RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

martes, 31 de mayo de 2011

Víctima de Severo, Santa Perpetua de Cartago (Siglo III)


El año 202, el emperador Septimio Severo (193-211) prohibía las conversiones al cristianismo y judaísmo. Empezaba un nuevo período de duras persecuciones, sobretodo en el norte de África. En Cartago, Vibia Perpetua, fue una de las muchas personas que sufrió el martirio por no cumplir con la ley imperial.

Madre noble
Vibia Perpetua, pertenecía a una noble familia romana que vivía en Cartago. El año 203, cuando fue ejecutada, estaba casada y tenía un hijo pequeño al que aún alimentaba. A pesar de que sus padres profesaban la religión oficial del imperio, Vibia se acercó a las ideas cristianas convirtiéndose en catecúmena. Los catecúmenos eran paganos que querían convertirse al cristianismo pero aun no estaban bautizados.

Incumpliendo la ley
Tras la promulgación del decreto de Septimio Severo, muchos catecúmenos pusieron su vida en peligro. Ese fue el caso de Vibia, quien fue detenida junto con tres compañeros más y su esclava, Felicidad, embarazada de ocho meses.

A pesar de la insistencia de su padre, quien llevaba a su hijo a la cárcel para enternecer a la madre y convencerla de que abjurara de su nueva fe, Perpetua no desfalleció.

Martirio en el circo
Como era habitual en Roma, los cristianos eran condenados a sufrir un martirio público para posteriormente ser ejecutados. Perpetua y sus compañeros consiguieron ser bautizados antes de morir y se prepararon para el suplicio. Incluso Felicidad, quien se podría haber librado temporalmente de la pena por estar embarazada, subió a la arena del circo al lado de Perpetua. Dos días antes había dado a luz a una pequeña niña de la que se hizo cargo un familiar.

Así, Perpetua, ante la desesperación de su padre, fue trasladada al circo junto con los otros cuatro catecúmenos condenados. Varios animales salvajes fueron puestos ante los cristianos que sufrieron el empuje de las bestias. Perpetua y Felicidad fueron puestas ante una vaca brava. Tras el martirio, fueron ejecutados con la espada.

Actas del martirio
Las actas del martirio de las santas Felicidad y Perpetua tuvieron una amplia difusión en los siglos posteriores. Este texto permitió que la historia de estos primeros mártires cristianos no cayera en el olvido. No en vano, en el siglo IV, los nombres de Perpetura y Felicidad eran incluidos en la lista de mártires venerados por la iglesia y les fue asignado el día 7 de marzo como el día de su celebración.

Enterradas en Cartago, años después se construyó una basílica sobre sus restos, conocida como Basílica Mayor.

jueves, 26 de mayo de 2011

Duquesa de Saboya, Catalina Micaela de Austria (1567-1597)


Catalina Micaela fue, junto con su hermana Isabel Clara Eugenia, la hija predilecta de Felipe II. Huérfana de madre cuando aun no había cumplido el año de vida, Catalina Micaela recibió el cariño de su hermana y su madrastra. La feliz existencia al lado de su familia se truncó en 1585 cuando contrajo matrimonio de estado con el duque de Saboya. Nunca más volvería a ver a su familia española.

Un bebé huérfano
Quince meses después del nacimiento de Isabel Clara Eugenia, la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, daba a luz a una segunda hija. Era el 10 de octubre de 1567. Le pondrían de nombre Catalina Micaela en honor a su abuela materna, la reina Catalina de Medicis, y a san Miguel. A pesar de volver a dar al rey una heredera y no un hijo varón que asegurara la dinastía (de todos eran conocidos los desequilibrios del infante Don Carlos), Felipe II quiso con especial devoción a sus dos hijas.

Catalina Micaela no había cumplido aun un año cuando su madre, embarazada de cinco meses, moría desangrada. Los continuos y seguidos embarazos habían terminado con la vida de la amada esposa del rey prudente.

Infancia feliz
A pesar de su temprana orfandad, Catalina Micaela vivió una infancia feliz gracias al cariño de su hermana, su tía la infanta Juana y su nueva madre, Ana de Austria. 

