RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

domingo, 14 de junio de 2015

Paula Bonet y Raquel Córcoles: «Siempre hemos sido explicadas desde una voz masculina en la que nosotras pintábamos poco»

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Conversamos con las ilustradoras Paula Bonet (Vila-real, 1980) y Raquel Córcoles (Reus, 1986). Paula es licenciada en Bellas Artes y realiza su trabajo con técnicas tradicionales, desde la pintura al óleo a las acuarelas y la tinta china. Raquel es publicista y licenciada en Periodismo, utiliza para su trabajo técnicas digitales, básicamente Adobe Illustrator, software con el que ha creado su famoso alter ego Moderna de Pueblo. Nos citamos con ambas en el Café Babèlia para hablar entre otras muchas cosas sobre ilustración, cómics y triángulos amorosos.
Paula, todos quieren el cartel del conejo blanco ilustrado por ti.
Paula: [Risas] El asunto del conejo blanco fue muy incómodo, supongo que me pilló por sorpresa en un momento en el que estaba a punto de publicar mi primer libro y el proceso de creación había sido muy intenso.
Hice un dibujo para anunciar un festival de mediometrajes de Valencia y parece ser que la noche en la que se pegaron los carteles también muchos fueron despegados, lo que produjo una alarma en la organización del festival, que me pidió que dijera a mis seguidores que respetaran los carteles por lo menos hasta que pasara el festival. Yo sigo teniendo la duda sobre la dimensión de aquel acto, sobre la dimensión de la que no tengo ninguna duda es sobre la que se dio al hecho en concreto porque el teléfono no dejó de sonar y no recuerdo el número de mails que recibí.
Solo hice una entrevista y su titular desafortunado me enseñó que periodismo, objetividad y juego limpio no iban a ir siempre cogidos de la mano: «Todos quieren el conejo blanco de Paula Bonet».
Lo sufrí porque me vi expuesta de un modo que nunca habría podido imaginar, y todo esto fue porque mi trabajo y también yo estábamos empezando a tener cierta repercusión. Cuando empiezas a ver que tu obra, tus opiniones o tus actos empiezan a interesar a la gente y luego trascienden de una manera o de otra, comienzas a ver que quizás esa figura pública no eres tú, que hay un desdoblamiento del yo. Y más en esta época en la que en las redes sociales cualquier persona por más anónima que sea tiene este desdoblamiento del yo.
Con el tiempo pude relativizar un poco todo aquello y quedarme con la parte positiva. Al cabo de un mes me fui a Berlín y allí ya conocían mi obra gracias a un cartel con un conejo blanco.
Tal y como se explica en la noticia el cartel casi parece El perfume.
Paula: Sí. Realmente hubo mucha gente que arrancó el cartel. Unos a otros se decían a través de las redes sociales dónde estaban peor colgados y algunos mandaban fotos.
Pero bien, sigo defendiendo la no gravedad del asunto: realmente los carteles estaban en un espacio público y, ¿quién no ha arrancado alguna vez un cartel? ¿A quién pertenecen esos carteles pegados en la calle?
Creo que si realmente había una noticia, no supo comunicarse bien. Todavía ahora muchos de los periodistas que me preguntan sobre este hecho desconocen sobre qué era el festival.
Raquel, tú comienzas a contar tus aventuras en la «gran ciudad» en el blog Moderna de Pueblo y ganas la beca Connecta’t al còmic.
Raquel: El año que llegué a Madrid me abrí un fotolog, cuando era un formato que ya se estaba pasando de moda —yo siempre me apunto muy tarde a las modas—, en el que contaba mi vida en Madrid. Allí tenía dos viñetas malísimas, son lo primero que hice con el personaje que tenía, que era un retratillo que usaba para foto de Messenger —un olvidado de nuestra generación—, y eran pésimas, están por ahí escondidas. Tardé como tres años más en retomar la idea, hasta que vi esa beca que te ofrecía publicar en El Jueves o un libro.
Yo leía El Jueves desde hacía muchísimos años y era mi gran meta. También estudiaba audiovisual y había intentado hacer cortos pero dependía de un presupuesto y de un equipo. Era imposible movilizar a gente para que currara gratis y conseguir material, y entonces vi la posibilidad de plasmar las ideas en viñetas.
Me presenté con tres tiras después de estudiarme todos los cómics que tenía mi compañera de piso, fue gracias a ella como me enganché y me planteé la posibilidad de hacer uno, e intenté adivinar cómo se conseguía esto del humor a través de viñetas. Estuve tres meses en casa encerrada. La verdad es que tenía poca vida social y eso ayudó a que me animara a hacer este proyecto. No me seleccionaron para lo de El Jueves pero pasé a la semifinal para presentar un proyecto de libro.
No tenía ni nombre ni personaje ni idea para el libro y dándole vueltas pensé en alguna situación en la que había hecho el ridículo en público, que era algo bastante común en mi día a día, y dije: «¡Es que soy de pueblo!», ya tengo título. Y nada, me fui a Barcelona a la prueba final con cinco páginas del libro, entre ellas estaban las de los dependientes de la FNAC que por entonces me maravillaban, también estaba lo de ir al seguro médico sin tarjeta sanitaria y suplicar que alguien te atendiera y cuatro chorradas más. Y me acuerdo de plantarme allí con otros contrincantes que hacían unos dibujos y unas cosas impresionantes y yo con mis dibujos supercutres de Illustrator aprendido en un mes. Les hicieron bastante gracia las cinco páginas, que a día de hoy creo que son de las más inspiradas del libro, qué suerte que elegí justo esas cinco, las típicas cosas que quieres contar sí o sí y que resumían muy bien el espíritu del libro. Y nada, el jurado de Glénat, que era la editorial que seleccionaba, me eligió y dije: «¡Dios mío, tengo que hacer un libro!», y entonces abrí el blog para promocionar un poco el libro para cuando saliera.
Has comentado que te dejaron varios cómics para hacerte una idea: ¿qué cómics eran?
Raquel: Había de todo pero los que más me impactaron fueron los de LiniersDaniel Clowes, Aude Picault,Jeffrey Brown, Juanjo Sáez… porque era descubrir que el cómic no solo era ficción de superhéroes sino algo muy cotidiano en plan «esto puedo hacerlo yo». Mi amiga tenía una biblioteca amplia y lo leí todo en dos semanas. Me inspiró y me ayudó a saber que había otro cómic y novelas gráficas que quizás por no ser tan populares, al menos en mi entorno, no había conocido hasta ese momento y dije: «Ostras, esto me interesa mucho».
Paula, Raquel, vuestro éxito se debe en gran medida a la visibilidad y el alcance que os ha dado internet. Contadme hasta qué punto ha sido importante.
Paula: Ha sido muy importante obviamente. Yo siempre defiendo que es una suerte que tengamos a nuestro alcance las redes sociales o un fotolog porque bien utilizado es el mejor escaparate y es gratuito.
Yo vengo de pintar y de tener que patearme Valencia con los cuadros impresos en catálogos cutres que yo me montaba y me maquetaba y luego tener que ir cara a cara al galerista y que el galerista luego decidiera a quién le podía interesar tu obra. Había muchos filtros: primero el de la vergüenza, o de la poca vergüenza, de ir sin ningún criterio con aquella obra que eran sucedáneos de, y segundo el del galerista. Internet lo bueno que tiene es que se carga todos estos filtros.
También es muy peligroso porque creo  que tienes que ser muy consciente de dónde estás y de qué estás haciendo. Y la realidad es que estamos todos aprendiendo a convivir con internet porque no hemos crecido con esto y vamos tanteando y a veces acertamos y a veces nos equivocamos. Yo ahora cuando venía a la entrevista pensaba en Raquel, Moderna, o en Marta PuigLyona, y pensaba: ¡qué inteligente haberse puesto un seudónimo para este desdoblamiento!
He pasado una época de no saber quién era: ¿era el personaje?, ¿era mi yo real? Hasta que entiendes que sí, que eres tú, y que estás ahí vomitando tu mundo y tus inquietudes y tus angustias y toda tu mierda. Aunque tampoco, porque ese tú que se ha proyectado depende de la persona que lo recibe, que lo cataloga y le pone unas etiquetas u otras con las que estarás de acuerdo o no. Al principio es difícil que tu estado mental se encuentre equilibrado ante esta situación nueva. Yo también vengo de trabajos que no tenían ningún tipo de visibilidad, daba clases de castellano en un instituto de secundaria y mi día a día eran reuniones con padres, correcciones de exámenes, reuniones en el departamento del instituto… Claro, al final a mí me ha costado un poco aprender que yo no soy aquello pero que sí hay una parte de mí.
Es peligroso, porque a veces yo no he sido consciente de la repercusión que estaba teniendo el dibujo garrulo o el esbozo que estaba colgando.
