RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 28 de mayo de 2022

LOGLS & Prostitución No abolir la prostitución reduce a las mujeres a meras anatomías pasivas

La última ponencia del proyecto de Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual (LOGLS), conocida popularmente como ley del “solo sí es sí” y propuesta conjuntamente por los ministerios de Igualdad y Justicia del Gobierno de España, ha devuelto a la primera plana el recurrente debate, desde la vuelta de la democracia a este país, entre regulación y abolición de la prostitución.



Paralelamente, dicha ponencia ha servido para poner de manifiesto, encarnadas en cada uno de los socios de gobierno, las dos posturas confrontadas que dan cuerpo al debate, precipitando la propuesta por parte del Partido Socialista Obrero Español de una ley para abolir la prostitución que contempla penas de cárcel a proxenetas y consumidores de sexo.

Dicho debate integra inicialmente una de las vías principales de liberación de la sociedad civil española durante la transición, la de la sexualidad, en lo que representa uno de los mejores ejemplos de búsqueda de la neutralización de los mandatos legales, culturales y espirituales característicos del franquismo.

En el caso de la prostitución, estos últimos se encontraban perfectamente asentados sobre relatos clasistas, moralistas y biologicistas establecidos por el nacional-catolicismo desde una pretendida biopsicología, los cuales degradaban a las mujeres prostituidas a penitentas enfermas y deficientes mentales.

Atrás quedó la biopolítica franquista

La democracia ha logrado dejar atrás la biopolítica franquista, favoreciendo el debate. Su aparición, sin embargo, era consustancial a la implicación en el mismo de sociedad civil y agentes sociales, quienes vivían transformaciones difíciles de valorar bajo la mirada de nuestros días: parte de la primera se encontraba inmersa en un atropellado despertar de la exitosa despolitización franquista desde el que se distinguen de otros sectores, estos últimos a su vez perfectamente absorbidos por fuerzas reaccionarias de plena vigencia en la actualidad; por su parte, entre los agentes sociales, los sindicatos asumen un papel preponderante que sitúa el debate sobre la prostitución en torno al trabajo.

Académicamente, el debate se ve jalonado por aportaciones en uno y otro sentido provenientes del derecho, la sociología o la psicología en un contexto de salida del aislamiento internacional y apertura de fronteras, transformación de los flujos emigratorios e irrupción de los inmigratorios, apuesta por la consolidación de una economía de servicios que demanda mano de obra menos cualificada, auge y declive de una clase media burguesa que se autoevalúa y distingue desde el consumo, integración en una economía cada vez más globalizada que es consustancial a la decadencia del estado de bienestar y grandes fluctuaciones salariales que correlacionan con problemas globales como el del paro masivo.

En efecto, es fácil comprobar que todos estos elementos permiten configurar también la realidad de la prostitución: trata de personas, consumo de sexo, rol de los intermediarios en la provisión de servicios, movimientos migratorios, precariedad laboral, libre circulación de personas, salud pública…

La versión simplificada de la libertad

También son coincidentes las recetas neoliberales para aportar respuestas comunes y evitar controversias en la lectura de ambas problemáticas: todas ellas descansan sobre una versión simplificada y pretendidamente neutral de la noción de libertad, que se postula como garante de la igualdad, apareciendo como dada sin más a la persona sin tener en cuenta sus circunstancias respecto a género, etnicidad, clase social o edad.

Un primer paso, pues, en el abordaje de esta cuestión es eludir la neutralidad y llevar a cabo un reconocimiento de las víctimas, lo que solo es posible en primera instancia desde la justicia social, tal y como como se plantea para la violencia de género, la maternidad subrogada o la mutilación genital.

Las mujeres prostituidas ven mermado su derecho a ejercer la libertad sexual porque son víctimas de trata; ven vulnerado su consentimiento, quedando este reducido a una mera transacción; su cuerpo, y no su fuerza de trabajo, es explotado con total impunidad por delincuentes proxenetas; son las máximas sufridoras de infecciones de transmisión sexual y ven afectada de forma irreversible su salud mental; padecen además una invisibilidad social que impide que sean tratadas y asistidas por los servicios sociales.

