Hablamos con la autora del libro 'No es país para coños', un análisis sin pelos en la lengua acerca del significado de ser mujer en nuestro tiempo y de la (aún) utópica igualdad.
“Si de verdad crees en la igualdad, necesitas el feminismo”. Se puede decir más alto pero no más claro. Diana López Varela (Pontevedra, 1986) desgrana en el provocador No es país para coños. Sobre la necesidad de una sociedad feminista (Península, Atalaya) qué significa ser mujer en la España de nuestro tiempo y cómo la igualdad entre hombres y mujeres sigue siendo utópica. Alejada de un tono ensayístico tedioso, esta periodista y autora del blog Suspenso en religión, ahonda en las razones por las que todos, mujeres y hombres, necesitamos el feminismo.
La autora de la obra de teatro homónima que ha arrasado en Galicia y acaba de llegar a Madrid, tira de humor para analizar asuntos tan dispares como “la maternidad, el elefante en la habitación”, “la puta regla”, “el deporte femenino” o “si piensas feminista, follar mejor”. Sin complejos y con un lenguaje directo y deslenguado, López Varela mezcla datos de innumerables encuestas con vivencias en primera persona, como aquella vez que una conquista le llamó la atención por masturbarse mientras practicaban sexo o aquella mañana en la que la regla la sorprendió cuando dormía por primera vez con uno de sus ligues. Arrepentida de “dejar de beber y fumar” para complacer a uno de sus novios o de “mentir en el sexo” simulando orgasmos dignos de película porno y cabreada, muy cabreada, por las desigualdades laborales o la violencia machista, Diana compila en algo menos de 300 páginas una necesaria lectura. Aprovechando el lanzamiento de No es país para coños, charlamos con ella en un hotel de la capital horas antes de que su primer libro se ponga a la venta.
¿Por qué crees que es necesario este libro?
Porque como el mismo título dice este “no es un país para coños”. No es un país donde en la práctica las mujeres tengamos los mismos derechos que los hombres ni se nos trata o juzga igual. Es un país donde prácticamente se asesina una mujer cada semana, donde se viola a una chica cada siete horas y donde encima los violadores acusan a la víctima de haberles provocado. Es un país en el que es imposible conciliar la maternidad con la vida laboral porque seguimos siendo las grandes cuidadoras de todo este supuesto Estado de bienestar, no solo de nuestros hijos sino de nuestros padres y mayores. Además es un lugar en el que las chicas todavía tienen problemas para volver solas a sus casas después de salir de fiesta y en el que la sexualidad no es vista igual en hombres que en mujeres, por libres que nos creamos. Intento visibilizar todo esto sin caer en ensayos profundos y contando mis vivencias personales con un toque de humor.
Se percibe ese humor pero también mucho enfado. ¿Cuál fue el capítulo que más te cabreó tener que escribir?
Quizá el que hace referencia al tema laboral. Me enfada mucho porque soy una mujer trabajadora de 30 años y tengo amigas a las que sus jefes les han preguntado si tenían pensado tener hijos o no porque de eso dependía hacerse con el puesto. Creo que sería positivo que el trabajo se feminizase porque si las mujeres trabajásemos en puestos menos precarios, más horas y conciliándolo con la vida familiar aportaríamos más impuestos que, a su vez, repercutirían sobre el bien de todos. Y, por supuesto, también me cabreó mucho el de la violencia machista.
La portada de tu libro no es apta para leer en el metro y pasar desapercibida. ¿Crees que utilizar tacos o ser escatológica refuerza el mensaje o es una estrategia?
Es una provocación. Todo empezó cuando en 2013 escribí en mi blog el artículo tituladoMi coño acerca del aborto. No fue nada premeditado pero se leyó mucho y creo que fue porque el título llamó la atención. Como estrategia de marketing está bien y además define ese cabreo del que hablábamos pero con un toque de humor. Además, si los tíos dicen “por mis huevos”, ¿por qué nosotras no vamos a decir “por mi coño”?
Cuentas en el libro que has sufrido ciberacoso por dar tu opinión en tu blogSuspenso en religión y que incluso te han mandado fotos de penes o te han amenazado. ¿Cuál era el perfil del acosador?
No puedo describir el perfil exacto porque he recibido tantos mensajes de este tipo que ha habido de todo pero creo que, desgraciadamente, la mayoría han sido hombres jóvenes. Por parte de mujeres he recibido críticas pero no acoso.
¿Crees que hubieses sido acosada del mismo modo si hubieses sido un hombre?
No. No creo que las mujeres le dijesen a un hombre “te voy a follar puta de mierda mataniños” o “te voy a violar”.
En materia de igualdad, ¿qué consideras que el gobierno debería abordar con más urgencia?