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Tengo la impresión de que controlas muy bien todo lo que muestras sobre ti y tu obra.
Sí, porque ya al principio vi que esto podía llegar a controlarte a ti y que ahora mismo hay mucha frivolidad en las redes sociales y, lamentablemente, parece que por el hecho de ser mujer es muy muy fácil que te metan en ese saco de la frivolidad. Es muy importante saber qué trabajos escoges pero también es muy importante saber qué parte del proceso muestras, o qué parte de ti y cómo lo muestras. Yo ahora mismo voy con mucho cuidado y a veces incluso pienso que muestro demasiado.
Cuando veo compañeros que tienen la necesidad de mostrarse de ese modo me choca, pero lo entiendo perfectamente porque al final todos los que creamos tenemos un punto exhibicionista y necesitamos mostrarnos y que se hable bien o mal. Necesitamos que nos metan una leche, para aprender, o que nos tiren dos flores. Aunque tienes que saber que las dos flores serán de mentira y que la leche seguramente también. Está todo exagerado.
Exhibicionismo necesario.
Exhibicionismo laboral, sí. Pienso que hay que tener muy claro que eso es nuestro trabajo. Cuando veo a gente a la que sigo por redes sociales mostrando gratuitamente su vida privada pienso «Ostras, esto de aquí a unos años quizás les moleste haberlo enseñado», porque se queda aquí y creo que es peligroso.
¿Y a ti Raquel, cómo te ha afectado internet?
Raquel: Aparte del conflicto con tu persona, como dice Paula, el cambio principal se ha producido en las vías para enseñar tu trabajo. Las redes sociales nos han dado la oportunidad de darlo a conocer sin necesidad de intermediarios. Lo más difícil es ser valiente y atreverte a enseñarlo por primera vez. Cuando empiezas de cero, no sabes si eso va a gustar y puedes estar dándote una hostia contra la pared. Lo subes, se lo enseñas a tus trescientos amigos de Facebook y ese es el peor momento. Que te den un feedback, que te apoyen, que lo compartan y que acto seguido cojas confianza en ese trabajo es la clave para seguir currando. Si yo no me hubiera abierto las redes no tendría tantísimas viñetas como tengo. Creo que hay fases: primero esa de perder el miedo y después llega la fase de volverte loca: «¡Ostras, que esto gusta, voy a hacer más!».
Yo tenía poca motivación en la agencia de publicidad, cuando ese siempre había sido mi sueño, y todo lo que me fueron rechazando lo redireccioné hacia Moderna. Ahí tenía tan buena acogida que mi vida, bastante gris, se estaba transformando en una segunda vida muy emocionante. Que vale, es un poco triste porque eres tú y una pantalla y al final esa fase de obsesión puede parecer superridícula pero por suerte esa situación te anima y te empiezan a llegar los curros y entonces alucinas.
Por ejemplo, mi objetivo era llegar a El Jueves, llegar al libro… llegar al papel. «¡Oh, qué honor va a ser eso!». Y ahora me doy cuenta de que me importa mucho menos que se me acabe una publicación en papel que perder las redes y el escaparate de internet. Eso ha pasado a ser más importante, yo dependo más de internet que de cualquier trabajo que me pueda salir en alguna publicación. Y eso antes no existía, tú tenías o que publicar enEl Jueves, que tenía una revista, o ser viñetista de cualquiera de los pocos periódicos que hay, si no tenías cero opciones. Pero ahora somos un montón y no nos limita que alguien nos elija, que alguien nos publique porque incluso te puedes llegar a autopublicar.
Paula, tienes 285.000 seguidores en Facebook y tú, Raquel, 287.000. ¿Son los mismos? ¿Cuál es vuestra relación con los seguidores?, ¿consideráis a los seguidores como fans?
Paula: Lo llevo yo, y sí que ha cambiado bastante mi relación con las redes sociales en los últimos tres años, y sobre todo desde que me puse con 813. Ahora directamente llevo todas las redes sociales apagadas en el móvil, no quiero saber nada e intento dosificarlo mucho. Estamos acostumbrados a estar esperando un momento y sacar el móvil y mirar Twitter o Instagram. ¿Y qué vas a ver en tu cuenta si hace dos minutos que lo has mirado?, ¿que hay doscientos likes más? ¿o que hay cincuenta? Al principio he usado la palabra obsesión porque realmente yo estaba obsesionadísima con mi trabajo y al final intentas alejarte un poco porque ves que estás perdiendo mucho tiempo.
Se necesita ese subidón de adrenalina de que la gente os quiera.
Paula: Es brutal.
Raquel: Pero eso se te tiene que pasar porque si no vives pendiente de números y dejas de lado cosas más importantes. Bueno, es que vives nervioso.
Paula: Claro, necesitas trabajar.
Raquel: También puede pasarte en tu vida personal. Conozco gente que no tiene páginas sino que les sucede con su perfil personal y están pendientes de si la foto que han subido tiene éxito. Y te puede pasar lo mismo pero con tu trabajo, llega un momento en que percibes que si te va bien en las redes te van a venir más oportunidades pero también te tienes que desatar, primero, para prestar atención a tu vida y, segundo, para trabajar.
Paula: Y también para no cansar, para no saturar a esos seguidores, intento cuidarlos muchísimo.
Raquel: Hay un momento en el que vas a ver gente que no es fan dentro de tus redes y cuando me di cuenta de eso me dio miedo. Por ejemplo, en Instagram no todos tus seguidores son fans.
¿Haters?
Raquel: No, son personas que están interesadas en tu trabajo pero no son fans incondicionales, están ahí para dar su opinión y para estar muy atentos a lo que haces pero si fallas en algo están ahí para recordártelo.
Paula: Y es que realmente puedes fallar en tantas cosas…
Raquel: En todo. En cualquier viñeta se puede encontrar algo, seguro. Es una fase también de miedo, yo durante una época tenía miedo a publicar. Trabajo con Carlos y lo revisamos todo varias veces. Las faltas de ortografía te pueden hundir la página en un minuto.
Paula: Además yo cuando veo una falta de ortografía me pongo mala.
Raquel: Pero bueno, los seguidores, cuando empiezas y es todo muy pequeño, son una familia. Es una cosa que mola un montón, sois mil personas y se genera una conversación. Estáis en vuestro espacio, que relativamente poca gente conoce. Luego se hace tan grande que ya es una batalla campal.
Paula: De hecho son amigos, son colegas.
Con tantos seguidores, alguno os habrá dado problemas. ¿Se os ha enamorado alguno?
Raquel: No creas.
Paula: Pienso que eso nosotras también lo cuidamos mucho, no damos pie y lo mantenemos muy a rajatabla. De hecho, alguna vez en la que alguna persona ha escrito un comentario en mi Facebook que iba un poco hacia ahí, los mismos seguidores le han dicho: «Oye, esta página no es para eso, vete a otras».
Raquel: En mi caso solo pongo viñetas y me separo un poco personalmente, así que no tengo problemas. Además, son una mayoría de seguidoras, el cariño sobre todo lo noto de mujeres que son quienes vienen a las firmas. Ha venido algún chico con flores pero más por la coña [Raquel ha publicado Los capullos no regalan flores]. Y cuando hablas de las relaciones fallidas puede haber algún tío que crea: «Esta chica, pobre, qué desesperada está». Pero en realidad el cariño viene de las mujeres y como yo no me relaciono en persona la mayoría de la gente que viene a las charlas dice «Ah, pues te he puesto cara». No se genera tanto ese efecto que creo que Paula sí tiene, por lo guapa que es y su estética. Yo quizás si quedara tan bien en las fotos pondría alguna pero siempre soy de intentar evitar exponerme.
Paula: Yo al principio sí colgaba fotos porque gestionaba mi página de ilustración como si fuera mi Facebook personal, en aquel momento no era consciente de que había de separar ambos terrenos.
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En tu caso, Paula, sí te muestras a ti trabajando, dibujos y tu entorno de trabajo y eso a la gente le encanta.
Paula: Sí, pero intento hacerlo poco. De hecho hay situaciones en las que el control es complicado. En Sant Jordi, por ejemplo: te vas a firmar libros y lo haces al lado de Calamaro, te hace gracia y cuelgas la foto. Luego estás con Conrad Roset, que compartimos editorial, que somos amigos, que tenemos el mismo oficio, que vamos a firmar una hora juntos… y cuelgas otra foto. Y al cabo de unos días te das cuenta de que hay tres fotos seguidas y eso va un poco en contra de lo que yo quiero con mi trabajo. Y, vale, es Sant Jordi y es normal, pero intento que pase poco.
¿Conocéis el trabajo cada uno de la otra? ¿Y…?
Raquel: Mucho.
Paula: Yo soy muy fan.
Raquel: Nos hemos declarado.
Paula: Yo sigo a Raquel desde hace mucho tiempo.
