La historia del parque de Bomberos de Barcelona en Sant Andreu cambió para siempre el 26 de septiembre de 2015. Hasta entonces, todos los miembros del equipo municipal de emergencias trabajaban unidos por la confianza que tenían unos con otros. Aquel día, se rompió para siempre. Una de las bomberas del parque descubrió que un compañero había colocado una cámara oculta en el vestuario femenino. Llevaba tres meses grabando la intimidad de las bomberas saliendo de la ducha y cambiándose junto a la taquilla. Aquel día se rompió la unidad y comenzó un proceso legal que acabó el pasado 26 de julio. El delito que cometió el bombero fue castigado con cuatro meses y 15 días de cárcel.
El condenado no ingresará en prisión al no tener antecedentes, las tres bomberas a las que grabó su desnudez durante tres meses no recibirán ni un céntimo y, lo peor, el bombero -que siempre reconoció los hechos- volverá a su puesto de trabajo. La indignación se ha apoderado de las víctimas, de gran parte del cuerpo de emergencias y del propio consistorio barcelonés. Todavía hay posibilidad de recurso, pero parece que la vuelta al parque de bomberos de alguien capaz robar la intimidad de sus propias compañeras es inevitable.
En el parque de los Bomberos de Sant Andreu trabajaban en septiembre de 2015 cuatro bomberas. Sofía, nombre ficticio ya que las víctimas prefieren el anonimato, entró a las 20.45 al vestuario femenino, movió una banqueta y cayó al suelo lo que parecía un lápiz de memoria. “Fui al comedor donde estaban el resto del turno porque pensaba que era de una compañera. Ella dijo que no era suyo. Entonces un bombero lo vio y dijo: ‘Esto parece una cámara’”, recuerda Sofía. Las dos bomberas metieron el lápiz de memoria en el puerto USB del ordenador y allí aparecieron imágenes de tres de las mujeres en el vestuario filmadas entre julio y septiembre. “Debe de ser por los turnos pero una compañera no aparece. En dos imágenes salía la cara de un compañero colocando la cámara. Llevaba tres meses grabándonos con total impunidad. Entraba por al vestuario poco antes de que llegáramos y cuando salíamos volvía para apagar la cámara”, lamenta Sofía. Dentro del vestuario detectaron pequeños trozos de velcro donde el acusado iba sujetando la cámara para grabar desde diferentes encuadres.
En el parque de bomberos se armó un escándalo monumental. Las víctimas avisaron a los superiores y el bombero quedó suspendido de empleo. Al día siguiente el acusado envió un WhatsApp a Sofía y el resto de bomberas: “Soy el puto cerdo hijo de puta de la cámara. Lo siento y me arrepiento al 100% de lo cobarde que he sido por no decir que era yo el culpable, me dio miedo decirlo, debido a los comentarios que escuché. He pensado toda la noche en cómo justificarlo y es imposible porque no tiene nombre lo que he hecho. Me gustaría daros una explicación. ¿Podríamos quedar mañana para hablarlo? De verdad, me siento muy mal y asumiré que ruede mi cabeza después de hablar y de explicarme. Jamás había hecho una estupidez tan grande, juro que nunca más haré nada malo. En el fondo no soy mala persona aunque lo haya sido últimamente”.
Dos de las víctimas llegaron a hablar con él pero el daño estaba hecho. El 30 de septiembre de 2015 las bomberas formalizaron las denuncias. “Al principio tuvimos mucho miedo de que hubiera difundido los vídeos por internet. Son estadios que como víctima vas pasando. Él siempre ha dicho que era para consumo personal pero los Mossos no registraron su ordenador”, explica. El bombero fue procesado por tres delitos (uno por cada bombera) de descubrimiento y revelación de secretos. La Fiscalía solicitó que se le impusiera una pena de dos años de prisión por cada una de ellas, en total seis años, una multa de 14.400 euros, que no pudiera acercarse a las tres bomberas ni a su lugar de trabajo en cinco años y que indemnizara a las víctimas con 3.000 euros a cada una. Los letrados de las bomberas y el del Ayuntamiento, que también se personó en la causa, solicitaron, además, que se le inhabilitara, durante el plazo de la condena, para que no pudiera ejercer como bombero.
“Él siempre reconoció los hechos y desde el primer momento nos ofreció 3.000 euros a cada una para que retiráramos la denuncia y nos olvidáramos del tema. No quisimos. No es una cuestión de dinero, es de dignidad. Nuestro trabajo se basa en la confianza y nadie puede confiar en esta persona”, sostiene Sofía. El 23 de julio el titular del Juzgado de lo Penal número 19 de Barcelona hizo pública la sentencia. El acusado fue condenado a cuatro meses y 15 días de prisión y la suspensión del empleo durante este breve espacio de tiempo. Como las bomberas no quisieron aceptar la indemnización que el acusado había dejado consignada en el juzgado se le devolverán los 9.000 euros.
“Es indignante. Ahora queda poco recorrido. Los abogados recurrirán pero esta sentencia dista mucho de ser ejemplar. En junio, el Supremo confirmó una pena de un año de cárcel para un mosso que grabó a 17 compañeras mientras se cambiaban en el vestuario de la comisaría de Badalona. No se le ha inhabilitado y se reincorporará al cuerpo. Es una vergüenza, en los casos en que hay funcionarios policías nacionales, mossos o bomberos todos los condenados continúan trabajando mientras que en idénticos casos en clínicas dentales o gasolineras lo primero que hacen los jefes es echar a los acusados a la calle”, denuncia Sofía. “¿De verdad que tenemos que volver a trabajar con él? Es una revictimización en toda regla. Lo más importante es que no vuelva a pasar algo así y la sentencia, lo que en realidad viene a decir, es que todo vale. Es una sentencia cutre, indigna e insultante. Ha sido una nueva humillación”, lamenta.
El Ayuntamiento ha anunciado que recurrirá contra la sentencia en la Audiencia de Barcelona al considerarla muy benevolente con el condenado. Por el momento, el Consistorio advierte de que el bombero no volverá al parque donde trabajaba. Las tres víctimas están indignadas con la justicia y han puesto en marcha una campaña en las redes sociales bajo el nombre: “Bomberas por la dignidad de la mujer”. En ella muestran su denuncia a la sentencia: “No, no lo aceptaremos. Ni por nosotros, ni por las compañeras, ni por ninguna mujer”.
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