Con todo este proceso se han dado herramientas para que las mujeres se sientan con seguridad para asumir un cargo de toma de decisión. Esto ha contribuido a que las mujeres se expresen y no sientan vergüenza de decir lo que piensan.
En 1930, Prudencia Ayala, una mujer de origen indígena y escasos recursos económicos, representando la reivindicación de las mujeres por sus derechos políticos y sociales, se propuso para ser candidata a la Presidencia de la República de El Salvador, a pesar de que la legislación no reconocía el derecho al sufragio femenino. Su solicitud fue rechazada pero sembró el debate e impulsó el movimiento femenino por el derecho al sufragio. En la Constitución de 1950 se reconocieron legalmente los derechos de las mujeres en El Salvador. Hoy, las mujeres siguen luchando por participar en la toma de decisiones sociales y políticas. En este artículo explicamos cómo el trabajo de las mujeres rurales de la microrregión de Cuscatlán-Cabañas contribuye a las luchas feministas y a la soberanía alimentaria.
Como decíamos, a principios del siglo XX aún no estaban reconocidos los derechos, sobre todos políticos, de las mujeres en El Salvador. En esta época comienzan a visibilizarse como fuerza organizada y como personas individuales. A partir de los años setenta, con el auge del conflicto armado y las migraciones masivas por cuestiones políticas, comienzan a formarse organizaciones feministas para apoyar la lucha popular. A partir de la segunda mitad de los ochenta, estas organizaciones comienzan a virar la mirada hacia las problemáticas de las mujeres.
A principios de la década de los noventa, con la firma de los Acuerdos de Paz, se empieza a constituir el actual movimiento feminista, integrando la perspectiva de género en las demandas y la denuncia. A partir de la segunda mitad de los noventa se consolida el movimiento amplio de mujeres y feministas en El Salvador y surgen algunas experiencias organizativas de mujeres rurales.
Las mujeres en la microrregión Cuscatlán-Cabañas
Durante el conflicto armado en Cuscatlán-Cabañas la mujer no es solo considerada como responsable de la alimentación y del cuidado de las personas heridas, sino que empieza a tener cargos en los espacios de toma de decisiones, con un rango dentro de la guerrilla. Muchas mujeres dejaron huella, como Marianela García, Laura López o Patricia Puertas, y otras la siguen dejando con su caminar diario, liderando actualmente movimientos sociales e instancias públicas.
Tras la firma de los Acuerdos de Paz[1] se conforman organizaciones sociales en la microrregión como la Concertación de Mujeres de Suchitoto, la Asociación para el Desarrollo de El Salvador (CRIPDES), CORDES, la Asociación de Parteras, la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local y un largo etcétera.
Una vez formadas las organizaciones, aparecen banderas de lucha como mejoras laborales para las mujeres, reivindicación de la participación en espacios públicos, mejoras de las condiciones de salud, equidad de salarios, igualdad de prestaciones, posesión de la tierra para mujeres, reconocimiento del aporte de las mujeres rurales a la soberanía alimentaria, etc.
En la microrregión existe una gran articulación entre los movimientos sociales, las organizaciones de la sociedad civil, los gobiernos municipales y la ciudadanía, lo cual se materializa a través de la Mesa de Mujeres de la Microrregión y las diferentes mesas de concertación.
Las mujeres salvadoreñas en el proceso de reconversión agroecológica
La Asociación Fundación para el Desarrollo Comunal de El Salvador, CORDES, y el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional, CERAI, trabajan de forma coordinada en El Salvador en un proceso que busca el desarrollo socioeconómico rural de los departamentos de Cuscatlán y Cabañas mediante la consolidación de un modelo agroecológico productivo y comercial. Actualmente se está desarrollando un proyecto financiado por la Unión Europea y la Diputación de Valencia denominado “Fortalecer el desarrollo económico, social y ambiental con la participación de pequeños agricultores y agricultoras con enfoque agroecológico en los municipios de Suchitoto, Cinquera, Tejutepeque y Jutiapa”.
Desde el diagnóstico de este proyecto hubo una mayor implicación de mujeres que de hombres, por lo que de las 125 personas participantes hay mayoría de mujeres. Con el proyecto se está trabajando en la conversión a la agroecología de estas familias. Se realizan formaciones teórico-prácticas a través de escuelas de campo (ECA)[2] en técnicas agroecológicas[3]. Además, se están implementando parcelas de producción agroecológica diversificadas, mediante la introducción de huertos familiares, con lo que se está mejorando la dieta familiar. Los excedentes de la producción de hortalizas se venden para mejorar los ingresos familiares.