Pero son trabajos muy distintos, una homenajea a los autores que la enamoran y apasionan y la otra hace humor y sátira.
Raquel: Nos relacionan bastante siempre, ¿eh?
Paula: Sí. Y yo el humor que tiene ella lo envidio tanto, soy tan negada para el humor… Y es una envidia sana, sana. Es muy bueno cuando encuentras algo así. Yo sé que nunca podré hacer una viñeta.
Raquel: Cuando vi los hombres cactus de Paula, vi a los Capullos hechos en relatos cortos y las mismas vivencias y sensaciones de las que yo hablaba en clave de humor pero narradas de otra forma. Cada una intenta expresarlo a su manera.
Paula: Raquel presentó la edición especial del The End en Madrid en diciembre y, mientras estábamos hablando en la presentación, nos dimos cuenta de que también era un libro de capullos. Este libro está lleno de capullos aunque la palabra no aparezca. Es la misma generación, es el mismo contexto y yo también soy de pueblo y también me fui a la ciudad y también me pintaba los labios muy de rojo y me ponía las mallas como todas. Al día siguiente te ibas al ordenador a desetiquetarte de lo que habían colgado en Facebook. Es lo mismo, el contenido es muy parecido pero el modo es distinto.
Raquel: Y tú lo dijiste muy bien: «Godard versus Truffaut».
Paula: Pero nosotras no tenemos enfrentamiento.
Raquel: A mí me ha costado mucho considerarme ilustradora porque he ido aprendiendo sobre la marcha, sin embargo es el mayor fuerte de Paula y hacer estas metáforas visuales es una cosa que yo veo desde la admiración absoluta.
¿Cuándo decidís dedicaros profesionalmente a la ilustración? ¿Hubo algún momento, algún detonante?
Raquel: Cuando me llamó El Jueves y me pagó por las viñetas, en ese momento fue cuando me planteé que podría vivir de esto. «¡Puedo comprarme comida!». Estuve más de dos años compaginándolo. De día me exprimía la cabeza en mi trabajo en la agencia de publicidad y por las noches me mataba aprendiendo a dibujar para seguir haciendo viñetas. Y aunque mi sueldo con el cómic apenas llegaba a setecientos euros al mes (y con un futuro muy incierto), llegó el momento de «o dejas el trabajo y te dedicas 100% a Moderna, o te dedicas a la publicidad».
Paula: Yo estaba en una situación muy parecida. Llevo pintando desde antes de hacer Bellas Artes e intentando vivir de la pintura muchísimos años sin conseguirlo pero sintiéndome siempre muy afortunada por poder seguir pintando. Siempre había tenido que alternar la pintura con un trabajo: en un comedor escolar, en diseño gráfico, en academias de pintura, luego me monté un taller y daba clases…
En determinado momento, me pongo a dibujar por azar. Yo tampoco soy ilustradora, de hecho mis dibujos tienen el peso de la pintura, ahora estoy buscando mucho la ligereza y cuanto más la busco más denso se hace todo, creo que será siempre mi eterna contradicción. Pero bueno, de repente me empiezan a salir trabajos de ilustración —me fui a París a la Shakespeare & CO a dibujar mientras tocaban Baden Baden y Moriarty y me llaman del Bestiari Il·lustrat para ilustrar las canciones de Jaume Pla de Mazoni, que es un grupo catalán brutal— y comienzan a entrar encargos particulares.
Esto sucedió en el último instituto al que fui. Tenía dos horas libres y había veces en las que me quedaba en la sala de profesores dibujando. Pero claro, había un despliegue de papeles un poco incómodo y muchas veces cogía el coche y conducía media hora hasta mi casa, curraba una hora y conducía media hora más para la siguiente clase. El detonante fue un poco ese. Además yo cuando decidí dejarlo era interina, no saqué la plaza, y si la dejaba perdía la oposición, perdía los años trabajados y claro, mi familia y mis compañeros del instituto me dijeron que estaba loca. Además fue en 2011 cuando la crisis estaba en un momento álgido, pero estaba haciendo un trabajo que no me llenaba e intuí que era el momento de arriesgarse.
Raquel: Yo lo contrario, porque tenía tan pocas expectativas y estaba todo tan mal que te dices: «Qué pierdo».
Vuestro testimonio es importante porque sois máximos exponentes del boom de la ilustración. ¿Qué ha pasado, en qué momento, cómo?
Raquel: Bueno mira la campaña de Xavier Trias, por ejemplo. He alucinado.
Paula: Somos devoradores de imágenes. Yo estudié Bellas Artes y en aquel momento no había ni internet ni teníamos cuenta de Hotmail, y recuerdo que en clase los profesores estaban fuera de sí porque estábamos consumiendo excesivas imágenes a través de la publicidad. Y ahora el panorama ha cambiado, lo que ha pasado con la ilustración es en gran medida gracias a las redes sociales. Consumimos imágenes y un cuadro al óleo no se puede compartir de la misma manera, no tiene la misma frescura, no tiene esa inmediatez.
Raquel: Ayer en la charla del GRAF que se llamaba ¡Vamos a tope! éramos todas viñetistas online, para decirlo de alguna manera, y hablábamos de esto.
Paula: Y erais todo mujeres también.
Raquel: Sí, coincidió. Monstruo Espagueti, que era una de ellas, decía que ella empezó a hacer poesía un poco cínica y le dijeron que lo acompañase con dibujos porque si no nadie lo leería.
Cuando pones una viñeta se comparte tan fácil y la consumes con tanto agrado que yo creo que con la novela gráfica va a pasar un poco así. Ha llegado un momento en el que me encanta el género, cuando hace años ni lo conocía. La gente está empezando a acercarse ahora y se está enganchando.
Paula: Tenemos una herramienta superpoderosa ahora mismo en la ilustración.
Raquel: ¿Que se va a pasar de moda? Pues llegará otra cosa seguramente.
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Paula, tú eres licenciada en Bellas Artes y no has parado de estudiar y practicar con diferentes técnicas, ¿utilizas alguna vez el ordenador?
Paula: Muy poco. En el The End hay algún montaje con Photoshop. Anteriormente, cuando empezaba a dibujar, hice algunos dibujos digitales porque me contrataron unos ilustradores de Jaén para que fuera a dar charlas y yo pensaba «¿Pero qué charlas? Yo puedo ir a enseñarte a pintar un árbol al óleo o un bodegón, sé hablar de técnica pictórica pero no de dibujo». Me dijeron que «Bueno, solo para usar la tablet». «¡¿Pero qué tablet, si yo no tengo?!».
Recuerdo que fui porque pensé que así conocería a otros ilustradores y vería cómo usaban la tablet. Al final les solté un rollo prerrafaelita para que nos fuésemos a dibujar al campo y me acuerdo que al volver de Jaén paré en la FNAC y me compré una tablet. Me puse a dibujar y me duró la fiebre un mes. Y odio ese mes porque esos dibujos están por internet y para mí son mis peores dibujos. No hay línea sensible y el dibujo no tiene lo que yo le exijo a un dibujo formalmente. Por eso uso muy poco el ordenador.
Raquel, tu caso es el opuesto, lo tuyo es Illustrator y Photoshop. ¿Te has puesto alguna vez delante de un lienzo en blanco?
Raquel: Es que ni Photoshop ni lienzo en blanco, yo Illustrator, y gracias a que existe y puedo dibujar. Es que a mí me dices a los dieciocho o veinte años que voy a ser ilustradora y no me lo creo. «¿Perdona, es que va a salir un genio de una lámpara y me va a enseñar a dibujar?». Yo en el Soy de pueblo tachaba el guion porque no sabía dibujarlo. Salí del paso con lo poco que sé y buscando un montón de recursos y maquetaciones.
En El Cooltureta ya no me pasó tanto porque me forcé a intentar dibujar todo lo que quería escribir y además, con Carlos, cuando hicimos este libro, ya tenía la presión de alguien más. Cada vez te atreves a más y yo creo que ahora no tendría tanto miedo a dibujar cualquier cosa. Llevo muchos años dedicándome a dibujar a diario, y a día de hoy creo que ya me puedo considerar dibujante.
Paula: Ahora eres más exigente.
Raquel: Bueno, también ha sido encontrar el estilo. Al final como ya haces más rápido una cosa te atreves a pasar un rato con otra que antes pensarías que era imposible. «Venga va, como ahora me salen más rápido los personajes puedo empezar a hacer posturas», es que las posturas me costaban la vida. Pero muchos recursos como las tipografías también los saco de la publicidad, vengo de ahí. El Soy de pueblo que se ha reeditado ahora lo he vuelto a dibujar porque me daba vergüenza. Es una evolución que también hace gracia. La editora me decía: «No, déjalo igual porque es la esencia de los comienzos». «Sí, sí pero déjame retocarlo un poco». [Ríe]
Paula: ¿El dibujo de la Seguridad Social está retocado?
