RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

martes, 4 de octubre de 2016

Tres pequeñas historias innobles, crónicas de violencia machista en Italia

Rimini, Nápoles, Melito di Porto Salvo: dos violaciones y un ‘linchamiento mediático’ terminado en suicidio que han tenido como protagonistas a jóvenes de 17, 29 y 13 años.

Los hechos de las últimas semanas conmovieron la península italiana de norte a sur, y retratan la situación que nuestro país está viviendo en estos momentos. Y aunque las tres historias son diferentes, no son nada más que una variante de la violencia machista que se ensaña con las jóvenes y mujeres de todas las edades.
¿Qué ha ocurrido?
La pasada primavera una joven fue violada por un joven de 22 años en el baño de una discoteca en Rimini. Las “amigas”, allí presentes, no sólo no acudieron en su ayuda, sino que grabaron lo ocurrido y lo difundieron a través de Whatsapp. Probablemente tras la estela del suicidio de Tiziana Cantone, de quién hablaremos más adelante, la noticia adquiere otro significado, de modo que ésta puede salir de aquella amalgama que son las noticias de la sección de sucesos, por la cual conocíamos que la joven no sale más de su casa, no va más a la escuela, ha encontrado de nuevo al chico que la violó y tiene, obviamente, miedo.
Durante tres años, desde los 13 a los 16 años, en Melito di Porto Salvo, en la provincia de Reggio Calabria, una joven de 13 años fue violada por un grupo de ocho hombres y jóvenes de 30 años para abajo, de los cuales uno era menor de edad en el momento de los hechos. Entre los violadores estaba Giovanni Iamonte, hijo de una familia de la mafia local y un hermano de un policía.
La noticia se convirtió en primera página de los principales periódicos porque en la marcha nocturna de solidaridad, organizada por la combativa Rosaria Anghelone que estudia en la Universidad de Pisa pero que siempre ha vivido en Melito, participó poca gente, y porque algunos han echado la culpa a la joven: a cómo se vestía, etc. Incluso el sacerdote de la localidad ha hablado, refiriéndose a la violación, de “prostitución”: presunta prueba del hecho de que, como nos repiten de todos los modos posibles y desde siempre, el Sur de Italia es ‘culturalmente más atrasado’ del Norte, para justificar que ciertas cosas ‘no pueden cambiar’ y que el norte está más ‘desarrollado y avanzado’.
En Nápoles lo ocurrido es un poco más complejo: Tiziana Cantone grabó algunos vídeos pornográficos con hombres. Mientras lo hizo era supuestamente ‘consciente y conforme’, aunque después declaró que estaba atravesando un periodo difícil que le había llevado a grabar esos vídeos. En estas grabaciones practica el sexo oral, bromea, se burla de su novio acusándolo de ser un “cornudo”, incluso él está al corriente de todo, de hecho, es él quién le anima a hacer el vídeo y parece que estuvo presente mientras se grababa al menos uno de estos vídeos. La grabación fue enviada por Tiziana a su novio a través de Whatsapp, y el novio lo envió a cinco de sus amigos; en un punto, el vídeo terminó en Internet. No queda clara la identidad de la persona que lo subió, ni siquiera ahora, a un año y medio de la denuncia de Tiziana.
El problema es que estos vídeos no se quedan en el simple porno amateur: en ellos, Tiziana remarca su voluntad de ser captada por la cámara con la frase que se convertirá en un lema de éxito nauseabundo (“¿Estás haciendo el vídeo? Bravo.”) que será grabado en camisetas, tazas, otros aparatos, memes e incluso aparecerá en un vídeo musical de una canción del verano (“Fuori c’è il sole” de Lorenzo Fragola), y algo insólito, los títulos de los vídeos pornográficos on-line tienen su nombre y apellido.
Pensar que un diario nacional, “Il Fatto Quotidiano”, llegó a dedicar a este fenómeno un artículo en el cual analizaba si se trataba de ‘un vídeo para lanzar una próxima estrella del porno’ (artículo que, una vez conocido el suicidio, fue sustituido por un ridículo mea culpa del director).
La joven no podía salir de casa, era perseguida por todos, y después de haber interpuesto una denuncia, se fue de Nápoles. Tras un año (en tiempos de Internet: una era arqueológica), el tribunal condenaba a las páginas web a eliminar los vídeos y sus comentarios – pero siguieron estando disponible en otros lugares – y Tiziana se vio obligada a pagar los gastos judiciales que ascendían a unos 20.000 euros. Y mientras tanto, casi todos se habían olvidado de Tiziana. Casi todos: unos días antes de morir, los vídeos habían vuelto a compartirse.
Hoy, la fiscalía del estado está investigando esta causa como incitación al suicidio, pero la posibilidad de que no se encuentre un culpable es muy alta, y difícil que se encuentre la identidad de quién ha subido el vídeo en la red.
