos más débiles de la sociedad: divorciadas, viudas, huérfanas, mujeres que no tienen sostén. Facilitamos sus tareas como mujeres y como madres, ayudándolas en las condiciones difíciles en que vivimos. Pero lo más importante es que les decimos que no están solas con estos problemas”.

Las problemáticas de las mujeres saharauis son variadas, según la activista. “La escasez de agua, de electricidad, las duras condiciones naturales, los precios elevados –enumera-. La ayuda humanitaria ha experimentado un gran descenso en los últimos años, y eso es normal, dado el tiempo que llevamos como refugiadas, ya que los países que nos apoyan tienen sus propios problemas.

Ahjabha dice que la realidad en la que viven las mujeres en los campamentos puede llegar a ser muy tensa, porque “cada una tiene su propia situación, pero al mismo tiempo están dispuestas para ocupar cualquier puesto que favorezca la causa saharaui, implementando el lema ‘el que no vive para servir no sirve para vivir’”.

Volver a las armas

El Frente Polisario y las autoridades de la RADS fueron claros ante el mundo: Si Marruecos violó el alto el fuego con la utilización ilegal de El Guerguerat, el pueblo saharaui están en todo su derecho de defender su territorio por las armas. Desde hace más de un meses, el Ejército Popular Saharaui bombardea diariamente los puestos militares marroquíes ubicados en el muro de separación construido por el régimen de Marruecos para dividir el territorio del Sáhara Occidental. El muro, también conocido como Muro de la Vergüenza, es el más largo del mundo con 2720 kilómetros y está rodeado por cientos de miles de minas antipersonales.

“La reanudación de la guerra con Marruecos fue una reacción a la decisión marroquí cuando violó el acuerdo de alto el fuego, lo que desencadenó una respuesta contundente por parte de los saharauis, declarando el fin del alto del fuego y volviendo a defenderse con mucho honor”, resume la activista.

A esta opinión, Ahjabha agrega: “Como saharauis, tenemos un derecho legítimo, protegido por legalidad internacional, consolidado con los convenios internacionales de descolonización”. De esta manera, se refiere al referéndum –aprobado por la ONU- con el cual los y las saharauis tienen que decidir si desean o no un Estado propio e independiente en su territorio histórico. Pero esa votación ya lleva retrasada 29 años. El poder de Marruecos y las complicidades varias de Estados Unidos, Europa y la propia ONU, despojaron al pueblo saharaui de ejercer su derecho.

“Hasta el día de hoy, Francia, con su derecho al veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, frena el referéndum que Marruecos debe aceptar. Por eso, seguimos luchando para lograr nuestra libertad y conseguir nuestros derechos territoriales”, asegura la activista.

La decisión de Trump

Como despedida de su estadía en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump anunció semanas atrás que Estados Unidos reconocía la “soberanía” de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Además, comunicó que el régimen de Rabat restablecía sus relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, en el marco de la política impulsada por la administración estadounidense de blanquear las relaciones entre régimenes monárquicos y dictatoriales del mundo árabe con Tel Aviv.

Con respecto a la “soberanía” de la monarquía de Mohamed VI sobre el territorio saharaui, el rechazo fue unánime dentro y fuera de Estados Unidos. Es más, es probable que –según varios medios de comunicación- la administración de Joe Biden, que asumen el 20 de enero, revierta la medida tomada por Trump.

“Lo que me hace gracia es que Trump habla del Sáhara Occidental como si fuera su dueño”, dice Ahjabha. “Personalmente, no me extraña la declaración de Trump, porque Marruecos siempre ha sido el hijo mimado de Estados Unidos, después de Israel y Arabia Saudita”, agrega. La activista señala que el pueblo saharaui “nunca esperamos mucho de Trump, no porque sea un presidente saliente, sino porque es una persona que agravió a muchos africanos durante su gobierno. No hizo justicia por los afroamericanos en Estados Unidos, entonces ¿cómo hará justicia por los africanos en África?”.