En la corte, la pintora Sofonisba Anguissola se encargó de inmortalizar a la infanta en varios retratos, entre ellos, el conocido como Dama del Armiño.

Durante las ausencias del rey, que por aquellos años debía tratar asuntos tan importantes como la corona de Portugal, Felipe II mantenía una constante correspondencia con sus dos hijas. Estas cartas suponen una imagen entrañable y totalmente alejada del rey austero, religioso y rígido que su leyenda negra se encargó de divulgar.

Matrimonio de estado
En 1583 empezaron las negociaciones con el ducado de Saboya para casar a Catalina Micaela. Por aquel entonces, la reina Ana había dado a luz a varios hijos que había perdido y el infante Felipe era aun un niño por lo que Isabel Clara Eugenia debía permanecer al lado de su padre como posible heredera al trono. El papel de Catalina pasaba por cerrar una alianza de estado a través de su matrimonio.

El acuerdo se selló y en 1585 toda la corte se trasladó a Zaragoza para celebrar la boda entre la infanta española y Carlos Manuel I de Saboya.

Con gran tristeza y pesar, la joven duquesa se despidió de su familia en el puerto de Barcelona.

Duquesa de Saboya
A pesar de la tristeza por tener que vivir separada de sus seres queridos, Catalina pronto se adaptó a la nueva corte, alejada de la rígida etiqueta que imponía la monarquía española.

En diez años Catalina tuvo diez hijos. Su prolífica maternidad trajo la alegría a la corte saboyana pero fue también la razón de su desaparición. El 6 de noviembre de 1597, Catalina Micaela moría al dar a luz a su hija Juana, quien tampoco sobreviviría. La duquesa dejaba huérfanos a diez niños y un gran vacio en la corte de Turín.

En España, un viejo Felipe II ordenó decir misa de difuntos en la capilla del Escorial. Acompañado de su otra hija, el monarca español moriría un año después. 

 Si quieres leer sobre ella 

Las Austrias, Catalina de Habsburgo
Género: Ensayo
Recopilación de las más destacadas mujeres de la Casa de Austria. Muy interesante y ameno.



Las mujeres de Felipe II
María Pilar Queralt del Hierro






Por Sandra Ferrer



miércoles, 25 de mayo de 2011

Retratista neoclásica, Angelica Kauffmann (1741-1807)


Angelica Kauffman es una pintora neoclásica que, a pesar de tener un importante éxito en vida, tras su desaparición su obra cayó en el olvido. Angelica tuvo una vida apasionante. Viajó por media Europa y conoció a personajes tan importantes del momento como el pintor Reynolds o el escritor Goethe. Muchos de ellos alabaron su arte.

Talento precoz
Maria Anna Angelica Katharina Kauffmann nació el 30 de octubre de 1741 en Chur, Suiza, pero su infancia transcurrió en Schwarzenberg, Austria,  de donde era originaria su familia.

Su temprano talento para las artes fue pronto exprimido por su padre, Johann Josef Kauffmann, pintor de profesión. A pesar de que Johann fue un artista mediocre, tuvo la habilidad de enseñar con eficiencia a su joven hija. Angelica era aún una niña cuando ya destacaba en la música y la pintura.

Con tan sólo 12 años Angélica empezó a pintar para la clientela de su padre. Su fama como retratista se extendió entonces entre la clase alta austriaca.

De Italia a Inglaterra
Retrato de Louisa Leveson
Gower como Spes
(Diosa de la Esperanza)
Angelica realizó varios viajes a Italia acompañada de su padre. Pasó por ciudades como Milán, Roma o Venecia. Fue en la ciudad de los canales donde la esposa del embajador inglés, Lady Wentworth, le ofreció acompañarla a Londres. En Inglaterra tuvo una gran acogida y rápidamente recibió ofertas para realizar retratos de la alta sociedad y de la familia real británica.

Bajo la tutela de Reynolds
La joven pintora tuvo la gran suerte de conocer al famoso pintor neoclásico Sir Joshua Reynolds quien desde el primer momento alabó y protegió a Angelica. Al margen de que algunos apuntaran un idilio entre ambos artistas, lo cierto es que Reynolds ayudó a la proyección artística de Angelica hasta el punto de conseguir que ella, junto con Mary Moser, fueran las dos únicas mujeres fundadoras de la Real Academia de las Artes de Londres en 1769. Desde entonces Angelica pasó muchos años exhibiendo su obra en la academia. 


