RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 28 de octubre de 2020

Masculinidad & Ultraderecha: La ultraderecha y la “masculinidad criminal”


Fuentes: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com

Si la ultraderecha llama al Gobierno «criminal» por su pasividad ante la pandemia y sus muertes, debe entenderse que la masculinidad pasiva y negacionista de la violencia de género es «criminal» por su inacción ante los asesinatos de mujeres..


El razonamiento es sencillo, si la misma ultraderecha que niega la violencia de género y habla de violencia intrafamiliar, llama al Gobierno de la nación “Gobierno criminal” bajo el argumento de no haber hecho lo suficiente para evitar las muertes por la pandemia, la pasividad e inacción de tantos hombres ante la realidad social de la violencia de género, incluso intentando encerrarla en espacios definidos, como la familia o lo doméstico para que no se pueda ver con sus características propias, debe llevar a concluir que es consecuencia de una “masculinidad criminal”.

Las mismas voces que hoy acuden a ETA y sus “herederos” recordando los terribles atentados y sus 864 muertes a lo largo de 40 años, niegan la violencia de género que sólo en las relaciones de pareja y en 17 años ha asesinado a 1070 mujeres. Y mientras que la violencia terrorista se percibe con la gravedad que corresponde y el rechazo social es generalizado,  ante la violencia de género la sociedad se muestra distante y pasiva, hasta el punto de que sólo un 1-3% de su población considera que se trata de un problema grave (Barómetros del CIS).

Siempre hemos hablado de la “complicidad” de quienes han callado y mirado hacia otro lado ante la violencia de género, pero la responsabilidad de los hombres que se protegen en la distancia y en la invisibilidad para no hacer nada es mayor en el momento actual, y lo es por tres razones esenciales: Por un lado, porque mantienen la pasividad necesaria para que otros sigan actuando de forma violenta; por otro, porque se está produciendo una reacción contra las iniciativas a favor de la Igualdad y la erradicación de la violencia de género que se beneficia de esa inacción; y en tercer lugar, porque los ataques contra esas iniciativas se hace en nombre de los hombres, es decir, presentándolas como un ataque a “todos los hombres” y mandando el mensaje de que con ellas se criminaliza a los hombres. 

Ante estas circunstancias la responsabilidad de los hombres es mayor, no sólo porque la neutralidad no existe, sino porque, como hemos indicado, desde las posiciones machistas utilizan a todos los hombres para defender y proponer sus medidas particulares, que perpetúan el modelo de injusticia que otorga “privilegios criminales” a los hombres, puesto que esos privilegios están construidos sobre un modelo de sociedad levantado sobre una desigualdad que limita los derechos de las mujeres, y se sustenta sobre una violencia contra ellas que actúa como realidad o como amenaza.

Los hombres no podemos quedarnos al margen de esta situación que nos convoca doblemente: por coherencia ciudadana y democrática, y por alusiones directas, puesto que el machismo utiliza el argumento falaz de que la Igualdad y las medidas contra la violencia de género van contra todos los hombres.

Si no nos desmarcamos de esos planteamientos estaremos dándole validez con nuestra asunción, y es algo que no sólo no debemos permitir, sino que debemos evitar de manera activa.

El conocimiento que hoy tenemos sobre la violencia de género, sus características, raíces, sus terribles consecuencias… y la constatación de que se trata de una conducta defendida y amparada por el machismo y los machistas, hasta el punto de intentar impedir cualquier iniciativa directa dirigida a su erradicación, como vemos en el discurso de la ultraderecha, exige el compromiso de los hombres, de todos, y su responsabilidad en cualquier circunstancia.

Porque hoy la responsabilidad exigible a los hombres es doble: lo es por acción, cuando las conductas actúen contra las normas de convivencia que nos hemos dado; y lo es por omisión, cuando no se actúe contra esa “masculinidad criminal” que deja que la realidad siga caracterizada por la injusticia social de la desigualdad y su violencia de género.


