Argentina & Feminismos
Andrea D’Atri
La Izquierda Diario
La marea verde se transformó en tsunami y protagonizó una jornada histórica, en la que arrancó la media sanción a la legalización del aborto. La rosca evitó una crisis para el gobierno, sacando votos afirmativos de la galera, sobre la hora. En el Senado, la reacción feudal espera atrincherada. Las pibas siguen en movimiento. |
Pedimos, impulsamos, esperamos, deseamos que la marea verde se convirtiera en tsunami.
Y al día siguiente, la metáfora se transformó en hecho. Verde que te quiero verde en la oficina y en la escuela, en el tren y en la facultad, verde esperanza, verde aborto legal que ingresó como un torrente por Avenida Callao desde el norte hacia el Congreso y por Avenida de Mayo desde el bajo, con el mismo destino. Las metáforas acuáticas son buenas, porque como esos ríos de deshielo que, en verano, fluyen atropelladamente sin respetar los cauces, este río invernal desbordaba por Rodríguez Peña, Montevideo, por Mitre, Avenida Corrientes.
No paraba de fluir, como si, con una frecuencia indescifrable, se abrieran las compuertas de alguna remota represa de pañuelos verdes. Quizás fuera por eso mismo: porque se trataba de una marea contenida en las oscuras e ignotas compuertas de la clandestinidad que quería ver la luz. Ya venía tiñendo de verde la vida cotidiana de la Ciudad de Buenos Aires; pero también se había encrespado contra el oscurantismo medieval, en el noroeste, cuando quisieron sancionar a las estudiantes catamarqueñas por usar los pañuelos identificatorios de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto; también sorprendió a la pudorosa sociedad mendocina, cuando el Gobierno del radical Alfredo Cornejo impidió el aborto terapéutico a una niña que sufrió abuso y las mujeres hicieron un pañuelazo multitudinario.
La misma escena se repitió, en los últimos dos meses más masivamente, en las plazas y monumentos de los grandes centros urbanos, pero también en los lugares de trabajo, en las escuelas de gestión estatal y también en algunas confesionales. Las protagonistas fueron las estudiantes, las empleadas, las actrices, las trabajadoras de la salud, las docentes. Y sobre todo las pibas, las de los brillitos. Por eso, sería mezquino decir –como hacen algunos sectores– que las pibas hicieron el aguante, en el día, la noche y la madrugada más helada de lo que iba del año; porque es mezquino creer que, adentro del Congreso, había protagonistas y afuera apenas una hinchada. Fue mucho más que eso: el movimiento de mujeres escribió un proyecto de ley que la Cámara de Diputados se dignó a tratar más de una década después, pero la ley se conquistó afuera, con el protagonismo indiscutible de esta marea verde que cruzó el país, las familias, las generaciones.
Algo muy profundo se expresa hoy en el reclamo por el derecho al aborto. Algo tan profundo como aquella marea humana de un millón de personas que sacudió al país entero, en julio de 2015, al grito de “Ni Una Menos”. Las que tienen 13, tenían 10. Su primera experiencia política es la que están protagonizando ahora, tomando las escuelas, ocupando las calles, gritando que el patriarcado se va a caer. Y el patriarcado es el asesino que mató a Anahí Benítez y dejó su cuerpo tirado en un basural, el patriarcado es que haya una ley de educación sexual integral pero que no llega nunca a las aulas donde cursan.
El patriarcado no es un concepto abstracto para las pibas: es que les digan que no pueden ir a la escuela con maquillaje o que las sancionen por no usar corpiño, porque es una generación para la que no está naturalizado el hecho de que, por ser mujeres, no puedan decidir. El patriarcado es, también, que si quedan embarazadas, tengan que recurrir a la misma temida clandestinidad que transitaron sus abuelas o sus madres o sus tías, y de la que nunca se sabe si se regresa viva.
No paraba de fluir, como si, con una frecuencia indescifrable, se abrieran las compuertas de alguna remota represa de pañuelos verdes. Quizás fuera por eso mismo: porque se trataba de una marea contenida en las oscuras e ignotas compuertas de la clandestinidad que quería ver la luz. Ya venía tiñendo de verde la vida cotidiana de la Ciudad de Buenos Aires; pero también se había encrespado contra el oscurantismo medieval, en el noroeste, cuando quisieron sancionar a las estudiantes catamarqueñas por usar los pañuelos identificatorios de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto; también sorprendió a la pudorosa sociedad mendocina, cuando el Gobierno del radical Alfredo Cornejo impidió el aborto terapéutico a una niña que sufrió abuso y las mujeres hicieron un pañuelazo multitudinario.
