Desde hace varias semanas se están desarrollando en La Rioja las distintas audiencias que tienen que ver con la primera megacausa por delitos de lesa humanidad. Los que se juzgan son hechos, en su mayoría, que se produjeron en lo que se conocía como el Instituto de Rehabilitación Social, hechos producidos en el marco de la represión de la última dictadura militar.
Azucena de la Fuente es docente, fue detenida en democracia, en Abril del 1975 por la Policía Federal, que ingresó a su piecita de alquiler, en la localidad de Tama, sin orden de detención “en virtud del estado de sitio”, según le manifestaron a un vecino testigo del hecho. A partir de ese momento estuvo incomunicada, y fue trasladada al edificio de la Policía Federal en Capital riojana, y más tarde a Devoto.
Azucena, al igual que Diana Quirós y Lucila Maraga son testigos-víctimas en la Mega Causa, cuyo juicio se desarrolla en nuestra Provincia desde el 6 de Agosto, y en el que se busca determinar las responsabilidades en delitos de lesa humanidad de unos 15 imputados, entre ellos militares, policías y civiles. Su palabra trae, más allá de los relatos de las torturas y los vejámenes, la situación de los/as adolescentes secuestrados/as y de la violencia sexual hacia las mujeres.
Antes del golpe
Durante las primeras audiencias, surgieron algunas particularidades que tienen que ver con situaciones relatadas en las declaraciones testimoniales. Una de ellas, por ejemplo, es el hecho de que algunos de ellos fueron detenidos incluso antes de que se produzca el estado de sitio. Al respecto, Azucena de la Fuente recuerda “el caso mío, el caso del primer grupo de mujeres, fuimos detenidas en abril del 75. Previamente, había unos compañeros, que son los Brizuela que también ya declararon, que también fueron detenidos en marzo del 75. Es decir, que al finalizar la “democracia”, entre comillas porque estaba muy convulsionado el país, es cuando nos detienen a nosotros”.
Detenida-desaparecida
Inevitable la referencia al Día Internacional del Detenido-desaparecido, conmemorado el día anterior a nuestro encuentro, el 30 de agosto. Azucena recuerda su origen “el tema del desaparecido, evidentemente, no es una cuestión solo de nuestro país, sino que ocurre en todo el mundo. Entonces, a través de distintas organizaciones de DDHH., por ejemplo, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de acá de Argentina, las Madres de Plaza de Mayo, con otras instituciones de igual envergadura del mundo, logran a través de la OEA y de la ONU, que se tome en cuenta esa fecha para que se considere, como una forma de advertir a todos los países, a los gobiernos tanto nacionales como internacionales, preverlos de la situación del secuestro, de las detenciones y desaparición forzada de personas. En el año 2006, si no me equivoco, es cuando se determina y se toma esta decisión”.
Al respecto, recuerda su propia experiencia como detenida-desaparecida: “fijate vos, ya en esa época en que nos detienen a nosotros, en el 75, en realidad no nos detienen legalmente. Nosotros, por una cuestión tal vez de ni siquiera darnos cuenta en su momento, decíamos que fuimos detenidos. No, yo estaba trabajando y ellos fueron allí, fue la policía de la provincia, la policía federal, golpearon la puerta de una forma terrible, yo voy y les abro, “¡Azucena de la Fuente, Azucena de la Fuente!”, a los gritos y sin presentar ningún papel… yo les digo que era yo y no me creían, porque me imagino que buscaban una guerrillera, una mujer grande, y era yo… Entonces, entraron, dieron vuelta todo… y conmigo estaba Alicia. Esto es muy importante, porque ahí te das cuenta hasta dónde son los secuestros. Estaba Alicia Asís conmigo, también maestra ella, ella trabajaba en un pueblo y yo en otro pero compartíamos la habitación, la pagábamos a medias. Empiezan a revisar, a sacar cosas, y como ella estaba en la misma pieza conmigo, se la llevan. Cuando pregunta el señor de la casa qué pasa, porqué las llevan, ‘y, en virtud del estado de sitio’”.
Ese día de abril de 1975 comenzó la pesadilla “después nos llevan a la policía federal, donde estamos diez días incomunicadas, donde la familia no sabía. Por ejemplo, en el caso mío, de tan lejos, tranquilamente, si no hubiera sido por alguien que tuvo corazón y les avisó, ellos nunca hubieran sabido que yo estaba ahí. Así estuvimos, en las peores condiciones que te podés imaginar. Habían habilitado una oficina, porque no había celda en la policía federal, tiradas en el suelo, sin cambiarnos la ropa, sin bañarnos, durante diez días, de la comida nadie se hacía cargo, fue reamente duro”.
