Los valores machistas nunca declarados pero que se manifiestan en incesantes actitudes deplorables para la condición humana continúan y, en ascenso; los uxoricidios (feminicidios), la violencia contra la mujer y la violación a sus derechos humanos, sobre cuya génesis u origen descansa la cultura de los pueblos y la reticencia a superar los dogmas de prevalencia del machismo, apoyados en los anacrónicos roles de género que siguen perpetuando las diferencias manifestadas en la desigualdad práctica entre ambos sexos y las relaciones de poder, o mejor, sumisión de ellas a ellos.
Igualmente es execrable la consideración que el hombre sea una constante amenaza a la mujer; que el hombre considere que su propio cuerpo sea suyo, y el de las mujeres también, ¡que extremo de pensar primitivo!, también es degradante para nuestra especie que el cuerpo de las mujeres, según diferentes culturas, puede ser dominio público, como exhibición constante, mejor, una cosa útil sexual o tapada herméticamente, cual fantasma maligno (musulmana).
Si la mujer decide sobre su cuerpo, otra aberración, es porque en este nivel de cultura el hombre así lo quiere y, en esta constante desazón que vivimos en lo tocante a la anhelada igualdad de la mujer, persiste la cultura erótica neoliberal pues la mujer parece ser un objeto de placer de los hombres a la que pueden agredir, comprar, intercambiar y violar, hasta matarla; debemos interiorizarnos en esta barbarie que, en esta misma cultura erótica muchos hombres se van de parranda divirtiéndose, violando a las mujeres, para aquellos es una noche o un día más y las mujeres quedan traumatizadas y marcadas para toda la vida, ¡comprendamos este alcance desgarrador!, además que esta pesadilla humana arriba a su paroxismo cuando en ciertas culturas las mujeres deben demostrar su virginidad para ser dignas de un hombre, sin exigirle lo mismo al hombre.
La imparable violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas en formación, son para la inercia e insensibilidad de los legisladores y autoridades, casos rutinarios, no razonando que esa actitud está desestructurando a la sociedad y cuyas consecuencias pueden ingresar a su propio núcleo familiar.
Todas las mujeres tienen el derecho a pasear o transitar solas en cualquier país o lugar, sin la amenaza de agresión o violación por ningún hombre; vestirse como ellas vean conveniente, sin ser consideradas un objeto público, ni como un fantasma envuelto en una sábana; destacar sus cualidades, disfrutar de su sexualidad en total libertad, sin exigirle demostrar y justificar su goce o vida sexual pasada, a desarrollar sus capacidades sin que la falta de recursos económicos ni las imposiciones culturales o religiosas las obliguen a hacer algo que atente contra sus derechos; en definitiva, y esto dolerá a los hombres insensibles y machistas que no corrigen su actitud ni forma de pensar: la mujer tiene derecho a hacer su vida sin que la relación con un hombre sea lo más importante de su vida y de su mundo, pues primero está su realización personal e independencia.
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