Raquel: No, no mucho. Las proporciones y cosas así. Cuando empecé solo dibujaba a Moderna quieta y el texto, y yo no quería hacer eso toda la vida. Si no tienes guion no te pongas a dibujar. Yo nunca he hecho una virguería estética, en todo caso he hecho algo que estéticamente me costaba mucho solo porque el guion me parecía que valía la pena. Te da las ganas de intentar hacerlo.
Algunos dibujantes de cómic se quejan de que cada vez que les hacen una entrevista se les pide que dibujen en directo o que hagan como que dibujan para la foto. Supongo que eso no se lo hacen a Pérez Reverte. ¿A vosotras qué os parece?
Paula: Yo alucino en las firmas, cuando veo a autores de cómic que dibujan en directo y tienen mucha facilidad, porque yo lo paso fatal. Bibiana Ballbè me llevó a la tele y lo hice, lo he hecho tres o cuatro veces y ya. No es tu entorno, estás nervioso, te tiembla el pulso, la línea no sale…A veces te dicen: «Es que los músicos vienen y tocan». Ya, pero es que los músicos han compuesto su canción en su casa y seguramente la tienen ya grabada o la están presentando. Yo no puedo, de la nada, crear aquí algo con la presión del tiempo, de las cámaras, de que luego sabes que ese dibujo aparecerá en todos lados…
Raquel: Pero bueno, al menos lo tuyo tiene magia. A mí me ves con un ratón haciendo clic, clic, clic. Rellenar, mover… Aunque hay algo peor que es cuando te dicen: «Haz como que lees tu libro». A ver…
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Paula, ¿cuáles son tus ilustradores de referencia?
No te puedo hablar de ilustración, no soy ilustradora, soy pintora. Mis dibujos beben de otras disciplinas artísticas y mis referentes son pictóricos, cinematográficos e incluso literarios y musicales. De hecho, consumo muy poco de ilustración y cada vez intento consumir menos.
Algo bueno en nuestro oficio es la necesidad de reinventarte y no repetir patrones que funcionan. Cuando hice el The End y luego iba a publicar el siguiente libro, la editorial quería que fuese en la misma línea porque sabía que tenía un público fiel y que había funcionado, pero soy incapaz de hacer otro The End. El The End ya ha cumplido su función y repetirlo sería estar mintiendo porque lo que yo quería hacer era otra cosa, quería homenajear a Truffaut. Y seguramente 813 es un libro que llegará a menos gente, tiene un dibujo más duro y menos preciosista, un texto más denso, pero eso es algo que ahora mismo no me preocupa.
A veces se ha dicho de ti que no eres ilustradora y la gente se lo ha tomado como una crítica, pero tú lo confirmas.
Paula: Sí, soy pintora. De hecho, hace un mes que he alquilado un taller y estoy yendo cuatro días a la semana a pintar. Lo que pasa es que en un mes pintando no he sacado ni un cuadro. ¡Ni uno! Tengo cinco cuadros a medias. Ahora mismo, explicándolo, parece un drama pero realmente es un subidón.
Separas totalmente dibujo y pintura.
Paula: Los separo porque sé que hay mucho de pintura en mis dibujos pero nada de dibujo en mis cuadros. Por eso cuando me invitan a hablar de ilustración me incomoda. Y lo explico: yo les puedo hablar de pintura, de procesos pictóricos, de retórica visual… también podría hablar de grabado. ¿Por qué no puedo hacer ambas cosas si me he formado también en dibujo aunque no haya sido en cómic?
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Raquel, dices que tu primera fuente de inspiración fue Juanjo Sáez, ¿por qué? ¿Qué otros dibujantes te gustan?
Raquel: Yo, al contrario que Paula, sigo a todo el mundo. Mis redes son todo ilustradores, viñetistas… y llega un momento en que piensas «No, ¿esta viñeta la he visto en algún sitio?». Digamos que estoy saturada pero porque me gusta y porque además empecé con referentes de cómics muy importantes pero ahora mis referentes son las chicas que estábamos en la charla. No es por ir de guay, es que realmente me gustan sus trabajos y me influyen. Me gusta el estilo de P8ladas, me gusta La Volátil, Monstruo Espagueti, Ana Belén RiveroLet’s Pacheco!, Lyona, Pedrita Parker, Ana Oncina, Quan Zhou, Maria Herreros, Clarilou, Lucía Be… A mis hermanas (Las Rayadas), que también llevan un par de años en el cómic, les digo ¿habéis visto esa viñeta de Let’s Pacheco!? o ¿has visto esa viñeta de P8ladas? En realidad nos estamos influenciando todos y eso es bueno.
Mis hermanas son cuatro años menores que yo, y creo que en su generación u otra más atrás va a haber unboom de bastante nivel porque tienen muchísimos referentes de gente cercana a la que no ven como algo inaccesible. Pueden decir: «esta chica puedo ser yo perfectamente». Tendrán referencias estéticas, muchas maneras de hacer guion, recursos… que es como se aprende. No es copiar, es aprender de cada cómic que lees. El humor tiene mil caminos.
Y en mi caso, respecto a la ilustración, creo que he encontrado un estilo muy divertido pero es lo secundario, mi objetivo principal es entretener. También me encantaría guionizar un corto y, si me diesen la oportunidad de pasar los cómics a ese formato y me preguntasen qué prefiero: «¿Qué quieres un Arròs covat o una serie rolloGirls?», en realidad casi preferiría lo segundo, una serie con actores de carne y hueso en vez de animación. Creo que la ilustración ha sido un medio pero a mí lo que me mola es que se rían, que lo que hago entretenga y hablar de temas que nos pasan a todos y utilizar a los personajes para ir mostrando cada vez a más prototipos de gente.
Paula: Yo creo que es muy bueno lo que está pasando con esta saturación de gente creando.
Raquel: Sí, cuando te dedicas a ello, por una parte te da miedo que haya gente que tenga mucho más talento y te acabe arrollando, pero luego ves que entre nosotras, entre las viñetistas, no nos quitamos el mercado sino que cuando una se enganchan a consumir chicas que hacen cómic luego se los quiere leer todos.
El público es femenino, eminentemente.
Paula: Sí, pero con 813, esto ha cambiado y estoy muy emocionada porque mi público se ha ampliado. Hablaba con Christina Rosenvinge, cuando estaba haciendo el arte para su último disco, y nos descojonábamos porque ella decía que su público son mujeres u hombres muy sensibles y a mí me pasaba lo mismo. Cuando venía un tío con el The End me decía: «Es para mi novia». Y con el 813 hay hombres, mujeres y muchas generaciones que se van dando la mano. En las colas de las firmas flipo porque me encanta ver al señor de setenta años que es un cinéfilo empedernido alucinando con el 813 o a la chica joven a la que le encanta el The End y gracias a él ha llegado a Truffaut. Aunque bueno, luego en las colas pasan cosas que…
Me acuerdo de que en Valencia hicimos una exposición brutal con todo el making off de los originales, plotters3×4, etc. y aquello fue la hostia, vino mucha gente. Había casi cuatrocientas personas, y en la cola había unas chicas jóvenes y una le decía a la otra: «¿Quién es el Truffaut ese?», y la otra le decía: «No sé pero yo creo que está muerto». Mis amigos valencianos se descojonaban. Por una parte el 813 me da el subidón de que a este público le estoy acercando un autor que seguramente, por lo que ellos están exigiéndole al cine, no será al autor que vayan a ver o con el que se encuentran y luego está eso de poder conectar con gente con la que tengo mucho en común y con la que con mi libro anterior no había conectado. Con Antón Castro, por ejemplo.
Cuando presenté el libro en Zaragoza, Antón quería presentarme el libro pero no pudo ser porque tenía un acto y entonces pidió que fuéramos a comer con los libreros. A raíz de aquella conversación me estoy leyendo todaClarice Lispector enterita. The End me ha dado unas facilidades y me ha permitido publicar 813.
Paula, en 813 da la impresión de que te fascinan los triángulos amorosos, ¿qué te atrae tanto de ellos? ¿Cuál es tu historia de amor cinéfilo favorita?
[Risas]
Paula: Yo pienso que los triángulos amorosos son algo más común de lo que intentamos ver o hacer ver y que todos nos hemos visto envueltos en triángulos amorosos más o menos obvios.
Truffaut en sus pelis lo que hacía era ser muy fiel a sí mismo y mostrar sus tormentos, sus angustias… y se vio muchas veces envuelto en situaciones así. Creo que tendría que tratarse más el tema de por qué esta sociedad nos obliga a relacionarnos solo de manera monógama y por qué se nos impone el concepto de pareja como lo entendemos.
Los triángulos de Truffaut son todos bastante dramáticos al final, eso sería una explicación.
