En la vida de las mujeres ya sean creyentes o no creyentes, la religión continúa jugando un papel importante, bien directamente o a través de su influencia tradicional en la sociedad o el estado.
En el caso de las religiones, bajo el argumento de un orden divino y superior, se transmiten unos estereotipos de género basados en la superioridad del hombre sobre la mujer, propios de una cultura patriarcal, que ha llevado a un tratamiento discriminatorio hacia ellas, otorgándole un papel muy marcado como esposa, madre y ama de casa. Esto se refleja también en la discriminación hacia las mujeres en la forma de contar las religiones su origen e historia, en las normas que le impiden acceder a jerarquías de poder y a oficiar ciertos ritos, y a cumplir determinados códigos sobre comportamiento y vestimenta. La mayoría de las religiones se configuran patriarcalmente y acceden con dificultad a puestos de responsabilidad en las comunidades religiosas. El poder es ostentado por los hombres y a las mujeres solo le queda acatar su voluntad.
Existen distintas formas de violencia de género hacia las mujeres, que son justificadas en el nombre de la costumbre o la religión y que impiden el acceso y el disfrute por parte de las mujeres de sus derechos humanos básicos.
Según el teólogo Juan José Tamayo “las religiones han ejercido históricamente-y siguen ejerciendo hoy- distintos tipos de violencia contra las mujeres: física, psíquica, simbólica y religiosa”, y esto deja constancia en los textos sagrados. La imagen de la mujer casi siempre asociada al pecado en el ámbito judeo-cristiano y, por lo tanto, a la tentación, a la seducción y al peligro, debido a la tradición bíblica del libro del Génesis, que la culpabiliza del pecado original.
“La mujer no es dueña de su cuerpo”. Todas las religiones del mundo, buscan controlar la sexualidad femenina y condenan de manera rutinaria la expresión y el disfrute de la sexualidad para las mujeres con mucha más severidad que para los hombres. De múltiples formas, no se les permite planificar la familia. Condenan todas las relaciones sexuales excepto la que se produce entre un hombre y una mujer, y en algunas sociedades aún pueden ser lapidadas por adulterio y/o asesinadas por los “crímenes de honor” y solo se reconoce la heterosexualidad. Pero existen otras formas más sutiles y menos espectaculares de intolerancia y discriminación que pueden ser más efectivas incluso para lograr la subyugación de la mujer, que las mantiene en su rol de fiel esposa y madre. La publicación del libro de “Cásate y sé sumisa” del Arzobispo de Granada es buen ejemplo de ello con frases como “Debes someterte a él. Cuando tengas que elegir entre lo que te gusta a tí y lo que te gusta a él, elige a su favor”.
Ante esta situación, hay muchas voces que han mostrado críticas y han actuado contra esta violencia y discriminación y que en nombre de la religión se justifican. Desde el loby europeo de mujeres, se viene denunciando desde hace algunos años su preocupación acerca de su percepción de “una mayor influencia de los argumentos religiosos sobre los gobiernos con respecto al papel de las mujeres y la igualdad de género, incidiendo en que se debe garantizar la separación entre Iglesia y Estado hasta donde sea necesario, para asegurar que las mujeres no se vean sujetas a políticas y leyes influidas por la religión, por ejemplo en el ámbito de la familia, el divorcio, y la ley del aborto”. Cuando se ataca a la mujer en su dignidad, ya no hay lugar ni para la soberanía ni para las especificidades culturales o religiosas. En la Declaración de Beijing, aprobada en 1995 en la IV Conferencia mundial sobre la mujer, se afirma que los derechos de la mujer son derechos humanos fundamentales y que todos los elementos específicos y particulares que esos derechos entrañan son propios de todas las mujeres, sin discriminación alguna y, porconsiguiente, transcienden las diversidades culturales o religiosas.
Por otro lado, desde dentro de las organizaciones religiosas, se han levantado voces críticas, tanto a nivel individual como colectivo, que utilizan interpretaciones y prácticas diferentes que desafían los roles tradicionales de género y las políticas económicas discriminatorias para promover la justicia y los derechos humanos.
A mediados de los años 50, surge la teología feminista, que tiene sus antecedentes en los movimientos feministas de liberación de la sociedad norteamericana. La teología feminista se considera una teología contextual porque parte de las experiencias vividas por las mujeres. Tal reflexión coincide con el acceso de ellas a las facultades de teología. Su idea fundamental es la igual dignidad del hombre y la mujer. Es crítica de la sociedad patriarcal y de todas las normas, tradiciones y estereotipos que de ella se derivan. Parte del sufrimiento real de la mujer causado por la visión androcéntrica y propone la revisión radical de todas esas formas de opresión. Como dice Tamayo “utiliza las categorías de la teoría de género para deconstruir y analizar críticamente las estructuras patriarcales y los discursos androcéntricos de las religiones, y reformular los grandes temas de las teologías de las religiones.
En España, la monja Benedictina Teresa Forcade, que es teóloga y doctora en salud pública, además de especialista en medicina interna, en su libro “La teología feminista en la historia”,recupera "la trayectoria de mujeres que han vivido la confrontación entre el discurso público sobre Dios y su propia experiencia de Dios" y que han tenido una actitud crítica con la discriminación en los distintos ámbitos que han sufrido las mujeres y cuya labor se ha olvidado en la historia, como Sor Isabel de Villena, Juana Inés de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, entre otras muchas que cita en su libro. Enmarca su nuevo trabajo en la "teología de la liberación” y aboga por una posición de la mujer dentro de la fe cristiana más empoderada y liberal, en el marco de una Iglesia Católica, criticando su postura misógina.
Para ella “la teología feminista es una teología crítica que nace de una idea de contradicción: ¿qué pasa con las mujeres? En el Evangelio y en el encuentro con Dios descubro que son llamadas a una plenitud en nada inferior al varón, y en la sociedad y en la Iglesia descubro que tienen vedados ciertos ámbitos de una forma que yo considero injustificada."Según Forcade."Dios ha creado a las mujeres y a los varones iguales en dignidad" y afirma que "no es él quien considera a las mujeres menos espirituales que a los varones". También defiende que "Dios ha creado a las mujeres y a los varones con la misma capacidad de intervención en el ámbito público, y que no es él quien prohíbe a las mujeres el acceso a la política, a las profesiones remuneradas o al sacerdocio”. Así también afirma que “el Evangelio nos propone como referencia a un Dios que está más allá del sexo y del género".
Cabe decir para concluir, que en este artículo no se cuestiona la fe, y se defiende la libertad religiosa de creer o no en un ser divino, o la opción de adherirse o no a cualquier religión, sino que tal como se expresa en el Informe y la resolución del Consejo de Europa sobre “Mujeres y religión en Europa” se defiende que “La libertad de religión no puede aceptarse como pretexto para justificar las violaciones de los derechos de las mujeres, sean abiertas, sutiles, legales o ilegales, practicadas con o sin el consentimiento nominal de las víctimas – las mujeres.”
Fuentes consultadas:
- La religión y los derechos humanos. Informe de posicionamiento del Lobby Europeo de mujeres
- Teología de la mujer: Feminismo y género. Consuelo Vélez
- Discriminación de las mujeres y violencia de género en las religiones. Juan José Tamayo.Fundación Carolina
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