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miércoles, 1 de marzo de 2017

CUERPO, ARTE Y MUJER: LA BARONESA ELSA VON FREYTAG-LORINGHOVEN COMO ANTECEDENTE DE LA PERFORMANCE 1874-1927






Analizando el gran cambio que supuso el paso del siglo XIX al XX a nivel estético y artístico nos encontramos con personajes como la Baronesa Elsa Von Freytag-Loringhoven, pionera en la canalización y adecuación de las nuevas premisas artísticas a nivel personal. Las acciones que llevó a cabo esta mujer en la vanguardia europea y en especial, la por aquel entonces naciente vanguardia neoyorquina, fueron uno de los comienzos para el entendimiento de la performance, que a su vez se estaba desarrollando por parte de futuristas, dadaístas y diversos protoperformers. Utilizando su cuerpo como arma de batalla, Elsa se enfrentó a todo convencimiento moral decimonónico cambiando la forma de entender el arte a comienzos del siglo XX, algo que sin duda fue trascendente para el arte de mitad de siglo. Su planteamiento artístico enlazó a su vez con la acentuación de la emancipación de la figura de la mujer, que comenzaba a verse cada vez más libre. Por lo tanto tenemos una artista que unió las experiencias de su tiempo, su condición de mujer y su ansia de experimentación a través del arte como forma de vida y acción directa. Ideas que calaron en el arte de la performance a mediados del siglo XX e incluso siguen vigentes en el XXI. Este primer contacto nos sirve para encajar a la Baronesa Elsa Von Freytag-Loringhoven, objeto de nuestro artículo, en la realidad estética que acontece en su época valorando así el impacto que tuvieron las nuevas perspectivas sobre el cuerpo como arte expresadas en el tránsito del XIX al XX. 

El arte contemporáneo no surgió únicamente por evolución del arte del siglo XIX, a este progreso artístico evolutivo de estilo, forma y tema se le unió ruptura con todos los anteriores valores decimonónicos. Esto quiere decir que no fue únicamente un cambio de gusto lo que formuló estas variaciones, sino que hubo una serie de razones históricas e ideológicas que se sumaron al ámbito artístico creando un particular caldo de cultivo para la aparición de un nuevo arte. El siglo XX fue un siglo de cambios radicales donde occidente experimentó sobre sus bases culturales de una forma totalmente nueva. De este modo, se comenzaron a formular diferentes formas de pensamiento que se reflejan en su arte y que se enfrentaron a lo que se había visto hasta entonces, sobre todo en el ámbito de la estética. En el siglo XX desaparecieron las premisas tradicionales que había tenido el arte a lo largo de su historia, como la belleza tradicional, la idea de mímesis, la narración o la forma de conmocionar al público. Esto llevó a los artistas a obtener una visión de la obra de arte como meditación que va más allá del objeto en sí. 

La construcción de esta novedosa forma de entender el arte hay que ligarla a la presencia cada vez más evidente de la mujer en la sociedad. Tras siglos de desigualdad respecto al género masculino, era necesario, en vista de los acontecimientos, que para poder derribar las barreras sociales que rodeaban a la mujer, se acordase la unión de estas a través de su propia iniciativa, aprovechando la coyuntura que supuso el cambio de siglo y el proceso de modernización económica y social de ese tiempo. Mujeres nacidas entre las décadas de 1850 y 1900 habían encontrado ya a principios del XX lugar en las nuevas profesiones, atestiguando su derecho a ser visible y exigiendo los derechos que se habían reservado únicamente a los hombres. Esta nueva mujer, marcó la muerte alegórica del sujeto femenino anterior, refinado y de estrictos valores. Este es justamente el caso de nuestra protagonista. Nació así una mujer vanguardista, novedosa que fue capaz de enfrentarse a su realidad social e intentó reafirmarse no sólo como mujer, sino como artista. 

