Laura Freixas, escritora y promotora de la literatura escrita por mujeres, reflexiona en su último trabajo 'El silencio de las madres' sobre la invisiblidad de la maternidad en la cultura y sobre los efectos de la desigualdad entre mujeres y hombres en este campo.
"Cuando se habla de la maternidad es un ministro hombre tomando una decisión sobre las pensiones, o es la Conferencia Episcopal, compuesta al 100% por caballeros, diciéndonos a las mujeres lo que es la maternidad", sostiene.
Laura Freixas (Barcelona 1958), escritora, editora, crítica literaria y traductora, es, además, una de las defensoras más activas de la literatura escrita por mujeres y de la igualdad en el ámbito de la cultura. Desde que se publicó su primera colección de relatos 'El asesino de la muñeca', en 1998, Freixas se ha adentrado también en la novela, el ensayo y ha publicado una autobiografía.
A esta actividad hay que unir su intensa lucha por visibilizar el papel de las mujeres en este campo como directora de 'Clásicas y Modernas', la asociación para la igualdad de género en las artes, y como autora de artículos en diferentes medios de comunicación. Precisamente su último trabajo, 'El silencio de las madres’, recoge 32 textos en los que reflexiona por un lado sobre la desigualdad de las mujeres en este campo, pero también sobre la invisibilidad del concepto de maternidad en la cultura.
‘El silencio de las madres’ es un título que esconde muchos matices, ¿qué quiere decir con él?
Lo que quiero decir es que en la cultura, pero también en la política, está ausente la voz de las mujeres en general, pero en particular la voz de las mujeres en tanto que son madres. Es decir la experiencia de la maternidad, del deseo de maternidad o de su rechazo, es algo que no está en la cultura. Se ve de plano si lo comparamos con el tema de la guerra, y en general las luchas de poder entre hombres, que es un tema omnipresente en la cultura, desde el protagonismo del fútbol, hasta el cine de guerra. En cambio, basta echar un vistazo a la cultura, a la prensa, a los medios, y ver que no se habla de la otra experiencia básica de la humanidad que es la maternidad. Y concretamente quien menos habla de ello son las interesadas. Cuando se habla de la maternidad es un ministro hombre tomando una decisión sobre las pensiones, o es la Conferencia Episcopal, compuesta al 100% por caballeros, diciéndonos a las mujeres lo que es la maternidad.
En este sentido, se refiere en el libro a la "maternidad escondida", o a las madres como "recipiente", ¿qué tenemos qué entender por ello?
La maternidad se idealiza, la cultura idealiza la maternidad, pero al mismo tiempo no la valora. Eso se ve en el hecho de que solo se habla de la maternidad en la subcultura, en los libros de autoayuda, pero no en las grandes novelas. Se habla en las revistas populares, del corazón o las femeninas, pero no en las intelectuales. Y además veo una representación iconográfica de la maternidad muy llamativa, que es la mujer embarazada, pero sin cabeza. Desde que me di cuenta, lo veo como una constante en todas partes, en los reportajes sobre madres, en la publicidad… Se representa a las madres cortándoles la cabeza y los pies, de manera que solo se representa el vientre y eso corrobora las madres como subordinadas a sus hijas e hijos, y como personas que realmente no existen como individuos, sino que son una función. También se ve en el hecho de que no se presentan distintos modelos de maternidad, si no que la visión que se da en la cultura de la maternidad es muy estándar. Se presenta la maternidad como algo maravilloso e ideal y a las mujeres como felices de sacrificarse por sus hijos. Se perpetúa el mensaje de la maternidad como algo impersonal, como si las madres no fuéramos seres humanos con nuestras dudas, nuestras incertidumbres y nuestras reflexiones. Por eso digo en el libro que en nuestra cultura falta una voz, la de las madres pensantes.
El libro también recoge artículos en los que reflexiona sobre la invisibilidad de las mujeres en la cultura. Para su elaboración ha tenido que releer trabajos de los últimos años ¿ha notado alguna evolución en este sentido?
Desgraciadamente no hay un avance, a veces lo parece, pero luego hay retrocesos. No hay un avance sostenido. Por ejemplo, yo he estudiado la proporción de premios literarios ganados por mujeres por décadas y resulta que la década de 1950 había muchas más mujeres que ganaron premios literarios que en la de 1970. Yo creo que el único avance que ha habido estos últimos años ha sido la aparición de la conciencia de este tipo de cosas y de una serie de asociaciones -básicamente de mujeres con la participación de algunos hombres- por la igualdad en distintos campos de la cultura: la asociación de mujeres investigadoras y tecnólogas, de la mujeres cineastas (CIMA), la de artes visuales y la que yo presido, Clásicas y Modernas. Si la cultura es una pirámide en cuya base está el público y en cuya base y en cuya cima están los creadores, los que tienen autoridad, autoría y poder, nos encontramos con que en la base hay una mayoría de mujeres, pero en la cima las mujeres son minoritarias. Es decir, para entendernos, hay más mujeres que estudian la carrera de Bellas Artes, pero los directores de los museos son en una abrumadora mayoría hombres; hay mayoría de mujeres entre los que estudian periodismo, pero todos los directores de los periódicos nacionales son hombres.
Y con este diagnóstico, ¿cómo ve el futuro?
Yo tengo la esperanza de que la acción de las asociaciones de las mujeres llevará a una mayor conciencia y eso es un triunfo. Ya estamos viendo, por ejemplo, a través de esta entrevista, que empieza a haber una conciencia de la desigualdad de la cultura y una conciencia de que esto no es normal, de que la igualdad no va a llegar por sí sola. Y sobre todo lo que me interesa es que se entienda que no es un problema profesional para las mujeres que nos dedicamos a la cultura. Las cuales dicho sea, tenemos derecho a la igualdad. Pero esto tiene además unas repercusiones tremendas en la sociedad. Por ejemplo, a mí me parece incomprensible, escandaloso, y escalofriante -y ya verás que no exagero- la indiferencia social ante los asesinatos machistas. El otro día salía un reportaje de los que fueron directores de periódicos durante el terrorismo etarra, diciendo: “Hoy nos avergonzamos de ver que ni siquiera publicábamos los asesinatos en portada”. Pues bien, yo haría la reflexión de que hoy siguen sin publicarse en portada los asesinatos machistas. La acción de estas asociaciones es imprescindible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario