Violencia machista & modus operandi
Daniel Cela
Publico.es
Un estudio de la Junta de Andalucía sobre 150 sentencias de crímenes machistas en una década revela un patrón de conducta en el asesino: no actúa por impulso, prepara su crimen y espera a que su víctima baje la guardia. |
¿Se puede predecir un crimen machista? En los últimos 15 años han muerto en España 907 mujeres a manos de sus parejas o exparejas. En 2016 fueron 44. En lo que va de año, 38 (la última, este jueves: una joven acuchillada por su marido en Sestao). ¿Se puede predecir? La Consejería de Justicia del Gobierno andaluz ha coordinado el primer macroestudio en España que analiza sentencias de casos de víctimas mortales de violencia de género.
Se ha revisado la instrucción de 150 fallos a lo largo de 11 años, entre 2005 (un año después de que se aprobara la Ley integral de Igualdad) y 2015. Las autoras del estudio, pilotadas por la jurista Aurora Genovés, creen haber hallado un patrón de conducta en los asesinatos de mujeres. Quizá la conclusión más inquietante del informe es la que desmonta un estereotipo: el maltratador no mata a su víctima por un repentino ataque de ira, no es un impulso de violencia, no hay un detonante en la pareja que precipite el crimen. Al contrario: el asesinato machista es “premeditado, agrede a traición y con alevosía”.
En el informe aparece un patrón de conducta del asesino -en el 79% de los casos la condena fue por delito de asesinato y en el 15% por homicidio-, y el indicador más grave es la alevosía: en el 91% de los casos, los asesinatos de mujeres fueron premeditados. Las autoras describen una secuencia habitual que se repite en casi todas las sentencias: el maltratador amenaza de muerte a su pareja, le dice que va a matarla (habitualmente en medio de una discusión). Luego la tensión baja, los gritos se apagan, desaparece la bronca y vuelve a la normalidad. “Pero en la cabeza del hombre ya se ha instalado la idea del crimen”, dice Genovés. En las horas, días o semanas siguientes a la discusión, la mujer se relaja y baja la guardia, no percibe peligro alguno.
En las sentencias analizadas, la víctima fue asesinada por la espalda, mientras dormía (el 49% de crímenes se produce en el dormitorio), mientras descansaba en el sofá, en la rutina diaria, en la seguridad del hogar. Ocho de cada diez asesinatos machistas (78%) tuvieron lugar en el domicilio, y en el 66% de los casos, el agresor convivía con la víctima. En el 51% de casos el marido o novio usó un arma blanca, y en muy pocos casos aparecen heridas de forcejeo o señales de que la víctima se defendió. “No hay forcejeo porque el maltratador apuñala por la espalda o cuando su pareja está relajada”, sentencia la coordinadora del estudio.
Hace unos meses, el Tribunal Supremo acuñó un concepto nuevo para describir este patrón de conducta del asesino maltratador: “la alevosía doméstica”. Es un agravante más dentro de los crímenes premeditados, un tipo de alevosía ligada a la violencia machista, según los jueces del Alto Tribunal, “basada en la relación de confianza procedente de la convivencia, generadora para la víctima de su total despreocupación respecto de un eventual ataque que pudiera tener su origen en acciones del acusado”.
Faltan datos en las sentencias
Las juristas que han elaborado el informe dicen que el aviso de alerta ante la inminencia del crimen es que existía “violencia previa en la pareja”, algún episodio anterior de agresión física o de amenaza de muerte. Sin embargo, esta conclusión choca con las mismas estadísticas del estudio: de los 150 fallos judiciales, 99 (el 66%) no describen episodios de violencia previa al crimen. Lo cual induce a pensar que el asesino es alguien que actúa por un arrebato y sin premeditación.
El informe ha puesto mucho empeño en analizar esta contradicción, porque esto no es lo que dicen los estudios sociológicos sobre la violencia de género, y tampoco es lo que aparece en la prensa cuando surgen crímenes machistas. Genovés cree que hay un vacío en los argumentos jurídicos: “No es que no existan episodios de malos tratos anteriores al asesinato, es que los jueces no los describen en sus sentencias, quizá porque se centran en evaluar el suceso concreto de la muerte violenta, pero sería de mucha ayuda profundizar en la convivencia entre víctima y verdugo anterior al crimen para hacer un mejor perfil del tipo de agresor”, avisa la jurista. El informe sólo recoge 51 casos de violencia previa al crimen: en 25 hubo denuncias previas por parte de las víctimas.
