La fuerza del movimiento feminista ha quedado nuevamente demostrada con las manifestaciones y protestas masivas protagonizadas a lo largo del mundo este 8 de marzo, en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, miles de actos cargados de rebeldía, que preludian una coyuntura muy particular que puede ser un parteaguas en la historia contemporánea de México; el Paro Nacional de Mujeres convocado para efectuarse un día después, el 9 de marzo de 2020.
La consigna misma del decreto convocante “Un día sin mujeres” o “Un día sin nosotras”, es ya histórica por su excepcionalidad, pero en el contexto que vivimos ahora, su magnitud sobrepasa cualquier otra acción semejante efectuada hasta la fecha. La intención de hacer visible la importancia y los derechos de la mujer en todos los ámbitos de la vida, a través de la desaparición simbólica de millones de mujeres, tiene el fin real de que esa desaparición simbólica sirva como un detonante de conciencia para que ni una más vuelva a sufrir la violencia machista y feminicida, el Paro es en sí, una puesta en práctica de todos los reclamos acumulados a lo largo de la historia, pues por su repercusión económica, social y política, se busca impacte en la conciencia cultural de nuestra nación, aunque en realidad, desde su convocatoria, el Paro ha tenido ya una serie de efectos que procuran nuevos senderos en la gran revolución que plantea el feminismo.
Son conocidos los actos de oportunismo político que desde las primeras horas después del anuncio del Paro muchos partidos y grupos realizaron, llegando incluso, al grado de la suspensión de labores “autorizada” por gobiernos y empresas, hecho que en vez de ser una real muestra de solidaridad con el movimiento feminista, resultó ser un atentado contra el origen y finalidad primera de la convocatoria al Paro, debido a que en efecto contrario a la visibilización de la importancia de la mujer y de sus derechos, esos actos oportunistas, terminaron siendo una forma de ocultamiento de las razones reales de la lucha de la mujer y el feminismo, además, de que para quienes pretendieron hacer uso ilegitimo del movimiento, únicamente consiguieron desenmascarase como sectores insensibles a la real necesidad social de poner fin a los feminicidios y al machismo en su totalidad, pretendiendo sacar provecho particular en un en torno tan sensible como el que vivimos en estas fechas. Aunado a lo anterior, también estos actos de oportunismo, dejaron nuevamente en claro la necesidad de que todos los movimientos sociales (feministas, proletarios, indígenas, estudiantes y demás) mantengan siempre su independencia de partidos políticos y grupos de interés privado, por ser en realidad enemigos de la reivindicación de las consignas y demandas que enarbolan las clases sociales y sectores oprimidos, tan como se ha demostrado con la simulación de solidaridad que en efectos reales ha sido un descarado oportunismo por demás desvergonzado.
Si bien la historia registra grandes movilizaciones, huelgas, protestas y otros actos de resistencia y rebeldía de las mujeres, este 9 de marzo reviste importancia por su magnitud y por su naturaleza intrínseca, el simbolismo de desaparecer un día para que ni una más desaparezca o sufra violencia machista y feminicida, es una bofetada directa al corazón de la razón social machista, encargado de sostener el sistema patriarcal que hace desigual, injusto e inhumano, a las estructuras de nuestras sociedades, el desaparecer por un día ser convierte en una acción emancipatoria que visibiliza lo que se ha ocultado por siglos y todavía hoy se pretende seguir negando por parte de los sectores conservadores, retrógrados y machistas, este 9 de marzo queda muy en claro que el machismo asesina y violenta a la mujer en términos económicos, físicos, psicológicos, emocionales y se sostiene por un andamiaje social edificado por el patriarcado ahora capitalista, que reacciona de forma violenta al ser evidenciado por el feminismo, como ejemplo, sirva ver o leer las cientos de miles de expresiones descalificativas, agresivas, amenazantes y francamente violentas en contra de las mujeres, que han salido a la luz desde la convocatoria al Paro, el valor y la importancia de este acto se explica por sí misma en este sentido y alcanza su lugar en la historia como parteaguas de una nueva sociedad que paso a paso se reconstruye sobre las ruinas de la ya caduca estructura patriarcal.
En esta coyuntura tan transcendental que genera el Paro, resalta de igual forma, el viejo reclamo que permanece como urgente de que los hombres asumamos sin reparo nuestro papel en esta reivindicación histórica de las mujeres y ocupemos el lugar que nos corresponde, es decir, es tiempo ya de que los machos y el machismo sean suplantados por nuevos hombres con nuevas masculinidades despojadas de la soberbia y el ego que se funda en la supuesta supremacía cuya raíz es la violenta. Las tareas de los hombres son esas mismas que por siglos se han reusado a poner en práctica; generar una nueva masculinidad significa en primer término dejar de reproducir todos los patrones y conductas machistas que hasta este mismo instante los hombres hemos tenido, significa también, reconocer la desigual estructura social que ha edificado el patriarcado excluyendo de origen a la mujer y violentando sus derechos, dejar de reproducir el machismo, la violencia feminicida y sistémica sobre la mujer, decodificarnos y construir nuevas masculinidades son nuestro deber para sumar un granito a esta revolución que el feminismo ha generado, por que al fin de cuentas, el planteamiento y reclamo feminista de poner fin al machismo y al patriarcado con todas sus manifestaciones, es por naturaleza, una apuesta por el futuro de la humanidad, y nosotros los hombres, no podemos permanecer quietos o reacios ante el desafío que requiere un mundo mejor sin violencia feminicida, machismo ni patriarcado. Ahí entre otras cosas, radica la importancia histórica del 9 de marzo; un parteaguas histórico para el futuro de la humanidad.
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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