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sábado, 20 de junio de 2020

La desigualdad de género favorece el cambio climático

Mujeres labrando el campo en Guatemala. El trabajo de la mujer es fundamental para asegurar la provisión de alimentos, agua y energía de cientos de millones de personas en el planeta, y resultan de las más afectadas al combinarse el cambio climático con la violencia de género y los conflictos que derrumban la paz. Foto: Caroline Trutmann/PNUD
Mujeres labrando el campo en Guatemala. El trabajo de la mujer es fundamental para asegurar la provisión de alimentos, agua y energía de cientos de millones de personas en el planeta, y resultan de las más afectadas al combinarse el cambio climático con la violencia de género y los conflictos que derrumban la paz. 
Foto: Caroline Trutmann/PNUD
NACIONES UNIDAS, 10 jun 2020 (IPS) – La violencia de género y la desigualdad estructural en ese campo limitan las capacidades de las comunidades para adaptarse a los efectos del cambio climático y para alcanzar la paz y la seguridad sostenibles, aseguró un nuevo estudio de agencias de la ONU divulgado este miércoles 10.
Existe “una conexión intrínseca entre género, clima y seguridad, en una dinámica con falta de legislación, y relativamente desconocida en el plano internacional”, afirmó Inger Andersen, directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
El cambio climático impacta cada rincón del planeta, y millones de personas están en grave riesgo, especialmente mujeres y niñas que son tradicionalmente proveedoras de comida, agua y energía, pero soportan distintos tipos de marginación y falta de recursos para adaptarse a las condiciones cambiantes, señaló el informe.
Un ejemplo es que, en algunas regiones, sequías severas y temperaturas en aumento causan hambre, pérdida del hogar y de medios de vida, y esas fallas pueden llevar a hombres y mujeres a recurrir a la violencia en un contexto de migración.
El informe utiliza casos de estudio para evidenciar la conexión entre clima, género y violencia, y los envía como señales a gobiernos y legisladores para que ayuden a las comunidades a ser resilientes, inclusivas y pacíficas.
En el norte de Nigeria, mientras el cambio climático destruye la naturaleza, que es la base de alimentación en la región, las normas de masculinidad, como el deseo de proteger la riqueza familiar, intensifican los conflictos intercomunales, lo que a su vez motiva a los hombres jóvenes a unirse a grupos armados extremistas como Boko Haram.
Acciones terroristas de ese grupo que se reivindica como islamista afectan a comunidades forzadas a desplazarse y pierden sus medios de vida en Camerún, Chad, Malí, Níger y Nigeria.
En Egipto la limitada disponibilidad de agua dulce incide en la seguridad alimentaria y energética, y con ella en el empleo, la sanidad y la educación, afectando sobre todo a las mujeres marginadas de las esferas económicas, políticas y sociales.
En la isla de Papúa, en Indonesia, las mujeres indígenas, ya afectadas por marginalización, desplazamientos, inseguridad y violencia sexual, son las más perjudicadas por la degradación de la tierra causada por las industrias extractivas, exacerbada por el cambio climático.
En regiones de Pakistán, la conexión entre la violencia de género y el cambio climático es aún más clara, ya que las mujeres sufren violencia doméstica cuando no pueden proveer agua a sus hogares, una carencia que además impulsa a los hombres a movilizarse con grupos criminales.
Mujeres en el Corredor Seco de América Central (en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua) denuncian que viajan cada vez más lejos para conseguir agua, y pasan más tiempo cuidando de familiares enfermos de zika o dengue, epidemias exacerbadas por el cambio climático.
En las comunidades afectadas por los conflictos y el cambio climático, la pandemia covid-19 agrava aún más las carencias en alimentación, medios de vida, seguridad y cohesión social, socavando logros en procesos de paz y desarrollo.
El informe apunta que las intervenciones positivas en torno a los recursos naturales, el ambiente y el cambio climático brindan oportunidades para mitigar la violencia sexual y de género, impulsar el liderazgo político de las mujeres y contribuir a la paz.
Sierra Leona, por ejemplo, es un país donde la combinación de rápida urbanización, lluvias fuertes, aumento del nivel del mar y deslizamientos de tierra dejan sin hogar, y con merma en sus medios de vida, a los sectores más vulnerables.
Pero el informe registró que en ese país del occidente africano, a pesar de la brecha que existe en la cantidad de mujeres que participan en política, aquellas que están involucradas en los gobiernos locales obtienen logros en hacer que sus comunidades sean más resilientes.
También se destacan intervenciones puntuales como la práctica “discriminación cero” de la empresa Flor Agroindustria de Costa Rica, traducida en igual remuneración para los hombres y mujeres que emplea.
El informe trae un puñado de recomendaciones a gobiernos, legisladores e instituciones, y de inicio pide un análisis más profundo de las dimensiones de género de los riegos del cambio climático, así como de los desafíos de seguridad.
Propone integrar las agendas de paz, cambio climático, igualdad de género y seguridad, en países a un mismo tiempo asolados por conflictos, discriminación y el impacto de los cambios en el clima.
Luego, recomienda realizar intervenciones que empoderen a las mujeres y los grupos vulnerables para abordar los riesgos del cambio climático. Plantea que los programas con ese fin deben tener una financiación específica.
La directora de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, sostuvo que tras la pandemia covid-19 “reconstruir mejor, con una perspectiva de género, significa garantizar que nuestras economías aborden las desigualdades fundamentales en la sociedad y pongan fin a la violencia contra las mujeres”.
A-E/HM


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