RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

lunes, 31 de diciembre de 2018

2018: Un año de lucha feminista

EdiccionDestape
www.eldestapeweb.com

El debate por la despenalización del aborto, masivas movilizaciones y la denuncia de Thelma Fardin marcaron la agenda de género.

La lucha feminista tuvo una agenda muy activa durante el 2018. Desde el debate por la despenalización del aborto, distintas movilizaciones como el Ni Una Menos o el Paro Internacional de Mujeres hasta la difusión de casos de abuso y acoso sexual a raíz de la denuncia por violación de Thelma Fardin contra Juan Darthés.
La primera parte del año tuvo la discusión por la legalización del aborto como eje central. Todos los martes se llevaban a cabo los famosos "martes verdes" donde a través de distintas actividades a lo largo del país se brindaba apoyo a la interrupción voluntaria del embarazo.
Asimismo, se celebró un contundente y extenso debate en el Congreso, en donde exponentes de distintas áreas brindaron argumentos a favor y en contra del proyecto de ley. Actrices, abogadas, sociólogas, periodistas, ex funcionarios, entre muchas otras, brindaron su punto de vista.
En una jornada maratónica, con un Congreso envuelto de una marea verde, el 14 de junio la Cámara de Diputados aprobó la media sanción del proyecto que promovía la interrupción voluntaria del embarazo. Sin embargo, la legalización no pudo convertirse en ley, puesto que el 9 de agosto la Cámara Alta rechazó el proyecto. El rol de los mal llamados "pro vida" tuvo fuerte impacto en el Senado.
A pesar de que el proyecto quedó trunco en el Congreso, la lucha feminista logró visibilizar al aborto clandestino como un problema de salud pública que afecta a las mujeres más humildes. La capacidad de movilización y del lucha del movimiento feminista fue un triunfo para el 2018.
El debate por el aborto también se hizo presente en en el 33º Encuentro Nacional de Mujeres. Alrededor de 50 mil mujeres se hicieron presentes en Trelew, Chubut, en donde participaron de diversos talleres relacionados sobre violencia de género, feminización de la pobreza, sindicalismo y la mujer, entre muchos otros. Los pañuelos verdes inundaron la convocatoria.
Por otro lado, este año se caracterizó por la movilización de las mujeres. El 8 de marzo se celebró el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Los reclamos principales fueron por el aborto legal y contra el ajuste. En la previa al tratamiento del proyecto por la legalización del aborto, el 4 de junio fue la marcha de "Ni una menos", al tiempo que el 28 de Septiembre hubo una masiva marcha por la legalización del aborto.
El vergonzoso fallo del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 1 de Mar del Plata, que consideró que la muerte de Lucía Pérez no se enmarca dentro de la figura de femicidio, ocasionó otra movilización desde Tribunales a Plaza de Mayo. La falta de perspectiva de género de la Justicia quedó expuesta en los vergonzosos argumentos del fallo. En repudio a la absolución de los acusados, miles de mujeres marcharon el pasado 05 de diciembre.
El último acontecimiento que marcó la agenda de género fue la denuncia por violación de la actriz Thelma Fardin contra el actor Juan Darthés. La actriz brindó una conferencia de prensa junto al colectivo de Actrices Argentinas en el Multiteatro, en donde a través de un video contó la agresión sexual que sufrió en 2009, mientras estaban de gira con Patito Feo. Fardin tenía 16 años y Darthés 45. La causa se tramita en el país donde sucedieron los hechos.
Luego de que Fardin contara su historia y viralizara la frase "mirá cómo nos ponemos", muchas mujeres siguieron el ejemplo de la actriz y comenzaron a denunciar situaciones de acoso y abuso sexual sufridas en diversos ámbitos. La denuncia contra Darthés marcó un fuerte punto de inflexión para visibilizar la violencia de género.




Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

sábado, 29 de diciembre de 2018

En libertad el hombre que pegó e insultó a varias mujeres: “Si a los de ‘La Manada’ no les pasó nada, a mí menos por pegaros hostias”


Por María José Pintor Sánchez-Ocaña
El agresor les llamó “putas” y les dijo que “apestaban a sangre de regla”
“Si a los de ‘La Manada’ no les pasó nada, a mí por pegaros unas hostias, menos”. Así de claro lo dejó un hombre de 29 años en Sanxenxo y tenía razón. Tras insultar y pegar a un grupo de mujeres, fue detenido para a las pocas horas quedar en libertad.
Un grupo de mujeres de Sanxenxo, en Pontevedra, ha denunciado una supuesta agresión por parte de un joven de 29 años el pasado domingo 23 de diciembre al volver de celebrar una cena navideña.
Las mujeres se dirigían hacia una zona de copas cuando un hombre, al que no conocían de nada, comenzó a increparlas. Así lo recoge ‘La Voz de Galicia’, que explica, además, que les llamó “putas” les dijo que “apestaban a sangre de regla”.
Cuando una de las chicas decidió contestarle el individuo le propinó una bofetada provocando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Según relata este diario, los amigos del hombre les pidieron perdón e intentaron justificar la agresión agregando que cuando bebe “se pone así”.
Los amigos le disculparon porque “cuando bebe se pone así”
En un intento de identificar al agresor, el grupo de mujeres y varios testigos salieron tras él para hacerle fotos, pero esto no sirvió para disuadirle, sino que le animó a agredir y tirar al suelo a otra de las víctimas.
“Le dije simplemente que se pirara y ya no recuerdo más que un golpe y verme tirada en el suelo. Me dio con toda la fuerza y además me lastimé al caer, tengo un costado rascado. Y también me golpeé la cabeza”, es el testimonio de una de las mujeres que recoge ‘La Voz de Galicia’.
Entonces, los testigos llamaron a las autoridades y hombre se mofaba de sus víctimas diciendo “si a los de ‘La Manada’ no les pasó nada, a mí por pegaros unas hostias a vosotras menos“.
La Policía Local y la Guardia Civil procedió a su identificación y detención, aunque horas más tarde volvía a estar en libertad.




Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

“Yo sigo siendo feminista marxista, que es algo que no está de moda”

Juliet Mitchel & Feminismo marxista
Resultado de imagen para “Yo sigo siendo feminista marxista, que es algo que no está de moda”

Celeste Murillo
www.laizquierdadiario.com

Conversamos con Juliet Mitchell, psicoanalista y feminista marxista británica, activista durante la segunda ola feminista y autora de Women, the longest revolution. Actualmente, dicta clases en las universidades de Cambridge y Londres.

Juliet Mitchell eligió el viejo teatro The Old Vic para esta conversación. Google Maps indica que la estación más cercana a ese teatro en el sur de Londres es Waterloo, como la batalla en la que Napoleón fue derrotado por el Duque de Wellington. A Mitchell le da gracia la pregunta sobre el nombre y menciona el intento frustrado de cambiarlo. En 2018, toda la zona que rodea el teatro sigue llevando el sello de la vieja superioridad imperial.
Nació en Nueva Zelanda, pero desde muy chica vive en Inglaterra. Aunque tiene casi 80 años, sigue dando clases en la Universidad de Londres y en Cambridge, donde fundó el Centro de Estudios de Género. La segunda ola feminista la encontró en la Universidad de Leeds y Reading cuando comenzó a dictar clases. Fue parte del puñado de estudiantes y profesoras que convocaron a la primera Conferencia Nacional del Movimiento de Liberación de las Mujeres en el Ruskin College de Oxford, junto con las historiadoras Sheila Rowbotham, Anna Davin y Catherine Hall. La conferencia contó con la presencia de 600 mujeres y se discutieron cuatro demandas: igualdad salarial, iguales oportunidades de trabajo y estudio, anticonceptivos gratuitos y derecho al aborto libre y guarderías durante las 24 horas. Esta conferencia sería la primera de diez que concentrarían los debates y definiciones del movimiento.
Aunque comenzó su carrera en Literatura, siguió su camino político y académico por el psicoanálisis, en particular en relación con el feminismo. Además de su activismo feminista, y como parte de ese movimiento, reflexionó sobre los lazos que se desarrollaban entre la lucha contra la opresión y otros movimientos que se rebelaron contra el capitalismo. Autodefinida como feminista marxista, uno de sus (pocos) textos más conocidos nació como artículo para la legendaria New Left Review en 1966, “Women: The Longest Revolution” (Mujeres: la revolución más larga). El ensayo buceaba en diferentes teorías feministas, con el objetivo de rescatar los puntos más agudos de la tendencia socialista, minoritaria pero con una importante presencia en el movimiento feminista. Quizás sin saberlo, compartía algo del camino de Lise Vogel que también buscaba retomar el análisis marxista para enriquecer el punto de vista feminista, cuya máxima expresión fue Marxismo y la opresión de la mujer: hacia una teoría unitaria (1983).

