RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

viernes, 15 de julio de 2011

La amante pobre, Barbara Villiers (1640-1709)


Barbara Villiers ascendió desde una familia noble arruinada al lecho del rey que trajo la Restauración monárquica a Inglaterra. La duquesa de Cleveland fue una de la larga lista de amantes delalegre monarca, al que dio 5 hijos.

Noble sin dote
Bárbara Villiers nació en Inglaterra el 27 de noviembre de 1640. La única hija del vizconde de Grandison, William Villiers, y Mary Bayning, estaba destinada a tener un futuro prometedor. Pero era aun un bebé cuando su padre murió en una de las batallas en defensa del malogrado rey Carlos I. La súbita desaparición del vizconde dejó a madre e hija en una difícil situación económica.

A pesar de ello, su madre consiguió darle una buena educación. Bella y educada, estos no fueron atributos suficientes para conseguir un buen marido. Sin dote económica, tuvo que sufrir el desplante de su primer amor, Phillippe Stanhope, conde de Chesterfield.

Herida en su orgullo consiguió casarse con Roger Palmer, miembro de la nobleza, en contra de la opinión de su noble y rica familia.

Amante promiscua
Su matrimonio no duró demasiado. En 1662, no habían transcurrido ni 3 años, cuando la pareja se separó. La belleza de Bárbara atrajo las miradas del nuevo rey, Carlos II. Conocido como un hombre alegre y disipado, la joven dama pasó a formar parte de una larga lista de amantes reales. Algo que a ella no pareció importarle. Carlos II llegó a reconocer hasta 14 hijos ilegítimos; 5 de ellos, fueron de la conocida entonces como Duquesa de Cleveland.

Mientras ejerció de amante real, Bárbara no tuvo reparos en invitar a su lecho a otros caballeros de la corte al tiempo que se enfrentaba abiertamente con la reina, Catalina de Braganza y se paseaba por la corte a sus anchas.

Su actitud libertina terminó por cansar al rey que pronto la sustituyó por la enésima amante. Retirados sus favores en la corte inglesa, la duquesa marchó a París. Ya viuda de su primer marido se casó con Robert Fielding quien fue acusado de bigamia. Bárbara no llegó a conseguir su sitio como única esposa de Fielding. En 1709, enfermó súbitamente y falleció sin llegar a cumplir los 40 el 9 de octubre.

Por Sandra Ferrer

martes, 12 de julio de 2011

El águila profética, Tánaquil (Siglo VI a.C.)


En la historia de los primeros reyes de Roma, una mujer a la sombra de su marido profetizó que éste sería rey. Con su poder, inteligencia y riqueza, Tanaquil de Etruria elevó a Lucio Tarquinio Prisco a los dominios de un naciente imperio.

De Etruria a Roma
Tánaquil era una mujer que pertenecía a una familia poderosa de la ciudad de Tarquinii, en Etruria. Estaba casada con Lucio Tarquinio Prisco, hijo de un inmigrante de origen griego, con el que tuvo cuatro hijos, dos niños y dos niñas.

Tanaquil dio a su marido poder y riqueza pero por su condición de inmigrante, su carrera política se veía limitada en Etruria. La joven e inteligente Tanaquil no dudó en seguir los deseos de Tarquinio de hacer carrera y fortuna en Roma.

Visiones y profecías
Durante su juventud, Tanaquil ejerció y desarrolló sus dotes proféticas. Entrando en Roma, un águila sobrevoló la cabeza de su marido. Ella no dudó en augurar con este hecho un importante destino para Tarquinio. Y acertó.

La carrera política de Tarquinio Prisco se inició como preceptor de los hijos del rey Anco Marcio. Cuando el monarca murió, sus descendientes no tenían aún edad para reinar, hecho que aprovechó Tarquinio para convencer al Comitium para que él fuera elegido rey.

Educando a reyes
Cuando Tarquinio subió al poder, Tánaquil estuvo a su lado y preparó al marido de su hija Tarquinia, para que fuera el suceror de Tarquinio. Parece ser que Servio Tulio era hijo de una esclava, hecho que sin embargo, no está probado.