Urge mucho una ley transversal de igualdad en la educación. No hablo de que haya una asignatura específica sino que la igualdad sea transversal en todas las materias. El acoso en internet o la pornovenganza, a la orden del día en los adolescentes y jóvenes de nuestro país, no va a terminar si no se empieza por la educación.
El término feminismo ha sido tan maltratado por ciertos sectores que, a día de hoy, muchas personas en España siguen teniendo una especie de alergia por esta palabra. ¿Por qué debemos seguir defendiendo el término feminismo?
El feminismo da alergia porque se relaciona con un concepto muy negativo: el de machismo. Ni siquiera los machistas quieren que se les llame así porque saben que tiene unas connotaciones que no gustan a nadie. Pero el feminismo tiene que llamarse así y no ‘igualitarismo’ ni similares porque son las mujeres las que han sido maltratadas históricamente y están en una posición de desigualdad. Por esa regla de tres, también el racismo se podría llamar igualitarismo. Como explico en el libro, feminismo no es hembrismo ni misandria (odio a los hombres). Si sigue produciendo alergia, más que por la palabra, es porque al patriarcado no le gusta que las mujeres manden o quieran entrar en estructuras de poder.
Dices que el concepto de ‘sororidad’ (pretende aumentar la fraternidad entre mujeres para que, juntas consigan un mundo justo e igualitario) se te empieza a hacer “pesadito”. Hace unos días, la actriz porno Amarna Millerapelaba a la sororidad para quejarse públicamente de que las mujeres fuesen las más críticas con su participación en el spot Patria. ¿Qué opinas de todo esto?
No quiero criticar directamente a Amarna ni soy quién para juzgar su feminismo pero creo que no es muy coherente defender ciertas posturas en contra de la cosificación de la mujer y de la misoginia cuando se trabaja en el porno. Aún siendo yo muy favorable a la libertad sexual considero que cuando hay un intercambio de dinero de por medio, cuando el 90% de los consumidores de prostitución y pornografía son hombres y esta sigue un discurso machista y misógino, hay que ser críticos. Con respecto a la sororidad, creo que se ha convertido en una especie de religión en la que parece que una mujer no puede criticar a otra. Y esto le ha venido muy bien al machismo. Si una mujer critica a otra es una “envidiosa”, una “celosa”… los tíos critican a otros tíos, los socialistas a otros socialistas y los de Podemos a otros de Podemos porque es positivo. Pero parece que si eres feminista es lo peor que puedes hacer cuando menos feminista sería juzgar solo a los hombres. Yo he criticado a Amarna o a Cristina Pedroche porque creo que estoy en mi derecho (después de publicar ¿Para eso estudiaste?, un post en el que hablaba del polémico vestido de Pedroche en Nochevieja, la plataforma Blogger censuró su blog por las decenas de denuncias por parte de los usuarios). La sororidad es otra cosa: es querer que todas las mujeres tengan la misma libertad para opinar, las mismas posibilidades laborales e iguales derechos laborales.
Afirmas también que no te convence el concepto de ‘micromachismo’. ¿Por qué?
Sí, porque ‘micro’ parece que lo hace más endeble, más pequeñito. Y al final todo es machismo puro y duro. El acoso callejero es machismo; el laboral, también. Hablamos de ‘micromachismos’ para referirnos a cosas que no son tan graves como una violación, por ejemplo, pero las mujeres vivimos empachadas de esos ‘micromachismos’.
En el capítulo ‘No morimos, nos matan’, afirmas que “el patriarcado no difiere mucho de cualquier grupo terrorista: busca el sometimiento de las víctimas a través del miedo, las amenazas, la coacción, la violencia y el asesinato”. Habrá lectores que consideren exagerada o radical esta afirmación.
Para mí el patriarcado, en sus diversas formas, ha supuesto el sometimiento de una parte de la población –consciente o inconscientemente, por eso a mucha gente les puede herir los sentimientos– sobre la otra mitad de la población. En España la cantidad de violencia ejercida sobre las mujeres es tan endémica que no se puede tratar de otra manera que no sea terrorismo. No matan a las mujeres porque les hayan dejado por otro, por ejemplo, lo hacen por el hecho de serlo, porque tienen que estar sometidas al hombre. Y eso que dentro de lo que cabe, en Occidente y en España, vivimos la parte más afortunada. En otros lugares del mundo donde la ablación del clítoris es la norma o las mujeres no pueden entrar en los templos, la cosa está mucho peor. Por eso considero que el patriarcado es un sistema criminal.
Como explicas con varios ejemplos en tu libro, el feminismo está calando en el cine o en las series de televisión. ¿Cuál crees que el papel de la cultura en el fin del patriarcado?
Es fundamental. Me encanta que se hagan cosas mainstream feministas. Es una pena queGirls se llame así porque si se llamase Boys la verían chicos y chicas. Pero como se llamaGirls se cataloga como “serie para chicas”. Es importante que series como The good wife,Orange is the new black o Transparent aborden estos temas o que actrices como Emma Watson les den visibilidad. También lo es que los personajes públicos masculinos se definan como feministas para que se deje de pensar que el feminismo es cosa de “esas locas del coño”. Pasó algo parecido con la homosexualidad.
