Revolución Rusa & Feminismo
Marijke Colle
Rebelión
La autora nos describe con hitos históricos la relación de la lucha de las mujeres, del feminismo ruso, en el antes y durante el estallido de la revolución rusa, y la poco importancia que se dio a su causa en la agenda de los hombres revolucionarios rusos. |
Fue una manifestación de mujeres la chispa que, en febrero de 1917, hizo estallar la revolución rusa. No obstante, las reivindicaciones feministas estaban lejos de ser una de las principales preocupaciones de los dirigentes revolucionarios de la época. El torbellino de la revolución trajo la emancipación de las mujeres rusas… antes de un rápido retorno al modelo tradicional de la familia. El 13 de marzo de 1881, después de diez intentos, el zar Alejandro II cayó asesinado. Sofía Lvovna Peróvskaya ayudó a organizar el atentado. La condenaron a muerte junto con otros y otras conjuradas y murió en la horca el 15 de abril en San Petersburgo. Militaba en la organización terrorista revolucionaria Naródnaya Volia (voluntad popular), cuyos miembros eran conocidos por el apelativo de narodniki.
Querían servir al pueblo, sobre todo a los campesinos pobres. El movimiento esperaba hallar una vía específicamente rusa hacia la revolución y aspiraba a crear una sociedad en la que la soberanía residiera en pequeñas unidades económicas autónomas que abarcaran diversas aldeas y se unieran en una confederación que sustituyera al Estado. Vera Sasúlich (1849-1919) se unió a los narodniki siendo estudiante, en 1880 emigró y fue a colaborar con Gueorgui Plejánov (1856-1918), con quien fundó el primer grupo marxista del movimiento obrero ruso. Ambos preconizaban la creación de un partido proletario revolucionario y por tanto se oponían desde entonces a la estrategia de los narodniki. La Rusia de esa época, bajo el régimen zarista, era un país atrasado y en gran medida todavía feudal. En 1861, el zar Alejandro II había decretado la emancipación de los siervos. Cada campesino recibió un lote de 3,5 deciatinas (unas cuatro hectáreas), Pero esta concesión no fue gratuita: había que comprar la tierra, pagándola en 49 anualidades al Estado, que, a su vez, adelantaba la suma a los propietarios.
La revolución de 1905
Esta comenzó el 22 de enero durante el domingo rojo y condujo diez meses después a la promesa de una constitución. Durante la revolución, toda la sociedad está en movimiento y en ebullición. Las mujeres también participan. Se constituye un feminismo burgués que plantea reivindicaciones relacionadas con la emancipación de las mujeres: derecho de voto, salario igual, educación… Los partidos socialdemócratas [los revolucionarios de la época] apoyan estas reivindicaciones, pero rechazan toda colaboración o alianza con las feministas burguesas. No hay ningún intento de analizar en profundidad la concepción feminista burguesa de la opresión de las mujeres.
La menor manifestación de interés por los problemas de las mujeres o la menor intervención en dirección a las mujeres se asimilan al feminismo burgués. En el primer Congreso panruso de mujeres, celebrado en 1908, Alexandra Kollontai forma un grupo de trabajadoras que participan en él. Kollontai cuenta en sus esfuerzos con el respaldo de Lenin. El comité central del partido vota una resolución a favor de organizaciones políticas y sindicales separadas para las mujeres, pero esta resolución no concreta nada sobre la naturaleza de estas organizaciones y se convierte en papel mojado. La revolución de Octubre llega sin que el partido socialdemócrata haya formulado una teoría sobre la organización de mujeres.
La condición de las mujeres antes de la revolución de 1917
La gran industria moderna en Rusia está muy concentrada: empresas gigantescas de más de un millar de obreros representan el 41 % del conjunto de la clase trabajadora (17 % en EE UU). Los capitalistas occidentales controlan en promedio el 50 % de las inversiones. La burguesía rusa es débil y depende de las clases dominantes de Inglaterra y Francia. La condición obrera es terrible. La patronal importa familias obreras enteras y las aloja en humildes barracas o en dormitorios improvisados cerca de las máquinas. La gran mayoría de los trabajadores son no cualificados y en muchos casos analfabetos. Si la condición de los obreros es miserable, la de las obreras es todavía peor. Las mujeres trabajadoras ganan en promedio el 50 % del salario de los hombres.
En 1913, las mujeres trabajan de 12 a 13 horas al día. En el sector de la confección, trabajan de 13 a 14 horas y las vendedoras y encargadas de almacén tienen jornadas de 16 a 18 horas. Las trabajadoras que se quedan embarazadas arriesgan la vida, no existe la baja de maternidad y todos los años mueren 30 000 mujeres durante el parto. En Rusia, una mujer que no recibe golpes de su marido es una excepción. La ley lo autoriza expresamente. Las mujeres no tienen derecho a heredar, son legalmente inferiores a todos los hombres adultos de la familia. En el mundo rural, la mujer campesina no se diferencia mucho de una bestia de carga. En 1914, un tercio de las mujeres saben leer, y este porcentaje es superior entre las asalariadas. El acoso sexual en el trabajo es moneda corriente. Muchas mujeres tienen que prostituirse para conseguir un empleo.
