RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

domingo, 30 de septiembre de 2018

Chile: una ola violeta contra el conservadurismo


El nuevo movimiento feminista en Chile

El «mayo feminista» se instaló con fuerza en las calles e instituciones educativas de Chile y las tiñó de violeta. Durante ese mes, miles de mujeres salieron a las calles para expresar su rechazo al patriarcado y a la violencia de género. Este movimiento feminista estudiantil, que se vislumbra como una nueva ola del movimiento feminista en el país, resituó el lugar del cuerpo como espacio de ejercicio de la autonomía. Se trata de un movimiento que revela una transformación sociopolítica y cultural que pone de relieve la desigualdad entre los sexos, las relaciones interpersonales, el espacio privado y la sexualidad.


Chile: una ola violeta contra el conservadurismo  / El nuevo movimiento feminista en Chile
Hace ya siete años, el comienzo del primer gobierno de Sebastián Piñera dio lugar a importantes movilizaciones a lo largo y ancho del territorio chileno. En 2018, al iniciarse un nuevo mandato de este influyente personaje de la derecha chilena, era de esperar que surgiera una nueva ola de protestas. Y así fue. Aunque, esta vez, las coloridas marchas estudiantiles de 2011 se transmutaron en una ola violeta y feminista. Los reclamos contra la mercantilización del derecho a la educación, que endeuda a los estudiantes y permite a las instituciones lucrar inescrupulosamente, siguen estando presentes, pero esta vez la activación política estudiantil se fundió con la fuerza y la potencia de las mujeres que se levantaron contra el acoso en las distintas escuelas y exigieron la construcción de una educación no sexista. Así es como este movimiento se configuró a partir de demandas que exigían una educación inclusiva y la necesidad de generar protocolos contra el acoso en todas sus formas.
Las masivas marchas estudiantiles se volvieron feministas, y ya no solo circularon las clásicas federaciones politizadas de las principales universidades del país –como la Universidad de Santiago, la Universidad Técnica Metropolitana o la Universidad de Chile– sino que también se sumaron estudiantes de universidades más conservadoras como aquellas del Opus Dei o de los Legionarios de Cristo, que años atrás protestaban contra la legalización del aborto o el uso de la píldora de interrupción del embarazo. Ya no solo salieron a las calles los estudiantes de izquierda sensibilizados con la demanda por la universidad pública y gratuita, sino también aquellos que querían tener salones de clases libres de acoso y de violencia.
Las marchas que en 2011 nos deslumbraban con su creatividad y nuevas formas de acción colectiva como el flash mob y las performances –donde los estudiantes creaban besatones por la educación, bailes por la educación o corridas por la educación– ahora demostraron que también podían usar el cuerpo y despojarlo de su carácter objetualizado, pasando a ser un arma de lucha. Las mujeres se pusieron capuchas en las cabezas, se descubrieron sus pechos y escribieron sobre su cuerpo como si fuera un lienzo más. Las instalaciones dejaron de ser simplemente llamativas y estéticas, y, por el contrario, buscaron incomodar y cuestionar a los transeúntes. Tal vez la más polémica entre todas fue aquella que condensa en sí tanto el anclaje histórico como la resignificación del cuerpo: varias mujeres mostraron sus nalgas, con colas de caballo y posturas de animal. Con ello no solo buscaron denunciar la exigencia que la sociedad mercantil hace sobre los cuerpos femeninos como objetos sexys y sensuales (o incluso sexuales) –expresada precisamente en la «cola Reef»–; también parafrasearon al colectivo «las Yeguas del Apocalipsis» de Lemebel y Casas, que a finales de los ochenta intervenía disruptivamente los espacios públicos. Ambos elementos contribuyeron a generar la irritación y el escándalo en una ciudadanía poco dispuesta a ver mujeres luchadoras y críticas frente al sistema.
En las universidades se formaron asambleas feministas que buscaron literalmente sacar los trapos sucios a la calle. De esta forma, levantaron información a partir de las mismas asambleas –feministas y estudiantiles– y también a partir de las redes sociales, donde recopilaron relatos de acoso de profesores y malas prácticas machistas. Así es como, en muchas universidades se denunciaron a varios profesores y directivos. Muchos de ellos fueron expuestos, con nombre y apellido, con carteles a las entradas o en los patios de sus casas de estudio para que todos estuvieran al tanto.
El caso más emblemático de esas prácticas que se instalaron en las universidades, fue aquella de la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica (PUC), que se ha caracterizado históricamente por su conservadurismo y por la figura de Jaime Guzmán, ideólogo de la dictadura chilena y fundador del gremialismo en Chile. Nada de eso fue óbice para que las estudiantes tomaran por varios días la Casa Central y publicaran un texto en un periódico universitario reproduciendo las frases de machistas –e incluso perversas– de algunos de sus profesores: «Señorita qué hace con ese escote, ¿usted vino a dar una prueba oral o a que la ordeñen?»; «señorita, hágame un favor y mejor agarre los 4 millones de la carrera y váyase al mall»; o «cuándo el hombre ve a una mujer y siente ganas de violarla, no es más que un desorden de sus inclinaciones naturales». Dando muestra de la masividad y la unidad del reclamo, el artículo fue firmado por nada menos que por 127 estudiantes. Los días de toma fueron respondidos incluso con «contramovilizaciones» que rechazaron el paro en la Facultad. Lo cual da muestra de la magnitud del conflicto interno que estas acciones dejaron al descubierto. A esas alturas, el movimiento ya sumaba cerca de 29 instituciones en algún tipo de movilización.
Uno de los elementos destacables de este movimiento es que tiene un fuerte anclaje histórico. Por un lado, existe en él una explícita reivindicación del movimiento feminista de los años ochenta que destaca el legado de las mujeres que lucharon en dictadura y recuerda a aquellas que fueron violadas y torturadas por el régimen de Pinochet. Así se pudo ver durante las conmemoraciones del último 11 de septiembre, en varias de las instalaciones realizadas en diversas universidades. Justamente, cuando en Chile se ha desatado un debate sobre la memoria y los derechos humanos a causa de la salida del Ministro de Cultura, Mauricio Rojas, quien desacreditó el Museo de la Memoria públicamente, y cuando varios torturadores juzgados por crímenes de lesa humanidad eran liberados –irónicamente– por «razones humanitarias».
Paralelamente, este movimiento dialoga con los movimientos estudiantiles precedentes, incorporando demandas como la educación no sexista y el lenguaje inclusivo, buscando debatir sobre una educación para todes y la generación de protocolos contra el acoso en todas sus formas. Asimismo, este movimiento tampoco está desarticulado ni busca desatender las luchas contra el femicidio y los cuerpos maltratados. Se incorpora al movimiento internacional de #NiUnaMenos, y en muchas universidades y espacios públicos se realizaron velatones1 recordando a las mujeres asesinadas por sus parejas. Igualmente, aparecen y reaparecen las demandas por el derecho al aborto libre y gratuito para todas las mujeres; en clara sintonía con el masivo movimiento de los pañuelos verdes en Argentina.
Así es como este movimiento desafía a las autoridades educativas y del Estado. Tal vez por su novedad y el nivel de su disrupción, este movimiento no encuentra en el gobierno ningún interlocutor válido. Mucho menos en el marco de una campaña gubernamental abocada a impedir –a partir de distintos subterfugios– la aplicación de la ley del aborto por 3 causales. Una ley que fue un gran logro del gobierno de Bachelet, pero que para las feministas fue solo un primer paso para todo lo que se esperaba de la primera presidenta mujer. Sin embargo, el movimiento sí ha merecido la atención por parte de diputadas de la oposición que alzaron su voz y reivindicaron la importancia de la acción feminista en los distintos espacios universitarios y secundarios. Muchas de ellas, principalmente del Frente Amplio y de la Nueva Mayoría, presentaron un proyecto de ley para legalizar el aborto libre, seguro y gratuito.
Reinscribiéndose en esta densa trama histórica, el movimiento se levanta como una tercera ola feminista. Si la primera ola se centró en las luchas ciudadanas por el voto femenino, y la segunda en las luchas para derrocar la dictadura y defender los derechos humanos durante los ochenta, esta tercera ola sitúa en el centro de la escena y como elementos de lucha, al mundo privado y al cuerpo, desacralizando y resexualizando así las vulvas femeninas, mostrándolas grandes y coloridas en las marchas, como también desnudándose para salir a marchar buscando dejar de ser un objeto para acosar. Esta tercera ola afirma que las luchas no solo se juegan en el espacio público y las instituciones, sino también en las redes sociales donde emergen muchas mujeres activistas y que se vuelven protagonistas. Las relaciones personales son deconstruidas y el amor romántico es cuestionado, fundamentalmente por las más jóvenes. Las tomas y paros feministas dejaron de ser el foco de atención de los medios. Sin embargo, las mujeres continuan recordando las luchas del pasado, construyéndose y deconstruyéndose como feministas para dar paso a nuevas generaciones, con hombres y mujeres más conscientes de sus derechos y de la necesidad de construir una sociedad igualitaria.
  • 1.
    Forma de acción colectiva que consiste en utilizar muchas velas con el objetivo de recordar. Práctica utilizada particularmente en la postdictadura durante los 11 de septiembre.