Tras la muerte de Tarquinio, Tánaquil actuó rápido para que su yerno fuera designado rey. Ocultó el fallecimiento del rey para designar a Servio Tulio como su heredero. Cuando éste fue aceptado como sucesor de Tarquinio, Tánaquil hizo pública su muerte. Eliminaba así las aspiraciones de los hijos de Anco Marcio, quienes habían ordenado asesinar a Tarquinio.

Tánaquil fue asimilada a una diosa con el nombre de Caia o Gaia Cecilia cuando murió. Esta era una deidad relacionada con el hogar. No podía ser de otro modo para una mujer que protegió y defendió con inteligencia y decisión los intereses de su estirpe.


Por Sandra Ferrer

lunes, 11 de julio de 2011

Había una vez, Madame d'Aulnoy (1651-1705)


Grandes nombres de escritores de cuentos de hadas han pasado a la historia. Perrault, los hermanos Grimm han hecho inmortales sus historias y sus nombres. Pero en tiempos de Perrault existió una hermosa dama que escribió relatos de príncipes y princesas que no alcanzaron la fama de aquellos escritores.

Acusaciones falsas
Marie Catherine Le Jumelle de Barneville nació en 1650 o 1651 en Barneville-la-Bertran en el seno de una familia noble. Cuando era una joven de tan solo 15 años, Marie Catherine se casó con el barón d'Aulnoy, François de la Motte. Tenía 30 años más que ella y un origen dudoso.

A pesar de tener cinco hijos, el matrimonio no debería haber sido feliz pues la nueva Madame d'Aulnoy no dudó en acusar a su marido falsamente de un delito de lesa majestad. Demostrada su inocencia, el conde se vengó de su esposa dejándola en una difícil situación económica. Marie Catherine tuvo que huir de París para evitar ser ella misma acusada de injurias. Tras permanecer en varios lugares de Europa, se instaló por una larga temporada en Madrid.

Viaje por España
A pesar de ser bien recibida y recibir grandes alagos de la corte madrileña, Madame d'Aulnoy no dudaría en escribir un libro Viaje por España, en el que abocaba duras palabras críticas contra su país de acogida. De todos modos, algunos autores posteriores dudaron de la veracidad y autoría de dicha obra.

Las hadas de la corte
Tiempo después de quedar viuda, el rey de Francia Luis XIV accedió a concederle su perdón en 1685. A cambio, Marie Catherine había tenido que ejercer de espía para el monarca francés.

De vuelta a la corte de París, dedicó su vida a escribir varios cuentos de hadas que en su momento tuvieron una importante respuesta. Entres sus relatos destacan El pájaro azulLa Bella de los cabellos de oro o La princesa Rosette, la gran mayoría protagonizados por damas de la alta sociedad en un estilo barroco y recargado.

A pesar de la buena acogida de su obra literaria, Madame d'Aulnoy no alcanzó la fama internacional y eterna de otros grandes escritores de cuentos de hadas.

Marie Catherine murió el 14 de enero de 1705 a los 54 años de edad.

 Algunas de sus obras 
El cuarto de las hadas, Madame d'Aulnoy





El príncipe duende y otros cuentos de hadas, Madame d'Aulnoy











Por Sandra Ferrer

domingo, 10 de julio de 2011

La Beltraneja, Juana de Trastámara (1462-1530)

El 7 de marzo de 1462, una niña de 11 años sostenía en sus brazos a un bebé que iba a recibir el bautismo. La niña era Isabel, quien la historia conocería como La Católica; el bebé, su ahijada, era Juana. La historia le depararía un triste apodo: La Beltraneja. Tía y sobrina, madrina y ahijada, no sabían en aquellos años que con el tiempo serían enemigas y dividirían las tierras castellanas en una cruel guerra de Sucesión.

Un nacimiento esperado y cuestionado
Pocos días antes, el 28 de febrero de 1462 había nacido el ansiado heredero de Enrique IV y Juana de Portugal. Poco importaba que fuera una niña, pues las leyes de entonces permitían a las mujeres reinar. Fue un gran alivio para el rey, quien se había ganado a pulso el apodo de El Impotente. Enrique había anulado su primer matrimonio acusando a su esposa, Blanca de Navarra, de no haberle dado un heredero, hecho que no evitó los rumores de impotencia del rey.

Aun así, Juana fue jurada en las Cortes de Madrid como Princesa de Asturias y se convirtió en heredera legítima al trono de Castilla. Un trono que le sería ofrecido y vetado en demasiadas ocasiones a lo largo de su vida.