No se trata, pues, de crear un marco legal para la victimización con ciertas garantías sino de que, de ningún modo, un estado democrático puede crear las condiciones para que una víctima elija “libremente” serlo.

A un Ministerio de Igualdad se le presupone el fomento y el empleo de herramientas de análisis con perspectiva histórica e ideológica con capacidad de reconocer la existencia de relaciones de jerarquía y desigualdad entre hombres y mujeres que logren desembocar en propuestas políticas a favor de la construcción de relaciones de género equitativas y justas.

El consumo de sexo implica la victimización de colectivos perfectamente definidos, ya se encuentre este mediado por una contractualización simbólica o jurídicamente normalizada, lo que es por completo incompatible con el mantenimiento de relaciones con garantías mínimas de igualdad. En otras palabras, para una de las partes el sexo se consume pero, para la otra, la prostitución no se ejerce sino que se padece: los efectos sobre la salud están descritos en los trastornos de estrés postraumático, ansiedad, insomnio y trastornos del sueño, alteraciones emocionales, malestar psicológico intenso, alteración de respuestas fisiológicas y sexuales, siendo comparable al que experimentan personas veteranas de guerra o supervivientes de tortura. Por su parte, las secuelas permanecen incluso años después de abandonar la prostitución: depresión, trastornos de sueño, hipervigilancia, flashbacks, adicción a las drogas, ansiedad, disociación, interiorización de desprecio y objetualización.

Un alejamiento de la igualdad

Finalmente, debería considerarse una coerción estructural, además de la personal, ya que la experiencia de explotación o daño diverge entre las diferentes mujeres, pero toda la sociedad sufre daño en cuanto la prostitución nos aleja del logro de la igualdad.

Por su parte, la existencia de mujeres y niñas prostituidas tiene un efecto sobre el conjunto de las mujeres, ya que confirma y consolida las definiciones patriarcales que establecen como función de estas estar al servicio sexual de los hombres. Reduce así a las mujeres a meras anatomías pasivas, objeto de consumo de hombres que utilizan la prostitución para ejercer su cuota de poder. Como dice la profesora de Historia y Filosofía Moral Ana De Miguel, la prostitución de mujeres es “una escuela de desigualdad humana”.

En conclusión, se ha perdido otra ocasión para plantear una verdadera ley de garantía de la libertad sexual.


Fuente: https://tribunafeminista.org/2022/05/no-abolir-la-prostitucion-reduce-a-las-mujeres-a-meras-anatomias-pasivas/

** Sobre la Autora: Andrea Gutiérrez García, Profesora Ayudante Doctor. Psicóloga especialista en intervención multidisciplinar en violencia de género, Universidad de La Rioja y Ramón González-Piñal Pacheco, , UNIR – Universidad Internacional de La Rioja 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.



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miércoles, 25 de mayo de 2022

La revolución de las comadres

Feminismos de los Sures y Mujeres Supervivientes forman parte de la cartografía de experiencias políticas basadas en las resistencias cotidianas y los afectos como motor de cambio, presentes en toda Andalucía. Estos proyectos suponen un cambio en el modo de entender el sindicalismo y el apoyo mutuo.

Unas mujeres toman café en la mesa de la cocina tras limpiar. Una obrera le trae un tupper de comida a su compañera porque sabe que a veces no le da tiempo a prepararse nada. La dependienta aparta un vestido para una clienta de confianza que está pasando penurias. En las noches de verano, una vecina baja con una botella de vino de su pueblo que le han regalado para una ocasión especial y la pone encima de la mesa de plástico entre las sillas de propaganda y los abanicos. Una jornalera carga una caja más por su compañera porque hoy tiene el día flojo. Una madre lleva de excursión a los hijos de todo su bloque para que las demás puedan descansar un día.

