Mujer, clase social & elecciones
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- Según un nuevo estudio, las mujeres solteras piensan en el conjunto de mujeres a la hora de votar, mientras que las casadas piensan en sus maridos y en sus familias - Estudios que se remontan a 2006 han demostrado que las mujeres casadas a menudo han votado según el interés económico de su marido |
La noche de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Hillary Clinton planeaba vestirse de blanco en homenaje a las mujeres sufragistas y al vuelco que habrían logrado en la historia política. En cambio, como relata en su nuevo libro, el traje blanco se quedó en su funda y Clinton se puso un traje de color negro y violeta que en realidad había planeado llevar en su primer viaje a Washington como presidenta electa. Frente a la oportunidad de elegir a la primera mujer presidenta de Estados Unidos, las mujeres no la votaron. Irónicamente, las mujeres con un perfil más similar al de Hillary Clinton –blancas, heterosexuales y casadas– fueron las que menos votaron por ella. Muchos esperaban que Clinton arrasara entre las mujeres, igual que Barack Obama lo hizo entre los votantes negros en 2008. Si eso hubiera sucedido, Clinton habría ganado cómodamente a Donald Trump. Pero mientras que Obama obtuvo el 95% del voto negro, Clinton sólo obtuvo el 54% del voto femenino, un punto por debajo del candidato demócrata anterior. Y le fue todavía peor específicamente entre las mujeres blancas: la mayoría de ellas votó por Trump.
La semana pasada, Clinton –que ha tenido tiempo de sobra para reflexionar sobre el voto femenino– aseguró que tiene una teoría. “Las mujeres están bajo una presión muy grande. Y estoy hablando principalmente de las mujeres blancas. Las presionan sus padres, sus maridos, sus novios y sus jefes para que no voten a ‘la chica”, dijo en una entrevista durante la gira promocional de su libro autobiográfico sobre la campaña de 2016. Un núcleo familiar, un voto La gente puede burlarse de la idea de que las mujeres votan presionadas por lo que sus maridos y sus padres les dicen.
Y se han invertido decenas de millones de dólares en mensajes públicos que parten del supuesto de que las mujeres votarán colectivamente a favor de la igualdad salarial, el aborto y otras cuestiones que conciernen la autonomía femenina. Sin embargo, las ciencias sociales respaldan la afirmación de Clinton. “Pensamos que tiene razón en su análisis sobre la presión que reciben las mujeres por parte de los hombres de su entorno, especialmente las mujeres blancas,” asegura Kelsy Kretschmer, profesora de la Universidad Estatal de Oregon y coautora de un estudio reciente que analiza patrones del voto femenino. “Sabemos que los hombres blancos son más conservadores, así que si una mujer está casada con un hombre blanco, se sentirá más presionada a votar según esa ideología.
"Si se piensa a nivel individual, este tipo de comportamiento a la hora de votar es más racional de lo que parece. Según la investigación de Kretschmer, la diferencia esencial es que las mujeres solteras suelen pensar en el conjunto de todo el universo femenino a la hora de votar, mientras que las mujeres casadas con hombres votan pensando en sus maridos y sus familias (el estudio se basó en un sondeo de mujeres heterosexuales llevado a cabo en 2012, antes de que se legalizara el matrimonio homosexual a nivel nacional, y no saca conclusiones sobre los casos en que la pareja está compuesta por dos mujeres).
Esto podría explicar por qué, a pesar del hecho de que en general se piensa que el partido demócrata tiene políticas más favorables hacia las mujeres, las mujeres casadas han votado tradicionalmente al partido republicano. “El mero hecho de estar casadas convierte a las mujeres en conservadoras a la hora de elegir a quien votar,” señala Kretschmer. En resumen, la cuestión es más económica que ideológica. “Las mujeres ganan menos dinero y tienen menos poder, lo cual favorece su dependencia económica respecto de los hombres”, dice el estudio.
“Por esta razón, las mujeres casadas defienden políticas y políticos que protegen a sus maridos y favorecen su estatus.” De hecho, como los hombres son los principales proveedores en la mayoría de los hogares estadounidenses, es posible que sus esposas consideren que las medidas que buscan la igualdad entre hombres y mujeres podrían perjudicar a sus maridos y por ende a sus familias. “Algunas mujeres casadas ven los progresos de las mujeres, como los fallos judiciales contra la discriminación salarial, como algo perjudicial hacia sus maridos,” asegura la investigación.
Los autores del estudio también observaron que durante la campaña, las mujeres heterosexuales casadas tomaban partido según los intereses de sus maridos y sus familias por encima de los intereses colectivos de las mujeres.
Una mujer universitaria que se identificó como demócrata y progresista confesó a Kretschmer que si bien no se identificaba como votante de Trump, lo había votado porque el trabajo de su marido dependía de la industria del carbón y creyó que Trump era el candidato que mejor protegería esa industria, y por extensión los intereses de su familia. Kretschmer dijo que el testimonio de esta mujer “fue la confirmación más clara y desoladora de nuestro artículo”. Sin embargo, la creencia popular durante la campaña era, tal y como lo resumió un artículo de the Atlantic, que “las elecciones de 2016 convirtieron la batalla de los sexos en una guerra sin cuartel”: Trump y Clinton no sólo había dividido a hombres y mujeres, según este relato, sino también a “hombres y mujeres que están casados entre sí”. Al menos eso se decía a los lectores.