Participación en la revolución
Las mujeres obreras ya habían participado activamente en el movimiento revolucionario en 1905. Como escribió Alexandra Kollontai (1872-1952): “El movimiento de las trabajadoras, por su propia naturaleza, forma parte del movimiento obrero en general. […] La participación en el movimiento obrero acerca a la obrera a su liberación, no solo como vendedora de su fuerza de trabajo, sino también como mujer, esposa, madre y ama de casa”.
Sin embargo, también constató: “Tan pronto cesó la oleada de huelgas y los obreros volvieron al trabajo, tanto en caso de victoria como de derrota, las mujeres fueron de nuevo dispersadas y aisladas”. El 23 de febrero de 1917, con motivo del Día Internacional de la Mujer, varias columnas de mujeres (estudiantes, empleadas, obreras del textil de los arrabales de Vyborg) se manifiestan en el centro de Petrogrado para reclamar pan.
Su acción recibe el apoyo de los obreros, que abandonan el trabajo para unirse a las manifestantes. Ante este movimiento popular y espontáneo, los raros dirigentes revolucionarios presentes en Petrogrado se mantienen prudentes, considerando, como el bolchevique Alejandro Shliápnikov (miembro del comité central del partido), que se trata más de una revuelta de hambre que de una revolución en marcha. En 1917, el 43 % de la clase trabajadora eran mujeres. Desde el comienzo mismo de la revolución, las mujeres se organizan y publican sus reivindicaciones. Mujeres de soldados forman comités y a comienzos de febrero miles de lavanderas de Petrogrado se declaran en huelga y rompen de este modo el consenso entre el gobierno provisional de Kerensky, los mencheviques y los socialistas revolucionarios.
En marzo de 1917, en el partido bolchevique resulta rechazada la propuesta de constituir una secretaría de mujeres (¡únicamente con tareas técnicas y de propaganda!) a fin de contrarrestar la propaganda de las feministas burguesas. Toda forma de organización autónoma de las mujeres sigue considerándose un apoyo al feminismo burgués.
Genotdel y organización no mixta
La Conferencia de mujeres celebrada en Petrogrado en otoño de 1917 rechaza una vez más una resolución a favor de una secretaría de mujeres y hasta el Congreso de obreras y campesinas reunido en Moscú en 1918 no se decide crear una red nacional de organización de mujeres. Son las condiciones de la guerra civil las que favorecen una intervención específica hacia las mujeres. Konkordiya Samoilova (1876-1921) defiende en 1918 la convocatoria de conferencias separadas de mujeres porque en las habituales reuniones mixtas no se podía hablar de los problemas de las mujeres… debido a la escasa presencia de mujeres.
De todos modos, esta organización separada se considera una solución temporal. Tras el Congreso de obreras y campesinas de Moscú (1918) comienza la construcción de una red de mujeres en todas las instancias del partido. Estos grupos de mujeres pasan a denominarse departamentos (Genotdel) en 1919 y se les faculta para tomar iniciativas organizativas con la apertura de locales en los pueblos y los barrios, así como la edición de publicaciones específicas.
Organizan reuniones, defienden los intereses de la mujeres en el partido, los sindicatos y los soviets. Las bolcheviques van más lejos en la práctica que en la teoría. Durante la guerra civil se organizan conferencias de mujeres no afiliadas al partido y se celebran reuniones no mixtas de delegadas para intervenir directamente en cuestiones que interesan a las mujeres. Las delegadas obreras, campesinas y amas de casa son elegidas por tres meses y reciben formación política para poder asumir responsabilidades en el soviet local.
El sistema de delegadas abarcaba al final a más de tres millones de mujeres, pero nunca llegará a ser un movimiento social coherente e independiente. El miedo a otorgar a los Genotdel demasiada libertad de acción estará siempre muy presente. La discusión se ceñirá a la organización en el interior del partido bolchevique. No se planteaba la posibilidad de un movimiento de mujeres fuera del partido, pues lo consideraban burgués. Los bolcheviques no se liberarán jamás de la atadura del pensamiento socialdemócrata alemán en este terreno: “No existe un movimiento específico de las mujeres”.
