RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

jueves, 2 de julio de 2015

La cara del Papa

DESDE LA ACERA DE ENFRENTE

Tenemos hoy la cara del Papa en todas partes embutida. Cara sonriente de un hombre viejo, cuyos ojos y gesto no son especialmente interesantes. Cara redonda que es en realidad una máscara. Me gustaría invitarles a analizar esa cara: ¿Quién es Francisco y por qué es Papa?
La historia de cómo un joven argentino que entra al seminario se convierte increíblemente un día en Papa parece una historia alucinante. Sin embargo, si la tuviéramos que traducir en una película sería la aburridísima historia de un trepador. 
América Latina ha parido dentro de la Iglesia una de las corrientes teológicas más desafiantes de la doctrina católica, como es la teología de la liberación y la teología feminista. Ambas teologías respetan el aborto, plantean que el mal es la injusticia y no el sexo, interpelaron al poder,  al punto de haber sido perseguidos curas y monjas, no sólo por la CIA, las dictaduras, sino por el Vaticano mismo. Tiempo de persecusion en el cual Francisco se dedicó a trepar y obedecer, y jamás decir nada. 
Imaginemos a Francisco en plenos años 70 en Argentina mientras perseguían y desaparecían a la gente. Mientras un Luis Espinal estaba cuestionando a los jesuitas en Bolivia, él dejaba pasar la historia de sangre y dolor por fuera de su vida, por fuera de su catedral, sin inmiscuirse ni mancharse la sotana de barro, ni las manos de sangre. Se lavaba como un Pilatos y era capaz, con su silencio cómplice, de serle trágicamente útil a la dictadura. 
Cuando hablamos de Francisco, no hablamos de un teólogo de la liberación, sino de un conservador disfrazado de revolucionario: hablamos de un impostor.
Hoy, electo Francisco como papa, quiere apropiarse de la fuerza de cambio que produjo esa teología sin su contenido real para terminar de aniquilarla por  vía de la confusión.
Imaginemos un joven pobretón que entra en el seminario, por una mezcla de vocación y solución de empleo, techo y comida para su vida. Allí se dedica a seguir la norma,  ir a clases, estudiar  y a convertirse rápidamente en el elegido para la promoción siguiente, como lo hace todo trepador. Imaginemos un joven argentino en medio de una iglesia colonial, como es la iglesia Latinoamericana, llena de curas que vienen de España, Italia o Polonia, y donde hay pocas y cada vez menos vocaciones. Entenderemos rápidamente el producto que ha ido vendiendo Francisco a lo largo de su carrera: ser latinoamericano. Pero latinoamericano no peligroso, ni indisciplinado, sino calculador y obediente. 
Ese es Francisco, no Papa por la gracia de Dios, sino Papa por la gracia de la descomunal crisis de la Iglesia Católica, que ve en América Latina una posibilidad de seguir reteniendo a la gente en la misa, mientras grandes grupos poblacionales abandonan la Iglesia porque su mensaje cada día es menos interesante, menos útil, menos inspirador y más caduco.
Como obispo protagonizó un acto de censura contra uno de los artistas contemporáneos más importantes del continente, León Ferrari. Usó su poder para clausurar la muestra de arte en la que Ferrari ponía a Cristo crucificado en un avión norteamericano. Usó su poder de censura para perseguir el cuestionamiento de Ferrari de la lógica sádica que envuelve el mensaje visual de un cristo torturado que espanta en lugar de conmover. Francisco no pudo soportar el arte de Ferrari y le salió el inquisidor que lleva dentro.
Los cambios que proclama son a la medida del poder; cambios de envoltura, cambios perversos en el sentido en el que dan la ilusión de lo nuevo, conteniendo por debajo de la sotana el mismo podrido sentido de represión.
 Así como ayer, Francisco pudo reunirse con Videla. Hoy ese mismo Francisco, con más poder, se está convirtiendo en la sombra más peligrosa sobre los procesos latinoamericanos, es una jugada perfecta de la CIA. Ayer el artista León Ferrari ponía a Cristo en un avión de la CIA, hoy es Francisco el que viene en ese avión.
Cara redonda tiene el Papa, mentira redonda es la que proclama. Cara sonriente tiene el Papa, sonrisa hipócrita es la que muestra, risa cínica la que oculta. No quiero ni su mano, ni su bendición, no me importa ni me afecta su posible maldición. Quiero lo que es mío y conquistado está: vivir en un Estado laico, eso quiero.

María Galindo es miembro
 de Mujeres Creando.

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