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sábado, 29 de septiembre de 2018

De negar “la violencia del machismo” a negar “el machismo de la violencia”

Mentiras & Machismo

Miguel Lorente Acosta
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/

El autor nos expone algunas de las estrategias del machismo del siglo XXI (o Posmachismo) de ir colocando obstáculos para el avance de la igualdad real.

 El machismo no para de colocar trampas en el camino para evitar que la sociedad avance hacia la Igualdad, y cuando no puede colocar uno de esos cepos o artimañas, cambia la señales e indicaciones para confundirla y que se dirija a otro lugar dentro de su territorio.Una de las formas demás habituales que utilizan para invisibilizar al machismo es reducir toda la construcción cultural del patriarcado a las manifestaciones de la violencia conocida,especialmente a los homicidios, para luego limitar cada uno de los casos a sus circunstancias particulares y personales. De ese modo, dejan todo en manos de “unos pocos hombres que actúan bajo la influencia del alcohol o las drogas, o bien que padecen algún tipo de trastorno mental”.
Bajo esas referencias, la violencia que sufren las mujeres “nada tiene que ver con el machismo” y todo son “unos pocos casos aislados”, curiosamente el mismo argumento que utilizó el entonces Vicepresidente del Gobierno, Álvarez Cascos, tras el asesinato de Ana Orantes por José Parejo en 1997, hace ya 21 años. Nada nuevo, como ven.
La estrategia ha cambiado en esa actitud adaptativa del machismo, pero el objetivo es el mismo: cuestionar la realidad de la violencia de género para que no se llegue a su raíz y causa, que es el machismo. Antes negaban la violencia del machismo porque no había estadísticas oficiales ni se conocían todos los casos (no se consideraba como tal los homicidios cometidos sobre mujeres cuando el agresor no convivía con ellas), y todo se entendía como parte del crimen pasional o de la España negra. Y ahora que se conoce con exactitud su dimensión y que los datos hablan a gritos desde su silencio numérico, intentan negar el machismo de la violencia.
Por eso tratan a toda costa que el machismo de nuestra sociedad, el mismo que lleva a la discriminación de las mujeres, a que estén sobrerrepresentadas en el desempleo, en la pobreza, en el analfabetismo, en la precariedad del trabajo… y sobrerrepresentadas en la brecha salarial, en el acoso, el abuso sexual, las agresiones sexuales, en la violencia dentro de las relaciones de pareja y en los homicidios que se producen en dicho contexto, quede fuera de toda esa causalidad. Da igual que todo eso se lleve a cabo por “hombres normales” reconocidos como tales por sus entornos y en sus lugares de trabajo, cada uno con sus rasgos y características de personalidad, con sus hábitos y sus costumbres, con sus experiencias y aficiones, pero no “enfermos ni alcohólicos”. Son hombres de todas las edades, de diferentes niveles socio-económicos y de cualquier lugar, que actúan con violencia bajo las referencias comunes de la cultura machista.
El argumento es tan falaz que, de repente, el machismo “ha eliminado” todos los crímenes de odio. Según su planteamiento, el racismo no existe, y cuando un hombre blanco agrede a otro de un grupo étnico diferente se debe a factores particulares y, según su razonamiento, se justificaría diciendo que los hombres blancos también agreden a otros hombres blancos. Y han acabado con la xenofobia, porque cuando un hombre español agrede a un extranjero lo hace por las circunstancias que han rodeado a los hechos, y lo explicarían por el hecho  de que los hombres españoles también agreden a otros españoles… Es el típico argumento falaz y simple que puede utilizar quien se encuentra en una posición de poder que, por un lado, lo hace creíble, y por otro, coincide con lo que la mayoría de la gente necesita oír para no cuestionarse nada en lo personal ni respecto a la sociedad en la que vive. De ese modo contribuye a la confusión sobre la violencia machista, que es el objetivo de la estrategia posmachista para que el machismo se vea impune y salga indemne de todas las situaciones que él mismo crea.
Han pasado, como apuntaba, de “negar la violencia del machismo” a “negar el machismo de la violencia”, pero ya no cuela. La sociedad ha crecido en Igualdad y en conocimiento gracias al feminismo, y ahora es lo suficientemente consciente y comprometida para que sus pasos se dirijan de manera decidida hacia la erradicación del machismo. Los argumentos que utilizan y los ataquen que hacen a diario en las redes sociales nadie los acepta, salvo ellos mismos, lo cual actúa como una especie de terapia de grupo, con el único inconveniente del odio que alimentan entre quienes piensan y actúan bajo esas referencias, que aún son demasiados.
Las nuevas aportaciones a la estrategia argumental que utilizan para negar el machismo de la violencia, se basan en tres elementos principales: el cuantitativo, la exclusividad y la incompatibilidad. Los vemos de forma resumida.
  1. Según el argumento cuantitativo, como “sólo son unos pocos hombres” (60 de media al año), en comparación con los 20 millones de hombres de nuestra sociedad, no hay problema social. El argumento es tan pobre como decir que como sólo se producen unos 300 homicidios al año, tampoco existe ningún problema con la criminalidad ni hay hombres que decidan asesinar, todo se reduce a unos pocos hombres con problemas, pues de los 20 millones sólo matan, roban, estafan… unos cuantos. Pero, curiosamente, ese razonamiento sólo lo aplican a la violencia de género.
  2. La exclusividad trata de definir el machismo como conductas que sólo pueden hacer los hombres sobre las mujeres. Si los hombres las hacen sobre otros hombres o las mujeres también las hacen en diferentes circunstancias, ya no es machismo. Por lo tanto, como los hombres también agreden a otros hombres y las mujeres actúan de manera similar en ocasiones, ya no hay machismo en las agresiones que realizan los hombres sobre las mujeres. Para el machismo todo lo que termina en el mismo resultado tiene el mismo significado y debe abordarse del mismo modo, da igual que la violencia sea terrorista, xenófoba, racista… De nuevo buscan esconder el machismo de la violencia que genera, ocultado que la esencia de la conducta violenta está en las motivaciones y en los objetivos que pretende, no en el resultado, pues todas las violencias acaban en conductas similares, pero desde diferentes posicionamientos.
  3. La incompatibilidad presenta al machismo como un elemento incompatible con cualquier otro elemento o circunstancia. Según ese argumento, si un hombre tiene un rasgo de personalidad que lo presente como narcisista, dependiente, impulsivo, asertivo… ya no es el machismo el que actúa en la elaboración de su conducta, sino sus características particulares; como si un narcisista no pudiera ser machista o un compulsivo tampoco pudiera serlo. La realidad nos dice que es lo contrario, y que es el machismo el que da las referencias para llevar a cabo determinados comportamientos, y que luego se realizan de manera distinta según sus características personales y las circunstancias particulares que actúen en el momento de materializarlo. Niegan el machismo para que no se pueda incidir sobre los factores que permiten la violencia de género como una conducta amparada por la normalidad, los mismos factores que actúan también como garantes de los privilegios de los hombres en una cultura levantada sobre la desigualdad.
El machismo es cultura, no conducta… Lo que define al machismo es esa cultura que determina las identidades y crea los valores, ideas, mitos, estereotipos… que las sustentan, circunstancias que permiten encontrar razones para llevar a cabo los comportamientos que decidan, y luego proporcionar justificaciones para integrarlas en la sociedad bajo la idea de “normalidad” (cuando su resultado no es muy intenso), o de “patología” (cuando es grave y necesitan recurrir al alcohol o a los trastornos mentales).
La argumentación del machismo es pobre y simple, pero les sirve para reforzarse en sus pociones, mantener la cohesión interna como grupo, y levantar odio hacia fuera. Y les sirve también para generar confusión en una sociedad pasiva que contempla la realidad como si no formara parte de ella.
El machismo está cada vez menos presente, pero los machistas que están son cada vez más violentos. No debemos permitirlo.



Fuente: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/


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“El problema no son los hombres, sino las estructuras e ideologías del patriarcado”


Michael Kaufman es un reconocido experto internacional en el trabajo de los hombres a favor de la igualdad: En primer lugar, es interesante ver que en todo el mundo hay grupos de hombres trabajando en una gran variedad de temas, celebrando la diversidad de posibilidades del ser humano. Trabajan para acabar con la violencia contra las mujeres, por los derechos LGBT, sobre temas de salud sexual y reproductiva, o para transformar la paternidad.