Paula: Sí, yo no digo que tengamos que romper con la pareja como tal, no estoy diciendo eso, pero creo que nos han educado de una manera muy falsa, aunque me alivia ver que ahora parece que las cosas están cambiando .
No sé, la obra de Truffaut está llenísima de vasos comunicantes y hay temas que se repiten en todas sus películas a través de esos vasos comunicantes. El triángulo amoroso es uno de los que más se repiten y creo que es un tema muy interesante para entender al ser humano.
Raquel, en el fondo en Cooltureta también hay una historia de amor y un triángulo.
Raquel: Sí, pero más que un triángulo habla del hecho de tener una relación real y otra idílica. Habla del amor platónico y de la idealización de otra persona, de la imagen que damos de cara a la galería, que también es un rasgo que está muy integrado en el postureo. Al final, la gente lo hace todo un poco por su propio ego y por gustar a alguien. Tenemos un personaje que es real, al que le gusta el cine de verdad, una tía con la que puede estar muy a gusto y otra que pretende ser un personaje de película, que se pone cuatro libros en la estantería y que pretende enamorarte en cada mirada y en cada gesto: «¡Buah, es que es perfecta!». Y yo creo que eso ahora es más fácil que nunca. Puedo salir con el libro de Paula diciendo: «¡Truffaut, cómo le adoro!», y no haberle leído el libro a ella ni haberme visto ninguna de Truffaut y que todo el mundo piense: «¡Dios mío, Moderna qué guay es!».
Paula: A mí me encanta el dibujo de Vivir su vida que va con una inscripción de «Espero que si cuelgas esta imagen hayas visto la película».
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Raquel, ¿eres tan frívola como aparentas y lo que más te gusta de À bout de souffle es el corte de pelo de Jean Seberg?
Raquel: Moderna es un personaje que parodia nuestra parte más frívola, y me sirve para hacer un poco de autocrítica. Pero hombre, está claro que lo mejor de la peli es el corte de Seberg. [Ríe]. Un análisis muy técnico no te voy a hacer, yo me quedo con el mensaje. Pero esa película me encanta. Me gusta cómo plasma una situación íntima de una pareja en una habitación. Es obvio que en una situación de verdad va a ser todo bastante más soso y que yo en mi casa no me voy a poner delante de un espejo a hacer caras superoriginales. Pero en el cine me encanta esa capacidad de generar imágenes icónicas.
Otra cosa que me gusta mucho es que el personaje femenino es bastante independiente y fuerte, que es una forma de ser a la que a veces quieres aspirar pero se queda en una copia barata. Y otra cosa maravillosa es que, en lugar de ser un final típico, te da una lección bastante heavy. No sé, te corta de una manera tremenda la imagen de chica un poco tonta que siempre acaba mal y llorando por el hombre, y además no siente ninguna pena por él. Hace falta la fuerza que da esa peli.
A muerte. ¿Truffaut o Godard?
Paula: Pero es que Al final de la escapada es un guion de Truffaut.
Paula, has dicho en alguna ocasión que pasas más horas en librerías que en salas de arte. ¿Cómo influyen la literatura y el cine en tu trabajo?
Paula: El cine y la literatura, sobre todo la literatura, son indispensables en mi trabajo. La literatura para mí es necesaria, me inspira muchísimo y me ayuda a entenderme igual que me han ayudado las películas de Truffaut.
En los últimos dos años, mientras hice y se publicó el The End he tenido muy poco tiempo para leer por todo lo que significó este libro. Yo no me esperaba que tuviera esta acogida. Me había organizado mi calendario en plan, sale el The End, tengo dos semanas de promo y me pongo con el 813 porque sale un año después. Pero esas dos semanas se convirtieron en medio año de promoción en el que tenía también que entregar trabajos y además hacer el 813. De hecho, el otro día estaba hablando con Javier Ortega de Lunwerg y me contaba lo que les había costado publicar el The End porque en Planeta no lo tenían claro, y él estaba muy contento con el resultado porque había sido una apuesta personal. Este éxito a mí también me sorprendió totalmente.
Los dos últimos años para mí han sido un poco eso, de no tener vida social, de estar muy metida en mí y en mis proyectos y estar muy poco pendiente de lo que sucedía alrededor y sobre todo de leer nada o muy poco, de leer quizás cuatro libros al año. Y cuando he parido 813 me he sentido muy vacía. Desde que ha salido a la venta este libro mi pareja está de mí hasta aquí porque en el comedor solo hay libros. Ahora estoy leyendo a Clarice Lispector, a Simone de Beauvoir y a Sylvia Plath al mismo tiempo. Soy muy obsesiva, y a veces es bueno pero muchas veces es bastante negativo porque solo existe aquello en aquel momento y yo lo succiono y busco todos los referentes, pero dejo de lado otras novelas o películas que también son importantes y también debería estar consumiendo.
¿De cómic lees algo Paula?
Paula: No, solo a Moderna de Pueblo y Daniel Clowes.
De hecho, el otro día estábamos en la previa del salón del cómic en la FNAC y estábamos firmando tropecientosmil autores, yo fui con Agustina Guerrero y con Lyona, y me sentía un poco descontextualizada. Vi a Gallardo de lejos, a mí me gusta mucho Gallardo, y me acerqué para hablarle, pero me dije: «Qué voy a decirle nada a Gallardo», y me fui. Luego estaba yo allí sentada comiéndome los mocos con el 813 delante y viene Gallardo directo y me dice: «¡Hombre Paula, por fin te conozco!». Yo le contesté que estaba allí un pocopuesta con pinzas y me encantó su respuesta: «A ver… ¿Hay dibujos? Sí. ¿Hay texto? Sí. ¿Hay una historia contada con dibujos y texto? Sí. ¡Joder con tanto superhéroe!», y me deja el libro y se pira. [Risas]
¿Y tus referencias Raquel?
Raquel: La verdad es que aparte de inspirarme estéticamente en otros muchos cómics y en páginas comoFfffound o ¡Booooooom!, las historias las tomo de la gente que conozco. A veces me ha pasado que de estar encerrada con tanto trabajo, que eso es bueno, me he quedado sin hablar con amigos y luego estoy en plan: «¡Por favor, tómate una caña, cuéntame algo!». El otro día, por fin, tuve una reunión de amigos, de esas en la que por fin estáis todos juntos y te pasas charlando hasta las tres de la mañana, y dije: «¡Dios mío, tengo el guion del próximo cómic solo de lo que ha salido aquí en una noche!». Muchas veces pienso: «Raquel, por favor, desconecta y estate un rato escuchando a tus amigos», pero así como la obsesión de Paula es retratar a gente a la que lee, la mía es retratar a la gente que conozco.
Obviamente no basas los personajes al 100%, pero ya te ha dado un arranque con sus ideas y te dices: «¡Tú sales, tú tienes que salir!». También pasa que hay gente que te pregunta si son ellos, o gente que se reconoce, pero normalmente los mezclo o, cuando sí que es evidente, le cambio totalmente la estética para que no sospeche que estás hablando de esa persona. Pero no solo lo hago con amigos míos, sino con gente que conozco en eventos de modernos o coolturetas, como ahora que he estado en el GRAF. Este año, pensamos ir al festival de Sitges y en parte es para disfrutarlo y en parte para sacar ideas para futuros personajes.
Cuando hice el libro con Carlos de los Coolturetas  yo le decía: «Dios mío, Carlos, tenemos que ser realistas», porque cuando ya no es realista no hace tanta gracia. Estuvimos tan encerrados que el primer día que tuvimos libro y bajamos a tomar una caña, dimos con unos culturetas que eran diez veces más exagerados que los que habíamos retratado, y cuando los vi pensé: «No puede ser».
Yo aprendí mucho de los gustos de los modernos por tu libro: grupos de música que siguen, dibujantes, moda…
Raquel: Me fijo en las cosas que veo que se ponen de moda, como Los Tenenbaums, que ¡no paran con Margot en Instagram, Pinterest, Tumblr…!
Por otro lado también está mezclado con los gustos personales, pero más que porque nos haya encantado, lo incluimos porque sabemos que le ha gustado a mucha más gente, que es generacional. Lo que nos gusta es que la gente que los haya leído se sienta reconocida. Los libros que están en las estanterías y en los pósteres de las casas no entorpecen el argumento, solo contextualizan las modas.
Ahora quiero que os mojéis: ¿Os gusta Ocho apellidos vascos?
Raquel: Yo soy muy benevolente con cualquier cosa hecha para bien y currada. Pienso que hacer una peli así es muy difícil y está bien hecha, pero no la volvería a ver.
Paula: Yo estoy pensando ahora mismo en mi padre, porque es una peli que no habría visto si él no me hubiese hecho chantaje emocional [ríe]. La vi con él porque hacía tiempo que no hacíamos nada juntos y la verdad es que me reí.
