RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 24 de abril de 2019

Campaña electoral: ¿dónde está el feminismo?

Elecciones & Feminismo
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Lidia Falcón
www.publico.es

Sobre el contenido feminista en las agendas electorales de los partidos en España

Cuando la campaña electoral ha llegado a su ecuador podemos comprobar que las reivindicaciones más emblemáticas del feminismo no aparecen ni en los programas ni en los mítines ni en las entrevistas ni en las declaraciones de los candidatos. Todos hombres en la cabeza de las listas. Pero tampoco de las mujeres que en papeles secundarios protagonizan algunos debates. Dejando aparte a las del PP, de cuyo nombre no quiero acordarme, que espero que no reciban ni el aplauso ni el voto de las mujeres,  tampoco ninguna de las otras formaciones se merece el aprobado en el examen de feminismo.
Si alguna línea roja no puede franquearse por la izquierda, ni en su análisis teórico ni en su aplicación práctica, es la permisividad ni la legalidad de la prostitución. No solamente porque representa la explotación y la máxima humillación para una persona -la inmensa mayoría de las que están sometidas a semejante esclavitud son mujeres-  sino porque degrada a toda la clase femenina, pervierte a los hombres que la demandan y envilece a la sociedad. Una sociedad que considera que el hecho de ser mujer la convierte en un ser destinado a complacer las pulsiones sexuales de los hombres, sean cuales sean estos y cómo las demanden, es una sociedad degenerada. Aceptando la prostitución como actividad profesional normal aceptamos que todas nosotras podemos ejercerla. Y los hombres asumen que pueden prostituirnos a todas.

No es ninguna novedad. Aquellas que claman por legalizar la prostitución, como si de un gran avance moderno se tratara, están reproduciendo las normas y la defensa de esa explotación que teorizaba Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. Pero ocho siglos más tarde nuestra declaración de Derechos Humanos de 1948, alcanzada después de terribles experiencias de torturas, guerras y expolios, consagra la prohibición de someter a ninguna persona a tortura o trato degradante o humillante. Que es exactamente lo que sufre la mujer que tiene que someterse a los caprichos sexuales del prostituidor, por una miserable paga.

En el siglo XX, nuestra II República aprobó la abolición de la prostitución. En el siglo XXI, la prostitución en España es una de las mayores lacras. Con unos partidos políticos que están contemplando legalizarla. Medio millón de mujeres son traficadas en nuestro territorio por las mafias de la prostitución, que incluso se han organizado en asociaciones legales, ante la pasividad o la complacencia de los gobiernos que se han sucedido y de políticos que se compenetran con los prostituidores y que llevan en su programa electoral la legalización;  y lo que es más penoso, de asociaciones de mujeres que fingen ser feministas y que están al servicio de los proxenetas.

En Barcelona, paraíso de puteros de toda laya, se ha llegado a la infamia de permitir y financiar la que llaman “Escuela de Prostitución”, que da cursos para iniciar en tal actividad a las novatas que en busca de algún trabajo remunerado “escojan” esta profesión como aceptable alternativa a la de ser peluquera o modista.

Y en la híspida campaña electoral que estamos observando este tema no ocupa ni un minuto de los debates televisados ni de los discursos, entrevistas y propaganda. Considerando que no tiene importancia para una sociedad embrutecida que acepta indiferente o complaciente que su país sea el de Europa que más demanda prostitución, con tres millones de hombres que consumen ese comercio venal diariamente, ni siquiera los partidos políticos de izquierda, ni sus representantes femeninas están haciendo bandera de la abolición. Según sus cálculos, como las mujeres prostituidas no suelen votar y las feministas no debemos contar suficientemente para ellos, mientras los puteros pueden ser buenos apoyos, los candidatos ni mencionan el tema.
Por supuesto, ninguno de nuestros futuros gobernantes tiene en cuenta la necesidad de prohibir la pornografía, que hoy no está recluida en aquellos destartalados cines X de la Transición para satisfacción de unos cuantos masturbadores tarados, sino que a través de Internet se ha convertido en la escuela de sexualidad de los adolescentes de toda clase y condición, a los que se enseña a maltratar y violar mujeres como manera de satisfacer su líbido.

A la milenaria explotación de la prostitución se une la moderna de los vientres de alquiler. Ya sabemos que producir niños en el útero de mujeres para arrebatárselos después es práctica antigua del Patriarcado. Desde Abraham y Sara los hombres han violado, raptado, comprado y casado con mujeres para fabricarse descendientes. Conducta que ha relatado con mucho ingenio Margaret Atwood, escritora canadiense, en la distopía  El Cuento de la Criada, puesta de moda nuevamente en la serie televisiva. Pero los descubrimientos y avances científicos modernos permiten que semejante práctica convierta hoy en gran negocio, a escala internacional, la inseminación de mujeres, naturalmente pobres, para obtener niños a la carta que compran hombres ricos.