“Hay miles de espacios que solo las comadres rellenan, y es ahí en estos tiempos sin duelo donde las feministas de ahora tenemos que agarrarnos como a un clavo ardiendo. Comadre un lugar en el mundo, sin juicio y sin peleas, un sitio de paz entre tanta guerra”. Mar Gallego recuerda en su libro Como vaya yo y lo encuentre la historia de Antonia y Regli, que podrían haber vivido cualquiera de estas escenas que componen nuestro cotidiano. Esas prácticas por las que muchas veces hemos pasado sin prestar atención, pero cuya fuerza política hoy estamos empezando a vislumbrar y apreciar. “El comadreo es una forma de supervivencia ante el sistema patriarcal en el que vivimos”, reflexiona la teórica feminista Carmela Borrego Castellano, que acaba de publicar su libro Encarnando el territorio Feminismo(S) Andaluz(ES) en Kaotica editorial.

Más allá del sindicalismo: el comadreo

El comadreo son verdaderas prácticas de apoyo mutuo para las que no hace falta saber pronunciar ​​Kropotkin. Una cartografía de experiencias, subjetividades y aprendizajes que han sido infravaloradas y que hoy pueden tener la llave para revolucionar de qué modo entendemos hacer política, colectividad y sindicalismo. “Las mujeres que ahora mismo estamos en lucha somos mujeres lumpen, esas mujeres que ni la izquierda quería, nos dejábamos comprar unas veces por unos y otras veces por otros. Somos esas lumpens que se espabilaron, somos las que hoy en día estamos haciendo política sindicalista, políticas feministas y política social y me parece que somos las que estamos haciendo el movimiento más revolucionario que se está haciendo a nivel estatal”. María José Barrera habla desde su barrio sevillano, Amate. Acaba de volver de limpiar una de las casas, trabajo que realiza por las mañanas, y ahora toca la jornada de activismo. Lleva años en el activismo, desde el 15M, la marcha de la dignidad, y en 2017 fundó el Colectivo de Prostitutas de Sevilla —trabajo que ejerció durante más de 20 años— para la lucha por los derechos sociales de las trabajadoras sexuales. Ella sabe perfectamente la necesidad del comadreo para la acción política: “Nosotras no solamente necesitamos una organización sindical, nosotras necesitamos unas redes de apoyo entre hermanas”.

Esta declaración recuerda a las palabras que Audre Lorde expuso y dejó escritas en “Las herramientas del amo no pueden destrozar la casa del amo”, publicadas en uno de los libros que más comadreo intelectual y poético refleja, Este puente mi espalda: “Para las mujeres la necesidad y deseo de compartir la afectividad entre sí no es patológico sino un rescate, y es dentro de este conocimiento en el que nuestro poder verdadero se redescubre. Es esta conexión verdadera entre mujeres lo que teme tanto el mundo patriarcal”. Carmela Borrego Castellano pone el foco en que las prácticas y las necesidades de las mujeres pobres y precarias van más allá de lo que entendemos por sindicalismo clásico: “No a todo el mundo le sirve el sindicalismo porque no todo el mundo tiene los mismos ejes de opresión, las mismas posibilidades de transformación desde las dinámicas impuestas desde occidente. Muchas mujeres están organizadas sin que haya un estamento burocrático que las rija, simplemente por coordinación y opresión han hecho unas alianzas concretas que les ha permitido luchar contra el patronato. Las mujeres dentro de sus posibilidades siempre han tenido espacios de lucha y resistencia que son comadreos”.

La autora habla de la necesidad de darle una vuelta a lo que tenemos concebido como sindicato si se quiere acoger a todas las distintas situaciones de las mujeres y disidencias en precariedad: “Un sindicalismo feminista en vez de mirar a los sindicatos masculinizados tiene que empezar a crear dinámicas, poner en valor todas las experiencias de las mujeres que no se han podido sindicar a lo largo de la historia y que han creado estrategias colectivas para luchar contra el patriarcado capitalista y racista, tiene que ser de una forma que ponga los cuidados en el centro sin romantizar los cuidados”.

Esto es lo que se está intentando a la hora de construir Feminismos de los Sures, que pretende ser una plataforma de colectivos feministas para generar apoyo mutuo y alternativas a la situación de las mujeres precarias y pobres, desde ellas mismas. En esta plataforma se encuentran las Jornaleras de Huelva en Lucha, trabajadoras de los cuidados, el Colectivo de Prostitutas de Sevilla y otras trabajadoras precarias y empobrecidas. Mujeres que han salido de los sindicatos y del feminismo hegemónico por no sentirse representadas y sentir que se minusvaloran sus conocimientos. “De los feminismos hegemónicos nos hemos ido todas, hay que ser autocríticas y ver cómo nos organizamos, hay que desenredar antes de tejer”. Según el propio colectivo, su objetivo es construir un lenguaje común a través de dos maneras: “Una parte sindical para las precarias, donde vamos a formarnos para formar en derechos laborales. Y una parte social para los pobres para dar información, saber cuáles son sus derechos y poder señalar a la industria del rescate”, comenta Marijose.