Fuente: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2020/10/22/la-ultraderecha-y-la-masculinidad-criminal/



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La violencia prohibicionista contra las mujeres


Fuentes: Rebelión

Día a día somos testigos de noticias referentes a mujeres asociadas a delitos relacionados con drogas. Bajo estos delitos, se encuentra una problemática de grandes proporciones, marcada por los estigmas y las brechas ocasionadas por el impacto de la desigualdad de género y machismo que se reproduce en el mundo de las drogas, en la cual las políticas antidrogas no hacen más que perpetuar una realidad donde las mujeres son las más perjudicadas.

Según el documento “Mujeres, políticas de drogas y encarcelamiento”, elaborado por la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) y el Consorcio Internacional sobre Políticas de Drogas (IDPC), el número de mujeres encarceladas ha aumentado entre el 2000 y el 2015 un 51, 6%, mientras que en los hombres ha aumentado un 20% (1).  

Con respecto a mujeres encarceladas por delitos relacionados con drogas, las cifras son alarmantes en países como Costa Rica (75,46%), Argentina (65%), Brasil (60,63%), Perú (60,6%) y Chile (57,2%), lo que evidencia cómo la violencia patriarcal se reproduce también dentro del sistema penitenciario. 

Una violencia patriarcal con respecto a las drogas, que comenzó  con el período prohibicionista, al comienzo del siglo XX en Estados Unidos, a través de políticas punitivas sobre distintas sustancias desde los diferentes Estados, las cuales sirvieron para estigmatizar y perseguir a distintos grupos de personas. Uno de esos grupos fue el de las mujeres, las cuales al ser inferiorizadas históricamente, han tenido que sufrir la violencia policial y de organizaciones criminales, quienes han usado la amenaza y el terror como medios para imponerse al otro.

Es por ello que las mujeres han pasado a ser un botín de guerra o una propiedad para grandes carteles de drogas, en donde sus líderes han buscado mostrar su hombría a través del uso de los cuerpos de las mujeres como recurso disponible.

Asimismo, las mujeres han sido puestas por esas mismas organizaciones criminales, en roles inferiores (como el de transporte de drogas), exponiéndolas a riesgos y consecuencias dramáticas, que van desde el abuso, violación, encarcelamiento y la propia muerte.

En consecuencia, la llamada guerra contra las drogas, ha generado que millones de mujeres sean víctimas de un proceso de disputa por el control territorial, entre grandes traficantes y brigadas antinarcóticos, que al centrarse en las drogas, han descuidado completamente la vida de las mujeres.

Por otra parte, las mujeres consumidoras de drogas, han tenido que soportar grandes estigmas. La idea machista de que las mujeres por naturaleza no debieran asumir riesgos y que son los hombres por tanto quienes debieran hacerlo, ha hecho que las consumidoras sean mucho más castigadas, discriminadas y aisladas de la sociedad.

Es por eso, que en el momento de buscar tratamiento por uso problemático de drogas, las mujeres sientan más culpa y vergüenza que los hombres, ante el rol reproductivo y doméstico que se las ha impuesto por siglos, en donde el ser madres y serviles al hombre se volvió una obligación. 

No es casualidad por tanto, que las mujeres tiendan a consumir más drogas legales que ilegales, ya que se presupone, desde el discurso patriarcal, que las mujeres son por esencia más obedientes y menos rebeldes.

Por todo lo señalado, la violencia prohibicionista existente, de más de 100 años de historia, se traduce en una violencia encubierta contra las mujeres. 

(1) Descarga el informe: https://www.oas.org/es/cim/docs/womendrugsincarceration-es.pdf

Andrés Kogan Valderrama. Sociólogo. Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable. Magíster en Comunicación y Cultura ContemporáneaDoctorando en Estudios Sociales de América Latina. Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social. Director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org.



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jueves, 22 de octubre de 2020

¿Dónde está el estímulo económico para las mujeres en esta crisis mundial?