La misma escena se repitió, en los últimos dos meses más masivamente, en las plazas y monumentos de los grandes centros urbanos, pero también en los lugares de trabajo, en las escuelas de gestión estatal y también en algunas confesionales. Las protagonistas fueron las estudiantes, las empleadas, las actrices, las trabajadoras de la salud, las docentes. Y sobre todo las pibas, las de los brillitos. Por eso, sería mezquino decir –como hacen algunos sectores– que las pibas hicieron el aguante, en el día, la noche y la madrugada más helada de lo que iba del año; porque es mezquino creer que, adentro del Congreso, había protagonistas y afuera apenas una hinchada. Fue mucho más que eso: el movimiento de mujeres escribió un proyecto de ley que la Cámara de Diputados se dignó a tratar más de una década después, pero la ley se conquistó afuera, con el protagonismo indiscutible de esta marea verde que cruzó el país, las familias, las generaciones.
Algo muy profundo se expresa hoy en el reclamo por el derecho al aborto. Algo tan profundo como aquella marea humana de un millón de personas que sacudió al país entero, en julio de 2015, al grito de “Ni Una Menos”. Las que tienen 13, tenían 10. Su primera experiencia política es la que están protagonizando ahora, tomando las escuelas, ocupando las calles, gritando que el patriarcado se va a caer. Y el patriarcado es el asesino que mató a Anahí Benítez y dejó su cuerpo tirado en un basural, el patriarcado es que haya una ley de educación sexual integral pero que no llega nunca a las aulas donde cursan.
El patriarcado no es un concepto abstracto para las pibas: es que les digan que no pueden ir a la escuela con maquillaje o que las sancionen por no usar corpiño, porque es una generación para la que no está naturalizado el hecho de que, por ser mujeres, no puedan decidir. El patriarcado es, también, que si quedan embarazadas, tengan que recurrir a la misma temida clandestinidad que transitaron sus abuelas o sus madres o sus tías, y de la que nunca se sabe si se regresa viva.
Una primera derrota del partido celestial
En el Senado deberán recalcular que las cuestiones reglamentarias no son atendibles por niñas de doce, trece, catorce años que quieren que sea ley. Chicas que de la media sanción sólo comprenden que les falta la otra mitad, que nunca esperarían que se vuelva a foja cero. Y si así sucediera, ¿volvería, acaso, a foja cero el maremoto? “Si no hay ley, se pudre todo”, decían las pibas.
Y la verdad es que vienen envalentonadas porque, hasta ahora, quien se fue a llorar a la Iglesia, fue la Iglesia misma. A la Iglesia y los antiderechos no les alcanzó con el incesante desfile por las audiencias del Congreso, de bizarros, reaccionarios y moralistas argumentos detractores de la ley. Después de dos movilizaciones de escasa concurrencia, a pesar de la interesante procesión de carrozas con muñecos de papel maché, la Iglesia decidió apelar a sus conocidos recursos del apriete y las amenazas.
Oscuros personajes recorrieron los despachos parlamentarios, mientras hasta el mismísimo Bergoglio intentaba convencer con llamadas de larga distancia. Son muchos los diputados y diputadas de Cambiemos y el peronismo que tienen estrechos lazos con la curia. Incluso, las espadas femeninas de sonrisas angelicales que gobiernan la Provincia de Buenos Aires y manejan los fondos de la asistencia social desembarcaron en el Vaticano unos días antes de que el proyecto de legalización del aborto hiciera lo propio en el Parlamento.
Los rezos y los rosarios no son privativos de la delirante Elisa Carrió. Para ser más exactos, con la única excepción del Frente de Izquierda, no hay ningún bloque en el Congreso que no tenga relación con el Vaticano: hasta el Movimiento Evita y Libres del Sur de Victoria Donda integran con el maoísmo nativo –que no tiene representación parlamentaria– el grupo conocido como “de los Cayetanos”, junto a la CTEP comandada por Juan Grabois, amigo personal del Papa Francisco. Pero, por las dudas que no alcanzaran los favores de los más devotos, los fundamentalistas antiderechos que quieren “defender las dos vidas”, amenazaron de muerte a las hijas e hijos de algunos diputados. Vaya macabra paradoja.