Feminismos, ayer y hoy

Desde los primeros intercambios, habla de su trabajo sobre las relaciones entre hermanos y hermanas, que en inglés se mencionan con una palabra sin género: siblings, porque considera que son poco exploradas. Y aunque aclara que no conoce los debates en todos los países, sabe del movimiento por el aborto legal que sacudió a nuestro país durante 2018, y hace muchas preguntas para intentar captar algo de su alcance. El inicio de la conversación se da por la situación actual del feminismo y el movimiento de mujeres.
Creo que el feminismo siempre ha sido un movimiento de protesta combinado y heterogéneo, y tenemos que aceptar que es así, en lugar de restringir lo que yo creo que es el feminismo para mí. Por el ejemplo, el Me Too es algo combinado, tengo críticas, creo que fue en gran medida individualista, tanto los varones defendiéndose a ellos mismos como las mujeres acusándolos, cuando era algo que necesitaba colectivo (las mujeres deberían haberse organizado como grupo, y la gente podría presentar lo que le había pasado y tomar decisiones colectivas, eso sería lo negativo para mí. Sin embargo, creo que fue algo muy valiente. La denuncia que se hizo contra Kavanaugh [el juez acusado nominado a la Corte Suprema de EE. UU. de abuso sexual] me parece muy buena [...] Creo que tenemos que buscar los aspectos positivos de lo que hacen las mujeres, lo que no quiere decir que no hagamos críticas, desde nuestras perspectivas.
Aparece rápido en la conversación la comparación entre la segunda ola feminista en los años 1970 –que buscaba conquistar derechos– y este momento en el que, después años de ampliación de derechos –con una mayor presencia de las mujeres en casi todos los ámbitos, incluso con mujeres en posiciones de poder–, los movimientos que se desarrollaron –como Ni Una Menos de Argentina o Me Too en EE. UU.–, renovaron las fuerzas del movimiento de mujeres, pero con una matriz de carácter defensivo (violencia, femicidios, abusos). Mitchell reconoce un elemento similar a otros momentos históricos,
Creo que siempre existe un momento antifeminista después de un movimiento tan expansivo [se refiere a la segunda ola]. Por ejemplo, cuando hicimos el centro de estudios género en Cambridge, era un momento contra el feminismo. En ese momento dijimos, “ya no se puede pelear en el valle, porque ahí solo es discusión contra el antifeminismo, el debate se vuelve repetitivo y ya no es dinámico”, y entonces pensamos qué hacemos mientras pasa este momento, cómo debatimos, y como estábamos en Cambridge, empezamos a pensar otra agenda y creamos un programa sobre las mujeres. [...] En ese momento cambiamos el nombre del centro a estudios de género porque en ese momento, la historiadora Joan W. Scott había escrito el artículo “El género: una categoría útil para el análisis histórico” (American Historical Review, 1986), y no podíamos usar “mujer” como una categoría para analizar los procesos. Ella después cambió de opinión, pero nosotras seguimos pensamos que género es una categoría útil. 
Creo que ahora estamos en una posición diferente, creo que esta posición defensiva porque es contra algo que no afrontamos correctamente antes...
Esta reflexión no es aislada. De hecho existen innumerables discusiones en los momentos de cambio, como el que vivimos, especialmente alrededor de la violencia machista, los abusos sexuales, incluso las violaciones, que en otros momentos de la historia estuvieron naturalizados en diferentes grados. Es un proceso muy contradictorio, donde el Estado, las clases dominantes y los medios de comunicación no son neutrales, toman aspectos del discurso feminista en general o el “sentido común” igualitario de esta época. En este semanario hemos recorrido el debate que abrieron los escraches en Argentina o las denuncias que motorizaron el Me Too.
Acerca de este momento, ella reafirma que a pesar de que se pueda definir como defensivo, ve que el machismo está expuesto y “no es posible volver atrás”. Justamente, esta idea de que es imposible “volver atrás” es lo que deja en evidencia las contradicciones de un escenario en el que existen derechos formales, producto de décadas de movilizaciones y concesiones que se vieron obligadas a dar las clases dominantes, y persisten la violencia y la opresión. A la vez, solo una parte de las mujeres (u otros sectores oprimidos) puede acceder a ellos, mientras para la mayoría, materialmente, sigue siendo muy difícil. Juliet Mitchell comenta que muchas mujeres, “siguen teniendo miedo de los hombres, nadie dice que no podés usar esos derechos”. Y puede existir un componente de miedo, pero el mayor contraste existe entre la convicción de muchas mujeres que creen (y han escuchado durante años) que la igualdad es un hecho, pero en la “vida real” esa igualdad está muy condicionada por la pertenencia de clase, por el lugar donde viven, las medidas de austeridad o medidas de ajuste de los gobiernos. Y la violencia machista, que persiste, es uno de los ejemplos más crudos de esa contradicción, porque se sigue reproduciendo incluso cuando existen tantos derechos como nunca antes. Ante este panorama, conversamos sobre un ejemplo cotidiano, la posibilidad de romper una relación en la que una mujer ya no quiere estar. Si las mujeres no tienen trabajo o tienen una vivienda, ese derecho es un poco un papel mojado, ¿cómo podrían divorciarse?
Claro, no pueden sobrevivir. Claro, tampoco existe la paridad salarial acá [en el Reino Unido], en algunos casos las mujeres llegan a cobrar el 60 % del salario de un varón, cambia mucho según el trabajo. Por ejemplo, ahora en mi facultad hay una pelea para que las trabajadoras de limpieza cobren lo mismo que sus compañeros porque están divididos en el trabajo dentro y fuera del edificio. Me recuerda a la lucha por la ley de paridad salarial de 1968, de las trabajadoras de Ford, que estaban relegadas a los trabajos menos calificados (...) Las cosas cambiaron desde la segunda ola feminista, ha habido muchas conquistas, y de alguna forma creo que hay que ver incluso en este momento defensivo un aspecto de “conquista”, porque se puede mostrar [lo conquistado], es de lo que se trata hacer un balance. Y, espero que no pero, te dicen “no empieces análisis de clase”, “no empieces con el análisis de género”... Que no son lo mismo, pueden estar mezclados pero hay que pensar a través de los dos, no solo a través de uno de ellos. Para el marxismo, creo que de lo que se trata es de pensarlo dialécticamente, materialmente.