Sobre el futuro del Sáhara Occidental, Ahjabha reflexiona lo siguiente: “Veo el futuro de mi pueblo con la lucha armada. Llevamos 45 años hablando y esperando el prometido referéndum para nuestra autodeterminación. Hemos resistido de forma pacífica, viviendo como refugiadas más de 45 años. La guerra es muy dura, pero después de tanto esperar no nos han dejado otra salida. Cómo dice un proverbio saharaui: ‘la muerte es una ley, pero la humillación no’”.

 

Fuente: Sudestada





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México. EZLN. Tercera parte: La misión



"No hemos llegado todavía, pero el camino que hacemos nos va marcando ya por ese destino"


De cómo Defensa Zapatista trata de explicarle a Esperanza cuál es la misión del zapatismo y otros felices razonamientos.

Bueno, de ahí que te voy a explicar algo muy importante.  Pero no lo puedes tomar apunte, sino que quiere que lo guardas en tu cabeza.  Porque el cuaderno donde quiera lo dejas botado, pero la cabeza la tienes que cargar todo el tiempo”.

Defensa Zapatista camina de un lado a otro, como dice que hacía el finado cuando explicaba algo muy importante.  Esperanza está sentada sobre un tronco y, previsora, ha colocado un nailon sobre la madera húmeda, floreciente de musgo, hongos y ramitas secas.

¿Acaso lo vamos a mirar el lugar donde llegamos con la lucha?”, suelta Defensa Zapatista señalando con sus manitas a ninguna parte.

Esperanza está pensando una respuesta, pero es evidente que Defensa hizo una pregunta retórica, es decir, no le interesa la respuesta, sino las preguntas que le siguen a la primera cuestión.  Según ella, Defensa Zapatista está siguiendo el método científico.

La problema no es entonces llegar, sino hacerse un camino.  Que sea que si no hay camino, pues hay que hacerlo, porque si no, cómo”, la niña blande un machete que a saber de dónde salió, pero seguro en alguna champa lo están buscando.

Entonces, la problema como que se cambió y lo más primero es el camino.  Porque si no hay camino para donde quieres ir, pues de balde estás con esa preocupación.  Entonces, ¿qué vamos a hacer si no hay camino para donde vamos?”.

Esperanza responde con satisfacción: “Esperamos a que deje de llover para que no nos mojamos cuando hacemos el camino”.

Defensa se mesa los cabellos -y arruina el peinado que a sus mamaces le tomó media hora acomodar- y grita: “¡No!”.

Esperanza duda y aventura: “Ya sé: le decimos una mentira al Pedrito de que hay caramelos allá donde vamos, pero no hay camino y viera quién hace un su camino primero, pues se atasca de caramelos”.

Defensa reacciona: “¿Acaso vamos a pedir apoyo a los pinches hombres?  Nuncamente.  Nosotras lo vamos a hacer como mujeres que somos”.

Cierto”, dice Esperanza, “qué tal y de repente hay chocolates”.

Defensa sigue: “Pero ¿qué tal que nos perdemos cuando vamos abriendo el camino?”.

Esperanza responde: “¿Gritamos pidiendo ayuda? ¿Sacamos cohetón o tocamos el caracol para que oyen en el pueblo y vienen a rescatarnos?”.

Defensa entiende que Esperanza está tomando el asunto literalmente y, además, está obteniendo el consenso del resto del público.  Por ejemplo, el gato-perro ahora se relame los bigotes imaginando la olla llena de chocolates al final del arcoíris, y el caballo choco sospecha que tal vez también hay maíz con sal y la olla rebosa de botellas de plástico.  La Calamidad ensaya la coreografía que le diseñó el SupGaleano, llamada “pas de chocolat”, que consiste en abalanzarse, en modo “rinoceronte”, sobre la olla.

Elías Contreras, por su parte, desde el primer cuestionamiento sacó su lima y afila su machete de doble canto.