Reivindicaciones de las mujeres y labor legislativa radical
La nueva constitución del joven Estado soviético instaura el matrimonio civil; se proclama de igualdad entre hombres y mujeres; la ley deja de establecer diferencias entre hijas ilegítimas y legítimas; se oficializa el divorcio de mutuo consentimiento o a instancias de una de las partes sin necesidad de aportar pruebas o testigos. El adulterio y la homosexualidad se eliminan del código penal y la autoridad del cabeza de familia desaparece del código civil. Se reconoce el derecho de voto de las mujeres. El nuevo código de trabajo incluye las bajas de maternidad, la igualdad salarial, medidas de protección específicas de las mujeres; la jornada queda limitada a 8 horas y la semana a 48 horas y se crean los seguros sociales.
La socialización del trabajo doméstico
Para Kollontai, para las dirigentes del trabajo destinado a las mujeres y determinados dirigentes bolcheviques, como Trotsky y Lenin, el cambio de naturaleza del trabajo doméstico se producirá con la industrialización, el acceso de las mujeres al mundo del trabajo y la socialización del trabajo doméstico. Esto se consideraba una cuestión de importancia inmediata en la transición. La socialización del trabajo doméstico mediante la creación de equipamientos comunitarios se considera la medida principal para liberar a las mujeres. El partido se pronuncia por la creación de comedores públicos, guarderías y parvularios. En 1920 se promulga una ley del aborto, pero este no se asocia a la cuestión de la contracepción como mejor manera de evitar un aborto.
La mayoría de médicos son favorables a la ley del aborto, pero a menudo este derecho se concede a regañadientes. Las mujeres que solicitaban un aborto por razones que no fueran la penuria material, eran objeto de ataques. No había suficientes camas en los hospitales para los abortos y a mediados de la década de 1920 se suspendió la investigación en materia de contracepción por falta de créditos. El aborto se considera ante todo un problema de salud pública, se señalan los riesgos de un descenso de la natalidad y la peligrosidad de la operación. Después de 1921 no hubo nunca más un debate en las organizaciones de mujeres sobre el aborto y el control de la fecundidad por las propias mujeres.
La instauración de la NEP
Después del periodo de comunismo de guerra, el país resulta vencedor, pero exangüe tras tres años de guerra impuesta por el imperialismo. La Nueva Política Económica (NEP) impone una drástica reducción del gasto público y la suspensión de los créditos para equipamientos colectivos. Incluso se pretende suprimir los Genotdel, pero ante las quejas masivas y tras un debate enconado en el Pravda, se decide mantenerlos. Aparecen los mismos argumentos que se retomarán a finales de la década de 1920 para cerrar los locales de los Genotdel. Los Genotdel se debilitan a partir de 1922. Inesa Armand y Konkordiya Samoilova están muertas. Krúpskaya se dedica a otros problemas y Kollontai se va a Noruega.
Las nuevas mujeres dirigentes no tienen peso suficiente en un partido que no se interesa por los debates teóricos en el terreno del feminismo. Se debilita la democracia interna: seguir las órdenes de arriba y el deseo de hacer carrera conducen a la pasividad política. Algunas militantes, al comienzo de la NEP, temen que el retorno de las mujeres al hogar y el abandono de los equipamientos colectivos reinstauren los esquemas tradicionales de la familia. Proponen crear un movimiento que agrupe a asociaciones que luchen localmente por la instauración de un nuevo modo de vida. Sin embargo, la mayoría de miembros de los Genotdel criticaron estas ideas como desviaciones feministas. Hacia finales de la década de 1920, los Genotdel cambian de opinión sobre la cuestión de las formas de organización independientes del partido. Critican el fracaso del partido a la hora de hacer progresar la liberación de las mujeres. No obstante, sus críticas no dejan de ser parciales. No proponen ningún programa económico y social alternativo que permita al partido integrar realmente la liberación de las mujeres en su programa, su teoría y su práctica. En 1930, Stalin suprime los Genotdel y su publicación, Kommunitska.
A modo de conclusión
El estudio de la revolución rusa nos permite captar mejor el vínculo que existe entre la lucha por el socialismo y la lucha por la liberación de las mujeres. Así se puede ver hasta qué punto la lucha por un movimiento autónomo de las mujeres se enfrentó a la capacidad de resistencia de la ideología y de las estructuras familiares. A menudo se ha dado la impresión de que, mientras el país era un Estado obrero relativamente sano y democrático, cumplió sus compromisos hacia las mujeres y de que solo con la degeneración de la revolución se deterioró la situación también para las mujeres.
Sin embargo, el ascenso y el declive de la democracia proletaria y del control obrero no coinciden con el ascenso y el declive del movimiento de las mujeres. Habría sido posible una aplicación diferente de la política de la NEP, pero ni dirigentes ni militantes de base comunistas otorgaban suficiente importancia a las “cuestiones relacionadas con la mujer” en los debates. Esta debilidad no está asociada directamente a la contrarrevolución burocrática capitaneada por Stalin.
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