Feministas, discursos e ideas

“Yo sigo siendo una feminista marxista, como vos, que es algo que no está de moda en esta parte del mundo”, subraya Juliet Mitchell, cuando habla de algo que repetirá en otros momentos, que es la poca presencia de las corrientes marxistas en el movimiento feminista británico.
Trabajo y vivo en Cambridge, donde puse en pie un centro género, es una universidad muy clasista, tanto Oxford como Cambridge son universidades de clase. Mis amigas y amigos siempre están preocupados por la diversidad, dicen, “Debemos tener más estudiantes negros, más estudiantes LGBT”; pero no se puede tener diversidad sin un análisis de clase para empezar. Por ejemplo hay un rumor de que en Oxford ingresaron más estudiantes negros y descubrieron que la mayoría eran “príncipes nigerianos”. ¿Qué quiero decir? Que eran varones, de clases altas y provenientes de la educación privada.
La anécdota lleva la conversación a cómo las democracias capitalistas utilizaron el discurso de la diversidad que, en parte mostraba conquistas de las personas LGBT como derechos civiles y la pelea contra muchos prejuicios, pero a la vez era utilizado muy hábilmente para invisibilizar otras diferencias, que se hunden en el corazón mismo de una sociedad organizada alrededor de la explotación del trabajo asalariado y la división en clases. La referencia a la descripción que hizo la filósofa y feminista estadounidense Nancy Fraser, con el nombre de “neoliberalismo progresista”, es casi inevitable. Pero rápidamente la charla encuentra otro cauce y va hacia Brasil que, para Mitchell, es junto al avance de la ultraderecha en Europa uno de los desafíos urgentes para el feminismo y el marxismo:
Creo que necesitamos un nuevo análisis, frente este nuevo ascenso del fascismo y el lugar de las mujeres en ese discurso. Por ejemplo, pienso en dos amigas que fueron a la embajada de Brasil a votar, fue algo intimidante: había un grupo de mujeres protestando y un grupo de hombres con remeras estampadas con armas, les gritaban cosas como “Putas, váyanse de acá” […] En Brasil creo que se movilizaron 4 millones de mujeres, pero hay mujeres también oponiéndose a eso; siempre existe esa dinámica, siempre hay antimujeres entre las mujeres. Creo que es algo para analizar. Como marxistas creo que nos tenemos que preguntar cuál es la relación entre el fascismo del capitalismo tardío y el ataque a las mujeres…
Esa reflexión también podría plantearse en el sentido inverso y sería válido. Es el caso de las movilizaciones de mujeres que sirvieron como canal de un descontento mucho más amplio que las “agendas” o las demandas que originan esas movilizaciones. Un ejemplo es la Marcha de Mujeres contra Donald Trump, cuando recién asumía la presidencia en Estados Unidos, o la propia movilización en Argentina contra la violencia machista o por el derecho al aborto legal que, en diferentes momentos, mezcló diferentes elementos que las hicieron masivas. Esto fue parte de la reflexión que abrimos luego de las marchas masivas el 8M de 2017.
Volvemos momentáneamente a la comparación de los momentos históricos y reflexiona sobre los discursos y las ideologías con más peso en el feminismo,
No creo que estemos retrocediendo, creo que está pasando otra cosa, que es un momento diferente. Y definitivamente tiene que ver con el movimiento de mujeres, con el feminismo, y es muy bueno que haya espacio para corrientes feministas marxistas, es muy alentador. Acá [en el Reino Unido] no hay corrientes feministas marxistas, el movimiento está bastante hegemonizado por las teorías queer... Por supuesto, existen intereses y demandas más que legítimas.
Esto dispara un cuestionario rápido y recíproco sobre las corrientes políticas y perspectivas, especialmente sobre el peso de las visiones que realizan críticas certeras a las políticas identitarias o el discurso del feminismo liberal y sin embargo, con una radicalidad aparente, abandonan la exigencia de derechos democráticos en el capitalismo y la lucha por transformar de raíz el orden social, lo cual desemboca inevitablemente en salidas individualistas.
Sí, ese es un punto muy interesante, y además muchas corrientes así como el posmodernismo terminan en visiones políticamente anarquistas, que creo que Marx que tenía razón cuando señalaba al anarquismo como la otra cara de una misma moneda con respecto a la burguesía. Lo mismo ocurre con el individualismo, como te decía al principio, una de mis preocupaciones con el movimiento Me Too que es muy individualista. Una vez que entrás en el individualismo, pocas cosas buenas pasan. En un sentido, el sujeto del feminismo, que son las mujeres, desaparece para convertirse en individuos. Existe esta idea de “Me quiero aislar”, bueno hacé lo que quieras [...] Creo que tenemos que ser capaces de lograr cambios en las instituciones, en el sentido de lo que sucede en Argentina donde quieren cambiar la ley sobre el derecho al aborto. Tiene que ver con eso y también con qué balance o relación de fuerzas hay detrás de esas instituciones…
“Creo que hay algo de fuerza en esta posición defensiva, hay algo positivo. Porque es una fuerza que unifica”, señala Mitchell volviendo al problema de los motores de los movimientos actuales. Y aunque compartimos la visión de que son movimientos que tienen la potencia de desnudar la desigualdad y la persistencia de la violencia, volvemos sobre el problema de empezar desde un punto de demasiado bajo. Ante esto, Mitchell responde que, “Claro, cuando hablo de lo positivo del momento defensivo, me refiero sobre todo a una cuestión de análisis”.
Como psicoanalista, Mitchell trabajó sobre muchos temas relacionados con la sexualidad femenina, la maternidad y el lugar de las mujeres en la familia. La mayoría de sus trabajos son previos a la crisis actual de la reproducción social a un nivel sistémico en el capitalismo, sin embargo sostiene que,
El capitalismo idealiza la maternidad, por un lado, y la hace imposible, por el otro. Y ahora esa combinación idealización-imposibilidad es cada vez más fuerte, por ejemplo acá [en el Reino Unido] es cada vez más difícil para más y más mujeres convertirse en madres, cada vez crece más la brecha entre ricos y pobres. Y simplemente es imposible, pero a la vez la maternidad es el único lugar donde se les permite capacidad de acción o elección a las mujeres. Es decir, son sujetos de elección en la maternidad y en ningún otro lugar. Pero no se dan las condiciones para que puedas realizar esa capacidad de elegir [...] La socialización del cuidado y la crianza de niñas y niños es muy buena, en comparación con una familia aislada. No puedo estar más a favor de los jardines de infantes. Y el sistema de Bowbly [se refiere al psicoanalista John Bowbly, creador de la teoría del apego para la crianza, N. de R.] era un sinsentido de la segunda posguerra [cuando existió una política fuerte para que las mujeres regresaran hogar después de haber ingresado masivamente en la fuerza laboral por falta de mano de obra masculina, N. de R.]. Yo crecí en la guerra, ninguno de nosotros tenía a su mamá en casa, todas trabajaban, y estábamos bien, crecíamos juntos. Creo que una instancia colectiva es esencial para niñas y niños. La maternidad, en cambio, se construye de forma aislada y ese es el problema, no es que haya algún problema en ser madre. La maternidad no fue siempre algo aislado, en las sociedades basadas en la agricultura no era algo aislado. Desde el siglo XX se fue aislando, centrada en algo individual, y a eso se suma, otra vez, que no existen condiciones para una maternidad aislada, es un ideal inalcanzable, que en realidad no es un ideal. Insisto mucho en la colectivización de la crianza, es parte de mi visión marxista. El gran problema de las mujeres siempre ha sido el aislamiento. Y el único lugar donde se les permite ser sujeto es la maternidad, que es una ocupación de 24 horas y completamente aislada.
Cuando estamos cerca de terminar la conversación y el bar del teatro Old Vic se llena de gente y crece el murmullo, conversamos su ensayo de mediados de los años 1960, The Longest Revolution, y la vigencia o no de una de las ideas que desarrolla alrededor de la “conciencia feminista”:
Creo, entonces, que necesitamos desarrollar nuestra conciencia feminista al máximo, y al mismo tiempo transformarla mediante un análisis socialista científico de nuestra opresión. Los dos procesos deben avanzar de forma simultánea –la conciencia feminista no se desarrollará “naturalmente” en socialista, ni debería hacerlo: ambas coexisten y deben trabajarse juntas. Si solo desarrollamos la conciencia feminista… lo que conseguiremos es, no una conciencia política, sino el equivalente al chauvinismo nacional de las naciones del tercer mundo o el economicismo entre las organizaciones obreras; una mirada que se ve a sí misma, que solo ve el funcionamiento interno de un segmento; los intereses de ese segmento. La conciencia política responde a todas las formas de opresión.
¿Sigue pensando así?
Sí, sigo pensándolo. Sí, absolutamente. Pero sobre la cuestión de por qué hay más ataques a las mujeres, creo que hay pensarlo en este momento, que es diferente [...] No es que toda opresión sea parte de la misma opresión, pero hay que observarlo en su tiempo, y los tiempos son diferentes. Y el lugar de las mujeres en esta situación las pone en un lugar de vanguardia en la lucha de la opresión, porque están en un lugar de “vanguardia” al ser atacadas. Y no es que eso sea más importante que otra cosa en ningún sentido, pero políticamente, creo que las mujeres están en una posición estratégica importante en este momento […] Y eso era diferente en el momento que escribí ese texto, a mediados de los años 1960 y no estábamos en una situación así, más bien una gran parte del país atravesaba un momento bastante liberador […] Por qué hoy hay un retroceso en el derecho al aborto, en los derechos de las mujeres. Creo que siempre por debajo de la idealización, como la que el capitalismo construye alrededor de las mujeres y la maternidad, hay un ataque tanto a la maternidad como al derecho al aborto, porque lo que está bajo ataque es el derecho de las mujeres a decidir.
Juliet Mitchell es psicoanalista y feminista, dos frentes que no terminan de amigarse pero cuya relación es inevitable para comprender la situación de las mujeres en la cultura.
 


Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

viernes, 28 de diciembre de 2018

Ellos dan miedo y yo no finjo

Miedo & Violencias machistas

Imagen relacionada
Cristina Fallarás
www.publico.es

Sobre el miedo como una forma de violencia machista

La mujer ronda los sesenta. Aparece en la pantalla para que le pregunten por Laura Luelmo, cuyo cadáver acaba de ser encontrado junto a un camino, muy cerca de la carretera. Todo indica que la mataron, pero no hay certeza aún en ese momento. Nadie habla de ese cuerpo, de qué ven cuando lo miran. La mujer que aparece en pantalla tiene algo encogido en su gesto, así que le pregunto si tiene miedo. “Claro que tengo miedo”, responde. Y que, en el pueblo, El Campillo, todas lo tienen. Explica que nunca salen solas a dar un paseo, como poco por parejas y normalmente en grupo. Lanza un suspiro y se pregunta en voz alta cómo se le ocurrió a la chica salir sola.

Después interviene otra vecina del pueblo, más o menos de la misma edad. “Yo no salgo sola ni a tirar la basura”. Lo comenta como quien habla del tiempo o el precio de la fruta. Es algo que considera normal. Lo normal.
Me interesa el relato de las dos, porque evidencia hasta qué punto es sólido el miedo de las mujeres, y lo lanza al pasado y lo muestra como un “desde siempre”.
Cuando agarro el móvil, lo saco, finjo hablar con mi marido, finjo que está ahí al lado, finjo que no tengo miedo.

Cuando andando siento detrás una presencia y finjo que me rasco la oreja para mirar de reojo quién camina, no aprieto el paso, finjo que no tengo miedo.
Cuando entro en un aparcamiento público y no hay nadie, el techo es bajo y amplio, finjo a pasos rápidos que no corro, me finjo a mí misma que no se me dispara el pulso, finjo que tengo cobertura, finjo que no tengo miedo.
Cuando la hija sale por la noche y sé que va a trasnochar, finjo que duermo, que descanso, finjo que no permanezco inmóvil, helada, atenta a cada sonido del ascensor, a la luz del móvil. Finjo que no tengo miedo.
Cuando paso delante de un grupo de hombres que me miran sin disimulo y me doy cuenta de su ebriedad, finjo que no miro, finjo que no sé que uno o todos van a hacer un gesto, finjo que no tengo miedo.
Pero tengo miedo.


Tenemos miedo.

Todas.
El miedo es una forma de violencia y todas las mujeres vivimos con miedo. O sea, sufrimos una violencia constante. Y entre todas las violencias, la más bestia es cuando alguien te dice “no haber salido sola”, “cómo se te ocurre”. La violencia que supone la también violencia de la culpabilización, doble y multiplicada.
Y luego vienen los lechuguinos y los garbanceros a decir que si las denuncias falsas. Primero pienso qué sabrán ellos del miedo, qué carajo sabrán ellos de este miedo que es miedo siempre y que desaparece cuando te das cuenta de que la que te sigue es una igual, una mujer, o sea no es un hombre.


Después pienso que sí saben de ese miedo. Los pequeños “analistas” miserables que escriben sobre las falsas denuncias, los políticos garbanceros que a caballo hablan de “reconquista” saben que dan miedo. Que ellos dan miedo. Eligen hacerlo y lo hacen. Hablar de “reconquista” es hablar de guerra, y nosotras sabemos dónde se librará, sabemos que el campo de batalla hace tiempo que es el cuerpo de la mujer.


Ellos no lo esconden.
Los oigo como quien siente el zumbido de una mosca lejana y de pronto se da cuenta de que el zumbido se acerca y no era una mosca sino un enjambre de abejas voraces. Y de nuevo tengo miedo. Pero me doy cuenta de que ya no finjo.



Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

Machismo y medios: lo peor de 2018



Por Patricia Reguero
Siguiendo la tradición, hacemos un recorrido por los enfoques machistas de muchas informaciones en el año de la #huelgafeminista, #LasPeriodistasParamos y la sentencia de La Manada.
El año de la huelga feminista y de la sentencia de La Manada, el feminismo ha rugido para denunciar el contexto que permite la violencia sexual mientras muchos medios se han sumado a la “ola” con figuras como la redactora jefa de género de eldiario.es, una mesa especializada en EFE o la corresponsalía de género de El País.
No me cabe duda de una cosa: si algo ha puesto de manifiesto este 2018 con #LasPeriodistasParamos es que en todas las redacciones hay una periodista a la que no le da miedo decir que el periodismo, si pierde el foco de los derechos de la mujeres, solo podrá apuntalar la desigualdad.
Pero no basta: 2018 ha sido también el año de la contrarreacción machista ante los pasos indiscutibles de los movimientos de mujeres y, así, a los ya clásicos columnistas señoros se han sumado algunos nuevos. También ha habido sobrados ejemplos de cómo los titulares y los enfoques pueden no sostener y sino también ser puro relato de terror sexual.
Si dejaste de leer El Mundo unas semanas después que nos contaran cómo eras “la vida normal de la joven violada en San Fermín” en 2017, te cansaste de leer titulares sexistas durante los Juegos Olímpicos de Rio 2016,  flipaste con “el psicópata que mataba por amor” -dijo El País– en 2015, torciste la cara cuando en 2014 ABC nos dijo que la menstruación causa divorcios y en 2013 quisiste sacar la catana cuando nos contaron cómo descuartizar a una mujer en la televisión pública manchega… esta es tu lista.
Recojo algunos de la gran cantidad de titulares que a lo largo de esta año muchas periodistas han señalado y compartido en Twitter. Bienvenida a machismo y medios, lo peor de 2018.

