Por Ayelén Pujol
Viviana Vila será la comentarista de la cadena Telemundo del Mundial que empieza hoy en Francia. En su día, la periodista y locutora habla de lo difícil que le resultó insertarse en un ámbito tan machista, cuestiona a colegas enojados porque las mujeres empiezan a ocupar lugares protagónicos en el periodismo deportivo y compara esta situación con la apertura y el auge que generó la profesionalización del fútbol femenino.
Viviana Vila es una periodista que derriba prejuicios: como mujer, fue la primera argentina en comentar un Mundial. El año pasado, en Rusia, trabajó para Telemundo, la cadena estadounidense de habla hispana, y este año será la primera en cumplir la misma función, pero analizando la Copa del Mundo de fútbol femenino que empezará hoy en Francia.
Si las futbolistas están pateando el tablero y encabezando la revolución de los botines, Viviana protagoniza otra lucha, en el mismo sentido: la de abrir la cancha para las periodistas deportivas. Como si se tratara de la historia de las futbolistas Estefanía Banini o Soledad Jaimes, Viviana también sufrió agresiones que intentaron sacarla de la cancha. Si la historia de las jugadoras tiene en su recorrido calificaciones como “machona” o “marimacho”, o frases como “andá a lavar los platos”; Vila puede repetir sin pausa todo lo que la fauna de los periodistas deportivos, hiperpoblada de varones que defienden el monopolio del saber y ocupan el mayor porcentaje de puestos de trabajo en los medios, le recitaron: que ella era lo peor que le podía pasar al fútbol argentino, que era indigna, que era chorra, que algunos equipos perdían por su culpa, que se fuera del país porque era una rata apestosa. Que era mufa.
En 2012 ingresó en la televisión para comentar partidos en el Fútbol para Todos, después de una carrera que había iniciado en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de La Plata, donde estudió periodismo y donde hoy es docente de radio. Vila se recibió de locutora en el ISER y en 1999 comenzó a trabajar en el equipo de Víctor Hugo Morales. Su relación con el relator y periodista también fue motivo de agravio: le dijeron que se fuera a vivir a otro país con el «uruguayo ése».
—¿Cómo empezó tu historia en el periodismo deportivo?
—Un día Víctor Hugo Morales me dijo: «Nena, ¿no querés hacer las conexiones desde La Plata con Gimnasia y Estudiantes?” Fue por 2001. Yo le dije que no, rotundamente. Llevaba dos años trabajando en la radio de deportes de La Plata y cubría polideportivo. Y pensaba: ¿hacer ese trabajo para Competencia, donde estaban todos los que yo admiraba? Nooo. Pero bueno, después me animé. Y cuando le agradecí a Víctor Hugo por la oportunidad, me contestó: «No me agradezcas, tengo demasiado olfato». Acá estamos.
Para ese entonces Viviana ya amaba el fútbol, en gran medida por la influencia de su papá, con quien iba a la cancha. Sin embargo, dice, dar el paso para saltar del lugar de hincha al de periodista le costó.
—No lo pensé. Y soy medio inconsciente a veces. Yo tengo muy mala memoria y eso en nuestra profesión es horroroso. Todo me costó el doble, además, por ser desmemoriada: venía un gol y no podía relacionarlo o jugar con algún gol así del pasado porque no me lo acordaba. Me daba cuenta que los compañeros que tienen memoria hacen un speech divino a partir de la relación por la memoria que desarrollaron. Así que bueno, entendí que también puedo aportar otras cosas.
—¿Cómo te preparás para un Mundial de fútbol femenino?
—Me puse a estudiar, porque me toca comentar 20 partidos de ese torneo más cuatro de la Copa América de varones. Voy a comentar todos los de Argentina, pero para el público latino de Estados Unidos. Y la verdad, es un desafío. Pensá que yo soy consumidora de fútbol masculino. Así que tuve que aprender formaciones, indagar en las historias de las selecciones y de las jugadoras, chequear cómo llegan, cómo les fue antes. Soy de la que se anotan todo en papel, como antes.
—No tenés muchos lugares dónde poder verlas en acción, ¿no?
—Y no, todavía no hay mucho. Nada que ver con el fútbol de varones, que podés estudiar cómo forman, cómo se paran, cómo vienen jugando. Yo hace un año nada más empecé a mirar el fútbol de las pibas. Los caminos laborales me fueron llevando para otro lado. Acá en La Plata había algo en Estudiantes, algún tiempo hubo en Gimnasia, después no y ahora el Lobo ascendió. La conozco desde hace mucho a Bettina Stagñares –coordinadora del fútbol femenino en Estudiantes– que la batalla desde hace 30 años. Y pará de contar.
—¿Qué te llama la atención ahora que lo mirás?
—Siempre pensé en el esfuerzo que hacen, el contrapunto con lo masculino, un mundo donde hay tanta plata y tanto bienestar. Me metí en lo que pasó en la Copa América de 2018 y los reclamos de las jugadoras, las anécdotas de las chicas durmiendo donde podían, la huelga de 2017. Y a principios de año con lo de Maca Sánchez, que movió todas las estructuras.