Emakunde

¿Qué se está haciendo a día de hoy a nivel internacional en el trabajo con los hombres para la igualdad?
 Realmente no hay un país en el mundo donde este trabajo no se esté haciendo. Así que esto en sí mismo, es un gran cambio en comparación con hace 20 o 25 años.
Cuando algunos empezamos este trabajo en la década de los 80 y hasta bien entrada la década de los 90, se percibía más bien como algo extraño. ¿Por qué molestarse en involucrar a los hombres? ¿No son los hombres el problema? ¿No es una distracción? En el mejor de los casos, la idea del trabajo con hombres y niños se veía como algo marginal, una pérdida de tiempo, una distracción, y tal vez incluso como simplemente erróneo. “Los hombres,” se decía, “son el problema, no deberíamos estar perdiendo el tiempo y los recursos”.
Esto ha dado la vuelta. Hoy en día prácticamente todas las agencias de la ONU, todas las ONGs importantes, y todos los gobiernos, están dedicando al menos algo de energía y recursos a descubrir maneras de involucrar a hombres y niños. Esto en sí mismo es un gran cambio que estamos viendo en el transcurso de nuestras vidas. Más que dar un ejemplo de un programa u otro, creo que es importante empezar señalando este fenómeno de cambio que estamos viendo en todo el mundo, un cambio real. Son cambios no sólo inspirados en, sino causados por los rápidos cambios en las vidas de las mujeres. Los hombres se enfrentan a nuevas realidades. Sus esposas, hijas y amigas están diciendo que la manera en que vivieron sus madres y abuelas no son válidas  para ellas.
 A medida que se transforman las vidas de las mujeres en el lugar de trabajo, en la comunidad, en el hogar, y que cada vez más mujeres están diciendo “no vamos a tolerar esto, no vamos a seguir viviendo en una relación violenta”; a medida que más mujeres están exigiendo igualdad de derechos y el control de sus propios cuerpos, más y más hombres están simplemente diciendo “esto también está cambiando mi vida”. 
¿Qué elementos tienen en común los “mejores programas” a nivel internacional para involucrar a hombres?
Sabemos que tenemos que aunar esfuerzos entre los cambios individuales y los cambios institucionales y estructurales. Obviamente esto no es nada nuevo. El movimiento feminista se ha basado en este precepto, y es igual de válido para los hombres. Tenemos que trabajar con hombres para transformar sus vidas a nivel individual, pero también tenemos que conseguir el apoyo institucional y las estructuras jurídicas que lo permitan e impulsen.
Hemos aprendido que algunos métodos funcionan mejor que otros. Como por ejemplo, que los enfoques positivos tienen más éxito a la hora de que hombres y niños reflexionen sobre sus vidas, sus relaciones con las mujeres, sus actitudes y comportamientos. Los enfoques positivos sirven mejor para realmente motivarles hacia el cambio. Solamente regañar a los hombres sobre los comportamientos que no nos gustan no llegará muy lejos. No ayuda a la transformación individual. Sabemos que los enfoques positivos son la clave.
Sabemos que los programas que han funcionado son aquellos que son “transformativos de género”. Es decir, que cuestionan lo que significa ser un hombre. No se trata simplemente de decir “debes apoyar los derechos de las mujeres” o “debes practicar sexo seguro” o “no se debe golpear”, sino que además se hable de las vidas y los valores de los hombres. Porque si los hombres no tienen la oportunidad de reflexionar sobre su propia construcción de género, van a seguir perpetuando los comportamientos que se derivan de una cierta definición de hombría, de ciertas formas de poder y privilegio que les hemos  otorgado. Si no cuestionamos el poder y el privilegio, si no afrontamos estas visiones estereotipadas de la masculinidad, no vamos a ser capaces de ayudar a los hombres a que realmente cambien.
Sabemos que los programas tienen que ser positivos, que tienen que incluir la transformación de género en el corazón de su trabajo, y tienen que estar en concierto con las iniciativas de las organizaciones de mujeres. No se trata de “caballeros al rescate de la mujer”, ni de hombres cultivando su espacio separado, sino de trabajar como aliados con las mujeres.
Se están empezando a formar redes de grupos de hombres que trabajan por la igualdad de género en todo el mundo. ¿Qué podemos decir que están aportando? 
Sí, opino que sí están aportando. Al trabajar con hombres para tratar de cambiar sus actitudes y comportamientos, te obligas a entender las cosas, a cuestionarte a ti mismo. Se ha empezado a incluir a los hombres dentro del discurso de género.
No estoy diciendo que los hombres lo inventaron. Hay mujeres que tanto desde el ámbito intelectual como desde el activismo han dedicado mucha energía a involucrar a los hombres o para teorizar sobre hombres y masculinidades. Pero este proceso ha requerido articular una comprensión más matizada de los hombres como seres generizados. Así que creo que eso ha sido una contribución al feminismo.
Si nos fijamos en algunos grupos de hombres igualitarios, su trabajo ha ayudado a crear una mayor conciencia entre los hombres sobre la violencia de género. En algunos casos posiblemente hayan contribuido incluso a generar leyes, pero es difícil generalizar en todo el mundo.
Veo algunos ejemplos en mis viajes. Por ejemplo en Turquía, había un maravilloso programa que fue iniciado por una de las agencias de la ONU. Turquía tiene leyes contra la violencia contra las mujeres, pero los agentes de policía, principalmente hombres, no estaban implementándola. Así que comenzaron un programa en cascada, dirigido sobre todo a los agentes de policía hombres. No era suficiente con tener una ley sobre la violencia contra las mujeres, no era suficiente con unos anuncios de televisión. Necesitaban policías que aplicaran la ley. Y la mayoría de agentes de la policía eran hombres. Había que concienciarlos.
Gizonduz es una iniciativa del Gobierno Vasco, dirigida por Emakunde que busca involucrar a los hombres en el continuo esfuerzo por la igualdad. ¿Conoce su trabajo? 
El trabajo es fantástico, porque han estado trabajando en toda una serie de iniciativas diversas. Por ejemplo el trabajo con nuevos padres, es decir, hombres en posiciones de cambios vitales. Trabajar con nuevos padres es crucial porque es cuando empiezan a repensar sus valores, a reflexionar sobre qué es lo importante en sus vidas.  También está su trabajo con diferentes instituciones, en las escuelas y así sucesivamente, sin limitar el trabajo a un solo campo.  Lo mejor es cuando veo a diferentes organizaciones, incluso dentro de un mismo país, que utilizan diferentes enfoques y son capaces de ser catalizadores para que otros puedan iniciar su propio trabajo en su escuela o lugar de trabajo.
La campaña del Lazo Blanco nació de una tragedia. A veces estas tragedias pueden provocar reformas o incluso leyes, pero, ¿Cuándo va a ser el momento adecuado para que se aborde como sociedad la raíz de la construcción social de la masculinidad violenta?
Cuando empezamos la campaña del Lazo Blanco en 1991,  fue por varias cosas, la más inmediata fue el asesinato de 14 mujeres por un hombre que culpaba a las mujeres de que no le habían admitido en la Universidad. Esto provocó un debate nacional sobre la violencia contra las mujeres en Canadá.
Pero desde el principio, el enfoque específico, el lenguaje específico, se dirigió hacia los hombres para acabar con nuestro silencio sobre la violencia contra las mujeres. Nos dimos cuenta de que los hombres a los que podríamos llegar no eran necesariamente los hombres que estaban usando la violencia en sus relaciones, sino la mayoría de hombres que no la estaban ejerciendo pero que con su silencio estaban permitiendo que continuara. Nos planteamos dirigirnos a los que no estaban usando la violencia, interpelándolos a hablar con sus hermanos, hijos, padres y compañeros, entre los cuales sí estaban los que utilizan la violencia. Pero a la vez queríamos que los hombres examináramos nuestras propias actitudes y comportamientos. No bastaba con decir “pórtate bien, no golpees” aunque esto fuera una parte clave del mensaje.
Así que en el movimiento del Lazo Blanco, o en mi propio trabajo, siempre hemos hablado de la construcción de la masculinidad. En cuanto desarrollamos recursos educativos para las escuelas,  no se trataba únicamente de llevar un lazo blanco y ser buenos. Hemos llevado a cabo  programas en las escuelas para hablar sobre hombres y masculinidad. Hay que examinar aquellas expectativas sociales sobre la virilidad que conectan con el poder de los hombres.  Por ejemplo,  que en su socialización, los hombres puedan acabar arrogándose el derecho a ciertas prerrogativas, y cómo algunos hombres usan la violencia para mantener el poder. Desde el primer momento vinculamos el trabajo al análisis de nuestras concepciones alrededor de la hombría.
Pero siempre te encuentras en una disyuntiva entre la complejidad de la tarea y la inmediatez que requiere un mensaje claro. Si diseñas un cartel, no puede ser un discurso de 1000 palabras sobre los hombres, la masculinidad y el feminismo. Hay que contribuir a un discurso social que ya está teniendo lugar. Las mujeres son las que se están asegurando de que este discurso exista.
