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miércoles, 7 de junio de 2017

Esa sangre de la que no se habla

Es uno de los mayores tabúes que existen en la Humanidad, tal vez el mayor de todos ellos: la menstruación, la regla, el periodo… ¡tantos nombres para referirse a algo tan cotidiano! Recuerdo con claridad un verano, siendo yo niña, en el que escuché por primera vez una de esas denominaciones. Mi madre estaba diciéndole a mi abuela: “¡Es que estoy mala!”. En aquel momento me costó comprenderlo pero después supe de qué se trataba y hoy, más de 30 años después, puedo ver claramente el error de concepto que había tras esa expresión aparentemente inocente.
A la mitad de la población mundial en edad fértil se le dice que una vez al mes “se pone indispuesta” y es, por tanto, más débil, más frágil, menos valiosa. Como si de una enfermedad se tratara, nos escondemos y ocultamos algo que es –muy al contrario– un signo de salud, un proceso natural y necesario. Si una mujer en edad fértil dejase de tener la regla… ¡entonces sí que estaría enferma!
Pero la menstruación sigue siendo algo que es necesario ocultar. Llevamos a nuestras espaldas la herencia toda una cultura que consideraba a las mujeres como “impuras” durante los días del sangrado. En la cultura judeocristiana esta impureza queda expresada incluso en la Biblia con textos como los del Levítico, que afirman: “La mujer que ha tenido sus reglas será impura por espacio de siete días, por ser un derrame de sangre de su cuerpo, quien la toque será impuro hasta la tarde”. Intocables, sucias, impuras, no solo para nuestra tradición cultural sino en casi todas las sociedades y religiones del mundo con contadas excepciones como las de algunas tribus indias de Norteamérica.
A ese rechazo ancestral se suma en nuestro tiempo el marketing de las grandes empresas de productos sanitarios que han convertido la regla en un inocuo líquido azul –mucho más fotogénico que la sangre– con el objetivo de vender más tampones y compresas. La menstruación maquillada que para lo único que nos cuestiona es para saber de qué color son las nubes.

Cambiar la mirada

Sin embargo, en la última década ha surgido una generación de mujeres que están empezando a mirar al periodo de una forma nueva. Desde el feminismo y la reivindicación del cuerpo de la mujer, la menstruación ha cobrado visibilidad en el arte, la literatura, el cómic o el cine. Un claro ejemplo es el documental La luna en ti (Moon Inside You, 2009) dirigido por la joven cineasta eslovaca Diana Fabianova partiendo de su propia experiencia personal de tabú, dolor y culpabilidad.
“El mensaje de mi madre había sido muy claro: ‘Ningún hombre debe saber nunca cuándo estás menstruando’, recuerda la directora. ‘La sombra de sus palabras me  llevó a esconder cuidadosamente la evidencia a mi padre y mi hermano al principio y, más adelante, a cualquier hombre que pasara por mi vida: por muy mal que me encontrara, fingía que me sentía bien”.

Esa sangre de la que no se habla
El arte se ha impuesto naturalizar esta realidad cotidiana para liberar. Imagen: Lola Vendetta











“¿Por qué muchos hombres no pueden hablar sobre la menstruación sin ruborizarse?”, se cuestiona Fabianova. “¿Por qué un signo de algo que la sociedad considera como una bendición, la capacidad de la mujer de dar vida, resulta que luego se nombra con expresiones como “The Curse” (la maldición) en Gran Bretaña, “the English war debarquement” (el desembarco de guerra británico), en Francia o “to be on the rags” (estar en harapos), en Estados Unidos?”.
Pero ese silencio y ese desprecio tienen que acabar. Partiendo de esa determinación, Fabianova hace un recorrido de Bratislava, su ciudad natal, a Brasil pasando por España, Australia, EEUU y Reino Unido, en busca de experiencias y de posibles soluciones. El documental incluye entrevistas a personas expertas en muy diversos campos que aportan visiones  desde la medicina, la antropología, la sociología o incluso el psicoanálisis. La cineasta también entrega una cámara a una niña de once años con la que refleja sus miedos antes de la llegada de su regla, organiza encuentros y experimentos con mujeres que padecen de reglas dolorosas… Consigue así una película amena y repleta de humor, que mezcla dibujos de niños con animaciones en plastilina y 3D o antiguos spot publicitarios.

Cambiar la vivencia

El film se presentó hace ya ocho años en el Festival de cine documental MiradasDoc, pero sigue de plena actualidad porque los avances realmente han sido escasos para la mayoría de las mujeres. Aunque, si se analizan bien, se trata de cambios significativos. Una de las principales transformaciones que se han dado recientemente es la generalización del uso de las copas menstruales, que antes solo utilizábamos unas pocas inconformistas informadas.
Con los tampones y las compresas parecía que ya estaba todo inventado en lo tocante a higiene femenina, pero estos artilugios de silicona que comenzaron a comercializarse por Internet y en algunas tiendas ecológicas ya han llegado a todas las farmacias y su uso se ha extendido, sobre todo entre las chicas jóvenes. Se trata de un dispositivo reutilizable que se introduce en la vagina y cuando la sangre va cayendo, se acumula en su interior. Una vez llena, se quita, se vacía, se limpia y se vuelve a colocar. Al acabar el periodo se esteriliza y se guarda hasta el ciclo siguiente.
Las copas menstruales tienen una doble dimensión. Por un lado transforman la propia percepción del cuerpo de quien las usa al tener consciencia de lo que realmente se sangra durante el periodo. La respuesta: no tanto como creíamos. Esa sangre que parece caer a chorros suma una cantidad total que va de los 40 a los 100 ml dependiendo de la mujer. Verla y tomar conciencia de ella ayuda a conocer mejor el propio cuerpo y la realidad femenina.
Y, por otro lado, las copas tienen una indudable dimensión ecológica al reducir drásticamente los residuos generados por los más de 7.500 tampones o compresas que se calcula que una mujer media utiliza a lo largo de su vida. Desde luego que no a todo el mundo puede servirle o gustarle, pero es indudable que la copa menstrual ha supuesto una revolución.
Otro de los cambios que se ha producido en torno al periodo es la visibilización del dolor y de la necesidad de un cambio de paradigma. Se nos ha enseñado tradicionalmente que la regla “tiene que doler”. Sin embargo, cuando el dolor es tan intenso que hace imposible la vida cotidiana a la mujer durante esos días, hay algo que va mal. Pero como se nos había dicho que ese dolor “es normal” y “hay que soportarlo”, siempre había existido un velo de silencio en torno a ello, ocultando que entre el 10% y el 15% de la población femenina en edad fértil (entre los 12 y los 50 años) sufre endometriosis: un millón de mujeres solo en España. Pese a la gran cantidad de afectadas, esta enfermedad es prácticamente desconocida por la sociedad y la media de diagnóstico se sitúa en torno a los nueve años desde el inicio de los síntomas, mermando la calidad de vida de la mujer y llegando en algunos casos a ser invalidante.
Para visibilizar esta realidad y ponerle remedio cada vez existen más asociaciones de afectadas por endometriosis y el diagnóstico se está acelerando. Estas y otras iniciativas como los cómics de Lola Vendetta en la campaña #YoManchoYQué y muchas otras, constituyen todo un cambio de paradigma que nos hace concebir el cuerpo femenino de otra manera: más libre, más digno y más fuerte.


http://www.alandar.org/wp-alandar/es/mentruacion-normalizacion-arte-tabu-feminismo/

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