Una princesa danesa atravesó el frío mar del Norte para encontrarse con un rey que estaba destinado a unir bajo su cabeza los tres reinos de las Islas Británicas. El entonces rey de Escocia, Jacobo VI, era hijo de María Estuardo, aquella reina escocesa que se enfrentó con la todopoderosa Isabel I de Inglaterra. Tras años de luchas de facciones y conflictos armados defendiendo a una u otra reina, Jacobo se convertiría también en rey de Inglaterra como Jacobo I, consiguiendo el sueño que su madre no pudo alcanzar. Aquella princesa danesa iba a reinar sobre Escocia, Inglaterra e Irlanda. Pero ni su matrimonio fue feliz, ni su afán por controlar los entresijos del poder le valieron para nada más que para conseguir grandes disgustos y fama de excéntrica. La separación de su primer hijo y heredero de unos tronos aun poco afianzados, la sumió en una profunda tristeza que no le impidió mover cielo y tierra para conseguir estar al lado de su vástago. Ana vería morir a muchos de sus hijos, aunque uno de ellos cumpliría con su deber dinástico y se convertiría en Carlos I. Ana vivió sola en su remodelado y renombrado palacio inglés mientras su marido permanecía alejado de ella. Sus diversiones sociales, fiestas y reuniones culturales y artísticas no fueron del agrado de muchos quienes la criticaron de manera implacable. Al final, Ana fue una reina de carácter, que lucho por lo que ella creía justo.
La princesa que debía ser varón
Ana nació el 12 de diciembre de 1574 en el castillo de Skanderborg, en la península danesa de Jutlandia. Era la segunda hija de Sofía de Mecklenburgo-Güstrow y del rey Federico II de Dinamarca y su llegada no fue precisamente celebrada por su padre quien, con dos hijas, deseaba con ansiedad la llegada de un heredero masculino. Tras ella vendrían cinco hijos más, entre los que estaría el futuro rey de Dinamarca Cristián IV.
Ana pasó su infancia lejos de su tierra natal, en la ciudad alemana de Güstrow, junto a sus abuelos maternos y su hermana mayor Elizabeth. En 1579 volvió a Dinamarca donde esperaría su destino como moneda de cambio en los acuerdos de su padre con otras coronas europeas.
Ana pasó su infancia lejos de su tierra natal, en la ciudad alemana de Güstrow, junto a sus abuelos maternos y su hermana mayor Elizabeth. En 1579 volvió a Dinamarca donde esperaría su destino como moneda de cambio en los acuerdos de su padre con otras coronas europeas.
La prometida de Escocia
El escogido para Ana fue Jacobo, rey de Escocia. El 20 de agosto de 1589, con apenas 15 años, la joven princesa se casaba por poderes en el castillo de Kronborg. Representando a su futuro esposo se encontrada el conde George Keith.
Poco después emprendió un largo y peligroso camino hasta su nueva patria, una travesía por mar en la que la furia de las aguas pudo terminar con la corta vida de la joven princesa y todo su séquito. Recalados en Oslo tras una fuerte tormenta, informado del periplo, el monarca escocés se lanzó al mar en busca de su nueva esposa. El 23 de noviembre se casaba con Ana en el palacio del Obispo de la capital noruega.
Tras hacer un viaje de cortesía a Dinamarca para conocer a la familia de la novia, Jacobo y Ana volvieron de regreso a Escocia donde fue coronada como la nueva reina de los escoceses el 17 de mayo de 1590 en la Abadía de Holyrood.
El romanticismo fallido
Poco después emprendió un largo y peligroso camino hasta su nueva patria, una travesía por mar en la que la furia de las aguas pudo terminar con la corta vida de la joven princesa y todo su séquito. Recalados en Oslo tras una fuerte tormenta, informado del periplo, el monarca escocés se lanzó al mar en busca de su nueva esposa. El 23 de noviembre se casaba con Ana en el palacio del Obispo de la capital noruega.
Tras hacer un viaje de cortesía a Dinamarca para conocer a la familia de la novia, Jacobo y Ana volvieron de regreso a Escocia donde fue coronada como la nueva reina de los escoceses el 17 de mayo de 1590 en la Abadía de Holyrood.
El romanticismo fallido
Aquel primer acto de amor en el que Jacobo había salido en busca de su amada para casarse fue un espejismo. A pesar del cariño inicial, pronto llegó el distanciamiento y las relaciones extraconyugales del rey con otras damas como Anne Murray.
A pesar de la lejanía sentimental, Ana era consciente de su labor como reina. Debía dotar a la corona escocesa de un heredero. Cuatro difíciles años tuvo que soportar la reina sin ver llegar ningún síntoma de embarazo en los que sufrió la presión y las críticas de sus detractores. Finalmente el 19 de febrero de 1594 llegaba el ansiado heredero, el príncipe Henry.
Pero si la felicidad como esposa había durado un suspiro, la alegría de convertirse en madre fue también cosa de momentos. Su marido decidió, para no romper la tradición, que su hijo sería criado por su antigua niñera, Helen Little. Más tarde el pequeño fue trasladado al Castillo de Stirling donde quedó bajo la custodia del conde John Erskine.
