Muchos datos que se conservan de la vida de los primeros santos y mártires de la iglesia católica se han puesto constantemente en entredicho. Incluso de algunos de ellos se afirma que nunca existieron. Los datos que nos han llegado de la historia de Santa Afra de Augsburgo mezclan realidad y leyenda. Pero sí está claro que existió en el siglo IV una mujer en aquellos territorios que fue quemada por sus creencias cristianas.
En la lista de mártires
Santa Afra de Augusta aparece citada en el Martyrologium Hieronymianum como una mártir que sufrió las persecuciones religiosas del emperador Diocleciano. Durante el gobierno de la conocida como Tetrarquía, Maximiano se había hecho cargo de las provincias occidentales del imperio, entre las que se incluían la provincia romana de Rhtia, en la que se encontraba la ciudad de Augusta. Maximiano continuó con la política de persecución de la religión cristiana iniciada por Diocleciano.
De prostituta a mártir
Afra procedía de una familia que se había trasladado de Chipre a Augsburgo. Aquí se había iniciado en la adoración de la diosa Venus y había sido entregada como prostituta al servicio de esta diosa romana.
Parece ser que su conversión llegó de la mano de san Narciso, obispo de Gerona que había huido de las provincias de Hispania donde también se estaban llevando a cabo persecuciones contra los cristianos. La familia de Afra dio asilo al santo quien convenció a la joven de que debía convertirse a la nueva fe.
Al abandonar el templo de Venus, los dirigentes romanos fueron rápidamente en su busca. Al recibir una respuesta negativa por parte de Afra, su destino sólo podía ser una condena a muerte. Afra aceptó su martirio y fue quemada viva en una pequeña isla del río Lech. Según algunas fuentes, su madre y tres sirvientas suyas también fueron quemadas.
Los restos de Santa Afra fueron depositados posteriormente en la iglesia de los Santos Ulrico y Afra, un lugar convertido en centro de veneración. El día de Santa Afra se celebra el 7 de agosto.
Por Sandra Ferrer
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