Unas semanas más tarde, estuvo claro que esta teoría no tenía mucho fundamento: las mujeres casadas votaron más a Clinton que a Trump por un irrisorio margen de dos puntos de porcentaje. Y no debería sorprendernos.
Una cuestión económica
Estudios que se remontan al año 2006 han demostrado que las mujeres casadas a menudo han votado según el interés económico de su marido, y si tenemos en cuenta la diferencia salarial y el rol tradicional del hombre como proveedor del hogar, tiene sentido desde una perspectiva económica que las mujeres casadas voten de esa forma.
Si bien la brecha salarial se ha reducido, sigue existiendo una disparidad importante y por ende persisten las expectativas basadas en cuestiones de género. Un estudio publicado recientemente por el Centro de Investigación Pew concluyó que los estadounidenses siguen considerando a los hombres como los proveedores principales de los hogares, a pesar de que el aporte de las mujeres ha crecido. Mientras que el 71% de las mujeres que participaron en el sondeo dijeron que es “muy importante” que el hombre sea capaz de mantener a su familia, sólo el 41% de las mujeres dijo lo mismo respecto de su propio sexo.
Entre mujeres y hombres blancos, sólo el 27% dijo que es importante que una mujer pueda mantener a su familia, comparado con el 52% de las mujeres y hombres negros. Quizás lo más llamativo es que cuanto más nivel educativo tiene una mujer, menos probable es que diga que es importante que la mujer mantenga a su familia. Las tendencias son alarmantes: teniendo en cuenta raza y nivel educativo, los grupos que tienen más posibilidades de mantener una familia sólo con el ingreso del marido –mujeres blancas y mujeres de todas las razas con estudios universitarios– fueron los que menos importancia le dieron a que la mujer sea capaz de mantener su familia.
Esto también puede servir de contexto para otros informes, como uno de 2015 realizado por un centro de investigación de Nueva York que concluyó que las mujeres negras son significativamente más ambiciosas en sus trabajos que las mujeres blancas (el 22% de las mujeres negras afirmaron querer ocupar puestos jerárquicos, mientras que sólo el 8% de las mujeres blancas dijo lo mismo). El estudio de Kretschmer, publicado por la revista académica Political Research Quarterly, esclarece estas dinámicas al sintetizar hasta qué punto las mujeres ven su futuro ligado al de otras mujeres de su país.
Utilizando datos del Estudio Nacional Electoral Estadounidense de 2012, el equipo de Kretschmer analizó las respuestas de más de dos mil mujeres a la pregunta: “¿Cree que lo que le suceda a las mujeres en general en el país tendrá algún impacto en su vida personal?”. A las mujeres que respondieron que sí, luego se les preguntó hasta qué punto sentían que eso era cierto. Los resultados mostraron que era más probable que una mujer soltera respondiera que sí, comparado con una casada. Y la brecha entre las respuestas de las mujeres solteras y casadas fueron mayores entre mujeres blancas y de origen latino.
Se cree que el origen de esta brecha es tanto económica como cultural. Según la Oficina de Estadística Laboral, las mujeres blancas son más propensas a casarse y a permanecer casadas que las de cualquier otro origen racial, por ejemplo. A la vez, el informe asegura que muchas mujeres latinas permanecen vinculadas a una cultura “profamilia que defiende los intereses familiares sobre los intereses de un miembro individual de la familia”. Las mujeres negras, tanto casadas como solteras, son las más propensas a ver su futuro vinculado al futuro de las mujeres en general y, además, tienden a ser sostén económico de su familia más frecuentemente que las mujeres blancas o latinas.
También es más probable que tengan mejor nivel educativo que los hombres con quienes se casan. “Los grupos raciales tienen lazos de identidad colectiva, así que no sorprende que cuando tuvieron la posibilidad de votar por un candidato negro, el número de votantes aumentó considerablemente,” indicó Kretschmer. “Es interesante ver que las mujeres no tienen este tipo de lazos de identidad colectiva.” El falso supuesto de que las mujeres votan como un bloque unido se remonta al movimiento sufragista: un editorial del New York Herald ya advertía en 1870 que “las mujeres siempre se apoyarán entre sí”, respecto de la candidatura de Victoria Woodhull a la presidencia, “y si se permite que las mujeres voten, la señora Woodhull podría ganar por el mayor porcentaje jamás registrado en este país o en cualquier otro.” Pero Woodhull nunca vio materializarse estas ventajas, ya que el apoyo que tenía se derrumbó rápidamente cuando comenzaron a atacarla por cuestiones de su vida personal.
Como señaló Amanda Hess en el New York Times, el voto femenino siempre ha decepcionado a sus defensores, desde las elecciones de 1916 cuando las sufragistas no lograron derrotar a Woodrow Wilson, pasando por la Enmienda por la Igualdad de Derechos, que fue derrotada en los años 1970s por mujeres conservadores que afirmaban que perjudicaría a las mujeres de clase media. Durante las últimas elecciones presidenciales, fueron muchos los que no lograron ver cuán ardua era la batalla que estaba librando Clinton, no sólo por convencer al electorado, sino simplemente por ganarse el voto de las mujeres.
Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/Hillary-Clinton-mujeres-blancasy-maridos_0_690831367.html
Traducción de Lucía Balducci
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