La vida disoluta de la reina Juana y el poco carácter para gobernar de Enrique fueron aprovechados por una nobleza largamente enfrentada y ávida de poder. Y Juana fue el chivo expiatorio. A pesar de ser la heredera legítima no tardaron en levantarse voces dudando de su legitimidad. Un supuesto parecido con un miembro de la corte y al parecer amante de la reina dieron pie a las calumnias. El caballero era Don Beltrán de la Cueva. Su nombre fue origen del triste apodo que acompañaría a Juana, la Beltraneja.

El manifiesto de Burgos
En 1464, los nobles descontentos con el rey, encabezados por Don Juan Pacheco, Marqués de Villena, redactaron y rubricaron el conocido como Manifiesto de Burgos, en el que se atrevían a considerar públicamente a Juana como hija bastarda de la reina. En ese momento entró en escena el príncipe Alfonso.

Enrique IV era hijo de Juan II y María de Aragón. Juan II había tenido otros dos hijos de su segundo matrimonio con Isabel de Portugal, Alfonso e Isabel. Ambos medio hermanos de Enrique habían estado en la sombra, sobretodo desde que Juana llegara al mundo y se convirtiera en la primera en la línea sucesoria.

Los nobles disconformes con Enrique y en contra de su heredera Juana, utilizaron a Alfonso para eliminarlo a él y su descendencia de la línea sucesoria. Enrique fue incapaz de solventar aquella peligrosa situación que llevó a uno de los hechos más rocambolescos de la historia de España: La Farsa de Ávila.

La Farsa de Ávila
El 5 junio de 1465, la nobleza encabezada por el Marqués de Villena, depuso la efigie del rey y puso la de su medio hermano Alfonso en su lugar. Lo que ha pasado a la historia como la Farsa de Ávila supuso el punto álgido del descontento nobiliario. La nobleza rebelde y opuesta a Enrique demostraba con este hecho que iba a defender los derechos dinásticos de Alfonso.

La Farsa de Ávila trajo enfrentamientos armados que solamente terminaron con la sospechosa muerte de Alfonso tres años después. Con toda seguridad, fue envenenado. Pero la nobleza rebelde aun tenía otra oportunidad en la persona de su otra hermana, Isabel, quien, por ahora, no quería ningún problema con el rey. Pronto cambiaría de opinión.

Mientras el reino se levantaba en armas decidiendo sobre legitimidad y derechos reales, Juana y su madre vivían refugiadas en varios castillos y custodiadas por miembros de la nobleza.

Los Toros de Guisando
El 19 de septiembre de 1468 en la explanada de los berracos prehistóricos conocidos como los Toros de Guisando, Enrique IV ratificaba unos acuerdos pactados previamente con la nobleza rebelde. Entre otras cosas, proclamaba la ilegitimidad de su propia hija y aceptaba a Isabel como su heredera. De las muchas condiciones que se indicaban en el pacto, una era que Isabel debería casarse con la aceptación de su hermano el rey. Algo que no cumpliría.

Una prima rebelde
Un año después de la firma del Pacto de Guisando, Isabel se casaba con Fernando de Aragón en secreto y sin esperar la aprobación de Enrique. Al menos ese acto de rebeldía sirvió para despertar los sentimientos del rey que reaccionó revocando lo firmado en Guisando mediante la Declaración de Valdelozoya. Juana volvía a ser la legímita heredera.

A partir de ese momento los hechos se precipitaron. Mientras Enrique buscaba desesperadamente un marido fuerte para Juana que defendiera sus derechos dinásticos, volvía a dar un paso en falso reconciliándose con Isabel. Poco más podría hacer El Impotente pues el 11 de diciembre de 1474 moría súbitamente. También pudo ser envenenado.

Juana contra Isabel
Castilla quedaba sin rey, con una heredera dudosa y pocos partidarios y una tía que supo aprovechar la situación. Solamente dos días después de la muerte de Enrique, Isabel se autoproclamaba en Segovia reina legítima de Castilla.