Niños con una cesta de frutas
De los retratos a la historia
Retrato de una mujer joven
En Londres Angelica continuó pintando retratos pero también se sumergió en el género de la pintura historicista. La fría acogida en su cambio de rumbo artístico llevaron a Kauffmann a abandonar Inglaterra. Desde ese momento, su popularidad fue decreciendo. Angelica y su segundo marido se instalaron en Roma donde entabló una interesante amistad con el poeta y escritor Johann Wolfgang von Goethe.

En 1797 exponía por última vez en la academia de San Luca de Roma, en la que había ingresado con tal sólo 24 años. Angelica moría diez años después, el 5 de noviembre de 1807.

Honores y olvido
Su desaparición fue lamentada por el círculo artístico romano, que honró a la artista en su último adiós. El famoso escultor Antonio Canova dirigió sus funerales. Como tiempo atrás se había hecho en el entierro del pintor Rafael, dos de sus pinturas fueron llevadas en procesión hasta San Andrea delle Fratte, donde Angelica Kauffmann fue enterrada. 

A pesar de que muchos lloraron la desaparición de una artista inteligente, culta, educada y con don de gentes, su arte no recibió un gran reconocimiento póstumo. Su obra se expone tímidamente, en varias galerías y museos del mundo.





 Si quieres leer sobre ella 

Consulta online toda su obra en Wikipaintings
http://www.wikipaintings.org/en/angelica-kauffman 








Por Sandra Ferrer

martes, 24 de mayo de 2011

La monja alférez, Catalina de Erauso (1592-1650)


Rebelde, violenta y valiente, Catalina de Erauso pasó a la historia como la Monja Alférez. Sus padres quisieron para ella la tranquila vida de un convento pero ella escogió una existencia de aventuras en el Nuevo Mundo. Su aspecto masculino le permitió a Catalina llevar una vida de soldado y luchador.

Novicia rebelde
Catalina Erauso nació en San Sebastián en 1592. Sus padres, Miguel de Erauso y María Pérez de Gallárraga y Arce internaron en el convento de San Sebastián el Antiguo a Catalina y tres hermanas suyas a muy temprana edad. Pero así como sus otras tres hijas aceptaron con obediencia la decisión paterna, Catalina dio pronto signos de rebeldía.

En 1607, cuando Catalina era una adolescente, participó en una discusión dentro del convento con otra novicia. Además de recibir varios golpes fue recluida en una celda de castigo. La joven tuvo entonces claro que no pasaría el resto de su vida entre aquellos muros y escapó.

Contruyendo una identidad masculina
Los años siguientes Catalina vagabundeó por distintas ciudades españolas con una identidad falsa. Vestida de labriego se hacía llamar con distintos nombres masculinos. Su aspecto físico nada femenino así como su porte varonil ayudaron al engaño.

Hacia el Nuevo Mundo
En Sanlúcar de Barrameda embarcó rumbo a América. Después de desempeñar varios oficios se enroló en el ejército español que por aquel entonces participaba en diversas guerras de conquista. Su manejo de las armas y su maestría en el combate le permitió llegar a ostentar el grado de alférez.

Sin embargo, Catalina no dejó nunca de participar en refriegas, conflictos y duelos que la obligaban a no permanecer demasiado tiempo en un lugar determinado por miedo a ser detenida. En un duelo llegó incluso a matar a su propio hermano, Miguel, quien descubrió su parentesco segundos antes de morir.

Finalmente fue detenida en Perú en 1623 tras una de tantas disputas. Declarada culpable y condenada a morir, Catalina decidió entonces desenmarcarase ante el obispo Agustín de Carvajal al que pidió clemencia. Fue entonces cuando tras casi 20 años de vida clandestina se destapó que aquel alférez español pendenciero era una mujer que había sido monja. Unas matronas certificaron además que era virgen. A Catalina le salió bien la jugada. Tras permanecer un tiempo en varios conventos peruanos, fue enviada de vuelta a España.