Raquel: Yo tengo una viñeta sobre Ocho apellidos vascos. Fui con Carlos a verla, arrastrándolo, y se rió, menos que yo pero lo hizo. Él salió diciendo que era malísima y con ganas de ir a tomarnos algo para criticarla. Yo ya le dije: «tú disfrutas de poner verde lo que consumes de cultura», lo cual es un rasgo bastante cooltureta. Y luego quedamos con unos amigos que nos decían: «¡Pero cómo podéis pisar el cine para ver eso!». Ese es el next level, primero está el que lo ve pero lo critica a muerte y luego el que dice que ir a verlo es un sacrilegio.
Paula: Yo me alegro de haberla visto, no me avergüenzo.
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¿Y Mulholland Drive de Lynch?
Raquel: Yo es que de Lynch no he entendido nada.
Paula: A mí Mulholland Drive no me gustó.
Raquel: A mí me gusta Twin Peaks que es algo que entiende la gente.
¿Y puede ser compatible que te guste Twin Peaks y Ocho apellidos vascos?
Raquel: Claro, y cosas peores como MasterChefTop Chef o algo así.
Vuestro trabajo es apasionante y para disfrutarlo hay que conocer multitud de referencias culturales, ¿os consideráis coolturetas?
Paula: Yo no me considero cooltureta, a mí me gusta consumir la cultura que me aporta conocimiento, bienestar, felicidad, subidones emocionales, que me explica cosas, que me ayuda a entenderme y que me da placer. Pero no sé: ¿tú te consideras cooltureta, Raquel?
Raquel: Yo creo que la palabra cooltureta está mal entendida y negativizada. Por ejemplo, al personaje deCooltureta se le entiende como alguien que posturea ser culto. Cuando realmente es un personaje que ama la cultura, que le encanta, pero en el que también se mezclan cosas de ser humano y tiene que fingir de repente entender algo que no ha entendido o tiene que gustarte algo por la presión social. Es una mezcla.
Paula: Claro, está asociado al contexto actual y a las modas, por eso yo no me considero cooltureta, porque de actualidad consumo muy poca.
Raquel: Yo no he sido tan cooltureta porque mi familia no lo era tanto y eso te lo tienen que enseñar pero es algo en lo que cada vez he intentado ir más.  Veo muchísimo cine y estoy muy al tanto de todo lo que hace mi generación, tanto de cómic, música, cine, humor…
Paula: Bueno, cuanto más lees y cuanto más arte consumes, más minúsculo te sientes respecto a lo que sabes.
Paula, en Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End muchos capítulos llevan al principio citas de canciones y libros: Françoise Sagan, Kundera, ¡¡¡¿Perec?!!! ¿Eres oulipiana?
Paula: Bellas Artes, últimos cursos de la carrera, asignatura de retrato… ¡me flipó! Tenía un profesor que estaba alucinado con Perec. De hecho, en el libro hay una historia de un señor que va poniendo pétalos a las pecas de las mujeres en las exposiciones y este era mi profesor, el fan de Perec, que hacía este tipo de cosas. Es una forma de ligar como cualquier otra, ir con un tampón en forma de pétalo.
¿Te las puso a ti?
No, no, a mí no me tocó. Pero es un personaje que siempre me inquietó y que me gustó rescatar para el The End.Es un libro muy autobiográfico, muy de verdad.
Mira, cuando terminé el libro, anote dónde se había estado escribiendo. Que fue en Lisboa una parte, en Barcelona otra, en Valencia… y luego hice un viaje a Islandia y en algunos pueblecitos en los que parábamos escribía un poco. Hubo uno del que me enamoré, Seyðisfjörður, en el que escribí una historia así que lo incluí pero luego pensé que esto la gente lo leería y pensaría que vaya postureo y entonces lo borré y puse Reikiavik. Cuando se lo pasé a mis amigos para que lo leyeran, mi pareja me dijo: «Hostia Paula, es un libro superhonesto y muy transparente y la última palabra del libro es una mentira». Entonces pensé que tenía razón y me dio igual lo que pensase la gente. Todas las referencias que hay en el libro y todo de lo que se habla, como Perec, Kundera o Ron Sexsmith, aparecen porque eran los libros o los discos que estaba escuchando cuando sucedieron las historias que narro.
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Hablemos de series, ¿cuáles seguís?, ¿en VOS, supongo?
Raquel: Bueno, viene al pelo. House of cards, que voy tarde como siempre, pero estoy ahí viendo a Esperanza Aguirre interpretada por un hombre y estoy encantada.
Paula: Pues yo llegué a las series muy tarde y además era una hater. En todas las reuniones todo el mundo hablaba de series como The Wire y yo me indignaba mucho. Y ya hace tres años que me tengo que comer todas mis palabras porque he flipado con unas cuantas. Ahora mismo no estoy viendo ninguna porque estoy leyendo mucho pero, por ejemplo, Utopía y Fargo me alucinaron. Aunque yo empecé muy suave, con Dexter, y a partir de ahí me fui acercando a otras series.
Raquel: Yo Fargo la vi porque Paula me mandó la bolsa a casa y no podía ir con ella por la calle sin haber visto la serie. Me encantó.
Paula: Bueno, los prejuicios… Cuando yo me enteré de que había una serie sobre Fargo: ¡Quién se atreve a hacer una serie sobre Fargo porque es imposible superar a la película! Y luego ves la serie y dices vale, me voy a tener que volver a comer mis palabras.
Eres un poco hater.
Paula: [Ríe] No, y cada vez menos. Hay cosas que me gustan y consumo y cosas que no. Pero no me gusta hacer daño a lo que me disgusta, porque, ¿quién soy yo? Solo es mi criterio.
Estás criticando a Raquel, ¿no?
[Risas]
Paula: No, ella no hace daño. Es moderada con la crítica.
Raquel: Es autocrítica sobre todo y análisis.
Paula: Pues bueno, la serie está al nivel de la película o la supera. Espectacular.
Raquel: Y en cuanto a humor Louie, de Louis C.K. un monologuista que la escribe y la interpreta.
Ambas sois catalano/valenciá parlantes, ¿escucháis música en catalá/valenciá?
Paula: Sí, MishimaMazoniInspiraPau VallvéMaría ComaMaría Rodés
Raquel: Es que es lo mismo, tenemos el mismo gusto.
¿Y qué os parece que el pop catalán no desembarque en España?
Raquel: Es que las letras son muy importantes, al menos para la música que yo escucho. Obviamente, musicalmente me encantan, pero es que las letras son lo que más me transmite, entonces si no lo entiendes…
Paula: Yo no estoy de acuerdo con lo de las letras.
Raquel: Es que creo que hay dos tipos de personas, unas que se fijan en la música sobre todo y otras en las letras. Mira, Antònia Font por ejemplo sí que ha tenido mucho éxito y Manel que aquí acabó un poco aborrecido allí en Madrid era muy indie.
Paula: A mí por una parte me sorprende pero por otra me parece normal. Yo he flipado mucho de vivir en Valencia a vivir en Cataluña por cómo aquí se valora lo que se hace desde Cataluña y cómo se cuida al creador, cómo se consume su arte. Que igual me estoy equivocando y es mi visión porque he tenido la suerte de caer en un círculo maravilloso. Pero yo veo a mis amigos actores y mis amigos músicos y todos están llevando a cabo su proyecto y con cierto éxito.
¿Dónde se mueve más la cultura en cuanto a dinero, en Madrid o en Barcelona?
Paula: Yo no puedo hablar de Madrid y además acabo de aterrizar aquí en Barcelona, porque hasta hace tres años vivía en Valencia.
Por ejemplo, ¿tus libros dónde se venden más?
Paula: Yo creo que vendo más en Barcelona y en Valencia, aunque en Madrid también. No sabría decirte, podemos preguntarlo. Pero cuando presenté el The End en Madrid, que no había pisado la ciudad desde que fui con la universidad al Prado, aluciné porque acabé de firmar a las once y media de la noche. A mí me sorprendió llegar a Madrid y que la gente me conociera e hiciese una cola de tres horas, y cada vez que voy allí tengo público.
Raquel: Eso creo que también depende de dónde hayas estado promocionándote porque el círculo se extiende por tus contactos.
Paula, Raquel, ¿hay que huir de las etiquetas de género?
Raquel: Sí, pero yo entiendo que a veces es inevitable hablar del tema y te puede cansar pero no hasta el punto de que te moleste.