Este infame comercio, que se ha extendido a diversos países, está intentando instalarse legalmente en España, que todavía tiene algunos remilgos en aceptarlo. Aprobar una modificación del Código Penal que convierta en delito semejante actuación y en delincuentes a todos los que estén involucrados en ella, es una necesidad imperiosa antes de que se extienda esta práctica y además nos veamos obligados a admitir a los desgraciados bebés venidos al mundo en semejantes condiciones. Y tampoco oigo los planes de los candidatos de izquierda para imponer con contundencia las medidas legales precisas que lo penalicen e inmediatamente prohíban celebrar esas infames ferias anuales en la que se permite que perversos clientes alquilen desgraciadas muchachas, en cualquier parte del mundo. Por el contrario, los planes de la derecha están clarísimos, si gobiernan instalarán rápidamente ese comercio en nuestro país

Pero no sólo el decisivo tema de la prostitución no tiene espacio en los planes de los próximos gobernantes, ni siquiera la violencia contra la mujer que suma más de cien víctimas de feminicidos cada año en nuestro país, donde se presentan ciento cincuenta mil denuncias por maltrato cada año, donde se contabiliza una denuncia por violación cada 8 horas y son innumerables las víctimas que sufren acoso sexual en el trabajo, en la calle, en la casa, ha tenido protagonismo en la propaganda electoral. Ni se plantea la modificación imprescindible de la obsoleta Ley de Violencia de Género que nos rige, mientras los asesinatos de mujeres se suceden día tras día y no concitan en nuestros futuros gobernantes, ni hombres ni mujeres, la suficiente compasión para que acudan a sus entierros. Algunas prometen aplicar el Pacto de Estado que proponía destinar unos millones a pagar indemnizaciones y subvenciones a las víctimas. Lo que no se propone nadie es que no haya víctimas. 

En el capítulo de las diferencias salariales y de las explotaciones laborales que padecen las trabajadoras con total impunidad de las empresas, nadie dice que es imposible atajar semejante situación propia del siglo XIX cuando solo disponemos de 1.000 inspectores y 2.000 subinspectores de trabajo en toda España. Los ahorros que se han llevado a cabo en el funcionariado público ha convertido nuestro Estado en cuasi medieval. Ni protección para las víctimas de violencia machista porque no hay suficientes policías ni juzgados ni forenses ni trabajadoras sociales. Ni vigilancia de los desmanes de la patronal porque no hay bastantes inspectores. Ni formación en feminismo de todos los cuerpos policiales,  judiciales y sanitarios porque no existen las escuelas y los profesionales que deberían impartirla. Ni entra en los planes educativos la asignatura de Ciudadanía, que debería ser feminista, no solo por la oposición tiránica de la derecha sino porque tampoco la izquierda que nos ha gobernado hasta ahora lo ha impuesto con la contundencia que merece. 

¿Dónde está entonces el programa feminista?




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martes, 23 de abril de 2019

Las mujeres sopesan más que los hombres el impacto de la compra en el cambio climático



La Vanguardia

Una amplísima mayoría de españoles (el 59%) y europeos (54%) considera que las empresas no están contribuyendo a combatir el calentamiento, según una encuesta del BEI


Yve Ramírez se mueve en bicicleta, compra alimentos a granel y adquiere los productos cosméticos en tiendas especializadas, práctica el Residuo Ceo (Xavier Cervera) ONA
Las mujeres españolas tienen más en cuenta que los hombres el impacto que comporta la compra de un artículo, producto o servicio en el cambio climático. El 77 % de las mujeres españolas valora los efectos del consumo sobre el cambio climático, mientras que este porcentaje es un 10 % inferior en el caso de los hombres.
Así lo indica una encuesta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), en colaboración con la empresa de opinión pública mundial YouGov. Esta es la quinta edición de esta encuesta, en la que se evalúa la percepción sobre el cambio climático que tienen los ciudadanos en la Unión Europea, Estados Unidos y China.