Llegamos por fin, al personaje en cuestión sobre el que vamos a aplicar las ideas de acción entendida como arte durante la primera mitad del siglo XX. La Baronesa Elsa Von Freytag-Loringhoven pasó por un largo proceso de auto-invención antes de que comenzase con sus experimentos vanguardistas basados en las actuaciones callejeras a los que ella misma llamó Street free performances. Elsa presentó una imagen novedosa, fuera de toda norma moral y rompedora de toda dicotomía de género. De este modo agrupó arte y vida de forma radical, una idea que llevará tan al límite que terminará autodestruyéndola. 

Su primer nombre fue Elsa Hildgard Plötz y nació en el año 1874 en la ciudad de Swinemünde, en la actual Polonia, pero por entonces Alemania. Se dice que en ese tiempo, su padre, Adolf Plötz, abusaba de ella física y verbalmente, cosa que sin duda trastornará la concepción de sí misma desde bien pequeña. Por contra, su madre, una mujer religiosa enseñó a rezar a sus hijas antes de ir a dormir, mientras que Adolf, antirreligioso y con gusto escatológico, lo comparaba con ir al baño antes de dormir. Esto podría ser una de las razones que llevaron a la joven Elsa a tomar la idea de Dios como objetivo de sus travesuras, explorando los límites impuestos por la sociedad en este aspecto. Ya en el año 1898 con 24 años de edad comenzó a reflexionar acerca de las construcciones corporales establecidas con un atuendo extravagante. Durante este tiempo, se formó como actriz y artista y viajó por gran parte de Europa frecuentando de forma especial Múnich y el círculo de Stephan George. 

Esta primera descripción le siguen otras, la baronesa se va radicalizó poco a poco en sus pequeñas acciones, su estética fue evolucionando y pasó de ser extravagante a imposible de entender por sus contemporáneos una vez establecida en Nueva York. Todo tipo de objetos encontrados o robados y ensamblajes de todo tipo decoraron pronto su cuerpo, transformándola en una obra de arte en sí. Un arte vivo y que se anticipa a la performance y la acción sobre el cuerpo de mujeres de mediados del XX. 

En el año 1900, ya con 26 años conoció en Múnich al grupo denominado Kosmiter Spectrum, con cuarenta artistas que experimentaban sobre los roles de género autoproclamándose Nietzscheanos Dionisíacos. Sus estudios eran protofeministas en cierta parte y apoyaban la idea de mujer libre y responsable de su sexualidad.. Para Elsa estas ideas fueron un llamamiento total a sus reflexiones y modo de vida, por lo que ingresó en el grupo sin pensarlo. Pero pasó a ver cómo convivir con una vanguardia formada sólo por hombres era muy complicado, ya que muchos la veían como una especie de concubina. Nos encontramos, por tanto, en aquel tiempo, con una Elsa que no cultivaba los valores decimonónicos que se esperaban de mujer. Además había aprendido de la experiencia de los dos anteriores grupos y como resultado había encontrado erotismo y androginia como respuesta a sus preguntas. Más tarde estas experiencias fueron encontrando relación con el arte y la performance. 

En 1910 Elsa llegó a América, algo que supuso un paso más allá a la hora de llevar a la acción todo lo aprendido en Europa. Nueva York fue su lugar de experimentación artística corporal. Allí llevó al límite su imagen ante la nueva ola artística, haciendo una reflexión sobre el cuerpo y la moral que tendrá trascendencia en la performance de mediados del XX. La artista buscaba legitimarse como tal, cosa que nunca consiguió, incluso llegó a pasar largas temporadas en cárceles americanas, al igual que los futuristas cuando interpretaban sus performances. Su trabajo artístico en américa se fundaba en su poesía, la cual nunca va a abandonar, pero sobre todo en la práctica performativa basada en la experimentación corporal y de género. Todas estas vertientes llevaron a Elsa a tener una visión muy personal del dadaísmo. Por otra parte, la biógrafa de la Baronesa, Irene Gammel interpreta las acciones de la artista como “actos de modernidad cotidiana”. Según ella, la Baronesa no solo rompe con el espacio de la galería de arte como lugar predilecto, sino que además sus actos rompen con la dicotomía de géneros y las concepciones tradicionales de hombre y mujer. 