Lo que realmente me preocupa es lo contrario. A veces veo grupos de hombres bien intencionados que piensan que si ellos no parecen “suficientemente feministas”, entonces de alguna manera están decepcionando a nuestras hermanas y mujeres, por lo que acaban perdiendo su capacidad de comunicarse con la mayoría de los hombres.
Creo que debemos preocuparnos menos de asegurarnos siempre estar cumpliendo con todo el discurso, y pensar más en cómo podemos crear oportunidades para que unos hombres desafíen a otros a hablar; para que ese chico en la escuela diga algo a su amigo que le cuenta un chiste sobre una violación. Puede que ese chico no sepa la palabra patriarcado. Puede que no sepa qué es el feminismo, pero yo quiero que interrumpa ese chiste. Es fundamental profundizar en la comprensión y el análisis para nuestro trabajo, pero para hacer el trabajo corriente del día a día, no podemos ser demasiado puntillosos.
Por supuesto, no podemos ser demasiado puntillosos pero, por ejemplo, Obama en su discurso después de la última masacre de armas en los EE.UU., lamentaba que sea tan fácil para “un hombre o una mujer” conseguir un arma de fuego, cuando en realidad el problema no es con las mujeres que compran armas. ¿Cuándo vamos a señalar también ese problema?
Absolutamente cierto. Mis colegas y yo en Norte América hemos estado diciendo y escribiendo que la violencia masculina es el “elefante en la habitación”. Por ejemplo, en EE.UU., en estos asesinatos en masa constantes nunca se identifica explícitamente que los perpetradores son hombres. Si fueran mujeres las que estuvieran cometiendo cualquiera de estos asesinatos, se suscitaría  un gran debate público sobre “qué está pasando con las mujeres últimamente” Pero son hombres y es casi invisible.
Sí, tenemos que nombrar el problema. Y el problema no son los hombres. El problema es nuestras concepciones dominantes sobre la masculinidad, la desigualdad entre hombres y mujeres, y las estructuras, instituciones, e ideologías del patriarcado. La manera en que lo expresemos va a ser diferente según el contexto. Tenemos que poder transmitir cierta complejidad y sin embargo ser capaces de conectar con nuestro interlocutor. Pero es bastante básico. Son hombres los que están tirando del gatillo. Es un problema de cómo criamos a los niños para ser hombres.
Por tanto, estoy totalmente de acuerdo, vamos a nombrarlo. Un ejemplo de no nombrarlo es cuando nos referimos a la violencia como familiar o doméstica. Hay violencia familiar, puede haber violencia contra los niños, violencia contra los hombres, pero sabemos que la violencia más letal dentro de la familia es la cometida por los hombres, no todos, pero la mayor parte. Así que vamos a nombrarla como violencia de los hombres.
Muchos hombres relatan cómo han llegado a reflexionar sobre la igualdad como resultado de un cambio en sus vidas, sobre todo la paternidad.  Como miembro de MenCare, ¿Cuáles son algunas de las políticas públicas más transformativas que conoce en este campo?
Los líderes, en términos de cambios en las políticas, específicamente en los permisos parentales, son los países nórdicos. En Islandia, por ejemplo, para los nuevos padres, si es una pareja heterosexual, la madre recibe 3 meses, el padre recibe 3 meses y hay otros 3 meses que se pueden repartir entre cualquiera de los dos. En Suecia, tienen un año que pueden dividir, la mitad cada uno, los dos al mismo tiempo, un mes uno y otro mes otro, por lo que lo han hecho muy flexible, y cobrando un porcentaje bastante alto de su sueldo.
Realmente han posibilitado que no solo mujeres, sino también hombres, tomen tiempo de su trabajo remunerado para dedicarse a ser padres. Ese es uno de los cambios en políticas públicas que más impacto han tenido en transformar la sociedad.
En Quebec, cuando cambiaron la legislación sobre los permisos para padres, haciendo que fueran más fáciles de conseguir y mejor pagados, se disparó el porcentaje de nuevos padres que los utilizó. Ahora la gran mayoría de padres están utilizando estos permisos, al igual que en los países escandinavos. Por lo tanto, lo primero son las políticas de permiso parental.
Pero también hay que mejorar las políticas de cuidados de hijas e hijos. Por ejemplo, en Quebec implantaron una nueva política de guarderías públicas muy asequibles, que costaban una fracción de lo que pagan otros canadienses. La medida facilitó que más mujeres pudieran trabajar fuera de casa, y que más mujeres con empleo pudieran permanecer en sus trabajos remunerados. Con más mujeres trabajando en empleos remunerados se consiguió también aumentar la recaudación de impuestos y eso pudo financiar de sobra el programa.
Necesitamos políticas específicas dentro de los lugares de trabajo que fomenten y no estigmaticen a madres y padres que solicitan bajas por parentalidad. Necesitamos políticas que fomenten la flexibilidad laboral, como el trabajo compartido o a tiempo parcial. Tenemos que ser capaces de garantizar que las personas puedan dedicar el tiempo y la energía que necesiten a ser buenos padres y madres, sin sacrificar su trabajo remunerado.
Pero además de implantar políticas públicas, hay que formar a las direcciones de las empresas para que lideren con el ejemplo. Por ejemplo, aunque en tu lugar de trabajo existan facilidades sobre el “papel”, si tu superior en la empresa se jacta de cómo él sólo se tomó media jornada cuando tuvo familia o ella sólo una semana, ¿Eso es algo de que presumir? ¿Qué clase de ejemplo están dando? Necesitamos  formación. Esto es crítico.
En resumen, hay que combinar los grandes cambios en las políticas, con cambios específicos en los centros de trabajo, y en algunos campos y áreas de trabajo o instituciones.
Por ejemplo en Inglaterra hay un grupo, el Instituto de la Paternidad, que estaba trabajando con algunas escuelas para tratar de animar a más padres a venir a las reuniones con el profesorado, ya que siempre eran mayoritariamente las madres las que venían. Así que enviaron un aviso que decía, “Todos son bienvenidos”. Aun así aparecieron más madres. Se preguntaron qué estaban haciendo mal, y decidieron nombrar el problema. Así que la próxima vez escribieron: “Todos los padres y madres son bienvenidos.” Y de repente vinieron muchos más padres. Así que en parte se trata de hacer visible lo que es invisible.
Con respecto a la violencia masculina, recientemente ha publicado una novela The Afghan Vampires Book Club  (“El Club de lectura de los vampiros afganos”), en el que junto con Gary Barker, otro gran experto en la participación de hombres por la igualdad, asegura “queríamos abordar el tema de la masculinidad, la guerra y la amenaza de un estado que nos vigila“. ¿Cómo sería el mundo si pudiéramos alguna vez dejar de enseñar, o socializar a los hombres para matar?
Acabo de estar en Portugal, en Évora, donde hay muchas excavaciones neolíticas, que se remontan a 5.000-7.000 años atrás. Las que se datan hace 7.000 años parecen ser pre-patriarcales. Son del principio del período de la domesticación de los animales y la agricultura. Han encontrado círculos de piedras que son calendarios de las estaciones, que reconocen y celebran la vida. Los sitios que datan de un par de miles de años más tarde eran tumbas de los líderes masculinos y en ellas han encontrado armas. Es en este período cuando nuestras culturas pasaron de ser sociedades en gran medida pacíficas a ser sociedades basadas en la guerra y la agresión; cuando los hombres tuvieron que, o bien armarse para defenderse de otros hombres, o bien usar esas armas para atacar y agrandar sus territorios. 8.000 años hacia atrás no es tanto tiempo en términos de historia de la humanidad. Cuando pensamos en la relación entre la violencia y el patriarcado, entendemos que desde el principio fue la sociedad la que movilizó la violencia de los hombres. Y según se fueron desarrollando los Estados más tarde, estas sociedades estado entrenaban a grupos de hombres para ser guerreros, para luchar.
Nuestra novela examina el impacto de la guerra en los soldados que combaten, pero también sobre la sociedad que libra esas guerras; cómo estas guerras, a medio mundo de distancia, realmente afectan a nuestras propias culturas, las elecciones que hacemos, nuestras ideas sobre nosotros mismos, lo que entendemos por seguridad. Creo que esos efectos son profundos. Lo podemos ver con mucha claridad. Que tantas personas hayan aceptado una reducción drástica de las libertades civiles en sus propios países en nombre de una supuesta seguridad, a pesar de que no nos hace más seguros, de alguna  manera nos hace más vulnerables.
El proyecto del patriarcado no sólo ha sido un proyecto de dominación del hombre sobre la mujer, sino de dominación de unos hombres sobre otros. Y, por supuesto, de la dominación del hombre sobre la naturaleza. Cuando pensamos en la guerra y la paz, o en la destrucción del medio ambiente, todo ello es parte del proyecto patriarcal: controlar el medio ambiente, controlar la naturaleza, controlar a las mujeres, controlar a otros hombres, y el control de uno mismo y su propia vida emocional.
El reto feminista al patriarcado es tan profundo, que a medida que los hombres se unen a la tarea, llegamos a las raíces de toda una serie de problemas y cuestiones vitales en nuestra sociedad.