Paula: A mí a veces me molesta bastante y sobre todo cuando te escriben para hacer entrevistas sobre ilustradoras y te preguntan sobre la «sensibilidad femenina». Lo primero es que las mujeres no solo estamos haciendo ilustración, no acabo de entender esa fijación: hay directoras de cine, hay actrices, hay poetas, hay muchas mujeres trabajando en muchos campos y consiguiendo destacar por su trabajo. Y segundo, ¿por qué tenemos que reducirlo todo al género? Ahora mismo estoy muy obsesionada con la obra de Simone de Beauvoir, intentando asimilar y poner bien en las estanterías todo lo que siento y cómo pienso y llegando a decisiones y conclusiones. Lo único que puedo decir es que hay veces que me indignan mucho esas agrupaciones gratuitas y hay veces que no.
Raquel: Claro, y la charla del GRAF la he organizado yo y es que me apetecía conocerlas y tener una charla entre nosotras. Coincide que el boom de la ilustración está liderado por chicas. Yo sigo a algunos ilustradores, pero no ha habido el mismo boom con ellos aunque lo puede haber.
Paula: Sentimos la necesidad de explicarnos, porque al final siempre hemos sido explicadas desde una voz masculina en la que nosotras pintábamos poco.
Raquel: Es exactamente ese motivo.
Paula: Y ahora mismo tenemos voz.
Raquel: Y nos gusta leernos y escucharnos porque nos sentimos identificadas, no por primera vez, pero sí que en cada una de las ilustradoras que sigo descubro una parte o un prototipo de mujer diferente al que siempre se me ha enseñado y con el que se me ha bombardeado. Si lees revistas de chicas y guiones de series en la tele, que siempre están escritos por hombres, al final los estereotipos que llevan son muy parecidos y de repente yo leo aAna Belén Rivero y su Coño y me veo ahí reflejada o a mi amiga. Eso es mucho más realista que ninguna de las mujeres que he visto aparecer en años en otros medios.
Paula: Amaia Arrazola también.
Raquel: ¡Claro! Ya no es solo la ilustración sino los mensajes y las cosas de las que hablan. Por un lado las cotidianas que te harán gracia y te verás reflejada, y por otro las que van más allá y que te están mostrando mil temas. Ser tía ahora mismo es así, entonces está bien que alguien lo cuente y te dé otra imagen de lo que antes se entendía por ser chica.
¿Y hay humor para hombres y humor para mujeres?
Raquel: No, y eso es lo que me da rabia, porque yo no le digo a Buenafuente que hace humor de hombres, por ejemplo. Además nosotros somos un equipo de tío y tía pero como el personaje protagonista es femenino ya se creen que es humor para mujeres y esa es la etiqueta que más te molesta.
Paula: Yo recuerdo en Bellas Artes que el primer cuadro que entregué, el primero del que era realmente autora y no era un trabajo de clase, era el cuadro final de primero de carrera y el profesor me puso una notaza y me dijo: «Pintas como un hombre», porque pintaba con planos y con fuerza… ¡Me indigné tanto!
Raquel: A mí el otro día un chico me puso en Twitter: «Moderna que sepas que te he comprado un libro tuyo y no es para mi novia», y puso varios mensajes así. Parecerá una tontería pero el estigma ese existe. Parece que el interés que nosotras tenemos por la cultura en general, que obviamente estamos acostumbradas a que la generen hombres, y por lo tanto no tenemos ningún problema en verla sin filtros, no es igual en ellos, Cuando hay una mujer detrás lo ven con ese «uy».
Paula: Nosotras esto lo sufrimos de alguna manera, aunque digamos que no nos importa. ¿Por qué he hecho813? Por muchas razones, pero uno de los motivos, y de los que más placer me ha dado y más me ha gustado, es que se ampliara el público, el hecho de que se acerquen hombres me parece muy interesante. Que ya se me desvincule de la etiqueta de feminidad y fragilidad. Me incomoda conocer a gente y que al decir «coño», «joder» o «polla» digan «¡Ay, lo que ha dicho Paula Bonet!». ¿Perdona?
Yo creo que las mujeres tenemos mucho, mucho trabajo todavía por hacer.
Raquel: La ventaja que estamos teniendo las ilustradoras es que nos apoyan las tías y a vosotros os falta ese apoyo y ese interés por parte de los tíos. Yo estoy muy contenta de tener una parte de público masculino, y por favor que crezca, pero nosotras hacemos cola, queremos conocer a las autoras, yo las apoyo con un orgullo y hacemos piña. Como en un concierto: ¿quién es más entregado? Pues aquí pasa lo mismo. Y en nuestro caso, al hacer un contenido con el que han empatizado tanto nos han apoyado y han sido las seguidoras las que han hecho que se hable tanto de ello, de recomendación en recomendación.
Paula: Sí, es absolutamente cierto.
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¿Tenéis agentes? ¿Y hasta qué punto os orientan hacia donde os tenéis que encaminar?
Raquel: Yo para mi trabajo personal —en la editorial, en la web y en las redes— no, pero en publicidad sí que se lo hemos pasado a dos personas porque para negociar tarifas o explicar las condiciones o sabes del tema y te dedicas a ello o te comen. Pero no se meten en mi trabajo.
Paula: Yo tengo una ayudante. Hace tres años no podía con todo y hablando con una amiga que ha trabajado en galerías de arte y tiene una productora audiovisual me comentó que me podía ayudar, en plan contestar emailsy cuatro cosas. Ha llegado un punto en el que casi todo lo que no sea dibujar lo hace ella. Trabajar con ella es muy enriquecedor, porque me puede decir «esto yo no lo veo claro» cuando me ve perdida, me ayuda mucho. Yo confío muchísimo en su criterio, muchísimo.
Paula: Ahora estoy pagando un taller y estoy pintando al óleo y económicamente eso no me conviene nada porque tengo muchos más gastos, estoy haciendo una obra que no creo que a nadie le interese… con esto quiero decir que creo que es lo más lógico que sea yo quien tome las decisiones.
Raquel: Ni siquiera la editorial te limita ahora mismo, y aunque se empeñen en «he tenido una idea», no existe una relación de imposición porque confían.
Paula: A mí esto me sorprendió con La Galera, porque ellos primero querían algo muy parecido al The End y después, cuando les hablé de Truffaut, pensaban en una especie de cuaderno de viaje, mucho más visual, mucho más accesible, más ligero y fácil. El día de la entrega, que se retrasó cuatro veces, llegué con este texto pensando «igual me lo tiran a la cabeza» y en ningún momento La Galera puso ninguna pega y están supercontentos. Es que yo no puedo publicar algo en lo que no creo, porque imagínate que publico otro The Endy tengo que defenderlo, e imagínate que además no gusta. Tendría que comerme una promoción de seis meses defendiendo algo que ni gusta ni yo me creo. Sé que con Lunwerg he funcionado bien y ahora mismo tengo la suerte de decidir con quién publicar.
Raquel: Hombre, yo por ejemplo, explicarle a la editorial que no voy a publicar un libro de Moderna es un drama. Obviamente que es mucho más fácil y va a funcionar un poco mejor algo que ya has conocido, pero me pasa como a Paula, ya había contado una parte de la historia y ahora me apetecía hacer otra cosa que creo que me va a enriquecer de cara al futuro y hacia el próximo libro de Moderna. Gracias a Cooltureta he aprendido a trabajar con otros personajes y con esto te vas enriqueciendo y consigues una mezcla que te dará mejor resultado en un futuro.
Paula: Yo creo que el resultado inmediato es más positivo económicamente si repites la fórmula pero que a la larga es un error. Porque si estamos intentando huir de etiquetas y encasillamientos…
Raquel: Yo no lo hago tanto pensando a la larga sino pensando en lo que tengo ganas de contar y el material del que dispongo. Si acabo de sacar Los capullos no regalan flores y no tengo un tema claro ni material para hablar con Moderna, pues mejor contar algo sin tener que forzarte a ti mismo porque te lo piden.
Paula: Además será lo que mejor explicarás y en lo que más te vas a volcar.
Raquel: De todos modos hay ilustradores a los que fuerzan a hacer libros por encargo, incluso dos libros, a cambio de que el siguiente que publiquen sea el libro que realmente quieren hacer. Yo por eso no he pasado, es una suerte. Además pienso que la gente que te está comprando esos libros que has hecho por encargo no tienen ni idea de que en realidad eso no eres tú.
El boom que habéis tenido es rara avis, lo habitual es precisamente realizar obras por encargo hasta que empiezan a hacerte caso. Cosa que deberían haber hecho desde el principio.
Paula: Bueno, yo llevo quince años picando mucha piedra y cuando pintaba lo consideraba un éxito. Mis compañeros de la carrera lo habían dejado y para mí el pagarme, con mucho sudor, un estudio y el poder seguir pintando aunque vendiera un cuadro al mes o cada dos meses ya lo consideraba un triunfo. Creo que muchos ilustradores quieren ser Raquel y no se puede apuntar tan alto sin la paciencia del trabajo necesario. Tienes que valorar tu trabajo, tu contexto y disfrutar de los pequeños pasos y considerarlos un éxito.
Imitadores os han salido a ambas, eso lo sabéis.