Relato de terror sexual

En 2018 hemos gritado la violencia sexual mientras muchos medios insisten en servir de altavoces al discurso del terror sexual. “Las representaciones sobre el peligro sexual no son solo la estructura que da soporte a la violencia, son en sí mismas violencias”, dice Nerea Barjola en Microfísica sexista del poder (Virus editorial, 2018), uno de los libros imprescindibles de este año.
Como en tantos otros casos, la ropa o el comportamiento de Diana Quer sirvieron de excusa a un buen número de medios para culpar a la joven de su propia desaparición. ‘No fue discreta’ (Antena 3), ‘Su autoestima es baja’ (Telecinco), ‘Se ha esfumado’ (El Mundo) o ‘Tómate un orfi‘ (“exclusiva” de Espejo Público, Antena 3, luego replicada en muchos medios) son algunos ejemplos de cómo los medios dieron prioridad a la versión de que la joven podría haber desaparecido por voluntad propia, negando así la verosimilitud de lo que siempre mantuvo la madre de Diana Quer: que la de su hija había sido una desaparición forzosa.
Lo que siguió al hallazgo del cuerpo de la mujer el 31 de enero de 2017 y la posterior detención de ‘El Chicle’ lo hemos visto infinitas veces. Detalles innecesarios, entrevistas que poco o nada aportan en el plano informativo (como las que le hicieron a su madre) y esa “monstruoización” del individuo, es decir, un intento de hacernos creer que quienes actúan así son excepciones de un sistema que en general, tampoco es tan hostil con nosotras.
En el año en el que hemos debatido como nunca qué es ‘consentir’, seguimos viendo titulares que demuestran haberse quedado fuera o no haber entendido nada. Solo así se entiende este “aceptó” del titular ‘Una de las menores de Alicante aceptó tener sexo para no ser violada por los 10 miembros de la banda‘, este “tener relaciones” en ‘Detenido por tener relaciones con una niña de 12‘, o que alguien pueda “mantener relaciones” cuando la amenazan con un hacha.
Claro que estamos hablando de una situación en la que un medio se puede permitir informar sobre violencia sexual en la sección de ‘Gente y Pasatiempos‘. De hecho, la espectacularización que se ha hecho del caso de La Manada, tratando a los acusados como si fueran famosos de la tele, ha dado lugar lamentables episodios como la entrevista al padre de ‘El Prenda’ en Cuatro: “Ella es culpable; los sevillanos eran muy guapos y fue a buscarles“.
En el reciente caso de Laura Luelmo, los medios han abierto sus micros para permitir que el asesino pida el perdón de la familia.

Violencia machista en la pareja

En el tratamiento de la violencia machista en la pareja, las “mujeres que mueren” siguen copando titulares sin sujeto activo como en ‘Yésica, la camionera asturiana que viajaba por Europa, degollada tras discutir con su novio’. Me ha llamado especialmente la atención en el caso de “el rey del Cachopo”, dado que cuando fue detenido ya se sabía que se trataba de un asesinato.
Perdura otra práctica de la que ha he hablado en anteriores episodios de Machismo y medios, que además este año me parece de especial gravedad si se analiza en relación al ascenso de Vox, que ha tenido en el discurso de “la ideología de género” una de sus bases. Así, decir que envían a un hombre a prisión “por mandar seis mensajes de WhatsApp a su pareja” (cosa que hizo Público en un tuit) o que detienen a un hombre “por dar una patada a su pareja” (como llega hasta mí el titular a través de Google Alerts, aunque luego fue modificado) es gasolina para el fuego.
De la banalización de la violencia de género dan cuenta estos titulares:  ‘Cinco años de cárcel por poner fin a una fiesta arrojando a una mujer al vacío en Zaragoza’ (que rectificaron, podéis ver el titular original en la URL) o ‘Martha, la coqueta empleada de hogar estrangulada con un cable por ‘El Cubano”.
Sobre la muerte de Chiquetete, hemos leído que “vino en desgracia desde que fuera satanizado por el circo televisivo después que su exmujer lo acusara de propinarle varias palizas”.

Nueva hornada de columnistas señoros

Si hay un fenómeno que ha cogido fuerza este año es el de la irrupción de nuevos columnistas señoros. El ejemplo más reciente de cómo algunos columnistas que no te imaginabas cercanos a Vox que calcan sus argumento es Soto Ivars y su artículo ‘Dos palabras: denuncias falsas’, en El Confidencial. Le sigue de cerca este otro chavalote, Alberto Olmos, preocupado por los nuevos términos en que las mujeres están planteando qué es el consentimiento.
La verdad, qué pereza. Yo para esto prefiero seguir leyendo a los clásicos, como Javier Marías. Por ejemplo, en esta columna titulada ‘Mejor que nada mejore’ donde se repiten eso tan fake de que a las feministas les llueve el dinero, entre otras cosas.
Pero, claro, en un contexto en el que un columnista (y, peor, un juez), ve una escena porno en en acorralamiento y penetración de una chica por varios hombres en un portal, qué podemos esperar. ‘La Manada, violación o película porno’ fue publicado en El Correo Gallego, La Región y Atlántico Diario y Diario de Noticias de Bizkaia y generó el rechazo del Colegio Profesional de Periodistas de Galicia.

Exclusiva: las mujeres políticas se ponen ropa

El cambio de Gobierno en junio de 2018 con la novedad de incluir en él a un buen número de ministras fue campo abonado para sacar el set de periodismo machista que parece que tienen muchos medios en su armario para, por ejemplo, informarnos de que (sorpresa) las ministras llevan ropa. Menos mal que la prensa seria nos informa de que “las mujeres del presidente” están “unidas por su sobriedad” en el vestir.
Y como hacer el ridículo no solo es gratis sino que da clics, ahí tenemos a El Mundo tirándose de los pelos por el “canalillo de Carmen Calvo” o este penoso “Andrea Levy se pone sexy“.
De sabios es rectificar (y, aclaro, rectificar no es borrar un tuit o cambiar un titular a escondidas, sino reconocer un error y decirlo) y desde aquí aplaudo a Vozpópoli por ello.

El misterioso caso de las mujeres invisibles

Uno de los capítulos más divertidos del periodismo machista, que no es otra cosa que mal periodismo, es el misterioso caso de las mujeres invisibles. A ver: que no hacen falta unas gafas moradas para ver mujeres, señores. Basta con utilizar un par de neuronas. Es como menos para levantar una ceja que la concesión del premio Princesa de Asturias de las Letras a Frédérique Audoin-Rouzeau dé lugar a un reportaje all men panel en La Voz de Galicia.
Un poco de risa da el titular ‘Las mujeres han sido un pilar fundamental para mi éxito’ acompañado por una foto en la que no sale ninguna mujer o este pie de foto en el que la política Teresa Rodríguez es invisible.
Y, junto a las mujeres invisibles, las mujeres sin nombre: RTVE nos dijo que ‘Dos españolas y Cristiano Ronaldo’ estaban entre los nominados a mejor gol de la temporada por la UEFA. Sus nombres son Olga Carmona y Eva Navarro.

De postre, estereotipos

Voy terminando con unos postres variados. Los estereotipos de las mujeres y la maternidad no hay quien los saque de los medios mainstream y así Carmen Machi es “la actriz que dio la espalda a la maternidad por su carrera”. Me parece muy significativo que el subtítulo de esta noticia sea “la intérprete asegura que nunca ha sentido la necesidad de ser madre”, porque deja claro que ni cara ni espalda, simplemente no entraba en sus planes.
[Foto 5]
Y lo de la sexualización de las mujeres sigue a la orden del día. ¿O quizá esto de La Vanguardia solo se aun técnica de SEO?: ‘Anastasia Bryzgalova, la doble de Angelina Jolie que ha enamorado en los Juegos de Invierno‘.




Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

[Denuncia] Madrid: Chico trans brutalmente agredido en Príncipe Pío en Madrid


Por Arcópoli
Un chico trans recibió el día de navidad un puñetazo y un botellazo en la cabeza en la glorieta de Príncipe Pío al aclararle al agresor su identidad de género. Con esta agresión llevamos 296 incidentes de odio en 2018 registrados por el Observatorio en 2018.
El miércoles 26 de diciembre por la tarde, M. chico trans de 25 años y natural de Madrid, estaba dirigiéndose a la glorieta de San Vicente en Príncipe Pío para coger un autobús, cuando un individuo le pidió un cigarro llamándole “guapa”. Cuando éste le dijo que no era una mujer y le llamara en masculino, el agresor le empezó a increpar y humillar con frases como “me vas a comer la polla”, “tú no eres un tío, no tienes polla, no tienes nada” y según el amigo que le acompañaba, cogió una botella de un banco próximo y le golpeó en la cabeza con ella rompiéndole las gafas.
A continuación la víctima intentó zafarse del agresor y éste le propinó un puñetazo en la cara que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo. Su amigo tuvo que interponerse entre los dos para separar al agresor de M. que seguía humillando a la víctima y gritándole:” eres una tía, no eres un hombre”. En este momento el amigo pudo llamar a emergencias y rápidamente acudió un coche de policía. Los agentes separaron al agresor de la víctima, para evitar nuevas agresiones físicas y fue arrestado.
La víctima y su amigo acudieron a denunciar con personal de Arcópoli en la misma tarde del día 26 en las dependencias de Policía Nacional en la Comisaría de Moncloa-Aravaca. Desde el Observatorio se ha denunciado también a la Fiscalía específica de Delitos de Odio de la Comunidad de Madrid. Con esta agresión la cifra provisional de 2018 es de 296 incidentes de odio registrados en nuestra región.
Rubén López, Director del Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia ha declarado que “tristemente, el día que cumplimos 40 años de la legalización del colectivo LGTB en España, volvemos a tener una agresión a una persona por el mero hecho de ser trans. Exigimos el desarrollo de la ley trans de la Comunidad de Madrid y la aprobación de sus reglamentos específicos. Seguimos teniendo un importante fallo en la educación, muchos de los colegios siguen sin querer que se hable de igualdad en las aulas y es imprescindible educar a la población en los valores de respeto y libertad para todas las personas”.


Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

jueves, 27 de diciembre de 2018

AMOR ROMÁNTICO EN TIEMPOS DE FEMINICIDIO


29662999572_3200e2e25d_hFotografía de Oscar Andrés Pardo Vélez

Entrevista a Karina Vergara

En la cultura occidental, la idea del amor romántico ha desvirtuado la realidad para perpetuar ciertas prácticas y modelos de relaciones. En la actualidad, dice Karina Vergara, es fundacional para las expresiones de las distintas formas de violencias, construidas en nombre del amor, incluso hasta llegar al feminicidio.  

El amor romántico, tanto en la pornografía como en la vida, constituye la celebración mítica de la anulación de la mujer. Para una mujer, el amor se define como el deseo a someterse a su propia aniquilación. La prueba del amor es que está dispuesta a ser destruida por aquel que ama, por el bien de él. Para la mujer, el amor siempre implica el autosacrificio, el sacrificio de su identidad, de su voluntad y de la integridad de su cuerpo a fin de satisfacer y redimir la masculinidad de su amante.
Andrea Dworkin
Este texto está dedicado a todas las mujeres que han sido asesinadas por sus parejas sentimentales y, en especial, a Irinea Buendía, madre de Mariana Lima, quien en su búsqueda de justicia frente al feminicidio de su hija, logró que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenara a las autoridades judiciales investigar con perspectiva de género el crimen de mujeres que, por la naturaleza del mismo, tuviera que ver con un feminicidio.
La estrecha relación entre la idea del amor romántico, la violencia y la posesión, como bien lo explica Patricia Bedolla: habita ahí, en la posesión, en no permitir la libertad; las mujeres debemos estar en casa sirviendo al patrón al pater familias; no podemos aspirar a nada, no podemos cambiar de pareja o tener a alguien más. Somos de ellos, y romper esta construcción desde ese punto de vista merece cualquier castigo, incluida la muerte.
Bajo esta lógica podemos notar que el amor romántico diseñó y fortaleció una serie de creencias y mitos nos educó bajo una pena de castigo social, para sacrificar enormes dosis de nuestra libertad y autonomía a cambio de encajar en un molde que no sólo no es equitativo, sino que se vuelve el espacio donde habitan todas las expresiones de las violencias, ejercidas en nombre de ese amor.
En la actualidad la idea de ese amor es fundacional para las expresiones de las distintas formas de violencias, construidas en nombre del amor, hasta llegar incluso al feminicidio. En Latinoamérica y particularmente en México el setenta por ciento de los feminicidios son cometidos por hombres que mantenían, deseaban o tuvieron un lazo “amoroso” con las mujeres asesinadas. Las expresiones de este tipo de amor están estrechamente relacionadas con los ejercicios de control: nos han enseñado que la violencia es una demostración de afecto. A las mujeres nos ha costado la vida desmontar estas ideas, pasar de ser objetos que le pertenecen al otro a ser sujetas de derechos con libertad de renunciar o irse de una relación que nos violenta en la que podemos perder la vida.
Rosario Castellanos en su escrito “La mujer y su imagen”, nos dice que a lo largo de la Historia, entendida como el archivo de los hechos cumplidos por el hombre, todo lo que queda fuera pertenece al reino de la conjetura, de la fabula, de la leyenda de la mentira. Se ha construido a la mujer más como un fenómeno de la naturaleza que un componente de la sociedad, como una criatura humana, un mito. Así la mujer, a lo largo de los siglos, nos dice Castellanos, ha sido elevada al altar de las deidades y ha aspirado el incienso de los devotos, claro, cuando no se le encierra en el gineceo, en el harén a compartir con sus semejantes el yugo de la esclavitud; cuando no se le confina en el patio de las impuras; cuando no se le marca con el sello de las prostitutas; cuando no se le doblega con el fardo de la servidumbre; cuando no se le expulsa de la congregación religiosa, del ágora, de la política, de la vida de conocimiento y las ideas.
La construcción y sustento de la idea del amor romántico, ese amor que constituye la celebración implícita de la anulación de una para otro, nos ha llevado a lo largo de la historia a ser las eternas Ifigenias, sacrificadas, una y otra vez en los altares patriarcales.
Cuando las feministas decidimos criticar al amor romántico nunca faltan los románticos, sumamente molestos, por la idea de ser despojados del motivo de sus poesías, serenatas y batallas contra molinos de viento en nombre del amor; me da la impresión de que se arman así mismos como caballeros sobre sus caballos blancos y tratan de rescatar a las princesas de las malvadas brujas que queremos arrancarles del corazón la noción del amor romántico. Sin embargo lo que estamos diciendo es mucho más profundo y serio que una defensa a ultranza de la idea del amor literario, estamos haciendo un análisis estructural y político de cómo la idea del amor ha construido las sociedades occidentalizadas en las que hoy habitamos
Con esta declaratoria comenzó la entrevista entre la que esto escribe y Patricia Karina Vergara Sánchez, mexicana, feminista, periodista y profesora. Mujer revolucionaria, orgullosa de sí misma, de su lucha, de su orientación sexual y su raza, y quien sin duda es un referente en la construcción del pensamiento feminista.
¿De dónde nos llegó el amor romántico; por qué ha puesto en el imaginario colectivo que la violencia y la desigualdad son casi un sinónimo de este amor romantizado?
Cuando hablamos del amor romántico, hablamos de una construcción social que desde hace unos cuatro o cinco siglos viene sirviendo para edulcorar las relaciones de apropiación del cuerpo de las mujeres para labores domésticas de cuidado y crianza, y que, además, sean adornadas con la cintilla rosa de que todo ello lo hacemos por amor. Y por amor, el amor romántico, los hombres se convierten en el caballero del cuento –según los recursos a su alcance– el proveedor y rescatador de la princesa. Y, por amor, la princesa –según los recursos a su alcance– se “entrega”, se “sacrifica” y “luchará” por ese amor. Por amor se renuncia, por amor se espera, el amor todo lo puede. Por amor, las mujeres vemos a otras como posibles rivales –incluso a la suegra y a la cuñada– no nos aliamos, disputamos por quién habrá de ser la elegida, la más querida, la preferida, aunque sea simbólicamente, aunque el varón no esté presente.
El amor romántico es la construcción de las mujeres en la competencia, en la enemistad, el sujeto que busca ser “la deseada”. La princesa elegida y rescatada de las fauces del dragón. Ese amor, así, tiene a las mujeres sometidas al cuento de la heterosexualidad obligatoria y al sueño de corresponder al príncipe azul para siempre. Ese es el amor romántico que las feministas y lesbofeministas criticamos.
¿De qué manera el amor romántico abonó a la estructura de las relaciones heteronormadas y heterosexuales?
El amor romántico no es un fenómeno que ha existido siempre, no es un sentimiento natural e innato a la humanidad. El amor romántico, es decir, el amor de pareja, el deseo de vivir en pareja, fue construido bastante tarde en realidad, en el siglo XVII con la idea de los caballeros (por eso usaba esa imagen al inicio) y las damiselas en peligro que había que rescatar. Esta construcción romántica del amor funcionó bastante bien para legitimar los acuerdos económicos que ya se venían haciendo al unir a hombres y mujeres para garantizar riqueza de naciones, de feudos, los intereses económicos de los dueños de la tierra que casaban a sus hijos e hijas o que unían a los siervos que les interesaba, etc. Lo único que hizo el amor romántico fue legitimar y edulcorar esas negociaciones que ya existían.
Fotografía de La muerte sale por el oriente