Las tres historias son diferentes, pero sacan a la luz importantes cuestiones que evidencian la violencia hacia las mujeres y hacia su libertad de ser y actuar. Estos son temas que siempre estuvieron en el centro del feminismo: “Processo per stupro” (Juicio por violación), documental de Lorena Dordi de 1979 que nació de hecho de la experiencia feminista romana de los años setenta, cuenta muy bien cuánto hay de atraso sobre ciertas cuestiones, si atendemos a la defensa a ultranza que muchos habitantes de Melito hacen de los ocho violadores.
Violencia que en los tres casos es violencia de grupo: dos grupos más o menos circunscritos en los casos de Melito y Rimini, y un grupo demasiado amplio y no limitado en el caso de Tiziana Cantone.
El problema en el caso de Nápoles es que los hechos son complejos, la violencia es más sutil, y las cuestiones que salen a la luz y generan polémica son varias. Algunos han hablado de acoso cibernético y entonces cuestiona el uso de Internet, otros han hablado solo de bullying (acoso). Está quién culpa únicamente a Internet, como si tras los teclados no hubiera personas que caminan por la calle y usan el autobús como nosotros; también quién ha hablado de la libertad de una persona para hacer una felación y dice que [Tiziana] se ha suicidado porque tal libertad no está en acuerdo con una sociedad machista….
Tiziana Cantone encontró en esa situación sola, e hizo lo que podía con los únicos instrumentos que tenía a su disposición, es decir, la denuncia en un juzgado; sin embargo, llegado el vídeo a Internet, los mecanismos que se ponen en marcha son otros y la justicia de los tribunales puede hacer muy poco.
Además, se insiste mucho sobre el hecho que Tiziana era ‘consciente y conforme’: verdad. Pero me permito preguntar, corriendo el riesgo de que me acusen de moralismo, cuál es la diferencia entre consenso y libertad. Ella era ‘consciente’ y estaba ‘conforme’, ¿pero esto significa lo mismo que actuar en un contexto de libertad? ¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad hoy? ¿No existe el riesgo, desarmadas como estamos en este sistema económico y social, de practicar formas de ‘libertades’ alienadas y fácilmente manipulables, que nos terminan haciendo actuar de una manera impuesta y controlada?
Hay una parte del feminismo que revindica por ejemplo ‘la libertad’ de usar la palabra “puta” en un sentido positivo, un sector del feminismo que ha sugerido también que, si ella hubiese sabido utilizar estos vídeos de un modo “empoderado”, entonces ella no hubiese terminado así. Quizás es verdad, pero otra vez: ¿de qué libertad estamos hablando y qué precio tiene?
Quizás la muerte de Tiziana sea la prueba de que esa ‘libertad’ no se puede aplicar sino a una minúscula élite porque en las relaciones de fuerza dominantes de esta sociedad capitalista y machista que se reflejan en la red y en las relaciones sociales en su conjunto, si tú eres mujer y haces felaciones y dices que te gusta, entonces eres una puta, y no hay ninguna deconstrucción coherente para desmontar este hecho en el sentido común.
Es como si una parte del feminismo diera soporte a la idea – hija del capitalismo desenfrenado- por la cual somos ‘individuos libres de hacer cualquier cosa’, como si no existieran sistemas económicos y sociales que justifican ciertos valores.
Finalmente, no hay que desestimar los efectos del darwinismo social aplicado en esta fase del capitalismo, por el cual los principios de las relaciones económicas se reflejan también en las relaciones entre individuos. Pero si para las relaciones económicas existen algunas leyes oficiales que son más o menos ‘respetadas’, para las relaciones interpersonales no las hay, o si las hay tendrán efecto solo in extremis: con la ‘supervivencia del más fuerte’, y aquel que se identifica como el más débil será castigado. En este sentido la violación puede ser un “castigo”, como para los casos de Melito y Rimini, pero puede serlo también el linchamiento colectivo.
En Internet y en particular en las redes sociales, la relación con los “muertos de fama” (como han definido a los usuarios de los social network, en un buen libro con el mismo título los escritores Loredana Lipperini y Giovanna Arduino), se transforma en algo deformado y monstruoso, lo que en el caso de Cantone se traducía en quién la hostigaba “mejor”. Ahora ya Tiziana ha muerto, y su muerte es vana, pero a pesar de todo esto el acoso mediático continúa.
Algo que como feministas no podemos permitir, en este momento, es que la chica de Melito se quede sola, y que la chica de Rimini deje de ir a la escuela. O sea: contraponer duramente, a un sistema de supuesta ‘libertad ilimitada’ en el cual impera la ley del más fuerte, un sistema fundado en la solidaridad y el reconocimiento mutuo. Por eso es nuestra tarea, no solo no olvidar la historia común de abusos que como mujeres compartimos, sino usarla como punto de partida para poder gritar todas juntas en cada continente que, si tocan a una, nos organizamos miles, o mejor aún, millones.

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