La pandemia ha sido especialmente devastadora para las mujeres y, si no se toman medidas pronto, se perderán los avances logrados en los últimos veinticinco años hacia la igualdad de género

Solo uno de cada ocho países cuenta con medidas para proteger a las mujeres contra los impactos socioeconómicos del virus. Esto es irónico, porque aplicar una lente de género al estímulo no solo sería bueno para la igualdad de derechos. También haría que la recuperación económica fuera más rápida y fuerte para todos.

La pandemia ha sido especialmente devastadora para las mujeres y, si no se toman medidas pronto, se perderán los avances logrados en los últimos veinticinco años hacia la igualdad de género. Esta es la aleccionadora conclusión a la que llegaron las "Evaluaciones Rápidas de Género" realizadas recientemente por ONU Mujeres y sus socios institucionales en todo el mundo. Lamentablemente, era de esperar mucho de esto. Esta crisis ha afectado simultáneamente a las mujeres en las tres áreas donde las inequidades de género son más severas y persistentes: ingresos, salud y seguridad. Los sectores y empleos feminizados, desde el trabajo de hostelería y cuidados hasta el trabajo informal y a tiempo parcial, se han visto gravemente afectados. El gasto público en servicios ginecológicos y reproductivos está siendo desplazado o retrasado por la lucha contra el virus. Y la violencia contra las mujeres ha aumentado exponencialmente en medio de los encierros.

Los gobiernos han respondido a los efectos económicos del COVID-19 con estímulos fiscales y monetarios. Su respuesta ha sido rápida y masiva: más de diez billones de dólares y contando. Tenía que ser. Pero esa respuesta ha ignorado en gran medida las necesidades de las mujeres. Solo uno de cada ocho países cuenta con medidas para proteger a las mujeres contra los impactos socioeconómicos del virus. Esto es irónico, porque aplicar una lente de género al estímulo no solo sería bueno para la igualdad de derechos. También haría que la recuperación económica fuera más rápida y fuerte para todos.

Afortunadamente, no es demasiado tarde para aprovechar las sinergias entre reiniciar el crecimiento económico y avanzar en la igualdad de género. La semana que viene, los ministros de finanzas y los banqueros centrales del mundo asistirán, esta vez de manera virtual, a las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial. La realidad les está enviando un mensaje: los esfuerzos actuales y futuros para reactivar la economía, ya sea fiscal, monetaria, legal o regulatoria, pueden y deben decidirse teniendo en cuenta a las mujeres y en la sala. 

¿Qué se necesita hacer exactamente? A corto plazo, los estímulos fiscales, ya sean moratorias fiscales, transferencias de efectivo o préstamos blandos, deben dar prioridad a los sectores en los que las mujeres están sobrerrepresentadas, especialmente el trabajo de cuidados. Lo mismo ocurre con el tamaño de las empresas, sabiendo que las mujeres dominan el segmento de las micro y pequeñas empresas. Por el lado de los gastos, la prestación de servicios reproductivos y ginecológicos debe restablecerse sin demora. Si bien no es un gasto tan grande como tratar a los pacientes con COVID19, es igualmente crucial. Y, a pesar de toda la atención prestada a los ingresos y gastos, el financiamiento de los déficits fiscales también podría ser una forma importante de fomentar la igualdad de género: en los próximos años, los gobiernos se esforzarán por refinanciar la enorme deuda que acumularon durante la pandemia. Entonces será el momento de emitir "bonos de género", como una señal de compromiso con los derechos de las mujeres y como una forma de aprovechar la cohorte de administradores de activos interesados ​​en inversiones que promuevan causas ambientales, sociales y de gobernabilidad.

