Hay que romper barreras cimentadas sobre el rechazo a la diversidad en igualdad, mantener viva la memoria de personas como Alan, que nunca se pierdan en el olvido, y que estos desgraciados hechos nos catapulten hacia la consecución de un altavoz social y hacia la unidad entre personas que nos reconocemos iguales.
En recuerdo de Alan
Hace pocos días hemos conocido la noticia del suicidio de Alan, un joven transexual de tan solo 17 años de edad y que vivía en Barcelona. Alan se quitó la vida al no poder soportar el acoso escolar y la presión social a la que era sometido, tras haber decidido tomar la identidad sexual con la que se sentía plenamente a gusto.
Numerosas concentraciones y manifestaciones de repulsa se han sucedido estos días en diversas ciudades del Estado español, e incluso la noticia de este caso particular ha tenido repercusiones internacionales.
Alan decidió poner fin a su vida, pero muchas personas sabemos que la transfobia es la verdadera asesina en estos casos. Esta transfobia tiene rostro de personas, de aquellas que deciden llevar una actitud intolerante y acosadora, y a quienes debemos parar los pies en nuestro día a día, siempre que detectemos el más mínimo indicio de esta realidad. Conscientes de esta situación, reconocemos que por delante tenemos una importante labor de pedagogía social y cultural, debemos acercar el discurso transfeminista y queer a las personas que nos rodean.
Hay que romper barreras cimentadas sobre el rechazo a la diversidad en igualdad, mantener viva la memoria de personas como Alan, que nunca se pierdan en el olvido, y que estos desgraciados hechos nos catapulten hacia la consecución de un altavoz social y hacia la unidad entre personas que nos reconocemos iguales.
Organizarse para luchar contra el estigma social.
En el último tiempo viene siendo cada vez más conocido el arduo trabajo que llevan a cabo colectivos transgénero como la Fundación Daniela, que acoge en su seno a distintos adolescentes y jóvenes transexuales, mostrando sus casos particulares como ejemplo social y lección de vida. Esta fundación ha realizado en alguna ocasión jornadas afectivo-sexuales, a una de las cuales personalmente acudí y comprobé la labor organizada que realizan estos jóvenes junto a profesionales de la psicología.
También destaca Chrysallis, asociación de familias de menores transexuales, es decir, un colectivo de madres y de padres de menores transexuales que han decidido unirse para romper estigmas sociales. Aportan información y recursos educativos como videos, cuentos y folletos, además de un contacto cercano a cualquier persona interesada en formarse.
Una sencilla y muy útil herramienta en este sentido es el documental grabado hace escasamente dos años: “El sexo sentido”, ayuda perfectamente a abrir los puntos de vista, a darse cuenta que es más común de lo que pensamos que un niño o niña con escasa edad, quizá cinco o seis años, sea plenamente consciente sobre la formación de su identidad. Nos pueden aportar pistas para actuar convenientemente, reunirnos con otras personas que puedan aconsejarnos y dotarnos de información sobre un tema tabú en nuestra sociedad… la transexualidad en menores.
La educación que tenemos por delante en este camino.
La transexualidad siempre se vincula a la salud mental, y no caemos en la cuenta de que la verdadera enfermedad social es la intolerancia. Sin embargo, para estudiar un caso de deseo voluntario de cambio de sexo, se deriva siempre al análisis de trastornos mentales como primer paso, y de manera secundaria se envía a la persona al endocrino.
La formación de la conciencia de sexo se puede ver enfrentada a los roles o estereotipos de género como construcción social, esto nos lleva a preguntarnos ¿cómo es un cuerpo prototipo? ¿Acaso la creación de estéticas diferenciadas no es la primera violencia a la que se ven sometidas las niñas y niños? No debemos caer en el error de pensar que la transexualidad es un capricho o una elección inmadura, cada persona en su proceso de formación y evolución decide qué hacer con su identidad.
En los casos de indicios de transexualidad en la infancia es imprescindible la comprensión familiar. Es necesario difundir la información existente y profundizar, pues en muchos casos algunos padres y madres no formadas lo suficiente llegan a confundir transexualidad con homosexualidad, es decir, se mezclan identidades con atracciones sexuales.
En los casos de niños y niñas transexuales, se pueden producir tensiones cuando llegan los cambios de la pubertad, actualmente la inhibición de la pubertad queda cubierta por la seguridad social. Sin embargo, no es hasta los 16 años la edad legal permitida para comenzar a hormonarse, y a los 18 años es la edad legal para la operación conocida como cambio de sexo, tratándose en realidad de un “tránsito social”,comenzando a vivir de acuerdo a su sexo sentido. Además, no existe una correspondencia clara entre la identidad sexual y la documentación oficial, el cambio de nombre sigue siendo un escollo en menores a día de hoy. Todos estos procesos y obstáculos en la pubertad de un adolescente o una adolescente transexual suponen un desgaste psicológico muy grande, tanto para ellas como para sus familias. Y a esto hay que añadirle la incomprensión social, el ensañamiento y las actitudes intolerantes en muchas situaciones de la cotidianeidad de estas personas.
A modo de breve conclusión, me gustaría indicar algunas de las estrategias pedagógicas que debemos enfrentar cuanto antes. La educación de los niños y niñas en un futuro por nosotras debería incluir las siguientes claves:
- Eliminación de estereotipos y constructos sociales.
- Romper el binarismo hombre-mujer.
- Creación de espacios mixtos de libre ejercicio de la igualdad.
- Total libertad, experimentación y no juzgar, sino acompañar en el aprendizaje.
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