Al respecto, recuerda su propia experiencia como detenida-desaparecida: “fijate vos, ya en esa época en que nos detienen a nosotros, en el 75, en realidad no nos detienen legalmente. Nosotros, por una cuestión tal vez de ni siquiera darnos cuenta en su momento, decíamos que fuimos detenidos. No, yo estaba trabajando y ellos fueron allí, fue la policía de la provincia, la policía federal, golpearon la puerta de una forma terrible, yo voy y les abro, “¡Azucena de la Fuente, Azucena de la Fuente!”, a los gritos y sin presentar ningún papel… yo les digo que era yo y no me creían, porque me imagino que buscaban una guerrillera, una mujer grande, y era yo… Entonces, entraron, dieron vuelta todo… y conmigo estaba Alicia. Esto es muy importante, porque ahí te das cuenta hasta dónde son los secuestros. Estaba Alicia Asís conmigo, también maestra ella, ella trabajaba en un pueblo y yo en otro pero compartíamos la habitación, la pagábamos a medias. Empiezan a revisar, a sacar cosas, y como ella estaba en la misma pieza conmigo, se la llevan. Cuando pregunta el señor de la casa qué pasa, porqué las llevan, ‘y, en virtud del estado de sitio’”.
Ese día de abril de 1975 comenzó la pesadilla “después nos llevan a la policía federal, donde estamos diez días incomunicadas, donde la familia no sabía. Por ejemplo, en el caso mío, de tan lejos, tranquilamente, si no hubiera sido por alguien que tuvo corazón y les avisó, ellos nunca hubieran sabido que yo estaba ahí. Así estuvimos, en las peores condiciones que te podés imaginar. Habían habilitado una oficina, porque no había celda en la policía federal, tiradas en el suelo, sin cambiarnos la ropa, sin bañarnos, durante diez días, de la comida nadie se hacía cargo, fue reamente duro”.
Violencia sexual: “…nos mataban a golpes, pero con un agregado que era la humillación en nuestra condición de género”
Otra de las cuestiones relevantes que tiene esta causa es que muchos de los testigos han sido víctimas, lo que le da también un contenido que no proviene de documentos y papeles, sino de la reconstrucción de la memoria de quienes se enfrentan al tribunal “Exactamente –reafirma Azucena-. Por ejemplo, en los juicios anteriores, que fue el de la gendarmería, después el de los curas, de Angelelli, ahí incluso yo fui testigo, pero testigo desde afuera. En ésta, somos nosotros quienes hemos vivido en carne propia, y como conversamos hace un ratito, las particularidades de cómo nos pegó a cada uno la represión”.
“Es sacar a la luz –continúa- muchas cosas que yo creo que ni nosotras mismas, entre nosotras, nos hemos podido comentar y contar. Todo lo que tiene que ver con lo que hoy serían los crímenes sexuales. Es más, nosotras, cuando nos trasladan a Devoto, tomamos conocimiento y conciencia de la situación de otros lugares, era como que nuestra situación era como muy pequeña en comparación con todo esto, pero realmente son cosas atroces que nos han pasado a cada una: la violación de nuestra intimidad como mujeres, el estar permanentemente… yo siempre digo, nosotras en el IRSS convivíamos con los gendarmes. Si se les ocurría a la noche que nos teníamos que levantar, y nos teníamos que levantar en camisón, o que te hacían una requisa, entraban a las piezas, te daban vuelta todo y dejaban la ropa interior expuesta, algunas hasta mojadas, ese tipo de cosas. Y en la federal, el hacerte desnudar, el hacerte desfilar, en algunos casos, fueron violadas las compañeras. El despojarte. Y yo creo que por ahí fue realmente la represión contra las mujeres. A los hombres los mataban a golpes, a los compañeros. En el caso nuestro también, nos mataban a golpes, pero con un agregado que era la humillación en nuestra condición de género”.