Juana, apoyada por varios nobles, entre ellos la familia Mendoza, consiguió el apoyo de su tío el rey de Alfonso V de Portugal con quien se casó el 12 de mayo de 1475. Alfonso entró en Extremadura acompañado de un importante ejército dispuesto a casarse con su sobrina de doce años y luchar para defender sus derechos. Igual que Isabel, Juana y Alfonso se proclamaron Reyes de Castilla. La guerra de sucesión al trono castellano no había hecho más que empezar.

Juana y Alfonso tuvieron que hacer frente al poderoso ejército de Isabel y su esposo, Fernando de Aragón, mucho más preparado y efectivo. La lucha se alargó hasta que el 1 de marzo de 1476 en Peleagonzalo, a las puertas de Toro, el ejército portugués era definitivamente derrotado. Las armas habían dado la legitimidad a Isabel. Juana era derrotada para siempre.

La excelente señora
Juana de Trastámara huyó a Portugal con su esposo, abandonada por los nobles castellanos y las fuerzas internacionales. Francia hizo oídos sordos a sus peticiones de ayuda decantándose por Isabel y Fernando. Incluso la mano de los Reyes Católicos llegó hasta el papado que revocó la dispensa por consanguinidad emitida años antes. Así, Juana se encontró en tierra extraña, sin marido y sola.

El 4 de septiembre de 1479 terminaba oficialmente el conflicto sucesorio con la Paz de Alcaçovas. Portugal reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla. A Juana se le propuso casarse con su primo Juan, hijo de los Reyes Católicos o ingresar en un convento. La primera opción fue desestimada.

Tenía apenas 18 años cuando Juana ingresó en el Convento de Clarisas de Coimbra. Allí pasó el resto de su vida, aunque se le permitió salir bajo supervisión. Conocida como La Excelente Señora, allí sobrevivió a todos los que le negaron lo que ella siempre creyó su herencia, la corona de Castilla. La historia no le permitió que su nombre apareciera junto al rango de monarca, algo a lo que ella nunca se resignó. Hasta su muerte, acaecida el 12 de abril de 1530, Juana firmó todos sus documentos como “Yo, la Reina”.

 Si quieres leer sobre ella 
La Beltraneja, Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica




Yo, Juana la Beltraneja. La reina traicionada, José Miguel Carrillo de Albornoz
Género: Novela histórica



Juana de Castilla, mal llamada La Beltraneja: Vida de la hija de Enrique IV y su exilio en Portugal, Tarsicio de Azcona
Género: Biografía






Ellas mismas, María Teresa Álvarez








Juana 









Autoria de Sandra Ferrer

viernes, 8 de julio de 2011

La cuñada de Manet, Berthe Morisot (1841-1895)


Durante el siglo XIX, el impresionismo atrajo a un gran número de mujeres artistas. A pesar de ser relegadas por su condición femenina y por sus temáticas costumbristas, muchas de ellas, como Berthe Morisot nos han dejado preciosas obras de arte que en la actualidad tienen su sitio en las grandes pinacotecas mundiales.

Una burguesa pintora
Berthe Morisot nació en la localidad francesa de Bourges el 14 de enero de 1841 en el seno de una familia burguesa. En cuanto ella y su hermana Edma mostraron aptitudes para la pintura su familia las animó a continuar con una afición que se convertiría en su manera de vivir. La vida tranquila y sosegada de la burguesía francesa sería una importante fuente de inspiración para su obra, fiel reflejo del universo femenino de las familias ricas del siglo XIX.

Cuando tenía 20 años Berthe conoció a Camille Corot, un destacado pintor de paisajes perteneciente a la Escuela de Barbizon que la acogió como discípula. Además de enseñarle a mejorar su técnica pictórica, Corot empezó a introducirla en los círculos artísticos de París.

En 1864 dos de sus paisajes pintados al aire libre y terminados en su estudio, técnica que utilizaría con la mayor parte de su obra, eran expuestos en el Salón de París. Diez años más tarde, Berthe tuvo un sitio en la primera exposición impresionista de París, con su preciosa obra La cuna.

Cuñada de Manet
En sus frecuentes visitas al Louvre donde Berthe pasaba horas copiando las grandes obras del pasado, conoció a Édouard Manet que fue maestro para él mientras que Berthe fue a su vez fuente de inspiración para destacados lienzos del artista como su famoso cuadro El balcón

En 1874 se casaba con su hermano menor, Eugène Manet. Su matrimonio con un pintor fue quizás lo que facilitó que Berthe pudiera continuar su faceta artística siendo esposa y madre; no así su hermana Edma quien se desvinculó bastante del mundo artístico cuando contrajo matrimonio.