Fuente:http://emakunde.blog.euskadi.eus/2015/11/michael-kaufman-el-problema-son-los-hombres-sino-las-estructuras-e-ideologias-del-patriarcado/ - Imagenes: ‪Revista Emancipa‬ - ‪Colectivo anarquista‬ - El entrevistado es Cofundador de la Campaña del Lazo Blanco (campaña de repercusión mundial nacida en Canadá en 1991 para implicar a los hombres en contra de la violencia hacia las mujeres), investigador del Instituto Promundo y miembro de MenCare, iniciativa desarrollada en más de 35 con el fin de involucrar activamente a los hombres en el cuidado de las personas, Kaufman participó en una jornada celebrada en el marco del Foro para la Igualdad impulsado por Emakunde en Bilbao, en la que habló sobre las directrices y experiencias internacionales sobre el trabajo con hombres a favor de la igualdad.

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Chile: Quemar la caza. Hacia un incendio feminista
Javiera Manzi A.
Avanzaba en la bici escuchando el “Burning down the house” de los Talking Heads. El disco recién comenzaba y mi recorrido también. Mientras esquivaba micros por la calle Compañía casi pasando la plaza Brasil, un tipo en una moto comenzó a gritarme desde la pista de al lado.
 
Como tantas otra veces en mi vida, ignoré sus buenos deseos y subí el volumen del mp3. Se supo ignorado y comenzó a hacerme un gesto con su lengua a la distancia. Dio verde y avancé no sin antes estirar mi brazo e indicarle con el dedo bien erguido mi falta de aprecio por su triste espectáculo. Seguí pedaleando mientras Byrne me entusiasmaba con sus alaridos, sin detenerme a pensar en lo que había pasado y en todas las veces que me ha sucedido desde los 12 años en las calles de Santiago.
Unas cuadras más adelante, llegando a Almirante Barroso se acerca a mi pista y comienza a hacer sonar su motor de ese modo que es tan propio de quienes requieren confirmar su hombría al volante. Tampoco se bien qué es lo que me dijo en ese momento, ni siquiera me di vuelta a mirarlo mientras intentaba avanzar entre sus ruedas y la cuneta. Fue casi una cuadra que siguió maniobrando su motor mientras invadía mi metro cuadrado, cuando nuevamente dio verde y logré esquivarlo entre los autos. Una vez más no quise contener la rabia ante su despliegue y mientras dejaba atrás unos autos volví a estirar el brazo y regalarle un puño apretado con mi dedo de aprecio. No pensé entonces en el riesgo, ni en la calma, ni en la seguridad, ni en eso de quedarnos quietas, o tranquilas, o impávidas, o simplemente en hacer como si nada, en cómo siempre nos dicen cuando nos pasan estas cosas, que hemos de hacer como si nada.
Y fue entonces que justo antes de atravesar la Norte-Sur, o más bien en medio de ello, que vuelve el príncipe de la moto más intrépido que nunca. Se acerca desde atrás, avanza unos segundos para estar a mi altura, apenas alcanza a detenerse un momento y me escupe con toda su fuerza y desprecio. Sí, me escupe directo a la cara, justo abajo de mi ojo derecho. No alcanzo a reaccionar a lo que acaba de suceder cuando él ya ha salido rajado para doblar al norte y perderse entre el tráfico.
Como no podía parar porque en el fondo nunca podemos parar del todo, seguí pedaleando. Pasé el semáforo, avancé un par de cuadras y por un momento pensé en no concederle ni los pocos minutos que me quedaban antes del encuentro con unas amigas al almuerzo. Estaba en eso cuando dio roja y me tocó parar frente al paso de cebra de Plaza de Armas. Fue ahí que un hombre de unos cincuenta me queda mirando y pregunta, “¿se le cayó algo?” Yo miro al suelo a modo de reflejo, y al ver que no había nada, recordé inmediatamente como termina ese verso infesto. Ese que nos recuerda que en el espacio público, no somos más que mera mercancía, un chocolate o caluga de color. Levanté la vista y lo miré fijo por el segundo antes de que diera verde mientras él se decidía a seguir o no con su halago. No alcanzó a hacerlo, no fue necesario. La estrofa que quedaba, esa que me se de memoria, como tantas otros versos y canciones que nos dedican a diario, la continué repitiendo rabiosa en las cuadras siguientes como el perfecto mantra del matrimonio entre capitalismo y patriarcado.
Ya no recuerdo qué sonaba en ese momento por mis audífonos, en qué canción iba del “Speaking in Tongues” o si acaso se había quedado en pausa, ido a mute o soltado el audífono. Lo que sí recuerdo es que detrás de aquel mantra, seguía ahí la melodía del comienzo y ese llamado a la quema o más bien esa constatación de que ya se está quemando la casa, o mejor aun, de que aunque se les agüe todo, y pataleen en la calles, y nos amenacen en las redes o nos amedrenten en medio de sumarios universitarios y juicios públicos, lo cierto es que ya les estamos quemando la caza.

https://rufianrevista.org/quemar-la-caza-hacia-un-incendio-feminista/ - Imagenes: ‪eleconomista.es‬ - ‪huffingtonpost.es‬ - ‪Diario Femenino‬



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Protesta feminista y sindical en Suiza: Manifestación multitudinaria por la equidad salarial mujer-hombre



Sergio Ferrari
Rebelión

Hacia una huelga feminista en 2019

Más de 20 mil personas se movilizaron en la ciudad de Berna el cuarto fin de semana de septiembre para exigir la paridad salarial entre mujeres y hombres. Incorporado en la Constitución Nacional desde hace 37 años, este principio, sin embargo, no se aplica en la práctica, provocando pérdidas anuales para las mujeres de 7 mil 700 millones de francos.Este grito de cólera en la capital helvética fue protagonizado por miles de mujeres y hombres -con fuerte presencia juvenil-, convocado por las principales organizaciones sindicales y de mujeres del país.
La voz de la calle
Equivalente, según proporción de población, a una movilización de 120 mil personas en España, 160 mil en Francia o Italia, 300 mil en México, 100 mil en Argentina, 40 mil en Ecuador o casi 500 mil en Brasil, la convocatoria de Berna fue considerada como “histórica” por los convocantes. Y vaticina un éxito casi anticipado de la huelga feminista con ejes semejantes que ya se programa para junio del 2019. La misma buscará, al menos, repetir el impacto de una acción semejante realizada el 14 de junio de 1991, en la que participó más de medio millón de mujeres.
En tema de salarios, el surrealismo alcanza niveles inimaginables en esta isla continental conocida internacionalmente por sus bien fundados mecanismos de democracia directa.
Discriminación como sistema
Las mujeres ganan, en promedio, casi 600 francos menos por mes que los hombres. Drama cotidiano a pesar que la equidad salarial no solo tiene valor constitucional desde 1981, sino que fue reglamentada en 1996 a través la Ley Federal sobre la Igualdad. Y, muy a pesar que, desde 1988, existe en Suiza una Oficina Federal de Igualdad entre Mujeres y Hombres.
Según cifras oficiales, la diferencia salarial de las mujeres y hombres a nivel global/nacional fue de un 12% en el 2016 -contra un 16.3% en 2006-, pudiendo alcanzar el 18.54 % de salario más bajo si se trata de cuadros de dirección y hasta un 8 % de diferencia para las que no tienen función de cuadro.
Las mismas estadísticas revelan que casi un 40 % del total de la diferencia salarial entre los hombres y las mujeres “es inexplicable”, es decir corresponde a fundamentos subjetivos no ligados ni a la formación ni a la experiencia. En síntesis, fundamentada por el simple hecho de ser mujeres y por la discriminación que prevalece en el mercado laboral y en la sociedad helvéticas.
Significativo comprobar, según las mismas fuentes oficiales, que un 60% de puestos de trabajo remunerados con bajos salarios son ocupados por mujeres, en tanto 83% de altos salarios corresponden a hombres.
Inequidad salarial que tiene su correspondiente, en el mundo de la política. Según cifras actuales solo 2 de los 7 integrantes del Consejo Federal (Poder Ejecutivo colegiado) son mujeres. Solo el 29 % de los miembros del Parlamento a nivel nacional son mujeres, en tanto un 32% de los curules del Senado le corresponde a representantes femeninas, en una tendencia que podría ser decreciente según las previsiones actuales de cara a las elecciones legislativas del año próximo.
Clase política ignora la Constitución
Un día después de masiva movilización del 22 de septiembre, la Cámara de Diputados (Consejo Nacional) comenzó a debatir una propuesta para “mejorar” la disparidad salarial debido a cuestiones de género.
La iniciativa promovida por el Gobierno intenta encontrar medidas de cumplimiento obligatorio contra la inequidad salarial en toda empresa que cuente con 50 empleada-os o más. El Senado, en su debate posterior, comenzó a diluir la propuesta, postulando que las medidas rijan a las empresas de más de 100 empleada-os, es decir solo el 0.85% de las sociedades que concentran actualmente el 45% de los asalariados del país
El Parlamento estaría dispuesto a que sean controladas, solamente, aquellas que tengan más de 100 puestos de trabajo al 100%. Dado que existe en Suiza un significativo porcentaje de trabajo a tiempo parcial, esto diluiría aun más la cantidad de empresas que serían controladas en cuanto a su cumplimiento de equidad salarial.
Otro tema importante está ligado a las eventuales sanciones. Entre la idea original y el debate parlamentario actual, un mundo de diferencias. En la actualidad, el ajuste de la ley llevaría a las empresas a un análisis solo cada 4 años con la obligación principal de informar de la situación a sus empleados.
En este tire y afloje político, más que nunca, la presión de la calle puede modificar una relación de fuerzas históricamente desfavorables para las mujeres. Así lo entienden los sindicatos y, en especial, las organizaciones de mujeres. Que hicieron escuchar sus voces, su protesta y su enojo el pasado 22 de septiembre en Berna y que ya preparan, para dentro de 9 meses, la huelga feminista. Una suerte de parto en el que el movimiento social suizo -con una fuerte participación juvenil- quiere asumir la “pater-maternidad”.