La Baronesa transformó su cuerpo en objeto artístico en Nueva York. Apoyándose en todo tipo de objetos, cucharas, latas de tomate, bolas de navidad, tiras de embalaje… se adelantó a los surrealistas y dadaístas, tomando objetos de la vida cotidiana y descontextualizándolos. Creando de este modo una reflexión sobre el objeto y sobre sí misma que no era entendida por muchos de sus contemporáneos. Su personalidad ha sido olvidada, se ha tomado durante mucho tiempo como una radical de la vanguardia hasta que se ha redescubierto hace pocos años. 

Con su traslado a la capital neoyorquina pretendía ser reconocida artísticamente y conseguir un estatus para trabajar su propuesta dadaísta. Para alcanzar estas metas, contrajo matrimonio con el Barón Leopold Von Freytag-Loringhoven, un aristócrata del cual consiguió un apellido y una posición nobiliaria. Desde ese momento pasó a ser la Baronesa Elsa Von Freytag-Loringhoven, la Baronesa dadá. 

La Baronesa era un proyecto de arte en primera persona cambiante. Aparecía por las galerías neoyorquinas con estas extrañas vestimentas y objetos que robaba o recopilaba de la basura. Solía recorrer las salas parándose sin hacer ningún gesto en cada una de las obras. Además le acompañaban siempre sus perros. El uso de estos objetos propios de los desechos de la sociedad americana a su vez, adultera la idea de arte “superior” y arte “inferior” y qué se puede considerar arte o que no. Apreciaba lo que la sociedad no quería y lo elevaba a arte, es como ya hemos dicho una idea proto-pop que además aplicaba a su cuerpo, por lo que se volvía un arte vivo y cambiante. Cada día variaba en cuanto a identidad, era un juego constante. 

Por aquel entonces, la ciudad de Nueva York estaba cambiando, su arquitectura evolucionaba de forma vertiginosa, los rascacielos comenzaban a dibujar un nuevo perfil de ciudad, la Baronesa por su parte, saca el arte de las galerías y lo lanza contra esta nueva escenografía. Su accionismo era una combinación de influencias del norte de Europa, París e Italia con la superficialidad de la cultura americana consumista. 

La Baronesa abandona sin dudar la Europa rancia y atrasada que anticipaba la Primera Guerra Mundial y siendo una mujer sin recursos y sin ni siquiera saber el idioma, se aventura a buscarse la vida en un nuevo continente, lugar donde se intenta encontrar a sí misma como artista. Con su estérica dejará impresionados a los nuevos habitantes de Nueva York, muchos de ellos europeos que se habían instalado en la ciudad para trabajar en el nuevo mundo. 

Era frecuente ver a la baronesa con la cabeza rapada y pintada con colores estridentes, también usaba maquillaje negro o amarillo con sellos en las mejillas o purpurina verde o azul. Como joyas, los objetos cotidianos rechazados por los americanos, latas de tomate, cucharas como pendientes, anillos con botones, jaulas para pájaros, adornos de navidad… Esta imagen que creó de sí misma caló en la ciudad, los museos, las estaciones de metro, las exposiciones en grandes almacenes… todos ellos quedaron sobrecogidos por la vanguardista alemana. Además no hay que olvidar su doble apariencia sexual androgénica que producía un efecto chocante. Su cuerpo se tornaba en un museo vivo con estas transformaciones alegoría del consumo de masas estadounidense. La forma en la que conseguía estos objetos era o bien buscando en las basuras o a través del hurto, invirtiendo de nuevo el rol de mujer. La Baronesa valoró estéticamente objetos que no habían sido considerados como arte hasta entonces mucho antes de que se crease ninguna teoría al respecto. Anticipándose así a dadaístas, surrealistas o artistas pop. Tendrá de este modo su propia respuesta al mundo del consumo de comienzos del XX. Creó su propio dadá con performance en vivo, haciendo de su vida una parte artística pública. Su estética intenta cambiar los roles de belleza al extremo, causando en muchas ocasiones rechazo por sus coetáneos. 