Grandes honores
La fama de Catalina viajó más rápido que ella misma a tierras españolas. Así, el mismísimo rey Felipe IV quiso conocerla y oir de primera mano su historia. El monarca español no sólo mantuvo su graduación sino que le permitió que continuara llevando atuendo masculino. Fue Felipe IV quien la bautizó con el nombre con el que pasó a la historia: La monja alférez.

Con su espíritu aventurero, no era extraño que Catalina emprendiera de nuevo viaje, esta vez por el viejo continente. Llegó incluso hasta Roma donde el papa Urbano VIII la recibió y ratificó el permiso del rey español de que vistiera como un hombre.

Catalina terminó sus días en el Nuevo Mundo, en México, a donde viajó en 1630. Allí vivió los últimos 20 años de su vida.

Autora de su propia historia
Una mujer como Catalina, no podía menos que plasmar ella misma su propia vida. No se sabe si de su misma mano o dictada a un tercero, lo cierto es que Catalina dejó para la historia sus propias memorias,La Historia de la monja alférez.


 Si quieres leer sobre ella 
Historia de la monja alférez, Catalina de Erauso
Género: Autobiografía





La monja alférez: La juventud trasvestida de Catalina de ErausoRicard de Ibáñez
Género: Biografía







Por Sandra Ferrer

lunes, 23 de mayo de 2011

Redención femenina, Prudencia Ayala (1885-1936)


Una mujer sola, sin estudios y de origen indígena, se alzó a principios del siglo XX en su tierra natal, El Salvador, en defensa de los derechos de la mujer. Prudencia Ayala escribió libros, columnas de opinión, fundó su propio diario y llegó a escandalizar a todos con su intento de llegar a la presidencia de un país en el que le estaba vetado el voto a las mujeres.

Escritora autodidacta
De origen indígena y humilde, Prudencia Ayala nació en Sonzacate el 28 de abril de 1885. A pesar de que sus padres, Aurelia Ayala y Vicente Chief, quisieron para ella una buena educación, la falta de recursos económicos impidieron que Prudencia pudiera estudiar más allá del segundo grado.

La salida de la escuela no frenó sin embargo las inquietudes intelectuales de la niña. Mientras ayudaba a la economía familiar trabajando de costurera, siguió estudiando por su cuenta.

Su formación autodidacta la llevó a publicar artículos de opinión en el Diario de Occidente desde 1913. Prudencia también escribió y publicó varios libros demostrando un gran talento para la literatura.

Además de escribir para varios diarios de El Salvador, Prudencia fundó “Redención femenina”, un periódico en el que plasmó todas sus ideas feministas.

La Sibila santaneca
Además de su fama como articulista, Prudencia fue conocida por sus extrañas visiones y predicciones de futuro. Aunque muchos la tacharon de loca, lo cierto es que llegó a predecir algunos hechos históricos como la caida del káiser alemán o la entrada de Estados Unidos en la Gran Guerra. Fueran verdad o no, sus visiones se publicaron en los periódicos de Santa Ana por lo que fue conocida popularmente como la Sibilina santaneca.

Primeras voces en favor de la mujer
Más allá de esta anécdota, el papel de Prudencia Ayala como defensora de los derechos de la mujer, fue mucho más importante. De hecho, sus escritos en los periódicos y sus publicaciones la llevaron incluso a la cárcel en varias ocasiones.

Aspirante a presidenta
Pero Prudencia no se acobardó y continuó con su labor hasta llegar a la máxima provocación. En un país en el que no existía el sufragio femenino, Prudencia se presentó en 1930 como candidata a la presidencia de El Salvador por el Partido Unionista. Por supuesto que las estructuras cerradas de aquellos tiempos le impidieron llegar lejos en su aspiración a presidenta, pero Prudencia abrió un importantísimo camino para las futuras mujeres que trabajaron por los derechos de su sexo. Tendrían que pasar aún 20 años para que las mujeres consiguieran el derecho pleno para votar.

Prudencia Ayala murió seis años después, en 1936, pero su nombre es recordado no sólo con una calle de la capital salvadoreña que lleva su nombre sino por ser una de las primeras activistas que en Latinoamérica lucharon por los derechos humanos de las mujeres.