(Smart)
Según los resultados de la encuesta, los hábitos de consumo de los ciudadanos españoles también se están viendo modelados por la incidencia que el producto o servicio adquirido puede tener sobre lucha contra el cambio climático. Así, el 72 % de los españoles considera importante es incidencia en la alteración del clima; un nivel de conciencia que los sitúa por encima de la media europea (67 %).
La encuesta indica también que una gran mayoría de la población española (59 %) siente que sus esfuerzos en favor de lograr un clima estable y seguro no están respaldados por la actividad de las empresas.
Esta cifra supera a la de los ciudadanos de toda Europa.
El 54 % de los europeos considera que las empresas no están contribuyendo al compromiso personal de los ciudadanos en materia de lucha contra el cambio climático.
Cuando se les pregunta sobre cuáles son las mejores soluciones para motivar a las empresas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la mayoría de los españoles (53 %) se inclina por que se aplique como solución el establecimiento de las medidas reglamentarias, lo que los sitúa en la media europea (52 %).
En concreto, el 34 % de los ciudadanos españoles cree que las reglas y las sanciones serían la medida más eficaz, mientras que el 19 % apunta a los incentivos fiscales, subvenciones y reducciones de impuestos, para fomentar modelos de negocio más ecológicos.
Energía, otra demanda
Los resultados documentan un posible desajuste entre lo que ofrecen las empresas y la voluntad de los ciudadanos de comprometerse con acciones en favor de un clima estable y seguro.
Un ejemplo especialmente destacable en del mercado de la energía. Los ciudadanos españoles señalan las siguientes tres barreras principales que les impiden consumir más electricidad verde. El 45% cree que “no siempre es posible”; al 17 % le parece “demasiado cara” y el 24 % responde que “no sabe”. Esta última respuesta indica una elevada falta de información y sensibilización respecto a las fuentes de energía más limpias.
Estados Unidos y China
A nivel mundial, los europeos superan a los ciudadanos estadounidenses y chinos en lo que se refiere a la importancia que conceden al criterio de acción climática en los hábitos de consumo. Tanto en Estados Unidos como en China, el 57 % de los ciudadanos afirma que el cambio climático tiene un papel bastante o muy importante en su elección a la hora de comprar productos o servicios, un porcentaje que se eleva al 67% al preguntar a los ciudadanos europeos.
Las tres zonas geográficas también difieren en cuanto a la percepción que tienen los ciudadanos del apoyo empresarial a las acciones en favor del clima: solo el 12 % de los chinos y el 45 % de los estadounidenses no se sienten apoyados por las empresas, frente al 54 % de los europeos.
“Participación de todos”
Sobre los resultados de esta encuesta, Emma Navarro, vicepresidenta del BEI responsable de la acción por el clima y el medio ambiente, ha asegurado: «La lucha contra el cambio climático requiere la participación de todos y las empresas desempeñan un papel clave. Los resultados de la encuesta muestran que los ciudadanos esperan que las empresas se comprometan más en la lucha contra el cambio climático”.
Navarra añade que “hemos de transmitir con claridad el mensaje de que la acción por el clima es un buen negocio y que puede aportar beneficios reales al crecimiento económico y a la creación de empleo. Por lo tanto, necesitamos combinar incentivos, intervención reguladora e inversión para crear la economía con bajas emisiones de carbono del futuro”.


Compra a granel, en Casa García, en el Clot (Barcelona) (Xavier Cervera)
En 2018, el BEI aportó 7 400 millones de euros para proyectos en España, de los cuales casi 1 300 millones de euros se destinaron a proyectos de acción por el clima. Las empresas del sector privado tuvieron una participación importante en estas financiaciones, ya que recibieron 375 millones de euros en préstamos para financiar proyectos relacionados con el clima.
La encuesta incluyó entrevistas a 25.000 personas de más de 18 años (incluidas personas sin acceso a internet) de más de 30 países, entre ellos Alemania, Francia, Italia, España, Polonia, Suecia, China y USA. El muestreo fue hecho por YouGov entre el 28 de septiembre y el 5 de octubre pasado.



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Alianza por la Solidaridad: sólo el 15% de las mujeres africanas son propietarias de la tierra que cultivan

Día de la Madre Tierra #22Ab

Rosa Martín Tristá
Rebelión

La ONG tiene en marcha un proyecto que ha conseguido 38 títulos de propiedad, nueve para mujeres, en Mozambique en 2019. A lo largo de este año, otro centenar de mujeres africanas está previsto que sean propietarias con esta iniciativa financiada por la AECID.

El porcentaje de mujeres africanas que son propietarias de la tierra cultivable apenas es un 15%, mientras que ascienden a un 80% las que trabajan en la agricultura. Son porcentajes que, como señala Alianza por la Solidaridad en el Día Internacional de la Madre Tierra, reflejan la grave situación de desigualdad que afecta a las agricultoras, pese a que la subsistencia de las familias está mayoritariamente en sus manos.

En Mozambique, país que ocupa el puesto 180 en el índice de desarrollo humano de 189 países, el porcentaje de propietarias ronda un 20%, incluso en regiones en las que en el pasado eran las mujeres quienes ostentaban el poder, como es el caso del municipio de Mueda, en el norte, donde una tradición matriarcal está siendo desplazada por el patriarcado de la étnia makúa, mayoritaria y donde Alianza trabaja desde hace años.

Para la organización una herramienta fundamental para revertir esta situación es el registro de las tierras a nombre de quienes las cultivan, de forma que se evite el acaparamiento de este recurso por caciques locales, empresas (nacionales y extranjeras) y gobiernos, fenómeno que afecta ya a más de 53 millones de hectáreas en el planeta, siendo África el continente más afectado. La falta de control sobre la tierra, además, se ha comprobado que afecta a su rendimiento, dado que las y los agricultores no saben cuándo podrán ser expulsados, por lo que minimizan los gastos de mejora para evitar posibles pérdidas.

Alianza por la Solidaridad, siguiendo esta premisa, tiene en marcha en la zona mozambiqueña de Mueda un proyecto que ha logrado 38 títulos de propiedad de la tierra para 29 hombres y 9 mujeres desde comienzos de este año, siendo la primera vez que en el distrito mujeres individuales logran este derecho en un país donde se exige un proceso complejo y requisitos específicos para conceder los títulos de propiedad.

Javier Larios, coordinador de Alianza por la Solidaridad en Mozambique, apunta que el objetivo del proyecto es conseguir a lo largo de este año un total de 100 mujeres propietarias en Mueda, de las que 30 ya han iniciado los procedimientos.

