Poco tiempo había transcurrido desde la fundación de los Hermanos Menores seguidores de San Francisco y la instalación de Santa Clara en el convento de San Damián. Pero hasta las lejanas tierras de Bohemia llegó su fama. Una joven destinada a ser emperatriz lo dejaría todo para seguir el ejemplo de los santos de Asís.
Del convento a la corte imperial
Inés de Praga era hija del rey de Bohemia Premysl Otakar y de la reina Constanza, quien era a su vez hermana del rey de Hungría, Andrés I. Antes de formar parte de los proyectos matrimoniales que sus padres le tenían deparados, Inés vivió casi toda su infancia en conventos y monasterios en los que recibió una educación profundamente piadosa.
Con tan sólo tres años entró en el monasterio cisterciense de Trzebnica. Santa Eduvigis, entonces duquesa de Silesia, se encargó de su formación religiosa. A los seis años volvía a Praga para vivir junto a las monjas premonstratenses de Doksany.
Finalizada su formación y siendo ya una joven casadera, tuvo que cambiar los tranquilos muros del convento por la fastuosa corte del duque de Austria. Allí debía prepararse para su matrimonio con el mismísimo Enrique VII, hijo del emperador Federico II.
Sin embargo, su profunda fe inculcada desde pequeña en su vida de reclusión, hizo que Inés se negara abiertamente a este enlace. Con valentía consiguió que el pacto matrimonial se rompiera. De vuelta a Praga, otros quisieron hacerse con la hija del rey pero Inés no tuvo inconveniente en dirigirse al Papa Gregorio IX para que intercediera por ella y reconociera su decisión de vivir una vida consagrada a Dios.
Siguiendo a Santa Clara
Su decisión firme de renunciar al mundo coincidió con la llegada a Praga de predicadores itinerantes que anunciaban la nueva forma de vida de San Francisco y Santa Clara. Inés lo tuvo claro; entre 1232 y 1233 fundó el Hospital de San Francisco y el Instituto de los Crucíferos. En 1234 Inés ingresaba definitivamente en el convento de las Hermanas Pobres que ella misma había fundado.
Cartas para la eternidad
Al llegar a mis oídos la honestísima fama de vuestro santo comportamiento religioso [...] me alegro muchísimo en el Señor y salto de gozo. [...] Y el motivo de esto es que, cuando vos hubierais podido disfrutar más que nadie de las pompas y honores y dignidades del siglo, desposándoos legítimamente con el ínclito Emperador con gloria excelente, como convenía a vuestra excelencia y a la suya, desdeñando todas esas cosas, vos habéis elegido más bien, con entereza de ánimo y con todo el afecto de vuestro corazón, la santísima pobreza y la penuria corporal [...].
Este fragmento forma parte de la primera de cuatro preciosas cartas escritas por Santa Clara a Santa Inés. Aunque nunca se conocieron personalmente, la santa de Asís alabó y admiró a la santa de Praga que siguió firmemente sus pasos.
por Sandra Ferrer
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