Más allá, un ser indefinido, extraordinariamente parecido a un escarabajo, porta una pancarta donde se lee: “Llamadme Ismael”, discute con el Viejo Antonio las ventajas de la inmovilidad en tierra firme, y así argumenta: “Pues sí, mi estimado Queequog, no hay ballena blanca que se acerque a puerto”.  El anciano indígena y zapatista, maestro involuntario de la generación que se alzó en armas en 1994, se forja un cigarrillo con doblador y escucha atento los argumentos del bichito.

La niña Defensa Zapatista asume que, al igual que las ciencias y las artes, está en el difícil lugar en que se es incomprendida: como un pas de deux aguardando el abrazo para las pirouettes y el sostén para un porté; como un filme preso en una lata, esperando una mirada que lo rescate; como un puerto sin embarcación; como una cumbia pendiente de unas caderas que le den vocación y destino; como un Cigala cóncavo sin convexo; como Luz Casal yendo al encuentro de la flor prometida; como Louis Lingg sin las bombas del punk; como Panchito Varona buscando, detrás de un acorde, un abril robado; como un ska sin slam; como un helado de nuez sin un Sup que le haga los honores.

Pero Defensa es defensa, pero también es zapatista, así que nada de que nada, resistencia y rebeldía, y con la mirada busca el socorro del Viejo Antonio.

Pero las tormentas no respetan nada: lo mismo en mar y en tierra, en cielo y suelo.  Hasta las tripas de la tierra se retuercen y sufren humanos, plantas y animales. No importan su color, su tamaño, su modo”, dice con voz apagada el Viejo Antonio.

Todos guardan un silencio mitad respeto y mitad terror.

Sigue el Viejo Antonio: “Las mujeres y los hombres ven de guarecerse de vientos, lluvias y suelos rotos, y esperan a que pase para ver qué quedó y qué no.  Pero la tierra hace más porque se prepara para después, para lo que sigue.  Y en su guardarse empieza ya a cambiar.  La madre tierra no espera a que termine la tormenta para ver qué hacer, sino que desde antes empieza a construir.  Por eso dicen los más sabedores que la mañana no llega así nomás y aparece de pronto, sino que está ya acechando entre las sombras y, quien sabe mirar, la encuentra en las grietas de la noche.  Por eso los hombres y mujeres de maíz, cuando siembran, sueñan con la tortilla, el atole, el pozol, el tamale y el marquesote.  No hay todavía, pero saben que habrá y es lo que manda su trabajo.  Miran su trabajadero y miran el fruto incluso antes de que la semilla toque el suelo.

  Los hombres y mujeres de maíz, cuando miran este mundo y sus dolores, miran también el mundo que habrá que levantar y se hacen un su camino.  Tres miradas tienen: una para lo anterior; la otra para lo de ahora, y otra una para lo que sigue. Así saben que siembran un tesoro: la mirada”.

Defensa asiente entusiasmada.  Entiende que el Viejo Antonio entiende el argumento que no alcanza a explicar.  Dos generaciones distantes en calendario y geografía tienden un puente que va y viene… como los caminos.

¡Correcto!”, casi grita la niña y mira con cariño al anciano.

Y sigue ella: “Si ya sabemos dónde vamos, quiere decir que ya sabemos dónde no queremos ir.  Entonces en cada paso vamos alejándonos de unos lados y nos vamos acercando a otro uno.  No hemos llegado todavía, pero el camino que hacemos nos va marcando ya por ese destino.  Si queremos comer tamales, no vamos a estar sembrando calabazas”.

El auditorio en pleno hace un comprensible gesto de asco, imaginando una horrible sopa de calabazas.

Aguantamos la tormenta con lo que sabemos, pero ya estamos preparando lo que sigue.  Y lo preparamos ya de una vez.  Por eso hay que llevar la palabra lejos.  No importa si quien la dijo ya no va a estar, sino que lo que importa es que llegue la semilla a buena tierra y que, donde ya hay, se desarrolle.  O sea apoyar.  Ésa es nuestra misión: ser semilla que busca otras semillas”, sentencia Defensa Zapatista y, dirigiéndose a Esperanza, pregunta: “¿Entendiste?”.