Este proceso ha derivado en un fortalecimiento de las capacidades productivas de las mujeres, un rol que hasta la fecha siempre estuvo reservado para el hombre, dejando para la mujer la parte del hogar y los cuidados. A nivel personal, para muchas mujeres era su primera experiencia productiva agrícola, y el hecho de producir con sus propias manos alimentos aumentó su autoestima. Con las primeras producciones de hortalizas algunas mujeres decían literalmente que “habían vuelto a parir”. A nivel familiar, este proceso implicó asimilar y comprender que toda la familia puede contribuir en la tarea productiva. A nivel comunal, se han puesto a disposición de la comunidad verduras agroecológicas y, en tanto que todo el mundo ha sido partícipe del proceso, la comunidad es consciente de que los productos son orgánicos.
Mujer, soberanía alimentaria familiar y economía social y solidaria
En el caso de El Salvador, los cultivos familiares de granos básicos[4] en términos económicos no son muy rentables. Los insumos químicos agrícolas que se utilizan son tan caros que se tiene que recurrir a pequeños créditos para afrontar el pago. Además, algunas familias que no son propietarias de la tierra recurren al “terraje” (pago del alquiler de la tierra con un porcentaje de los granos producidos). A esto se le suman los bajos precios de la producción, y que gran parte de esta se realiza a través de “coyotes” (intermediarios), lo que hace que los beneficios derivados del cultivo de granos básicos sean muy bajos. A pesar de ello, las familias siguen cultivando maíz y frijol, porque de la producción obtenida guardan una parte para asegurar la “soberanía alimentaria familiar”.
En el marco del proyecto las y los productores comercializan los excedentes de hortalizas a través de los mercados locales y la participación en ferias productivas mensuales que se celebran en los cinco municipios de la microrregión. Con ello, logran mejorar sus ingresos familiares.
El hecho de que las mujeres consigan ingresos suele revertir en una mejora de la economía familiar, pues culturalmente la mujer suele destinar ese aporte económico a la familia, al contrario que muchos hombres, que se sienten dueños del dinero y lo destinan a otros gastos fuera del hogar.
Participación de las mujeres en la sociedad
Las mujeres están cultivando la tierra, generando ingresos económicos, participando en capacitaciones y diplomados con enfoque de género para lideresas. Están fortaleciendo su papel dentro de las organizaciones comunales, asumiendo cargos, elaborando propuestas para su participación en los planes comunales y municipales, así como en todos los espacios de toma de decisiones. En todo este proceso, las mujeres están consiguiendo hacer cambios personales, familiares y a nivel de comunidad, poniendo en práctica sus derechos a la participación, a la alimentación, a la educación, a la salud y a la toma de decisiones.
En el marco de este proceso las mujeres productoras han participado en capacitaciones en equidad de género y derechos, y sus compañeros de vida se han formado en nuevas masculinidades, para que el fortalecimiento de capacidades sobre la equidad de género sea algo a nivel familiar. Estas productoras han participado también en diplomados sobre participación ciudadana, liderazgo, mecanismos de participación, y cómo aplicarlos en el municipio. Y las mujeres que formaban parte de organizaciones de la sociedad civil y gobiernos municipales han participado en diplomados sobre formulación de proyectos y sobre la elaboración de políticas públicas con enfoque de género.
Con todo este proceso se han dado herramientas para que las mujeres se sientan con seguridad para asumir un cargo de toma de decisión. Esto ha contribuido a que las mujeres se expresen y no sientan vergüenza de decir lo que piensan. Uno de los esquemas más difíciles de romper ha sido el del silencio. Compañeras que hoy son líderes y ocupan cargos a nivel comunal y dentro de los gobiernos municipales, antes de este proceso nunca tomaban la palabra. Un ejemplo es Nidia, una mujer que comenzó este proceso, siendo primero secretaria de la asociación de mujeres de Cinquera, después presidenta de esta organización y ahora responsable de la unidad de la mujer de la Alcaldía de Cinquera.
Hacia un plan estratégico para la mujer en la Microrregión Cuscatlán-Cabañas
Las organizaciones sociales y los gobiernos locales de los municipios de Suchitoto, Tenancingo, Cinquera, Tejutepeque y Jutiapa se reúnen y trabajan en un espacio de concertación denominado Microrregión Cuscatlán-Cabañas, donde se trabaja de forma coordinada en temas sociales, económicos y ambientales. Debido a que la situación de la mujer en la microrregión es similar a la situación que padece en el resto del país, e incluso más agravada en cuestiones como la violencia de género y la escasa participación política y social, se vio la necesidad de conformar una Mesa de Mujeres Rurales Microrregional.
Esta organización aborda exclusivamente temas que afectan a las mujeres. Además, según se decidió en su constitución, sólo forman parte de ella mujeres, bien delegadas de asociaciones, bien responsables de la Secretaría de la Mujer en el caso de las organizaciones mixtas.
Desde la Mesa de Mujeres se ha elaborado un Plan Estratégico de la Mujer para la Microrregión Cuscatlán-Cabañas 2016-2020, que ha sido ratificado por las cinco alcaldías obteniendo el compromiso firme de aplicar más fondos para el cumplimiento de las políticas de género y de los planes de prevención de la violencia contra las mujeres.