En menos de 48 horas de la media sanción, Francisco, que es Bergoglio, declaró que los que defienden el aborto legal son nazis “con guantes blancos”. Bergoglio, que es el Papa, se atreve a semejante comparación a pesar de presidir la misma Iglesia que bendijo las armas de los nazis en la II Guerra Mundial y que hizo otros tantos favores a la dictadura genocida en Argentina. Por eso, vamos a seguir peleando para que se apruebe la ley en el Senado sin modificaciones, pero también tenemos que exigir la separación de la Iglesia del Estado. Hay que acabar con los sueldos que el Estado le paga a los obispos, con los subsidios, los privilegios, las exenciones de impuestos a sus grandes propiedades y todas las prebendas que tiene la Iglesia, mientras para el pueblo trabajador se prepara un gran saqueo.
La politiquería burguesa con los pelos de punta
El Gobierno nacional, con esa magia que le es tan propia, se puso al borde de una crisis después de haber pergeñado la maniobra de abrir el debate del aborto legal para prestigiarse y dejar en offside a la oposición.
Esperaban maquillarse de líderes abiertos al juego democrático, pero no calculaban que el resultado fuera el que fue. Y si lo que la mayoría del oficialismo ansiaba era que no se aprobara la ley, el resultado menos deseado no era que se votara, sino que terminara cayendo por una diferencia ínfima. Porque, como dicen las pibas, eso podía hacer que “se pudriera todo”. Ese fue el escenario más temido y el desfiladero por el que transitaron las últimas horas de la madrugada del jueves, que desembocaron en el 129 a 125.
El bloque de Cambiemos, con 65 votos a favor de mantener el aborto en la clandestinidad, fue el que más aportó a la incertidumbre nocturna, poniendo al Gobierno al borde de una nueva crisis y dejando al desnudo que la apertura del debate del aborto fue puro e improvisado oportunismo para evitar, en su momento, el choque frontal con la movilización del 8M luego de quedar golpeado por las importantes jornadas del 14 y 18 de diciembre contra el robo a los jubilados. Pocos días antes, otras bancadas sufrieron las consecuencias de sus imposturas. Lousteau rompió el interbloque que mantenía con el diputado mendocino José Luis “Panqueque” Ramón, quien pasó de estar en contra del aborto, a estar a favor y estar nuevamente en contra, en menos de una semana. Involución radical.
El Partido Socialista, por otra parte, debió resignarse a perder la única banca que había obtenido en las elecciones, cuando su diputado Luis Contigiani les recordó que siempre había sido más ferviente defensor de las dos vidas que de las promesas de campaña. En el frente fundado por Sergio Massa, después de la votación del pasado jueves 14, tendrán que repensar su nombre: sólo 8 votos fueron por el aborto legal, mientras 13 diputadas y diputados –incluyendo a la jefa del bloque, Graciela Camaño– votaron en contra.
El Frente Conser-renovador debutó con un pelotazo contra las mujeres. Ya no sos mi Margarita… Hacia el final de la sesión, el elocuente discurso feminista que ensayó la macrista Silvia Lospenato, cerrando el debate con lágrimas de emoción, borró velozmente de la memoria del kirchnerismo que la diputada liberal encabezó la cruzada por el desafuero de De Vido, que buscó destituir a la procuradora Gils Carbó y que impulsó los proyectos para despegar a Macri de las sospechas de corrupción. Lo que no será tan fácil de borrar de la memoria colectiva es que, cuando el PJ les dio quorum para votar la escandalosa reforma previsional, festejó que el sueldo de los jubilados le ganaría “por cinco puntos a la inflación”, como lo hacen todos esos diputados y diputadas del oficialismo cuando celebran, con fino cinismo, tantas otras medidas contra el pueblo trabajador. Pero el kirchnerismo, que ahora intenta reivindicarse por haber aportado 54 votos favorables a la legalización, cruzaba los dedos para que el proyecto se aprobara y sus 10 votos negativos se perdieran en el olvido de la fiesta del triunfo. Entrada la madrugada, Axel Kicillof le pedía al Presidente que abandonara la cama en Olivos y viniera a poner orden en su bloque para resolver el asunto. Todos pugnaban por no pagar el costo político de haber desatado una marea que podía llevárselos puestos.
