Por Lidia Vegas
Las mujeres somos seres humanos de pleno derecho y no ciudadanos de segunda categoría y como tales exigimos lo que merecemos. Queremos respeto en el trabajo, en la calle, en nuestras casas, entre las esquinas de nuestras camas y también en la red. La vida online es vida real y nuestros cuerpos solo son sexuales cuando nosotras decidimos que así sean.
Por Lidia Vegas
Tenemos que hablar de sexo y pornografía. Creo que ha llegado la hora de que tengamos esta conversación. Sé que conoces el vínculo con el placer y la diversión pero necesitamos hablar de las implicaciones que tienen la expresión de la sexualidad, las nuevas tecnologías y la violencia “online”.
¿Conoces el significado de palabras como consentimiento, intencionalidad, deseo, autonomía, iniciativa, reciprocidad, entusiasmo, acuerdo o respeto? Si no es así, quizá no estés listo para mantener relaciones sexuales con otras personas y tampoco para pretender sentar cátedra sobre sexualidad humana o pornografía (ostentando “titulitis” en hasta cuatro periódicos distintos) y con esa excusa relativizar una agresión perpetuando una vez más la cultura de la violación.
No te ofendas con la expresión, el término no es el problema pero sí lo es la realidad que retrata. La violencia sexual no involucra exclusivamente a un agresor y a una víctima, sino que existe un contexto en el cual se normalizan, justifican y perpetúan estas acciones. Así como hemos vivido las agresiones y el acoso sexual en los espacios públicos, en el trabajo y éstas se han justificado por las instituciones. Desde hace unos años también lo vivimos en la red. Las posibilidades que abren las nuevas tecnologías alteran tanto las prácticas culturales y sociales como la forma en que la cultura de la violación se manifiesta.
Estas nuevas formas de agresión son la cara B de una violencia que ya existe “offline”. Desde el acoso de las “dick pics” (fotos de penes no deseados) en la bandeja de entrada de cualquier red social que permita los mensajes privados. Pasando por los miles de hilos publicados en Forocoches con títulos como “OSLAFO?” (¿Os la follaríais?) hiper-sexualizando a chicas en la “difusa” línea de la veintena a través de fotografías sacadas de sus respectivas cuentas de Instagram. Hasta las “presuntas” amenazas de violación a una universitaria de Albacete en hasta dos grupos distintos de Whatsapppor parte de unos estudiantes que hablaban de “violar” y “marcarse una manada” con ella, no muy lejos de las conversaciones de “La manada” original.
Hace un tiempo, el que pensaba que era un amigo presumió de haber grabado con su móvil a una chica “sin que ésta se diese cuenta” mientras mantenían una relación sexual. Lo contó hinchando el pecho mientras sonreía, como quien hace algo que lo llena de orgullo. Ante la pregunta del porqué había hecho tal cosa puso cara de confusión y simplemente respondió: “No te preocupes, en el vídeo no se le ve la cara”. El año pasado durante un turno de trabajo en un nuevo empleo viví una situación similar, un compañero se pavoneó relatando cómo se había acostado con una chica el fin de semana anterior y añadió como guinda del pastel, que “había conseguido grabarla sin que se diese cuenta”. Poco después tras una confrontación directa con él y sólo ante la mención de las palabras “delito” y “cárcel”, aseguró que borraría el vídeo y no lo volvería hacer, como si se tratase de un niño que quiere librarse del castigo para poder salir a jugar de nuevo. En ningún momento ninguno de estos dos hombres reconoció, se lamentó o disculpó por lo que había hecho.
Recientemente, comentando en distintas situaciones estas experiencias, dos hombres confesaron tener al menos un chat de grupo de Whatsapp donde algunos de los usuarios comparten videos e imágenes de ésta clase, a veces incluso donde se difunden los nombres personales, lugares de residencia o redes sociales de las mujeres víctimas de estos vídeos. En este ecosistema social primario en el que los valores de grupo son permisivos existen roles en los participantes, donde los emisores difunden esperando una respuesta del resto del grupo social (lo que demuestra una baja autoestima con necesidad de validación externa) y los pasivos, que aunque no participan compartiendo imágenes tampoco hacen nada por evitar recibirlas, a veces incluso aplauden y secundan la humillación pero por lo general se desentienden de la responsabilidad de participación y si se cuestionan los valores de grupo nunca lo comunican. Un apunte llamativo de uno de estos grupos de Whatsapp de categoría deportivo es que los que ya son padres de familia tienden a llamar en tono jocoso a las víctimas de esta clase de difusión “huerfanitas” disociando así la humillación y cosificación a la que someten a las chicas, de una dimensión completa como ser humano (y posiblemente cercana a la idea de sus propias hijas).
Según el Artículo 197.7 del Código Penal español compartir imágenes íntimas de otra persona sin su consentimiento es ilegal, aunque el que lo publique obtenga las mismas directamente de la víctima será condenado si lo difunde sin su autorización.