La agenda de políticas para la recuperación a medio plazo también necesita atención. Esta crisis es una oportunidad para avanzar en reformas pendientes desde hace mucho tiempo. Destacan cinco. Primero, ajustar las reglas de contratación pública a las necesidades y capacidades de las empresas dirigidas por mujeres. En segundo lugar, cerrar la brecha digital entre mujeres y hombres, a medida que más trabajos se muevan en línea. En tercer lugar, hacer que el cuidado infantil y la educación de la primera infancia sean asequibles para todos. Cuarto, garantizar que los sistemas y datos estadísticos estén al servicio de las mujeres. Y quinto, el flagelo de la violencia de género debe acabar de una vez por todas.

Naturalmente, ya sea a corto o medio plazo, la elección de políticas depende de los contextos nacionales. El punto de partida de un país es importante. Lo que parece factible en un lugar puede resultar imposible en otro. La política y la capacidad institucional juegan un papel importante. Para ayudar a los gobiernos a adaptar sus respuestas a las realidades locales, ONU Mujeres ha lanzado un conjunto de indicadores cuantitativos, regulatorios y de políticas para evaluar los efectos de género de los estímulos económicos. Estos indicadores, que cubren una variedad de temas, desde los medios de vida y la protección social hasta la vivienda y la banca central, constituyen una herramienta poderosa para orientar las decisiones. Varios países ya lo están utilizando. La esperanza es que, pronto, todos lo harán.

Es hora de que no solo los gobiernos, sino las instituciones internacionales, tomen acciones decisivas a favor de las mujeres, antes de que se pierdan los avances logrados en las últimas décadas.

 

Anita Bahtia es directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres

FUENTE: https://www.kamchatka.es/es/donde-esta-estimulo-economico-mujeres-crisis-mundial

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martes, 20 de octubre de 2020

Memoria social y violencia machista. Entrevista a a Luz Maceira Ochoa. «Se trata de cómo nos queremos recordar, de cómo queremos que crezca la siguiente generación»


Fuentes: La marea

Entrevista a Luz Maceira Ochoa, co-coordinadora del Grupo regional de América Latina de la Memory Studies Association e integrante del Grupo de Trabajo sobre Género y Memoria del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Todo lo que recordamos, pero también lo que olvidamos, forma parte de la memoria social. Lo explica Luz Maceira Ochoa al otro lado del teléfono desde Santiago de Chile. Allí ha colaborado en el área de Memoria y Feminismo del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos del país. Antes, trabajó y colaboró con organizaciones civiles, instancias gubernamentales e instituciones académicas de Guadalajara, México y el País Vasco. Ahora es co-coordinadora del Grupo regional de América Latina de la Memory Studies Association e integrante del Grupo de Trabajo sobre Género y Memoria del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Este jueves participa junto a varias expertas en unas jornadas sobre la memoria de mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia machista que Mugarik Gabe organiza en Bilbao.

¿Qué son los procesos de memoria social?

Son procesos que ayudan a que la sociedad tenga una idea de continuidad. Y digo idea porque la memoria no es lo que hace que haya una continuidad pero sí ofrece una idea de permanencia a lo largo del tiempo: permite ver en qué hemos cambiado, en qué hemos mejorado o trasladar que siempre hemos sido así. Por ejemplo, hace algunas décadas, cuando se comenzó a formar la Unión Europea y se quería consolidar la idea de que somos europeas y europeos y siempre lo hemos sido, se empezó a invertir mucho dinero en excavaciones de ruinas romanas, en museos arqueológicos. A través de ese pasado, de unos hechos históricos, se quería decir algo como que siempre hemos compartido una identidad común.

¿Qué relación tienen con la violencia?

Hay momento en que las sociedades priorizan ciertas formas de memoria y ciertos recuerdos. Lo que ha pasado en los últimos años en el Estado español con el Franquismo, el Valle de los Caídos, los nombres de las calles… esas luchas por la memoria tienen que ver con que estamos considerando qué es lo que vale la pena consolidar, cuáles son nuestros referentes. Nos preguntamos: ¿quién va a estar allí como seña de identidad? ¿Qué cosas hizo? ¿Qué valores representa?