La mujer como agente de cambio en la sociedad salvadoreña
Las mujeres están en un proceso de fortalecimiento de sus capacidades. Han aprendido y puesto en práctica técnicas agroecológicas, técnicas de comercialización desde la economía social y solidaria para mejorar los ingresos familiares, y han ejercido su derecho a gestionar esos nuevos ingresos.
Por otro lado han aumentado el consumo de productos agroecológicos y siguen trabajando para alcanzar la soberanía alimentaria familiar. Ahora en las comunidades se consumen productos agroecológicos y se venden los excedentes de la producción, con lo cual las mujeres participantes en el proyecto han tenido un aumento en los ingresos familiares.
Además están ejerciendo su derecho a la participación, formando parte activa de las organizaciones de desarrollo comunal (ADESCOs), de las organizaciones de desarrollo municipal, de las organizaciones de la sociedad civil, y de los propios gobiernos municipales, bien con puestos de representación, o bien como técnicas trabajadoras remuneradas de las alcaldías. También están participando activamente mediante la presentación de propuestas para las mujeres en las municipalidades, en cabildos y en otros espacios públicos.
En la parte de autocuidados, se han propiciado espacios de convivencia para las mujeres donde han aprendido a cuidarse las unas a las otras y se han fortalecido las relaciones personales y de amistad. Las mujeres son conscientes de que estos espacios más personales de encuentro no suponen una pérdida de tiempo sino algo muy necesario para ellas y para la comunidad.
El aporte de las mujeres a la sociedad está rompiendo el mito de que las mujeres no contribuyen a la economía familiar, y de que los hombres no pueden asumir los roles de cuidados. Además, se está empezando a reconocer que hay temas que solo afectan a la mujer. Finalmente se está empezando a trabajar de una forma diferente y directa a través de la Mesa de Mujeres de la Microrregión.
La incorporación de las mujeres en estos espacios de participación social y política está empezando a generar cambios como la creación de programas a favor del cumplimiento de los derechos de las mujeres. En las municipalidades se está exigiendo y dando seguimiento a que se cumplan los fondos destinados a programas para la equidad de género, a que se cumplan las cuotas de contrato para mujeres en las actividades, obras y proyectos ejecutados por las alcaldías, entre otros avances.
Perspectivas de futuro
El trabajo realizado hasta la fecha no tendría sentido sin fijar unos retos de futuro, entre ellos crear una red de defensoras para la prevención de todos los tipos de violencia, crear una escuela de debate feminista, legalizar la mesa de mujeres, que se reconozca el trabajo de la mujer en la microrregión, y consolidar el trabajo de los cinco municipios en materia de derechos de las mujeres para seguir reivindicándolos en un futuro.
Y un sueño compartido sería que ya no hubiera violencia de ningún tipo para las mujeres, que todas estemos en la misma balanza y con las mismas oportunidades que los hombres.
* Claudia Hernández, responsable del Área Social de CORDES. Celia Climent, responsable de comunicación de CERAI. Damián López López, coordinador proyectos de CERAI en El Salvador.
NOTAS:
[1] La firma de los Acuerdos de Paz que puso fin a la guerra civil en El Salvador en 1992, puso en marcha programas de retorno, reinserción o repoblación para las personas desplazados. Una de las causas generadoras del conflicto armado fue la dificultad de acceso a la tierra por parte del campesinado y el predominio del latifundismo. Con el Programa de Transferencia de Tierra (PTT), más de 13 mil has de tierra fueron transferidas a aproximadamente 36 mil campesinos.
[2] Su metodología se base en seleccionar una parcela de un agricultor/a. Están distribuidas homogéneamente por zona de intervención, involucrando la participación de las/os pequeñas/os productoras/es.
[3] Como el uso de biofertilizantes, caldo bordeles, caldo sulfocálcico, microorganismos de montaña, tratamiento artesanal de semillas, caldo ceniza, pesticidas orgánicos, MM5 y control biológico de plagas y semillas criollas
[4] Desde la época prehispánica el eje central de la alimentación tradicional en Centroamérica son los granos básicos: maíz y frijol. La importancia de este policultivo no sólo se basa en la alimentación, sino también en que esta asociación de cultivos evita el agotamiento del suelo. La gramínea (maíz) absorbe nitrógeno, y la leguminosa (frijol) lo aporta al suelo.
BIBLIOGRAFÍA
- Candelaria Navas, María (2005): “Sufragismo y Feminismo en El Salvador”, Revista Realidad y Reflexión, Año 5, n° 13.
- Restrepo Rivera, Jairo (2007): El ABC de la agricultura orgánica y harina de rocas, Managua, Ed. Simas.
- Altieri M, Nicholls CI. (2000): Agroecología. Teoría y práctica para una agricultura sustentable, México D.F.
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Fuente: Revista Pueblos
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