María Luisa Latorre
TribunaFeminista
En el momento de escribir estas lineas, a miles de kilómetros de Inglaterra, donde me hallo, concretamente en la capital de Estados Unidos, Washington DC, Brett Kavanaugh está siendo investido como juez del Tribunal Supremo y en el proceso haciendo un corte de mangas a las mujeres de ese país. |
Este juez fué elegido por Trump para sustituir al juez Anthony M. Kennedy, un “conservador moderado” que se acaba de jubilar. Desde el principio, una vez que el presidente Trump nominó a Kavanaugh como Juez Supremo, habían dudas sobre ideología pero el proceso iba progresando sin mayores problemas y se anticipaba que el Senado de EEUU lo iba a aprobar (aunque el presidente nomine un candidato, es el Senado el que decide). A mediados de Septiembre, de repente la bomba estalló cuando una mujer hasta ahora desconocida, la catedrática e investigadora en psicología, Christine Blasey Ford denunció abiertamente que Kavanaugh la intentó violar cuando eran ella y él adolescentes. Concretamente en una fiesta, un Kavanaugh borracho puso su mano sobre la boca de ella, y la sujetó con su propio cuerpo mientras intentaba quitarle el bañador. Afortunadamente, ella pudo escapar y la cosa quedo ahí. Los medios estadounidenses se hicieron eco de la historia, y dos mujeres más denunciaron comportamientos de acoso sexual por parte de Kavanaugh, el cual lo ha negado todo.
En plena era #metoo, la respuesta del público no se ha hecho esperar, con muchas mujeres poniéndose de lado de Ford y apoyándola cuando ésta testificó en el Senado estadounidense, al tiempo que politicos/as del Partido Republicano (el cual respalda a Kavanaugh) hablaban del asunto como una treta del partido Democrata para impedir la investidura de otro juez conservador en el tribunal más importante del país.
La presión ha ido en aumento, a medida que pasaban los días, incluyendo un incidente en el que dos mujeres acorralaron al Senador Republicano Jeff Flake en un ascensor y exigieron saber porque estaba apoyando a Kavanaugh. Una de ellas, la cual, como tantas de nosotras ha sido víctima de agresiones sexuales se echó a llorar mientras le dijo a Flake “No apartes la mirada de mi, mírame y dime que lo que me pasó no te importa!”.
Tras el incidente, Flake anunció que solo votaría por la investidura de Kavanaugh si el caso fuera investigado por el FBI. La investigación, ordenada por Trump, tuvo lugar y para la gran satisfacción del partido Republicano, los resultados no revelaron nada suficientemente grave para evitar la investidura, mientras politicos/as del Partido Democrata decían que la investigación había sido una broma. En medio de una intensa polémica los medios, con el Washington Post a la cabeza, han seguido sacando noticia tras noticia sobre el asunto de manera constante, y a medida que pasaban los días, perfilando esos individuos/as claves de cuyo voto dependía la investidura de Kavanaugh, como Susan Collins, Senadora por el estado de Maine, la cual declaró que iba a apoyar a Kavanaugh, justificando esta decisión en que creía que Ford fué en efecto agredida, pero que es posible que fuera otra persona la que intentó violarla, no Kavanaugh.
El viernes 6 de Octubre ya se veía que el apoyo de Collins y otros senadores/as, preocupados por el coste político (como el Demócrata Joe Machin del estado de Virginia Occidental que apoyó a Trump en las pasadas elecciones) iban a consolidar la investidura de Kavanaugh, con 51 votos a favor y 49 en contra en una votación clave del cierre del debate. Mientras tanto, a las afueras del Capitolio varios cientos de personas fueron detenidas.
Este caso ha levantado ampollas por muchas razones, como que “de repente” saliera esta historia a la luz para que el Partido Demócrata pudiera exprimir el asunto a su favor de forma tan conveniente. Pero en el contexto en el que las mujeres vivimos, sabemos que al denunciar una agresión sexual es muy a menudo que nosotras, las víctimas, nos convertimos en las culpables. Es muy normal, creo yo, la actitud de Ford, lidiando sola con los efectos del amago de violación durante años y queriendo advertirnos de las acciones de un hombre cuyas decisiones van a ser cruciales para las vidas de tantas personas, antes de que sea demasiado tarde.
Pero lo que a muchas mujeres nos horroriza es que aquí tenemos un presidente, el cual ha sido denunciado por agresiones sexuales, nominando como Juez Supremo a otro hombre denunciado por lo mismo. Y lo que es mas grave, un día (esperamos que no muy lejano) Trump ya no será el presidente, pero Kavanaugh seguirá siendo Juez Supremo hasta su jubilación (es un cargo vitalicio), para la cual faltan muchos años, tiempo de sobra para cambiar la actual ley que garantiza el aborto, u otras leyes recientes que protegen a personas racializadas, mujeres y otros colectivos marginados. Y con un grupo de jueces/zas en el Tribunal Supremo que en la mayoría son conservadores, hay más que bastantes razones para preocuparse. En teoría, un juez conservador sustituye a otro juez conservador, pero en este caso, mientras Anthony M. Kennedy era un conservador moderado, Kavanaugh, es católico practicante y ha declarado estar en contra del aborto y ser pro-armas.
Por ahora, lo hecho, hecho está, pero es de esperar que la polémica que ha rodeado este asunto anime a mucha gente a participar en las próximas elecciones de mitad de legislatura que van a tener lugar el 6 de Noviembre. Estas elecciones son una especie de referéndum sobre la presidencia de Trump y en juego se encuentra un mayor control del partido Demócrata en la Camara de Representantes y el Senado, las cuales actualmente están bajo control del partido Republicano. Este estupendo artículo de El Confidencial explica que históricamente hablando, pasa a veces que el inquilino de la Casa Blanca pertenezca a un partido, mientras que el Senado o el Congreso o las dos cámaras estén bajo el control del partido opuesto. En caso en que el Congreso esté bajo dominio del partido Democrata, hay quien piensa que se darían las circunstancias para comenzar el proceso de acusación y denuncia del presidente (“impeachment” en inglés) con el fin de destituirlo de su cargo.
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