Esperanza se pone de pie y, con toda la solemnidad de sus 9 años, responde seria:

Sí, claro lo entendí que de por sí vamos a morir miserablemente”.

Y, casi inmediatamente, agrega: “Pero vamos a hacer que valga la pena”.

Todos aplauden.

Para reforzar el “que valga la pena” de Esperanza, el Viejo Antonio saca de su morraleta una bolsa de los chocolates que llaman “besitos”.

El gato-perro se hace de una buena cantidad con un zarpazo y el caballo choco prefiere seguir con su botella de plástico.

Elías Contreras, comisión de investigación del ezln, repite por lo bajo: “vamos a hacer que valga la pena”, y manda el corazón y el pensamiento al hermano Samir Flores y a quienes se enfrentan, sólo con su dignidad, al ruidoso ladrón del agua y de la vida que se esconde detrás de las armas del capataz, ése que oculta en su palabrerío la ciega obediencia que debe al Mandón: primero dinero, después dinero, dinero al final.  Nunca justicia, libertad tampoco, jamás la vida.

El bichito empieza a platicar de cómo una barra de chocolate lo salvó de morir en la estepa siberiana mientras iba, procedente de las tierras del Sami –donde entonó el Yoik-, a territorio de los Selkup a rendir honores al Cedro, el árbol de la vida.  “Fui a aprender, que para eso son los viajes.  Porque hay resistencias y rebeldías que no por apartadas en calendarios y geografías, son menos importantes y heroicas”, dice mientras, con sus múltiples patitas, libera al chocolate de su prisión de brillante papel aluminio, aplaude y se zampa una porción, todo al mismo tiempo.

Por su parte, Calamidad ha entendido bien eso de que hay que pensar en lo que sigue y, con el chocolate embarrado en sus manitas, declara entusiasmada: “¡Vamos a jugar a las palomitas!”.

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Desde el Centro de Adiestramiento Marítimo-Terrestre Zapatista.

El SupGaleano impartiendo el taller “El Gómito Internacionalista”.
México, Diciembre del 2020.

Del cuaderno de apuntes del gato-perro: El tesoro es lo otro.

  “Al terminar, despacio me miró con su único ojo y me dijo: «Lo esperaba Don Durito. Sepa usted que soy el último de los piratas verdaderos que vive en el mundo. Y digo lo de «verdaderos» porque ahora hay infinidad de «piratas» que roban, matan, destruyen y saquean desde los centros financieros y los grandes palacios gubernamentales, sin tocar más agua que la de la tina. Aquí está su misión (me entrega un legajo de pergaminos viejos). Encuentre usted el tesoro y póngalo a buen recaudo. Ahora discúlpeme, pero tengo que morirme». Y al decir esto último, dejó caer la cabeza sobre la mesa. Sí, estaba muerto. El lorito levantó vuelo y se salió por una ventana diciendo: «Paso al exiliado de Mitilene, paso al hijo bastardo de Lesbos, paso al orgullo del mar Egeo. Abrid vuestras 9 puertas temido infierno, que allá va a descansar el grande Barbarroja. Ha encontrado quien le siga los pasos y duerme ahora quien hizo del océano apenas una lágrima. Con Escudo Negro navegará ahora el orgullo de los Piratas verdaderos». Bajo la ventana se extendía el puerto sueco de Göteborg y a lo lejos una nyckelharpa lloraba…”

Don Durito de La Lacandona. Octubre de 1999.

Sección: Tres delirios, dos grupos y un amotinado.

Si seguimos la ruta del Almirante Maxo, creo que llegamos más rápido si nos vamos caminando por el estrecho de Bering

Por ovarios no paramos

Ya está el motor, ya sólo falta, ¡¿La lancha?!