En Chile, hasta que no hubo un informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, nadie había reconocido oficialmente que había habido violaciones de los derechos humanos. El informe hace que tengamos elementos para asegurar que sucedió y, en este caso, que no queremos que se repita nunca más. Evidencia que hay gente que merece un proceso de reparación y que tenemos que mirarnos al espejo como sociedad para pensar qué hacemos con este pasado. Cómo lo elaboramos, cómo lo procesamos y cómo hacemos algo mejor de nosotros mismos a partir de unos hechos que no queremos que se repitan.

Respecto a las cuestiones de género, hubo varios años en los que el foco estuvo en reconocer a las víctimas. Yo creo que es muy importante pero las mujeres dijeron que ya basta de recordarnos solamente como víctimas. Sí, somos víctimas, pero también hemos sido agentes.

Ha ocurrido lo mismo con la comunidad afrodescendiente. Han sido esclavos, explotados, violados… pero no solo: también tuvieron grupos de resistencia. Se trata de cómo nos queremos recordar, cómo queremos que crezca la siguiente generación; con qué significados y qué valores.

¿Qué debe garantizar un proceso de reparación en términos de violencia machista?

Depende mucho del contexto social y cultural. En términos generales, cuando se habla de procesos de memoria y de reconciliación, se habla de reparaciones materiales y de reparaciones simbólicas. Las primeras tienen que ver con que la víctima tenga acceso a oportunidades que tengan que ver con el apoyo mental, socioeconómico o educativo para que puedan rehacer su vida. Siempre se dice que el daño no es reparable, pero, ¿qué podemos hacer para que esta persona tenga las mejores condiciones para poder seguir adelante? De eso se trata.

La reparación simbólica se refiere a recuperar la dignidad y reconocer los elementos de discriminación que la han llevado a esa situación. En estos procesos se usa mucho la palabra dignificar. A mí me cuesta porque yo creo que las personas somos dignas siempre y que nadie te dignifica. Esta reparación también tiene que ver con que la sociedad tenga espacios de duelo en los que pueda elaborar ese sufrimiento: para honrar a las víctimas, procesar lo que pasó y posicionarse conjuntamente.

Un ejemplo es que lo que ocurrió tras la masacre en la Escuela Politécnica de Montreal en 1989. Un alumno pidió a los alumnos varones y al profesor que salieran de una clase y asesinó a varias alumnas. Después se suicidó y en la nota explicó que lo hacía porque eran mujeres, feministas y no deberían estar ahí. A raíz de lo ocurrido, la Universidad y las familias habilitaron un espacio; un lugar al que ir a llorar las vidas de estas mujeres. Un espacio de duelo desde el que ahora dan comienzo muchas manifestaciones contra la violencia de género. Además, se implementaron medidas de prohibición de venta y control de armas y acciones para que cada vez más mujeres entraran en carreras científicas y de ingeniería. Se trata de prevenir que algo así vuelva a suceder. Para eso, tiene que haber políticas acordes.

Otros casos que conozco no han tenido derivas tan grandes, pero se trata de posicionarse. Normalmente, las reparaciones suelen consistir en que el Estado pida disculpas.

¿Cómo valoras la sentencia que condena al Ministerio de Interior y responsabiliza al Estado por el feminicidio de una mujer en Sevilla, que hemos conocido recientemente? ¿Se trata de un mecanismo de reparación?

Es un gran logro, aunque vamos muy despacio. Eso sí, cada vez estamos construyendo más soportes para que este tipo de sentencias sean cada vez más frecuentes y tengan más patas. Ahora es una sentencia, pero más adelante puede venir una sentencia que a la vez establezca medidas de acción.

En Chile, hubo un centro de tortura en el que se cometía, específicamente, violencia sexual contra mujeres. Desde hace unos cuatro años, hay un agrupación de mujeres sobrevivientes que pasaron por aquel centro y que están organizadas y luchando no solo por recuperar ese sitio como lugar de memoria, por ejemplo, con una placa, sino que se reconozca lo que allí ocurrió y sirva como punto de referencia para reconocer que, de todas las torturas que hubo, se dio una violencia sexual dirigida contra las mujeres. Que se reconozca así el sesgo de género de la violencia política y el terrorismo de Estado y que se avance en la lucha contra todos los tipos de violencia de género.

