Las religiones monoteístas han relegado de manera sistemática a las mujeres de las esferas del poder. Ellas han podido ejercer tareas secundarias pero nunca liderar una liturgia. Dentro de las muchas reivindicaciones de las mujeres a lo largo de los siglos ha sido la de encontrar un mejor lugar en el seno de las distintas creencias. Muchas mujeres han reclamado su papel en las liturgias. A pesar de que solamente algunas mujeres en el seno del protestantismo han conseguido ser nombradas sacerdotes, obispas o pastoras, aún queda mucho camino por recorrer. En el judaísmo, Sally Priesand fue considerada durante años como la primera rabina, ordenada en 1972. Dos décadas después se descubrió que no había sido la primera.
Tal reconocimiento lo tenía una mujer cuya identidad permaneció oculta tras el sólido muro de Berlín desde que fuera asesinada en Auschwitz en 1944. Se llamaba Regina Jonas y había nacido el 3 de agosto de 1902 en la capital alemana, en el seno de una familia judía muy humilde. Sara y Wolf Jonas inculcaron a Regina y su hermano mayor Abraham una profunda fe religiosa que marcaría para siempre la vida de Regina y en la que encontró consuelo toda la familia cuando Wolf falleció de tuberculosis en 1913.
Regina estudió para ser maestra, profesión a la que habitualmente se dedicaban las mujeres, pero ella pronto descubrió que quería profundizar en sus conocimientos religiosos y llegar aún más lejos, convertirse en rabina. Para llevar a cabo su plan, Regina se matriculó en 1924 en la Academia de Ciencias del Judaísmo donde entró en contacto con hombres y mujeres con posturas liberales. En 1930 se diplomó como Profesora Académica de la Religión.
Dispuesta a cambiar las cosas, la tesis con la que obtuvo su diploma llevaba como título: ¿Puede una mujer ser rabino según la ley judía? La respuesta que ella dio en su tesis fue un rotundo sí. Durante cinco años estuvo dando clases de religión a niñas de Berlín mientras esperaba pacientemente que algún miembro de la comunidad judía con autoridad para hacerlo, la ordenara rabina. Algo a lo que muchos se negaron por miedo a romper con siglos de tradición. Hasta que Max Dienemann, responsable de la Asociación de Rabinos Liberales, decidió convertir el sueño de Regina en realidad.
Los siguientes años se dedicó a dar sermones en pequeñas congregaciones y a dar consuelo espiritual en comunidades y hospitales. Con el auge del nazismo, Regina Jonas, continuó en Berlín junto a su madre, y ayudó en diversas organizaciones judías.
A principios de noviembre de 1942, ambas mujeres fueron deportadas al campo de concentración de Theresienstadt donde continuó ejerciendo una importante labor como rabina junto a Viktor Frankl, un psiquiatra austriaco que ayudaba a sobrellevar la dura vida en el campo. Ambos trabajaron incansablemente para que los prisioneros no cayeran en la depresión y el suicidio. La vida de Regina Jonas terminó poco después de ser trasladada a Auschwitz a mediados de octubre de 1944. Pocos días después ella y su madre eran ejecutadas.
Escrito por Sandra Ferrer
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