En 15 casos, el juez dictó una orden de protección, pero en otras diez no: diez mujeres murieron asesinadas tras haber denunciado por maltrato a sus parejas, o bien porque sus abogados no pidieron las órdenes de alejamiento, o bien porque no les fueron concedidas. “Esto fue claramente un error”, dice Genovés. El cómputo de todas las sentencias analizadas da como media una condena de 16 años y siete meses, aunque también se percibe un endurecimiento de las penas a lo largo de los 11 años que abarca el estudio. El agresor habitual está en la franja de edad de 40 a 50 años y no suele tener antecedentes penales. De los 150 asesinos, 60 eran maridos, 48 novios, 29 exparejas y 11 exmaridos.
Se ha revisado la instrucción de 150 fallos a lo largo de 11 años, entre 2005 (un año después de que se aprobara la Ley integral de Igualdad) y 2015. Las autoras del estudio, pilotadas por la jurista Aurora Genovés, creen haber hallado un patrón de conducta en los asesinatos de mujeres. Quizá la conclusión más inquietante del informe es la que desmonta un estereotipo: el maltratador no mata a su víctima por un repentino ataque de ira, no es un impulso de violencia, no hay un detonante en la pareja que precipite el crimen. Al contrario: el asesinato machista es “premeditado, agrede a traición y con alevosía”.
En el informe aparece un patrón de conducta del asesino -en el 79% de los casos la condena fue por delito de asesinato y en el 15% por homicidio-, y el indicador más grave es la alevosía: en el 91% de los casos, los asesinatos de mujeres fueron premeditados. Las autoras describen una secuencia habitual que se repite en casi todas las sentencias: el maltratador amenaza de muerte a su pareja, le dice que va a matarla (habitualmente en medio de una discusión). Luego la tensión baja, los gritos se apagan, desaparece la bronca y vuelve a la normalidad. “Pero en la cabeza del hombre ya se ha instalado la idea del crimen”, dice Genovés. En las horas, días o semanas siguientes a la discusión, la mujer se relaja y baja la guardia, no percibe peligro alguno.
En las sentencias analizadas, la víctima fue asesinada por la espalda, mientras dormía (el 49% de crímenes se produce en el dormitorio), mientras descansaba en el sofá, en la rutina diaria, en la seguridad del hogar. Ocho de cada diez asesinatos machistas (78%) tuvieron lugar en el domicilio, y en el 66% de los casos, el agresor convivía con la víctima. En el 51% de casos el marido o novio usó un arma blanca, y en muy pocos casos aparecen heridas de forcejeo o señales de que la víctima se defendió. “No hay forcejeo porque el maltratador apuñala por la espalda o cuando su pareja está relajada”, sentencia la coordinadora del estudio.
Hace unos meses, el Tribunal Supremo acuñó un concepto nuevo para describir este patrón de conducta del asesino maltratador: “la alevosía doméstica”. Es un agravante más dentro de los crímenes premeditados, un tipo de alevosía ligada a la violencia machista, según los jueces del Alto Tribunal, “basada en la relación de confianza procedente de la convivencia, generadora para la víctima de su total despreocupación respecto de un eventual ataque que pudiera tener su origen en acciones del acusado”.
Faltan datos en las sentencias
Las juristas que han elaborado el informe dicen que el aviso de alerta ante la inminencia del crimen es que existía “violencia previa en la pareja”, algún episodio anterior de agresión física o de amenaza de muerte. Sin embargo, esta conclusión choca con las mismas estadísticas del estudio: de los 150 fallos judiciales, 99 (el 66%) no describen episodios de violencia previa al crimen. Lo cual induce a pensar que el asesino es alguien que actúa por un arrebato y sin premeditación.
El informe ha puesto mucho empeño en analizar esta contradicción, porque esto no es lo que dicen los estudios sociológicos sobre la violencia de género, y tampoco es lo que aparece en la prensa cuando surgen crímenes machistas. Genovés cree que hay un vacío en los argumentos jurídicos: “No es que no existan episodios de malos tratos anteriores al asesinato, es que los jueces no los describen en sus sentencias, quizá porque se centran en evaluar el suceso concreto de la muerte violenta, pero sería de mucha ayuda profundizar en la convivencia entre víctima y verdugo anterior al crimen para hacer un mejor perfil del tipo de agresor”, avisa la jurista. El informe sólo recoge 51 casos de violencia previa al crimen: en 25 hubo denuncias previas por parte de las víctimas.