La tripulación I

La tripulación II

No tenemos todavía barco, pero ya hay quien encabece el motín a bordo

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enlacezapatista.ezln.org.mx/2020/12/22/tercera-parte-la-mision/




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sábado, 19 de diciembre de 2020

Judith Butler y el abandono de la violencia: Una persistencia radical


Fuentes: Brecha [Foto: Wikimedia, University of California, Berkeley]

La fuerza de la no violencia fue publicado en febrero y traducido recientemente al español. En este ensayo, Judith Butler se pregunta por los modos de representación de los que disponemos para aprehender la violencia y propone, frente a ellos, una disputa semántica. La filósofa parte de la premisa de que la interdependencia es una condición inherente a los seres humanos y plantea la necesidad de apostar a una ética y una política de la no violencia, en tanto desobediencia civil radical frente al individualismo.

Judith Butler (Cleveland, 1956) es una intelectual prolífica. Su producción abarca libros y artículos académicos, reflexiones sobre la coyuntura al calor de las circunstancias y las demandas, colaboraciones y libros en coautoría. Forma parte de múltiples espacios de debate académico, publica periódicamente en distintos formatos de divulgación, participa activamente en la escena pública y aborda distintos problemas teóricos y discusiones éticas. Una de las principales características de su obra es que, a partir del diálogo con los debates que produce y las críticas que se le hacen, está en permanente proceso de escritura y reformulación.

En el libro Dar cuenta de sí mismo (2005) la propia autora desarrolla el devenir de su pensamiento. Comienza destacando las lecturas de los idealistas y de la teoría marxista, continúa explicitando el hito que significó Simone de Beauvoir para su trabajo y llega hasta la instalación de sus preocupaciones actuales, vinculadas al mundo social, la tensión entre estructura y acción, y la responsabilidad ética. Es una obra atravesada por el psicoanálisis, la teoría del discurso, la filosofía del lenguaje, el posestructuralismo, el psicoanálisis y la teoría de género.

Butler empezó trabajando sobre Hegel (al que dedicó su tesis doctoral) para luego abordar los problemas del género, el lenguaje y el cuerpo en relación con el deseo y el reconocimiento. En la última etapa de su producción se ha centrado en problemas éticos y políticos vinculados a la gestión de la vida y la muerte. La repercusión que ha tenido su trabajo se evidencia en la enorme cantidad de textos que se dedican a presentar, organizar, analizar y discutir sus principales ejes conceptuales. Al mismo tiempo, su figura, su vida íntima y pública, así como su presencia en diversos acontecimientos sociales y su apoyo en numerosas manifestaciones han suscitado diferentes reacciones a escala global. En Butler la teoría no es un modo transparente de representación, sino una condición que produce sentidos posibles frente a la pregunta por la transformación social.

VULNERABILIDAD, VIOLENCIA Y RESISTENCIA

La fuerza de la no violencia se abre con tres epígrafes, uno de Mahatma Gandhi, otro de Martin Luther King y otro de Angela Davis. El libro se divide en una introducción y cuatro capítulos: «No violencia, duelidad y crítica al individualismo», «Preservar la vida del otro», «La ética y la política de la no violencia» y «La filosofía política en Freud: guerra, destrucción, manía y la facultad crítica». Para finalizar, incluye una posdata titulada «Repensar la vulnerabilidad, la violencia y la resistencia».

Butler comienza planteando preguntas sobre cómo ha sido definida la violencia. Expone la necesidad de cartografiar las apropiaciones semánticas del término para comprender a qué sujetos, actualmente, se les atribuye conductas violentas: «No podemos precipitarnos al fenómeno en sí sin pasar por los esquemas conceptuales que deciden el uso del término en varias direcciones, y sin un análisis de cómo operan esas decisiones». Con este procedimiento inicial, busca interpelar las justificaciones que se han realizado, desde cierto pensamiento de izquierda, del uso de la violencia en tanto herramienta estratégica frente a las violencias estructurales e institucionales. A través de las ideas de Walter Benjamin, advierte que la defensa instrumentalista de la violencia alimenta el problema de la destrucción en un mundo que se nos presenta como un campo de fuerza. En este sentido, además de develar que las representaciones de la violencia suelen estar sujetas a definiciones instrumentales que sirven a determinados intereses, subraya que la violencia contiene una ética egológica y una política individualista. Según la autora, en la actualidad ciertos discursos radicales de la defensa de la libertad personal se encuentran íntimamente ligados al derecho de hacerles daño a los demás y alimentan el impulso de la muerte en el contexto del mercado y la necropolítica.

