¿Alguna vez te preguntaste por qué había brujas, o por qué son casi siempre mujeres? Pues éste es un tema supercurioso que bien merece un espacio en nuestra página.
Si leíste nuestro artículo 8 rasgos por los que antiguamente serías bruja, sabrás que había ciertos “métodos” para “descubrir” a las brujas, elaborados entre los siglos XIII y XVII. Aquí te explicamos un poco por qué surgió la figura de la bruja y el porqué de su implacable persecución.
¿Desde cuándo existen las brujas?
Desde mitos agrarios que relacionaban la fecundidad con el misterio de la renovación de las plantas hasta sofisticados ritos supuestamente demoníacos, se erige la bruja –la mujer– como principal “usufructuaria” de habilidades o poderes mágicos para adivinar el futuro o influir en hechos y personas.
Los orígenes de la brujería se remontan, según algunos estudiosos, a una antigua religión neolítica en la que solían practicarse sacrificios humanos, aunque otros critican este paralelismo por no haber suficientes pruebas que corroboren tal afirmación. Los que la apoyan cuentan con la supuesta correspondencia entre las “noches de brujas” (sabbat o aquelarre) y las fechas en que se realizaban los ritos de fertilidad para que la naturaleza no fuera invadida o poseída por el invierno y diera grandes y buenas cosechas en el verano, que serían alrededor del 31 de julio y el 1 de febrero nuestros.
De allí la gran importancia simbólica y mágica de los solsticios, que permanecería como un rastro subterráneo ligado a influencias germánicas y celtas, a su vez residuos de ritos femeninos grecorromanos a Dionisos o Baco, y a otros dioses y ritos tracios. Lo cierto es que tanto los rituales agrarios como los simbolismos lunares asocian a la mujer como fuente de misterio y de poder, como conocedora de las plantas mágicas y sus efectos.
De hecho, en las antiguas Roma y Grecia se hacía la distinción entre magia buena y magia mala, castigándose severamente esta última.
La magia benéfica se hacía en público y se consideraba necesaria, y para ello existían losaugures romanos, por ejemplo, que se encargaban de estas actividades. Los augures eran sacerdotes que practicaban la adivinación (de allí el “augurio”); solían ser cargos oficiales, aunque había algunos augures particulares.
La magia mala o negra, en cambio, se hacía para infligir daño, y se le atribuía generalmente a las maleficae –hechiceras, en latín–, de quienes lamentablemente hay numerosísimas menciones en textos clásicos. Según estos autores, las hechiceras tenían la facultad de transformarse en animales, de volar y de practicar la magia tanto en provecho propio como por encargo de otras personas; solían dedicarse sobre todo a la magia erótica pero también a provocar enfermedades o tempestades.
Sus reuniones ocurrían de noche y hacían conjuros donde invocaban a las diosas Hécate, Artemisa o Selene. Sin embargo, y a pesar de todos estos detalles, los autores clásicos se mostraron casi siempre escépticos a las supuestas facultades de las brujas.
Por otro lado, en el Antiguo Testamento cristiano (la Torah judía) no hay distinciones entre buena y mala hechicería: sencillamente se prohíbe su práctica por considerarse apóstata, es decir, por renegar de Dios y creer en otros dioses. Se castigaba con la pena de muerte, tal como se lee en Éxodo 22:18: “A la hechicera no la dejarás que viva”. Lo curioso es que, tanto en la Torah o Antiguo Testamento como en la cultura grecorromana, la brujería aparece asociada mayormente a las mujeres.
Y aquí entramos en el terreno más escabroso y por el que más se conoce a las brujas: su relación con el cristianismo de la Edad Media. Debemos mencionar, sin embargo, que los padres de la Iglesia, específicamente San Agustín de Hipona, mostraron dudas sobre la realidad de la brujería. San Agustín no creía en la facultad de metamorfosearse en animales, pero desarrolló la idea de que eran delirios provocados por el demonio.