Por Sandra Ferrer

viernes, 20 de mayo de 2011

Matrona romana, Cornelia Africana (189-110 a.C.)


La vida de Cornelia estuvo marcada por las desgracias personales. Sobrevivió a su padre, su marido y a la práctica totalidad de sus hijos. Madre de los llamados Gracos, Cornelia luchó y defendió las políticas reformistas que Tiberio y Cayo llevaron a cabo en una Roma inmersa en una crisis económica donde el hambre se llevaba a multitud de ciudadanos.

Su valentía le valió el reconocimiento de la aristocracia romana. La primera estatua que se mostró en público de una mujer romana fue la suya.

Una patricia de alcurnia
Cornelia era hija del famoso general Publio Cornelio Escipión el Africano, vencedor en la batalla de Zama contra Aníbal durante la segunda guerra púnica, y Paula Emilia.

Poco tiempo después de la muerte de su padre, Cornelia se casó con el cónsul Tiberio Sempronio Graco. A pesar de tener 12 hijos, tuvo que ver cómo sólo llegaban a la edad adulta Sempronia, Tiberio y Cayo. En 155 a.C., al morir su marido, decidió dedicarse únicamente a educar a sus hijos. Cornelia se encargó de proporcionarles una buena educación basada en el respeto a las tradiciones familiares pero también adaptada a las nuevas tendencias que incorporaban la formación de la cultura griega1.

Cornelia rechazó varias proposiciones de matrimonio de importantes hombres del imperio. Llegó incluso a declinar una oferta del rey egipcio Ptolomeo VIII.

He aquí mis joyas”
Mujer culta e inteligente, inculcó en sus hijos el amor por el próximo introduciéndolos en las ideas humanísticas helenísiticas que defendían el apoyo a las clases populares. Ante la ostentación que otras damas patricias hacían del lujo y de sus joyas, Cornelia mostraba a sus hijos con orgullo: He aquí mis joyas.

Madre de los gracos
Cornelia fue conocida como la “madre de los gracos” sobretodo durante las revueltas que provocaron las reformas que sus hijos quisieron llevar a cabo en el senado romano.

En 134 a.C. Tiberio Sempronio Graco fue elegido tribuno de la plebe, un cargo que permitía presentar proyectos de ley. A pesar de iniciar su mandato con el apoyo del senado, sus propuestas de reformas agrarias pronto pusieron a las altas clases senatoriales en su contra. Un año después, la campaña de descrédito del senado contra Tiberio se tradujo en su asesinato.

Diez años más tarde, en 124 a.C., su hermano Cayo conseguía el mismo puesto que Tiberio. Cayo continuó con la línea reformista de su hermano aunque su fin fue más dramático. Viendo como todos sus seguidores eran asesinados, Cayo decidió quitarse la vida para no caer prisionero de sus enemigos.

Durante los años de lucha de sus hijos, Cornelia defendió como una leona su causa y trabajó para ganarse partidarios.

Retiro intelectual
Desaparecidos la mayor parte de los miembros de su familia, Cornelia decidió retirarse a vivir a una villa alejada de Roma donde se dedicó al estudio del griego, el latín y la filosofía. Convertida en el símbolo de la matrona romana, esposa y madre ejemplar, la madre de los gracos recibió con una exquisita hospitalidad a hombres cultos y mujeres que admiraron su valor.

La primera estatua
Cornelia tuvo el honor de ver como se erigía una estatua suya en el Foro Romano. Era la primera vez que se daba ese privilegio a una mujer. En el epígrafe de la base se puede leer: Cornelia, hija del Africano y madre de los Gracos.