Butler rompe con la idea de que la no violencia perpetúa el statu quo y, a lo largo del texto, entiende que su fuerza –idea que filia con la satyagraha o «fuerza del alma», de Gandhi– es una potencia colectiva superadora: «Como respuesta a la objeción de que una posición a favor de la no violencia sencillamente no es realista, esta línea de argumentación sostiene que la no violencia requiere una crítica de lo que se considera realidad y afirma el poder y la necesidad del antirrealismo en momentos como este». A lo largo del libro, insiste en advertir que existen formas de fantasmagoría política que implementan una «lógica defensiva impregnada de paranoia y odio» con el objetivo de legitimar el uso de la violencia por los poderes que siempre la han ostentado.

Uno de los ejes de su argumentación parte de su lectura crítica de la filosofía política contractualista. La autora sostiene que «algunos representantes de la historia del pensamiento liberal nos pueden haber hecho creer que aparecemos en este mundo político y social desde un estado de naturaleza» y llama la atención sobre la ruptura entre la ética y la política. El valor de los relatos de un estado primario natural de los seres humanos, sostiene, radica en el poder de estas ficciones, que «nos provee de una condición contrafáctica para evaluar nuestra situación contemporánea».

A través de una noción de interdependencia psicoanalítica y social, Butler desarrolla una aguda crítica del individualismo abstracto que caracteriza nuestra actualidad. Articula las ideas de Freud sobre la pulsión de muerte, el duelo y la melancolía con los trabajos de Melanie Klein, para comprender cómo ha sido la relación entre ética y violencia. Luego de ese recorrido, propone que el sujeto se encuentra siempre en una relación de interdependencia con otros y, por ende, resulta indispensable el reconocimiento de su condición de precariedad.

El análisis acerca de la tensión entre las nociones de vulnerabilidad y resistencia constituye uno de los núcleos del libro. La vulnerabilidad, generalmente, es entendida como la condición de ser potencialmente dañados. Butler apunta que, además, debe referir al carácter interdependiente de nuestras vidas. Si el individualismo se correlaciona con la economía de mercado, la interdependencia debe ser pensada a partir de principios de habitabilidad, igualdad y libertad social. La desigualdad supone mayores posibilidades de morir, por eso una política de la no violencia es necesaria. El pensamiento tradicional, que entiende la resistencia como una actividad pura que vence un estado de subyugación, pasa por alto que esa resistencia no implica la desaparición de la vulnerabilidad. Así, Butler sostiene que no se debe concebir la vulnerabilidad como una condición y que debe ser el fundamento de la acción política.

EL DUELO

El enfoque del valor igualitario de la vida, la perspectiva relacional, la autoconstitución del sujeto a partir de otros y la gestión de la vida y la muerte son asuntos que Butler viene desarrollando desde su libro Vida precaria (2004). Allí, llamó la atención sobre el borramiento en la representación pública de los nombres, las imágenes y las narraciones de los asesinados por Estados Unidos y, a partir de la recuperación de Emmanuel Lévinas, elaboró sus concepciones de vulnerabilidad y ética de la responsabilidad, que se articulan con el concepto de duelo.

En La fuerza de la no violencia la idea de duelo no se limita a una necesidad personal de llorar una pérdida. El ejercicio del biopoder, en alianza con la necropolítica, gestiona la vida y la muerte y, por ende, decide qué vidas son dignas de ser lloradas y cuáles no. Es el duelo público lo que otorga valor a las vidas de las personas. Butler sostiene que hay una distribución diferenciada de la duelidad –neologismo utilizado en las traducciones para referir al concepto grievability–, que refiere al derecho de una persona a tener una vida que importa y cuya pérdida merece ser llorada. La desigualdad manifiesta en la gestión de la vida y la muerte hace que, a veces, cuando las muertes no son reconocidas, el duelo público asuma la forma de protesta. Así sucede, ejemplifica la autora, en «Women in Black, en las Abuelas de Plaza de Mayo, en Argentina, y en los familiares de los 43 de Ayotzinapa». Se trata de colectividades que no solamente reclaman el derecho a la duelidad, sino que ponen de manifiesto la existencia de una distribución diferencial del valor de la vida que deviene en la constatación de que ciertos cuerpos no importan.