El ideal occidental del que somos herederas, ha fundado la idea de lo femenino ante la rendición del amor, un amor que representa una serie de constantes que se manifiestan a lo largo de los siglos, como bien lo ha señalado Castellanos en diversos escritos, y que nos dicen que la mujer se define por su capacidad de amar y entregarse al amor, por su pureza prenupcial, por su fidelidad al marido, por su devoción a los hijos, por las labores en la casa, por su cuidado a los otros; en nombre del amor la imagen de la mujer parece estar definida por la eterna renuncia frente al otro, y todo, claro en nombre del amor.
El amor como opio de las mujeres, diría Kate Millet. Las rosas, los nombres de pastel o la cena a la luz de las velas no son el amor romántico, aunque le sirven muy bien de parafernalia al amor romántico. Las rosas no son las culpables de la manipulación, pero además de ser una industria muy provechosa, cuánto sirven, por ejemplo, para “marcar territorio” al mandarle rosas a una mujer en su espacio laboral, cuánto sirven para hacerse perdonar, cuánto para simbolizar ese amor de renuncia.
El nombre de pastel, los nombres privados, puede bien ser un juego, pero cuando llama en diminutivo, cuando es posesivo y monogámico, cuando infantiliza, ¿qué tipo de subjetividad dentro de las relaciones va construyendo?
Las velas y la cena sazonada no son el problema en sí, si no lo que se construye alrededor del cliché, la expectativa, la exigencia, el chantaje o la obligatoriedad de responder de tal o cual manera a la luz de esa vela. El viaje, la noche estrellada, la tarde en el parque o la herencia y las cuentas de banco a nombre del beneficiario, no son el amor romántico, pero sí algunas de las posibles herramientas de control que le sirven bastante bien.
¿Entones el amor romántico tiene que ver con todo menos con el ejercicio de amar, entendido “el amor” como un acto en libertad y autonomía?
Nos tiene que quedar claro que el amor romántico es una herencia histórica pre-sociedades industriales, pero que las sociedades industriales retomaron bastante bien, porque sirve para la organización de la vida en pareja, en las sociedades industriales, así alguien era enviado al mercado de producción y alguien era obligada a sostener el espacio de reproducción, es decir, donde se criaban a los hijos, donde se lavaban los platos, donde se hervían los calzones para desinfectarlos y donde los alimentos se convertían en combustible para mantener el sistema de producción independientemente de que hombres, mujeres y niños en los primeros años de la sociedad industrial fueran enviados al mercado laboral. La idea del amor romántico permitió que en los cuerpos de las mujeres se depositara el trabajo reproductivo para sostener la fuerza productiva
El amor romántico sirvió para construir y afianzar estas relaciones, porque, de otro modo, ¿quién lavaría tanto calzón, quién limpiaría los mocos y el vómito, quién se haría cargo de los cuidados, de toda la limpieza y del trabajo escatológico que implica sostener la vida reproductiva para la vida productiva? Si no nos convencían profundamente desde la idea del amor romántico, no lo haríamos, entonces el amor romántico sirvió y sirve para sostener estas relaciones de producción.
Me interesa señalar particularmente el amor romántico y el heterosexual… A las mujeres se nos construye desde la heterosexualidad como única opción y posibilidad de vida, es decir, al servicio del príncipe azul.
¿El amor romántico nos adoctrinó para amar o para servir al otro?            
El uso de esta construcción, lo que genera, no son relaciones amorosas, son relaciones de poder, de desigualdad y vulnerabilidad. No es lo mismo ser el dueño del salario que la dueña del guisado, y en esta dimensión de desigualdad de relaciones también se genera desigualdad en relaciones de poder; quién tiene el dinero, quién toma las decisiones, quién va al mundo de lo público, quién se sigue quedando en el mundo de lo privado, a quién se le exige ser el proveedor valiente, fuerte y exitoso, y a quién se le exige ser la cuidadora. Lo que las feministas estamos tratando de hacer es darle la vuelta a la cultura porque esa creación de amor romántico es un adoctrinamiento cultural a la servidumbre.
Cuando nosotras decimos que hay que criticar el amor romántico estamos diciendo que hay que criticar ese lastre que nos condena a vivir en nombre del amor sacrificando, renunciando y sirviendo, que en conclusión significa poner a las mujeres en un lugar de vulnerabilidad física, económica, social y política. Tiene que quedarnos clarísimo que este análisis es sólo en nuestras sociedades occidentalizadas; otras sociedades no tienen esta ridícula idea del amor romántico, sino que desarrollan la idea de la necesidad económica de las alianzas o de la necesidad económica para la crianza de los pequeños y las pequeñas de la comunidad, o para los deberes. El trabajo en comunidades es algo que les sorprende. Vale la pena analizar constantemente los procesos de otras vidas y otras formas no occidentalizadas que no se sostienen del amor romántico, esto lo menciono solamente para dejar en claro que el amor de pareja tal como lo vivimos en esta sociedad, no es un asunto que venga en nuestra piel o en nuestro ADN, o que sea un rayo iluminador como los románticos defensores del amor se imaginan; es un asunto político, económico y social que hemos construido, una construcción sociocultural. De eso se trata: de mantenernos con vida y de que esa vida tenga otra calidad; de que las relaciones entre seres humanos tengan otras dimensiones que no sean las del servicio.
Quien bien te quiere te hará llorar”, “amar es sufrir”, “si te cela es por amor”, estos refranes aparecen sistemáticamente en relaciones amorosas, ¿qué nos dicen? ¿El amor romántico mata? ¿Dónde habita esa estrecha relación entre el amor romántico y las violencias feminicidas?
Cuando decimos que el amor romántico mata, estamos diciendo que estas relaciones desiguales de poder, este lugar de vulnerabilidad, está estrechamente relacionado con que la mayoría de los feminicidios ocurren en manos de esos a quienes estamos sujetas, por medio del lazo del amor que generan estas relaciones de desigualdad, sustentado por todo un bagaje sociocultural que nos incita al amor romántico (las canciones, los poemas, las telenovelas, el cine, etcétera), de tal manera que prácticamente no podemos crear un imaginario fuera de la vida en pareja
¿Por qué está tan enraizado, sostenido y solapado el feminicidio en América Latina y en particular en México?
Ésa es una pregunta tremenda que ocuparía un tomo entero de un libro para responderse, pero creo básicamente que estamos viviendo un momento histórico del neo-patriarcado, es decir, hubo un momento histórico donde se fundó lo que yo llamo el primer patriarcado, que es la apropiación de los cuerpos y de los trabajos de las mujeres, de tal forma que nos vimos sometidas a trabajar para nuestro apropiador, a parir hijos para nuestro apropiador, pero ahora −y esto lo he escrito ya varias veces−, se acabó la tierra por conquistar, se acabó la tierra por colonizar, y lo que queda por colonizar son los cuerpos de las mujeres, en la prostitución, en la venta de alquileres, en la desaparición de las herencias y pensamientos propios de las mujeres; la venta de nuestra tortura y nuestro sufrimiento en los videos snuff o en la pornografía “más legitimada” es un fenómeno muy contemporáneo. Entonces es importante no ver el feminicidio meramente como un fenómeno donde un individuo decidió utilizar su relación de poder físico, económico, moral, social, sobre la otra para destrozarla; es cierto, eso ocurrió, pero también ocurre y existe toda una cultura de la reconquista de los cuerpos de las mujeres que no sólo legitima la violencia exacerbada, también la permite, la anuncia, la glorifica, incluso la vuelve una especie de glamurosidad gore, “el glamur gore”, el encanto por la sangre y lo extremadamente violento. Existe toda una maquinaria para validarlo, lo vemos así en las canciones, la poesía, el cine… se convierten en herramientas para sostener, alimentar y regenerar la cultura del amor romántico. La diferencia en este momento es que también los noticiarios endiosan, engrandecen, premian y vuelven a los feminicidas héroes oscuros, y en cuanto más sangriento y más terrible sea y más abuso de poder exista, más glorioso es el héroe feminicida, el héroe patriarcal.
Somos las mujeres a las que se nos ha doctrinado en nombre de ese amor romántico, pero, ¿y ellos, los hombres?, ¿has observado procesos de deconstrucción?
En el mundo contemporáneo las luchas de los hombres y de las mujeres se convierten en cosas diametralmente distintas cuando ellos se niegan a reconocer las relaciones de poder y de privilegios. Muchos compañeros “progres” que he conocido están preocupados por “rescatar la idea del amor romántico, por relacionarse de otras maneras, por aprender a oler las flores, tener permiso para tejer como una manera de liberarse del yugo patriarcal”; las mujeres estamos ocupadas por destejer el amor romántico para no depender de ellos para comer, para salir, y para no vivir simbólicamente bajo su tutoría, y sobre todas las cosas, para que no puedan hacernos literalmente pedacitos, como lo están haciendo. Lo comentaba al inicio, lo que las feministas estamos haciendo es un análisis estructural y político acerca de cómo la idea del amor ha construido las sociedades occidentalizadas en un terreno lleno de desigualdades.
La deconstrucción del amor, ¿será feminista o no será?
Para que el “amor” sea feminista tiene que estar alejado de las lógicas de pareja. El amor que es posible cultivar es aquél entre alianzas políticas; entre quienes nos mantenemos en combate ante el patriarcado; entre quienes llamamos amistades, que en realidad son también formas de amores. Si insistimos en construirnos en pareja en nombre del amor, vamos a seguir repitiendo el estereotipo romántico que tenemos introyectado. Creo que deberán pasar algunas generaciones para pensarlo y vivirlo de otra manera. Cuando hablo de otras relaciones de amor que no son las parejas, sino las de amor en colectivo, en grupos políticos, en amistades, en comunidad, pienso que también (y es imperante) debe ser un amor desromantizado, que no ponga las expectativas en los otros, en las otras, que no sea un ejercicio basado en la idea de suplir carencias.
¿Qué significa “amor” para Karina?
Yo entiendo el amor como una alianza política necesaria para sobrevivir y para que esta vida sea buena, y eso no puede suceder sin un análisis profundo y sin la constante revisión de las relaciones de poder de quienes intentan amar. Pero, en definitiva, el amor feminista no será en pareja, ni mucho menos, en pareja, de hombre y mujer. Por otro lado, las relaciones no heterosexuales, aquéllas que buscan emular el modelo heterosexual, también están plagadas del amor romántico, por supuesto. Es más, los discursos LGBTTTIQ parecen competir por el nivel de toxicidad dulce romántica que pueden esgrimir; pareciera que para ser “aceptades”, “incluides”, “reconocides” en la “diversidad”, es necesario demostrar cuán similares o aun más “apegades” al modelo romántico se puede estar. Es decir, no es una alianza ni es amor de aquéllos que resisten al régimen heterosexual, sino de parejas que se esfuerzan por demostrar cuán funcionales son al modelo de sumisión y cuán abstraídos se puede resultar une en otre, y ahí tenemos a la “comunidad” diversa desesperada por demostrar que puede tener bodas de ensueño, casas hermosas y criar niños y niñas, con perros y gatos, moldes más disciplinantes y melosos del amor romántico.
Las lesbianas por supuesto que repetimos el ideal romántico. Siempre recuerdo aquella obra primera llamada “El pozo de la soledad”, en la que la protagonista “deja ir” a la amada para que pueda tener un hijo y un esposo y toda la vida que ella no le pudo dar… y de ahí a The L Word y a todas las series y obras contemporáneas que modelan nuevas generaciones de consumidoras del amor romántico (y modelos de vida colonial de paso). El amor romántico aquí se repite porque no es una alianza política entre las protagonistas de tantas historias, sino encuentros que responden a los modelos ya establecidos de ese amor.
Todas estas reflexiones −sin detenernos a profundizar, además− en que el amor romántico implica, también, formas de violencia que van de la manipulación y del chantaje al feminicidio, no como otra cara de la moneda, sino como continuación material de la relación romántica, en donde une es propiedad de otre
Dicho y teniendo presente lo anterior, preciso que hablo desde otro punto: cuando dos o más mujeres que dada sus anatomofisiología al nacer fueron destinadas a poner sus afectos, servicios y cuidados en la heterosexualidad obligatoria y se han rebelado a ello, se relacionan entre sí, negándose al cuento del amor romántico; cuando esas mismas mujeres no se someten al cuento de la familia feliz en la diversidad sexual; cuando desde un lugar de desobediencia política estas mujeres construyen proyectos −sexuales o no− en conjunto y se declaran afecto, amor y/o ternura entre ellas, entonces, no se trata de un amor romántico. Es, exactamente, el amor desde el desacato a la sumisión de unas y otras, es el amor insumiso a la forma de amor construida en el patriarcado.
Entonces, que desde la heterosexualidad o pseudocríticas vengan a decir que debemos renunciar al amor entre mujeres, a dejar de hablar, escribir o versar sobre la forma en que nos amamos porque es caer en el romanticismo… Que desde la hegemonía vengan a decir por qué deberíamos silenciar nuestras manifestaciones, ¡ja!, se llama lesbofobia y no es nada nuevo ni crítico.
Castellanos habla sobre la osadía de indagar sobre sí mismas, de la valentía para ejercer la ternura sobre nuestros cuerpos y caminos; critica la imagen del patriarca mediador, esa figura masculina que, por nuestro bien, nos dice qué decir, cómo decir, dónde y frente a quién decir-nos en el mundo. Castellanos nos habla también de que durante siglos hemos dependido de la “generosidad o de la violencia” de aquéllos que se dijeron a sí mismos que tenían no sólo el control de la vida pública, sino la conquista en el territorio de lo íntimo: el patriarcado.
El patriarcado ha hecho un gran trabajo por mostrar lo imposible que es el amor entre mujeres, las múltiples formas de amor entre mujeres. Sería demasiado largo un recuento de cuántas veces y en qué maneras han intentado invisibilizar nuestras reflexiones, borrar o disimular nuestras escrituras, eliminar nuestros nombres. Sin embargo, caray, algo muy poderoso debe de haber que aun con su censura, aun con el patriarcado convertido en soldaditos a su servicio, vigilantes de lo que hacemos o decimos, no logran arrancarnos la ternura que sentimos entre nosotras.
No estamos exentas de caer en discursos románticos, en tanto humanas y en tanto habitantes y receptoras del discurso hegemónico, cierto. Sin embargo, dado que el amor lésbico, dado que el amor entre mujeres −sexual y no sexualmente explícito− sigue siendo un tema sancionable-censurable, criticado por las mentes más conservadoras, y se ha intentado convertir en mercancía por las industrias y, aun, se ha tratado de silenciar por las vocecillas del patriarcado “progre” −sumado todo ello a que seguimos necesitando el rescate de genealogías y la gestión de referentes de nuestras ternuras y amores desobedientes: seguir hablando, escribiendo, dibujando, creando desde nosotras, entre nosotras, para nosotras y de nuestras formas de amarnos−, es un acto de radicalidad política necesario. Por lo tanto, si a alguien le incomoda: quítese, no estorbe, que estamos ocupadas. ❧
 FUENTE ORIGINAL: http://www.vozdelatribu.com/foro/amor-romantico-en-tiempos-de-feminicidio/?fbclid=IwAR1shMZdgY-iygQ5noTwyJJPzKRIzJqJ6LhVRV-OA3cxRGFUqKJZB_uJvDw


Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com