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jueves, 11 de junio de 2020

Lo que esconde la mascarilla de la presidenta de Eslovaquia


Fuentes: Pikara magazine

Foto: Zuzana Čaputová en un acto oficial. / Foto: Buenos Días Eslovaquia
Eslovaquia es el país de la UE con mejores cifras respecto a la crisis del coronavirus y fue de los primeros en hacer obligatorias las mascarillas, siendo la jefa de Estado la primera en llevarlas en actos oficiales. Sin embargo, la prensa internacional las ha analizado como un complemento de moda dejando de lado su gestión.
Está considerada un símbolo de la lucha contra la corrupción en Eslovaquia y una de las pocas políticas sociales y progresistas en una zona de Europa marcada por gobiernos autoritarios y que reprimen los derechos de las mujeres y de las personas LGTBI, como ocurre en la Hungría de Orbán o en la Polonia gobernada por el partido Ley y Justicia. Pero durante la pandemia de la covid-19 ha sido noticia en todo el mundo por saber combinar el color de sus mascarillas.
Zuzana Čaputová fue elegida presidenta de la República de Eslovaquia, es decir, jefa de Estado, en marzo de 2019 para un mandato de cinco años tras una campaña en la que empezó séptima en las encuestas. Se convirtió así en la primera mujer jefa de Estado del país centroeuropeo y en un símbolo de la lucha contra la corrupción en el mismo. Apenas un año antes, el entonces primer ministro Robert Fico se había visto obligado a dimitir por su posible implicación en el asesinato del periodista de investigación Ján Kuciak y de su pareja, Martina Kušnírová, tiroteados en febrero de 2018.
Čaputová había participado en 2017 en la creación del partido Progresívne Slovensko (Eslovaquia Progresista) y ya era una figura muy conocida en la vida pública del país como abogada anticorrupción y ecologista. En 2016 fue una de las ganadoras del Premio Goldman en reconocimiento a sus 14 años de lucha contra un vertedero en Pezinok, su ciudad en las afueras de la capital, Bratislava. Como presidenta de la República tiene poderes en la renovación del Tribunal Supremo en un país en el que este mismo marzo se detenía a 13 magistrados por sus conexiones con la mafia y con el entramado corrupto del partido SMER y del empresario Marián Kočner, todavía en juicio acusado de planear las muertes de Kuciak y Kušnírová.
Pero la imagen de Čaputová aparecía en medios de todo el mundo durante la toma de posesión del nuevo primer ministro, Igor Matovič, por un detalle. El color de su mascarilla combinaba con el de su vestido burdeos y el complemento de prevención durante la pandemia se convertía en un “complemento de moda”.
La diseñadora Jana Kuzmová, que trabaja en el equipo de Čaputová, confirmó que tuvieron “un gran debate sobre la combinación de colores y al final decidimos ir adelante porque la presidenta no tiene ningún problema con la extravagancia”. Como el equipo de diseño optó por una tela que cumplía el criterio de estética, pero no era muy apta para la verdadera protección, le añadieron una capa de algodón. “Se trataba de un acto oficial y queríamos que todo combinara. Nuestro objetivo era mantener la elegancia y animar a la gente, que dudaba de si era una buena idea usar la mascarilla”, añade Kuzmová.
Días después de su primera aparición con mascarilla, la propia jefa de Estado confirmó en la televisión local TA3 que se había fijado en las reacciones en los medios. “Intentaba que la toma de posesión se celebrara de la manera más digna posible y el aspecto visual tiene que ser digno también. Creo que este asunto ha resonado en el extranjero porque todavía no es muy habitual que los altos representantes de un país usen mascarillas en actos oficiales”, aseveró Čaputová en el estudio antes de que recibiera como regalo otra mascarilla roja por parte del presentador.

Enfoque machista

Trinidad Núñez, profesora de Psicología Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, concluye que el tratamiento de la imagen de la presidenta eslovaca “se puede describir como un comportamiento explícitamente machista. No lo puedo decir más claro”. La tendencia a evaluar a las mujeres por su ropa “es un arraigado comportamiento sexista que ha permeado a los medios de comunicación”.
Apenas un par de medios en inglés y el español Vanity Fair destacaban que la presidenta eslovaca estaba dando ejemplo en uno de los países que hizo obligatorio el uso de la mascarilla de forma más temprana. Eslovaquia, que declaró el estado de alarma el 11 de marzo con apenas diez casos confirmados de coronavirus es, al momento del cierre de este reportaje, el país con menos personas fallecidas de la Unión Europea (UE) durante la pandemia, 28.
Sin embargo, los titulares preferían ir hacia la moda: “EL DRESS CODE DEL CORONAVIRUS. Zuzana Čaputová, presidenta de Eslovaquia, conjunta sus mascarillas con sus looks”. “La presidenta de Eslovaquia ya conjunta las mascarillas con sus vestidos. Su gesto ha sido considerado por algunos usuarios como frívolo ante la grave situación sanitaria”. “La presidenta de Eslovaquia combina sus outfits con sus mascarillas”.
No es ninguna novedad. Sin salir de España, no son pocos los ejemplos de políticas juzgadas por su aspecto y no por su actividad, como ocurrió en su momento con la portavoz de la CUP Anna Gabriel, insultada por un columnista de derechas, o con la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, atacada por llevar escote en una reunión con la Conferencia Episcopal. En el ámbito internacional cabe recordar la polémica alrededor del rojo de labios de la congresista estadounidense Alexandra Ocasio-Cortez, que la política ha decidido convertir en símbolo de su autonomía personal.
Núñez resume que “lo relevante es que lleve mascarilla y decirlo, porque la presidenta se convierte en un modelo ciudadano”. Y añade que “si se describe o se señala en la información que se ofrezca que la presidenta lleva mascarilla y se pasa al asunto que corresponda, todo lo demás se convierte en un perverso adorno a la noticia”.

