Ser niña y querer convertirse en princesa es —casi— inevitable. Sin embargo, visualizar contenidos como
«Frozen», uno de los últimos «bombazos» de la factoría Disney, podría no ser del todo aconsejable para sus hijos. Reflexione unos segundos sobre las princesas y protagonistas de los cuentos de hadas que con más frecuencia ha consumido.
«Blancanieves», «Cenicienta», «Rapunzel»... Todas tan hermosas, tan delgadas y tan perfectas que, ¿por qué no querer ser como ellas?
Hace un par de años la doctora Jennifer L. Hardstein popularizó un libro en el que hablaba del denominado «Síndrome de la princesa», un trastorno generado por el impacto «negativo y peligroso» sobre los más pequeños de ciertos cuentos y personajes de ficción. En su libro, Hardstein asegura que películas como las anteriormente citadascontribuyen a transmitir una idea estereotipada de la mujer e impactan negativamente en las jóvenes receptoras de estos contenidos, que pensarán que tan solo si son guapas y visten a la moda lograrán encontrar al ansiado príncipe azul.
El concepto no es nuevo y hay quien lucha para que la situación no se perpetúe. De hecho, dos editoriales de América Latina han puesto en marcha una colección de libros que,
bajo el título de «Antiprincesas», trabajan por fulminar la encorsetada imagen de la mujer que muchos contenidos audiovisuales y literarios transmiten hoy a los más pequeños.
Rebeca Cordero, directora académica de Educación y profesora de Sociología Aplicada en la
Universidad Europea, habla con ABC de este «síndrome de la princesa» y afirma que, en efecto, estos contenidos contribuyen a difundir unos valores tremendamente marcados por una sociedad patriarcal lo que, en opinión de la experta,
«influirá de manera decisiva en el comportamiento de nuestros hijos».
«No verás una princesa discapacitada»
Si algo tienen en común las protagonistas de los cuentos populares es, sin duda, su belleza. «Todas son guapas, con una melena larga y cuidada y maravillosamente vestidas. Y todas encuentran a su príncipe azul. Jamás verás a una princesa de cuento discapacitada o lesbiana, pues en este mundo imaginado no tiene cabida aquello que es diferente». El hombre, además, adquiere suma importancia en este entorno de cuento que los niños asumen como correcto. «Él es el salvador, el que transmite seguridad a la mujer, el que la cuida y la protege», matiza la profesora.
¿Tan perjudiciales son estos contenidos para nuestros hijos?«Los niños aprenden por imitación. Puedes educar en los valores de igualdad en el colegio o en casa, pero la visualización de este tipo de productos hará que los más pequeños tiendan a pensar que esos estereotipos y comportamientos son normales. Las niñas creerán que tienen que estar siempre guapas, los niños asumirán que deben proteger a la mujer».
Hacer «lo correcto»
Los cuentos tradicionales, continúa la experta, «presentan una distinción de roles muy específicos y vinculados a una sociedad patriarcal». «Si nos paramos a pensar, gran parte de los contenidos dirigidos al público infantil sigue esta misma pauta: el color rosa o morado de la ropa de las niñas, los juguetes para chicos y para chicas... El problema no solo está en los cuentos. La publicidad y el marketing no trabajan la igualdad de género sino todo lo contrario, estigmatizan de manera constante».
Se trata, dice Cordero, de los denominados «micromachismos», prácticas machistas en la vida cotidiana que asumimos como normales. «Nuestra sociedad está llena de este tipo de comportamientos, gestos que creemos válidos y a los que no damos importancia alguna pero que
marcan el desarrollo de la mujer en un plano diferenciado del hombre. Un ejemplo es preguntar constantemente a una niña qué niño le gusta, o decirle que se ponga falda porque los pantalones son de chico». Todo esto, asevera la profesora de la Universidad Europea, tiene sus consecuencias. «A la mujer nunca le han enseñado a disfrutar de una vida en soledad porque 'lo normal' es tener pareja».
¿Queremos cambiar las cosas?
Debemos plantearnos, dice Rebeca Cordero, si la sociedad está dispuesta a modificar este modelo que asumimos como correcto. En el caso de las princesas Disney, la socióloga puntualiza que la compañía ha ido modificando su estrategia al ser consciente de las críticas recibidas. «Mulán, por ejemplo, ya es de otra raza y, en el caso de "Frozen", ocurre que es ella quien tiene el poder en lugar de un hombre. Aunque sigue sin ser suficiente, hay que reconocer que Disney sí ha incluido ciertos matices en sus producciones que nos hacen ver que la empresa quiere modificar esa imagen de la mujer».
Los contenidos, subraya, «evolucionan y se adecuan a la sociedad para no recibir críticas de forma radical. Eso sí, todos siguen sin desviarse de la norma. Ninguna película o relato comercial provocará un cambio y una ruptura social».
Comprendida la teoría, pasemos a la práctica. ¿Deben los padres evitar que sus hijos consuman este tipo de contenidos? En opinión de Rebeca Cordero la solución no está en prohibir la visualización de una película como «Frozen», sino en explicar que la realidad es bien distinta a lo que cuentan este tipo de historias. «Podemos dejar que nuestra hija vea "Frozen" pero explicándole que una princesa también podría ser ciega o con 40 kilos de más. La sociedad, de manera constante, pide a la mujer mucho más de lo que le pide al hombre, y es lo que reflejan estos contenidos».
La situación, explica la profesora, es más seria de lo que parece. «Tenemos tan interiorizados este tipo de valores y estigmas que damos por correctas conductas que jamás deberían serlo. Tengo alumnas que consideran normal que su novio les diga que no lleven tanto escote». Pero no se alerte pues, como concluye la experta, algo hemos evolucionado. «Ya hay muchos dibujos en los que equipara la situación de la mujer a la del hombre. En 'Peppa Pig', por ejemplo, las hembras asumen roles tradicionalmente más masculinos, como conducir un autobús o dirigir un colegio. Eso sí, todavía queda mucho por hacer».
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