 Si quieres leer sobre ella 

Mujeres de la antigüedad, Jesús de la Villa
Género: Ensayo







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1. Historia universal. Edad antigua. Roma. Julio Mangas



Por Sandra Ferrer

jueves, 19 de mayo de 2011

Entre dos regímenes, Adélaïde Labille-Guiard (1749-1803)


En 1783, la Real Academia de Pintura y Escultura de París aceptaba enrte sus miembros a cuatro mujeres. Adélaïde Labille-Guiard era una de ellas. La gran retratista Élisabeth Vigée-Lebrunera otra de las grandes pintoras que ingresaba en la academia en mismo día que Adélaïde. Por esta razón y por la similitud de su obra, ambas artistas fueron constantemente comparadas e incluso confundidas. Y aunque Adélaïde no alcanzó la fama que Élisabeth consiguió en muchas cortes europeas, supo hacerse un hueco en el mundo artístico del París neoclásico.

Una larga formación
Adélaïde nació el 11 de abril de 1749. Era la pequeña de ocho hermanos de una familia perteneciente a la burguesía parisina. Su padre era mercero y regentaba una tienda en el barrio de Saint-Eustache. Adélaïde no provenía de una familia de artistas como Élisabeth Vigée-Lebrun así que no pudo aprender en su propia casa. Se desconocen muchos datos de su formación aunque sí que se sabe que François-Elie Vincent y su hijo François-André le enseñaron el arte de la miniatura y el óleo respectivamente.

Gracias a la influencia de Vincent, la joven pintora fue admitida en la Académie Saint-Luc en 1769 y pudo exponer sus primeras obras cinco años después.

La academia francesa y las comparaciones
Adélaïde tuvo que esperar muchos años, hasta cumplir 34 para conseguir ser aceptada en la academia francesa. Mientras tanto se había ganado la vida como profesora. El hecho de haber ingresado en la academia el mismo día que la gran retratista Élisabeth Vigée-Lebrun dio pie a constantes comparaciones entre ambas. Aunque es cierto que la obra de Adélaïde estaba influida por la de Élisabeth y esta llegó a adquirir una importante proyección internacional, con el tiempo, las pinturas de Adélaïde fueron reconocidas con el mismo valor que las de su rival.

En la corte
Mientras Vigée-Lebrun pintaba para la reina María Antonieta, Labille-Guiard recibió el apoyo de la princesa María Adelaida, tía del rey Luis XVI. Su mecenazgo le reportó una pensión de mil libras y numerosos encargos para retratar a la familia real.

En el París revolucionario
Dos años después estallaba la Revolución Francesa. A pesar de que las ideas políticas de Adélaïde se acercaban a los postulados republicanos, el hecho de trabajar para la familia real la pusieron en una incómoda y peligrosa situación. Esta mejoró cuando aceptó retratar a algunos líderes revolucionarios como Robespierre y se deshizo de algunas de sus obras hechas por encargo de la familia real.

Sus dos matrimonios
Fue durante su época en la Académie Saint-Luc cuando conoció al que sería su primer marido Louis-Nicolas Guiard. Su matrimonio no duró más de ocho años. En 1777 se separaban. Seis años después, gracias a las nuevas leyes revolucionarias, la pareja se divorció legalmente.

Adélaïde terminaría casándose con François-André Vincent uno de sus maestros de juventud.

Última época
Hasta el cambio de siglo la pintora continuó trabajando y exponiendo sus cuadros. En 1795 consiguió una nueva pensión de 2000 libras. Adélaïde Labille-Guiard murió el 24 de abril de 1803.

Por Sandra Ferrer

miércoles, 18 de mayo de 2011

La gran senescala, Diana de Poitiers (1499-1566)


El 10 de julio de 1559, el rey Enrique II de Francia moría tras participar en un torneo durante las celebraciones de la paz de Cateu-Cambresis. Su cuerpo inherte lo mantenía Catalina de Médicis, la reina de Francia. Pero su verdadero amor, Diana de Poitiers no pudo estar a su lado. La reina se lo había prohibido.

Una amante de alta cuna
Diana de Poitiers había nacido el 3 de septiembre de 1499 en el seno de una de las familias aristocráticas más importantes de Francia. Su padre, Jean de Poitiers era conde de Saint-Vallier y vizconde de Estoile. Tras la muerte de su madre, Jeanne de Batarnay, cuando Diana tenía solamente seis años, fue trasladada a la corte donde pasó casi diez años como dama de Ana de Francia, hija de Luis XI.