En 15 casos, el juez dictó una orden de protección, pero en otras diez no: diez mujeres murieron asesinadas tras haber denunciado por maltrato a sus parejas, o bien porque sus abogados no pidieron las órdenes de alejamiento, o bien porque no les fueron concedidas. “Esto fue claramente un error”, dice Genovés. El cómputo de todas las sentencias analizadas da como media una condena de 16 años y siete meses, aunque también se percibe un endurecimiento de las penas a lo largo de los 11 años que abarca el estudio. El agresor habitual está en la franja de edad de 40 a 50 años y no suele tener antecedentes penales. De los 150 asesinos, 60 eran maridos, 48 novios, 29 exparejas y 11 exmaridos.
El informe también entierra otro tópico, el de que en vacaciones de verano se disparan los crímenes machistas: los meses más aciagos son, por estadística, septiembre y octubre, y los menos graves, julio y agosto. Sí es un dato revelador el hecho de que haya más asesinatos en municipios pequeños que en grandes ciudades.
El 38% de los asesinatos de mujeres ocurrió en pueblos de menos de 20.000 habitantes, una información valiosa para las administraciones a la hora de localizar sus campañas de prevención y ayuda a las víctimas. Lo que no explica con claridad el informe es por qué, durante 11 años, se han registrado 37 mujeres asesinadas en Málaga y sólo cuatro en Huelva.
El estudio analiza 150 crímenes machistas (125 españolas y 25 extranjeras), aunque 42 de ellos carecen de fallo judicial porque el agresor se suicidó tras matar a la víctima. Del resto, 81 son sentencias firmes y 27 aún están tramitándose. En los casos que llegaron a juicio, concurre el agravante de parentesco (que endurece la condena) con el atenuante de confesión (que la reduce). Lo habitual es que ambos factores se neutralicen, y que no suponga más años de cárcel para el agresor, pero tampoco menos.
Genovés no está de acuerdo. “En este tipo de delitos, la confesión del asesino es más una especie de reivindicación del crimen, un premio, se siente orgulloso de decir que ha matado a su mujer”, advierte. El recién aprobado Pacto de Estado por la Igualdad contempla eliminar la confesión como atenuante en los crímenes de violencia machista. La consejera andaluza de Justicia, Rosa Aguilar, cree que hay otro factor que identifica claramente al agresor: "Está dispuesto a morir con tal de matar a la mujer".
Fuente: http://www.publico.es/sociedad/maltratador-mata-mujer-espalda.html
El 38% de los asesinatos de mujeres ocurrió en pueblos de menos de 20.000 habitantes, una información valiosa para las administraciones a la hora de localizar sus campañas de prevención y ayuda a las víctimas. Lo que no explica con claridad el informe es por qué, durante 11 años, se han registrado 37 mujeres asesinadas en Málaga y sólo cuatro en Huelva.
El estudio analiza 150 crímenes machistas (125 españolas y 25 extranjeras), aunque 42 de ellos carecen de fallo judicial porque el agresor se suicidó tras matar a la víctima. Del resto, 81 son sentencias firmes y 27 aún están tramitándose. En los casos que llegaron a juicio, concurre el agravante de parentesco (que endurece la condena) con el atenuante de confesión (que la reduce). Lo habitual es que ambos factores se neutralicen, y que no suponga más años de cárcel para el agresor, pero tampoco menos.
Genovés no está de acuerdo. “En este tipo de delitos, la confesión del asesino es más una especie de reivindicación del crimen, un premio, se siente orgulloso de decir que ha matado a su mujer”, advierte. El recién aprobado Pacto de Estado por la Igualdad contempla eliminar la confesión como atenuante en los crímenes de violencia machista. La consejera andaluza de Justicia, Rosa Aguilar, cree que hay otro factor que identifica claramente al agresor: "Está dispuesto a morir con tal de matar a la mujer".
Fuente: http://www.publico.es/sociedad/maltratador-mata-mujer-espalda.html
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