El caso de Mozambique es similar a lo que ocurre en el resto del continente, donde las mujeres, principales productoras agrícolas en el país, son las que más sufren los efectos de la presión sobre una tierra, dado que en muchos casos no pueden heredarla o utilizan las tierras con uso comunal con los derechos sin protección. Por otro lado, son habituales las dificultades para poder acceder a las instituciones administrativas, con trámites costosos y burocráticos que se alargan durante más de un año y que exigen que los expedientes sean supervisados a cientos de kilómetros de las comunidades, trabas insalvables para la inmensa mayoría de la población rural, especialmente para las mujeres.

Alianza por la Solidaridad, que está ejecutando este proyecto con financiación de la AECID, ha comprobado que el acompañamiento en la consecución de estos títulos es fundamental para lograr el empoderamiento de las mujeres.

La entrega de los 38 títulos de propiedad tuvo lugar el pasado 7 de abril en Mueda, jornada en la que se celebra el Día de la Mujer Mozambiqueña, en un acto al que acudieron las autoridades de la zona.
 
Alianza por la Solidaridad, a través de una iniciativa similar en Guinea Bissau, logró que, por primera vez en la historia del país, 322 mujeres lograran ser propietarias de las tierras que cultivaban, proyecto que fue premiado por el Premio ONU-Hábitat al año siguiente. 



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“La masculinidad incide negativamente en el medioambiente”

Entrevista a Alicia Puleo, filósofa ecofeminista
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Raúl Solís Galván
www.eldiario.es

La filósofa ecofeminista ha dado la conferencia inaugural del Congreso Andaluz de Filosofía celebrado estos días en Sevilla.
Sostiene que las mujeres son las primeras víctimas de la destrucción ambiental

Alicia Puleo (Buenos Aires, 1952), catedrática de Filosofía de la Universidad de Valladolid y directora de la Colección Feminismos de la editorial Cátedra, es la madre un ecofeminismo crítico y no esencialista. Su mirada se centra en la  relación que existe entre el género y la crisis ambiental y en hacer de puente entre el ecologismo y el feminismo. 

La filósofa feminista ha sido invitada a pronunciar la conferencia inaugural del XII Congreso Andaluz de Filosofía, celebrado en la capital andaluza este pasado fin de semana bajo el título ‘Filosofía, Mujeres y Naturaleza’, donde ha desgranado parte del pensamiento que la convierte en una de las figuras intelectuales claves del feminismo español.

¿Qué relación existe entre la Filosofía, la naturaleza y las mujeres?

Podríamos decir que hay dos tipos de relaciones. Una historia de la filosofía en la que las mujeres han sido pensadas más cercanas a la naturaleza que los varones. Y un presente, de algunas décadas ya, en que surge una forma de pensamiento, llamado ecofeminismo, que analiza las relaciones de dominación sobre la naturaleza y las mujeres como relaciones vinculadas y que, a través de un análisis, se pueden llegar a desmontar. 

Hay feministas muy críticas con el ecofeminismo porque alertan de que retrotrae a las mujeres a una construcción biológica, al esencialismo naturalista.

En algunas formas de ecofeminismo, lo que se puede llamar ecofeminismo esencialista, que insistía en la cercanía de las mujeres con la naturaleza, por diferencias innatas y no construidas culturalmente, sí que existe ese riesgo. Desde otras posiciones ecofeministas, en las que yo me sitúo, que son constructivistas, que analiza cómo la cultura construye las identidades de género, no habría ese problema esencialista.

¿Existe el riesgo de que el ecofeminismo sea usado para resituar a las mujeres en papeles opresivos de donde han escapado?

Sí, hay algunas tendencias del ecologismo que están manteniendo un discurso de vuelta a los roles tradicionales en nombre, precisamente, de la defensa de la naturaleza. La conclusión que sacan es que las mujeres juegan un papel de usar y tirar y que tienen que volver al hogar. Por otro lado, curiosamente, mistifican mucho la maternidad y la reproducción, olvidando que el ecologismo, en sus orígenes, tenía una gran preocupación por la sobrepoblación. Entonces, sí, ciertas tendencias del ecologismo están mistificando a la mujer-madre cuando, en realidad, el ecologismo desde el principio se planteó que la humanidad no puede reproducirse tanto. Es curioso ese giro hacia un ecologismo muy conservador, que no conservacionista. 

¿A qué se debe a esa vuelta de ciertas tendencias feministas y ecologistas hacia un conservadurismo mistificador de la maternidad?

No son planteamientos feministas, para nada. El feminismo en ese discurso ecologista conservador es el gran enemigo porque, según dicen, estaría llevando a la sociedad a su esterilización. Esas tendencias de ecologismo conservador no son feministas. 

¿Existe alguna vinculación entre la igualdad de género y la ética ambiental?

Por un lado, las mujeres, sobre todos las pobres, son las primeras víctimas de la destrucción medioambiental. En los países empobrecidos son las que dependen directamente del medio ambiente y, por lo tanto, su destrucción les afecta en su vida cotidiana. Si tienen que recoger leña y se ha talado el bosque, tendrán que caminar kilómetros para calentar el hogar. Son las primeras en sufrir las consecuencias de las fumigaciones intensivas. Ellas y sus hijas e hijos. Las mujeres, en muchos sitios del planeta, están siendo también protagonistas en los movimientos de defensa del medio ambiente. Las mujeres son víctimas directas del cambio climático, pero también son vanguardia en la lucha contra el deterioro ambiental.