A pesar de ello, se promulgaron varias leyes en contra de practicar la magia y la adivinación muy tempranamente: el Código Teodosiano en 429, el segundo Código Justiniano en 534 (prohíbe consultar astrólogos y adivinos), el Código de Elvira en 306, o el Concilio de Laodicea en 360, que pide la excomunión a quien practique brujería, adivinación, astrología o magia. Todo estaba condenado como culto pagano.
Pero a partir del siglo XIII las cosas cambiaron para peor: comienzan a difundirse textos en donde algunos clérigos eruditos dejan pasar la idea de que los cristianos, a veces, permitían que el demonio se apoderase de ellos o de alguna parte de su ser, y es así como se pasa de ver la brujería como una superstición –o como resultado de ilusiones demoníacas– a verlacomo una práctica en la que se busca pactar con Satanás. De allí la necesidad imperiosa de descubrir quién puede ser bruja o brujo y de clasificar sus prácticas.
“El aquelarre”, cuadro de Francisco de Goya |
En este punto, la creencia de que el demonio interviene directamente en la vida cotidiana se hace más real que nunca, y la preocupación invade a todo el mundo; por ello la brujería se equiparó a la herejía, y santo Tomás de Aquino formula entonces su famosa teoría dedemonios íncubos y súcubos con la que pretendió precisar la causalidad de las relaciones sexuales entre humanos y demonios (como narra el Libro de Enoc). La brujería se asocia definitivamente con el culto al diablo, la idolatría y la herejía.
Surge también el Malleus maleficarum (“El martillo de las brujas”), manual para inquisidores escrito por los dominicos alemanes Heinrich Krämer y Jacob Sprenger en el siglo XV, y personifica la peor pesadilla de prácticamente cualquier mujer de la época. No sólo certifica la existencia de las brujas, sino que afirma que el no creer en ellas es un delito equivalente a la herejía.
Portada del “Malleus maleficarum” en una edición de 1669 |
Es una recopilación de gran cantidad de historias, presentadas no como superstición sino como hechos reales de pactos diabólicos y poderes mágicos, y muestra una notable obsesión por el tema sexual en relación con las brujas. La razón que esgrimen para identificarlas especialmente como mujeres es que “toda brujería procede del apetito carnal, que en las mujeres es insaciable”.
El indudable tinte misógino de éste y otros libros de la época es una muestra de la visión de las mujeres como pecadoras, peligrosas y seres inferiores a quienes había que dominar. Por supuesto, comenzaron a salir numerosas brujas, siendo estos libros el fundamento principal para lo que se conoció como caza de brujas.
Las prácticas que se les atribuían eran el pacto con el diablo, la celebración de aquelarres –que por otra parte nunca se pudo probar–, el vuelo nocturno sobre animales voladores o sobre escobas, objeto casi exclusivo femenino; la transformación en animales, sobre todo engatos negros, y la magia negra, es decir, de hacer magia con fines malévolos donde supuestamente hacían morir al ganado o enfermaban a las personas. Ninguna de estas facultades ha sido probada nunca.
La historia religiosa de Occidente tiene un capítulo muy negro con las brujas y la persecución inhumana que de las mujeres hicieron, aunque es preciso mencionar que también hombres y niños fueron acusados de brujos y quemados en la hoguera. Uno de los episodios más terribles en Europa fue el caso de las brujas de Zugarramurdi, y en América las brujas de Salem.
El temor a lo que no se comprende fue la principal causa de la muerte de muchos miles de seres inocentes, tanto en el catolicismo como en el protestantismo. Sin embargo, la brujería y la magia siguen estando arraigadas en la cultura popular, pues ahora como antes sigue habiendo personas que creen en otros dioses; en ocasiones los rituales utilizados nos suenan a otra cosa, que generalmente no conocemos, y los asociamos con algo malo… Y tú, ¿crees en las brujas?
http://supercurioso.com/desde-cuando-existen-las-brujas/
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