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miércoles, 26 de junio de 2019

El infierno de las mujeres trans en prisión

Violencia machista & Transgénero

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Keyling T. Romero
Rebelion

La burla y la humillación fue el arma de tortura que usó el régimen orteguista en contra de las presas políticas transgénero: Victoria, Kisha y Carolina.

Imaginá que estás en una habitación vacía. Estás cerca de la puerta y no llevás puesta ninguna ropa. La vergüenza inunda tus mejillas e inútilmente tratás de cubrirte con las manos. Ahora, imaginá que en la habitación hay decenas de hombres observando tu cuerpo y riéndose de vos. Estás ahí en contra de tu voluntad. Y ahora, estás hundida en la vergüenza, llorando por la impotencia y la humillación.

Victoria Obando, Kisha López y Carolina Gutiérrez, todas mujeres transgénero, vivieron esta escena durante los diez meses que estuvieron arrestadas en la cárcel de varones La Modelo. A ellas, las autoridades del penal, las desnudaron, las manosearon, las amenazaron con violarlas y se negaron a reconocer su identidad de género.

“Ustedes son huevones. Están están aquí porque les cuelgan huevos, no por otra cosa”, les decían.
La humillación que las tres vivieron, trascendió la cárcel, pues en las salas del Complejo Judicial de Managua, donde eran acusadas por el supuesto delito de terrorismo, les prohibieron hasta cruzar las piernas durante las audiencias. Hoy afuera de esas mazmorras cuentan cómo fue para ellas ser mujeres trans en una cárcel de hombres. 

“Mi forma de protestar era en las redes sociales”

Todos los policías que, el nueve de julio del 2018, arrestaron Kisha López, la conocían. Sabía que tenía su salón de belleza, que vendía ropa usada, hacía préstamos y daba mercadería al crédito, pero aun así la sacaron desnuda de su casa y la acusaron de ser quien financiaba los tranques en Diriamba, Carazo.

Kisha, de 28 años, no pudo hacer nada para defenderse. Vio con impotencia como destruían su casa, golpeaban a su pareja Edwin Gutiérrez y se los llevaban a ambos como los peores delincuentes de su barrio. Ella pidió que la dejaran ponerse ropa, pero fue en vano. En cuanto llegaron a la delegación policial la sacaron al patio, le pusieron una capucha en cabeza y la dejaron en el sol durante más de una hora.

Hasta entonces ella solo se había manifestado en contra de la dictadura de Daniel Ortega a través de sus redes sociales. Sin embargo, su pareja si se unió a las personas que protestaron en los tranques del departamento de Carazo. Por eso, aquel lunes los arrestaron.

Horas después de la aprensión los trasladaron hasta Managua, a la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote. Allí una preocupación mayor, a ser arrestada, invadió a Kisha.

“Yo estaba con mis plegarias de que no me metieran con ningún varón. Recuerdo que mi cuerpo me temblaba. Gracias a Dios al inicio yo estaba sola, pero a cada rato me sacaban para desnudarme. Yo me tapaba mis partes y ellos se reían y se reían de mí”, afirma.

Los custodios usaron la desnudez de Kisha para humillarla y para hacerla sentir mal por ser una mujer trans. Hubo varias ocasiones en que le pegaban en sus senos, en las nalgas y le decían: “date cuenta que sos un hombre, no una mujer”. Kisha solamente lloraba y oraba para sacar fuerzas.

“Cuando viví todo eso yo traté de verlo como una novela. Yo pensaba que era la protagonista de la telenovela Sin senos sí hay paraíso, porque todo lo que me hicieron yo lo vi en esa novela. Eso fue lo que me ayudó a soportarlo (…) Yo pedía ir al psicólogo, pero nunca me llevaron. Así que la mejor psicología me la di yo imaginándome que estaba en una novela”, confiesa.

La exposición de los cuerpos como tortura no fue exclusiva de las presas trans, pero sí hubo una mayor denigración al irrespetar su identidad de género y referirse a ellas con palabras peyorativas.
“Todos sufrimos maltrato físico y psicológico por igual. Pero con el detalle de que a nosotras las mujeres transgénero nos amenazaban con mandarnos a celdas de régimen por decir que nuestro nombre es Victoria, Carolina o Kisha. Nos decían que en esas celdas de máxima seguridad hay delincuentes y que nos podían violar, que podían hacer lo que quisieran con nosotras y aunque gritáramos nadie iba hacer nada”, recuerda Victoria Obando, presa política transgénero, liberada el 10 de junio pasado.