De la figura de Elsa podemos sustraer un gran número de influencias que nacerán al calor de estas primeras ideas rupturistas de comienzos del XX. Las premisas que se intuyen de forma directa tras el análisis de sus acciones y vida son tres: 

En primer lugar la carga erótica. El erotismo de Elsa comienza a cultivarse desde su adolescencia, una vez que huye de casa de su padre tras conocer a los grupos de pensadores europeos y los cabarets del viejo continente. La Baronesa comenzó a mostrar una sexualidad abierta, no es fue erotismo platónico como se venía haciendo. En este caso fue ella misma, quien demandaba sexo y experimentaba con él de forma artística y corpórea. En este sentido, fue una guerrera sexual en un viaje salvaje del que logró un blindaje de su cuerpo convirtiéndose en una especie de amazona de la época. Su modo de acercarse al sexo era más agresivo que seductor y lo consiguió luchando por sí misma. Esta forma de entender el erotismo la trasladó a sus acciones y su forma de entender el arte, por lo que tenemos como resultado una mezcla de sexualidad, erotismo y arte como forma de vida.

Otra idea constante en su obra fue la deconstrucción del género, haciendo de su cuerpo un objeto sin género pero con sexo. La androginia marcó su vida en cuanto a estética y forma de ejecución artística. Toda esta producción poética junto con sus acciones corporales y modo de vida artístico fueron los experimentos en cuanto a arte se refiere que ocuparon los últimos años de vida de la Baronesa. Años, que coinciden con la producción artística de Duchamp y la vanguardia dadaísta en Nueva York. Resulta muy evidente que Elsa fue un referente artístico para la ciudad y que aportó una nueva visión artística que seguirá presente hasta nuestros días. A pesar de ello, el dadaísmo y la historiografía minusvaloraron a la mujer y su papel artístico, reduciendo sus trabajos a meros gestos de acompañamiento hacia los grandes artistas.

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Sobre la autora de este artículo:



Estudié hasta los 16 años en Toro, provincia de Zamora, hasta que decidí mudarme para cursar Bachillerato artístico en la Escuela de Arte de Zamora. Debido a mi interés temprano por el mundo del arte y la historia decidí matricularme en el año 2011 en el grado de Historia del arte por la Universidad de Valladolid. Allí mismo desarrollé mis prácticas en la Fundación Jiménez Arellano, propiedad de la Universidad de Valladolid especializándome en arte Africano en el año 2016. Como trabajo de fin de grado, ese mismo año, desarrollé el tema de la performance de comienzos del siglo XX vinculándola a la historia social de la mujer con un trabajo titulado: “Cuerpo, arte y mujer: La Baronesa Elsa Von Freytag-Loringhoven como antecedente de la performance 1874-1927”. 

A lo largo de mis años de carrera he realizado diversos cursos relacionados con el mundo del arte, la historia o la educación como “Educación y museos” de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, “Comisariado de Exposiciones” de la Galería Espacio Plano B de Granada, “Catalogación de obras de arte” de la Asociación arte sostenible de Barcelona o “Arte, política y activismo” ofertado por el centro de estudios online NODE center de Berlín. 

Actualmente estoy cursando en la Universidad de Valladolid el máster que habilita la docencia en Institutos titulado: “Profesor de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanzas de Idiomas”, con prácticas en el instituto González Allende de Toro (Zamora) donde imparto docencia en segundo de bachillerato dentro de la asignatura Historia del arte a la vez que colaboro con las clases de Historia contemporánea de Primero de Bachillerato, Geografía e Historia de tercero de la ESO y Geografía de Segundo de Bachillerato.

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