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martes, 2 de enero de 2018

3 cartas de Carmen M. Gaite

Por Jose Luis Merino

Carmiña: el verdadero escritor se revela también en sus cartas

Antes de conocernos en persona, la escritora Carmen Martín Gaite me decía en tres cartas:
Por José Luis Merino
[Madrid, 13.4.1978] Sólo sé, José Luis Merino, que te pongo un nombre que podía pertenecer a otro; escribo a alguien a quien no he oído aún la voz ni he visto su mirada; escribo a unas palabras a máquina, nisiquiera a una caligrafía, pero venían en leves pliegos de colores y volaban hacia mí como una bandada de mariposas surrealistas, y entonces sólo me quedé atontada y feliz debajo de su revoloteo, pero sin creerme del todo que eso me lo dijera alguien a mí… / Gracias por estar tan loco. Cómo me gusta lo locoque estás. No existas nunca. Un beso por las hertzianas, Carmiña.
[Madrid, 26.4.1978] En tu carta hay algo de mí y en la mía algo de ti porque nos gusta jugar al mismo juego, a un juego que no tiene más reglas que las que nosotros le vayamos inventando… / A nadie le gusta escribir cartas como no sean precisas. Si son gratuitas piensan que para qué, que qué chaladura / ese Merino me importa, no me propone ningún negocio, ni me invita a ningún cóctel ni me reprocha ni me recuerda ni me amonesta ni me pide nada, por eso su sobre brilla entre la montaña vana de los otros / Nada más abrir el buzón con la llavecita, cojo el sobre, con incredulidad y certeza al mismo tiempo, segura de que es el suyo, aunque no trae remite y lo llevo cerrado toda la mañana dentro del bolso como un roscón de reyes, porque me escribe para nada. / Y luego me levanté de la cama y busqué alguna huella de ti y de mí en tu libro, y las había donde dices: “Sólo creo en la amistad nómada. Sólo existo a través de los otros. Como si la vida me sobrara. Mi vida sólo sirve para cambiarla porpalabras”. Por ahí creo que debemos buscar las afinidades. Mejor dicho, no debemos buscar nada. Sólo se encuentra lo que no se busca… / La gente que cuenta para mí me la he encontrado yo sola porquetenía que ser así, no en un cotarro de sociedad, sino por vericuetos ignotos y sombríos. Y tú también has venido por esos vericuetos, y me hacía falta que vinieras precisamente ahora y así. Me gusta no haberte visto nunca, invoco y respondo a alguien que sólo imagino y conozco yo, que sólo existe para mí. Tengo de ti algo que nadie más tiene, porque te invento. Siempre he inventado a la gente; jamás la he considerado de mi propiedad; he respetado los enigmas indescifrables. A la gente que me obliga a pactar con una imagen sólida y estable, la esquivo. Las amistades nómadas piden fluir y libertad. Estoy alegre. Gracias. Sigue ahí, Carmiña.
[Madrid, 27.5.1978] Tu última carta era como una función de circo y las palabras bailaban haciendo guiños y piruetas. Y yo no tenía ganas de ir al circo, alargaba la mano y te perdías detrás del hojaldre multicolor de tus palabras, renovando los trucos mediante los cuales intentabas enseñarme a volar, a tirarme desde el trapecio… / ha quedado el trapecio balanceándose solo, en lo alto de la sala vacía, y lo miro con desolación y una punta de esperanza. No me atrevo a ensayar. Un beso, desde la silla de pista, Carmiña.

[A partir del fallecimiento de Carmen Martín Gaite (23 de julio de 2000), su adorable cabeza dejó de inventar personajes nuevos. Desde ese momento le correspondía aprender a inventar la muerte. Si, como dicen, los muertos viven en nuestros sueños, Carmiña vive ahondándose felizmente en muchos de los míos]

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