Esta violencia sexual que denuncia Azucena fue parte de la represión sistemática de la dictadura. De la Fuente recuerda, además, las vejaciones a adolescentes secuestradas, “hace poco me estremecía, leía acerca de una compañera de Santiago del Estero, una de las que estuvo con nosotras, que era menor. Una niña, jovencita, dieciséis diecisiete años. Va al juicio y por primera vez ella dice en público, cuenta, todos los horrores en su violación. Mirá vos hasta dónde nos trabajaron, que ella, mientras hacía toda su declaración, les pedía perdón a los hijos. Horroroso (…) Ni hablemos de La Perla, de la ESMA, de los campos de concentración, en Devoto nosotras vivimos también con chiquitas de 14 años, les festejábamos el cumpleaños de 15 nosotras. Tengo muy presente una de ellas, la Anita Romero. Fijate vos, la habían detenido porque estaba en el centro de estudiantes y militaba en la Juventud Guevarista (…) mujeres políticas, terrible, una mala combinación para ellos. Entonces esta nena también, directamente salió muy mal, estuvo muy mal, ella cuenta que llegaba el 24 de marzo y se escondía abajo de la cama, de adulta, todavía sigue sin resolver muchos problemas, violada, maltratada. Realmente, fue en todo el país esto, muy grave”.
“Es sacar a la luz –continúa- muchas cosas que yo creo que ni nosotras mismas, entre nosotras, nos hemos podido comentar y contar. Todo lo que tiene que ver con lo que hoy serían los crímenes sexuales. Es más, nosotras, cuando nos trasladan a Devoto, tomamos conocimiento y conciencia de la situación de otros lugares, era como que nuestra situación era como muy pequeña en comparación con todo esto, pero realmente son cosas atroces que nos han pasado a cada una: la violación de nuestra intimidad como mujeres, el estar permanentemente… yo siempre digo, nosotras en el IRSS convivíamos con los gendarmes. Si se les ocurría a la noche que nos teníamos que levantar, y nos teníamos que levantar en camisón, o que te hacían una requisa, entraban a las piezas, te daban vuelta todo y dejaban la ropa interior expuesta, algunas hasta mojadas, ese tipo de cosas. Y en la federal, el hacerte desnudar, el hacerte desfilar, en algunos casos, fueron violadas las compañeras. El despojarte. Y yo creo que por ahí fue realmente la represión contra las mujeres. A los hombres los mataban a golpes, a los compañeros. En el caso nuestro también, nos mataban a golpes, pero con un agregado que era la humillación en nuestra condición de género”.
Esta violencia sexual que denuncia Azucena fue parte de la represión sistemática de la dictadura. De la Fuente recuerda, además, las vejaciones a adolescentes secuestradas, “hace poco me estremecía, leía acerca de una compañera de Santiago del Estero, una de las que estuvo con nosotras, que era menor. Una niña, jovencita, dieciséis diecisiete años. Va al juicio y por primera vez ella dice en público, cuenta, todos los horrores en su violación. Mirá vos hasta dónde nos trabajaron, que ella, mientras hacía toda su declaración, les pedía perdón a los hijos. Horroroso (…) Ni hablemos de La Perla, de la ESMA, de los campos de concentración, en Devoto nosotras vivimos también con chiquitas de 14 años, les festejábamos el cumpleaños de 15 nosotras. Tengo muy presente una de ellas, la Anita Romero. Fijate vos, la habían detenido porque estaba en el centro de estudiantes y militaba en la Juventud Guevarista (…) mujeres políticas, terrible, una mala combinación para ellos. Entonces esta nena también, directamente salió muy mal, estuvo muy mal, ella cuenta que llegaba el 24 de marzo y se escondía abajo de la cama, de adulta, todavía sigue sin resolver muchos problemas, violada, maltratada. Realmente, fue en todo el país esto, muy grave”.
117
Inevitable que el relato se vuelva hacia una de las últimas noticias, la aparición de la nieta número 117. En la provincia de La Rioja todavía se busca a dos niños/as desaparecidos/as por la dictadura, entre ellos, el de Ana Lanzilotto.
Azucena de la Fuente retoma la importancia de la recuperación de los hijos/as de desaparecidos/as: “La aparición de estos chicos es, por un lado, el cachetazo directo a los represores, en el sentido de que cuando se quieren escudar en la teoría de los dos demonios, cuando en los juicios te ventilan las declaraciones que te sacaron vendada, golpeada, torturada, violada, y en este momento vos ves los pobres viejitos que dicen ‘no, nada que ver, nosotros no hicimos nada’ y te salta esto, estamos encontrando, ya no niños, sino estos adultos que por tantos años han perdido su identidad. Y por otro lado es la alegría, la felicidad, de decir que por lo menos las Abuelas, las Madres que todavía están vivas, y que yo creo que sobreviven por esta causa”.
