Por Carlos Martín
La conmemoración del orgullo gay apela a la tolerancia e igualdad del enorme colectivo LGTBI. Desde hace años las grandes marcas y los partidos tradicionales eclipsan la verdadera esencia reivindicativa.
Cierto es que cuanta más gente participa mejor para el anhelo del cambio. Que además la congregación internacional haya sido multitudinaria en nuestra ciudad nos llena de orgullo a los que somos de por aquí. Ahora bien, viendo el desarrollo del World Pride, día mundial del orgullo gay celebrado hace pocos días en Madrid, cualquiera diría que se trataba más de una orgía consumista marcada por estereotipazos que de una jornada que ensalza los valores hacia la integración de este colectivo en la sociedad. He ahí donde radica el problema, en el perjuicio de esto último. No creo que para visibilizarse y salir en todos los lados valga todo a cambio de ser poco más que el ambientador de pino multicolor que adorna el coche o el mega fiestón del arcoíris donde muchos no saben de qué va la vaina.
Este día viene marcado desde hace 40 años cuando este colectivo maltratado se atrevió a salir a la calle sabiendo que iban a ser reprimidos y estigmatizados. Partió siendo un puñado de manifestantes hasta alcanzar la participación millonaria de nuestros días. Y nunca mejor dicho, porque aproximadamente a partir del año 2000 el lobby gay fue impregnando su sello hacia la ostentación y el camuflaje entre los poderes fácticos. Diluirse en las grandes marcas y codearse entre la yet set parece ser la mejor fórmula para alcanzar los objetivos. Sin embargo desde el punto de vista capitalista, que quiere sacar tajada sin alterar el pulso social, persigue una mayor cuota de participación a toda costa descontextualizando su significado. Da lo mismo parecer lo que sea con tal de meterse en nuestras mentes y en nuestros espacios; controlar el Big Data de la información así como copar el mayor espacio social donde competir como alimañas será su vademécum. Por consiguiente corre el riesgo de quedarse en un oneroso día de tenue mensaje. No se trata de sacarse de la manga las Navidades del Orgullo donde un sector importante de la clase media-alta sea atraído hacia los beneficios multinacionales. Portar estandartes de la manzana mordida y flipar con aquellos logos que decir que son reaccionarios es quedarse corto cuando son los que perpetúan el menoscabo de las condiciones sexuales y de género, es cuanto menos bastante contraproducente.
Tampoco creo que tenga que ser el día del Orgullo Partidista donde cualquier partido político sin importar bagaje ni credo se haga una limpieza de imagen y de paso hacer el agosto. Desde el espléndido partido que se jacta en decir que nace de los movimientos sociales y precisamente no participa en el Orgullo Crítico, celebrado días antes y que sí parte de los movimientos sociales, hasta el partido de la sotana que quiere cerrar el armario a cal y canto. Todos buscan inundar las redes y los informativos cogiéndose de la mano en algo que bien poquito han aportado pero que al cambio sacarán buen provecho político. Evidentemente la pertenencia a LGTBI no es una condición social ni ideológica, pero no se puede obviar que este mundo marcado por los estándares que impone la religión y las tradiciones arcaicas todavía se niega a aceptar a este colectivo. Que todavía los medios de comunicación occidentales pasen de puntillas la noticia y que lo que aquí sea algo súbito en oriente y en otras partes del mundo ni siquiera sea perceptible, deja mucho que desear en cuanto a la conciencia informativa. Que en más de 70 países ser gay siga siendo motivo de persecución o prisión y en ocho países pena de muerte, también dice mucho del trabajo que hace falta en distintos ámbitos para presionar a los poderes. No hay que irse a las antípodas para ver las atrocidades que padecen por su condición de homosexual; en el trascurso del Orgullo 2017 se han producido, al menos en Turquía, cargas policiales por manifestarse o mismamente en España se han producido según organizadores 41 incidentes y una docena de agresiones homófobas a lo largo de la jornada. Por todo, se hace difícil comprender la banalización hasta tal punto de quedarse con las aspiraciones más nimias.
No quiero ser sectario y terminar diciendo como hay que hacer o no las cosas. Yo me quedo con el trabajo colectivo de los movimientos sociales de la pasada convocatoria, el Orgullo Periférico con actividades sociales descentralizadas en los barrios de clase trabajadora y el Orgullo Crítico con una presencia más céntrica en Madrid. Ambas han tenido una serie de actividades alegres y combativas y con no pocos manifestantes. No obstante, también me parece bien que haya movilizaciones ingentes donde converger el mayor número de personas con todo tipo de organizadores. Recordemos que este día no le pertenece a nadie ni tendría que tener un registro ideológico, pero al menos sí que tenga unos mínimos presupuestos para no dar al traste todo lo andado. Unas fiestas con sus cabalgatas que llenen las calles de gente alegre y positiva, perfecto. Pero con los pies en la tierra, sin perder la perspectiva para que no sea un guirigay que termine siendo capitalizado por quien no debe.
Carlos Martín
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