La duelidad en Butler es un acto de lucha contra la desigualdad, una práctica de memoria que se opone a la lógica de guerra, a las desapariciones, a las violencias estatal, racista y de género, al dejar morir: «No podemos asumir sin problemas una definición de violencia y luego comenzar nuestros debates morales sobre justificaciones sin haber examinado antes críticamente cómo ha quedado circunscripta la violencia y cuál de sus versiones funciona como presupuesto». Además de analizar la violencia racista y eventos geopolíticos de relevancia actual, Butler aborda en este libro el tema del feminicidio, analiza su carácter sistémico, la impunidad estructural, y lo describe como una forma extrema de terrorismo sexista. Destaca lo que sucede en Brasil, Honduras, Guatemala, Argentina y Venezuela, y da cuenta de que, pese a la violencia, persisten entramados de solidaridad colectiva que les dan un carácter transversal a las alianzas.

La autora argumenta por qué la no violencia es diferente a la violencia destructiva: la no violencia requiere desarrollar un nuevo imaginario que asuma la interdependencia de las vidas humanas y no humanas. Su postura consiste en buscar una forma de vivir en el mundo que pueda dar cuenta del enojo y la agresividad conducidas a la transformación de las estructuras que garantizan un sistema desigual: «Aun cuando ninguno de nosotros está liberado de la capacidad de destrucción, o precisamente porque ninguno de nosotros está exento de ella, la reflexión ética y política desemboca en la tarea de la no violencia. Es precisamente porque podemos destruir que tenemos la obligación de saber por qué no».

 

LA FUERZA DE LA NO VIOLENCIA

La fuerza de la no violencia, de Judith Butler, Paidós. 254 págs.

PERSISTENCIA RADICAL

Desde que El género en disputa fue publicado, en 1990, ha causado múltiples controversias en distintos campos del saber. En 1999 el libro fue reeditado con un prefacio en el que Butler da cuenta de las críticas y los debates que venían provocando sus planteos. Se le señaló, en el mundo angloparlante, la excesiva influencia del pensamiento francés. También se le criticó el lenguaje poco claro y, en las lecturas críticas, hubo una tendencia generalizada a confundir la noción de performatividad utilizada por la autora con el término referido a las artes de escenificación pública.

Durante esos nueve años, una de las controversias más extendidas surgió de la recepción del libro en Alemania, donde se la acusó de negar la materialidad del cuerpo. A pesar de que tanto en Cuerpos que importan (1993) como en Deshacer el género (2004) la autora desarrolla exactamente la posición contraria, algunos discursos y posiciones feministas aún insisten en que su crítica del género es antimaterialista y relativista. Este malentendido se hizo aún más evidente con el problema de las traducciones y del vocabulario disponible en cada idioma para referir a sus conceptos. Sin ahondar en cuestiones específicas, es importante subrayar que, para Butler, la relación entre el cuerpo y el lenguaje está configurada como quiasmo. El cuerpo excede la captura del esfuerzo lingüístico, pero, al mismo tiempo, está disponible en el mundo mediante la descripción. La idea del género como acto político performativo –emplazada en la interpretación derrideana de John Langshaw Austin– supone reconocerles agencia a los cuerpos que han sido desplazados, oprimidos y dominados. A lo largo de su obra, Butler desarma configuraciones naturalizadas como las de sexo e identidad y plantea una crisis respecto a la noción de género. No niega la materialidad del cuerpo: encuentra en la lectura del género y su representación un problema histórico y político.