El kirchnerismo esperaba que la pagara el oficialismo; Cambiemos quería que saliera la media sanción y que, en el Senado, el PJ se terminara haciendo cargo de dar las malas noticias a las pibas. Finalmente, el PJ que pocos días antes había declarado que el aborto era “la cultura del descarte” y “de la muerte”, hizo de las suyas: el nunca jamás pensado feminista gobernador de La Pampa, Carlos Verna, dio el santo y seña para que dos de sus diputados “indecisos” se decidieran. Vaya a saber cuáles fueron los “argumentos” que terminaron convenciéndolos a pocas horas de la votación, después de dos meses y más de 700 fundamentos vertidos en las audiencias públicas. Esos votos, junto con la abstención de la diputada cordobesa Alejandra Vigo, esposa del gobernador Schiaretti, fueron decisivos para obtener el triunfo por estrecho margen.
Los barones más rancios del PJ fueron, finalmente, los que definieron la partida bajo la presión de la calle, allanando el camino hacia el Senado, el reducto más reaccionario del poder feudal de la Argentina.
¿Alguien puede pensar, después de ver ese espectáculo de más de 20 horas, que a estos partidos que nos gobiernan les interesan los derechos de las mujeres, a los que usan como moneda de cambio, en un toma y daca que prolongó la incertidumbre hasta el día siguiente? Como en un partido mundialista, todos olfatearon anticipadamente el peligro de la derrota y, en el tiempo de descuento, dieron vuelta el marcador para terminar abrazados con aquellos a quienes, dos minutos antes, les recordaban a su madre.
De cebollitas a campeones, montaron inmediatamente la fiesta de la democracia, la muestra ejemplar de civismo, la lección magistral de sororidad transversal multipartidaria. “Che, senadores, escuchen bien… … se pudre todo si el aborto no es ley”. Cantan, rebosantes de felicidad, las pibas y les sale vapor de las gargantas, envueltas en pañuelos, chalinas y bufandas verdes, con los 3 grados que marca el termómetro de la mañana porteña.
Gritaron frente a la pantalla gigante del marcador, como en la cancha. Si este partido se ganó en el tiempo de descuento, temen que el próximo se tenga que definir por penales. El menemista-duhaldista-kirchnerista-pejotista Miguel Ángel Pichetto ya adelantó que votará a favor del proyecto que acaba de obtener media sanción en Diputados. Si pretende alinear al Partido Justicialista tras de su decisión, se las tendrá que ver con el no muy feminista senador Carlos Saúl Menem y otros legisladores que dócilmente obedecen a los gobernadores y a la Iglesia.
El bloque de senadores del Frente para la Victoria – PJ, donde se encuentra la ex presidenta Cristina Kirchner, ya adelantó que votará a favor de la legalización. Parece que fue necesario que murieran centenares de mujeres durante sus mandatos presidenciales, para que se convenciera de hacer lo que le impidió a sus diputados y diputadas por más de una década.
El kirchnerismo tiene que apelar a los argumentos más irrisorios para justificar a la jefa. Que eso fue hace diez años, que la sociedad no estaba preparada, que ahora es distinto… Lo cierto es que ahora hay centenares de miles en las calles porque, en algún momento, no tuvimos miedo de ser pocas. Y esas pocas que dieron las batallas en soledad, no contaban con el poder del Ejecutivo, ni con la mayoría en el parlamento, ni con el apoyo multitudinario de millones de votos, como tenía Cristina Kirchner.
La batalla del Senado obliga a redoblar las fuerzas movilizadas. El tiempo que queda por delante debemos aprovecharlo en ampliar y fortalecer la organización de nuestro propio ejército de millares de pibas y pibes en las escuelas y universidades, en los barrios, de trabajadoras y trabajadores en todo el país.
Son ellos o nosotras y nosotros
Y la verdad es que vienen envalentonadas porque, hasta ahora, quien se fue a llorar a la Iglesia, fue la Iglesia misma. A la Iglesia y los antiderechos no les alcanzó con el incesante desfile por las audiencias del Congreso, de bizarros, reaccionarios y moralistas argumentos detractores de la ley. Después de dos movilizaciones de escasa concurrencia, a pesar de la interesante procesión de carrozas con muñecos de papel maché, la Iglesia decidió apelar a sus conocidos recursos del apriete y las amenazas.