¿Es el movimiento feminista consciente de la crisis ambiental que vivimos?

Yo creo que hace falta trabajar la relación entre feminismo y ecologismo porque no se puede decir ni que el feminismo sea ecologista, ni que el ecologismo sea feminista. Es una tarea muy larga y en eso estamos, el ecofeminismo trata de hacer ese puente. 

Aseguras que en nuestras sociedades tiene más valor ético el odio que la filantropía y que urge valorizar una ética del cuidado que feminice la ética, ¿qué quieres decir?

Me refiero a que en la Filosofía de Kant hay una desvalorización clara de los sentimientos, de las personas que actúan por sentimientos éticos. Porque, para Kant, la acción ética solamente tiene valor si no están movidas por los sentimientos, por las emociones, porque las emociones son nuestra parte irracional, animal. Hay una tradición, que viene del estoicismo, en que lo emocional es negativo, es lo bajo, las pasiones, lo débil de nuestra constitución y ha de ser dominado por la razón, que te dice qué es lo que debes hacer. Por eso, se ha considerado durante mucho tiempo que las mujeres no podían ser jueces porque, se decía, se guiarían por el sentimiento y no por el sano juicio. Esto cambia en la década de los 80, donde pensadoras como 
Nel Noddings van a criticar esa desvaloración de las emociones y resaltan una ética del cuidado, donde sostienen que actuamos éticamente no sólo por razón, sino también por sentimientos.

Afirmas también que estamos asistiendo a un cambio de paradigma de la masculinidad que traerá una revolución esperanzadora. 

El feminismo ha terminado trayendo un cuestionamiento de las identidades del conjunto de la sociedad, no sólo de las mujeres. La entrada de los hombres en lo privado y en lo afectivo empieza a darse, fruto del feminismo y, con respeto a la naturaleza, me parece un signo de esta nueva masculinidad la cantidad de jóvenes que están entrando en movimientos de defensa de los animales, contra la crueldad. Estos eran movimientos muy feminizado y hoy vemos a muchos hombres entrando en ellos. 

Hay quienes dicen que la ultraderecha se ha vinculado también con el animalismo.

Yo no lo veo así. Es una forma de ataque que ha sufrido el animalismo. Se dice: ¡Es que Hitler era animalista! Mentira, Hitler ni era vegetariano, ni era animalista. Es una forma de estigmatizar. 

Sostienes que vivimos en un tiempo histórico llamado antropoceno. ¿Qué tiempo histórico es este?

Es una denominación que han acuñado científicos dedicados a la observación del clima y que consideran que es una nueva era geológica, en la medida que los grandes cambios no los produce sólo la tierra, sino el ser humano sobre la tierra y a través de la tecnología. Algunos sitúan el comienzo del antropoceno en el inicio de la revolución industrial, otros lo sitúan en el siglo XX. Hay quienes han hecho una crítica al concepto de antropoceno, porque dicen que debería llamarse algo así como capitaloceno porque afirman que existen razones económicas que están llevándonos a la catástrofe: la explotación intensiva, las técnicas agresivas, el poco respeto al medio ambiente. Estos críticos sostienen que el término antropoceno no visibiliza este origen económico. Yo pienso que el término antropoceno es acertado porque es cierto que hay elementos importantes económicos, pero también es verdad que, desde un punto de vista filosófico, se deriva de una visión antropocéntrica, en la que sólo el ser humano tiene valor. 

¿Tiene el cambio climático una huella de género?

Hay estudios estadísticos que dicen que las mujeres tienen menos huella ecológica que los varones; no porque sean mejores, sino porque se desplazan más en transporte público, realizan labores que tienen una incidencia menor en el medio ambiente. En este sentido, vemos que hay una relación entre género y medio ambiente. Una de las definiciones de varón, del sociólogo valenciano Josep Vincent Marqués, es que ser varón es ser importante. Entonces, si la consigna del varón es ser importante, hay cosas que el varón tiende a hacer porque tiene una consigna que no tienen las mujeres. Así, tiene que comprarse el coche más lujoso, que contamina más, porque tiene que ser importante. Son estas consignas de la masculinidad las que inciden negativamente en la contaminación. Por no hablar, por ejemplo, de actividades como la caza, con gran incidencia negativa en el medio ambiente, protagonizadas por los hombres. 

¿Nos estamos tomando en serio la crisis ecológica?

Para nada. La crisis ecológica demanda acciones individuales y de los gobiernos. Hay gente que no recicla porque otros no lo hacen y la clase política no toma decisiones ecológicas porque no tiene rédito electoral inmediato. Luego creo que hay responsabilidad en los medios de comunicación. Tenemos un gran problema, porque la crisis ecológica es la gran crisis y la que explica todas las demás.

¿De qué salud goza la Filosofía?

