Tercera hija de la longeva y prolija reina Victoria de Inglaterra, Alicia tuvo una existencia breve y bastante desdichada. Sufrió la muerte de su padre a temprana edad y tuvo que ver a su madre sumida en una profunda tristeza el mismo día de su matrimonio. Un enlace que la convirtió en duquesa de Hesse-Darmstadt, un lugar alejado de su Inglaterra natal en el que no se adaptó con facilidad. Quizás la menos "real" de todos los hijos de Victoria, Alicia quiso estar siempre del lado de los desamparados. Amiga y admiradora deFlorence Nightingale, aprendió de la gran enfermera a cuidar a los heridos en la guerra contra Prusia, lo que la enfrentó, por cierto, a una de sus propias hermanas. A pesar de distanciarse de su madre, quien nunca la entendió demasiado, la reina Victoria lloró profundamente la muerte de su primer vástago a la temprana edad de treinta y cinco años.
Alicia Matilde María (Alice Maud Mary) nació el 25 de abril de 1843 en el palacio de Buckingham. Era la tercera hija, por detrás de Victoria y Eduardo, de los reyes de Inglaterra Victoria y Alberto. Alicia creció a caballo entre el palacio londinense y la nueva propiedad que adquirieron sus padres en la isla de Wight, el castillo de Osborne, además de otros palacios y castillos que tenían por el reino. Su educación estuvo tutorizada por su propio padre y el diplomático Christian Friedrich Freiherr von Stockmar.
Tanto Alicia como sus hermanos fueron educados como si pertenecieran a una familia de clase media. Así, además de vestir con ropa de diario sencilla, aprendían tareas cotidianas. Algo que no fue un problema para una niña como Alicia, quien siempre sintió curiosidad por ver cómo vivían las personas que no tenían que ceñirse a rígidos protocolos. Ya desde pequeña se escapaba de casa para observar a la gente pasear por la calle.
En marzo de 1861, cuando tenía dieciocho años, fallecía su abuela materna y Victoria se apoyó en su hija para encontrar consuelo. A finales de aquel mismo año, el príncipe Alberto moría también, dejando a la reina en una situación difícil de superar a nivel emocional. Mientras sus hermanas y hermanos eran incapaces de reaccionar, Alicia se convirtió en la secretaria de su madre, incapaz de despachar toda la documentación oficial.
Un año antes de aquel fatídico 1861, la reina Victoria ya había buscado un marido para su hija Alicia. Después de descartar a algunos pretendientes, invitó a la corte inglesa a Luis de Hesse, sobrino del gran duque Luis III de Hesse-Damstadt. Desde el primer momento congenió con la princesa por lo que Victoria aceptó que su hija y el futuro duque de Hesse se comprometieran en abril de 1861.
En pleno duelo por la muerte del príncipe Alberto, la reina Victoria alentó a su hija para que siguiera adelante con el compromiso, por lo que la boda se celebró el 1 de julio de 1862. Una ceremonia que, como reconoció la misma reina, fue más cercana a un funeral que a un enlace matrimonial.
Pocos días después, Alicia dejaba su Inglaterra natal para embarcarse rumbo a su nuevo hogar en Darmstadt, un lugar en el que no le sería fácil adaptarse y donde no siempre recibió el cariño de su pueblo. Tampoco el de su marido, con quien no tuvo un matrimonio del todo feliz y con quien sufrió algún que otro desencuentro. Aún así, la pareja tuvo siete hijos, dos niños y cinco niñas, entre ellas Alejandra, la que se convertiría en la última zarina de la dinastía Romanov.
A pesar de que Alicia viajó en alguna ocasión a Gran Bretaña donde se reencontró con su madre, pronto empezaron a distanciarse por su distinta forma de ver la vida. Para empezar, Alicia decidió que ella misma iba a amamantar a sus hijos, algo que molestó a la reina inglesa. Tampoco le gustaba demasiado sus ideas religiosas ni su interés por la enfermería. Ya cuando cuidó de su padre moribundo, Alice demostró ser una buena profesional y reconoció en algún momento de su vida que le habría gustado ser enfermera.
Cuando estalló la guerra Austro-Prusiana, en la que además tuvo que ver cómo su propia hermana, Victoria, se convertía en su enemiga, Alicia, ayudada por su amiga la enfermera Florence Nightingale, organizó en Darmstadt hospitales para los heridos en los que aplicó sus novedosas ideas sobre enfermería.
En la primavera de 1873 Alicia sufrió el golpe más duro de su vida. Su amado hijo Federico, con apenas tres años, falleció al caer desde una ventana. A pesar de su profunda tristeza y del alejamiento de su madre y su marido, Alicia continuó con sus deberes públicos que se acentuaron cuatro años más tarde cuando Luis se convirtió en duque de Hesse y ella asumió el título de duquesa.
Alicia utilizó su nuevo papel para continuar con su labor social de ayudar a los más necesitados y mejorar las condiciones de los hospitales. Una de sus acciones más importantes fue la fundación de la Casa para Mujeres Embarazadas en Heidenreich. También creó el llamado Sindicato de las Damas, una institución cuya función debía ser la enseñanza de la enfermería a las mujeres. El arte y la cultura fueron también una válvula de escape para una duquesa que se sentía cada vez más sola.