La necesidad de trabajar conjuntamente en estas dos vertientes se debe a la gran variedad de casos y situaciones que viven las trabajadoras precarias y empobrecidas. Por un lado, “sindicalmente las precarias se tienen que organizar de una manera y las pobres de otras. Por ejemplo, las putas tenemos que luchar por derechos sociales reconocidos. Las jornaleras y las cuidadoras tienen que luchar para que se cumplan los derechos. La mitad de los casos tienen cosas reconocidas, pero no se las cumplen”, reflexiona Barrera. Desde el colectivo buscan poner en el centro todas las estrategias y saberes para conseguir una red de apoyo estable y mejoras en la dignidad de vida de las mujeres y disidencias precarizadas: “Creemos que sindicalmente lo vamos a conseguir todo, creemos que por los derechos sociales, políticas públicas, podemos cambiarlo todo; todo va de la mano y la acción está en la calle. Y eso es lo que le tenemos que mostrar a la gente, que nadie sobra”. Esta plataforma busca también dotar de una red de apoyo para aquellas mujeres en situación de pobreza o precariedad, poniendo a su disposición información, formación en torno a sus derechos, ya que creen que “la industria del rescate no te da la mano para que subas el primer escalón y vayas subiendo, sino para que tú te mantengas siempre con miedo a no subir la escalera”, continúa Barrera.

Revolución de las comadres
Foto: Antonia Avalos abrazando a una compañera en el comedor del Pumarejo (Salvador Del Valle)

Las mujeres que componen Feminismos de los Sures han puesto en el centro los aprendizajes de su cotidianidad, de comadreos cotidianos, junto a sus experiencias de ser silenciadas por sindicatos mayoritarios y feministas hegemónicas, la rabia de que su situación de empobrecimiento y precariedad laboral no cambie y se ponen manos a la obra para la acción. “Los feminismos de los sures no es solo porque estamos en el sur, sino porque en las luchas están los nortes y los sures, los sures son las precarias y las pobres, y en los nortes hay otras cosas y en todos los territorios hay eso. Tenemos que atravesarnos”, comentan desde la plataforma. Feminismos de los Sures tiene como objetivo utilizar todas las estrategias posibles para enfocarse en la dignidad de las mujeres precarias y pobres. Por ello, en el mes de junio realizarán una formación sindical junto al proyecto El Taller de Sevilla, abrirán un espacio para la atención y seguirán construyendo su red de apoyo. “Yo creo que el apoyo mutuo es lo que hace Antonia Avalos”, sentencia Barreras cuando hablamos sobre qué significa para ella ese término que tantas bocas y libros llena.

El sonido de las ollas contra el ruido de la gentrificación

La plaza del Pumarejo es el corazón del barrio de San Julián, en el casco histórico de Sevilla. Entre locales modernos, tabernas reformadas y ruidos de maletas aún queda un rastro de la vecindad que fue en los jóvenes bebiendo litros en los bancos, una señora que toma el sol sobre su tacataca y, sobre todo, en la casa del Pumarejo que preside el espacio. Frente a ella, los martes y los miércoles, si afinas el oído, puedes escuchar cómo el sonido de las cacerolas, las risas de las mujeres y la cumbia le hacen frente al ruido de la gentrificación y el capitalismo que devora la ciudad y a sus consecuencias de empobrecimiento y precariedad. “Desde que llegué me di cuenta de que era necesario un espacio así. Vine con una niña pequeña, vivía en una casa okupa, había mucho miedo y mucha soledad. Llegué a sentirme angustiada y sola de no tener a quien platicarle o a quien me protegiera, me compartiera la comida, me regalara un suéter, me invitara a su casa a comer. No entendía mucho los trámites burocráticos y quería tener una amiga que me acompañara. Desde el segundo día que llegue a España sabía que me hacían falta amistades amorosas, feministas y solidarias en mi vida”, comenta Antonia Avalos mientras no para de recibir a gente que quiere saludarla.

Así surgió el comedor de mujeres supervivientes en la casa del Pumarejo, un espacio emblemático de las luchas sociales en la ciudad de Sevilla, en 2013. Un espacio autogestionado vinculado a las necesidades de las mujeres en situación de precariedad, exclusión social y violencias patriarcales. “El comedor surge por el hambre y la precariedad. No teníamos para comer, no teníamos empleo, entonces juntamos un puñadito de lentejas y de aceite de arroz y el cocinar juntas y el reírnos juntas, pues sabíamos que nos hacíamos falta, pero que también que nos hacíamos bien, nos daba seguridad, y es un refugio: nuestras miradas, nuestros cuerpos, cocinar juntas, limpiar juntas”, prosigue Antonia.

Una señora mayor del barrio recoge unos muñecos vestidos de cofrades que llevan toda la Semana Santa en esta sala. Una chica limpia algunos platos de la mesa. Otra mujer explica cuáles son sus pasos favoritos de perreo. Este espacio supone uno de los mayores espacios de encuentro colectivo en la ciudad, para todo tipo de mujeres y disidencias. Un espacio abierto para debatir, compartir, ayudar y volver a hacer del barrio una comunidad. Especialmente es un punto de encuentro para las mujeres migrantes en Sevilla, ya que son ellas las que se encuentran al frente de este proyecto. Un lugar curativo donde poner sobre la mesa la herida colonial y racista que diariamente soportan sus cuerpos. “Es un refugio, de sentirte cálida, segura, protegida y feliz. Es verdad que todas las mujeres tenemos una herida patriarcal, pero las mujeres migrantes aparte por el tema del racismo y la violación constante de nuestros derechos humanos. Hay una herida migrante y la curamos con ternura, con un bailecito de cumbia, con cuidarnos y estar juntas”, comenta Avalos.

A pesar de que el comedor lleva casi 10 años siendo un ejemplo de práctica política y restaurativa para los individuos y lo colectivo, Antonia se queja de que no cuentan con ellas desde los movimientos sociales de la ciudad y las instituciones todo lo que deberían, y lo achaca al racismo: “Yo creo que no nos ven lo suficiente porque nos siguen viendo como las otras, siempre nos falta algo y creo que tiene que ver con que somos migrantes, siempre se duda de todos nuestros títulos, de nuestras capacidades intelectuales, de nuestras capacidades autogestivas, de nuestras capacidades de una lucha constante desde un feminismo del sur decolonial. Siempre se duda de que algo nos falta y de que no somos lo suficiente blancas, inteligentes”, sentencia Antonia, que percibe suspicacia hacia sus vidas y sus cuerpos. “No nos invitan a muchas cosas que se hacen en la ciudad sobre problemas urbanos, de desempleo, de justicia, de salud, de igualdad, de violencias, de inventar un mundo nuevo, de vivienda. Nosotras tenemos cosas que decir porque todas esas violencias atraviesan nuestras vidas y nuestros cuerpos y además porque estamos generando una inteligencia colectiva y formas de pensar y de sentir que deben ser escuchadas y que se pueden construir desde la alteridad. Somos autoras, tenemos publicaciones, cosas inteligentes e interesantes que compartir con las mujeres de aquí; creo que ahí hay un prejuicio racista que no está revisado, que dice que está en contra de todos los fascismos, pero en el día a día no se revisa su racismo”, prosigue. También cree que el propio movimiento feminista no pone en el centro prácticas como esta: “El 25N y el 8M son asambleas muy potentes, pero solo se articulan al rededor de esas fechas tan marcadas. Nosotras estamos todo el año, todos esos feminismos que tienen discursos tan potentes, pero en el día a día las que estamos somos las de abajo, las de a pie, resolviendo problemáticas y también pensando y repensando nuestras vidas el sistema, las injusticias y las soluciones a nuestra situación”.

