Anita Botwin
CTXT
Me pregunto si la crisis de Catalunya se hubiera gestionado de otra manera de haber sido mujeres feministas las protagonistas |
Esta semana Ada Colau y Manuela Carmena hablaron en El Intermedio sobre la situación en Catalunya. Las redes sociales les agradecieron la manera que tuvieron de tratar el tema: con diálogo, ternura y comprensión. Esa es la España que muchos queremos.
Nos encontramos en una situación en la que no parece que vaya a existir diálogo, al menos de momento. Se ha tensado la cuerda hasta tal punto que esperamos inquietos cuándo se va a romper, si no se ha roto ya. Llegados a este punto, me pregunto cuánto tiene que ver en el momento en que nos encontramos la forma de hacer política tradicional y hecha hasta ahora por hombres. La política de la pelea de gallos: “Pongo los huevos aquí, y de aquí no me muevo”.
En esta línea, Ada Colau habló sobre el referéndum catalán y lamentó que las “posturas extremas tienden a generar bloqueo en donde la mayoría de personas no se sienten cómodas ni identificadas”. Y aconsejó “feminizar la política, bajar la testosterona y superar las dicotomías de blanco y negro”.
La feminización de la política tiene como objetivo romper con las lógicas masculinas que tienden a favorecer formas de ser que no son tan frecuentes entre las mujeres, como la competición, la disputa, la generalización y la jerarquía. Huir de la lucha sin escrúpulos por el poder también ligado a políticas tradicionales sería fundamental para el cambio real y un nuevo paradigma político y social. En esta nueva manera se partiría desde lo colaborativo, lo horizontal, la escucha activa y el diálogo, algo que debido a los roles asignados por el patriarcado se ha asociado fundamentalmente a las mujeres.
Los valores de los cuidados que se nos han impuesto tradicionalmente nos han encasillado. Hemos estado en la esfera privada, lejos de donde se decidía nuestro presente y futuro. Mientras nosotras cambiábamos pañales, también aprendíamos valores como la empatía y el respeto por las relaciones humanas –algo es algo--. Estar más en contacto con quienes nos han rodeado nos ha permitido ser capaces de entender y poder solucionar conflictos sin tener que usar el cuchillo jamonero.
En las reuniones sociales e incluso en espacios ligados al activismo político solemos escuchar más que los hombres y ocupar un segundo plano –también porque hablamos menos--. Esto también es una consecuencia del patriarcado. Por ello, creo que somos más pacientes, analíticas y capaces de resolver conflictos desde otro ángulo.
Con todo esto no quiero decir que políticas como Esperanza Aguirre o Ana Botella representen ni de lejos la feminización de la política. El hecho de ser mujer no te otorga directamente la medalla de honor de la paz y la resolución de conflictos. Este tipo de mujeres ha imitado los roles más ligados a la forma de hacer política masculina y tradicional, sin escrúpulos ni miramientos. Aprendieron el precio del poder y pagaron su coste, pero ni de lejos apoyaron ni propusieron políticas feministas.
Me pregunto si se hubiera gestionado de otra forma la crisis de Catalunya de haber sido mujeres feministas las protagonistas. O en su caso, hombres que entiendan la política con una lógica feminista y horizontal. Lo cierto es que de momento no nos han dado permiso para comprobarlo porque después de todo aún no hemos abandonado del todo la esfera privada.
Nos encontramos en una situación en la que no parece que vaya a existir diálogo, al menos de momento. Se ha tensado la cuerda hasta tal punto que esperamos inquietos cuándo se va a romper, si no se ha roto ya. Llegados a este punto, me pregunto cuánto tiene que ver en el momento en que nos encontramos la forma de hacer política tradicional y hecha hasta ahora por hombres. La política de la pelea de gallos: “Pongo los huevos aquí, y de aquí no me muevo”.
En esta línea, Ada Colau habló sobre el referéndum catalán y lamentó que las “posturas extremas tienden a generar bloqueo en donde la mayoría de personas no se sienten cómodas ni identificadas”. Y aconsejó “feminizar la política, bajar la testosterona y superar las dicotomías de blanco y negro”.
La feminización de la política tiene como objetivo romper con las lógicas masculinas que tienden a favorecer formas de ser que no son tan frecuentes entre las mujeres, como la competición, la disputa, la generalización y la jerarquía. Huir de la lucha sin escrúpulos por el poder también ligado a políticas tradicionales sería fundamental para el cambio real y un nuevo paradigma político y social. En esta nueva manera se partiría desde lo colaborativo, lo horizontal, la escucha activa y el diálogo, algo que debido a los roles asignados por el patriarcado se ha asociado fundamentalmente a las mujeres.
Los valores de los cuidados que se nos han impuesto tradicionalmente nos han encasillado. Hemos estado en la esfera privada, lejos de donde se decidía nuestro presente y futuro. Mientras nosotras cambiábamos pañales, también aprendíamos valores como la empatía y el respeto por las relaciones humanas –algo es algo--. Estar más en contacto con quienes nos han rodeado nos ha permitido ser capaces de entender y poder solucionar conflictos sin tener que usar el cuchillo jamonero.
En las reuniones sociales e incluso en espacios ligados al activismo político solemos escuchar más que los hombres y ocupar un segundo plano –también porque hablamos menos--. Esto también es una consecuencia del patriarcado. Por ello, creo que somos más pacientes, analíticas y capaces de resolver conflictos desde otro ángulo.
Con todo esto no quiero decir que políticas como Esperanza Aguirre o Ana Botella representen ni de lejos la feminización de la política. El hecho de ser mujer no te otorga directamente la medalla de honor de la paz y la resolución de conflictos. Este tipo de mujeres ha imitado los roles más ligados a la forma de hacer política masculina y tradicional, sin escrúpulos ni miramientos. Aprendieron el precio del poder y pagaron su coste, pero ni de lejos apoyaron ni propusieron políticas feministas.
Me pregunto si se hubiera gestionado de otra forma la crisis de Catalunya de haber sido mujeres feministas las protagonistas. O en su caso, hombres que entiendan la política con una lógica feminista y horizontal. Lo cierto es que de momento no nos han dado permiso para comprobarlo porque después de todo aún no hemos abandonado del todo la esfera privada.
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