La vida de Berthe junto a su esposo, con quien tuvo una hija llamada Julie, no llegó a los veinte años. En 1892 desaparecía Eugéne y también su hermana Edma. Berthe se quedaba sola con su amada hija a la que cuidó con especial devoción.




Tres años después, el 2 de marzo de 1895 moría en París dejando a Julie al cuidado de dos grandes amigos, el pintor Edgar Degas y el poeta Stéphane Mallarmé.

Su obra impresionista
Siguiendo la estela de otras grandes artistas de su tiempo, como Mary Cassatt o Marie Bracquemond, Berthe Morisot llenó sus lienzos de escenas cotidianas con gran dulzura y delicadeza. 

La vida burguesa que había tenido quedó reflejada en aquellos momentos de ternura entre madres e hijos o simples momentos cotidianos. Influenciada por Renoir, su obra fue admirada en vida. Tras su desaparición, sus cuadros siguen teniendo un lugar destacado en el mundo del arte.

Berthe Morisot falleció el 2 de marzo de 1895 en París. Sus restos reposan en el cementerio de Passy en París.


 Películas que hablan de ella 



Berthe Morisot

martes, 5 de julio de 2011

La reina sencilla, Carlota de Inglaterra (1744-1818)


En 1785 Fanny Burney, una de las damas de honor de la reina Carlota de Inglaterra escribió una bonitas palabras en su diario describiendo a su señora: Sus modales manifiestan una dignidad natural y, a la vez, la más encantadora sencillez, y posee esa auténtica nobleza. Educada, elegante y culta, Carlota de Mecklenburgo-Strelitz supo ganarse el corazón del rey Jorge III de Inglaterra y de todo su pueblo.

Infancia alemana
Sofía Carlota de Mecklenburgo-Strelitz nació el 19 de mayo de 1744 en Mirow, un pequeño ducado alemán. Fue la octava de diez hijos del príncipe Carlos Luis de Mecklemburgo-Strelitzy e Isabel Albertina de Sajonia-Hildburghausen.

La infancia de la pequeña duquesa transcurrió con normalidad en el palacio de Mirow. Allí recibió una exquisita educación y una formación religiosa protestante de la mano de su madre.

La esposa de un rey
El 25 de octubre de 1760 moría el rey inglés Jorge II. Heredaba la corona su nieto, el príncipe de Gales, quien subió al trono como Jorge III. Tenía 22 años, por lo que hasta el momento no se había planteado su matrimonio. Pero convertido en rey, sus asistentes y su madre, Augusta de Sajonia-Gotha, iniciaron una rápida pero exhaustiva búsqueda. La elección recayó en la joven Carlota, quien entonces tenía 17 años.

El joven rey había puesto sus miras en otras mujeres como Lady Sarah Lennox, hermana del duque de Richmond, pero pronto su madre y sus allegados desestimaron la propuesta de Jorge. A pesar de que la elección no fue tomada por el propio interesado, Jorge se enamoró sinceramente de Carlota, a la que le habría sido fiel a lo largo de su vida.

Carlota llegó a su nueva patria en 1761. Ese mismo año, el 8 de septiembre, se celebraba la boda en la Capilla Real del Palacio de Saint James de Londres. Dos semanas despúes, la abadía de Westminster era el escenario elegido para su coronación.

Una reina culta y maternal
La reina Carlota no defraudó a sus nuevos súbtidos. Inteligente y culta, la nueva consorte era una gran amante de las artes. Uno de los hijos de Johan Sebastian Bach, Johan Christian Bach, fue su profesor de música y Mozart, quien visitó la corte inglesa en 1764, le dedicó una de sus obras.

Además de dedicarse a obras de caridad como la fundación de orfanatos u hospitales para mujeres embarazadas, la reina supervisó la educación de sus 13 hijos (otros dos habían muerto de niños). Carlota se ocupó tanto de la educación de sus hijos como de sus hijas, pues daba mucha importancia a la educación de las mujeres, del mismo modo que ella había recibido una importante formación.

Famosos fueron los entrañables cuadros que muchos pintores como el artista alemán Johann Zoffany realizaron de la reina y sus hijos en las conocidas como conversation pieces.