Cuando Diana era una bella joven de 15 años se acordó su matrimonio con Luis de Brézé, cuarenta años mayor que ella. El conde de Maulevrier y señor de Anet representaba al rey en Normandía como gran senescal y descendía de la familia real por una rama ilegítima originada de la relación entre Carlos VII y su amante Agnès Sorel.

Durante los años que duró su matrimonio, Diana fue una esposa y madre ejemplar. A pesar de la diferencia de edad, Diana amó y respetó a su marido, con el que tuvo dos hijas. Pero la desaparición de Luis cambió el destino de Diana.

Cortejada por Enrique
En 1531 Diana de Poitiers, con 31 años, quedaba viuda. Un año antes, los dos hijos mayores del rey Francisco I de Francia habían vuelto de su estancia en Madrid como rehenes por la derrota de su padre en la batalla de Pavía contra Carlos V acaecida en 1525. El emperador había hecho prisionero al rey francés y solamente quedó en libertad tras el tratado de Madrid que reclamaba a sus dos hijos como rehenes. Enrique tenía entonces once años cuando se reencontró con Diana a quien recordaba como la última persona que había consolado su desesperación cuando debía partir hacia Madrid. Desde entonces Enrique había quedado prendado de la belleza y personalidad de Diana.

Ahora que era viuda, Diana se reinventó a sí misma. Su modelo a seguir sería Artemisa, hija del rey de Halicarnaso; tomó el blanco y el negro como sus colores básicos; en su escudo incluyó la antorcha invertida, símbolo de las viudas y honró a su esposo desaparecido con un mausoleo en la capilla del castillo de Anet.

Diana superaba en más de veinte años la edad de Enrique pero aceptó su adoración pública envolviéndola en una parafernalia parecida al amor cortés. Ella misma rodeó su persona y sus relaciones con Enrique de un halo de misterio confiriéndoles un carácter mitológico y sacro y transformando a la viuda ejemplar en diosa del Olimpo1. Incluso se hizo retratar como Diana cazadora.

Los símbolos continuaron cuando en 1547 Enrique subió al trono y no dudó en crear el famoso escudo con sus iniciales entrelazadas.

Poder sobre el monarca
Diana no fue una simple amante. El ascendiente y el poder que ejercía sobre Enrique lo utilizó para inmiscuirse en asuntos de gobierno ejerciendo un papel similar al de un primer ministro.

En su papel de consejera del rey no dudó en conducir al monarca a los brazos de la reina legítima, Catalina de Médicis, para que diera al reino un heredero. Cuando los vástagos llegaron, ella misma se ocupó de su educación.

La hora de la reina
Catalina de Médicis pasó los primeros años de su reinado soportando la presencia de Diana en la corte. Lo hizo en silencio y aceptando la situación. Pero su poder llegaría con la muerte de su esposo. Cuando Enrique fue herido de muerte en 1559, Catalina hizo su primer gesto de rechazo a Diana. Prohibió su presencia al lado de Enrique y durante sus funerales. Después la apartó de la corte y de la educación de sus hijos.

Digna hasta el final
A pesar de que Diana fue expulsada de la corte, no dejó de tener relaciones con las familias más importantes del reino. Desde su exilio en el castillo de Anet Diana continuó viajando a París y mantuvo su puesto en la sociedad aristocrática.


Castillo de Anet
No en vano, Catalina exigió las joyas de la corona que había lucido Diana y le quitó el castillo de Chenonceau pero a cambio le cedió el de Chaumont. La reina sabía de la influencia que su eterna rival aun mantenía en París, así que la venganza no era favorable para ella.

Diana moría en su castillo de Anet el 25 de abril de 1566.

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1. Amantes y reinas, Benedetta Craveri

 Si quieres leer sobre ella 



Amantes y reinas, Benedetta Craveri
Género: Ensayo
Recopilación de la vida de varias reinas y amantes relacionadas con la corona francesa.  





Diana de Poitiers y Catalina de Médicis, Michael de Kent
Género: Ensayo
Una magnífica historia sobre dos damas rivales contada por alguien que es descendiente directa de ambas.





Reinas en la sombra
María Pilar Queralt 






Amantes poderosas de la historia
Ángela Vallvey







Por Sandra Ferrer