Dos recientes experiencias necesariamente conducen a la reflexión en voz alta, así lo exige la congruencia personal y social, al igual que la necesidad de asumir el papel correspondiente de los hombres en el contexto social que vivimos, ante la creciente oleada de crímenes feminicidas y de violencia machista contra las mujeres, los tiempos de la indiferencia atrás deben quedar, para que quienes soñamos con un mundo mejor, asumamos también, el rol de ser parte del reclamo plural que el feminismo nos hace para de una vez y para siempre dejar de reproducir el machismo y de sostener las estructuras patriarcales que hacen de nuestras sociedades injustas y desiguales, además, de violentas y opresoras.
La primera experiencia refiere a las afirmaciones expresadas por un militar jubilado, a quien por cuestiones laborales conocí semanas atrás durante una serie de sesiones de capacitación para nuevas experiencias de trabajo, en ese marco, y ante la preocupación expresada de algunas compañeras por su seguridad, pues el trabajo implica andar por las calles a solas cuando la noche a caído y en zonas conocidas como de riesgo. Las compañeras con obvia razón, cuestionaban la posibilidad de portar algún tipo de protección que las haga sentirse un poco más seguras, o, al menos poder frenar algún ataque físico que pudiera suscitarse. Ante tal preocupación legitima, la persona antes referida, ex militar retirado, afirmó evocando las enseñanzas de un viejo maestro suyo, que las mujeres debían siempre cargar preservativos para así protegerse en caso de violación, tal como se lee, las mujeres debían llevar condones para “protegerse” de la violación, naturalmente, esas declaraciones, provocaron un intercambio de opinión entre quien suscribe y el citado personaje que fue suspendido (no acabado) para continuar con la capacitación.
Ante esas expresiones tan nocivas y retrogradas, quedan muchos cabos sueltos para reflexionar. Primero es notorio el hecho ya denunciado de la normalización de la violencia sobre la mujer, por que como puede evidenciarse, en las expresiones citadas nunca hubo la duda de que el hecho violento sería cometido, y ante ello, la mujer debía llevar protección para no ser embarazada o contraer alguna enfermedad venérea, en segundo plano, resalta el hecho mismo de que la mujer “tenga” que cargar consigo a donde se que vaya preservativos para cuando la violación se presente, es decir, es ella quien debe “ayudarse” para no enfrentar otro agravante además de la violación misma, otro elemento altamente alarmante, es que el comentario venga de un ex militar retirado con más de treinta año de servicio, ósea, un militar que según se dice debe ser encargado de contribuir con la seguridad del países y sus ciudadanos, pero en este caso, queda claro el porqué existen tantos casos de violaciones a mujeres por parte de los llamados “cuerpos de seguridad” (militares o policías), es indignante la forma en que la persona referida expuso tal idea con una naturaleza que no alcanza a cuestionar nada del horror que provoca. Además, en un segundo plano, y considerando las estadísticas sobre las violaciones, agresiones sexuales a mujeres y abuso machista registradas, el hecho mismo de que la mujer (y acá entiéndase que al escribir esto siento asco) deba pedirle a su violador haga el “favor” de ponerse condón para violarla, eliminando toda prueba de la misma violación, el colmo de los colmos, o, peor aún, una expresión formal de la normalización de la violencia y de la naturalidad con que se ve. Efecto de la situación referida, es también muy lamentable y necesario de denunciar, el silencio que guardaron los demás hombres presentes, muchos de ellos con cara de reprobación por los cuestionamientos que hicimos al ex militar, es decir, un consentimiento implícito de la naturaleza y normalización de la violencia machista, al preferir quedarse callados o indiferentes, la reproducción del machismo y patriarcado tienen en esa actitud mucho de sus sustentos, como los tiene de igual modo, en todos aquellos que callados pensaban que el ex militar tenia razón.
Una segunda experiencia a referir, fue la posibilidad de conversar con hombres jóvenes sobre algunos aspectos del papel que debemos asumir (los hombres) frente a las demandas del feminismo por los derechos plenos de la mujer, así como frente a sucesos como el Paro Nacional de Mujeres, en esta ocasión, acompañando a un compañero promotor cultural y escritor, a raíz de la invitación que nos hiciera una amiga y compañera de la red Literaria del Sureste México-Nuestra América, para encontrarnos con alumnos del centro escolar donde labora.
La actividad resultó por demás aleccionadora y un excelente examen diagnóstico que arroja muchas variables a trabajar, entre ellas, el desconocimiento de las demandas del movimiento feminista, sus razones y objetivos, su origen y su fundamento, por otra parte, fue notoria la desinformación de los jóvenes sobre las formas de lucha del feminismo, pues en diversos momentos, se reprodujeron las acusaciones criminalizadoras contra las mujeres que protestan, ocultando las razones y motivos de la lucha. También fue evidente la molestia de gran parte de los jóvenes al sentirse agredidos cuando se mencionó que la violencia machista esta normalizada en la sociedad y es reproducida con naturalidad, la reacción defensiva, en algunos casos, con muestras de ira, dejan evidencia de como la desinformación por una parte, y el miedo a perder los privilegios patriarcales por otro, hacen que ante el cuestionamiento a nuestros comportamientos como hombres, la respuesta sea el incremento de la violencia usada irónicamente como herramienta de explicación, o, más bien, justificación inconciente para seguir reproduciendo lo que los jóvenes aseguraron no ser, es decir, el machismo se protegió, siendo mucho más machista y violento, tal y como sucede en la sociedad con los feminicidios que se incrementan al tiempo en que avanza y crece la fuerza del movimiento feminista.
Otra muestra de machismo interiorizada y no reconocida por los jóvenes se presentó cuando en medio del diálogo, uno de ellos hizo referencia al hecho de que los hombres ven por diversas cuestiones más deportes practicados por otros hombres que por mujeres, lo cual suscitó la burla y el señalamiento peyorativo a la masculinidad del joven que hizo el comentario, como acto seguido, al ser cuestionados por esa reacción unisonara ejemplificadora de la opresión del machismo sobre otros hombres, nuevamente la exaltación delo jóvenes fue justificarse mencionando que es parte de la cultura la burla y el señalamiento a cualquier hombre que se atreva a hablar de otro, es decir, la fragilidad de la masculinidad se notó de forma clara, pero como es sabido, los jóvenes justificaron lo expresado y procuraron minimizarlo, creyendo con eso ocultar la naturaleza violenta del hecho en sí mismo.
Ambas experiencias brevemente comentadas, abren muchos caminos a trabajar y demuestran pese a quien le pese, la razón del feminismo en urgir a los hombres a repensar y replantearse la masculinidad desde una perspectiva no machista, trabajo que debemos asumir con humildad y honestidad para poder poner nuestro granito de arena en este mar de reivindicaciones sociales tan urgentes. Asumamos nuestro papel en esta revolución cultural y social construyendo nuevas masculinidades para el bien de la humanidad.
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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