Estas prácticas coloquialmente son conocidas con el término ambiguo de “porno vengativo” que por un lado sugiere que la víctima “merecía un castigo” (en la mayor parte de los casos tras una ruptura sentimental, denotando por parte del perpetrador una madurez emocional digna de una ameba), y por el otro culpabiliza a la víctima al hablar de “porno”, obviando que en estas prácticas no se trata de “pornografía“, ya que ésta busca deliberadamente producir excitación en el espectador y por ello implica intencionalidad y consentimiento al ejecutarla, (aunque parezca obvio explicarlo, una persona haciendo “sexting” o manteniendo relaciones con su pareja sexual desea que ésta última también sienta deseo, no que lo haga cualquier desconocido en internet y por ello sea acosada). Al margen de que en muchas ocasiones las imágenes son tomadas sin permiso (a veces incluso, en espacios públicos como en el caso de cámaras ocultas o del “upskirting“). Clare McGlynn y Erika Rackley, profesoras de derecho británicas plantean el término “Abuso sexual basado en imágenes” para afrontar la problemática de este fenómeno en profundidad.
A un simple “click” de distancia, en cualquiera de tus páginas porno favoritas existen miles de vídeos publicados que se corresponden con el “Abuso Sexual Basado en Imágenes” titulados a veces como: “porno venganza, videos robados, cámara oculta, pilladas, ex novia, Tinder, puta o packs”. También se cataloga a la mujer en los títulos según nacionalidad, raza, fisonomía y nombres personales. Incluso se alojan vídeos de violencia sexual explícita y abusos sexuales no ficticios, y así lo indican títulos como “borracha”, “La manada” y “violadas” que han llegado a estar en las tendencias de búsqueda durante 2017 en una de las web de pornografía más visitadas en España.
Cada uno de esto vídeos se publica de forma individual, es decir, un único usuario sube a la web un vídeo en el que al menos, dos personas mantienen relaciones sexuales, de una forma no mucho más complicada que subir un vídeo a Youtube y en su mayoría son publicados por perfiles con nombres haciendo alarde de su “virilidad”.
Según un informe publicado en 2015 por “La Comisión de Banda Ancha de la ONU”, casi tres cuartas partes de las usuarias de internet han sufrido algún tipo de violencia cibernética mediante amenazas o acoso. Conforme a las estadísticas recogidas en 2017 por “La Iniciativa de los Ciber Derechos Civiles” en EEUU, un total de 389 de los encuestados habían sido amenazados o víctimas de una imagen explícita compartida sin su consentimiento, de los cuales el 66.58% eran mujeres (un 15.8% en cuanto a la muestra total de 3044 participantes). De acuerdo a los datos de La Oficina de Igualdad del Gobierno de Gran Bretaña referidos a estos abusos online y recogidos durante seis meses en 2015 por “UK’s Revenge Porn Helpline”, de un total de 1800 llamadas de víctimas de esta clase de prácticas, el 75% de ellas fueron mujeres.
Esto no es un capítulo de “Black Mirror”, es la realidad de millones de mujeres en esta sociedad dicotómica donde existe más indignación por la mujer que decide manifestar sus deseos y su Libertad Sexual abiertamente (al igual que un hombre promedio) llamándola “puta”, que por los incontables casos de violencia sexual que los hombres cometen contra las mujeres. El día que “el hombre” deje a un lado la masculinidad tóxica y empiece a ver a “la mujer” en su dimensión completa como ser humano, sin reducirla a un mero objeto decorativo, a una princesa a la que proteger o un consumible del que sacar provecho de forma sexual. El día que los hombres heterosexuales deseen mantener sexo con las mujeres de forma recíprocamente deseada en lugar de intentar tener sexo de nosotras (mediante el acoso, el abuso, la coerción y las agresiones) podremos expresar nuestra sexualidad de forma respetuosa, libre y segura.
Las mujeres somos seres humanos de pleno derecho y no ciudadanos de segunda categoría y como tales exigimos lo que merecemos. Queremos respeto en el trabajo, en la calle, en nuestras casas, entre las esquinas de nuestras camas y también en la red. La vida online es vida real y nuestros cuerpos solo son sexuales cuando nosotras decidimos que así sean. Nosotras somos sujetos que desean y no objetos de deseo. Nosotras determinamos cuándo, cómo y dónde ser sexuales. El respeto a las mujeres viene dado a su dimensión completa y no depende de una porción sobredimensionada e hiper-sexualizada de nuestros cuerpos.
Basta de relativizar violencias, abusos y acosos, la tolerancia y el silencio contribuyen a mantener el statu-quo. Pon en riesgo cada una de tus relaciones sociales cuando un hombre no cumpla con las necesidades básicas de respeto, ya sea tu amigo, tu hermano o tu compañero de trabajo en “las antípodas del pensamiento”. Desmonta las ideas que destilen un tufillo rancio y recomienda el uso de “San Google” a todo aquel “cuñao” que se atreve a criticar el feminismo pero no hace el esfuerzo de investigar por sí mismo acerca de sus privilegios; al fin y al cabo lo tiene al mismo “click” de distancia que el del porno o el del grupo de Whatsapp.
Referencias:
Casos Internacionales a tener en cuenta:
Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com
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