Recientemente, otro acontecimiento público –esta vez en América Latina– volvió a demostrar que Butler importa en tanto figura que irrumpe, provoca e incluso convoca a quienes jamás la leyeron. Para el 7 de noviembre de 2017 estaba anunciada una conferencia suya en el coloquio «Los fines de la democracia», en el centro cultural SESC Pompeia, de San Pablo. Se trataba de una actividad coorganizada por la Universidad de California en Berkeley y la Universidad de San Pablo. Desde que fue difundida, varios grupos conservadores solicitaron al SESC que cancelara el evento. Se hicieron campañas en redes sociales con el hashtag #ForaButler y la petición creada en el portal Citizen Go para que el seminario fuera revocado logró más de 350 mil firmas. El día de la conferencia hubo una manifestación en la que, al grito de «¡Quemen a la bruja!», se quemó una muñeca que simulaba una bruja con la cara de Butler, y la intelectual debió ser escoltada. También circuló un video en las redes sociales que la mostraba en el aeropuerto de Congonhas siendo agredida con gritos contrarios no sólo a su visita, sino también a sus ideas.

Luego de lo sucedido, Butler se refirió al hecho en la revista Folha de São Paulo, de Brasil, y el suplemento «SOY» de Página 12, de Argentina, en una nota titulada «El fantasma del género»: «Desde el comienzo hubo una charla imaginaria en lugar de la conferencia real, y se decía que yo iba a dar una ponencia, cuando, en verdad, yo era la organizadora de un evento internacional sobre populismo, autoritarismo y la impresión contemporánea de que la democracia está siendo atacada. No sé cuánto poder le atribuyeron a la charla que yo supuestamente iba a dar. Habrán tenido la idea de una conferencia muy poderosa, dado que aparentemente era para atacar a la familia, la moral e incluso la nación».1 La conferencia de Butler, tal como ella misma se encargó de aclarar, no trataba sobre teoría de género, sino sobre los fines de la democracia. Sin embargo, quienes se manifestaron en su contra portaban crucifijos, Biblias y carteles que proclamaban el «fin de la ideología de género», poniendo el foco, nuevamente, en una interpretación muy pobre de su producción.

Vale la pena, entonces, trazar la historicidad de la obra y el activismo de Butler para reconocer que lo que pasó en Brasil no fue un malentendido y que se enlaza, justamente, con el problema de la violencia al que dedica sus trabajos. Si el actual estado de excepción y transparencia encuentra su alianza perfecta en la amenaza del caos, la inseguridad y el exterminio, es necesario ponderar y reconocer el lugar de quienes, a través de su pensamiento, provocan una ruptura y hieren el engranaje. Desde la crítica a la ocupación en Palestina, los conflictos en Turquía, las desapariciones en América Latina y el movimiento antirracista hasta la crítica al voluntarismo, la ética belicista de Estados Unidos, los muertos de Irak y la denuncia del discurso provida y del individualismo como moral destructiva, Butler da cuenta de cómo teoría y activismo pueden hacer emerger una praxis necesaria para la transformación social.

En tiempos en los que parecería que el término intelectual está agotado y sus usos no pueden ser resignificados, Butler interviene con el saber, en lo público, de manera política. Esa intervención tiene forma de divulgación y acto pedagógico, en el campo académico, en los medios de difusión masivos y alternativos, y a escala global. La autora articula los saberes con la praxis, y su llamado refiere a una desobediencia civil enmarcada en la no violencia. Es una intelectual comprometida con el derecho a persistir, a que todas las vidas importen, a que no haya vidas que no puedan ser lloradas, a la habitabilidad sostenible del planeta. Para Butler, esos derechos sociales deben ser reclamados desde la ética de la no violencia: «Interdependiente, nuestra persistencia es relacional, frágil, a veces conflictiva e insoportable, a veces plena y gozosa. Mucha gente dice que no es realista plantearse la no violencia, pero tal vez estén demasiado fascinados con la realidad».

1. Butler, Judith (2017), «El fantasma del género», en el suplemento «SOY» de Página 12. Buenos Aires. https://www.pagina12.com.ar/77673-el-fantasma-del-genero

Fuente: https://brecha.com.uy/una-persistencia-radical/



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