Oscuros personajes recorrieron los despachos parlamentarios, mientras hasta el mismísimo Bergoglio intentaba convencer con llamadas de larga distancia. Son muchos los diputados y diputadas de Cambiemos y el peronismo que tienen estrechos lazos con la curia. Incluso, las espadas femeninas de sonrisas angelicales que gobiernan la Provincia de Buenos Aires y manejan los fondos de la asistencia social desembarcaron en el Vaticano unos días antes de que el proyecto de legalización del aborto hiciera lo propio en el Parlamento.
Los rezos y los rosarios no son privativos de la delirante Elisa Carrió. Para ser más exactos, con la única excepción del Frente de Izquierda, no hay ningún bloque en el Congreso que no tenga relación con el Vaticano: hasta el Movimiento Evita y Libres del Sur de Victoria Donda integran con el maoísmo nativo –que no tiene representación parlamentaria– el grupo conocido como “de los Cayetanos”, junto a la CTEP comandada por Juan Grabois, amigo personal del Papa Francisco. Pero, por las dudas que no alcanzaran los favores de los más devotos, los fundamentalistas antiderechos que quieren “defender las dos vidas”, amenazaron de muerte a las hijas e hijos de algunos diputados. Vaya macabra paradoja.
En menos de 48 horas de la media sanción, Francisco, que es Bergoglio, declaró que los que defienden el aborto legal son nazis “con guantes blancos”. Bergoglio, que es el Papa, se atreve a semejante comparación a pesar de presidir la misma Iglesia que bendijo las armas de los nazis en la II Guerra Mundial y que hizo otros tantos favores a la dictadura genocida en Argentina. Por eso, vamos a seguir peleando para que se apruebe la ley en el Senado sin modificaciones, pero también tenemos que exigir la separación de la Iglesia del Estado. Hay que acabar con los sueldos que el Estado le paga a los obispos, con los subsidios, los privilegios, las exenciones de impuestos a sus grandes propiedades y todas las prebendas que tiene la Iglesia, mientras para el pueblo trabajador se prepara un gran saqueo.
La politiquería burguesa con los pelos de punta
El Gobierno nacional, con esa magia que le es tan propia, se puso al borde de una crisis después de haber pergeñado la maniobra de abrir el debate del aborto legal para prestigiarse y dejar en offside a la oposición.
Esperaban maquillarse de líderes abiertos al juego democrático, pero no calculaban que el resultado fuera el que fue. Y si lo que la mayoría del oficialismo ansiaba era que no se aprobara la ley, el resultado menos deseado no era que se votara, sino que terminara cayendo por una diferencia ínfima. Porque, como dicen las pibas, eso podía hacer que “se pudriera todo”. Ese fue el escenario más temido y el desfiladero por el que transitaron las últimas horas de la madrugada del jueves, que desembocaron en el 129 a 125.
El bloque de Cambiemos, con 65 votos a favor de mantener el aborto en la clandestinidad, fue el que más aportó a la incertidumbre nocturna, poniendo al Gobierno al borde de una nueva crisis y dejando al desnudo que la apertura del debate del aborto fue puro e improvisado oportunismo para evitar, en su momento, el choque frontal con la movilización del 8M luego de quedar golpeado por las importantes jornadas del 14 y 18 de diciembre contra el robo a los jubilados. Pocos días antes, otras bancadas sufrieron las consecuencias de sus imposturas. Lousteau rompió el interbloque que mantenía con el diputado mendocino José Luis “Panqueque” Ramón, quien pasó de estar en contra del aborto, a estar a favor y estar nuevamente en contra, en menos de una semana. Involución radical.
El Partido Socialista, por otra parte, debió resignarse a perder la única banca que había obtenido en las elecciones, cuando su diputado Luis Contigiani les recordó que siempre había sido más ferviente defensor de las dos vidas que de las promesas de campaña. En el frente fundado por Sergio Massa, después de la votación del pasado jueves 14, tendrán que repensar su nombre: sólo 8 votos fueron por el aborto legal, mientras 13 diputadas y diputados –incluyendo a la jefa del bloque, Graciela Camaño– votaron en contra.