En noviembre de 1878 una terrible epidemia de difteria asoló el ducado y no pasó por alto a la familia ducal. María, su hija pequeña, falleció pocos días después de serle diagnosticada la enfermedad. Alicia, en su papel de madre abnegada, se encontraba consolando a su hijo Ernesto, contagiado también, y le dio un beso en la mejilla. Aquel tierno gesto condenó a Alicia quien falleció de difteria pocos días después, el 14 de diciembre de 1878.
Tenía solamente treinta y cinco años de edad y fue la primera de los hijos de la reina Victoria en morir. A pesar de su distanciamiento en vida, la muerte de su hija de manera tan prematura supuso un duro golpe para ella.
Tanto Alicia como sus hermanos fueron educados como si pertenecieran a una familia de clase media. Así, además de vestir con ropa de diario sencilla, aprendían tareas cotidianas. Algo que no fue un problema para una niña como Alicia, quien siempre sintió curiosidad por ver cómo vivían las personas que no tenían que ceñirse a rígidos protocolos. Ya desde pequeña se escapaba de casa para observar a la gente pasear por la calle.
En marzo de 1861, cuando tenía dieciocho años, fallecía su abuela materna y Victoria se apoyó en su hija para encontrar consuelo. A finales de aquel mismo año, el príncipe Alberto moría también, dejando a la reina en una situación difícil de superar a nivel emocional. Mientras sus hermanas y hermanos eran incapaces de reaccionar, Alicia se convirtió en la secretaria de su madre, incapaz de despachar toda la documentación oficial.
Un año antes de aquel fatídico 1861, la reina Victoria ya había buscado un marido para su hija Alicia. Después de descartar a algunos pretendientes, invitó a la corte inglesa a Luis de Hesse, sobrino del gran duque Luis III de Hesse-Damstadt. Desde el primer momento congenió con la princesa por lo que Victoria aceptó que su hija y el futuro duque de Hesse se comprometieran en abril de 1861.
En pleno duelo por la muerte del príncipe Alberto, la reina Victoria alentó a su hija para que siguiera adelante con el compromiso, por lo que la boda se celebró el 1 de julio de 1862. Una ceremonia que, como reconoció la misma reina, fue más cercana a un funeral que a un enlace matrimonial.
Pocos días después, Alicia dejaba su Inglaterra natal para embarcarse rumbo a su nuevo hogar en Darmstadt, un lugar en el que no le sería fácil adaptarse y donde no siempre recibió el cariño de su pueblo. Tampoco el de su marido, con quien no tuvo un matrimonio del todo feliz y con quien sufrió algún que otro desencuentro. Aún así, la pareja tuvo siete hijos, dos niños y cinco niñas, entre ellas Alejandra, la que se convertiría en la última zarina de la dinastía Romanov.
A pesar de que Alicia viajó en alguna ocasión a Gran Bretaña donde se reencontró con su madre, pronto empezaron a distanciarse por su distinta forma de ver la vida. Para empezar, Alicia decidió que ella misma iba a amamantar a sus hijos, algo que molestó a la reina inglesa. Tampoco le gustaba demasiado sus ideas religiosas ni su interés por la enfermería. Ya cuando cuidó de su padre moribundo, Alice demostró ser una buena profesional y reconoció en algún momento de su vida que le habría gustado ser enfermera.
Cuando estalló la guerra Austro-Prusiana, en la que además tuvo que ver cómo su propia hermana, Victoria, se convertía en su enemiga, Alicia, ayudada por su amiga la enfermera Florence Nightingale, organizó en Darmstadt hospitales para los heridos en los que aplicó sus novedosas ideas sobre enfermería.
En la primavera de 1873 Alicia sufrió el golpe más duro de su vida. Su amado hijo Federico, con apenas tres años, falleció al caer desde una ventana. A pesar de su profunda tristeza y del alejamiento de su madre y su marido, Alicia continuó con sus deberes públicos que se acentuaron cuatro años más tarde cuando Luis se convirtió en duque de Hesse y ella asumió el título de duquesa.
Alicia utilizó su nuevo papel para continuar con su labor social de ayudar a los más necesitados y mejorar las condiciones de los hospitales. Una de sus acciones más importantes fue la fundación de la Casa para Mujeres Embarazadas en Heidenreich. También creó el llamado Sindicato de las Damas, una institución cuya función debía ser la enseñanza de la enfermería a las mujeres. El arte y la cultura fueron también una válvula de escape para una duquesa que se sentía cada vez más sola.
En noviembre de 1878 una terrible epidemia de difteria asoló el ducado y no pasó por alto a la familia ducal. María, su hija pequeña, falleció pocos días después de serle diagnosticada la enfermedad. Alicia, en su papel de madre abnegada, se encontraba consolando a su hijo Ernesto, contagiado también, y le dio un beso en la mejilla. Aquel tierno gesto condenó a Alicia quien falleció de difteria pocos días después, el 14 de diciembre de 1878.
Tenía solamente treinta y cinco años de edad y fue la primera de los hijos de la reina Victoria en morir. A pesar de su distanciamiento en vida, la muerte de su hija de manera tan prematura supuso un duro golpe para ella.
Por Sandra Ferrer
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