Tiene que luchar contra toda una tendencia muy instrumental de la educación a nivel internacional, una visión muy corta de lo que es la formación y que cree que formar es enseñar a la gente a producir para el mercado. Para poder ser humano y tener una civilización se necesita una formación filosófica.

¿Por qué la guerra de los gobiernos contra la Filosofía?

La Filosofía puede servir como legitimación del orden existente y también puede ser y ha sido fuente de pensamiento alternativo y de horizontes distintos, de impugnación al orden establecido y trazar mundos emancipatorios por donde caminar.



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viernes, 19 de abril de 2019

Estereotipos & Patriarcado: Las mujeres malas siempre son otras



Ilka Oliva Corado
https://cronicasdeunainquilina.com/

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Sobre la perversidad de los mandatos patriarcales sobre el género femenino.

Hemos crecido en sociedades en donde los patrones patriarcales están enraizados de tal manera que nos amarran los pies y sin nuestro esfuerzo por soltarnos será imposible avanzar. Esos patrones nos dictan normas, una pauta a seguir que somos incapaces de cuestionar, este modelo viene con: estereotipos, racismo, homofobia, clasismo y misoginia de los cuales nos nutrimos muy bien todos los días desde el momento en que nacemos: en casa, en la escuela, en la comunidad, en el trabajo y; en la edad adulta inculcamos a nuestros hijos también y a todo ser humano que esté a nuestro alrededor. Estamos en el centro de una madeja de patrones patriarcales que no nos permiten ser, ni respetarnos ni respetar a los demás especialmente a las mujeres. 


Un sistema creado para abusar al género femenino en todas sus formas; es limitante, más bien mutilador, es un sistema que nos dice que la mujer todavía no llega al concepto de ser humano, porque si fuera un ser humano sería respetado en sus derechos y eso aún no sucede, es vista como un ser inferior incapaz de formular un análisis crítico, por ejemplo. Ese sistema mutilador que aun no nos ve como personas, nos ve como objetos y es así como objetos que nos tratan desde el momento de nuestro nacimiento.

Un objeto para placer del hombre, un objeto al que se le puede maltratar, pegar, asesinar, desaparecer y tirar a la basura como a cualquier chirajo; porque no existe ni sistema de justicia ni sociedad capaz de reaccionar ante el abuso de un ser visto como inferior al que no se le ha dado la categoría de persona.

Cuando una mujer es abusada no importa su condición social, ni color de piel, ni religión, es tan víctima como la obrera más pobre de un arrabal, y puede ser desaparecida de la misma forma así tenga millones de dólares en su cuenta bancaria. No cuentan el dinero ni la condición social ante el macho abusador. Un cuerpo de una mujer destrozado en un basurero siempre será para la sociedad y el sistema machista el de una puta que en algo andaba metida y que por eso la mataron así. Ni en cuenta el término violencia de género ni feminicidio.

Se le sentencia a la primera: era una puta que en algo andaba metida y por eso terminó así. Aquí es donde entran las otras mujeres malas, es mala quien aparece asesinada en un feminicidio, no importa si quien la asesinó es su pareja, su esposo, su novio, un compañero de trabajo, un familiar, un desconocido, es lo mismo: la mataron por puta.

Puta, puta si pensaba por sí misma, puta por vestirse como quería, puta por buscar su independencia, por denunciar a su acosador-abusador, por no denunciarlo por miedo. Y sentenciamos dueños y señores del irrespeto: es que si no denunció es porque le gustaba, es porque tenía la culpa, es que… cualquier pretexto para excusar al abusador y re victimizar a la víctima.

Señalamos desde esos patrones patriarcales, machistas y misóginos con los que fuimos criados y no buscamos arrancar de nuestro cerebro, llenos de estereotipos y mojigatos lanzamos cualquier tipo de improperio contra una víctima de este sistema que fue hecho para la mutilación de la mujer, en todas sus formas.

Siempre y cuando la víctima sea una desconocida, las desconocidas siempre serán las mujeres malas, por quienes no tenemos afectos, ni lazo de sangre o conexión emocional. Ellas siempre serán las putas que en algo andaban metidas y que por eso terminaron así. Pero las cosas cambian cuando la golpeada, la asesinada o la desparecida es un miembro de nuestra familia, una amiga cercana o una conocida, cuando hay afecto o conexión emocional entonces se siente el dolor, la rabia y la impotencia que por insensibles somos incapaces de sentir cuando la víctima es otra.

Todos tenemos que lograr que este sistema patriarcal cambie, que cambien los contextos, arrancar la raíz machista y misógina. Eliminar esos estereotipos que hacen que nos señalemos unos a otros, menospreciándonos por género, color, credo. La violencia de género es responsabilidad de todos, en todos los peldaños de la sociedad. Padres de familia, maestros, entrenadores, vecinos, ciudadanos en general. Tenemos que arrancarlos de nosotros mismos y tener la responsabilidad de levantar la voz, de involucrarnos, de señalar y explicar en cada ocasión que escuchemos a alguien decir cualquier tipo de pronunciamiento machista y misógino en contra de las niñas, adolescentes y mujeres.

