Última hija de los Reyes Católicos, Catalina fue una de las piezas clave en el complicado entramado político y religioso que llevaron a Inglaterra al cisma religioso. Su divorcio de Enrique VIII enfrentaría al rey inglés con el Papado y el resto de potencias católicas europeas.
Una princesa en la Alhambra
Catalina de Aragón nació en Alcalá de Henares el 16 de diciembre de 1485. Fue la última hija de los Reyes Católicos. Igual que sus hermanos, Isabel, Juan, María y Juana, fue educada con una profunda religiosidad. Beatriz Galindo fue la responsable de darle una alta formación intelectual en las letras y las artes.
Catalina fue espectadora de excepción de la última conquista de los Reyes Católicos. Tras la toma de Granada, vivió su juventud en la espléndida corte que sus padres instalaron en la Alhambra. Pero como sus hermanos, el futuro de Catalina se encontraba lejos de su patria. Moneda de cambio en las alianzas políticas de Isabel y Fernando, a Catalina le tocó como destino la corte de Inglaterra.
Una princesa española en Inglaterra
En 1489 los Reyes Católicos prometían a la última de sus hijas al príncipe de Gales. Tenía sólo 15 años cuando embarcó en La Coruña para, después de una turbulenta y premonitoria travesía, llegar a Inglaterra para casarse con un enfermizo príncipe Arturo.
Menos de un año duró el matrimonio entre los futuros reyes de Inglaterra que se celebró el 14 de noviembre de 1501. Arturo moría de una extraña epidemia en 1502 dejando a la joven princesa en una difícil y complicada situación. Era princesa de Gales pero no tenía ni marido ni descendencia. La Guerra de las Dos Rosas que había encumbrado al poder a la dinastía Tudor estaba aún demasiado reciente en la mente de los ingleses. Enrique VII debía afianzarse rápidamente en el trono con una amplia descendencia que, por ahora, no tenía.
Siete años de incertidumbre
Catalina permaneció siete largos años en Inglaterra a la espera de que su padre el Rey Fernando aclara con Enrique VII su futuro. Una cuantiosa dote e intereses políticos impedían que Catalina se moviera de Inglaterra, donde estaba su destino. En un primer momento se pensó en desposarla con el actual rey que había quedado viudo. Finalmente la balanza se decantó hacia el nuevo príncipe de Gales, el enérgico hermano pequeño de Arturo, Enrique.
En 1509 se precipitaron los acontecimientos. Aquel año moría el rey Enrique VII y subía al trono su hijo pequeño como Enrique VIII. Dos meses después se casaba con Catalina tras asegurarse con una dispensa papal y una declaración de la joven princesa de que no se había llegado a consumar su matrimonio con su hermano. Con 23 años, Catalina se convertía en reina de Inglaterra. Enrique tenía entonces sólo 18 años.
Reyes sin heredero
A pesar de que la relación entre Catalina y Enrique era buena, el pueblo les quería y se complementaban a la perfección tanto en su vida personal como en sus tareas políticas, los continuos abortos y muertes prematuras de sus hijos hizo mella en la pareja. Solamente sobrevivió su hija María, quien sería conocida por los ingleses con el apodo despectivo de “María la Sanguinaria” (Bloody Mary) y se convertiría en la segunda esposa de Felipe II.
La católica y la protestante
Catalina como María Magdalena Michael Sittow |
Enrique VIII se fijó en Ana y se enamoró de ella. La relación con su mujer hacía tiempo que se había enfriado y la esperanza de tener un heredero la depositó en la joven dama. Enrique no se lo pensó y en 1527 hacía pública su intención de divorciarse. Algo que no le sería nada fácil. Frente a la fervientemente católica Catalina, se encontraba Ana, una convencida evangélica que introdujo al rey en la nueva religión. El enfrentamiento con el Papado estaba asegurado.
El mundo contra Enrique
A la confrontación religiosa se unía otro hecho importante que amenazaba la futura unión de Enrique VIII con Ana Bolena. Catalina era tía del poderoso emperador Carlos V, no sólo propietario de medio mundo, sino ferviente aliado del Papa al que intentó convencer de la inconveniencia de aceptar el divorcio del rey inglés.
Presionado y acorralado, Enrique dio un golpe de efecto. En 1533 el arzobispo de Canterbury anulaba el matrimonio de Catalina con Enrique desoyendo las quejas de Roma y el rey se casaba con Ana Bolena. Un año después, el Acta de supremacía declaraba a Enrique jefe supremo de la Iglesia inglesa.
Tumba de Catalina en la Catedral de Peterborough |
La muerte de la Reina
Catalina murió poco tiempo después, el 7 de enero de 1536. A pesar de haber vivido una de las humillaciones más famosas de la historia, la digna hija de los Reyes Católicos no renunció nunca a su título de Reina.
De poco le sirvió el divorcio a Enrique VIII. Ana sólo le dio una hija, igual que Catalina, la futura Isabel I. El destino de Ana sería aún más trágico que el de su adversaria.
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