Paula: Yo creo que eso tiene algo de positivo y parte de negativo. Una compañera ilustradora decía con mucha razón que cuando alguien imita tu estilo comete un error porque tú has ido dibujando y has ido decidiendo: esto sí, esto no, esto vale… y cuando llegas hasta aquí hay un montón de experiencia y de toma de decisiones. Pero esa persona que te imita todo el proceso se lo ha comido y hay cosas que no puede entender si no las ha experimentado por sí misma. Por eso el sucedáneo se ve a la legua. El problema es que mucho público no es tan culto visualmente como para diferenciarlo. Otra cosa distinta es copiar cuando estás en un proceso de aprendizaje, que todos lo hemos hecho y es inevitable.
Raquel: Yo creo que se copia buscando tu estilo, y al final, como no les va a salir igual, encuentran el suyo propio.
Paula: Hay gente que es consciente de que está buscando un estilo y hay gente cuyo objetivo es dibujar igual que tú.
O les encargan un libro imitándote, como hablábamos antes.
Paula: Cuando todavía no estaba Mireia, a mí se me iban acumulando los emails y era un desastre. Contesté a uno de ellos tarde, por si acaso aún seguía la oferta en pie y para ver de qué iba, y ellos me contestaron: «No, es que como has tardado tanto en contestar ya hemos buscado a otro ilustrador que ha copiado tu estilo». ¡Y yo recibo eso! Suerte que no me interesaba.
Paula, dices que no a las propuestas que te vinculan con marcas…
Paula: Porque a mí me cuesta mucho hacer publicidad, pero seguramente haré algún día si es algo que me interese. Básicamente no lo hago porque veo que hay muchas marcas que no son nada coherentes con lo que nos están vendiendo, esto es obvio. Hubo una entrevista en la que se descontextualizó lo que dije y sacaron un titular del tipo: «Nunca haré tazas con mis dibujos», pero es que yo no estaba hablando de eso. Estaba hablando de una empresa que me había propuesto hacer tazas a saco y ponerlas por todos los sitios, y yo veo que mi trabajo no es de ese tipo. Claro que haré tazas, pero de la misma manera que cuando hago camisetas, con una gente que sabe de dónde viene el algodón, que sabe quién lo teje, que sabe dónde se estampa y que ofrecen un producto coherente que no daña a ninguna persona ni al medio ambiente. Con esto quiero decir que no me gusta multiplicar e imponer mi trabajo al público y al consumidor, quiero que la gente se acerque a mi trabajo libremente.
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Raquel, en tu caso no tienes problemas en hacer una campaña con la FNAC o que tus dibujos ilustren botellas de Ron Barceló, ¿dónde tienes los límites?
Raquel: Yo vengo de la publi, he trabajado de copy publicitaria y era mi sueño. Partiendo de que mi meta en la vida no era ser dibujante de cómic sino publicista, para mí es un lujo currar con marcas que me han ignorado años y sin un jefe que desprecia totalmente mis ideas. Es que a mí la publicidad me encanta, yo veo una campaña publicitaria y me emociono. Vale que nos venden la moto pero a mí me convencieron cuando tenía ocho años y mi pasión era la publicidad. ¿Hasta qué punto? Pues también hasta el punto de que me aporte algo el trabajo que estoy realizando. Ahora he hecho una campaña sobre Eurovisión para Absolut que ha consistido en crear una ilustración por país y me he tenido que documentar a saco y he aprendido bastante. Me pasé por sus oficinas y me dieron una botella diseñada por Andy Warhol en su momento.
Además gracias a la publi y a las marcas que han confiado en Moderna he sobrevivido y he podido dejar mi curro. Entonces es una relación que yo sé que siempre va a estar ahí. ¿Alguna vez ha salido mal? Sí, y he aprendido y me digo: «Esto ya no voy a hacerlo porque quema un poco la imagen». Y alguna vez ha salido superbien y te ha ayudado a dar una sensación de «¡Qué bien le va, vamos a confiar más en ella!», y que te llame más gente…
Pues es lo mismo que cuando Paula mezcla imagen personal y profesional, con Moderna pasa lo mismo. Yo hablo de tendencias, de modas y dibujo cosas y productos por los que no me pagan. ¿A mí me paga algo Mac o Jägermeister? Pero en todos mis libros hay un montón de marcas porque son propias de nuestra generación un «poco» consumista. Lo que pasa es que a veces pactas unas condiciones y se olvidan y te fuerzan a hacer algo que no quieres. Yo tengo claro que no voy a poner nada del tipo: «¡Cómpralo, es perfecto!». Yo voy a ofrecer un contenido que sea igual de interesante y que mole y gracias al dinero que saque voy a poder hacer un proyecto para el que de otra manera no podría tener financiación.
A mí me gustaría poder hacer una serie animada, por ejemplo. ¿Y qué hago?, ¿un crowdfunding o busco una marca que apueste por la serie? Vale, encontramos marca pero «es que el capítulo tiene que ir sobre el reloj y el reloj se sumerge en agua y todo el capítulo tiene que pasar debajo del agua». A ver… ¡no! Yo estoy buscando una marca que confíe en mí. Al público si le das algo intrusivo le va a molestar.
El otro día leía en una revista: «Lectores que se enfadan porque tenemos contenido patrocinado. ¿De qué queréis que vivamos las personas de esta redacción?».
A nosotros también nos ha pasado.
Raquel: Es una manera de subsistencia, yo todo lo que hago de publi me sirve para invertir en mi proyecto y que no decaiga. Y las publicaciones en medios, aunque no me quejo de lo que me pagan, no me dan para tener un sueldo y mucho menos dos, y además llevan mucho trabajo. La publi te sirve para tener un sueldo y poder invertir. Si a nosotros nos sale una campaña publicitaria ya podemos hacer esa otra idea que nadie hubiera financiado.
Ambas tenéis tienda online propia con vuestro dominio, ¿se gana dinero?, ¿merece la pena?
Paula: Sí.
Raquel: Bueno, es muy variable porque si te supera el trabajo y dejas abandonada esa parte y no la anuncias, olvídate. También hace falta invertir en tiempo y dinero, pero es un proyecto diferente y fresco: aplicar la creatividad a crear objetos con gags, con una utilidad, crear una marca con su personalidad… A mí me resulta bastante emocionante y es un proyecto que me obliga a renovarme.
Paula: Además lo controlas todo tú, absolutamente todo.
Yo vendo láminas y bolsos y hago producciones puntuales de camisetas con empresas que me interesan. Ahora he hecho unas con It’s Written, que si no les conocéis buscadles porque son brutales. Molan mucho, hacen una especie de merchandising literario antipostureo. No te estamparán a Virginia Woolf en una camiseta de una forma evidente, sino que, por ejemplo, ahora han hecho una de American Psycho, en la que no pone American Psycho por ningún sitio. Pero en la parte de atrás aparece toda la rutina doméstica de antes de salir de casa del personaje principal. Entonces, alguien que ve eso y sabe que es American Psycho la lleva porque le gusta de verdad. Me gusta mucho su trabajo.
Ahora he hecho una colaboración con ellos que va vinculada al libro de Truffaut. Es una camiseta inspirada en sus lecturas y hemos escogido a Balzac. También hice una con Costalamel que se podía comprar durante quince días y ahora otra con unos chicos que se llaman The Artee Project. Pero son trabajos de ese tipo, camisetas que solo se venden durante un periodo muy breve y cuya producción controlamos desde el primer momento.
Raquel: Yo por ejemplo no he vendido la cara de Moderna para estampar en cualquier sitio. Para mí hacer la línea de merchandising ha sido un curro bastante guay, como puede ser una campaña de publicidad o un libro en el que tienes que adaptar tus ideas y tu humor a un producto. Incluso me ha enseñado.
Pero parece que existe una mala percepción sobre la publicidad y el merchandising, de que te rebaja un poco como artista. Para mí son proyectos complementarios que te imponen otras restricciones, que te permiten trabajar en algo diferente, y te ayudan a crecer y a poder vivir de esto, ya que con una sola cosa lo tendría difícil.
¿A qué grupo o solista  os gustaría ilustrar? ¿Y autor de libro?
Paula: Pues tengo unos cuantos… pero me gustaría haber ilustrado el último libro de Miranda July, o el próximo que haga. Confío en ella plenamente [Ríe].
Siempre que me encargan algo necesito saber exactamente dónde y cómo aparecerá mi trabajo, si es una portada de un libro, por ejemplo, tengo que leerlo. Necesito controlar mucho lo que sale del taller y cada vez soy más exigente. Yo antes lo hacía con una ligereza… un dibujo y pum, publicar. Ahora es distinto.
Raquel: Yo la portada de Jot Down. [Ríe].
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Fotografía: Jorge Quiñoa
Documentación: Loreto Igrexas

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