No esperemos que lleguen a acciones, no esperamos que lleguen a extremos, todo comienza con una frase que se pronuncia y se sentencia como ley o como norma. Putas, putas somos todas las mujeres, porque todas buscamos libertad, independencia, desarrollarnos, crecer, tenemos sueños, y ésa es una mujer puta para el patriarcado por ende todas lo somos. En el sexo, la única diferencia es que unas somos más activas que otras, no hay mujeres santas, salvo para la doble moral de la religión manipuladora y violenta.

No seamos los que señalemos a la mujer mala (que no existe) que por puta le pasó lo que le pasó, seamos quienes arranquemos esos estereotipos de raíz. Seamos quienes expliquen como puedan, con sus propias herramientas, sin intimidarse, en cualquier espacio, en cualquier ocasión, porque es sumamente necesario, los que estén luchando día a día por erradicar el patriarcado, el machismo y la misoginia de nuestra sociedad.

Es urgente, no queremos más mujeres maltratadas, golpeadas, asesinadas y desaparecidas por machos que se creen dueños de nosotras y que nos ven como objetos de su pertenencia.

Fuente:  https://cronicasdeunainquilina.com/2019/04/08/las-mujeres-malas-siempre-son-otras/





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jueves, 18 de abril de 2019

Hombres & Terrorismo: Tíos blancos sin rumbo (o por qué los terroristas son hombres)



Lionel S. Delgado
https://elasombrario.com

¿Qué lleva a un hombre a organizar una masacre? ¿Qué explica la agresividad infinita de un atentado que se lleva decenas de vidas por delante? El sentido de cruzada racial frente al invasor nos suena bastante, pero parece que tienen que cumplirse más requisitos para convertir el racismo en atentado. Jóvenes perdidos y romantización de la violencia en esta entrega de nuestra sección quincenal a dos voces, ‘Por culpa de Eros’. Diálogos sobre encuentros, el eterno femenino resistente y las masculinidades errantes en tiempos de turbocapitalismo.

 Tenemos más miedo a matar que a morir. Durante la Segunda Guerra Mundial, el general de brigada S.L.A. Marshall estudió a sus hombres después de un combate. Descubrió que solo el 20% de los soldados dispararon realmente al enemigo. Detrás de la omisión: el miedo a matar (más que el miedo a ser matado). Sin embargo, el fascista australiano que cometió la masacre en dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda (y lo difundió en vivo a través de Facebook, mediante una GoPro instalada en su traje), no mostró miedo alguno.

¿Qué hay detrás de su voluntad asesina? Si Analía en su artículo analizaba cómo una patología individual enraíza en una atmósfera cultural cargada de ira (miedo hacia la fertilidad del otro racializado y neurosis tecnológica), yo intentaré indagar en otros rasgos del propio asesino.

Un joven normal

Este tío blanco normal no era militar. De hecho, hasta hace dos años no era nada más que un chaval común, de 28 años (él mismo se define en el manifiesto como un “hombre blanco normal”). Sin estudios universitarios (por desinterés), después de trabajar de monitor en un gimnasio, ganó un poco de dinero invirtiendo en BitConnect y, con ese dinero, pudo estar unos años viajando por el mundo.

Ningún odio ultrarracista nace de la nada, pero todo apunta a que la radicalización de Brenton Tarrant –tal el nombre del tío– se dio durante los últimos viajes que hizo a Europa. En Francia topó con grupos de ultraderecha radical, con los que comenzó a identificarse. Los partidos de la derecha radical populista están creciendo por Europa, captando con sus discursos xenófobos y racistas a perfiles parecidos al de Tarrant; a saber, hombres jóvenes de clase obrera, como han demostrado los estudios de Cas Mudde y como lo expliqué en esta charla para Nociones Comunes.

Sin embargo, antes de eso, en los viajes que hizo a Pakistán, Corea del Norte y algunos otros países de Asia, nada apuntaba a una posición radical (comentaba por Facebook, por ejemplo, que los paquistaníes eran “la gente más sincera, amable y hospitalaria del mundo”). Por eso, es tentador pensar que, para cambiar así y digerir los discursos etnonacionalistas tan rápidamente, había algo en su vida que facilitase la entrada en estos discursos.

Pensar en su radicalización es incómodo porque su vida es un espejo para nosotros. No hay nada que nos distinga de él hasta que empieza a desarrollar discursos de odio y limpieza étnica. Era un hombre trabajador proveniente de una familia con bajos ingresos, sin perspectivas de futuro y sin tener muy clara su vocación. Un poco como todos.

Se nos parece y eso asusta: su generación es nuestra generación, la de unos chavales sin noción de tener rumbo claro en la vida. Una generación gastada en la precariedad laboral y en la falta de sentido, en la que sus miembros no encuentran formas de validarse como sujetos. Si ese malestar fue tan rápidamente capitalizable por la ultraderecha, el tema es preocupante.