Para mí es un ejemplo muy lindo porque significa que estamos empezando a hacer memoria de nuestros avances.

¿Crees que la denominación de víctima tiene connotaciones negativas para las mujeres que han sobrevivido a algún tipo de violencia machista?

Yo defiendo la idea de hablar de víctima por distintas razones. La primera y la fundamental es jurídica. En términos de leyes, las que tienen derecho a reparación son las víctimas. Las leyes son para reparar a las víctimas de los agravios que han sufrido. Es importante reconocerse víctima de una agresión para poder denunciarla y desde ahí pode tener acceso a una reparación.

Durante un tiempo, yo solo vi la noción de víctima desde el ángulo feminista, pero me gusta problematizarla desde otro lugar, justamente para dejar claro que ser víctima es un estado temporal, pero no es una identidad ni una esencia ni un rol. Sobre todo, no es el único rol o el único lugar desde el que esa persona se mueve.

Está muy instalado que la víctima se queda víctima para toda la vida. Que nunca va a poder levantarse y organizarse. Pero las mujeres han demostrado que haber sufrido violencia no invalida la capacidad de resistencia, de organización o de movilización. Fuiste víctima en un momento, pero no es algo eterno.

Fuente: https://www.lamarea.com/2020/10/20/memoria-social-y-violencia-machista-se-trata-de-como-nos-queremos-recordar-de-como-queremos-que-crezca-la-siguiente-generacion/



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El fuego consume el 26,6% de áreas protegidas en Bolivia

De acuerdo al reporte de la ABT, las llamas han causado daños a la naturaleza en Santa Cruz, Beni y La Paz




El fuego continúa arrasando los bosques en el país. De acuerdo al último reporte de la Autoridad de Bosques y Tierra (ABT), entre el 12 y el 18 de octubre se registraron 4.436 focos de calor en áreas protegidas, equivalente al 26,6% de quemas protagonizadas en ese periodo.

El informe indica que, hasta este domingo 18 de octubre, existían 16.675 focos de calor con un promedio diario de 2.382 eventos, mayor que el registro de 2019, que fue de 1.582 focos por día.

Entre las reservas afectadas se encuentran Copaibo, Río Blanco y Negro, Noel Kempff Mercado, Isiboro Sécure, Humedales del norte, Iñao, Aguaragüe, Parabanó, Madidi, entre otros.

Entre tanto, los municipios que luchan por intentar controlar el fuego son San Ignacio, Concepción, Urubichá, Ascensión de Guarayos, El Puente, San Javier y San Matías, todos en el departamento de Santa Cruz.

Mientras que, en el departamento de Beni, los focos de calor se han concentrado en Baures, Exaltación, San Javier y Santa Ana, además del municipio paceño de Ixiamas.

La ABT agrega que más de 8.160 focos de calor (49%) se encuentran en áreas sin cobertura. Se trata de lugares cuya vocación de uso de la tierra está destinada a la producción agropecuaria. Un poco más de 8.515 focos de calor (51%) se localizaron en áreas con bosques y matorrales.

Según la ABT, hasta la fecha se ha abierto 600 procesos administrativos contra la gente que provoca fuego. De estos, 277 procesos corresponden a Santa Cruz. Además, se han iniciado 30 procesos penales a chaqueadores del departamento de Santa Cruz y a una persona en Beni.



https://eldeber.com.bo/pais/el-fuego-consume-el-266-de-areas-protegidas-en-bolivia_205244?fbclid=IwAR34BVMIP8awOnWgp-wPTu4KhZ_nFyMt9gz_tbV2Zai6J0_AKf2Fq3YqVDo


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