El Frente Conser-renovador debutó con un pelotazo contra las mujeres. Ya no sos mi Margarita… Hacia el final de la sesión, el elocuente discurso feminista que ensayó la macrista Silvia Lospenato, cerrando el debate con lágrimas de emoción, borró velozmente de la memoria del kirchnerismo que la diputada liberal encabezó la cruzada por el desafuero de De Vido, que buscó destituir a la procuradora Gils Carbó y que impulsó los proyectos para despegar a Macri de las sospechas de corrupción. Lo que no será tan fácil de borrar de la memoria colectiva es que, cuando el PJ les dio quorum para votar la escandalosa reforma previsional, festejó que el sueldo de los jubilados le ganaría “por cinco puntos a la inflación”, como lo hacen todos esos diputados y diputadas del oficialismo cuando celebran, con fino cinismo, tantas otras medidas contra el pueblo trabajador. Pero el kirchnerismo, que ahora intenta reivindicarse por haber aportado 54 votos favorables a la legalización, cruzaba los dedos para que el proyecto se aprobara y sus 10 votos negativos se perdieran en el olvido de la fiesta del triunfo. Entrada la madrugada, Axel Kicillof le pedía al Presidente que abandonara la cama en Olivos y viniera a poner orden en su bloque para resolver el asunto. Todos pugnaban por no pagar el costo político de haber desatado una marea que podía llevárselos puestos.
El kirchnerismo esperaba que la pagara el oficialismo; Cambiemos quería que saliera la media sanción y que, en el Senado, el PJ se terminara haciendo cargo de dar las malas noticias a las pibas. Finalmente, el PJ que pocos días antes había declarado que el aborto era “la cultura del descarte” y “de la muerte”, hizo de las suyas: el nunca jamás pensado feminista gobernador de La Pampa, Carlos Verna, dio el santo y seña para que dos de sus diputados “indecisos” se decidieran. Vaya a saber cuáles fueron los “argumentos” que terminaron convenciéndolos a pocas horas de la votación, después de dos meses y más de 700 fundamentos vertidos en las audiencias públicas. Esos votos, junto con la abstención de la diputada cordobesa Alejandra Vigo, esposa del gobernador Schiaretti, fueron decisivos para obtener el triunfo por estrecho margen.
Los barones más rancios del PJ fueron, finalmente, los que definieron la partida bajo la presión de la calle, allanando el camino hacia el Senado, el reducto más reaccionario del poder feudal de la Argentina.
¿Alguien puede pensar, después de ver ese espectáculo de más de 20 horas, que a estos partidos que nos gobiernan les interesan los derechos de las mujeres, a los que usan como moneda de cambio, en un toma y daca que prolongó la incertidumbre hasta el día siguiente? Como en un partido mundialista, todos olfatearon anticipadamente el peligro de la derrota y, en el tiempo de descuento, dieron vuelta el marcador para terminar abrazados con aquellos a quienes, dos minutos antes, les recordaban a su madre.
De cebollitas a campeones, montaron inmediatamente la fiesta de la democracia, la muestra ejemplar de civismo, la lección magistral de sororidad transversal multipartidaria. “Che, senadores, escuchen bien… … se pudre todo si el aborto no es ley”. Cantan, rebosantes de felicidad, las pibas y les sale vapor de las gargantas, envueltas en pañuelos, chalinas y bufandas verdes, con los 3 grados que marca el termómetro de la mañana porteña.
Gritaron frente a la pantalla gigante del marcador, como en la cancha. Si este partido se ganó en el tiempo de descuento, temen que el próximo se tenga que definir por penales. El menemista-duhaldista-kirchnerista-pejotista Miguel Ángel Pichetto ya adelantó que votará a favor del proyecto que acaba de obtener media sanción en Diputados. Si pretende alinear al Partido Justicialista tras de su decisión, se las tendrá que ver con el no muy feminista senador Carlos Saúl Menem y otros legisladores que dócilmente obedecen a los gobernadores y a la Iglesia.
El bloque de senadores del Frente para la Victoria – PJ, donde se encuentra la ex presidenta Cristina Kirchner, ya adelantó que votará a favor de la legalización. Parece que fue necesario que murieran centenares de mujeres durante sus mandatos presidenciales, para que se convenciera de hacer lo que le impidió a sus diputados y diputadas por más de una década.