Para las presas trans hubo un doble odio, primero porque las autoridades que estuvieron a cargo de sus arrestos y su cuido en la cárcel las golpeaban por haberse alzado en contra de Ortega y segundo porque no soportaban su orientación sexual. Carolina Gutiérrez, la primera política transgénero arrestada, lo vivió en carne propia cuando violentamente la sacaron de su casa, el ocho de julio de 2018. La trasladaron a la estación policial ubicada en Las Cuatro Esquinas, Carazo, y allí un policía le zafó dos piezas dentales de un golpe en la boca.
― ¿Por qué me golpeas?, alcanzó a decir Gutiérrez, quien se dedicaba a lavar y planchar ropa ajena.
―Te parece poco lo que andas haciendo cochón hijo de puta en contra del Gobierno, le respondió el oficial.
Después fue trasladada a El Chipote y posteriormente a la cárcel de varones, La Modelo, donde siguieron los golpes y torturas psicológicas.

“Ellos usaban a algunos reos comunes para vulgariarnos. Los metían en el lugar donde nosotros estábamos para que nos vulgarearan a cómo podían. Esa fue una experiencia muy dura y vergonzosa. Y yo pienso que si ellos tuvieran personas como nosotros (transgénero) no les gustarían que les hagan lo que ellos nos hacían como funcionarios del sistema penitenciario”, se lamenta Carolina quien tuvo que ser operada de su ojo izquierdo por los golpes que recibió en prisión.

Trans en cárcel de hombres

Kisha López vivió durante diez meses en la cárcel de hombres más grande del país: La Modelo. Allí sufrió los momentos más amargos de su vida, pues por ser una mujer trans fue discriminada por los carceleros y hasta por sus mismos compañeros de celda, quienes se incomodaban por su presencia.

“Me acuerdo que había unos que usaban la biblia para condenarme. Me decían que por eso Dios me había llevado ahí para cambiar mi vida. Y yo le decía ‘jamás voy a dejar de ser Kisha Cristelia y Dios no puede mandarme al infierno porque no hago daño a nadie’”, dice refiriéndose a los custodios.

Durante las primeras semanas, Kisha estuvo en la misma celda que su pareja, Edwin Gutiérrez, él le daba fuerzas para soportar los malos tratos y las condiciones inhumanas de la cárcel, pero cuando los carceleros se enteraron de que ambos eran pareja los separaron y ella quedó completamente aislada.

“Para tratar de sobrellevar la cárcel me volví antisocial (solitaria) para evitar comentarios desagradables de parte de los funcionarios, porque si me miraban platicando con alguno de los muchachos, los funcionarios les decían ‘ahora vos sos el nuevo marido’. Entonces yo mejor trataba de no hablarles”, afirma.

Este aislamiento provocó que algunas veces Kisha pasara hambre, pues cuando su familia no podía llevarle comida, los otros reos no convidaban con ella porque los custodias les decían “ahora vos sos quien la está manteniendo”.

Carolina se adaptó mejor. Como físicamente no es muy femenina pudo integrarse con el resto de compañeros, aunque confiesa que siempre fue respetuosa y tajante para no dar pie a que hicieran comentarios homófobos y machistas. Igual pasó con Victoria quien fue arrestada junto a los líderes universitarios Byron Estrada, Nahiroby Olivas y Luis Quiroz, quienes fueron su apoyo en la cárcel. Sin embargo, hubo momentos en que ella estuvo afectada por el trato que recibía de los funcionarios del penal.

“Ellos se encargaban de que ella fuera casi la última cuando pasaban haciendo requisa, de tal forma que todos los que ya habían pasado la vieran. Siempre trataban de jugar con esa parte, tratan de denigrar su condición de mujer trans. Y yo recuerdo momentos en que eso la afectaba. Yo le decía tenés que ser fuerte, a pesar de que todos tenemos la misma causa, todavía tenemos que cambiar eso”, cuenta Luis Quiroz, quien fue su compañero de celda.

Para las presas trans hacer necesidades básicas como bañarse, orinar y defecar fue una odisea que a la fuerza tuvieron que superar. “Tuvimos que perder la vergüenza hasta para hacer del dos porque durante una de las tantas represiones los custodios rompieron las puertas a las patadas. Pero esos son los costos que incurre la liberación de nuestro país”, cuenta Victoria Obando, de 28 años.

A ellas tampoco les permitan usar ropa interior femenina, maquillaje o cremas corporales. A Victoria, por ejemplo, le prohibieron el ingreso de máquinas de afeitar y el poco maquillaje que logró tener fue porque su familia pudo meterlo escondido entre la ropa y comida.