Fiel a su marido
Hacia 1810 una extraña locura, acentuada por la prematura muerte de su hija, la princesa Amelia, confinó al rey Jorge III en los muros del castillo de Windsor donde permaneció hasta su muerte diez años después. Durante este tiempo, en el que su hijo Jorge IV reinó como regente, su esposa la reina Carlota estuvo a su lado todo el tiempo que se le permitió.

Solamente su muerte acaecida el 17 de noviembre de 1818 la separó definitivamente de su esposo y de sus amados hijos. Junto a uno de ellos, el príncipe regente, murió la reina a los 74 años de edad.

La reina Carlota fue enterrada en la Capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor.


Por Sandra Ferrer

domingo, 3 de julio de 2011

El ermitaño, Santa Pelagia de Antioquía (Siglo IV - 468)


El 8 de octubre del año 468, un ermitaño aparecía muerto en su cueva. Dispuestos a iniciar el ritual de ungimiento con mirra, los hombres que lo encontraron descubrieron que se hallaban ante el cuerpo de una mujer.

Una actriz arrepentida
Santa Pelagia de Antioquía había sido una bailarina en la Turquía del siglo V. No se conocen muchos datos acerca de su vida. Se sabe que de pequeña había estado en contacto con los catecúmenos de su ciudad pero con el tiempo se alejó de las creencias cristianas para vivir una vida de libertinaje.

En el año 453, Pelagia entró en un templo cristiano llevada por la curiosidad. Allí escuchó las palabras del obispo Nono y tuvo tal revelación que decidió dejar su vida pasada y convertirse al cristianismo.

De mujer a eremita
Pelagia se deshizo de todos sus bienes materiales y, tras recibir el bautizo y la comunión, decidió dejar su ciudad natal y marchar a Jerusalén. 


Para proteger su persona, se hizo llamar Pelagio y ocultó su verdadera identidad de mujer. Los últimos años de su vida los pasó en una gruta rezando y meditando. No fue hasta su muerte, acaecida el 8 de octubre de 468 que se descubrió su condición real.

Santa Pelagia fue introducida en el martiriologio romano y venerada como santa, sobretodo por la iglesia ortodoxa.

por Sandra Ferrer

viernes, 1 de julio de 2011

Humanista protestante, Olympia Fulvia Morata (1526 - 1555)


Hija de un profesor universitario en la Italia del Humanismo y el Renacimiento, Olymplia Fulvia Morata destacó desde joven por su inteligencia y su erudición. Conocedora del griego y el latín escribió muchas obras relacionadas con la religión y el pensamiento.

La hija del profesor
Olympia Fulvia Morata nació en Ferrara en 1526. Su padre, Fulvio Peregrino Morato era un humanista y maestro en la suntuosa corte de Ferrara. Olympia aprovechó los conocimientos y las clases de su padre a los jóvenes hijos de los duques. Olympia tuvo acceso a importantes obras de Aristóteles, Cicerón, Ovidio y otros granes autores de la cultura clásica griega y romana.

De la Italia renacentista a la Alemania de la Reforma
Tras la muerte de su padre en 1548, nada la ligaba a la corte de Ferrara. Un año después, conoció a Andrew Grunther, un profesor alemán defensor de la reforma protestante del que se enamoró. En 1550 se casaron por el rito protestante y tras un breve periodo de tiempo aun en Italia, Olympia y Andrew marcharon a vivir a Alemania donde retomó sus estudios centrados tanto en los textos clásicos como en las Escrituras y empezó a escribir.

El asedio religioso
En 1553, Schweinfurt, donde la pareja se había instalado, fue asediada por las tropas del emperador Carlos V. Su defensa de la reforma protestante hizo que Olympia y Andrew tuvieran que huir en busca de refugio en alguna de las cortes defensoras de la nueva postura religiosa. Finalmente consiguieron establecerse en la corte de los Erbach.

Poco tiempo duró la felicidad de la joven escritora quien, dos años después la epidemia de peste que asoló algunas ciudades europeas terminó con su vida. Murió en Heidelberg el 26 de octubre de 1555.

Gracias al empeño de su marido y amigos humanistas, las cartas de Olympia Morata, sus poesías y sus obras fueron recuperadas y publicadas después de su muerte.


Por Sandra Ferrer