El kirchnerismo tiene que apelar a los argumentos más irrisorios para justificar a la jefa. Que eso fue hace diez años, que la sociedad no estaba preparada, que ahora es distinto… Lo cierto es que ahora hay centenares de miles en las calles porque, en algún momento, no tuvimos miedo de ser pocas. Y esas pocas que dieron las batallas en soledad, no contaban con el poder del Ejecutivo, ni con la mayoría en el parlamento, ni con el apoyo multitudinario de millones de votos, como tenía Cristina Kirchner.
La batalla del Senado obliga a redoblar las fuerzas movilizadas. El tiempo que queda por delante debemos aprovecharlo en ampliar y fortalecer la organización de nuestro propio ejército de millares de pibas y pibes en las escuelas y universidades, en los barrios, de trabajadoras y trabajadores en todo el país.
Son ellos o nosotras y nosotros
El ajuste que está imponiendo el Fondo Monetario Internacional, que ya se llevó puesto al presidente del Banco Central, traerá pavorosas consecuencias para el pueblo trabajador. La inflación, los tarifazos, los despidos y un deterioro cada vez más acuciante de la Salud y la Educación públicas, ponen en riesgo también las condiciones en que los derechos de las mujeres puedan hacerse realmente efectivos. La educación sexual integral no puede ejercerse sin docentes, sin escuelas y mucho menos con jóvenes que deban abandonar sus estudios para ganarse la vida en trabajos precarizados.
El aborto legal no puede practicarse en hospitales sin insumos, sin personal idóneo y atiborrados de pacientes pobres y de familias trabajadoras que deberán recurrir a la atención gratuita. Los de arriba se preparan para hundir a porciones cada vez mayores de la población en la pobreza y la desocupación para pagar la deuda, y eso golpeará especialmente a las mujeres aumentando la feminización de la pobreza y la precarización de nuestras vidas. Cuando eso suceda, ni la sororidad de las neoliberales como Lospenato o de las mujeres del PJ, ni la simpatía que hoy repentinamente demuestran diputados como Daniel Lipovetzky o Fernando Iglesias y otros oficialistas que aplauden el saqueo en ciernes, van a estar de nuestro lado.
Las compañeras de Pan y Rosas/Frente de Izquierda planteamos, al movimiento de mujeres, que es necesario tejer las alianzas con las enfermeras y enfermeros, con las trabajadoras y trabajadores de la educación, fortalecer los lazos de la juventud con la clase que mueve los resortes de la economía. Consideramos que es una tarea del presente para afrontar el futuro con una perspectiva anticapitalista y antipatriarcal. Los lugares de trabajo y de estudio, pueden ser el lugar en el que la marea verde transforme esa confraternización que conquistamos en las calles, en organización. Porque serán ellos o nosotras y nosotros. Y en estas batallas por el aborto legal, si logramos infligir una derrota al Gobierno, a la Iglesia y a los sectores reaccionarios y oscurantistas, estamos dando un primer paso que nos fortalece para lo que se viene. Que esta vez triunfen las pibas, es por el bien de todos.
Las compañeras de Pan y Rosas/Frente de Izquierda planteamos, al movimiento de mujeres, que es necesario tejer las alianzas con las enfermeras y enfermeros, con las trabajadoras y trabajadores de la educación, fortalecer los lazos de la juventud con la clase que mueve los resortes de la economía. Consideramos que es una tarea del presente para afrontar el futuro con una perspectiva anticapitalista y antipatriarcal. Los lugares de trabajo y de estudio, pueden ser el lugar en el que la marea verde transforme esa confraternización que conquistamos en las calles, en organización. Porque serán ellos o nosotras y nosotros. Y en estas batallas por el aborto legal, si logramos infligir una derrota al Gobierno, a la Iglesia y a los sectores reaccionarios y oscurantistas, estamos dando un primer paso que nos fortalece para lo que se viene. Que esta vez triunfen las pibas, es por el bien de todos.
Andrea D'Atri Licenciada en Psicología (UBA), se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). En 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, Estado Español, Francia y Alemania. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo (2004), publicado en Buenos Aires y reeditado en San Pablo, Caracas, México y Roma, y compiladora de Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia (2006), reeditado en San Pablo, Caracas y Madrid.
Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com
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