Ana, desesperada por volver a ver a su hijo, inició una intensa lucha contra su marido y se rodeó de una facción de fieles seguidores que intentaron en vano conseguir acercar a la reina a su pequeño. Un año después, posiblemente por culpa de la tensión que sufría la reina, sufrió un aborto. Cuando en 1603 Jacobo dejó Escocia acompañado de Erskine para ser coronado rey de Inglaterra tras la muerte de la reina Isabel, Ana intentó otra vez acercarse a su hijo que ya tenía nueve años. Tampoco esta vez consiguió ver a Henry y volvió a sufrir otro aborto.
Al fin, Ana jugó su última carta. Cuando Jacobo le pidió que fuera con él a Inglaterra para ser coronada reina de los ingleses, ella se negó a menos que le dejara ir al lado de su hijo. Así consiguió Ana rencontrarse con Henry y viajar a Inglaterra donde fue coronada el 25 de julio de 1603.
A pesar de que Ana había logrado su objetivo, el matrimonio con Jacobo estaba condenado. Ana se instaló en Londres mientras Jacobo volvía a su mansión de Royston. Ana amplió su residencia londinense, la Somerset House y la rebautizó como Denmark House. Allí empezó una vida disipada y extravagante organizando fiestas y convirtiéndose en una importante mecenas de las artes.
Jacobo y Ana se vieron pocas veces pero llegaron a concebir hasta siete hijos. Solamente sobrevivieron tres de sus vástagos. De ellos, el príncipe Henry, por el que tanto había luchado en el pasado, moría en 1612, sumiéndola en una profunda depresión. La princesa Elizabeth marchó de su lado en abril de 1613 para casarse con el Elector del Palatinado así que sólo le quedaba Carlos, que llegaría a ser rey como Carlos I de Inglaterra.
El 2 de marzo de 1619 la reina Ana moría de hidropesía tras años de lucha contra su terrible enfermedad. Jacobo la visitó en contadas ocasiones pero se mostró afectado por el fallecimiento de su esposa, quien sería enterrada en la capilla del Rey Henry en la Abadía de Westminster el 13 de mayo de aquel mismo año.
A pesar de la lejanía sentimental, Ana era consciente de su labor como reina. Debía dotar a la corona escocesa de un heredero. Cuatro difíciles años tuvo que soportar la reina sin ver llegar ningún síntoma de embarazo en los que sufrió la presión y las críticas de sus detractores. Finalmente el 19 de febrero de 1594 llegaba el ansiado heredero, el príncipe Henry.
Pero si la felicidad como esposa había durado un suspiro, la alegría de convertirse en madre fue también cosa de momentos. Su marido decidió, para no romper la tradición, que su hijo sería criado por su antigua niñera, Helen Little. Más tarde el pequeño fue trasladado al Castillo de Stirling donde quedó bajo la custodia del conde John Erskine.
Ana, desesperada por volver a ver a su hijo, inició una intensa lucha contra su marido y se rodeó de una facción de fieles seguidores que intentaron en vano conseguir acercar a la reina a su pequeño. Un año después, posiblemente por culpa de la tensión que sufría la reina, sufrió un aborto. Cuando en 1603 Jacobo dejó Escocia acompañado de Erskine para ser coronado rey de Inglaterra tras la muerte de la reina Isabel, Ana intentó otra vez acercarse a su hijo que ya tenía nueve años. Tampoco esta vez consiguió ver a Henry y volvió a sufrir otro aborto.
Al fin, Ana jugó su última carta. Cuando Jacobo le pidió que fuera con él a Inglaterra para ser coronada reina de los ingleses, ella se negó a menos que le dejara ir al lado de su hijo. Así consiguió Ana rencontrarse con Henry y viajar a Inglaterra donde fue coronada el 25 de julio de 1603.
A pesar de que Ana había logrado su objetivo, el matrimonio con Jacobo estaba condenado. Ana se instaló en Londres mientras Jacobo volvía a su mansión de Royston. Ana amplió su residencia londinense, la Somerset House y la rebautizó como Denmark House. Allí empezó una vida disipada y extravagante organizando fiestas y convirtiéndose en una importante mecenas de las artes.
Jacobo y Ana se vieron pocas veces pero llegaron a concebir hasta siete hijos. Solamente sobrevivieron tres de sus vástagos. De ellos, el príncipe Henry, por el que tanto había luchado en el pasado, moría en 1612, sumiéndola en una profunda depresión. La princesa Elizabeth marchó de su lado en abril de 1613 para casarse con el Elector del Palatinado así que sólo le quedaba Carlos, que llegaría a ser rey como Carlos I de Inglaterra.
El 2 de marzo de 1619 la reina Ana moría de hidropesía tras años de lucha contra su terrible enfermedad. Jacobo la visitó en contadas ocasiones pero se mostró afectado por el fallecimiento de su esposa, quien sería enterrada en la capilla del Rey Henry en la Abadía de Westminster el 13 de mayo de aquel mismo año.
Si quieres leer sobre ella
Encyclopedia of Women in the Renaissance: Italy, France, and England, Diana Maury Robin,Anne R. Larsen,Carole Levin
Por Sandra Ferrer
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