—¿Por qué creés que de un tiempo a esta parte cambió tanto la visibilidad del fútbol femenino?
—Me parece que el fútbol forma parte de la revolución feminista; no está aislado de los espacios que ocuparon las mujeres en este último tiempo. Creo que no hubiera resultado si no venía acompañado de otros pedidos. Personalmente pienso que no hay vuelta atrás con el colectivo andando tan fuerte. Todo lo que se sume son puertas que se van abriendo. Y el fútbol no queda exento a eso. Se da gritando, marchando, aprovechando los momentos políticos donde a muchos les va a convenir estar de este lado para no ser piantavotos. Porque hay que decirlo: hay lugares que se abren porque hay muchos que no tienen a la cuestión de género como una convicción. Se paran en ese paradigma por oportunismo. Pero nosotras tenemos que aprovechar eso también.
—Se dieron muchos cambios muy rápido, ¿no? La Selección al Mundial, la profesionalización, las chicas de Boca jugando en la Bombonera, por ejemplo.
—Mirá, en febrero –¡febrero!– nos sacamos una foto con Maca en la Facultad con el cartel por un fútbol feminista, disidente y profesional. Ella me dijo que no faltaba tanto para que se diera lo de los contratos. Yo le dije que pensaba que sí, que quedaban unos años de lucha. Esto hizo mucho ruido porque pasó en el momento exacto en que tenía que pasar. Las chicas de la selección avanzando, las redes sociales que nos permitieron mostrarlo, muchas jugando en el exterior, Maca con el juicio a la UAI Urquiza, su club. Se trata también de no quedarse atrás de un mundo que avanzó también en esto. Y el grito de Maca estuvo buenísimo, pero hubo otras que venían desde antes. Claro, el fútbol femenino no era masivo ni público. Hay algo que se transformó, por suerte.
—¿Cuánto falta para la igualdad en el periodismo deportivo?
— (Sonríe y suspira) Al periodismo deportivo le falta… El otro día escuché a uno que prefiero no nombrar que dijo: «Ellas creen que juegan bien». Lo dijo en voz alta, no sé cómo se animó, pero refleja lo que piensan un montón y no lo dicen. Está lleno de machos enojados con nosotras y que para no quedar muy fuera de tono, dicen aceptar cosas que en el fondo no aceptan. Pero bueno, hay cuestiones que no se toleran más. A mí me pasó y me pasa. Hay quienes no quieren que comente, que relate, que haga campo de juego, que haga notas. Y son ellos los que deciden.
—¿Ves alguna posibilidad de cambio en la profesión?
—Veo muchos colegas varones que acompañan. Entienden el momento y acompañan. Y creo que siempre la masa hace fuerza. La masa organizada. Banderas en alto, con consignas claras. Acá tiene que haber una determinación de los medios para poner mujeres en los lugares de decisión. O varones dispuestos a igualar la cancha. Así como a alguien se le ocurrió que una mujer comente, se le puede ocurrir poner una secretaria de redacción.
—Das clases en la facultad, ¿qué te dicen las mujeres que quieren ser periodistas deportivas?
—Lo primero que sienten es que es inalcanzable. Aparece como demasiado lejana la posibilidad de trabajar de esto pese a todo lo que se ha avanzado. Hay cierta desesperanza. Quizás es el contexto también. Con este gobierno se perdieron cuatro mil puestos de trabajo. Se retrocedió mucho, hay precariedad laboral. Y esa crisis económica hace que muchos y muchas terminen trabajando de lo que pueden en cualquier lugar.
—¿Te imaginás un Fútbol para todes, con e?
—(Se ríe) A mí me gusta la frase «todas y todos». Qué sé yo, sigue siendo un reducto muy masculino.
—¿Y uno con relatoras?
—Eso estoy esperando, que alguna relate. Hasta ahora no apareció la que rompa los esquemas. También te confieso que lo pienso y sufro imaginando cómo la van a maltratar cuando se confunda algún jugador. Pero sí, ojalá algún día surja alguna compañera. Cuando jugó la Selección con Uruguay, la despedida antes de viajar al Mundial de Francia, en la TV Pública comentó Alejandra Martínez. No sabía que ella comentaba y me gustó, estuvo muy bien, muy prolija, muy correcta. Hasta ahora no escuché nunca una relatora mujer, pero sería buenísimo.
—¿Qué les dirías a las que piensan en dedicarse a eso?
—Me pasó en la Facultad de cruzarme con chicas que me dijeron que les gustaba relatar. Hay que jugar en la casa. Hay que tener conocimiento de fútbol, personalidad, una forma de decir, de transmitir. Alguna va a aparecer, tengo la esperanza de que hay alguna dando vueltas y todavía no la conocemos. Queda mucho por batallar, combatir a los que dicen: «No, dejame, yo tengo el oído acostumbrado a escuchar varones». A mí me gustaría, voy a estar bancando la parada cuando suceda.
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