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El cuerpo de las mujeres no debería ser un campo de batalla


Amy Goodman y Denis Moynihan
Democracy Now!


En Estados Unidos, las crecientes acusaciones de agresión sexual que pesan sobre el juez Brett Kavanaugh, candidato a la Corte Suprema del presidente Donald Trump, ameritan una investigación exhaustiva del FBI y no un juicio apresurado. Hasta la fecha, tres mujeres han presentado acusaciones graves sobre el comportamiento abusivo y potencialmente criminal de Kavanaugh.
El periódico The Washington Post fue el primero en publicar la denuncia de la primera mujer, la Dra. Christine Blasey Ford. La nota decía textualmente: “Kavanaugh la inmovilizó en una cama y la manoseó por encima de la ropa, apretando su cuerpo contra el de ella mientras intentaba quitarle el traje de baño de una pieza y la ropa que llevaba encima de eso. Cuando Blasey Ford trató de gritar, ella afirma que Kavanaugh le tapó la boca con la mano. ‘Pensé que podría matarme sin darse cuenta’, declaró la mujer”.
La Dra. Christine Blasey Ford describió públicamente los hechos el jueves, en una histórica audiencia del Comité Judicial del Senado en la que ella y el juez Kavanaugh testificaron bajo juramento: “Había música en el cuarto, que fue puesta a mayor volumen por Brett y Mark después de que entramos allí. Fui empujada a la cama y Brett se lanzó arriba mío. Comenzó a manosearme todo el cuerpo y a frotarse sobre mí. Grité esperando que alguien me oyera escaleras abajo, y traté de sacármelo de encima, pero era demasiado pesado. Brett me manoseó y trató de sacarme la ropa. Le costaba porque estaba muy borracho y porque yo tenía un traje de baño de una pieza debajo de la ropa. Creo que iba a violarme. Traté de gritar por ayuda, pero cuando lo hice, Brett me tapó la boca para que dejara de hacerlo. Esto fue lo que más me aterrorizó y tuvo el mayor impacto en mi vida posterior. Era muy difícil para mí poder respirar y pensé que Brett iba a matarme sin darse cuenta’”.
Esta semana, una segunda mujer, Deborah Ramírez, describió el abuso que sufrió en una habitación compartida del campus de la Universidad de Yale, donde cursaba su primer año junto con Brett Kavanaugh. Ramírez dice que Kavanaugh exhibió sus genitales ante ella cuando estaba ebria en una fiesta. “Recuerdo haber visto un pene frente a mi cara”, le dijo a la revista The New Yorker, y que luego vio a Kavanaugh subiéndose los pantalones.
Julie Swetnick fue la tercera mujer en hacer pública su denuncia. El miércoles afirmó que fue drogada y violada en grupo durante una fiesta en la que Brett Kavanaugh estaba presente. Swetnick afirmó en una declaración jurada: “También fui testigo de las acciones de Mark Judge, Brett Kavanaugh y otros para que las chicas se emborracharan y desorientaran, para que luego pudieran ser ‘violadas en grupo’ en una habitación lateral o dormitorio por un ‘tren’ de numerosos jóvenes”.
En una entrevista sin precedentes que brindó esta semana a Fox News, Kavanaugh, sentado junto a su esposa, afirmó: “En Estados Unidos tenemos justicia”. Cuando se le preguntó si el FBI debería investigar estas acusaciones de las mujeres, eludió el tema. Por supuesto que lo hizo, porque eso retrasaría su audiencia de confirmación en el Senado e involucraría testimonios de más personas, lo que invalidaría su estrategia de defensa de “él dijo, ella dijo”. ¿A qué llama justicia Brett Kavanaugh?
Basta con ver un caso reciente en el que el juez Kavanaugh emitió un dictamen respecto a una joven de 17 años de edad referida como “Jane Doe”, que huyó de su país para escapar de una situación de abuso y descubrió que estaba embarazada mientras permanecía bajo custodia de la autoridad de inmigración de Estados Unidos. Ella decidió interrumpir el embarazo, lo que habría sido algo de rutina durante el gobierno del expresidente Barack Obama. Sin embargo, el gobierno de Trump intentó detenerla y Kavanaugh apoyó ese intento.
La agencia federal responsable de velar por los menores no acompañados, la Oficina de Reasentamiento de Refugiados, está a cargo de Scott Lloyd, que fue designado por Trump. Lloyd no tenía experiencia de trabajo con asuntos de refugiados. Se trata de un antiabortista fanático que se ha descrito a sí mismo como el creador de las restricciones sobre los abortos en etapas avanzadas del embarazo. Durante el gobierno del expresidente George W. Bush fue coautor de una normativa que permitía a los proveedores de servicios médicos religiosos negarles a sus pacientes los métodos anticonceptivos y el aborto.
Como director de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados de Trump, Lloyd intervino personalmente en las acciones para desalentar a las mujeres jóvenes que están bajo el control de la oficina de hacerse abortos. Incluso intentó forzar a una víctima de violación que había sido inseminada por su violador a llevar el embarazo a término en contra de su voluntad. En ese caso, Lloyd escribió que prestar ayuda a la víctima conduciría a la “destrucción definitiva de otro ser humano”.
La Oficina de Reasentamiento de Refugiados forzó a Jane Doe a ir a un “centro de crisis de embarazo” operado por una organización religiosa y antiabortista, donde las mujeres son atosigadas con desinformación sobre el aborto y presionadas a llevar su feto a término. La joven obtuvo representación legal de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles y finalmente tuvo acceso al procedimiento de interrupción del embarazo. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles escribió: “Si no fuera por la intervención del tribunal, la señora Doe se habría visto obligada a llevar su embarazo a término y dar a luz en contra de su voluntad”.
El caso fue tratado en pleno por los nueve jueces del poderoso Tribunal Federal de Apelaciones del Distrito de Columbia. El juez Merrick Garland, a quien los republicanos del Senado le negaron la audiencia de confirmación cuando fue nominado para la Corte Suprema por el entonces presidente Obama, fue el juez principal del caso. El tribunal falló a favor de Jane Doe por una mayoría de 6 a 3. El juez Brett Kavanaugh emitió su fallo en disidencia, en el que argumentó que permitirle a Jane Doe el acceso a un aborto seguro, legal y protegido por la Constitución equivalía a otorgar “el derecho a un aborto inmediato a pedido”.
Esta es una semana histórica en Estados Unidos. El presidente Trump está ejerciendo presión para confirmar como juez de la Corte Suprema a un hombre que ha sido acusado en reiteradas ocasiones de conducta sexual inapropiada. Trump declaró en una conferencia de prensa el miércoles, la segunda que brinda solo desde que asumió el cargo: “Estoy a favor de la aplicación de la ley”. Entonces, ¿por qué no autoriza al FBI a investigar las acusaciones contra Kavanaugh? ¿Tendrá algo que ver el hecho de que más de diez mujeres han acusado al presidente de agresión sexual o conducta sexual indebida?
Sea que se trate del control de las mujeres sobre sus propios derechos reproductivos o de la agresión y el abuso sexual, sabremos que hemos progresado cuando el cuerpo de las mujeres ya no sea un campo de batalla, cuando las mujeres compartan el poder de forma igualitaria y los hombres abusivos rindan cuentas.