Y hay antecedentes de esta deriva radical en perfiles parecidos. Mi gran amigo Jesús C. Aguerri, en su genial investigación sobre los procesos de radicalización islámica en las juventudes migrantes españolas, apela al sentido de la anomia para explicar el recurso a métodos radicales de revalorización identitaria. La anomia, en Sociología (Durkheim, Merton, entre otros), apela a la falta de sentido y de afiliación cultural que vive un colectivo. Esta anomia nace por la frustración de ver cómo los valores transmitidos culturalmente no garantizan ningún éxito social. Ante la dificultad de acceder a caminos posibles o de poder poner en marcha trayectorias vitales satisfactorias, estos jóvenes tienden a replegarse en posiciones de radicalización identitaria. Yo decía algo parecido, aplicado a los hombres misóginos de las comunidades de 4chan.

Hombres blancos en busca de sentido

¿Cómo se aplica esto al caso de la masculinidad? Prácticamente, todos los perpetradores de matanzas de este tipo son hombres. ¿Casualidad? No: tendencia social. No es tanto que los hombres sean más violentos que las mujeres, sino que los hombres tenemos más fácil el acceso a herramientas de violencia y a una cultura que nos valida para ejercerla. No es una cuestión de lobos solitarios y enfermos mentales; es una cuestión sobre lo fácil que es para los hombres cabreados hacer daño al resto.
Hay un problema de fondo muy complejo de abordar que tiene varios factores:

Primero, el contexto. Generaciones enteras de hombres vivimos procesos de degradación social donde no podemos encontrar ni un lugar digno en el mundo ni formas de poner en práctica el hombre que se supone que debemos ser. Ni vocación, ni trabajo estable, ni familia feliz, ni sentido de trascendencia.

Además, la desaparición de los lazos sociales y la dificultad de mantener una vida social fuerte nos ha aislado en casa. Esto, en un contexto de cultura de la fugacidad, donde todo pasa a toda velocidad y es casi imposible sentirse alguien relevante en el mundo, ha hecho que toda una generación de hombres optemos por el nihilismo, el ir a lo nuestro, y nos encerremos en burbujas de confraternidad virtual, donde se genera lo peor de internet. Lo sé porque a mí también me pasa (y, seguramente, a ti, también).

Segundo, el tipo de información que consumimos. Todos conocemos lo placentero que es toparse con discursos que explican algo en el mundo. La capacidad terapéutica del ‘sentir que todo cuadra’ es impresionante. A todos nos ha pasado lo de leer en algún sitio una explicación y sentir que ‘por fin, ahora está todo claro’. Los círculos de confraternidad virtual generan eso. Pero saturan esa explicación del mundo con argumentaciones de corte racista (o misógino, xenófobo, etcétera), lo que conduce a posiciones de violencia y resentimiento brutales.

A Tarrant le sonaba muy lógico echar le la culpa de la degeneración cultural y la crisis social a la invasión de los extranjeros. Y la caja de resonancia racista (comunidades cerradas donde se lee, comenta y consume exclusivamente material racista) alimentaba su opinión.

Tercero, el grupo. Se comprobó que la distancia emocional y cognitiva respecto al objetivo facilitaba al soldado disparar. Pero también lo facilitaba la presencia y la legitimidad de la autoridad y el grupo de compañeros. En ese sentido debe entenderse la utilización de la publicación en streaming de la masacre vía Facebook Live: los ojos de sus espectadores eran una mirada externa frente a la que Tarrant tenía que completar su misión. El público certifica el pequeño momento de gloria de un tío blanco cabreado con todo. Su instante de estrellato pintado gloriosamente por una romantización de la venganza y la guerra.

Cuarto, y último, el factor individual. La teatralidad narcisista del terrorismo permite al joven paliar la ausencia de sentido. Una salida excesiva, sin duda, pero igual de excesiva es la cultura en la que viven. El joven inmola su cuerpo para salir del anonimato. Y en esa salida tiene que cargarse al máximo número de personas posible. Independientemente de las razones objetivas de su discurso (spoiler: su manifiesto es una basura que junta un montón de copia-y-pega en Times New Roman sin justificar, y donde solamente cita artículos de Wikipedia y dice “invasores” 55 veces en 70 páginas medio vacías), las razones subjetivas se apoyan en una poética de la batalla y el frenesí de estar dando el ejemplo.

Por eso lleva su plan hasta las últimas consecuencias. A Tarrant le sostiene su público: una subcultura de chavales blancos cansados y cabreados; un ejército de productores de memes y de shitposting que, sin embargo, como decía el propio Tarrant en el mensaje de 8chan donde enlaza el video de la masacre, son “el mejor grupo de camaradas que podría pedir” un chaval blanco sin rumbo.

El precio de no lograr su masacre era la humillación, frente a sus ideales y frente a la comunidad virtual. Y esa humillación es intolerable para un hombre blanco perdido que ha encontrado en la responsabilidad nacional y en la férrea disciplina del terrorista etno-nacionalista la forma de escapar de la anomia.

El reto del caso de Brenton Tarrant es el de poder entender el malestar vital de una generación destrozada anímicamente con el objetivo, por un lado, de oxigenar las comunidades virtuales monopolizadas por la más radical rabia ultraderechista y, por otro, dar una salida identitaria válida a una juventud radical que solo ve el odio y la violencia como salida a su falta de sentido.




Foto de Irene Díaz


Fuente: https://elasombrario.com/tios-blancos-terroristas-hombres/



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