Mujeres Supervivientes, además de ser una red de apoyo y un espacio de encuentro, es una entidad que genera pensamiento colectivo, intelectual y situado. Actualmente, se encuentra participando en dos estudios, el primero sobre cómo impactan las carencias y deficiencias del sistema en las vidas de las mujeres migrantes, que hacen que se vean sometidas a mayor explotación, precariedad e ilegalidad. El otro versa sobre la huella migrante, una cartografía de las subjetividades de las mujeres migrantes y de cómo el proceso migratorio afecta en la construcción de nuevas identidades. El apoyo mutuo y el comadreo están dentro de todas las prácticas que se llevan a cabo dentro de Mujeres Supervivientes porque, como recuerda Antonia Avalos, “yo pienso que es ese amor profundo a la vida que no tiene que ver con el amor cursi, sino con ese amar desde el corazón, desde las entrañas desde partir el pedazo de pan y compartirlo con tu hermana, igual la ropa, o si alguien es desahuciado estar pendiente a ver dónde se puede acomodar, ayudar a hacer un CV y que te ayuden a ti también a resolver cosas que tienen que ver con el empadronamiento, eso son acciones que tienen que ver con la vida cotidiana”. Para ella, generar política “tiene que ver con lo que me genera el otro, la otra, su cuerpo, su ternura, la energía que irradia la fuerza para menear las cazuelas en los fogones”.

Mujeres Supervivientes y Feminismos de los Sures son puntos de una cartografía de prácticas que se están llevando a cabo de distintas formas en toda Andalucía, como La Medusa en Málaga o La Asociación Kampito en Granada. Unas experiencias que ponen el comadreo en el centro para la subversión política desde distintos lugares: lucha antigentrificación, sindicalismo, salud mental, ruralidad o flamenco, como es el caso del colectivo Las Asarvahás (Sevilla) que saben definir con esta bulería compuesta colectivamente lo que es el apoyo mutuo mejor que los pensadores rusos: “Ay vente prima, vente pacá / Ay vente prima, vente pacá / Que si estamo toas juntitas / Ni un pucherito nos va a faltá / Que ni un pucherito nos va a faltá”.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/feminismos/la-revolucion-de-las-comadres


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lunes, 23 de mayo de 2022

Diez voces de pensadoras y luchadoras antirracistas

Las investigadoras Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar conversan con una decena de mujeres que toman partido en el mundo académico y el activismo.

Existe un vínculo entre las diez mujeres entrevistadas en Feminismes revolucionaris, editado en marzo, en lengua catalana, por Sembra Llibres: el compromiso crítico y perdurable con el materialismo histórico. Con este punto de partida -los feminismos negros, indígenas, postcoloniales y marxistas, antirracistas y anticapitalistas-, las investigadoras Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar conversan con una decena de mujeres que toman partido en el mundo académico y el activismo.

Tres ejes atraviesan el volumen de Sembra Llibres, de 358 páginas: diáspora, migración e Imperio; una segunda parte sobre el colonialismo, el capitalismo y la resistencia; y por último, el feminismo abolicionista de las prisiones. Pero también en la introducción del libro se hace referencia al contexto actual de emergencia climática.

“Sólo el 10% de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones globales. Las jerarquías de clase y de raza de la crisis climática son innegables, así como las desigualdades entre los países del Norte y del Sur, o lo que la geógrafa feminista Doreen Massey ha identificado como ‘geografías del poder’ de la globalización”, subrayan Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar.

Una de las entrevistadas es la investigadora, profesora de Sociología y Estudios de Género, ensayista y fotógrafa británica Vron Ware, cuyo último título publicado –febrero de 2022- es Retorn of a native. Learning from the land. En Military Migrants: fighting for YOUR country (2012), trató la relación entre racismo y militarismo; otra fuente de interés son sus columnas –“Up in arms”- sobre militarización en la publicación independiente openDemocracy.

Una de las reflexiones compartidas por Vron Ware en el libro de Sembra es la vinculación entre las nuevas tecnologías y la historia de las reivindicaciones populares en Reino Unido: “Una de las cosas que la tecnología ha cambiado es que ahora puedes elegir los hechos del pasado que casen mejor con tu argumento o con tu causa, porque es mucho más fácil encontrar información rápidamente. Sin embargo hay un déficit real respecto a pensar históricamente. Es como si hubiera una falta de conocimiento a pesar de la facilidad para encontrarlo en línea”.

