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jueves, 15 de noviembre de 2018

Marta Sanz, en torno al feminismo


Por Iñaki Urdanibia
Pequeño libro, pro matón… no por el tono sino por los potentes argumentos esgrimidos.
Por Iñaki Urdanibia
En estos tiempos la cuestión femenina ( qué expresión) está que arde: desde el MeToo a la Manada, pasando por el 8M, o los encendidos debates acerca de algunas obras literarias ocupan no pocas páginas y horas de pantalla de los medios de comunicación ; de una manera sorpresiva y dándose la coincidencia de varios hechos, en especial los ya nombrados, la ola feminista ha subido haciendo que lo que hace algún tiempo declararse feminista exigía casi una justificación ( un poquito y no radical)ahora ha pasado a ser moneda al uso. La invasión, aluvión podría decirse, del asunto en lo medios como digo ha llevado a la autora a informarse en ellos, persiguiendo las noticias, en sus escores, poniéndolos en relación con su propia vida.
Pues bien, la novelista Marta Sanz se zambulle en el tema en su breve( o bueno si breve…pues eso), pero intenso: « Monstruas y centauras. Nuevos lenguajes del feminismo» ( Anagrama, 2018), y lo hace refiriéndose sin tapujos a su propia experiencia existencial y mostrándose ajena a cualquier forma de dogmatismo doctrinario; como decía el otro la interrogación es el signo más importante que han inventado los humanos, podríamos sustituir la interrogación por la duda.
Tres son los ejes fundamentales sobre los que pivotan las rumias de la escritora: la masiva movilización del 8 de marzo, la sacudida del MeToo ( y la respuesta de algunas luminarias de la escena espectacular francesa) y el escándalo de la Manada, y diferentes temas afines que van como pegados a los anteriores en la medida en que son extensiones del mismo tema: la lucha de la mujer por su liberación.
No hace falta presentar a la autora ya que cualquiera que esté al corriente de la literatura contemporánea conocerá su nombre y sus inquietantes novelas ( FarándulaAmor fouLos Mejores Tiempos …) que deambulan por los terrenos que originan desasosiego en la autora al tratarse de aspectos oscuros de la existencia. Precisamente es ese mismo espíritu de plantearse preguntas sin ánimo de predicar el que se contagia también en el libro del que ahora hablo; contagio que hace que a la par que la escritora se interroga y zigzaguea, obligue al lector ( obviamente y en especial a la lectora) a dudar, a replantearse diferentes cuestiones relacionados con el tema de la desigualdad, de las diferencias de trato tanto en el terreno económico como en el campo de los derechos, los afectos y hasta los perceptos( por recurrir al lenguaje deleuziano).
La travesía se inicia con la asistencia de Marta Sanz con su amiga Elvira a la manifestación del 8 de marzo y se codea con la pluralidad de asistentes que van desde jovencitas a algunas veteranas del movimiento, y algunas escritoras desaparecidas les acompañan en su lucha y en la hipótesis de cuál sería su reacción ante estas nuevas formas que adopta el movimiento; en la marcha junto a los lemas y consignas y la conversación de las dos amigas, se van introduciendo distintos datos y cifras sobre la situación de desigualdad que padecen las féminas amén del recurso a las opiniones de otras escritoras que tercian en el debate sobre el feminismo, el papel de las mujeres, etc.
Alaba la naturalidad que se da en las nuevas generaciones a la hora de abordar o expresar en público asuntos que antes estaban como vedados o limitados al ámbito privado, y asoman temas de rabiosa actualidad: los masters, algunas apariciones televisivas, y las diferencias de trato que se dan en el caso de las mujeres cuyos comportamientos se convierten en noticia cuando en el caso de los hombres ( masculinos)se dan como cosa normal. La impronta crítica no abandona a la escritora a lo largo de todas sus derivas que se comportan como la corriente de un río que arrastra los materiales que pilla a su paso, al igual, como digo, el hilo conductor femenino funciona como imán al que se van uniendo diferentes sucesos, noticias, opiniones, etc. La duda, ya nombrada, se da la mano de la disparidad de personajes que irrumpen en la página, que van desde las protagonistas de los hechos ya nombrados líneas arriba hasta artistas, cantantes y periodistas y escritoras. La pluralidad también es detectada, con las inquietudes que provocan, en el seno del propio movimiento feminista que lleva Sanz a mostrar su incomodidad con algunas de las posturas que en él se incluyen lo que no le empuja a rechazarlos sino a integrarlos en la pluralidad necesaria mentada.
No hace falta ni decir cuál es su postura de condena con respecto a la Manada y sus monstruosos miembros, comportamiento brutal que ha reavivado en cierta medida la imagen de la mujer que provoca a los pobres machos al tiempo que ha servido para que se dé una toma de conciencia acerca de la violencia a la que son sometidas las mujeres como tampoco hace falta extenderse mucho para ver el varapalo que sacude a esas mujeres francesas que en su manifiesto y en otros textos suyos, Catherine Millet en concreto, confunden violación o acoso con cortejo…Tampoco oculta Sanz su recurso a diferentes vaselinas( el humor, cierto alejamiento musical..) que le hagan soportar las continuas muestras de machismo que pululan por la calle, y subraya la importancia del lenguaje, ya que éste no es inocente y como decía el otro se hacen cosas con palabras, ya que el lenguaje como las armas las carga el diablo y las palabras no hacen sino acumular ideología, lo que le lleva a , no temiendo los cambios, buscar un lenguaje que incluya y que no privilegie a unos en detrimento de otras, lo que lejos de ser un aspecto formal o baladí encierra una verdadera visión del mundo y confiesa su radicalidad que le conduce a no permitir en su presencia ciertas expresiones despectivas o discriminatorias con respecto a nadie pero más en concreto con respecto a las mujeres y a los colectivos que no comparten la norma decretada por la sociedad bien pensante, y va más lejos pronunciándose a favor de cambios en el lenguaje sin que sean rechazados, ridiculizándolos, algunos pinitos que se han dado en la feminización de algunas palabras( apuest que deja clara desde el mismo título del libro), ante las que los custodios del templo claman acerca de la incorrección y de la inconveniencia de tales cambios ya que al fin y a la postre el lenguaje es a-sexual o a-genérico.
Y a lo largo de toda la obra se respira una lucha contra los estereotipos que se difunden acerca de la mujer ideal, el rol que éstas han de adoptar para ser admitidas en la normalidad ambiente, reducidas a las reservas de los temas femeninos ( moda y maquillaje a lo que han de sumarse las consabidas ternura…), llamando a la necesidad de tomar conciencia de la sumisión que se disimula bajo diferentes velos y lindas palabras, engañosa y falaces ellas, para lo que es necesario un trabajo de convencer cosa que no le logra con exabruptos y dardos envenenados sino con paciencia y con capacidad de molar…aspectos que son importantes que sean ampliados a las aulas, como cuna de posibles valores futuros, y presentes.
No quisiera concluir sin referirme a un aspecto importante que he rozado de pasada: el nivel personal del texto que habla desde un yo, que en cierta medida se convierte en un nosotras, y la sinceridad con que la escritora habla de sus sentimientos, sus dudas, sus posicionamientos anti-neoliberales y de izquierda, y los problemas que se le plantean acerca de la posible incoherencia d participar en ciertos medios o en algunos tinglados.
Un pequeño libro que en su diseminación abarca los recovecos de la problemática de la desigualdad, escrito a ras de suelo y de actualidad y…que da mucho que pensar y repensar.



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