Protocolo e imagen

Katarína Strýčková, experta en protocolo que ha ejercido como asesora de la presidencia de Eslovaquia, advierte, para empezar, que no hay reglas que se pueden aplicar a la mascarilla en la vestimenta de la jefa de Estado eslovaca. “No creo que ningún jefe de protocolo se haya planteado jamás cómo se deben llevar mascarillas en actos oficiales”, cuenta y recuerda que “la comunicación no verbal también juega un papel en la actuación de los representantes del Estado en esto actos. No siempre los medios nos permiten escuchar todo lo que dicen en sus discursos, pero su aspecto transmite un mensaje”.
Por su parte Oľga Gyárfášová, directora del Instituto de Estudios Europeos y Relaciones Internacional de la Universidad Comenius de Bratislava, señala que la figura de Čaputová ya ha sufrido ataques dentro de su propio país. “Durante la campaña se la acusó de ser demasiado liberal por estar divorciada y convivir con una pareja con la que no tiene intención de casarse”, cuenta y apunta también que fue criticada por haberse posicionado en defensa de los derechos de las personas LGBTI. Sin embargo, subraya que “hoy es la política en la que más confían los eslovacos, según las encuestas”.
Čaputová es la única jefa de Estado en el llamado Grupo de Visegrado -Chequia, Eslovaquia, Hungría y Polonia- que apoya abiertamente el derecho al aborto o el matrimonio igualitario. El primer ministro húngaro, Víktor Orbán, que encarcela opositores por criticar al Gobierno en redes sociales, bautizó el modelo de su país o el polaco, donde Bruselas considera que la independencia judicial está en riesgo violando las normas de la propia Unión Europeas, como “democracias iliberales”: gobiernos conservadores en los que las decisiones misóginas u homófobas son comunes y entre los que en, en 2018, la figura de Čaputová representó un rayo de esperanza.
Como muestra de la tónica política de la región, durante los meses de la cuarentena el Gobierno de la vecina Hungría aprobó una norma que prohíbe el cambio de género en el registro civil para las personas transexuales. Al mismo tiempo solo las protestas de las organizaciones feministas y de derechos humanos impedían que en Polonia se aprobase una ley que prohibía las clases de educación sexual en las escuelas y restringía el derecho al aborto.
En la misma Eslovaquia el pasado otoño el Parlamento rechazó una propuesta de Ley del partido de extrema derecha Partido Popular Nuestra Eslovaquia (L’SNS) en la que se proponía que fuese obligatorio que las mujeres que deseasen abortar tuviesen que contemplar antes una radiografía del feto. Además desde el pasado marzo el nuevo Gobierno del centroderechista Igor Matovič incluye al partido conservador SME Rodina (Somos Familia, en eslovaco), contrario al matrimonio igualitario.
La elección de la primera mujer presidenta en Eslovaquia es, para Oľga Gyárfášová, un hito “en la medida en que demostró que el techo de cristal podía romperse”. Čaputová “se convierte en un buen patrón de roles para otras mujeres y ayuda a que en Eslovaquia otras mujeres entren en política, ya que en nuestra sociedad faltaba un modelo de rol positivo”. En este sentido la analista destaca el papel institucional jugado por la presidenta durante la pandemia de la COVID-19, en la que ha sido la primera en explicar las medidas de seguridad sanitaria, como las mascarillas y los guantes, y las ha utilizado en eventos institucionales como el 75 aniversario de la liberación del país de la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Es en este sentido que Katarína Strýčková apuesta por una “comunicación no verbal” que use el protocolo de las mujeres en política para enviar mensajes que acaben con el doble rasero en la forma en la que se las enjuicia: “Por una parte, aliviando la presión del perfeccionismo que sienten muchas mujeres, pero por otra transmitiendo la idea de que las mujeres en política deben ser escuchadas por sus ideas o su trabajo y no por su aspecto”.

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