Pero aún queda mucho por hacer.
Desde luego. Según la ONU, en el mundo Occidental, tardaremos 80 años en alcanzar una igualdad real. Va a tardar pero creo que afortunadamente el feminismo está de moda y eso es positivo.
Muchas cantantes o actrices famosas enseñan su cuerpo al tiempo que se identifican con el feminismo. ¿Qué opinas?
(Suspiro y risa nerviosa). Ese es un debate muy complicado. A mí personalmente no me parece muy coherente. Por ejemplo Beyoncé es muy poderosa y estoy convencida de que realmente hace con su cuerpo lo que quiere. Me parece bien que estas mujeres reivindiquen que son feministas pero hay que tener cuidado. En cualquier caso mucho peor que lo que se enseña o se deja de enseñar es el contenido de las letras y las historias que narran en sus videoclips. Si esa parte no es machista, no me parece mal.
¿Cuál crees que será –o debería ser– el gran próximo logro feminista?
Alcanzar puestos de poder. Las mujeres no llegamos al poder por culpa del patriarcado y porque incluso cuando podemos no nos atrevemos a mandar porque no estamos acostumbradas ni tenemos demasiadas referencias de mujeres poderosas. Me gustaría que se consiguiera que el 50% de las empresas del IBEX estuviesen dirigidas por mujeres, por ejemplo. Y, por supuesto, erradicar la violencia. Que algunos hombres dejen de pensar que las mujeres son suyas y que las pueden matar.
En un capítulo dedicado a hacer una crítica a aquellos que dicen que las mujeres que llegan a puestos de poder es porque “se la han chupado a algún hombre”, escribes lo siguiente: “Mientras los hombres no se levanten de sus sillas, nosotras tendremos que seguir agachadas chupándoles la polla. Y francamente, algunas ya estamos hartas y comenzamos a tener ganas de apretar los dientes”. ¿Crees que es necesaria la discriminación positiva?
Sí, totalmente. El mundo está hecho. La Transición y la Constitución española la firmaron únicamente hombres. No ha habido ninguna mujer que participase activamente en el proceso democrático constituyente. Obviamente, no se nos ha contemplado o al menos no desde nuestro punto de vista. ¿Cómo me pides que entre y ocupe órganos de poder si ya están ocupados por hombres? Además, la discriminación positiva está muy mal entendida. No es que una mujer mucho menos válida tenga que ocupar determinado puesto sino que en igualdad de condiciones, las mujeres válidas tengan las puertas abierta para entrar. Ya ni siquiera es por feminismo, sino por justicia universal: somos la mitad y nos corresponde.
Habrá hombres que consideren que quitarles sus puestos no es feminista.
Creo que para corregir la desigualdad hay que compensar con desigualdad positiva por el otro lado.
Afirmas que no quieres ser madre y que hay una gran censura en torno a la crítica de la maternidad. ¿Por qué socialmente se considera tan importante que una mujer tenga hijos?
Viene mucho de la religión y la figura mujer-madre-virgen pura. La mujer tradicionalmente ha estado apegada al hogar y lo fácil es asociar la maternidad a la mujer y tenerla pegada a la casa. La pregunta sería: ¿por qué no se le da tanta importancia a la paternidad? ¿por qué no es tan importante en la carrera de un hombre su paternidad? Porque aún recae todo sobre nosotras.
¿Qué papel tienen los hombres en el feminismo?
Tienen un papel muy importante. Creo que el feminismo lo tienen que abanderar las mujeres, que por primera vez tenemos que ser dueñas de nuestros destinos. No podemos volver a caer en el error en el que hemos caído históricamente de decirle a los hombres que se pongan a dirigir plataformas feministas o que se pongan a legislar sobre el cuerpo y la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Es un movimiento que tenemos que liderar nosotras acompañadas por ellos. Creo que tienen que participar en las asociaciones y plataformas pero un hombre no puede presidirlas, tienen que entender que es nuestro turno. Y la lucha de sexos tiene que terminar.
¿Crees que en pleno siglo XXI las mujeres occidentales podemos decir que somos libres?
No. Por mucho que se hable de la libertad sexual, una mujer que se acuesta con tres tíos en una semana se sigue viendo socialmente como una puta, una mujer que no se depila sigue siendo tachada de macho y las lesbianas no tienen el glamour de los gays. La libertad es relativa: tengo 30 años y cuando salgo por la noche me voy del taxi con el móvil en una mano, las llaves en la otra y mirando a todos lados. Y eso que vivo en Pontevedra, no en el Bronx. Han abusado de amigas mías en mi ciudad a plena luz del día. No, desgraciadamente no somos libres.
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