Empujadas por el hambre que toda la vida les ha acompañado pero que, en esta cuarentena se volvió insoportable, las mujeres de la colonia Alemania en la ciudad de El Progreso, Yoro, al norte de Honduras, se organizaron para instalar un comedor comunitario con el fin de garantizar la comida de sus hijos e hijas.
Una caseta improvisada de zinc con dos hornillas se ha convertido en el lugar más importante de la comunidad. Allí se alivia el dolor que provoca la falta de alimentos y se planifican actividades de limpieza y fumigación para evitar el contagio del Covid-19. Además, se analiza la amenaza de desalojo que enfrentan por parte de las autoridades municipales, quienes reclaman ese terreno para la construcción de un hospital.
La colonia Alemania está compuesta por 145 familias, de las cuales 100 viven en extrema pobreza, no cuentan con un empleo formal, dijo en Radio Progreso Raquel López, presidenta del patronato, enfatizando que esos hogares son encabezados por mujeres sobrevivientes de violencia, quienes se dedican a lavar ropa ajena, reciclar plásticos y vender golosinas.
Cuando comenzó la crisis sanitaria por el Covid-19 en el país, las autoridades impusieron un toque de queda prolongado para que las personas se quedaran en casa, así controlar la propagación del virus. El gobierno se comprometió a través del programa “Honduras Solidaria”, a abastecer de alimentos a las familias más pobres. Los fondos de este programa fueron administrados por las alcaldías municipales.
La municipalidad de El Progreso dirigida por Alexander López, entregó unas 16 mil raciones de comida bajo un ambiente de denuncias de corrupción, por sobre valoración de precios y politización (clientelismo) de los alimentos. El 01 de mayo el Ministerio Público intervino la alcaldía y decomisó toda la documentación relacionada a la compra de comida en la emergencia. Se está a la espera de los resultados de la investigación.
Las mujeres de la Alemania comenzaron a denunciar que la “Bolsa Solidaria”, que promocionaba el alcalde en redes sociales y medios de comunicación, no llegaba. Hubo protestas y toma de carretera, pero la primera respuesta que recibieron de las autoridades fue gas lacrimógeno. Indignadas y con dolor por el hambre hicieron una sopa con los casquillos del gas lacrimógeno después de una represión.
Con la acción de denuncia apenas les entregaron 50 raciones de comida, insuficientes según las mujeres para alimentar a todas las familias. Por lo que tuvieron que ingeniárselas e instalar un comedor que les permitirá al menos alimentar a la niñez, mujeres embarazadas y adultos mayores.
De esta forma y gracias a otras donaciones comenzaron a cocinar para toda la comunidad.
En el marco de la crisis por la pandemia en El Progreso, funcionan unos 10 comedores infantiles a base de donaciones de personas, instituciones y algunos empresarios. Estos comedores son liderados por mujeres.
Para las organizaciones feministas, reconocer que la crisis afecta a las mujeres y hombres de manera diferente es imprescindible para comprender los efectos directos e indirectos en las personas, y así poner en práctica políticas públicas que sean efectivas y equitativas.
A las hondureñas que viven en comunidades como la Alemania, más allá del contagio del Covid-19, que mantiene en alerta al mundo, les preocupa morir junto a sus hijos de hambre y de la violencia de género que se agudiza producto de las medidas implementadas por el gobierno durante la pandemia, concluyó diciendo Raquel López.
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