Otra de las protagonistas es la profesora y activista Silvia Federici, nacida en la ciudad italiana de Parma (1942), y a quien puede vincularse a la tradición marxista, feminista, radical y autonomista. Es autora de numerosas obras influyentes, por ejemplo Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria (2004); y Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (2013).

Su formación política e intelectual comenzó durante la Segunda Guerra Mundial: “La cultura del fascismo era completamente misógina”. Muy pronto Silvia Federici empezó a desconfiar del Estado. En los años 70 del siglo XX cofundó la International Feminist Collective y fue organizadora de la International Wages for Housework Campaign.

Sobre los recientes textos académicos relacionados con la reproducción social, y las actividades que se desarrollan fuera del hogar (por ejemplo hospitales o escuelas), la autora de El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo (2018), explica: “Son útiles. (Se) amplía el concepto de trabajo reproductivo y demuestra que ya no es sólo trabajo doméstico. De hecho nunca lo ha sido (…). El problema es que también hay una tendencia a olvidar el trabajo que se lleva a término en casa, y ahora toda la atención se dedica a la reproducción comercializada”.

Profesora en la Universidad de California, sindicalista y activista contra el racismo, Angela Y. Davis (Birmingham, Alabama, 1944) ha publicado libros sobre raza, clase y género, como Women, Race and Class (1981), y otros como Abolition Democracy (2005) o Are prisons obsolete? (2011). Marxista afrodescendiente, Angela Y. Davis estuvo afiliada al Partido Comunista de los  Estados Unidos desde 1968, fue perseguida por el FBI y estuvo más de un año encarcelada (después de una campaña de solidaridad internacional –“Free Angela”-, fue declarada inocente y absuelta en 1972). Asimismo ha luchado por la abolición de las cárceles.

“La gran cantidad de presos políticos, desde el líder indígena Leonard Peltier hasta Mumia Abu-Jamal y otras personas asociadas al partido de las Panteras Negras –la mayoría negros, algunos de ellos han estado entre rejas durante más de 50 años- ponen de manifiesto la continua racialización de la ley estadounidense”, expone en Feminismes revolucionaris.

Otro testimonio recabado es el de Himani Bannerjy (Sylhet, Bangladés, 1942), profesora de Sociología en Canadá y fundadora de la Escuela de Estudios de la Mujer en la Universidad de Jadavpur (Calcuta). Ha investigado sobre la constitución de las clases sociales y el patriarcado en la India colonial y, respecto a Canadá, desde un punto de vista antirracista, feminista y marxista.

“Frantz Fanon, Aimé Césaire, Chinua Achebe, Ngugi wa Thiong’o y C.L.R. James, entre otros, me ayudaron a poner nombre a las experiencias que yo y más gente vivíamos”, explica; se trataba de vivencias del “proceso de racialización, que es intrínseco al colonialismo capitalista. Hablaban de las consecuencias emocionales y psicológicas de la esclavitud”, recuerda la autora de Investing Subjects: Studies in Hegemony, Patriarchy and Colonialism (2002).

Entre la investigación académica y el activismo se sitúan también las autoras del libro de Sembra. Rafeef Ziadah es profesora de Política del Oriente Medio en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres, poeta y ha participado en campañas de solidaridad con Palestina. Brenna Bhandar es lectora de Derecho y Teoría Crítica en la mencionada Escuela y autora de Colonial Lives of Property (2018).

El texto concluye con un epílogo de la profesora de Etnia, Raza y Migración en la Universidad de Yale, Lisa Lowe, que destaca de las 10 pensadoras entrevistadas: “Nos recuerdan cómo podemos alterar el presente restaurando nuestra relación con la larga historia de los feminismos antirracistas y anticoloniales revolucionarios: la de Fannie Lou Hammer, Claudia Jones y Audre Lorde; el Combahee River; la Alianza de las Mujeres del Tercer Mundo; o las mujeres que lideraron la resistencia Kanehsata:ke durante la crisis de Oka de 1990, en Canadá”.









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