© 2018 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Fuente: http://www.democracynow.org/es/2018/9/28/el_cuerpo_de_las_mujeres_no


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viernes, 28 de septiembre de 2018

Violencia & Machismo supremo: La manada del asesino

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TribunaFeminista

Las mujeres denuncian y los pleitos se archivan sin ser investigados. En los juzgados los hombres no parecen encajar en el perfil de maltratador y las mujeres se presumen mentirosas. La presunción de inocencia se distorsiona y el garantismo se transforma en indefensión.

Las mujeres hemos ido conquistando cotas de igualdad y libertad, pero muchos hombres nos observan agazapados, llenos de resquemor, deseosos de ponernos en el lugar que creen que nos corresponde. Como sostiene Amelia Valcárcel, esa rabia contenida suelen ejercerla mediante formas sutiles de violencia, como la verbal, en los medios de comunicación, en las relaciones con nosotras o en las que desarrollan al margen de las mujeres en su ámbito profesional, de ocio o de militancia. Aunque esté reprimida, la ley patriarcal es un código oculto que permea cada poro de nuestra sociedad. La amenaza de la ira desatada y del castigo ejemplar está siempre presente. Cuando uno de los miembros de la manada comete un crimen atroz invocando la ley patriarcal, los demás miembros de la fratría salen como alimañas en su defensa.En Castellón, un hombre ha asesinado con un cuchillo a sus dos hijas de 4 y 6 años para vengarse de su exmujer. La mujer había pedido protección a la justicia, pero la justicia no confió en ella. Ella había solicitado medidas de protección en el juzgado, pero la jueza consideró que el riesgo era bajo y desestimó las medidas destacando que ambos progenitores se encontraban inmersos en un pleito por la custodia y que había contradicciones entre el testimonio del hombre y el de la mujer. Hoy sus hijas están muertas, los gritos de horror de la madre se escucharon en todo el vecindario y, mientras los pequeños cuerpos aún están calientes, la fratría escribe comentarios a la noticia como los que siguen, inventando todos los datos que sean necesarios para excusar el crimen:
“Era un hombre cuyo matrimonio había fracasado y su mujer se había largado con sus hijas, había perdido su empleo y su ex le había demandado por no pagar la pensión logrando que le embargaran sus cuentas bancarias. Estaba tocando fondo y no le quedaba moral para buscar una salida. (…) se suicidó llevándose a sus hijas con él. ¿Fue por venganza o fue por desesperación?”.
La madre tenía trabajo, él estaba en paro, ella le había arruinado. Por eso ha pasado esto”. “Los asesinatos tienen su causa en que los varones se ven obligados a pagar pensiones a sus exmujeres o hijos, cuando ellas se quedan el piso o no les dejan ver a sus hijos”.
 “La madre había alquilado otro piso a dos manzanas, que es lo que suelen cubrir las órdenes de alejamiento, ¿por qué pidió entonces una orden de alejamiento? Imagino que estas circunstancias debieron de influir en la decisión de quienes instruyeron el caso. Probablemente vieron indicios de mala fe por parte de la mujer”.
 Se culpa a todos los hombres arbitrariamente, ¿por qué no se habla de los infanticidios cometidos por las madres?”.
 “La violencia de género es un concepto absurdo que fomenta el odio al hombre. No hay ningún patriarcado, no hay discriminación hacia las mujeres. Hay relaciones tóxicas con agresiones mutuas. Las mujeres mueren más porque tienen menos fuerza física”.
 “La pobreza energética mata más gente en España que la violencia de género. El alcohol mata a más gente que la violencia de género”.
 “Las socialistas se han montado un tinglado a costa del sufrimiento de los demás. Tapan la parte de la realidad que no les interesa. Llevan así unos doce años. La violencia engendra violencia, y esta ley de violencia de género es muy violenta contra los hombres y provoca que muchos hombres, al ver las desproporcionadas medidas que se les aplican reduciendo su existencia a la miseria moral más absoluta (que empieza con detenciones aleatorias si su ex pareja lo decide, el arrebato instantáneo de su descendencia, la ruina económica, el estigma social, etc.), pasen la raya al sentirse agredidos y maltratados por el sistema y pierdan cualquier atisbo de humanidad hasta puntos como el que nos ocupa. Una Ley equilibrada, es decir, otra diferente a la actual, generaría mucha menos violencia de género que la que actualmente sufrimos”.
Vemos que estos comentaristas son incapaces de sentir empatía por las niñas asesinadas y por la madre, que ha sufrido el daño más grande que se puede infligir a una persona. Son incapaces de ponerse del lado de inocentes y víctimas. En lugar de ello lo primero que se les ocurre es escribir un comentario quejándose de que la sociedad, las leyes y la prensa criminalizan a los hombres y santifican a las mujeres. Como solo piensan en sí mismos, su única preocupación en ese momento es la reivindicación de que las noticias en las que el criminal sea un hombre concluyan con una coletilla del tipo “sabemos que no todos los hombres sois asesinos” o “también hay madres asesinas”. Otros van más allá en su iniquidad y justifican al asesino o culpan a la víctima. Sus comentarios ponen de manifiesto que se identifican con el asesino y se sienten parte de un mismo grupo agraviado.
Sabemos que la consideración social de los hombres como seres superiores a las mujeres ha sido ilegalizada formalmente en la Constitución y en las leyes. Sin embargo, como sostiene Amelia Valcárcel, la idea sigue funcionando en muchas mentes masculinas como algo de sentido común. Muchos hombres perciben que los tiempos son distintos y que es políticamente incorrecto decir en voz alta lo que en el fondo creen, pero en su fuero interno creen en su superioridad y en su derecho a la violencia. La fratría (podríamos llamarla también la manada) se mantiene completamente vigente. En las conversaciones privadas y en los espacios de hombres la fratría puede actuar sin contención. La manada es un conjunto de iguales potencialmente violentos acostumbrados a que la violencia pueda ser utilizada como instancia definitiva de poder. Cada individualidad prueba su igualdad, su masculinidad, su pertenencia a la manada, mostrando su capacidad de usar la violencia.
Las mujeres somos consideradas objetos, seres inferiores que pueden ser utilizados sexualmente por todos los hombres o ser sometidos en exclusiva a uno para ejercer los roles naturales de cuidado abnegado y entrega fiel. Las demandas legítimas de libertad, de igualdad y justicia que parten de las mujeres son percibidas como ataques contra los derechos de los hombres. Ejemplos de estos razonamientos son los siguientes: “cómo se atreve esta a separarse”, “que las haya cuidado más tiempo hasta ahora no le da ningún derecho a quedarse la custodia de las niñas, ni a pedir dinero”, “no voy a pagar ni un duro a esta zorra que se ha ido para follar con otros”, “se quejan de que ganan menos, pero es que trabajan menos”, “prefieren ser madres, pues que no se quejen de cobrar menos”, “yo trabajando toda la vida para que esta lista se quede con el piso”, “todo el mundo sabe que me ha dejado tirado como un perro, pero yo la voy a destrozar”, “es una mentirosa, una falsa que me denuncia para quedarse con todo, con la ayuda de las leyes hembristas”.
Los hombres que piensan de este modo se exhiben públicamente como negacionistas del patriarcado y ponen en cuestión las estadísticas y datos oficiales relativos a la discriminación de las mujeres, como si fuesen fruto de una conspiración. Tienen tan naturalizada la subordinación de las mujeres que les resulta intolerable la rebeldía femenina, hasta el punto de justificar el más espantoso de los crímenes. Cuando ocurre un crimen machista, lo justifican con un nada creíble “es horrible pero…” seguido de la excusa expuesta en un lenguaje revanchista, frío y calculador.
El código patriarcal de la fratría infesta la sociedad. Difunde la visión de las mujeres como mentirosas que denuncian con la intención de arruinar a los hombres (y esta perspectiva alcanza los juzgados). Al pasar por el tamiz legal, una larga historia de violencia de género queda reducida a unos pocos eventos aislados que resultan en fragmentos inconexos de escasa gravedad, de apariencia poco peligrosa. Las medidas de protección se deniegan. El riesgo se estima insignificante. Mientras tanto, en la vida cotidiana de la mujer, el proceso la señala socialmente con una sombra de sospecha. Para la familia de su ex (que si tienen descendencia, también es su familia), ella es una arpía mentirosa. Para el maltratador, el proceso marca un punto de inflexión: ella le ha humillado y va a pagar por ello. Las criaturas son el arma para la destrucción definitiva de la enemiga.
Las mujeres experimentan que se las revictimiza, que se las juzga, como si el asunto central del pleito fuese si su denuncia es falsa o no lo es. Si denuncian, no encajan en el perfil pasivo que se espera de una víctima. Si se retiran, el asunto se archiva y para la fratría esto implica que la denuncia era falsa. Aunque las asesinadas sistemáticamente sean las mujeres y sus criaturas, la fratría logra imponer su discurso. La sociedad debe vencer a la fratría para poner fin a los feminicidios y a su impunidad.

Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2018/09/la-manada-del-asesino/



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jueves, 27 de septiembre de 2018

Cuatro asesinatos y tres huérfanos por violencia machista evidencian un sistema incapaz de llegar a todas las víctimas

Feminicidios & Sociedad machista
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Marta Borraz
www.eldiario.es

En menos de 24 horas, un hombre ha asesinado a sus dos hijas de dos y seis años en Castellón, otro ha matado a su pareja en Bilbao y un tercero a su expareja en Maracena (Granada).

  • El común desenlace, independientemente de que haya denuncia o no, pone sobre la mesa que "somos una sociedad que no está sabiendo resolver un problema principal", explica Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres
  • "El sistema de valoración de riesgo está fallando y, consecuentemente, todo el sistema de protección", explica Gema Fernández, abogada de Women's Link.

Cuatro asesinatos en menos de 24 horas. Es el balance que deja este martes la violencia machista, en el que tres hombres han asesinado a dos niñas y a dos mujeres, sus parejas o exparejas, y tres menores se han quedado huérfanos. Castellón Maracena (Granada) y  Bilbao son los lugares en los que se han producido los crímenes machistas, que, cada uno con sus peculiaridades, evidencian que las víctimas siguen sin tener garantías de ser protegidas. Aunque la madre de las niñas asesinadas en Castellón por su padre y la mujer asesinada en Euskadi por su pareja habían interpuesto denuncias previas y la mujer de Maracena no, el desenlace ha sido el mismo. 
Con estos últimos, la estadística oficial de casos mortales por violencia machista en lo que va de año asciende a 37 mujeres y tres menores, según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Además, 25 niñas y niños se han quedado huérfanos por esta causa.
Las expertas y colectivos feministas hacen hincapié en que no se trata de casos aislados y exigen la implementación total de las medidas que contiene  el Pacto de Estado contra la Violencia Machistacon el objetivo de garantizar la protección de todas las víctimas. "Cada vez que conocemos este tipo de noticias, somos conscientes de que somos una sociedad que no está sabiendo resolver un problema que es principal", explica Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres. Un problema que, según el CIS hecho público este mismo martes, solo un 1,9% de la población sitúa entre los tres principales, muy por detrás de la situación en Catalunya o la inmigración.
A primera hora de la mañana del martes se conoció que un hombre había asesinado durante la madrugada a sus dos hijas de dos y seis años en Castellón. El hombre, que se suicidó posteriormente, había sido denunciado por la madre de las menores, que se había separado el año pasado. El caso,  sobre el que unas horas después han trascendido algunos detalles judiciales, ha puesto sobre la mesa la necesidad de que los menores sean tenidos en cuenta como víctimas directas de la violencia que sufren sus madres, tal y como reconoce la Ley de Protección a la Infancia desde 2015.
Soleto apunta directamente al sistema judicial y asegura que "se toman decisiones que ponen en riesgo el bienestar y la vida de los niños y niñas. Seguimos constatando que, para la justicia, un maltratador sí puede ser un buen padre". Según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en 2017  el régimen de visitas del padre solo se suspendió en un 2,8% de las órdenes de protección adoptadas. Por su parte, la patria potestad lo fue en un 0,4% y solo en un 0,8% se tomaron medidas destinadas a proteger al menor "para evitar un perjuicio o peligro".  27 menores han sido asesinados por violencia machista desde que hay datos oficiales, en 2013.
Precisamente, el caso del padre que ha asesinado a sus dos hijas en Castellón ilustra el periplo judicial al que muchas veces se enfrentan las mujeres que denuncian violencia de género. Y es que hubo dos procedimientos abiertos: el primero, a raíz de un parte médico, fue archivado porque la mujer no denunció. Días después, el Juzgado de Familia reguló el régimen de visitas y dos semanas más tarde, la mujer denunció por amenazas.
La orden de alejamiento solicitada por la víctima fue denegada en un par de ocasiones, con la conformidad de la Fiscalía, y la mujer recurrió la decisión. Sin embargo, posteriormente desistió de continuar y el procedimiento fue archivado. Durante los procedimientos, existió una diligencia policial de valoración de riesgo de la víctima que resultó bajo. 

Valoración del riesgo "insuficiente"

"Nos encontramos ante un caso en el que había dos denuncias previas por violencia de género, una de ellas procedente de un parte médico de lesiones, y, aún así, el agresor ha sido capaz de asesinar a sus hijas para hacerle daño a la madre. Que un caso como este haya sido valorado como de riesgo bajo nos está indicando claramente que el sistema de valoración de riesgo está fallando y, consecuentemente, todo el sistema de protección", asegura Gema Ferández, abogada de la organización Women's Link.
Justo sobre la evaluación policial se ha pronunciado el Ministerio Fiscal en su última memoria, en la que califica de "insuficiente" esta valoración como única herramienta para determinar el riesgo. De hecho, reivindica el uso de otro tipo de instrumentos como el Protocolo Médico-Forense de Valoración Urgente del Riesgo. Sin embargo, y según datos de la propia Fiscalía,  solo se utiliza en un 2% de las órdenes de protección solicitadas en las cinco comunidades que dependen del Ministerio de Justicia. Una situación que, según las propias autonomías y el CGPJ, es extensible al resto del territorio.
A pesar de que Soleto reconoce que la violencia machista "es una carrera de fondo y algo con lo que sabemos que no vamos a acabar de un día para otro", hace hincapié en la "urgencia" de llevar a cabo "una evaluación precisa de cuáles son los sistemas de detección de riesgo y protección de la mujer para garantizar que se produce".
Las expertas reivindican poner el foco en los fallos del sistema que relacionan con que, por un lado, la mayor parte de víctimas no denuncien y, por otro lado, con que las que lo hacen no tengan garantizada su protección. De hecho, y precisamente para reforzar los sistemas de detección de la violencia más allá del ámbito judicial y policial y el acompañamiento de las víctimas, el Gobierno aprobó a principios de agosto una de las medidas claves del Pacto contra la Violencia Machista: la acreditación de la situación de violencia independientemente de que se haya denunciado o no. Finalmente,  el Ejecutivo decidió que el decreto pasara a ser tramitado como una Proposición de Ley que ya tramita el Congreso.
La presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE), Gloria Poyatos, apuesta además por fortalecer el ámbito educativo y reivindica formación judicial para todos los operadores jurídicos. "En lo judicial hay carencias, pero hay que mirar más allá, con perspectiva", explica haciendo referencia a que "desde todos los ámbitos hay que empezar a dejar de lado los mensajes que devalúan a la mujer, porque ese tipo de discursos son los que sostienen los casos más graves".

Huérfanos sin pensión garantizada

Al igual que la madre de las niñas asesinadas en Castellón, la mujer asesinada en Bilbao, el último caso producido este martes, había presentado con anterioridad una denuncia por amenazas, por lo que la Ertzaintza, que ha detenido a su pareja, trabaja con la hipótesis de que se trata de un caso de violencia machista.
En ambos casos, los hechos denunciados fueron amenazas,  algo sobre lo que el Consejo General del Poder Judicial ha llamado la atención en varios informes. El organismo incide en que la mayor parte de asesinatos machistas están precedidos de denuncias de amenazas y control, no de agresiones físicas graves, y lamenta que estos hechos puedan ser minusvalorados. Este tipo de denuncias, dice el CGPJ, "pueden hacer pensar que no revisten mayor gravedad o peligro para la integridad física de la mujer, pero todas ellas fueron víctimas de muerte violenta".
Según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, que aún no ha incorporado el caso de Bilbao a sus estadísticas oficiales, solo ocho mujeres de las 37 asesinadas este año había interpuesto una denuncia contra su agresor. Entre las que no acudieron a la Policía o los juzgados se encuentra la mujer asesinada en Maracena (Granada) este mismo martes. La víctima llamó al 112 desde su domicilio, donde los médicos ya la encontraron muerta. Su pareja ha sido detenido como presunto autor del crimen.
Tanto ella como la mujer asesinada en Euskadi tenían hijos menores de edad –uno la primera, dos la segunda–, que se quedan huérfanos  y a la espera de que el sistema les otorgue o no las pensiones de orfandad que les corresponden. Y es que este tipo de ayudas no están todavía garantizadas y las organizaciones lamentan la falta de respuesta de las instituciones respecto a estos menores. De hecho,  hace más de un año el Congreso inició los trámites para la aprobación de una proposición de ley que corrija esta situación, pero se encuentra paralizada. 
"Existen muchas posibilidades de que estos niños no tengan acceso a la pensión de orfandad", explica Soleto. La fundación que dirige, Fundación Mujeres, gestiona el Fondo de Becas Soledad Cazorla, una iniciativa que ofrece ayudas a los niños y niñas que se quedan huérfanos por violencia machista para suplir las carencias institucionales. "Exigimos el compromiso de las fuerzas políticas para hacer efectiva esta medida con la mayor celeridad posible y para que no vuelva a haber en España un niño que se quede en una situación de indefensión por este motivo".




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