“Yo creo que fue por una carta que yo mandé para que se conociera todo lo que estábamos viviendo todos los presos políticos dentro de La Modelo. La carta fue publicada en las redes sociales. Entonces ellos se dieron cuenta y me sacaron a un interrogatorio y me mandaron a una celda de máxima seguridad. Fue desde allí que comenzó que no me dejaran ingresar mis afeitadoras. Siempre con la política de que ‘ustedes son huevones, ustedes son hombres, ustedes están aquí porque les cuelgan X cosas, no por otra cosa’”, dice.

En los últimos meses que Kisha estuvo detenida logró mejorar su autoestima usando ropa más femenina. Uno de los presos políticos que antes de estar en prisión era sastre le cosió un traje (pantalón, top y un chaleco) usando una sábana azul que su hermana logró mandarle. Ella fue quien diseñó el traje y él lo cortó y cosió con hilo creado a base de bolsas plásticas.

Discriminación en los juzgados
― Quítate eso, le dijo el custodio de la cárcel La Modelo, José María Chacón, a la presa política, Victoria Obando.
― ¿Cuál eso?,  respondió ella.
― Eso que andás allí,  le dijo señalando con desprecio su rostro.
― Se llama maquillaje y no me lo voy a quitar porque no soy un payaso. Yo soy Victoria, soy mujer transgénero. 
El custodio no respondió más.
Durante los nueve meses y 16 días que estuvo detenida esa escena se repitió. En una ocasión durante una de las audiencias en el Complejo Judicial de Managua, uno de los custodios que la acompañó a los sanitarios cuestionó, incluso, que ella no usara los urinarios masculinos y prefiriera sentarse en el inodoro.
― ¿A cuenta de qué te sentás?, le dijo el guarda.
― Me siento más cómoda así.
― Acaso tenés vicho (vagina),  le dijo en tono burlesco.
― Lo que yo tenga no es de su incumbencia. Es mi comodidad, mi integridad, es mi decisión personal cómo yo voy hacer mis necesidades fisiológicas en la privacidad de un baño, respondió.
A Kisha López, incluso le prohibieron cruzar las piernas durante las audiencias. Según cuenta, en una ocasión la jueza orteguista Adela Cardoza, discutió con su abogada porque ella le explicó que sentarse de esa forma era una costumbre y Cardoza le respondió: “sí, pero se tiene que sentar como hombre porque eso lo ordena la juez”.

“Yo me sentí discriminada por la señora Adela Cardoza. Ella dudó de mi capacidad, de mi juventud, me discriminó. Yo sentí que ella tenía odio y repudio hacia mí porque cuando ella nos condenó hasta se mecía en la silla y nos decía que eso nos pasaba por andar en contra del Gobierno FSLN y por ser mediocres”, afirma.

En Nicaragua el Estado no reconoce la identidad de género de las presas. Las las obliga a compartir celdas con los hombres y el trato hacia ellas es más humillante. En vez de protegerlas en situaciones de vulnerabilidad utilizaron su opción sexual como represión, por eso hay muchos reos que prefieren reprimir su preferencia sexual.

«El Estado al ver a una persona trans aprovecha su vulnerabilidad y se encargan de usarlo contra ella. Y en estos casos que son presos políticos trasciende a la identidad porque de entrada no deberían estar presas», señala Dámaso Vargas, miembro de la Mesa Nacional LGBT Nicaragua.

Condena y liberación

Victoria Obando asumió su identidad de género a los 18 años. Desde entonces se ha integrado en los movimientos que buscan reconocer la diversidad sexual. Antes de ser arrestada había iniciado una carrera universitaria en la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN, Managua). Fue acusada de terrorismo, secuestro simple, robo, entorpecimiento del servicio público entre otros delito. El 10 de junio pasado fue liberada. Aún no había sido condenada.

Kisha Cristelia López es originaria de Diriamba, Carazo. Cumplió 28 años en agosto del año pasado cuando ya estaba recluida en la cárcel La Modelo. Fue arrestada y condenada a 41 años de cárcel. Fue excarcelada el 20 de mayo pasado.

Guiselle Carolina Gutiérrez Mercado, conocida popularmente como la “Sexy Carolina” fue condenada a 47 años de cárcel por obstaculización a la vía pública, robo agravado, tráfico de armas y daños a la propiedad pública. Sin embargo, su abogado apeló y le redujeron la pena a 13 años. Ella, al igual que Kisha, fue excarcelada el 20 de mayo. 




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