“Sobrevivimos para que se conozca”
Más allá del hecho jurídico de comparecer en los tribunales, el paso por las audiencias de los juicios por delitos de lesa humanidad implican una enorme movilización emocional, un revivir para relatar los horrores de la tortura, la vejación y la muerte.
Para Azucena, implicó volver la mirada sobre sí misma, “es una cosa que también comentaba con el grupo de apoyo que tenemos, que realmente es para sacarse el sombrero, las psicólogas (…) Una cosa que yo le decía es que, en general, nunca, nunca uno se olvidó. Porque yo, por ejemplo, salí, y una de las primeras cosas cuando empecé a trabajar como docente fue anotarme para hacer el “turno” -la docente que cuida la formación, que cuida los patios, una tarea complicada, que la tenés por semana o por día según se determine- los 24 de marzo. Habrá sido en el 83, yo me anotaba el 24 de marzo, me hacía un cartel y a la entrada, que están los padres y todo, explicaba la cartelera. Entonces las directoras se horrorizaban, porque no se podía supuestamente hacer eso. Pero o sea, siempre estuvo eso de “sobrevivimos para que se conozca”. Pero era lo general, es más, muchas veces en las entrevistas, en las charlas, cuando me preguntaban, me acordaba de las cosas graciosas de la cárcel. Y ahora ¿qué tuve que hacer? verme yo. Ya no mirar a la compañera, buscarme yo. Porque es mi testimonio, soy yo la que tiene que hablar de mí y es muy duro. Es muy duro, porque me doy cuenta de que hay muchas cosas que las tapé, las oscurecí, y había que empezar a blanquearlas”.
Sin embargo, la docente exdetenida desaparecida, afirma “estoy fuerte, estoy fortalecida, con muchas ganas, porque el objetivo no es venganza para nada, sino que realmente haya justicia, se juzgue y condene a esta gente, que cumplan efectivamente cárcel. Y no es el justificativo que son ancianos, porque con nosotras, así como vivían las niñitas que te decía que acá tuvimos menores, como Ada Maza, las chicas Matta, la Silvita Arana, el Carlitos Gómez, los mellizos Vergara, Miguel Cano que tenía 15 años, menores que estuvieron presos, también tuvimos compañeras grandes, que vendrían a ser como yo hoy, compañeras de 60, 70 años, ‘madres de’. Que las llevaban, las han vejado, han sido violadas, han sido torturadas, salvajemente esas pobres viejitas y no tuvieron ninguna compasión. No solamente estuvieron en la cárcel, pasaron por los campos de concentración. Esta gente tiene el beneficio de estar atendidos, hay una ambulancia, están disfrutando del espacio democrático que evidentemente nosotros no hemos tenido. Por eso yo digo que tienen que ir a una cárcel común, con todas las condiciones y garantías, pero en cárcel común”.
Para finalizar, Azucena comparte un poema escrito por Jorge de la Cruz Agüero, detenido-desaparecido el 13 de enero de 1976.
¿Es que nos iremos
caminando despacio
por las calles y las plazas
como tristes delirantes de la risa,
como turbias historias de una época,
como mansos enfermos por la muerte?
O es que iremos totalmente
pidiendo por favor a las baldosas
una señal, un algo,
de qué agarrar la carne y revivir la rosa.
Más adelante, nada.
Sólo calles sonámbulas
y herrumbradas de olvido.
Perdón, señores grises,
perdón por ser tan pobres,
por vislumbrar el cambio
y ahogarnos los puños
entre sollozos escritos.
caminando despacio
por las calles y las plazas
como tristes delirantes de la risa,
como turbias historias de una época,
como mansos enfermos por la muerte?
O es que iremos totalmente
pidiendo por favor a las baldosas
una señal, un algo,
de qué agarrar la carne y revivir la rosa.
Más adelante, nada.
Sólo calles sonámbulas
y herrumbradas de olvido.
Perdón, señores grises,
perdón por ser tan pobres,
por vislumbrar el cambio
y ahogarnos los puños
entre sollozos escritos.
http://www.rnma.org.ar/noticias/18-nacionales/2726-violencia-sexual-nos-mataban-a-golpes-pero-con-un-agregado-que-era-la-humillacion-en-nuestra-condicion-de-genero
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